Ecclesia in Europa ES 120

Desde el Evangelio un nuevo impulso para Europa

120 Europa necesita un salto cualitativo en la toma de conciencia de su herencia espiritual.Este impulso sólo puede darlo desde una nueva escucha del Evangelio de Cristo. Corresponde a todos los cristianos comprometerse en satisfacer este hambre y sed de vida.

Por eso, « la Iglesia siente el deber de renovar con vigor el mensaje de esperanza que Dios le ha confiado » y reitera a Europa: « “El Señor, tu Dios, está en medio de ti como poderoso salvador” (
So 3,17). Su invitación a la esperanza no se basa en una ideología utópica [...]. Por el contrario, es el imperecedero mensaje de salvación proclamado por Cristo [...] (cf. Mc 1,15). Con la autoridad que le viene de su Señor, la Iglesia repite a la Europa de hoy: Europa del tercer milenio, que “no desfallezcan tus manos” (So 3,16), no cedas al desaliento, no te resignes a modos de pensar y vivir que no tienen futuro, porque no se basan en la sólida certeza de la Palabra de Dios ».(190)

Renovando esta invitación a la esperanza, también hoy te repito, Europa, que estás comenzando el tercer milenio, « vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces ».(191) A lo largo de los siglos has recibido el tesoro de la fe cristiana. Ésta fundamenta tu vida social sobre los principios tomados del Evangelio y su impronta se percibe en el arte, la literatura, el pensamiento y la cultura de tus naciones. Pero esta herencia no pertenece solamente al pasado; es un proyecto para el porvenir que se ha de transmitir a las generaciones futuras, puesto que es el cuño de la vida de las personas y los pueblos que han forjado juntos el Continente europeo.

(190) Homilía durante la apertura de la II Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos (1 octubre 1999), 3: AAS 92 (2000), 174-175.
(191) Discurso a las Autoridades europeas y los Presidentes de las Conferencias episcopales de Europa ( Compostela, 9 noviembre 1982), 4: AAS 75 (1983), 330.


121 ¡No temas! El Evangelio no está contra ti, sino en tu favor. Lo confirma el hecho de que la inspiración cristiana puede transformar la integración política, cultural y económica en una convivencia en la cual todos los europeos se sientan en su propia casa y formen una familia de naciones, en la que otras regiones del mundo pueden inspirarse con provecho.

¡Ten confianza! En el Evangelio, que es Jesús, encontrarás la esperanza firme y duradera a la que aspiras. Es una esperanza fundada en la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte. Él ha querido que esta victoria sea para tu salvación y tu gozo.

¡Ten seguridad! ¡El Evangelio de la esperanza no defrauda! En las vicisitudes de tu historia de ayer y de hoy, es luz que ilumina y orienta tu camino; es fuerza que te sustenta en las pruebas; es profecía de un mundo nuevo; es indicación de un nuevo comienzo; es invitación a todos, creyentes o no, a trazar caminos siempre nuevos que desemboquen en la « Europa del espíritu », para convertirla en una verdadera « casa común » donde se viva con alegría.


CONCLUSIÓN: CONSAGRACIÓN A MARÍA


« Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer,

vestida del sol » (Ap 12,1)



La mujer, el dragón y el niño

122 El proceso histórico de la Iglesia va acompañado por « signos » que están a la vista de todos, pero que necesitan una interpretación. Entre ellos, el Apocalipsis pone « una gran señal » aparecida en el cielo, que habla de la lucha entre la mujer y el dragón.

La mujer vestida de sol que está para dar a luz entre los dolores del parto (cf.
Ap 12,1-2), puede ser considerada como el Israel de los profetas que engendra al Mesías « que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro » (Ap 12,5 cf. Ps 2,9). Pero es también la Iglesia, pueblo de la nueva Alianza, a merced de la persecución y, sin embargo, protegida por Dios. Eldragón es « la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero » (Ap 12,9). La lucha es desigual: parece tener ventaja el dragón, por su arrogancia ante la mujer inerme y dolorida. En realidad, quien resulta vencedor es el hijo que la mujer da a luz. En esta contienda hay una certeza: el gran dragón ya ha sido derrotado, « fue arrojado a la tierra y sus Ángeles fueron arrojados con él » (Ap 12,9). Lo han vencido Cristo, Dios hecho hombre, con su muerte y resurrección, y los mártires « gracias a la sangre del Cordero y a la palabra de testimonio que dieron, porque despreciaron su vida ante la muerte » (Ap 12,11). Y, aunque el dragón continúe su lucha, no hay que temer porque ya ha sido derrotado.

