ESOPO - 300 fábulas - 180 – El médico ignorante.


181 – El eunuco y el sacerdote.

Un eunuco fue en busca de un sacerdote y le pidió que hiciera un sacrificio en su favor a fin de que pudiera ser padre.
Y el sacrificador le dijo:
Observando el sacrificio, pido que tú seas padre; pero viendo tu persona, ni siquiera me pareces un hombre.
No debemos pretender lo que bien sabemos que no estamos en condiciones de obtener.


182 – El hombre y el león de oro.

Un avaro que también era de ánimo apocado encontró un león de oro, y púsose a decir:
-¿Qué hacer en este trance? El espanto paraliza mi razón; el ansia de riqueza por un lado y el miedo por otro me desgarran. ¿Qué azar o qué dios ha hecho un león de oro? Lo que me sucede llena mi alma de turbación; quiero el oro, y temo la obra hecha con oro; el deseo me empuja a cogerlo, y mi natural a dejarlo.
¡Oh fortuna que ofrece y que no permite tomar! ¡Oh tesoro que no da placer! ¡Oh favor de un dios que es un suplicio! ¿Qué haré para que venga a mis manos? Volveré con mis esclavos para coger el león con esta tropa de amigos, mientras yo miro desde lejos.
No es correcto acaparar riquezas para no usarlas nosotros ni dejarlas usar a los demás. Aprovechémoslas para ponerlas al servicio de todos, incluidos nosotros mismos.


183 – El hombre y el león viajeros.

En cierta ocasión viajaban juntos un hombre y un león. Iban disputando que quién era más, cuando al pie del camino encontraron una estela de piedra que representaba a un hombre estrangulando a un león.
-Ahí ves cómo somos más fuertes que vosotros dijo el hombre enseñándosela al león.
-Si los leones supieran esculpir - respondió el león con una sonrisa-, verías a muchos más hombres entre las garras del león.
No nos jactemos con palabras vanas de lo que la experiencia desmiente con claridad.


184 – El hombre y el sátiro.

Se dice que en otro tiempo un hombre concertó un pacto
de amistad con un sátiro. Llegó el invierno y con él el frío;
el hombre arrimaba las manos a la boca y soplaba
en ellas. Le preguntó el sátiro por qué lo hacía.
Repuso que se calentaba la mano a causa del frío
Se sirvieron luego la comida y los alimentos estaban muy calientes, y el hombre, cogiéndolos a trocitos, los acercaba a la boca y soplaba en ellos. Le preguntó otra vez el sátiro por qué lo hacia. Contestó que enfriaba la comida porque estaba muy caliente.
-¡Pues escucha-exclamó el sátiro, renuncio a tu amistad
porque lo mismo soplas con la boca lo que está frío
que lo que está caliente!
No nos confundamos con aquellos que nos presentan o aparentan incertidumbre en sus actos.


185 – El hombre y la estatua.

Un pobre tenía una estatuita de un dios, al que
suplicaba que le diera la fortuna; pero como su
miseria no hacía más que aumentar, se enojó, y
cogiendo al dios por un pie, le golpeó contra la
pared. Rompióse la cabeza del dios, desparramando
monedas de oro. El hombre las recogió y exclamó:
-Por lo que veo, tienes las ideas al revés, además de
ser un ingrato, porque cuando te adoraba, no me has
ayudado, y ahora que acabo de tirarte, me contestas
colmándome de riqueza.
Nada ganamos elogiando a los ingratos o malvados, más se consigue castigándolos.
La Grulla
Ave de pico largo, de alto vuelo, de patas largas y viajera emigrante. Se establece principalmente en ciénagas o pantanos. Se alimenta de insectos, gusanos y pequeños moluscos, pero disfruta enormemente de las semillas recién sembradas, por lo que no es muy querida por muchos labradores.


186 – El estómago y los pies.

El estómago y los pies discutían sobre su fuerza.
Los pies repetían a cada momento que su fuerza era de tal modo superior, que incluso llevaban al estómago.
A lo que éste respondió:-Amigos míos, si yo no
les diera el alimento, no me podrían llevar.
Veamos siempre con atención dónde se inicia realmente la cadena de sucesos. Demos el mérito a quien realmente es la base de lo que juzgamos.


187 – El médico y el paciente que murió.

