Ecclesia in Africa 46

II. Problemas actuales de la Iglesia en África

46 Los Obispos de África se encuentran frente a dos interrogantes fundamentales: La Iglesia, ¿cómo debe desarrollar su misión evangelizadora al aproximarse el año 2000? Los cristianos africanos, ¿cómo podrán ser testigos cada vez más fieles del Señor Jesús? Para ofrecer adecuadas respuestas a estos interrogantes los Obispos, antes y durante la Asamblea especial, han examinado los principales desafíos que debe afrontar hoy la comunidad eclesial africana.


Evangelización en profundidad

47 El primer y fundamental dato puesto de relieve por los Padres sinodales es la sed de Dios de los pueblos africanos. Para no defraudar esta expectativa, los miembros de la Iglesia deben ante todo profundizar su fe (54). En efecto, la Iglesia, precisamente porque es evangelizadora, debe comenzar "por evangelizarse a sí misma" (55). Es necesario que afronte el desafío derivado de "este tema de la Iglesia que se evangeliza, a través de una conversión y una renovación constantes, para evangelizar el mundo de manera creíble" (56).

El Sínodo ha visto la urgencia de proclamar en África la Buena Nueva a millones de personas todavía no evangelizadas. La Iglesia respeta y estima ciertamente las religiones no-cristianas profesadas por numerosísimas personas en el continente africano, porque constituyen la expresión viva del espíritu de amplios sectores de la población, aunque "ni el respeto ni la estima hacia estas religiones, ni la complejidad de las cuestiones planteadas implican para la Iglesia una invitación a silenciar ante los no cristianos el anuncio de Jesucristo. Al contrario, la Iglesia piensa que estas multitudes tienen derecho a conocer la riqueza del misterio de Cristo (cf.
Ep 3,8) dentro del cual creemos que toda la humanidad puede encontrar, con insospechada plenitud, todo lo que busca a tientas acerca de Dios, del hombre y de su destino, de la vida y de la muerte, de la verdad" (57).

(54) Cf. Sínodo de los obispos, Asamblea especial para África, Relatio ante disceptationem (11 de abril de 1994), 6: L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 22 de abril de 1994, 9.
(55) Pablo VI, EN 15: AAS 68 (1976), 14.
(56) Ib., EN 15, l.c., 15.
(57) Ib., EN 53, l.c., 42.


48 Los Padres sinodales afirman con razón que "un profundo interés por una inculturación verdadera y equilibrada de este mismo Evangelio resulta necesario para evitar la confusión y la alienación en nuestra sociedad, que está sufriendo una rápida evolución" (58). Al visitar Malawi, en 1989, tuve ocasión de decir: "Pongo hoy ante vosotros un desafío, un desafío a que rechacéis un camino de vida que no corresponda con lo mejor de vuestras tradiciones locales y de vuestra fe cristiana. Mucha gente en África mira más allá de África, hacia la llamada "libertad del estilo moderno de vida". Hoy os urjo a que miréis dentro de vosotros mismos. Mirad a las riquezas de vuestras tradiciones, mirad a la fe que estamos celebrando en esta asamblea. Aquí encontraréis la libertad genuina, encontraréis aquí a Cristo que os guiará hacia la verdad" (59).

(58) Relatio ante disceptationem (11 de abril de 1994), 6: L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 22 de abril de 1994, 9.
(59) Homilía en la conclusión de la sexta visita pastoral a África (Lilongwe, Malawi, 6 de mayo de 1989), 6: Insegnamenti XII, 1 (1989), 1.183.


