Ecclesiam suam ES 13

PEDAGOGIA DEL BAUTIZADO

13 b. Si logramos despertar en nosotros mismos y educar en los fieles, con profunda y vigilante pedagogia, este fortificante sentir de la Iglesia, muchas antinomias que hoy fatigan el pensamiento de los estudiosos de la eclesiologia -como, por ejemplo, la Iglesia es visible y a la vez espiritual, como es libre y al mismo tiempo disciplinada, como es comúnitaria y jerarquica, como siendo ya santa, siempre esta en vias de santificacion, como es contemplativa y activa, y asi en otras cosas -seran practicamente dominadas y resueltas en la experiencia, iluminada por la doctrina, de la realidad viviente de la Iglesia misma; pero sobre todo, de este sentir de la Iglesia se lograra un resultado, muy importante, el de una magnifica espiritualidad, alimentada por la piadosa lectura de la Sagrada Escritura, de los Santos Padres y Doctores de la Iglesia, y con cuanto contribuye a suscitar en ella esa conciencia. Nos referimos a la catequesis cuidadosa y sistematica, a la participación en la admirable escuela de palabras, de signos y de divinas efusiones que es la sagrada liturgia, a la meditación silenciosa y ardiente de las verdades divinas y, finalmente, a la entrega generosa, a la oración contemplativa. La vida interior sigue siendo como el gran manantial de la espirxperiencia, iluminada por la doctrina, de la realidad viviente de la Iglesia misma; pero sobre todo, de este sentir de la Iglesia se lograra un resultado, muy importante, el de una magnifica espiritualidad, alimentada por la piadosa lectura de la Sagrada Escritura, de los Santos Padres y Doctores de la Iglesia, y con cuanto contribuye a suscitar en ella esitualidad de la Iglesia, su modo peculiar de recibir las irradiaciones del Espiritu de Cristo, expresión radical e insustituible de su actividad religiosa y social e inviolable defensa y renaciente energia en medio de su difícil contacto con el mundo profano.

Necesario es dar de nuevo toda su importancia al hecho de haber recibido el santo bautismo, es decir, de haber sido injertados, mediante tal sacramento, en el Cuerpo Mistico de Cristo que es la Iglesia. Y esto especialmente en la valoración consciente que el bautizado debe tener de su elevacion, mas aun, de su regeneración a la felicisima realidad de hijo adoptivo e Dios, a la dignidad de hermano de Cristo, a la suerte, queremos decir, a la gracia y al gozo de la inhabitación del Espiritu Santo, a la vocación de una vida nueva, que nada ha perdido de humano, salvo la desgracia del pecado original, y que esta capacitada para dar, de todo cuanto es humano, las mejores manifestaciones y saborear los mas ricos y puros frutos. Ser cristiano, haber recibido el santo bautismo, no ha de ser considerado como cosa indiferente o sin valor, sino que debe marcar profunda y felizmente la conciencia de todo bautizado; debe ser, en verdad, considerado por él como lo fue por los cristianos antiguos -una iluminación que, haciendo caer sobre él el vivificante rayo de la verdad divina, le abre el cielo, le esclarece la vida terrenal, le capacita a caminar como hijo de la luz hacia la visión de Dios, fuente de eterna felicidad.

Facil es comprender qué programa pone delante de nosotros y de nuestro ministerio esta consideracion, y Nos gozamos al observar que esta ya en vias de ejecución en toda la Iglesia y promovido con iluminado y ardiente celo. Nos los recomendamos, Nos lo bendecimos.