Un médico tenía en tratamiento a un enfermo.
Este murió, y el médico decía a las personas del acompañamiento:
-Si este hombre se hubiera abstenido del vino y se hubiese puesto lavativas, no hubiera muerto.
Las correcciones debemos hacerlas siempre en el momento oportuno y no dejarlas sólo para mencionarlas cuando ya es tarde.


188 – El náufrago y el mar.

Arrojado un náufrago en la orilla, se durmió de fatiga; mas no tardó en despertarse, y al ver al mar, le recriminó por seducir a los hombres con su apariencia tranquila para luego, una vez que los ha embarcado sobre sus aguas, enfurecerse y hacerles perecer.
Tomó el mar la forma de una mujer y le dijo:
-No es a mí sino a los vientos a quienes debes dirigir tus reproches, amigo mío; porque yo soy tal como me ves ahora! y son los vientos los que, lanzándose sobre mí de repente, me encrespan y enfurecen.
Nunca hagamos responsable de una injusticia a su ejecutor cuando actúa por orden de otros, sino a quienes tienen autoridad sobre él.


189 – Los ladrones y el gallo.

Entraron unos ladrones en una casa y sólo encontraron
un gallo; se apoderaron de él y se marcharon.
A punto de ser inmolado por los ladrones, les rogó el gallo que le perdonaran alegando que era útil a los hombres, despertándolos por la noche para ir a sus trabajos.
-Mayor razón para matarte, exclamaron los ladrones-, puesto que despertando a los hombres nos impides robar.
Nada hay que aterrorice más a los malvados que todo aquello que es útil para los honrados.


190 – Los leñadores y el pino.

Rendían unos hacheros un pino y lo hacían con gran facilidad gracias a las cuñas que habían fabricado con su propia madera.
Y el pino les dijo:
-No odio tanto al hacha que me corta como a
las cuñas nacidas de mí mismo.
Es más duro el sufrimiento del daño que nace de uno mismo que del que proviene de afuera.
El Caballo
Miembro de la familia de los equinos. Criado y usado para carga, transporte, trabajo, milicia, arte y deportes. Existe diversidad de razas y tamaños, desde los que miden menos de un metro de alto hasta admirables percherones de gigantesca corpulencia.


191 – Los hijos desunidos del labrador.

Los hijos de un labrador vivían en discordia y desunión. Sus exhortaciones eran inútiles para hacerles mudar de sentimientos, por lo cual resolvió darles una lección con la experiencia.
Les llamó y les dijo que le llevaran una gavilla de varas. Cumplida la orden, les dio las varas en haz y les dijo que las rompieran; mas a pesar de todos sus esfuerzos, no lo consiguieron. Entonces deshizo el haz y les dio las varas una a una; los hijos las rompieron fácilmente.
- ¡Ahí tienen! les dijo el padre-. Si también ustedes, hijos míos, permanecen unidos, serán invencibles ante sus enemigos; pero estando divididos serán vencidos uno a uno con facilidad.
Nunca olvides que en la unión se encuentra la fortaleza.


192 – El carnicero y los dos jóvenes.

Hallábanse dos jóvenes comprando carne en el mismo establecimiento. Viendo ocupado al carnicero en otro sitio, uno de los muchachos robó unos restos y los arrojó en el bolsillo del otro.
Al volverse el carnicero y notar la falta de los trozos,
acusó a los dos muchachos.
Pero el que los había cogido juró que no los tenía, y el que los tenía juró que no los había cogido. Comprendiendo su argucia, les dijo el carnicero:
-Podéis escapar de mí por un falso juramento,
pero no escaparéis ante los dioses.
Los falsos juramentos no dejan de serlo aunque se disfracen de verdad.


193 – Los pescadores y las piedras.

Tiraban unos pescadores de una red y como la sentían muy cargada, bailaban y gritaban de contento, creyendo que habían hecho una buena pesca. Arrastrada la red a la playa, en lugar de peces sólo encontraron piedras y otros objetos, con lo que fue muy grande su contrariedad, no tanto por la rabia de su chasco, como por haber esperado otra cosa.
Uno de los pescadores, el más viejo, dijo a sus compañeros:
-Basta de afligirse, muchachos, puesto que según parece la alegría tiene por hermana la tristeza; después de habernos alegrado
tanto antes de tiempo, era natural que tropezásemos
con alguna contrariedad.
Es rutina de la vida que a buenos tiempos siguen unos malos y a los malos tiempos le suceden otros buenos. Estemos siempre preparados a estos inesperados cambios.