123 Ésta es la certeza que anima a la Iglesia en su camino, mientras en la mujer y en el dragón reconoce su historia de siempre. La mujer que da a luz al hijo varón nos recuerda también a laVirgen María, sobre todo en el momento en que, traspasada por el dolor a los pies de la Cruz, engendra de nuevo al Hijo como vencedor del príncipe de este mundo. Es confiada a Juan y éste, a su vez, confiado a Ella (cf. Jn 19,26-27), convirtiéndose así en Madre de la Iglesia. Merced al vínculo especial que une a María con la Iglesia y a la Iglesia con María, se aclara mejor el misterio de la mujer: « Pues María, presente en la Iglesia como madre del Redentor, participa maternalmente en aquella “dura batalla contra el poder de las tinieblas” que se desarrolla a lo largo de toda la historia humana. Y por esta identificación suya eclesial con la “mujer vestida de sol” (Ap 12,1), se puede afirmar que “la Iglesia en la beatísima Virgen ya llegó a la perfección, por la que se presenta sin mancha ni arruga” ».(192)

(192) Carta enc. Redemptoris Mater (25 marzo 1987), RMA 47: AAS 79 (1987), 426.


124 Por tanto, toda la Iglesia dirige su mirada a María. Gracias a la gran multitud de santuarios marianos diseminados por todas las naciones del Continente, la devoción a María es muy viva y extendida entre los pueblos europeos.

Iglesia en Europa, continua, pues, contemplando a María y reconoce que ella está « maternalmente presente y partícipe en los múltiples y complejos problemas que acompañan hoyla vida de los individuos, de las familias y de las naciones », y que es auxiliadora del « pueblo cristiano en la lucha incesante entre el bien y el mal, para que “no caiga” o, si cae, “se levante” ».(193)

(193) ibíd.,
RMA 52: l.c., 432; cf. Propositio 40.


Oración a María, madre de la esperanza

125 En esta contemplación, animada por auténtico amor, María se nos presenta como figura de la Iglesia que, alentada por la esperanza, reconoce la acción salvadora y misericordiosa de Dios, a cuya luz comprende el propio camino y toda la historia. Ella nos ayuda a interpretar también hoy nuestras vicisitudes bajo la guía de su Hijo Jesús. Criatura nueva plasmada por el Espíritu Santo, María hace crecer en nosotros la virtud de la esperanza.

A ella, Madre de la esperanza y del consuelo, dirigimos confiadamente nuestra oración:pongamos en sus manos el futuro de la Iglesia en Europa y de todas las mujeres y hombres de este Continente:

María, Madre de la esperanza,
¡camina con nosotros!
Enséñanos a proclamar al Dios vivo;
ayúdanos a dar testimonio de Jesús,
el único Salvador;
haznos serviciales con el prójimo,
acogedores de los pobres, artífices de justicia,
constructores apasionados
de un mundo más justo;
intercede por nosotros que actuamos
en la historia
convencidos de que el designio
del Padre se cumplirá.
Aurora de un mundo nuevo,
¡muéstrate Madre de la esperanza
y vela por nosotros!
Vela por la Iglesia en Europa:
que sea trasparencia del Evangelio;
que sea auténtico lugar de comunión;
que viva su misión
de anunciar, celebrar y servir
el Evangelio de la esperanza
para la paz y la alegría de todos.
Reina de la Paz,
¡protege la humanidad del tercer milenio!
Vela por todos los cristianos:
que prosigan confiados por la vía de la unidad,
como fermento
para la concordia del Continente.
Vela por los jóvenes,
esperanza del mañana:
que respondan generosamente
a la llamada de Jesús;
Vela por los responsables de las naciones:
que se empeñen en construir una casa común,
en la que se respeten la dignidad
y los derechos de todos.
María, ¡danos a Jesús!
¡Haz que lo sigamos y amemos!
Él es la esperanza de la Iglesia,
de Europa y de la humanidad.
Él vive con nosotros,
entre nosotros, en su Iglesia.
Contigo decimos
« Ven, Señor Jesús » (
Ap 22,20):
Que la esperanza de la gloria
infundida por Él en nuestros corazones
dé frutos de justicia y de paz.



Roma, en San Pedro, 28 de junio de 2003, Vigilia de la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, vigésimo quinto de Pontificado.

JOANNES PAULUS PP. II







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