Ecclesia in Africa

INTRODUCCIÓN

1 La Iglesia que está en África celebró con alegría y esperanza, durante cuatro semanas, su fe en Cristo resucitado, en el curso de la Asamblea especial para África del Sínodo de los Obispos. Su recuerdo permanece aún vivo en toda la Comunidad eclesial.

Fieles a la tradición de los primeros siglos del Cristianismo en África, los Pastores de este continente, en comunión con el Sucesor del apóstol Pedro y los miembros del Colegio episcopal procedentes de otras regiones del mundo, celebraron un Sínodo que se presentó como acontecimiento de esperanza y de resurrección, en el momento mismo en que las vicisitudes humanas parecían más bien empujar a África hacia el desánimo y la desesperación.

Los Padres Sinodales, asistidos por cualificados representantes del clero, de los religiosos y del laicado, examinaron detenidamente y con realismo las luces y las sombras, los desafíos y las perspectivas de la evangelización en África, al aproximarse el tercer milenio de la fe cristiana.

Los miembros de la Asamblea sinodal me han pedido que dé a conocer a toda la Iglesia los frutos de sus reflexiones y de sus oraciones, de sus discusiones y de sus intercambios (1) Con alegría y gratitud al Señor he acogido esta petición, y hoy, en el momento mismo en que, en comunión con los Pastores y los fieles de la Iglesia católica en África, abro la fase celebrativa de la Asamblea especial para África, hago público el texto de esta Exhortación apostólica postsinodal, que es fruto de un trabajo colegial intenso y prolongado.

Pero antes de entrar en la exposición de cuanto se maduró durante el Sínodo, considero oportuno mencionar, aunque sea velozmente, las distintas fases de un acontecimiento tan decisivo para la Iglesia en África.

(1) Cf. Propositio 1


El Concilio

2 El Concilio Ecuménico Vaticano II puede considerarse ciertamente, desde el punto de vista de la historia de la salvación, como la piedra angular de este siglo, próximo ya a desembocar en el tercer milenio. En el marco de ese gran acontecimiento, la Iglesia de Dios que está en África vivió, por su parte, auténticos momentos de gracia. En efecto, la idea de un encuentro, bajo una forma u otra, de los Obispos de África para dialogar sobre la evangelización del continente, se remonta al período del Concilio. Aquel acontecimiento histórico fue verdaderamente el crisol de la colegialidad y una expresión peculiar de la comunión afectiva y efectiva del episcopado mundial. Los Obispos, en esa ocasión, trataron de señalar los instrumentos adecuados para compartir mejor y hacer más eficaz su solicitud por todas las Iglesias (cf. 2Co 11,28) y comenzaron a proponer, con ese fin, las estructuras oportunas a nivel nacional, regional y continental.


El Simposio de Conferencias Episcopales de África y Madagascar

3 En este clima, los Obispos de África y Madagascar presentes en el Concilio decidieron crear un Secretariado General propio para coordinar sus intervenciones, de modo que se ofreciera en el aula, en cuanto fuera posible, un punto de vista común. Esta cooperación inicial entre los Obispos de África se institucionalizó después con la creación en Kampala del Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar (S.C.E.A.M.). Esto sucedió con ocasión de la visita del Papa Pablo VI a Uganda en julio y agosto de 1969, primera visita a África de un Pontífice de los tiempos modernos.


La convocatoria de la Asamblea especial para África del Sínodo de los Obispos

4 Las Asambleas generales del Sínodo de los Obispos, que se sucedieron periódicamente a partir de 1967, ofrecieron a la Iglesia que está en África preciosas oportunidades de hacer sentir su propia voz en el ámbito universal de la Iglesia. Así, en la II Asamblea general ordinaria (1971), los Padres Sinodales de África acogieron con alegría la oportunidad que se les presentaba de pedir una mayor justicia en el mundo. La III Asamblea general ordinaria sobre la evangelización en el mundo contemporáneo (1974) permitió examinar particularmente los problemas de la evangelización en África. En esa circunstancia los Obispos del continente presentes en el Sínodo publicaron un importante mensaje titulado "Promoción de la evangelización en la corresponsabilidad" (2). Poco después, durante el Año Santo de 1975, el S.C.E.A.M. convocó su propia Asamblea plenaria en Roma, para profundizar el tema de la evangelización.