194 – El pescador y los peces pequeños y grandes.

Un pescador al tirar de la red sacó a tierra los peces grandes, pero no a los pequeños que se le escaparon al mar escurriéndose entre las mallas.
Las personas de poca importancia pueden pasar desapercibidas sin problema, pero las de mucha fama no se escapan del juicio de sus semejantes.


195 – El pescador y el pececillo.

Un pescador, después de lanzar al mar su red, sólo cogió un pececillo. Suplicó éste al pescador que le dejara por el momento en gracia de su pequeñez.
- Cuando sea mayor, podrás pescarme de nuevo, y entonces seré para ti de más provecho -, terminó el pececillo.
-¡Hombre-replicó el pescador-, bien tonto sería soltando la presa que tengo en la mano para contar con la presa futura,
por grande que sea!
Más vale una moneda en la mano, que un tesoro en el fondo del mar.
La Corneja
Ave de rapiña nocturna que posee en su frente un grupo de plumas dando la apariencia de cuernos, y de ahí su nombre de “corneja” (con cuernos).  Se alimenta de insectos, escarabajos, pequeños reptiles, mariposas y pequeños roedores. Gusta de vivir entre arbustos, huertas y jardines. Es ave emigradora.


196 – El pescador flautista.

Un pescador que también tocaba hábilmente la flauta,
cogió juntas sus flautas y sus redes para ir al mar;
y sentado en una roca saliente, púsose a tocar la flauta,
esperando que los peces, atraídos por sus dulces sones,
saltarían del agua para ir hacia él
Mas cansado al cabo de su esfuerzo en vano, dejó la flauta a su lado, lanzó la red al agua y cogió buen número de peces. Viéndoles brincar en la orilla después de sacarlos de la red, exclamó el pescador flautista:
-¡Malditos animales: cuando tocaba la flauta no
tenían ganas de bailar, y ahora que no lo hago
parece que les dan cuerda!
Muchas veces no actuamos de acuerdo a las circunstancias que nos rodean, sino desatiempados o desubicados. Procuremos siempre estar bien situados.


197 – El pescador y el río revuelto.

Pescaba un pescador en un río, atravesándolo con su red de una a otra orilla; luego, con una piedra atada al extremo de una cuerda de lino, agitaba el agua para que los peces, aturdidos, cayeran
al huir entre las mallas de la red.
Lo vio proceder así un vecino y le reprochó el revolver el río, obligándoles a beber el agua turbia; más él respondió:
-¡Si no revuelvo el río, tendré que morirme de hambre!
Igual sucede con las naciones: entre más discordia siembren los agitadores entre la gente, mayor será el provecho que obtendrán. Forma siempre tu propia opinión y no vayas a donde te quieran empujar otros sin que lo hayas razonado.


198 – El tocador de cítara.

Un tocador de cítara sin talento cantaba desde la mañana a la noche en una casa con las paredes muy bien estucadas.
Como las paredes le devolvían el eco, se imaginó que tenía
una voz magnífica, y tanto se lo creyó, que resolvió presentarse
en el teatro; pero una vez en la escena cantó tan mal, que lo arrojaron a pedradas.
No seamos nosotros jueces de nosotros mismos, no vaya a ser que nuestra parcialidad nos arruine.


199 – El orador Demades.

El orador Demades hablaba un día a los ciudadanos de Atenas, mas como no prestaban mucha atención a su discurso, pidió que le permitieran contar una fábula de Esopo. Concedida la demanda, empezó de este modo:
-Demeter, la golondrina y la anguila viajaban juntas un día; llegaron a la orilla de un río; la golondrina se elevó en el aire, la anguila desapareció en las aguas.. -y aquí se detuvo el orador.
-Y ¿Demeter..?-le gritaron-. ¿Qué hizo...?
-Demeter montó en cólera contra vosotros- replicó, porque descuidáis los asuntos de Estado para entreteneros con las
fábulas de Esopo.
Eso sucede entre la gente: prefieren darle atención únicamente al placer dejando de lado las cosas realmente necesarias. Cuidémonos de no caer en ese error. Compartamos equilibradamente el deber y el placer.