Superación de las divisiones

49 Otro desafío señalado por los Padres sinodales se refiere a las diversas formas de división que es necesario superar gracias a una sincera práctica del diálogo (60). Con razón se ha puesto de relieve que, dentro de las fronteras heredadas de las potencias coloniales, la coexistencia de grupos étnicos, tradiciones, lenguas e incluso religiones diversas, a menudo encuentra obstáculos debido a graves hostilidades recíprocas. "Las oposiciones tribales ponen a veces en peligro, si no la paz, al menos la búsqueda del bien común para el conjunto de la sociedad, creando así dificultades a la vida de las Iglesias y a la acogida de pastores de otro origen étnico" (61). Por esto la Iglesia en África se siente interpelada por el deber preciso de superar dichas divisiones. También desde este punto de vista, la Asamblea especial ha subrayado la importancia del diálogo ecuménico con las otras Iglesias y Comunidades eclesiales, así como del diálogo con la religión tradicional africana y con el Islam. Además, los Padres se han preguntado con qué medios se puede alcanzar dicha meta.

(60) Cf. Sínodo de los Obispos, Asamblea especial para África, Relatio ante disceptationem (11 de abril de 1994), 6: L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 22 de abril de 1994, 9.
(61) Pontificia Comisión "Justicia y Paz", Documento Los prejuicios raciales. La Iglesia ante el racismo (3 de noviembre de 1988), 12: Ench. Vat. 11, 918.


Matrimonio y vocaciones

50 Un desafío importante, subrayado casi unánimemente por las Conferencias Episcopales de África en las respuestas a los Lineamenta, es el matrimonio cristiano y la vida familiar (62). Lo que está en juego es mucho: en efecto, "el futuro del mundo y de la Iglesia pasa a través de la familia" (63).

Otro tema fundamental que la Asamblea especial ha puesto de relieve es la atención de las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada: es necesario discernirlas con sabiduría, acompañarlas con formadores capaces y controlar la calidad de la formación que se les ofrece. De la solicitud puesta en la solución de este problema depende que se realice la esperanza de un florecimiento de vocaciones misioneras africanas, como requiere el anuncio del Evangelio en cualquier parte del continente e incluso más allá de sus confines.

(62) Cf. Sínodo de los Obispos, Asamblea especial para África, Instrumentum laboris, 68; Relatio ante disceptationem (11 de abril de 1994), 17: L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 22 de abril de 1994, 10; Relatio post disceptationem (22 de abril de 1994), 6, 9, 21: L'Osservatore Romano, 24 de abril de 1994, 8.
(63)
FC 75: AAS 74 (1982), 173.


Dificultades sociopolíticas

51 "En África se siente muy vivamente esta exigencia de aplicación del Evangelio a la vida concreta. ¿Cómo se podría anunciar a Cristo en ese inmenso continente, olvidando que coincide con una de las zonas más pobres del mundo? Cómo se podría no tener en cuenta la historia, tejida de sufrimientos, de una tierra donde muchas naciones luchan aún contra el hambre, la guerra, las rivalidades raciales y tribales, la inestabilidad política y la violación de los derechos humanos? Todo ello constituye un desafío a la evangelización" (64).

Todos los documentos preparatorios, así como las discusiones durante la Asamblea, han puesto ampliamente de relieve el hecho de que cuestiones como la pobreza creciente en África, la urbanización, la deuda internacional, el comercio de armas, el problema de los refugiados y los prófugos, los problemas demográficos y las amenazas que pesan sobre la familia, la emancipación de las mujeres, la propagación del SIDA, la supervivencia en algunos lugares de la práctica de la esclavitud, el etnocentrismo y la oposición tribal, son parte de los desafíos fundamentales examinados por el Sínodo.

(64) Ángelus (20 de marzo de 1994), L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 25 de marzo de 1994, 1.


Invasión de los medios de comunicación social

52 Finalmente, la Asamblea especial se ha preocupado de los medios de comunicación social, cuestión de enorme importancia porque se trata, al mismo tiempo, de instrumentos de evangelización y medios de difusión de una nueva cultura que necesita ser evangelizada (65). Los Padres sinodales han constatado así el triste hecho de que "los países subdesarrollados, en vez de transformarse en naciones autónomas, preocupadas de su propia marcha hacia la justa participación en los bienes y servicios destinados a todos, se convierten en piezas de un mecanismo y de un engranaje gigantesco. Esto sucede a menudo en el campo de los medios de comunicación social, los cuales, al estar dirigidos mayormente por centros de la parte Norte del mundo, no siempre tienen en la debida consideración las prioridades y los problemas propios de estos países, ni respetan su fisonomía cultural; a menudo, imponen una visión desviada de la vida y del hombre y así no responden a las exigencias del verdadero desarrollo" (66).