II. LA RENOVACION

14 Nos domina, además, el deseo de que la Iglesia de Dios sea como Cristo la quiere, una, santal enteramente consagrada a la perfeccion, a la cual El la ha llamado y para la cual la ha preparado. Perfecta en su concepción ideal, en pensamiento divino, la Iglesia ha de tender a la perfección en su expresión real, en su existencia terrenal. Tal es el gran problema moral que domina la vida entera de la Iglesia, el que da su medida, el que la estimula, la acucia, la sostiene, la llena de gemidos y de suplicas, de arrepentimiento y de esperanza, de esfuerzo y de confianza, de responsabilidades y de méritos. Es un problema inherente a las realidades teologicas de las que depende la vida humana; no se puede concebir el juicio sobre el hombre mismo, sobre su naturaleza, sobre su perfección originaria y sobre las ruinosas consecuencias del pecado original, sobre la capacidad del hombre para el bien y sobre la ayuda que necesita para desearlo y realizarlo, sobre el sentido de la vida presente y de su finalidad, sobre los valores que el hombre desea o de los que dispone, sobre el criterio de perfección y de santidad y sobre los medios y los modos de dar a la vida su grado mas alto de belleza y plenitud, sin referirse a la enseñanza doctrinal de Cristo y del consiguiente magisterio eclesiastico. El ansia por conocer los caminos del Señor es y debe ser continua en la Iglesia, y querriamos Nos que la discusion, siempre tan fecunda y variada, que sobre las cuestiones relativas a la perfección se va sosteniendo de siglo en siglo, aun dentro del seno de la Iglesia, recobrase el interés supremo que merece tener; y esto, no tanto para elaborar nuevas teorias cuanto para despertar nuevas energias, encaminadas precisamente hacia la santidad que Cristo nos enseno y que con su ejemplo, con su palabra, con su gracia, con su escuela, sostenida por la tradición eclesiastica, fortificada con su acción comúnitaria, ilustrada por las singulares figuras de los Santos, nos hace posible conocerla, desearla y aun conseguirla.


PERFECCIONAMIENTO DE LOS CRISTIANOS

15 Este estudio de perfeccionamiento espiritual y moral se halla estimulado aun exteriormente por las condiciones en que la Iglesia desarrolla su vida. Ella no puede permanecer inmovil e indiferente ante los cambios del mundo que la rodea. De mil maneras éste influye y condiciona la conducta practica de la Iglesia. Ella, como todos saben, no esta separada del mundo, sino que vive en él. Por eso los miembros de la Iglesia reciben su influjo, respiran su cultura, aceptan sus leyes, asimilan sus costumbres. Este inmanente contacto de la Iglesia con la sociedad temporal le crea una continua situación problematica, hoy laboriosisima. Por una parte, la vida cristiana, tal como la Iglesia la defiende y promueve, debe continuar y valerosamente evitar todo cuanto pueda enganarla, profanarla, sofocarla, como para inmunizarse contra el contagio del error y del mal; por otra, no solo debe adaptarse a los modos de concebir y de vivir que el ambiente temporal le ofrece y le impone, en cuanto sean compatibles con las exigencias esenciales de su programa religioso y moral, sino que debe procurar acercarse a él, purificarlo, ennoblecerlo, vivificarlo y santificarlo; tarea ésta, que impone a la Iglesia un perenne examen de vigilancia moral y que nuestro tiempo reclama con particular apremio y con singular gravedad.

También a este proposito la celebración del Concilio es providencial. El caracter pastoral que se propone adoptar, los fines practicos de poner al dia [aggiornamento] la disciplina canonica, el deseo de facilitar lo mas posible -en armonia con el caracter sobrenatural que le es propio- la practica de la vida cristiana, confieren a este Concilio un mérito singular ya desde este momento, cuando aun falta la mayor parte de las deliberaciones que de él esperamos. En efecto, tanto en los Pastores como en los Fieles, el Concilio despierta el deseo de conservar y acrecentar en la vida cristiana su caracter de autenticidad sobrenatural y recuerda a todos el deber de imprimir ese caracter positiva y fuertemente en la propia conducta, ayuda a los débiles para ser buenos, a los buenos para ser mejores, a los mejores para ser generosos y a los generosos para hacerse santos. Descubre nuevas expresiones de santidad, excita al amor a que se haga fecundo, provoca nuevos impulsos de virtud y de heroismo cristiano.


SENTIDO DE LA "REFORMA"

16 Naturalmente, al Concilio correspondera sugerir qué reformas són las que se han de introducir en la legislación de la Iglesia; y las Comisiones posconciliares, sobre todo la constituida para la revisión del Codigo de Derecho Canonico, y designada por Nos ya desde ahora, procuraran formular en términos, concretos las deliberaciones del Sinodo ecuménico. A vosotros, pues, Venerables Hermanos, os tocara indicarnos las medidas que se han de tomar para hermosear y rejuvenecer el rostro de la Santa Iglesia. Quede una vez mas manifiesto Nuestro proposito de favorecer dicha reforma. ¡Cuantas veces en los siglos pasados este proposito ha estado asociado en la historia de los Concilios! Pues bien, que lo esté una vez mas, pero ahora no ya para desarraigar de la Iglesia determinadas herejias y generales desordenes que, gracias a Dios no existen en su seno, sino para infundir un nuevo vigor espiritual en el Cuerpo Mistico de Cristo, en cuanto sociedad visible, purificandolo de los defectos de muchos de sus miembros y estimulandolo a nuevas virtudes.