200 – Bóreas y el sol.

Bóreas y el Sol disputaban sobre sus poderes, y decidieron conceder la palma al que despojara a un viajero de sus vestidos.
Bóreas empezó de primero, soplando con violencia; y apretó el hombre contra sí sus ropas, Bóreas asaltó entonces con más fuerza; pero el hombre, molesto por el frío, se colocó otro vestido. Bóreas, vencido, se lo entregó al Sol.
Este empezó a iluminar suavemente, y el hombre se despojó de su segundo vestido; luego lentamente le envió el Sol sus rayos más ardientes, hasta que el hombre, no pudiendo resistir más el calor, se quitó sus ropas para ir a bañarse en el río vecino.
Es mucho más poderosa una suave persuasión que un acto de violencia.
La Liebre
Mamífero roedor, familiar de los conejos, de cortas patas y largas orejas. Gran corredor y saltador que gusta de vivir en los extensos llanos. Se alimenta preferiblemente de toda clase de vegetales, pero también aprovecha carnes de animales muertos. A su vez es la víctima de alimentación para otros animales como las zorras, los lobos y las águilas.


201 – Los viandantes y el cuervo.

Viajaban unas gentes para cierto asunto,
cuando encontraron a un cuervo que había perdido un ojo.
Volvieron hacia el cuervo sus miradas, y uno de los viandantes aconsejó el regreso, pues en su opinión hacerlo era lo que aconsejaba el presagio. Pero otro de los caminantes tomó la palabra y dijo:
-¿Cómo podría este cuervo predecirnos el Futuro si él mismo
no ha podido prever, para evitarlo, la pérdida de su ojo?
Quien no puede cuidar de sí mismo, menos indicado está para aconsejar al prójimo.


202 – Los viandantes y el hacha.

Caminaban dos hombres en compañía. Habiendo encontrado uno de ellos un hacha, el otro dijo:
-Hemos encontrado un hacha.
-No digas -repuso el primero-
"hemos encontrado",
sino: "has encontrado".
Instantes después fueron alcanzados por el hombre que había perdido el hacha; y el que la llevaba, al verse perdido,
dijo a su compañero:
-Estamos perdidos.
-No digas -replicó éste- "estamos perdidos",
sino: "estoy perdido", porque cuando encontraste
el hacha no me has admitido como parte en tu hallazgo.
Si no estamos dispuestos a compartir nuestros éxitos, tampoco esperemos que nos soporten en la desgracia.


203 – Los viandantes y el oso.

Marchaban dos amigos por el mismo camino. De repente se les apareció un oso.
Uno se subió rápidamente a un árbol ocultándose en él; el otro, a punto de ser atrapado, se tiró al suelo, fingiéndose muerto.
Acercó el oso su hocico, oliéndole por todas partes, pero el hombre contenía su respiración, por que se dice que el oso no toca a un cadáver.
Cuando se hubo alejado el oso, el hombre escondido en el árbol bajó de éste y preguntó a su compañero qué le había dicho el oso al oído.
-Que no viaje en el futuro con amigos que huyen ante el peligro- le respondió.
La verdadera amistad se comprueba en los momentos de peligro.


204 – Los sacerdotes de Cibeles.

Unos sacerdotes de Cibeles tenían un asno al que cargaban con sus bultos cuando se ponían en viaje.
Un día por fatiga se murió el asno, y desollándolo, hicieron con su piel unos tambores, de los cuales se sirvieron.
Habiéndoles encontrado otros sacerdotes de Cibeles, les preguntaron que dónde estaba su asno.
-Muerto - les dijeron -; pero recibe más golpes ahora que los que recibió en su vida.
Mucha gente dice haberse retirado de su hábito, pero no se da cuenta de que su hábito no se retiró nunca de él.


205 – El jardinero y el perro.