(65) Cf. "Mensaje del Sínodo" (6 de mayo de 1994), 45-48: L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 20 de mayo de 1994, 6.
(66)
SRS 22: AAS 80 (1988), 539.



III. Formación de los agentes de la evangelización

53 Con qué recursos la Iglesia en África logrará superar los desafíos apenas mencionados? "El más importante, después de la gracia de Cristo, es el pueblo. El Pueblo de Dios —entendido en el sentido teológico de la Lumen gentium, un pueblo que abarca a los miembros del Cuerpo de Cristo en su totalidad— ha recibido el mandato, que es al mismo tiempo un honor y un deber, de proclamar el mensaje evangélico (...). Es preciso preparar, motivar y fortalecer a toda la comunidad para la evangelización, a cada uno según su función específica dentro de la Iglesia" (67). Por esto, el Sínodo ha puesto fuertemente el acento en la formación de los agentes de la evangelización en África. Ya he recordado la necesidad de la formación apropiada de los candidatos al sacerdocio y de quienes son llamados a la vida consagrada. La Asamblea ha prestado igualmente debida atención a la formación de los fieles laicos, reconociendo su papel insustituible en la evangelización de África. En particular, se ha puesto justamente el acento en la formación de los catequistas laicos.

(67) Sínodo de los Obispos, Asamblea especial para África, Relatio ante disceptationem (11 de abril de 1994), 8: L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 22 de abril de 1994, 9.


54 Se impone una última pregunta: la Iglesia en África ha formado suficientemente a los laicos para que asuman con competencia sus responsabilidades civiles y consideren los problemas de orden sociopolítico a la luz del Evangelio y de la fe en Dios? Esto es seguramente un cometido que interpela a los cristianos: ejercer en el tejido social un influjo dirigido a transformar no solamente las mentalidades, sino las mismas estructuras de la sociedad, de modo que se reflejen mejor los designios de Dios sobre la familia humana. Precisamente por esto he propuesto para los laicos una formación completa que les ayude a llevar una vida plenamente coherente. La fe, la esperanza y la caridad no pueden dejar de orientar el comportamiento del auténtico discípulo de Cristo en cualquier actividad, situación y responsabilidad. Puesto que "evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad" (68), los cristianos deben ser formados para que vivan las exigencias sociales del Evangelio, de modo que su testimonio se convierta en un desafío profético ante todo lo que perjudica el verdadero bien de los hombres y de las mujeres de África, como de cualquier otro continente.

(68) Pablo VI,
EN 18: AAS 68 (1976), 17.




CAPÍTULO III - EVANGELIZACIÓN E INCULTURACIÓN


Misión de la Iglesia

55 "Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación" (Mc 16,15). Éste es el mandato que, antes de subir al Padre, Cristo resucitado dejó a los Apóstoles: "Ellos salieron a predicar por todas partes..." (Mc 16,20).

"La tarea de la evangelización de todos los hombres, constituye la misión esencial de la Iglesia (...). Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar" (69). La Iglesia, nacida de la acción evangelizadora de Jesús y de los Doce, es a su vez enviada, "depositaria de la Buena Nueva que debe ser anunciada (...). La Iglesia comienza por evangelizarse a sí misma". En lo sucesivo, "la Iglesia misma envía a los evangelizadores. Ella pone en su boca la Palabra que salva" (70). Como el Apóstol de los gentiles, la Iglesia puede decir: "Predicar el Evangelio (...) es un deber que me incumbe. Y !ay de mí si no predicara el Evangelio!" (1Co 9,16).

La Iglesia anuncia la Buena Nueva no sólo a través de la proclamación de la palabra que ha recibido del Señor, sino también mediante el testimonio de la vida, gracias al cual los discípulos de Cristo dan razón de la fe, de la esperanza y del amor que hay en ellos (cf. 1P 3,15).