(2) Declaración de los obispos de África y Madagascar presentes en la III Asamblea general ordinaria del Sínodo de los obispos (20 de octubre de 1974): La Documentation catholique 71 (1974), 995- 996.


5 Posteriormente, de 1977 a 1983, varios Obispos, sacerdotes, personas consagradas, teólogos y laicos manifestaron el deseo de un Concilio o de un Sínodo africano, con el objetivo de evaluar la evangelización en África en vista de las grandes opciones que se deben adoptar para el futuro del continente. Acogí favorablemente y alenté la idea de una "coordinación bajo diferentes formas" de todo el episcopado africano, "a fin de examinar los problemas religiosos que se presentan al conjunto del continente" (3). Por ello, el S.C.E.A.M. se preocupó de buscar vías y medios para llevar a buen fin el proyecto de este encuentro continental. Se consultó a las Conferencias Episcopales y a cada Obispo de África y Madagascar, después de lo cual pude convocar una Asamblea especial para África del Sínodo de los Obispos. El 6 de enero de 1989, en el contexto de la solemnidad de la Epifanía —celebración litúrgica en que la Iglesia se siente más consciente de la universalidad de su misión y del consiguiente deber de llevar la luz de Cristo a todos los pueblos—, anuncié que había asumido esta "iniciativa de gran importancia para la difusión del Evangelio". Y precisé que lo había hecho acogiendo la petición, manifestada muchas veces y en momentos distintos por los Obispos de África, por sacerdotes, teólogos y exponentes del laicado, de que "se promueva una orgánica solidaridad pastoral en todo el territorio africano e islas adyacentes" (4).

(3) Discurso a un grupo de obispos de Zaire en visita ad limina Apostolorum (21 de abril de 1983): AAS 75 (1983), 634-635.
(4) Ángelus (6 de enero de 1989), 2: Insegnamenti XII, 1 (1989), 40.


Un acontecimiento de gracia

6 La Asamblea especial para África del Sínodo de los Obispos ha sido un momento histórico de gracia: el Señor ha visitado a su pueblo que está en África. En efecto, este continente vive hoy lo que puede definirse un signo de los tiempos, un momento propicio, un día de salvación para África. Parece llegada la "hora de África", una hora favorable que invita con insistencia a los mensajeros de Cristo a bogar mar adentro y a echar las redes para la pesca (cf. Lc 5,4). Como al inicio del cristianismo, el alto funcionario de Candace, Reina de Etiopía, feliz de haber recibido la fe mediante el bautismo, prosiguió su camino llegando a ser testigo de Cristo (cf. Ac 8,27-39), del mismo modo hoy la Iglesia en África, llena de alegría y gratitud por la fe recibida, debe proseguir su misión evangelizadora, para atraer los pueblos del continente al Señor, enseñándoles a observar cuanto Él ha mandado (cf. Mt 28,20).

A partir de la solemne liturgia eucarística inaugural que, el 10 de abril de 1994, celebré en la Basílica Vaticana junto con treinta y cinco Cardenales, un Patriarca, treinta y nueve Arzobispos, ciento cuarenta y seis Obispos y noventa Sacerdotes, la Iglesia, Familia de Dios (5), pueblo de los creyentes, se congregó en torno a la Tumba de Pedro. Estaba presente África con la variedad de sus ritos, junto con todo el pueblo de Dios: danzaba manifestando su alegría, expresando su fe en la vida, al sonido de los tam-tam y de otros instrumentos musicales africanos. En esta ocasión, África sintió que era, según la expresión de Pablo VI, "una nueva patria de Cristo" (6), tierra amada por el Padre eterno (7). Por esto yo mismo saludé ese momento de gracia con las palabras del Salmista. "¡Este es el día que el Señor ha hecho, exultemos y gocemos en él!" (Ps 118,24).