Para que esto pueda realizarse, mediante el divino auxilio, Nos sea permitido presentaros ahora algunas consideraciones previas que sirvan para facilitar la obra de la renovacion, para infundirle el valor que ella necesita -pues, en efecto, no se puede llevar a cabo sin algun sacrificio- y para trazarle algunas lineas según las cuales pueda mejor realizarse.


17 Ante todo, hemos de recordar algunos criterios que nos advierten sobre las orientaciones con que ha de procurarse esta reforma. Mas ello no puede referirse ni a la concepción esencial, ni a las estructuras fundamentales de la Iglesia católica. La palabra "reforma" estaria mal empleada, si la usaramos en ese sentido. No podemos acusar de infidelidad a nuestra amada y santa Iglesia de Dios, pues tenemos por suma gracia pertenecer a ella y que de ella suba a nuestra alma el testimonio de que somos hijos de Dios[28]. ¡Oh, no es orgullo, no es presuncion, no es obstinacion, no es locura, sino luminosa certeza y gozosa convicción la que tenemos de haber sido constituidos miembros vivos y genuinos del Cuerpo de Cristo, de ser auténticos herederos del Evangelio de Cristo, de ser directamente continuadores de los Apostoles, de poseer en el gran patrimonio de verdades y costumbres que caracterizan a la Iglesia católica, tal cual hoy es, la herencia intacta y viva de la primitiva tradición apostolica. Si esto constituye nuestro blason, o mejor, el motivo por el cual debemos dar gracias a Dios siempre[29] constituye también nuestra responsabilidad ante Dios mismo, a quien debemos dar cuenta de tan gran beneficio; ante la Iglesia, a quien debemos infundir con la certeza el deseo, el proposito de conservar el tesoro -el depositum de que habla San Pablo[30]- y ante los Hermanos todavia separados de nosotros, y ante el mundo entero, a fin de que todos venga a compartir con nosotros el dón de Dios.

De modo que en este punto, si puede hablarse de reforma, no se debe entender cambio, sino mas bien confirmación en el empeno de conservar la fisonomia que Cristo ha dado a su Iglesia, mas aun, de querer devolverle siempre su forma perfecta que, por una parte, corresponda a su diseno primitivo y que, por otra, sea reconocida como coherente y aprobada en aquel desarrollo necesario que, como arbol de la semilla, ha dado a la Iglesia, partiendo de aquel diseno, su legitima forma historica y concreta. No nos engane el criterio de reducir el edificio de la Iglesia, que se ha hecho amplio y majestuoso para la gloria de Dios, como magnifico templo suyo, a sus iniciales proporciones minimas, como si aquellas fuesen las unicas verdaderas, las unicas buenas; ni nos ilusione el deseo de renovar la estructura de la Iglesia por via carismatica, como si fuese nueva y verdadera aquella expresión eclesial que surgiera de ideas particulares -fervorosas sin duda y tal vez persuadidas de que gozan de la divina inspiracion-, introduciendo asi arbitrarios suenos de artificiosas renovaciones en el diseno constitutivo de la Iglesia. Hemos de servir a la Iglesia, tal como es, y debemos amarla con sentido inteligente de la historia y buscando humildemente la voluntad de Dios, que asiste y guia a la Iglesia, aunque permite que la debilidad humana obscurezca algo la pureza de sus lineas y la belleza de su accion. Esta pureza y esta belleza són las que estamos buscando y queremos promover.