Este testimonio que el cristiano da de Cristo y del Evangelio puede llegar hasta el sacrificio supremo: el martirio (cf. Mc 8,35). En efecto, la Iglesia y el cristiano anuncian a Aquel que es "señal de contradicción" (Lc 2,34). Proclaman a "un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles" (1Co 1,23). Como he dicho antes, además de los ilustres mártires de los primeros siglos, África puede gloriarse de sus mártires y santos de la época moderna.

La evangelización tiene por objeto "transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad" (71). En el Hijo único, y por medio de Él, se renovarán las relaciones de los hombres con Dios, con los demás hombres, con la creación entera. Por eso el anuncio del Evangelio puede contribuir a la transformación interior de todas las personas de buena voluntad que tienen el corazón abierto a la acción del Espíritu Santo.

(69) EN 14, l.c., 13.
(70) EN 15, l.c., 15.
(71) EN 18, l.c., 17.


56 Testimoniar el Evangelio con la palabra y con las obras: ésta es la consigna que la Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos ha recibido y transmite ahora a la Iglesia del continente. "Seréis mis testigos" (Ac 1,8): esto es lo importante, éstos deberán ser en África los frutos del Sínodo en cada ámbito de la vida humana.

La Iglesia en África, tierra que ha llegado a ser "nueva Patria de Cristo" (72), nacida de la predicación de valientes Obispos y sacerdotes misioneros, ayudada eficazmente por los catequistas —"esa multitud tan benemérita de la obra de las misiones entre los gentiles"— (73), es ya responsable de la misión en el continente y en el mundo: "Africanos, sois ya misioneros de vosotros mismos", decía en Kampala mi predecesor Pablo VI (74). Ya que la gran mayoría de los habitantes del continente africano no han recibido aún el anuncio de la Buena Nueva de la salvación, el Sínodo recomienda que se favorezcan las vocaciones misioneras y pide que se fomenten y se apoye activamente el ofrecimiento de oraciones, sacrificios y ayudas concretas en favor del trabajo misionero de la Iglesia (75).

(72) Pablo VI, Homilía para la canonización de los beatos Carlos Lwanga, Matías Malumba Kalemba y 20 compañeros mártires de Uganda (18 de octubre de 1964): AAS 56 (1964), 907-908.
(73) Vaticano II, .
(74) Discurso al Simposio de las Conferencias episcopales de África y Madagascar (31 de julio de 1969), 1: AAS 61 (1969), 576.
(75) Cf. Propositio 10.


Anuncio

57 "El Sínodo recuerda que evangelizar es anunciar por medio de la palabra y la vida la Buena Nueva de Jesucristo, crucificado, muerto y resucitado, camino, verdad y vida" (76). A África, apremiada en todas partes por gérmenes de odio y violencia, por conflictos y guerras, los evangelizadores deben proclamar la esperanza de la vida fundamentada en el misterio pascual. Justo cuando, humanamente hablando, su vida parecía destinada al fracaso, Jesús instituyó la Eucaristía, "prenda de la gloria eterna" (77), para perpetuar en el tiempo y en el espacio su victoria sobre la muerte. Por esto la Asamblea Especial para África, en este período en que el continente africano bajo algunos aspectos está en situaciones críticas, ha querido presentarse como "Sínodo de la resurrección, Sínodo de la esperanza (...). ¡Cristo, nuestra esperanza, vive y nosotros también viviremos!" (78). ¡África no está orientada a la muerte, sino a la vida!

Es necesario, pues, "que la nueva evangelización esté centrada en el encuentro con la persona viva de Cristo" (79). "El primer anuncio debe tender, por tanto, a hacer que todos vivan esa experiencia transformadora y entusiasmante de Jesucristo, que llama a seguirlo en una aventura de fe" (80). Tarea, ésta, singularmente facilitada por el hecho de que "el africano cree en Dios creador a partir de su vida y de su religión tradicional. Está, pues, abierto también a la plena y definitiva revelación de Dios en Jesucristo, Dios con nosotros, Verbo hecho carne. Jesús, Buena Nueva, es Dios que salva al africano (...) de la opresión y de la esclavitud" (81).