(5) Cf. LG 6.
(6) Homilía durante la canonización de los beatos Carlos Lwanga, Matías Mulumba Kalemba y 20 compañeros mártires ugandeses (18 de octubre de 1964): AAS 56 (1964), 907-908.
(7) Cf. Homilía en la liturgia de clausura de la Asamblea especial para África del Sínodo de los obispos (8 de mayo de 1994), 7: L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 13 de mayo de 1994, 12.


Destinatarios de la Exhortación

7 Con esta Exhortación apostólica postsinodal, en comunión con la Asamblea especial para África del Sínodo de los Obispos, deseo dirigirme en primer lugar a los Pastores y a los fieles laicos, y también a los hermanos de las demás Confesiones cristianas, así como a cuantos profesan las grandes religiones monoteístas, en particular los seguidores de la religión tradicional africana, y a todos los hombres de buena voluntad que, de un modo u otro, se interesan por el desarrollo espiritual y material de África o tienen en sus manos los destinos de este gran continente.

Ante todo mi pensamiento se dirige naturalmente a los africanos mismos y a todos los que viven en el continente; pienso, en particular, en los hijos y las hijas de la Iglesia católica: Obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, miembros de los Institutos de vida consagrada y de las Sociedades de vida apostólica, catequistas y todos los que hacen del servicio a sus hermanos el ideal de su existencia. Deseo confirmarlos en la fe (cf.
Lc 22,32) y exhortarles a perseverar en la esperanza que viene de Cristo resucitado, venciendo toda tentación de desánimo.


Plan de la Exhortación

8 La Asamblea especial para África del Sínodo de los Obispos examinó en profundidad el tema que le había sido propuesto: "La Iglesia en África y su misión evangelizadora hacia el año 2000: Seréis mis testigos (cf. Ac 1,8)". Esta Exhortación tratará de seguir de cerca este mismo itinerario. Arrancará del momento histórico, verdadero kairós, en que se celebró el Sínodo, examinando sus objetivos, preparación y desarrollo. Se detendrá sobre la situación actual de la Iglesia en África, recordando las distintas fases del compromiso misionero. Además, afrontará los diferentes aspectos de la misión evangelizadora con los que la Iglesia debe contar en el momento presente: la evangelización, la inculturación, el diálogo, la justicia y la paz, los medios de comunicación social. La alusión a las urgencias y los desafíos que interpelan a la Iglesia en África a las puertas del año 2000, permitirá delinear las tareas del testigo de Cristo en África, de cara a una aportación más eficaz para la edificación del Reino de Dios. Así será posible individuar, al final, los compromisos de la Iglesia en África como Iglesia misionera: una Iglesia de misión que llega a ser ella misma misionera: "Seréis mis testigos... hasta los confines de la tierra" (Ac 1,8).




CAPÍTULO I - UN MOMENTO ECLESIAL HISTÓRICO

9 "Esta Asamblea especial para África del Sínodo de los Obispos es un acontecimiento providencial, por el que debemos dar gracias al Padre omnipotente y misericordioso mediante su Hijo en el Espíritu Santo, y glorificarlo" (8). Con estas palabras los Padres sinodales, durante la primera Congregación general, abrieron solemnemente el debate relativo al tema del Sínodo. En una ocasión precedente, yo mismo había ya expresado una convicción semejante, reconociendo que "la Asamblea especial es un acontecimiento eclesial de suma importancia para África, un kairós, un momento de gracia, en el que Dios manifiesta su salvación. Toda la Iglesia está invitada a aceptar plenamente este tiempo de gracia, a recibir y difundir la Buena Nueva. El esfuerzo de preparación para el Sínodo no sólo servirá para el buen desarrollo de la celebración sinodal, sino que ya desde ahora redundará en beneficio de las Iglesias locales que peregrinan en África, cuya fe y testimonio se refuerzan, haciéndolas cada vez más maduras" (9).