El perro de un jardinero había caído en un pozo.
El jardinero, por salvarle, descendió también. Creyendo el perro que bajaba para hundirlo más todavía, se volvió y le mordió.
El jardinero, sufriendo con la herida, volvió a salir del pozo, diciendo:
-Me está muy bien empleado; ¿quién me llamaba para
salvar a un animal que quería suicidarse?
Cuando te veas en peligro o necesidad, no maltrates la mano de quien viene en tu ayuda.
La Hormiga
Insecto que vive en una sociedad organizada instintivamente, llamada hormiguero. En ella cada miembro tiene una misión que cumplir, y la cumple al “pie de la letra”, lo que les ha dado fama de  grandes trabajadoras que no reniegan de su obligación. Existen diferentes variedades o grupos de hormigas, según sus características y formas de vida. Las hay carnívoras y vegetarianas. Y las hay que viven en el monte y otras en los hogares humanos. En proporción al tamaño de su cuerpo poseen una fuerza y vitalidad asombrosa.


206 – El jardinero y las hortalizas.

Un hombre se detuvo cerca de un jardinero que trabajaba con sus legumbres, preguntándole por qué las legumbres silvestres crecían lozanas y vigorosas, y las cultivadas flojas y desnutridas.
-Porque la tierra-repuso el jardinero-, para unos es dedicada madre y para otros descuidada madrastra.
Del interés que se ponga en un asunto, así se desarrollará y así será el fruto que se recoja.


207 – Diógenes de viaje.

Yendo de viaje, Diógenes el cínico llegó a la orilla de un
río torrencial y se detuvo perplejo. Un hombre acostumbrado
a hacer pasar a la gente el río, viéndole indeciso, se acercó
a Diógenes, lo subió sobre sus hombros y lo pasó
complaciente a la otra orilla.
Quedó allí Diógenes, reprochándose su pobreza que le
impedía pagar a su bienhechor. Y estando pensando en
ello advirtió que el hombre, viendo a otro viajero que
tampoco podía pasar el río, fue a buscarlo y lo transportó
igualmente. Entonces Diógenes se acercó al hombre y le dijo:
-No tengo que agradecerte ya tu servicio, pues veo
que no lo haces por razonamiento, sino por manía.
Cuando servimos por igual a personas de buen agradecimiento, así como a personas desagradecidas, sin duda que nos calificarán, no como buena gente, sino como ingenuos o tontos. Pero no debemos desanimarnos por ello, tarde o temprano, el bien paga siempre con creces.


208 – Diógenes y elcalvo.

Diógenes, el filósofo cínico, insultado por un hombre que era calvo, replicó:
-¡Los dioses me libren de responderte con insultos! ¡Al contrario, alabo los cabellos que han abandonado ese cráneo pelado!
Si regalamos un insulto, no esperemos de regreso un regalo menor.


209 – El labrador y el águila

Encontró un labrador un águila presa en su cepo, y, seducido por su belleza, la soltó y le dio la libertad.
El águila, que no fue ingrata con su bienhechor, viéndole
sentado al pie de un muro que amenazaba derrumbarse,
voló hasta él y le arrebató con sus garras la cinta con que
se ceñía su cabeza.
Se levantó el hombre para perseguirla. El águila dejó caer
la cinta; la tomó el labriego, y al volver sobre sus pasos
halló desplomado el muro en el lugar donde antes
estaba sentado, quedando muy sorprendido y
agradecido de haber sido pagado así por el águila.
Siempre debemos ser agradecidos con nuestros bienhechores y agradecer un favor con otro.


210 – El labrador y el árbol.

En el campo de un labriego había un árbol estéril que
únicamente servía de refugio a los gorriones y a las
cigarras ruidosas.
El labrador, viendo su esterilidad, se dispuso a abatirlo y descargó contra él su hacha.
Suplicáronle los gorriones y las cigarras que no abatiera
su asilo, para que en él pudieran cantar y agradarle a él mismo.
Más sin hacerles caso, le asestó un segundo golpe, luego un tercero.
Rajado el árbol, vio un panal de abejas y probó y gustó su miel, con lo que arrojó el hacha, honrando y cuidando desde entonces el árbol con gran esmero, como si fuera sagrado.
Mucha gente hay que hace un bien sólo si de él recoge beneficio, no por amor y respeto a lo que es justo. Haz el bien por el bien mismo, no porque de él vayas a sacar provecho.
El Leñador
Persona que se dedica a la corta de árboles para la posterior utilización de su madera como leña, confección de muebles o de habitaciones. Cuando no existía la sierra, su única herramienta era el hacha, por que debía gozar de buena musculatura y salud para su buen manejo, además de permanecer durante varios días en los bosques realizando su trabajo.