La evangelización debe abarcar "al hombre y a la sociedad en todos los niveles de su existencia. Se manifiesta en diversas actividades, en particular en aquéllas tomadas específicamente en consideración por el Sínodo: anuncio, inculturación, diálogo, justicia y paz, medios de comunicación social" (82).

Para que esta misión se logre plenamente es necesario actuar de modo que "en la evangelización el recurso al Espíritu Santo sea insistente, para que se realice un continuo Pentecostés, en el que María, como en el primero, tenga su lugar" (83). En efecto, el Espíritu Santo guía a la Iglesia hacia la verdad completa (cf.
Jn 16,13) y le permite ir al encuentro del mundo para testimoniar a Cristo con segura confianza.

(76) Propositio 3.
(77) Antífona O sacrum convivium: II Vísperas de la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo, ad Magníficat. (78) "Mensaje del Sínodo" (6 de mayo de 1994), 2: L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 20 de mayo de 1994, 3.
(79) Propositio 4.
(80) Sínodo de los Obispos, Asamblea especial para África, Mensaje del Sínodo (6 de mayo de 1994), 9: L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 20 de mayo de 1994, 3.
(81) Propositio 4.
(82) Propositio 3.
(83) Propositio 4.


58 La palabra que sale de la boca de Dios es viva y eficaz, no vuelve nunca a Él de vacío (cf. (Is 55,11). Es necesario, pues, proclamarla sin descanso, insistir "a tiempo y a destiempo... con toda paciencia y doctrina" (2Tm 4,2). La Palabra de Dios escrita, confiada en primer lugar a la Iglesia, "no puede interpretarse por cuenta propia" (2P 1,20); corresponde a la Iglesia ofrecer su interpretación auténtica (84).

Para hacer que la Palabra de Dios sea conocida, amada, meditada y conservada en el corazón de los fieles (cf. Lc 2,19.51), es necesario intensificar los esfuerzos para facilitar el acceso a la Sagrada Escritura, especialmente mediante traducciones completas o parciales de la Biblia, realizadas en lo posible en colaboración con las demás Iglesias y Comunidades eclesiales y acompañadas con guías de lectura para la oración, el estudio en familia o en comunidad. Se debe promover además la formación bíblica del clero, religiosos, catequistas y laicos en general; preparar adecuadas celebraciones de la Palabra; favorecer el apostolado bíblico con la ayuda del Centro Bíblico para África y Madagascar y de otras estructuras semejantes, que se han de fomentar a todos los niveles. En resumen, se procurará poner la Sagrada Escritura en las manos de todos los fieles desde la infancia (85).

(84) Cf. Propositio 6.
(85) Cf. ib.


Urgencia y necesidad de la inculturación

59 Los Padres sinodales han señalado en varias ocasiones la importancia particular que para la evangelización tiene la inculturación, es decir, el proceso mediante el cual "la catequesis "se encarna" en las diferentes culturas" (86). La inculturación comprende una doble dimensión: por una parte, "una íntima transformación de los auténticos valores culturales mediante su integración en el cristianismo" y, por otra, "la radicación del cristianismo en las diversas culturas humanas" (87). El Sínodo considera la inculturación como una prioridad y una urgencia en la vida de las Iglesias particulares para que el Evangelio arraigue realmente en África (88); "una exigencia de la evangelización" (89); "un camino hacia una plena evangelización" (90); uno de los desafíos mayores para la Iglesia en el continente a las puertas del tercer milenio (91).

(86)
CTR 53: AAS 71 (1979), 1.319.
(87) RMi 52: AAS 83 (1991), 229; cf. Propositio 28.
(88) Cf. Propositio 29.
(89) Propositio 30.
(90) Propositio 32.
(91) Cf. Propositio 33.