(8) Sínodo de los Obispos, Asamblea especial para África, Relatio ante disceptationem (11 de abril de 1994), 1: L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 22 de abril de 1994, 8.
(9) Discurso a la tercera Reunión del Consejo de la Secretaría general para la Asamblea especial para África del Sínodo de los obispos, (Luanda, 9 de junio de 1992), 5: AAS 85 (1993), 523.


Profesión de fe


10 Este momento de gracia se concretó ante todo en una solemne profesión de fe. Congregados alrededor de la Tumba de Pedro para la inauguración de la Asamblea especial, los Padres del Sínodo proclamaron su fe, la fe de Pedro que, respondiendo a la pregunta de Cristo: "¿También vosotros queréis marcharos?", dice: "Señor, ¿donde quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios" (Jn 6,67-69). Los Obispos de África, en quienes la Iglesia católica hallaba aquellos días una particular expresión junto a la Tumba del Apóstol, reafirmaron que creían firmemente que la omnipotencia y la misericordia del único Dios se han manifestado sobre todo en la Encarnación redentora del Hijo de Dios, Hijo que es consustancial al Padre en la unidad del Espíritu Santo y que, en esta unidad trinitaria, recibe en plenitud gloria y honor. Ésta es nuestra fe —afirmaron los Padres— ésta es la fe de la Iglesia, ésta es la fe de todas las Iglesias locales que, diseminadas por el continente africano, caminan hacia la casa de Dios.

Esta fe en Jesucristo se manifestó de modo constante, con fuerza y unanimidad, en las intervenciones de los Padres del Sínodo a lo largo de la Asamblea especial. Firmes en esta fe, los Obispos de África confiaron su continente a Cristo Señor, convencidos de que sólo Él, con su Evangelio y su Iglesia, puede salvar a África de las dificultades actuales y curarla de sus numerosos males (10).

(10) Cf. Relatio post disceptationem (22 de abril de 1994), 2: L'Osservatore Romano, 22 de abril de 1994, 8.


11 Al mismo tiempo, con ocasión de la apertura solemne de la Asamblea especial, los Obispos de África proclamaron públicamente su fe en "la única Iglesia de Cristo, de la que confesamos en el Credo que es una, santa, católica y apostólica" (11). Estos atributos indican rasgos esenciales de la Iglesia y de su misión. La Iglesia "no los tiene por ella misma; es Cristo, quien, por el Espíritu Santo, da a la Iglesia el ser una, santa, católica y apostólica, y Él es también quien la llama a ejercitar cada una de estas cualidades" (12).

Todos aquellos que tuvieron el privilegio de asistir a la celebración de la Asamblea especial para África se alegraron de ver que los católicos africanos van asumiendo cada vez más responsabilidades en sus Iglesias locales y se esfuerzan por comprender mejor lo que significa ser simultáneamente católico y africano. La celebración de la Asamblea especial manifestó al mundo entero que las Iglesias locales de África tienen un puesto legítimo en la comunión de la Iglesia, tienen derecho a conservar y desarrollar "sus propias tradiciones, sin quitar nada al primado de la Sede de Pedro, que preside toda la comunidad de amor, defiende las diferencias legítimas y al mismo tiempo se preocupa de que las particularidades no sólo no perjudiquen a la unidad, sino que más bien la favorezcan" (13).

(11)
LG 8.
(12) CEC 811.
(13) LG 13.


Sínodo de resurrección, Sínodo de esperanza

12 Por un singular designio de la Providencia, la solemne inauguración de la Asamblea especial para África del Sínodo de los Obispos tuvo lugar el segundo domingo de Pascua, es decir, al concluir su octava. Los Padres Sinodales, reunidos aquel día en la Basílica Vaticana, eran conscientes del hecho de que la alegría de su Iglesia brotaba del mismo acontecimiento que colmó de alegría los corazones de los Apóstoles el día de Pascua: la resurrección del Señor Jesús (cf. Lc 24,40-41). Eran profundamente conscientes de la presencia en medio de ellos del Señor resucitado, que les decía como a los Apóstoles: "¡Paz a vosotros!" (Jn 20,21.26). Eran conscientes de su promesa de que permanecería con su Iglesia para siempre (cf. Mt 28,20) y, por tanto, también durante todo el desarrollo de la Asamblea sinodal. El clima pascual en el que la Asamblea especial inició su trabajo, con sus participantes unidos en la celebración de su fe en Cristo resucitado, evocaba espontáneamente en mi espíritu las palabras dirigidas por Jesús al apóstol Tomás: "Dichosos los que no han visto y han creído" (Jn 20,29).