28.
Rm 8,16,
29. Ep 5,20,
30. 1Tm 6,20,


DANOS Y PELIGROS DE LA CONCEPCION PROFANA DE LA VIDA

18 Preciso es asegurar en nosotros estas convicciones a fin de evitar otro peligro que el deseo de reforma podria engendrar, no tanto en nosotros, Pastores -defendidos por un vivo sentido de responsabilidad-, cuanto en la opinión de muchos fieles que piensan que la reforma de la Iglesia debe consistir principalmente en la adaptación de sus sentimientos y de sus costumbres a las de los mundanos. La fascinación de la vida profana es hoy poderosa en extremo. El conformismo les parece a muchos ineludible y prudente. El que no esta bien arraigado en la fe y en la practica de la ley eclesiastica, facilmente piensa que ha llegado el momento de adaptarse a la concepción profana de la vida, como si ésta fuese la mejor, la que un cristiano puede y debe apropiarse. Este fenomeno de adaptación se manifiesta asi en el campo filosofico (¡cuanto puede la moda aun en el reino del pensamiento, que deberia ser autonomo y libre y solo avido y docil ante la verdad y la autoridad de reconocidos maestros!) como en el campo practico, donde cada vez resulta mas incierto y difícil señalar la linea de la rectitud moral y de la recta conducta practica. El naturalismo amenaza vaciar la concepción original del cristianismo; el relativismo, que todo lo justifica y todo lo califica como de igual valor, va contra el caracter absoluto de los principios cristianos; la costumbre de suprimir todo esfuerzo y toda molestia en la practica ordinaria de la vida, acusa de inutilidad fastidiosa a la disciplina y a la "ascesis" cristiana; mas aun, a veces el deseo apostolico de acercarse a los ambientes profanos o de hacerse acoger por los espiritus modernos -de los juveniles especialmente- se traduce en una renuncia a las formas propias de la vida cristiana y a aquel mismo estilo de conducta que debe dar a tal empeno de acercamiento y de influjo educativo su sentido y su vigor. ¿No es acaso verdad que a veces el clero joven, o también algun celoso religioso guiado por la buena intención de penetrar en la masa popular o en grupos particulares, trata de confundirse con ellos en vez de distinguirse, renunciando con inutil mimetismo a la eficacia genuina de su apostolado? De nuevo, en su realidad y en su actualidad, se presenta el gran principio, enunciado por Jesucristo: estar en el mundo, pero no ser del mundo; y dichosos nosotros si Aquel que siempre vive para interceder por nosotros[31] eleva todavia su tan alta como conveniente oración ante el Padre Celestial: No ruego que los saques del mundo, sino que los guardes del mal[32].

31.
He 7,25,
32. Jn 17,15,


NO INMOVILIDAD, SINO "AGGIORNAMENTO"

19 Esto no significa que pretendamos creer que la perfección consista en la inmovilidad de las formas, de que la Iglesia se ha revestido a lo largo de los siglos; ni tampoco en que se haga refractaria a la adopción de formas hoy comúnes y aceptables de las costumbres y de la indole de nuestro tiempo. La palabra, hoy ya famosa, de Nuestro venerable Predecesor Juan XXIII, de f.m., la palabra "aggiornamento" la tendremos Nos siempre presenta como norma y programa; lo hemos confirmado como criterio directivo del Concilio Ecuménico, y lo recordaremos como un estimulo a la siempre renaciente vitalidad de la Iglesia, a su siempre vigilante capacidad de estudiar las señales de los tiempos y a su siempre joven agilidad de probar... todo y de apropiarse lo que es bueno[33]; y ello, siempre y en todas partes.

33.
1Th 5,21,


OBEDIENCIA, ENERGIAS MORALES, SACRIFICIO

20 Repitamos, una vez mas, para nuestra común advertencia y provecho: La Iglesia volvera a hallar su renaciente juventud, no tanto cambiando sus leyes exteriores cuanto poniendo interiormente su espiritu en actitud de obedecer a Cristo, y, por consiguiente, de guardar las leyes que ella, en el intento de seguir el camino de Cristo, se prescribe a si misma: he ahi el secreto de su renovacion, esa es su metanoia, ese su ejercicio de perfeccion. Aunque la observancia de la norma eclesiastica pueda hacerse mas facil por la simplificación de algun precepto y por la confianza concedida a la libertad del cristiano de hoy, mas conocedor de sus deberes y mas maduro y mas prudente en la elección del modo de cumplirlos, la norma, sin embargo, permanece en su esencial exigencia: la vida cristiana, que la Iglesia va interpretando y codificando en prudentes disposiciones, exigira siempre fidelidad, empeno, mortificación y sacrificio; estara siempre marcada por el camino estrecho del que nos habla Nuestro Señor[34]; exigira de nosotros, cristianos modernos, no menores sino quiza mayores energias morales que a los cristianos de ayer; una prontitud en la obediencia, hoy no menos debida que en lo pasado, y acaso mas difícil, ciertamente mas meritoria, porque es guiada mas por motivos sobrenaturales que naturales. No es la conformidad al espiritu del mundo, ni la inmunidad a la disciplina de una razonable ascética, ni la indiferencia hacia las libres costumbres de nuestro tiempo, ni la emancipación de la autoridad de prudentes y legitimos superiores, ni la apatia respecto a las formas contradictorias del pensamiento moderno las que pueden dar vigor a la Iglesia, las que pueden hacerla idonea para recibir el influjo de los dones del Espiritu Santo, pueden darle la autenticidad en el seguir a Cristo Nuestro Señor, pueden conferirle el ansia de la caridad hacia los hermanos y la capacidad de comúnicar su mensaje de salvacion, sino su actitud de vivir según la gracia divina, su fidelidad al Evangelio del Señor, su cohesión jerarquica y comúnitaria. El cristiano no es el regalado y cobarde, sino el fuerte y fiel.