Fundamentos teológicos

60 "Pero, al llegar la plenitud de los tiempos" (Ga 4,4), el Verbo, segunda Persona de la Santísima Trinidad, Hijo único de Dios, "se encarnó por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María y se hizo hombre" (92). Es el misterio sublime de la Encarnación del Verbo, misterio que tuvo lugar en la historia: en circunstancias de tiempo y espacio bien definidas, en medio de un pueblo con una cultura propia, que Dios había elegido y acompañado a lo largo de toda la historia de salvación con el fin de mostrar, mediante cuanto obraba en él, lo que quería hacer por todo el género humano.

Demostración evidente del amor de Dios hacia los hombres (cf. Rm 5,8), Jesucristo, con su vida, con la Buena Nueva anunciada a los pobres, con su pasión, muerte y gloriosa resurrección, llevó a cabo la remisión de nuestros pecados y nuestra reconciliación con Dios, su Padre y, gracias a Él, nuestro Padre. La Palabra que la Iglesia anuncia es precisamente el Verbo de Dios hecho hombre, Él mismo sujeto y objeto de esta Palabra. La Buena Nueva es Jesucristo.

Como "la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros" (Jn 1,14), así la Buena Nueva, la palabra de Jesucristo anunciada a las naciones, debe penetrar en el ambiente de vida de sus oyentes. La inculturación es precisamente esta penetración del mensaje evangélico en las culturas (93). En efecto, la Encarnación del Hijo de Dios, por ser total y concreta, fue también encarnación en una cultura específica (94).

(92) Símbolo Nicenoconstantinopolitano, DS 150.
(93) Cf. CTR 53: AAS 71 (1979), 1.319.
(94) Cf. Discurso en la Universidad de Coimbra (15 de mayo de 1982), 5:Insegnamenti V, 2 (1982), 1695.


61 Teniendo presente la relación estrecha y orgánica entre Jesucristo y la palabra que anuncia la Iglesia, la inculturación del mensaje revelado tendrá que seguir la "lógica" propia del misterio de la Redención. En efecto, la Encarnación del Verbo no constituye un momento aislado sino que tiende hacia "la Hora" de Jesús y el misterio pascual: "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto" (Jn 12,24). "Y yo cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí" (Jn 12,32). Este anonadamiento de sí mismo, esta kénosis necesaria para la exaltación, itinerario de Jesús y de cada uno de sus discípulos (cf. Ph 2,6-9), es iluminador para el encuentro de las culturas con Cristo y su Evangelio. "Cada cultura tiene necesidad de ser transformada por los valores del Evangelio a la luz del misterio pascual" (95).

Es mirando al misterio de la Encarnación y de la Redención como se debe hacer el discernimiento de los valores y de los antivalores de las culturas. Como el Verbo de Dios se hizo en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado, así la inculturación de la Buena Nueva asume todos los valores humanos auténticos purificándolos del pecado y restituyéndolos a su pleno significado.

La inculturación tiene también profundos vínculos con el misterio de Pentecostés; gracias a la efusión y acción del Espíritu, que unifica dones y talentos, todos los pueblos de la tierra, al entrar en la Iglesia, viven un nuevo Pentecostés, profesan en su propia lengua la única fe en Jesucristo y proclaman las maravillas que el Señor ha realizado en ellos. El Espíritu, que en el plano natural es la fuente originaria de la sabiduría de los pueblos, guía con una luz sobrenatural a la Iglesia hacia el conocimiento de toda la Verdad. A su vez la Iglesia, asumiendo los valores de las diversas culturas, se hace "sponsa ornata monilibus suis", "la novia que se adorna con sus aderezos" (cf. (Is 61,10).

(95) Propositio 28.


Criterios y ámbitos de la inculturación

62 Es una tarea difícil y delicada, ya que pone a prueba la fidelidad de la Iglesia al Evangelio y a la Tradición apostólica en la evolución constante de las culturas. Por ello los Padres sinodales observaron: "Ante los rápidos cambios culturales, sociales, económicos y políticos, nuestras Iglesias locales deben trabajar en un proceso de inculturación siempre renovado, respetando los dos criterios siguientes: la compatibilidad con el mensaje cristiano y la comunión con la Iglesia universal (...). En todo caso se tratará de evitar cualquier sincretismo" (96).