13 En efecto, ha sido el Sínodo de la resurrección y de la esperanza, como declararon con alegría y entusiasmo los Padres sinodales en las primeras frases de su Mensaje dirigido al Pueblo de Dios. Son palabras que gustosamente hago mías: "Como María Magdalena, la mañana de la Resurrección, y los discípulos de Emaús, con corazón ardiente e inteligencia iluminada, la Asamblea especial para África del Sínodo de los Obispos proclama: ¡Cristo, nuestra esperanza, ha resucitado! Se ha encontrado con nosotros, ha caminado con nosotros. Nos ha explicado las Escrituras y nos ha dicho: "Yo soy el primero y el último, el que vive; estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del infierno" (Ap 1,17-18) (...). Y, como san Juan en Patmos, en tiempos especialmente difíciles, recibió profecías de esperanza para el pueblo de Dios, también nosotros anunciamos un mensaje de esperanza. En este momento en que tantos odios fratricidas, provocados por intereses políticos, desgarran a nuestros pueblos; en este momento en que el peso de la deuda externa o de la devaluación los agobia, nosotros, los Obispos de África, junto con todos los que participan en este santo Sínodo, unidos al Santo Padre y a todos nuestros hermanos en el episcopado que nos han elegido, queremos pronunciar una palabra de esperanza y de consuelo con respecto a ti, Familia de Dios que estás en África; con respecto a ti, Familia de Dios esparcida por el mundo: ¡Cristo, nuestra esperanza, vive y nosotros también viviremos!" (14).

(14) Mensaje del Sínodo, nn. 1-2: L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 20 de mayo de 1994, 3.



14 Exhorto a todo el Pueblo de Dios en África a acoger con espíritu abierto el mensaje de esperanza que le dirigió la Asamblea sinodal. Los Padres del Sínodo, plenamente conscientes de ser portadores de las expectativas no sólo de los católicos africanos, sino también de todos los hombres y mujeres de aquel continente, durante sus discusiones afrontaron con claridad los múltiples males que oprimen el África de hoy. Analizaron toda la complejidad y extensión de lo que la Iglesia está llamada a realizar para favorecer el deseado cambio, pero lo hicieron con una actitud libre de pesimismo o desesperación. A pesar del panorama prevalentemente negativo que hoy presentan numerosas regiones de África y de las tristes experiencias que no pocos países atraviesan, la Iglesia tiene el deber de afirmar con fuerza que es posible superar estas dificultades. Ella debe fortalecer en todos los africanos la esperanza en una verdadera liberación. Su confianza se fundamenta, en última instancia, en la conciencia de la promesa divina, que nos asegura que nuestra historia no está cerrada en sí misma, sino que está abierta al Reino de Dios. Por esto ni la desesperación ni el pesimismo pueden justificarse cuando se piensa en el futuro tanto de África como de las demás partes del mundo.


Colegialidad afectiva y efectiva

15 Antes de comenzar a tratar los diversos argumentos, quisiera poner de relieve que el Sínodo de los Obispos es un instrumento muy propicio para favorecer la comunión eclesial. Cuando, hacia el final del Concilio Vaticano II, el Papa Pablo VI instituyó el Sínodo, indicó claramente que una de sus finalidades esenciales sería la de expresar y promover, bajo la guía del Sucesor de Pedro, la comunión recíproca de los Obispos de todo el mundo (15). El principio subyacente a la institución del Sínodo de los Obispos es simple: cuanto más fuerte es la comunión de los Obispos entre sí, más enriquecida resulta la comunión de la Iglesia en su conjunto. La Iglesia en África es testigo de la verdad de estas palabras, porque ha hecho la experiencia del entusiasmo y de los resultados concretos que han acompañado los preparativos de la Asamblea del Sínodo de los Obispos dedicada a ella.