211 – El labrador y la fortuna.

Removiendo un labrador con su pala el suelo, encontró un paquete de oro. Todos los días, pues, ofrendaba a la Tierra un presente, creyendo que era a ésta a quien le debía tan gran favor.
Pero se le apareció la Fortuna y le dijo:
- oye, amigo: ¿por qué agradeces a la Tierra los dones que yo te he dado para enriquecerte? Si los tiempos cambian y el oro pasa a otras manos, entonces echarás la culpa a la Fortuna.
Cuando recibamos un beneficio, veamos bien de donde proviene antes de juzgar indebidamente.


212 – El labrador y la serpiente.

Una serpiente se acercó arrastrándose a donde
estaba el hijo de un labrador, y lo mató.
Sintió el labrador un dolor terrible y, cogiendo un hacha, se puso al acecho junto al nido de la serpiente, dispuesto a matarla tan pronto como saliera.
Asomó la serpiente la cabeza y el labrador abatió su hacha,
pero falló el golpe, partiendo en dos a la vecina piedra.
Temiendo después la venganza de la serpiente, dispúsose a reconciliarse con ella; más ésta repuso:
-Ni yo puedo alimentar hacia ti buenos sentimientos
viendo el hachazo de la piedra, ni tú hacia mí
contemplando la tumba de tu hijo.
No es tarea fácil deshacer grandes odios.


213 – El labrador y la víbora.

Llegado el invierno, un labrador encontró una víbora
helada de frío. Apiadado de ella, la recogió y la guardó en
su pecho. Reanimada por el calor, la víbora, recobró sus
sentidos y mató a su bienhechor, el cual, sintiéndose
morir, exclamó:
-¡Bien me lo merezco por haberme compadecido de un ser malvado!
No te confíes del malvado, creyendo que haciéndole un favor vas a cambiarle su naturaleza.


214 – El labrador y los perros.

Aprisionó el mal tiempo a un labrador en su cuadra.
No pudiendo salir para buscar comida, empezó por devorar
a sus carneros; luego, como el mal tiempo seguía,
comió también a las cabras; y en fin, como
no paraba el temporal, acabó con sus propios bueyes.
Viendo entonces los perros lo que pasaba se dijeron entre ellos:
-Larguémonos de aquí, pues, si el amo ha sacrificado los bueyes que trabajan con él, ¿cómo nos perdonaría a nosotros?
Cuídate muy en especial de aquellos que no temen en maltratar a sus mejores amigos.


215 – El labrador y sus hijos.

A punto de acabar su vida, quiso un labrador dejar experimentados a sus hijos en la agricultura.
Así, les llamó y les dijo:
-Hijos míos: voy a dejar este mundo; buscad lo que he escondido en la viña, y lo hallaréis todo.
Creyendo sus descendientes que había enterrado un tesoro, después de la muerte de su padre, con gran afán removieron profundamente el suelo de la viña.
Tesoro no hallaron ninguno, pero la viña, tan bien removida
quedó, que multiplicó su fruto.
El mejor tesoro siempre lo encontrarás en el trabajo adecuado.
La Golondrina
Ave de alas largas, pico corto  y patas pequeñas. De color generalmente azulado. Vive tanto en el campo como en las ciudades pequeñas o aldeas. Su alimentación básica es de insectos voladores que captura durante el vuelo. Generalmente vuela en pequeños grupos y gusta de aprovechar las corrientes de aire.


216 – Hércules y Atenea.

Avanzaba Hércules a lo largo de un estrecho camino.
Vio por tierra un objeto parecido a una manzana e intentó aplastarlo. El objeto duplicó su volumen. Al ver esto, Hércules lo pisó con más violencia todavía, golpeándole además con su maza. Pero el objeto siguió creciendo, cerrando con su gran volumen el camino. El héroe lanzó entonces su maza, y quedó plantado presa del mayor asombro.
En esto se le apareció Atenea y de dijo:
-Escucha, hermano; este objeto es el espíritu de la disputa y de la discordia; si se le deja tranquilo, permanece como estaba al principio; pero si se le toca, ¡mira cómo crece!
La disputa y la discordia son causa de grandes males a la humanidad. Nunca las estimules.


217 – Hércules y Plutón.