Sabemos muy bien cuan larga se haria la exposición si quisiésemos trazar aun solo en sus lineas principales el programa moderno de la vida cristiana; ni pretendemos ahora adentrarnos en tal empresa. Vosotros, por lo demas, sabéis cuales sean las necesidades morales de nuestro tiempo, y no cesaréis de llamar a los fieles a la comprensión de la dignidad, de la pureza, de la austeridad de la vida cristiana, como tampoco dejaréis de denunciar, en el mejor modo posible, aun publicamente, los peligros morales y los vicios que nuestro tiempo padece. Todos recordamos las solemnes exhortaciones con que la Sagrada Escritura nos amonesta: Conozco tus obras, tus trabajos y tu paciencia y que no puedes tolerar a los malos[35]; y todos procuraremos ser pastores vigilantes y activos. El Concilio Ecuménico debe darnos, a nosotros mismos, nuevas y saludables prescripciones; y todos ciertamente tenemos que disponer, ya desde ahora, nuestro animo para recibirlas y ejecutarlas.

34.
Mt 7,13,
35. Ap 2,2,


EL ESPIRITU DE POBREZA

21 Pero no queremos omitir dos indicaciones particulares que creemos tocan a necesidades y deberes principales, y que pueden ofrecer tema de reflexión para las orientaciones generales de una buena renovación de la vida eclesiastica. Aludimos primeramente al espiritu de pobreza. Creemos que esta de tal manera proclamado en el santo Evangelio, tan en las entranas del plan de nuestro destino al reino de Dios, tan amenazado por la valoración de los bienes en la mentalidad moderna, que es por otra parte necesario para hacernos comprender tantas debilidades y pérdidas nuestras en el tiempo pasado y para hacernos también comprender cual debe ser nuestro tenor de vida y cual el método mejor para anunciar a las almas la religión de Cristo, y que es, en fin, tan difícil practicarlo debidamente, que nos atrevemos a hacer mención explicita de él, en este Nuestro mensaje, no tanto porque Nos tengamos el proposito de dar especiales disposiciones canonicas a este respecto, cuanto para pediros a vosotros, Venerables Hermanos, el aliento de vuestro consentimiento, de vuestro consejo y de vuestro ejemplo. Esperamos de vosotros que, como voz autorizada interpretais los mejores impulsos, en los que palpita el Espiritu de Cristo en la Santa Iglesia, digais como deben los Pastores y los fieles educar hoy, para la pobreza, el lenguaje y la conducta: Tened los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús, nos avisa el Apostol[36]; y como debemos al mismo tiempo proponer a la vida eclesiastica aquellos criterios y normas que deben fundar nuestra confianza mas sobre la ayuda de Dios y sobre los bienes del espiritu, que sobre los medios temporales; que deben recordarnos a nosotros y enseñar al mundo la primacia de tales bienes sobre los economicos, asi como los limites y subordinación de su posesión y de su uso a lo que sea util para el conveniente ejercicio de nuestra misión apostolica.