(15) Cf. Motu proprio Apostolica sollicitudo (15 de septiembre de 1965), II: AAS 57 (1965), 776-777.


16 Con ocasión de mi primer encuentro con el Consejo de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos reunido con vistas a la Asamblea especial para África, indiqué la razón por la cual había parecido oportuno convocar esta Asamblea: la promoción de "una solidaridad pastoral orgánica en todo el territorio africano y en las islas adyacentes" (16). Con esta expresión pretendía englobar los fines y objetivos principales hacia los que debería orientarse la Asamblea especial. Para expresar mejor mis expectativas, añadí que las reflexiones preparatorias de la Asamblea deberían referirse a "todos los aspectos importantes de la vida de la Iglesia en África y, en particular, incluir la evangelización, la inculturación, el diálogo, la solicitud pastoral en lo social y los medios de comunicación social" (17).

(16) Discurso al Consejo de la Secretaría general de la Asamblea especial para África del Sínodo de los obispos (23 de junio de 1989), 1: AAS 82 (1990), 73; cf. Ángelus (6 de enero de 1989), 2: Insegnamenti XII, 1 (1989), 40, durante el cual se dio el primer anuncio oficial de la convocatoria de la Asamblea especial para África del Sínodo de los obispos.
(17) Ib., 5, l.c., 75.


17 Durante mis visitas pastorales a África, me he referido con frecuencia a la Asamblea especial para África y a los objetivos principales para los cuales había sido convocada. Cuando participé por primera vez, en suelo africano, en una reunión del Consejo del Sínodo, no dejé de subrayar mi convicción de que una Asamblea sinodal no puede reducirse a una consulta sobre cuestiones prácticas. Su verdadera razón de ser está en el hecho de que la Iglesia no puede crecer si no es fortaleciendo la comunión entre sus miembros, comenzando por sus Pastores (18).

Cada Asamblea sinodal manifiesta y desarrolla la solidaridad entre quienes presiden las Iglesias particulares en el cumplimiento de su misión más allá de los límites de las respectivas diócesis. Como enseña el Concilio Vaticano II, "los Obispos, como legítimos sucesores de los Apóstoles y miembros del Colegio episcopal, han de ser siempre conscientes de que están unidos entre sí y mostrar su solicitud por todas las Iglesias. En efecto, por institución divina y por imperativo de la función apostólica, cada uno junto con los otros Obispos es responsable de la Iglesia" (19).

(18) Cf. Discurso al Consejo de la Secretaría general para la Asamblea especial para África del Sínodo de los obispos (Yamusukro, 10 de septiembre de 1990), 3: AAS 83 (1991), 226.
(19) Vaticano II,
CD 6.



18 El tema que he asignado a la Asamblea especial —"La Iglesia en África y su misión evangelizadora hacia el año 2000. "Seréis mis testigos" (Ac 1,8)"— manifiesta mi deseo de que esta Iglesia viva el período de tiempo hasta el Gran Jubileo como un "nuevo Adviento", tiempo de espera y preparación. En efecto, considero la preparación para el año 2000 como una de las claves de interpretación de mi pontificado (20).

Las Asambleas sinodales celebradas en estos casi treinta años —las Asambleas Generales y las especiales continentales, regionales o nacionales— se sitúan todas en esta perspectiva de preparación del Gran Jubileo. El hecho de que la evangelización sea el tema de todas estas Asambleas sinodales muestra cómo hoy está viva en la Iglesia la conciencia de la misión salvífica que ha recibido de Cristo. Esta toma de conciencia se manifiesta con particular evidencia en las Exhortaciones apostólicas postsinodales dedicadas a la evangelización, a la catequesis, a la familia, a la penitencia y reconciliación en la vida de la Iglesia y de toda la humanidad, a la vocación y misión de los laicos, a la formación de los presbíteros.

(20) Cf. TMA 23: AAS 87 (1995), 19.