Recibido Hércules entre los dioses y admitido a la mesa de Zeus, saludaba con mucha cortesía a cada uno de los dioses.
Llegó Plutón de último, y Hércules, bajando la vista al suelo,
se alejó de él.
Sorprendido Zeus por su actitud, le preguntó por qué
apartaba los ojos de Plutón después de haber saludado
tan amablemente a todos los otros dioses.
-Porque, -contestó Hércules- en los tiempos en que yo me encontraba entre los hombres, casi siempre le veía en compañía de los bribones; por eso aparto la mirada de él.
No hagas amistad con quien conoces que no ha actuado correctamente.


218 – Hermes y el leñador.

Un leñador que a la orilla de un río cortaba leña, perdió su hacha. Sin saber que hacer, se sentó llorando a la orilla.
Compadecido Hermes de su tristeza, se arrojó al río y volvió con un hacha de oro, preguntando si era esa la que había perdido. Le contestó el leñador que no, y volvió Hermes a sumergirse, regresando con una de plata. El leñador otra vez dijo que no era suya, por lo que Hermes se sumergió de nuevo, volviendo con el hacha perdida. Entonces el hombre le dijo que sí era esa la de él.
Hermes, seducido por su honradez, le dio las tres hachas.
Al volver con sus compañeros, les contó el leñador su aventura. Uno de ellos se propuso conseguir otro tanto. Dirigióse a la orilla del río y lanzó su hacha en la corriente, sentándose luego a llorar.
Entonces Hermes se le apareció también y, sabiendo el motivo de su llanto, se arrojó al río y le presentó igualmente un hacha de oro, preguntándole si era la que había perdido.
El bribón, muy contento exclamó:
-¡Sí, ésa es!
Pero el dios horrorizado por su desvergüenza, no sólo se quedó con el hacha de oro, sino que tampoco le devolvió la suya.
La divinidad no sólo ayuda a quien es honrado, sino que castiga a los deshonestos.


219 – La carreta de Hermes y los malvados.

Conducía Hermes un día por toda la tierra una carreta cargada de mentiras, engaños y malas artes, distribuyendo en cada país una pequeña cantidad de su cargamento.
Más al llegar al país de los malvados, los astutos y los aprovechados, la carreta, según dicen, se atascó de pronto, y los habitantes del país, como si se tratara de una carga preciosa, saquearon el contenido de la carreta, sin dejar a Hermes seguir a los otros pueblos, dejándose para ellos todo su contenido.
Por eso los malvados, los astutos y los aprovechados son los mayores mentirosos de la tierra.


220 – Hermes y el escultor.

Quiso Hermes saber hasta dónde le estimaban los hombres, y, tomando la figura de un mortal, se presentó en el taller de un escultor.
Viendo una estatua de Zeus, preguntó cuánto valía.
-Un dracma-le respondieron.
Sonrió y volvió a preguntar:
¿Y la estatua de Hera cuánto?
-Vale más-le dijeron.
Viendo luego una estatua que le representaba a él mismo,
pensó que, siendo al propio tiempo el mensajero de Zeus y
el dios de las ganancias, estaría muy considerado entre los hombres; por lo que preguntó su precio.
El escultor contestó:
-No te costará nada. Si compras las otras dos, te regalaré ésta.
Nuestra propia vanidad siempre nos lleva a pasar por terribles desilusiones.
El Camello
Mamífero rumiante de gran tamaño, de provecho para transporte en largos recorridos especialmente en regiones desérticas como en África, Oriente Medio y Asia. Su estómago consta de tres cavidades que le sirven incluso para almacenar buenas reservas de agua que le rinden por varios días. Entre sus características más particulares están sus dos o una joroba, según la variedad, y en las cuales almacenan grasa como reserva energética.


221 – Hermes y la tierra.

Modeló Zeus al hombre y a la mujer y encargó a Hermes que los bajara a la Tierra para enseñarles dónde tenían que cavar el suelo a fin de procurarse alimentos.
Cumplió Hermes el encargo; la Tierra, al principio, se resistió; pero Hermes insistió, diciendo que era una orden de Zeus.
-Esta bien dijo la Tierra-; que caven todo lo que quieran. ¡Ya me lo pagarán con sus lágrimas y lamentos!
No hay frutos ni recompensa si no hay sacrificio y esfuerzo.