La brevedad de esta alusión a la excelencia y obligación del espiritu de pobreza, que caracteriza al Evangelio de Cristo, no nos dispensa de recordar que este espiritu no nos impide la compresión y el empleo, en la forma que se nos consiente, del hecho economico agigantado y fundamental en el desarrollo de la civilización moderna, especialmente en todos sus reflejos, humanos y sociales. Pensamos mas bien que la liberación interior, que produce el espiritu de pobreza evangélica, nos hace mas sensibles y nos capacita mas para comprender los fenomenos humanos relacionados con lo factores economicos, ya para dar a la riqueza y al progreso, que ella puede engendrar, la justa y a veces severa estimación que le conviene, ya para dar a la indigencia el interés mas solicito y generoso, ya, finalmente, deseando que los bienes economicos no se conviertan en fuentes de luchas, de egoismos y de orgullo entre los hombres, sino que mas bien se enderecen por vias de justicia y equidad hacia el bien común, y que por lo mismo cada vez sean distribuidos con mayor prevision. Todo cuanto se refiere a estos bienes economicos -inferiores, sin duda, a los bienes espirituales y eternos, pero necesarios a la vida presente- encuentra en el discipulo del Evangelio un hombre capaz de una valoración sabia y de una cooperación humanisima: la ciencia, la técnica, y especialmente el trabajo en primer lugar, se convierten para Nos en objeto de vivisimo interés, y el pan que de ahi procede se convierte en pan sagrado tanto para la mesa como para el altar. Las enseñanzas sociales de la Iglesia no dejan duda alguna a este respecto, y de buen grado aprovechamos esta ocasión para afirmar una vez mas expresamente Nuestra coherente adhesión a estas saludables doctrinas.

36.
Ph 2,5,


HORA DE LA CARIDAD

22 La otra indicación que queremos hacer es sobre el espiritu de caridad: pero ¿no esta ya este tema muy presente en vuestros animos? ¿No marca acaso la caridad el punto focal de la economia religiosa del Antiguo y del Nuevo Testamento? ¿No estan dirigidos a la caridad los pasos de la experiencia espiritual de la Iglesia? ¿No es acaso la caridad el descubrimiento cada vez mas luminoso y mas gozoso que la teologia, por una lado, la piedad, por otro, van haciendo en la incesante meditación de los tesoros de la Escritura y los sacramentales, de los que la Iglesia es heredera, depositaria, maestra y dispensadora? Creemos con Nuestros Predecesores, con la corona de los Santos, que nuestros tiempos han dado a la Iglesia celestial y terrena, y con el instinto devoto del pueblo fiel, que la caridad debe hoy asumir el puesto que le corresponde, el primero, el mas alto, en la escala de los valores religiosos y morales, no solo en la estimación teorica, sino también en la practica de la vida cristiana. Esto sea dicho tanto de la caridad para con Dios, que es reflejo de su Caridad sobre nosotros, como de la caridad que por nuestra parte hemos de difundir nosotros sobre nuestro projimo, es decir, el género humano. La caridad todo lo explica. La caridad todo lo inspira. La caridad todo lo hace posible, todo lo renueva. La caridad todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera[37]. ¿Quién de nosotros ignora estas cosas? Y si las sabemos, ¿no es ésta acaso la hora de la caridad?

37.
1Co 13,7,


CULTO A MARIA

23 Esta visión de humilde y profunda plenitud cristiana conduce nuestro pensamiento hacia María Santisima, como a quien perfecta y maravillosamente lo refleja en si, mas aun, lo ha vivido en la tierra y ahora en el cielo goza de su fulgor y beatitud. Florece felizmente en la Iglesia el culto a Nuestra Señora y Nos complacemos, en esta ocasion, en dirigir vuestros espiritus para admirar en la Virgen Santisima -Madre de Cristo y, por consiguiente, Madre de Dios y Madre nuestra- el modelo de la perfección cristiana, el espejo de las virtudes sinceras, la maravilla de la verdadera humanidad. Creemos que el culto a María es fuente de enseñanzas evangélicas: en Nuestra peregrinación a Tierra Santa, de Ella que en la beatisima, la dulcisima, la humildisima, la inmaculada criatura, a quien cupo el privilegio de ofrecer al Verbo de Dios carne humana en su auténtica e inocente belleza, quísimos derivar la enseñanza de la autenticidad cristiana, y a Ella también ahora volvemos la mirada suplicante, como a amorosa maestra de vida, mientras razonamos con vosotros, Venerables Hermanos, sobre la regeneración espiritual y moral de la vida de la Iglesia.