En plena comunión con la Iglesia universal

19 Desde el inicio de la preparación de la Asamblea especial ha sido mi vivo deseo, plenamente compartido por el Consejo de la Secretaría General, procurar que este Sínodo fuera auténticamente africano, sin equívocos. Al mismo tiempo, era de fundamental importancia que la Asamblea especial se celebrara en plena comunión con la Iglesia universal. Efectivamente, la Asamblea ha tenido siempre en cuenta a la Iglesia universal. Recíprocamente, cuando llegó el momento de publicar los Lineamenta, invité a mis Hermanos en el Episcopado y a todo el Pueblo de Dios disperso por el mundo a recordar en la oración a la Asamblea especial para África y a sentirse comprometidos en las actividades promovidas para este evento.

Esta Asamblea, como he afirmado frecuentemente, tiene notable importancia para la Iglesia universal, no solamente por el interés que su convocatoria ha suscitado por todas partes, sino también por la naturaleza misma de la comunión eclesial que transciende toda frontera de tiempo y lugar. De hecho, la Asamblea especial ha inspirado muchas oraciones y buenas obras con las que los fieles y las comunidades eclesiales de los otros continentes han acompañado el desarrollo del Sínodo. No hay duda de que, en el misterio de la comunión de los santos, éstos lo hayan sostenido también con su intercesión desde el cielo.

Cuando dispuse que la primera fase de los trabajos de la Asamblea especial se tuviera en Roma, lo hice para subrayar aún más claramente la comunión entre la Iglesia que está en África y la Iglesia universal, para evidenciar el compromiso de todos los fieles en favor de África.


20 La solemne concelebración eucarística de apertura del Sínodo, que presidí en la Basílica de san Pedro, puso de relieve la universalidad de la Iglesia de modo maravilloso y conmovedor. Esta universalidad, "que no es uniformidad sino comunión de diferencias compatibles con el Evangelio" (21), ha sido vivida por todos los Obispos. Como miembros del cuerpo episcopal que sucede al Colegio de los Apóstoles, todos eran conscientes de haber sido consagrados no solamente para una diócesis, sino para la salvación de todo el mundo (22).

Doy gracias a Dios Omnipotente por la ocasión que nos ha dado de experimentar, gracias a la Asamblea especial, lo que significa una auténtica catolicidad. "Por la fuerza de esta catolicidad, cada grupo aporta sus dones a los demás y a toda la Iglesia" (23).

(21) Sínodo de los obispos, Asamblea especial para África, Mensaje del Sínodo (6 de mayo de 1994), 7: L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 20 de mayo de 1994, 3.
(22) Cf. Vaticano II, .
(23)
LG 13.


Un mensaje oportuno y creíble

21 Según los Padres sinodales, la cuestión principal que la Iglesia en África debe afrontar consiste en describir con toda la claridad posible lo que ella es y lo que debe realizar en plenitud, para que su mensaje sea oportuno y creíble (24). Todas las discusiones de la Asamblea se han referido a esta exigencia verdaderamente esencial y fundamental, un auténtico desafío para la Iglesia en África.

Es verdad que "el Espíritu Santo es el agente principal de la evangelización: Él es quien impulsa a anunciar el Evangelio y quien en lo hondo de las conciencias hace aceptar y comprender la Palabra de salvación" (25). Pero, reafirmada esta verdad, la Asamblea especial ha querido añadir justamente que la evangelización es también una misión que el Señor Jesús ha confiado a su Iglesia, bajo la guía y potencia del Espíritu. Es necesaria nuestra cooperación mediante la oración ferviente, una gran reflexión, proyectos adecuados y la disponibilidad de los recursos (26).