"Como camino hacia una plena evangelización, la inculturación trata de preparar al hombre para acoger a Jesucristo en la integridad de su propio ser personal, cultural, económico y político, para la plena adhesión a Dios Padre y para llevar una vida santa mediante la acción del Espíritu Santo" (97).

Al dar gracias a Dios por los frutos que los esfuerzos de la inculturación han dado ya en la vida de las Iglesias del continente, particularmente en las antiguas Iglesias orientales de África, el Sínodo ha recomendado "a los Obispos y a las Conferencias Episcopales que tengan en cuenta que la inculturación engloba todos los ámbitos de la vida de la Iglesia y de la evangelización: teología, liturgia, vida y estructura de la Iglesia. Todo esto muestra la necesidad de una búsqueda en el ámbito de las culturas africanas en toda su complejidad". Precisamente por eso el Sínodo ha invitado a los Pastores "a aprovechar al máximo las múltiples posibilidades que la disciplina actual de la Iglesia establece ya al respecto" (98).

(96) Propositio 31.
(97) Propositio 32.
(98) Ib.


Iglesia como Familia de Dios

63 El Sínodo no sólo ha hablado de la inculturación, sino que también la ha aplicado concretamente, asumiendo como idea-guía para la evangelización de África la de Iglesia como Familia de Dios (99). En ella los Padres sinodales han reconocido una expresión de la naturaleza de la Iglesia particularmente apropiada para África. En efecto, la imagen pone el acento en la solicitud por el otro, la solidaridad, el calor de las relaciones, la acogida, el diálogo y la confianza (100). La nueva evangelización tenderá pues a edificar la Iglesia como Familia, excluyendo todo etnocentrismo y todo particularismo excesivo, tratando de promover por el contrario la reconciliación y la verdadera comunión entre las diversas etnias, favoreciendo la solidaridad y el compartir tanto el personal como los recursos de las Iglesias particulares, sin consideraciones indebidas de orden étnico (101). "Es de desear que los teólogos elaboren la teología de la Iglesia-Familia con toda la riqueza contenida en este concepto, desarrollando su complementariedad mediante otras imágenes de la Iglesia" (102).

Esto supone una profunda reflexión sobre el patrimonio bíblico y tradicional que el Concilio Vaticano II ha recogido en la Constitución dogmática Lumen gentium. El admirable texto expone la doctrina sobre la Iglesia recurriendo a imágenes, sacadas de la Sagrada Escritura, como Cuerpo místico, Pueblo de Dios, templo del Espíritu, rebaño y redil, casa en la que Dios mora con los hombres. Según el Concilio, la Iglesia es esposa de Cristo y madre nuestra, ciudad santa y primicia del Reino futuro. Es necesario tener en cuenta estas sugestivas imágenes al desarrollar, según la indicación del Sínodo, una eclesiología centrada en el concepto de Iglesia-Familia de Dios (103). Se podrá entonces apreciar en toda su riqueza y densidad la afirmación de la que parte la Constitución conciliar: "La Iglesia es en Cristo como el sacramento, o sea signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano" (104).

(99) Cf.
LG 6.
(100) Cf. Propositio 8.
(101) Cf. ib.
(102) Ib.
(103) Cf. ib.
(104) LG 1. Véase el conjunto de sus capítulos I y II.


Campos de aplicación

64 En la práctica, sin prejuicio alguno por las tradiciones propias de cada Iglesia, latina u oriental, "se debe tender a la inculturación de la liturgia, teniendo cuidado de no cambiar nada de los elementos esenciales, de modo que el pueblo fiel pueda comprender y vivir mejor las celebraciones litúrgicas" (105).