III EL DIALOGO

24 Hay una tercera actitud que la Iglesia católica tiene que adoptar en esta hora historica del mundo, y es la que se caracteriza por el estudio de los contactos que ha de tener con la humanidad. Si la Iglesia logra cada vez mas clara conciencia de si, y si ella trata de adaptarse a aquel mismo modelo que Cristo le propone, es necesario que la Iglesia se diferencie profundamente del ambiente humano en el que vive y al que tan cerca esta. El Evangelio nos hace advertir tal distincion, cuando nos habla del "mundo", que es decir, de la humanidad como contraria a las luces de la fe y al dón de la gracia, de la humanidad que se exalta en un ingenuo optimismo creyendo que le bastan las propias fuerzas para lograr su expresión plena, estable y benéfica; o de la humanidad, que se deprime en un crudo pesimismo declarando fatales, incurables y acaso también deseables como manifestaciones de libertad y de autenticidad, los propios vicios, las propias debilidades, las propias enfermedades morales. El Evangelio, que conoce y denuncia, compadece y cura las miserias humanas con penetrante y a veces desgarradora sinceridad, no cede, sin embargo, ni a la ilusión de la bondad natural del hombre, como si se bastase a si mismo y no necesitase ya ninguna otra cosa, sino ser dejado libre para abandonarse arbitrariamente, ni a la desesperada resignación de la corrupción incurable de la humana naturaleza. El Evangelio es luz, es novedad, es energia, es nuevo nacimiento, es salvacion. Por esto engendra y distingue una forma de vida nueva, de la que el Nuevo Testamento nos da continua y admirable leccion: No os conforméis a este siglo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que procureis conocer cual es la voluntad de Dios, buena, grata y perfecta[38], nos amonesta San Pablo.

Esta diferencia entre la vida cristiana y la vida profana se deriva también de la realidad y de la consiguiente conciencia de la justificacion, producida en nosotros por nuestra comúnicación con el misterio pascual, con el santo bautismo ante todo, que, como mas arriba deciamos, es y debe ser considerado una verdadera regeneracion. De nuevo nos lo recuerda San Pablo: ... cuantos hemos sido bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados para participar en su muerte. Con El hemos sido sepultados por el bautismo, para participar en su muerte, para que como El resucito de entre los muerto por la gloria del Padre, asi también nosotros vivamos una vida nueva[39]. Muy oportuno sera que también el cristiano de hoy tenga siempre presente esta su original y admirable forma de vida, que lo sostenga en el gozo de su dignidad y lo inmunice del contagio de la humana miseria circundante o de la seducción del esplendor humano que igualmente le rodea.

38.
Rm 12,2,
39. Rm 6,3-4,


VIVIR EN EL MUNDO, PERO NO DEL MUNDO

25 He aqui como el mismo San Pablo educaba a los cristianos de la primera generacion: No os juntéis bajo un mismo yugo con los infieles. Porque ¿qué participación hay entre la justicia y la iniquidad? ¿Qué comúnión entre la luz y las tinieblas?... O ¿qué asociación del creyente con el infiel?[40]. La pedagogia cristiana habra de recordar siempre al discipulo de nuestros tiempos esta su privilegiada condición y este consiguiente deber de vivir en el mundo, pero no del mundo, según el deseo mismo de Jesús, que antes citamos con respecto a sus discipulos: No pido que los saques del mundo, sino que los preserves del mal. Ellos no són del mundo, como no soy del mundo Yo[41]. Y la Iglesia hace propio este deseo.

Pero esta diferencia no es separacion. Mejor aun, no es indiferencia, no es temor, no es desprecio. Cuando la Iglesia se distingue de la humanidad, no se opone a ella, antes bien se le une. Como el médico que, conociendo las insidias de una pestilencia procura guardarse a si y a los otros de tal infeccion, pero al mismo tiempo se consagra a la curación de los que han sido atacados, asi la Iglesia no hace de la misericordia, que la divina bondad le ha concedido, un privilegio exclusivo, no hace de la propia fortuna un motivo para desinteresarse de quien no la ha conseguido, antes bien convierte su salvación en argumento de interés y de amor para todo el que esté junto a ella o a quien ella pueda acercarse con su esfuerzo comúnicativo universal.