El debate sinodal sobre el tema de la oportunidad y credibilidad del mensaje de la Iglesia en África implicaba una reflexión sobre la credibilidad misma de los anunciadores de dicho mensaje. Los Padres han afrontado la cuestión de modo directo, con profunda sinceridad, sin ninguna concesión. De esto ya se había ocupado el Papa Pablo VI que, con palabras memorables, había recordado: "Se ha repetido frecuentemente en nuestros días que este siglo siente sed de autenticidad. Sobre todo con relación a los jóvenes, se afirma que éstos sufren horrores ante lo ficticio, ante la falsedad, y que además son decididamente partidarios de la verdad y la transparencia. A estos signos de los tiempos debería corresponder en nosotros una actitud vigilante. Tácitamente o a grandes gritos, pero siempre con fuerza, se nos pregunta: ¿Creéis verdaderamente en lo que anunciáis? ¿Vivís lo que creéis? ¿Predicáis verdaderamente lo que vivís? Hoy más que nunca el testimonio de vida se ha convertido en una condición esencial con vistas a una eficacia real de la predicación. Sin andar con rodeos, podemos decir que en cierta medida nos hacemos responsables del Evangelio que proclamamos" (27).

Por esto, con referencia a la misión evangelizadora de la Iglesia en el campo de la justicia y de la paz, yo mismo señalé: "Hoy más que nunca, la Iglesia es consciente de que su mensaje social se hará creíble por el testimonio de las obras, antes que por su coherencia y lógica interna" (28).

(24) Cf. Relatio ante disceptationem (11 de abril de 1994), 34: L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 22 de abril de 1994, 11.
(25) Pablo VI,
EN 75: AAS 68 (1976), 66.
(26) Cf. Relatio ante disceptationem (11 de abril de 1994), 34: L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 22 de abril de 1994, 11.
(27) EN 76: AAS 68 (1976), 67.
(28) CA 57: AAS 83 (1991), 862.


22 ¿Cómo no considerar aquí que la octava Asamblea plenaria del S.C.E.A.M., celebrada en Lagos (Nigeria), en 1987, ya había tomado en consideración con notable claridad la cuestión de la credibilidad y oportunidad del mensaje de la Iglesia en África? Dicha Asamblea había declarado que la credibilidad de la Iglesia en África dependía de Obispos y sacerdotes capaces de dar un testimonio ejemplar, siguiendo las huellas de Cristo; de religiosos realmente fieles, auténticos testigos por su modo de vivir los consejos evangélicos; de un laicado dinámico con padres profundamente creyentes, educadores conscientes de su responsabilidad, dirigentes políticos animados por un profundo sentido moral (29).

(29) Cf. Mensaje de la VIII Asamblea plenaria del S.C.E.A.M. (19 de julio de 1987): La Documentation catholique 84 (1987), 1.024-1.026.


Familia de Dios en camino sinodal

23 Dirigiéndome el 23 de junio de 1989 a los miembros del Consejo de la Secretaría General, insistí mucho en la participación del Pueblo de Dios, a todos los niveles, especialmente en África, en la preparación de la Asamblea especial. "Si se prepara bien, dije, la sesión del Sínodo permitirá implicar a todos los sectores de la comunidad cristiana: individuos, pequeñas comunidades, parroquias, diócesis e instituciones locales, nacionales e internacionales" (30).

Entre el inicio de mi Pontificado y la inauguración de la Asamblea especial para África del Sínodo de los Obispos, he podido realizar diez viajes pastorales a África y Madagascar, visitando treinta y seis Naciones. Con ocasión de los viajes apostólicos sucesivos a la convocatoria de la Asamblea especial, el tema del Sínodo y el de la necesidad para todos los fieles de prepararse a la Asamblea sinodal han estado siempre presentes de manera preeminente en mis encuentros con el Pueblo de Dios en África. También he aprovechado las visitas ad limina de los Obispos de aquel continente para solicitar la colaboración de todos en la preparación de la Asamblea especial para África. Además, en tres ocasiones diversas he tenido sesiones de trabajo, junto con el Consejo de la Secretaría General, en suelo africano: en Yamoussoukro (Costa de Marfil) en 1990, en Luanda (Angola) en 1992 y en Kampala (Uganda) en 1993, siempre para invitar a los africanos a participar de manera activa y conjunta en la preparación de la Asamblea sinodal.

(30) Discurso al Consejo de la Secretaría general de la Asamblea especial para África del Sínodo de los obispos (23 de junio de 1989), 6: AAS 82 (1990), 76.


Ecclesia in Africa