El Sínodo ha afirmado además que, incluso cuando la doctrina es difícilmente asimilable a pesar de un largo período de evangelización, o bien, cuando su práctica supone serios problemas pastorales, sobre todo en la vida sacramental, es necesario permanecer fieles a la enseñanza de la Iglesia y, al mismo tiempo, respetar a las personas en la justicia y con verdadera caridad pastoral. Partiendo de este principio, el Sínodo ha expresado el deseo de que las Conferencias Episcopales, en colaboración con las Universidades y los Institutos católicos, creen comisiones de estudio, especialmente sobre el matrimonio, la veneración de los antepasados y el mundo de los espíritus, con objeto de examinar a fondo todos los aspectos culturales de estos problemas desde el punto de vista teológico, sacramental, ritual y canónico (106).

(105) Propositio 34.
(106) Cf. Propositiones 35-37.


Diálogo

65 "La actitud de diálogo es el modo de ser del cristiano tanto dentro de su comunidad, como en relación con los demás creyentes y con los hombres y mujeres de buena voluntad" (107). El diálogo se ha de practicar ante todo dentro de la Iglesia- Familia, a todos los niveles: entre Obispos, Conferencias Episcopales o Asambleas de la Jerarquía y Sede Apostólica, entre las Conferencias o Asambleas Episcopales de las diferentes naciones del mismo continente y las de los demás continentes y, en cada Iglesia particular, entre el Obispo, presbiterio, personas consagradas, agentes pastorales y fieles laicos; así como entre los diversos ritos dentro de la misma Iglesia. El S.C.E.A.M. procurará tener "estructuras y medios que garanticen el ejercicio de este diálogo" (108), en particular para favorecer una solidaridad pastoral orgánica.

"Los católicos, unidos a Cristo mediante su testimonio en África, están invitados a desarrollar un diálogo ecuménico con todos los hermanos bautizados de las demás Confesiones cristianas, a fin de lograr la unidad por la que Cristo oró, y de este modo su servicio a las poblaciones del continente haga el Evangelio más creíble a los ojos de cuantos y cuantas buscan a Dios" (109). Este diálogo podrá concretarse en iniciativas como la traducción ecuménica de la Biblia, la profundización teológica de uno u otro aspecto de la fe cristiana, o incluso ofreciendo juntos un testimonio evangélico a favor de la justicia, la paz y el respeto de la dignidad humana. Para esto se procurará crear comisiones nacionales y diocesanas de ecumenismo (110). Juntos, los cristianos son responsables de dar testimonio del Evangelio en el continente. Los progresos del ecumenismo tienen también como objetivo hacer que este testimonio sea más eficaz.

(107) Propositio 38.
(108) Propositio 39.
(109) Propositio 40.
(110) Cf. Ib.


66 "El compromiso del diálogo debe abarcar también a los musulmanes de buena voluntad. Los cristianos no pueden olvidar que muchos musulmanes tratan de imitar la fe de Abraham y vivir las exigencias del Decálogo" (111). A este respecto, el Mensaje del Sínodo destaca que el Dios vivo, Creador del cielo y de la tierra y Señor de la historia, es el Padre de la gran familia humana que formamos. Como tal, quiere que demos testimonio de Él respetando los valores y las tradiciones religiosas propias de cada uno, trabajando juntos para la promoción humana y el desarrollo en todos los niveles. Lejos de querer ser aquél en cuyo nombre unos eliminan a otras personas, Él compromete a los creyentes a trabajar juntos al servicio de la justicia y la paz (112). Se pondrá, pues, particular atención en que el diálogo islamo-cristiano respete por ambas partes el ejercicio de la libertad religiosa, con todo lo que esto comporta, incluidas también las manifestaciones exteriores y públicas de la fe (113). Cristianos y musulmanes están llamados a comprometerse en la promoción de un diálogo inmune de los riesgos derivados de un irenismo de mala ley o de un fundamentalismo militante, y levantando su voz contra políticas y prácticas desleales, así como contra toda falta de reciprocidad en relación con la libertad religiosa (114).

(111) Propositio 41.
(112) Cf. "Mensaje del Sínodo", n. 23: L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 20 de mayo de 1994, 4.
(113) Cf. Propositio 41.
(114) Cf. ib.


Ecclesia in Africa 46