40.
2Co 6,14-15,
41. Jn 17,15-16,


MISION QUE CUMPLIR, ANUNCIO QUE DIFUNDIR

26 Si verdaderamente la Iglesia, como deciamos, tiene conciencia de lo que el Señor quiere que ella sea, surge en ella una singular plenitud y una necesidad de efusion, con la clara advertencia de una misión que la trasciende y de un anuncio que debe difundir. Es el deber de la evangelizacion. Es el mandato misionero. Es el ministerio apostolico. No es suficiente una actitud fielmente conservadora. Cierto es que hemos de guardar el tesoro de verdad y de gracia que la tradición cristiana nos ha legado en herencia; mas aun: tendremos que defenderlo. Guarda el deposito, amonesta San Pablo[42]. Pero ni la custodia, ni la defensa rellenan todo el deber de la Iglesia respecto a los dones que posee. El deber congénito al patrimonio recibido de Cristo es la difusion, es el ofrecimiento, es el anuncio, bien lo sabemos: Id, pues, ensenad a todas las gentes[43] es el supremo mandato de Cristo a sus Apostoles. Estos con el nombre mismo de Apostoles definen su propia e indeclinable mision. Nosotros daremos a este impulso interior de caridad que tiende a hacerse dón exterior de caridad el nombre, hoy admitido ya por todos, de "dialogo".

42.
1Tm 6,20,
43. Mt 28,19,


EL "DIALOGO"

27 La Iglesia debe ir hacia el dialogo con el mundo en que le toca vivir. La Iglesia se hace palabra; la Iglesia se hace mensaje; la Iglesia se hace coloquio. Este aspecto capital de la vida actual de la Iglesia sera objeto de un estudio particular y amplio por parte del Concilio Ecuménico, como es sabido; y Nos no queremos entrar al examen concreto de los temas propuestos a tal estudio, para asi dejar a los Padres del Concilio la misión de tratarlos libremente. Nos queremos tan solo, Venerables Hermanos, invitaros a anteponer a este estudio algunas consideraciones para que sean mas claros los motivos que mueven a la Iglesia al dialogo, mas claros los métodos que se deben seguir y mas claros los objetivos que se han de alcanzar. Queremos preparar los animos, no tratar las cuestiones.

No podemos hacerlo de otro modo, convencidos de que el dialogo debe caracterizar Nuestro oficio apostolico, como herederos que somos de una estilo, de una norma pastoral que Nos ha sido transmitida por Nuestros Predecesores del siglo pasado, comenzando por el grande y sabio León XIII que, personificando la figura evangélica del escriba prudente que como un padre de familia saca de su tesoro cosas antiguas y nuevas[44], emprendia majestuosamente el ejercicio del magisterio católico haciendo objeto de su riquisima enseñanza los problemas de nuestro tiempo considerados a la luz de la palabra de Cristo. Y del mismo modo sus sucesores, como sabéis. ¿No nos han dejado Nuestros Predecesores, especialmente los papas Pio XI y Pio XII, un magnifico y muy rico patrimonio de doctrina, concebida en el amoroso y sabio intento de aunar el pensamiento divino con el pensamiento humano, no abstractamente considerado, sino concretamente formulado con el lenguaje del hombre moderno? Y este intento apostolico, ¿qué es sino un dialogo? Y ¿no dio Juan XXIII, Nuestro inmediato Predecesor, de v.m., un acento aun mas marcado a su enseñanza en el sentido de acercarla lo mas posible a la experiencia y a la compresión del mundo contemporaneo?

¿No se ha querido dar al mismo Concilio, y con toda razon, un fin pastoral, dirigido totalmente a la inserción del mensaje cristiano en la corriente de pensamiento, de palabra, de cultura, de costumbres, de tendencias de la humanidad, tal como hoy vive y se agita sobre la faz de la tierra? Antes de convertirlo, mas aun, para convertirlo, el mundo necesita que nos acerquemos a él y que le hablemos.

En lo que toca a Nuestra humilde persona, aunque no Nos gusta hablar de ella y deseosos de no llamar la atencion, no podemos, sin embargo, en esta intención de presentarnos al Colegio episcopal y al pueblo cristiano, pasar por alto Nuestro proposito de perseverar -cuanto lo permitan Nuestras débiles fuerzas y sobre todo la divina gracia Nos dé modo de llevarlo a cabo- en la misma linea, en el mismo esfuerzo por acercarnos al mundo, en el que la Providencia Nos ha destinado a vivir, con todo respeto, con toda solicitud, con todo amor, para comprenderlo, para ofrecerle los dones de verdad y de gracia, cuyos depositarios nos ha hecho Cristo, a fin de comúnicarle nuestra maravillosa herencia de redención y de esperanza. Profundamente grabadas tenemos en Nuestro espiritu las palabras de Cristo que, humilde pero tenazmente, quisiéramos apropiarnos: No... envio Dios su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea por El salvado[45].

44.
Mt 13,52,
45. Jn 3,17,



Ecclesiam suam ES 13