222 – Hermes y Tiresias.

Hermes quiso comprobar si el arte adivinatorio de Tiresias
era verdadero; para lo cual le robó sus bueyes en el campo
y luego, bajo la figura de un mortal, se fue a la ciudad y
entró en la casa de Tiresias.
Cuando supo la pérdida de su yunta, Tiresias se trasladó
a las afueras con Hermes para observar un augurio en el vuelo de las aves, rogando a Hermes le dijera el pájaro que apareciese.
Hermes vio un águila que pasaba volando de izquierda
a derecha y se lo dijo. Respondió Tiresias que ese
pájaro no les importaba.
A la segunda vez, vio el dios una corneja encaramada
en un árbol que ora alzaba los ojos al cielo, ora se inclinaba
hacia la Tierra, y así se lo dijo. Entonces el adivino contestó:
-¡Esa corneja jura por el cielo y por la tierra que depende
de ti que vuelva a encontrar mis bueyes!
El ladrón gusta volver a visitar el lugar de su robo.


223 – Zeus juez.

Decidió Zeus en pasados tiempos que Hermes grabase en
conchas las faltas de los hombres, depositando estas conchas
a su lado en un cofre para hacer justicia a cada uno.
Pero las conchas se mezclaron unas con otras, y unas que llegaron después que otras, pasaron antes por manos de Zeus para sufrir sus justas sentencias.
Por eso no nos incomodemos cuando los malhechores no reciben pronto su merecido castigo. Tarde o temprano les llegará su turno.


224 – Zeus y Apolo.

Disputaban Zeus y Apolo sobre el tiro al arco.
Tendió Apolo el suyo y disparó su flecha; pero Zeus extendió la pierna tan lejos como había Apolo lanzado su flecha, haciendo ver que no llegó más allá de donde se encontraba él.
Cuando competimos con rivales mucho más poderosos, no sólo no los pasaremos, sino que además se burlarán de nosotros.


225 – Zeus y el pudor.

Cuando Zeus modeló al hombre, le dotó en el acto de todas las inclinaciones pero olvidó dotarle del pudor.
No sabiendo por dónde introducirlo, le ordenó que entrara
sin que se notara su llegada. El pudor se revolvió contra la
orden de Zeus, mas al fin, ante sus ruegos apremiantes, dijo:
Está bien, entraré; pero a condición de que Eros no
entre donde yo esté; si entra él, yo saldré enseguida.
Desde entonces a Eros y el pudor no se les volvió a ver juntos.
El Cuervo
Ave cazadora de pequeños animales e insectos y consume también carnes en descomposición y cereales.  Es de predominante plumaje negro pero existen variedades con otros colores. Posee un pico fuerte. Anida en las cumbres de los árboles altos tanto de ciudad como de campo. Su graznido causaba temor en los antiguos habitantes europeos.


226 – Zeus y el tonel de los bienes.

Encerró Zeus todos los bienes en un tonel, dejándolo entre las manos de un hombre.
Este hombre, que era un curioso, levantó la tapa del tonel porque quería saber lo que había dentro, y al hacerlo, todos los bienes volaron hacia los dioses, menos la Esperanza.
De ahí que la esperanza sea la satisfacción de los humanos, que les promete el regreso de los bienes desaparecidos.


227 – Zeus y la serpiente.

Anunciadas las bodas de Zeus, todos los animales le honraron con presentes, cada uno según sus medios.
La serpiente subió hasta Zeus arrastrándose, con una rosa en la boca. Más al verla dijo Zeus:
-De todos acepto sus presentes, pero no los quiero de tu boca.
No debemos confiarnos de las aparentes bondades de los malvados.


228 – Zeus y la tortuga.

Para celebrar sus bodas, Zeus invitó a todos los animales. Sólo faltó la tortuga.
Intrigado por su ausencia, le preguntó al día siguiente:
- ¿Cómo solamente tú entre todos los animales
no viniste a mi festín?
-¡Hogar familiar, hogar ideal!-respondió la tortuga.
Zeus, indignado contra ella, la condenó a llevar
eternamente la casa a cuestas.
No nos encerremos en nuestro pequeño mundo. Ampliemos nuestro horizonte compartiendo sanamente con nuestro alrededor.


ESOPO - 300 fábulas - 180 – El médico ignorante.