Historia Eclesiástica- Eusebio de Cesarea L.3 c.11


XI.- Cómo Simeón dirige la iglesia de Jerusalén después de Jacobo


1 Tras el martirio de Jacobo y la inmediata toma de Jerusalén, cuenta la tradición que, viniendo de diversos sitios, se reunieron en un mismo lugar los apóstoles y los discípulos del Señor que todavía se hallaban con vida, y juntos con ellos también los que eran de la familia del Señor según la carne (pues muchos aún estaban vivos). Todos ellos deliberaron acerca de quién había de ser juzgado digno de la sucesión de Jacobo, y por unanimidad todos pensaron que Simeon, el hijo de Clopás (a quien también menciona el texto del Evangelio), merecía el trono de aquella región, por ser, según se dice, primo del Salvador, pues Hegesipo cuenta que Clopás era hermano de José.



XII.- Cómo Vespasiano manda buscar a los descendientes de David


1 Además de todo esto, Vespasiano, una vez que Jerusalén hubo sido tomada, ordenó que se buscara a todos los de la familia de David, para que entre los judíos no fuera dejado nadie de la familia real. Por esta razón se emprendió otra gran persecución contra los judíos.




XIII.- Cómo Anacleto fue el segundo obispo de Roma


1 Al cabo de diez años de su reinado, Vespasiano es sucedido como emperador por su hijo Tito. En el segundo año del reinado de este segundo, Lino, obispo de la iglesia de Roma, después de sostener el ministerio durante doce años, se lo entrega a Anacleto. Domiciano sucedió a su hermano Tito, que había reinado dos años y dos meses.



XIV.- Cómo Abilio fue el segundo en dirigir a los alejandrinos


1 Abilio sucede a Aniano, primer obispo de la región de Alejandría, tras completar veintidós años y morir el cuarto año del reinado de Domiciano.




XV.- Cómo Clemente fue el tercer obispo de Roma después de Anacleto


1 Clemente fue obispo de la iglesia de Roma durante doce años. Este Clemente -enseña el apóstol Pablo en su Epístola a los Filipenses- era su colaborador. Lo expresa como sigue: «Con Clemente también y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida.»



XVI.- Acerca de la carta de Clemente


1 Hay una carta de Clemente que es admitida, extensa y asombrosa la escribió a la iglesia de los corintios en nombre de la iglesia en Roma, cuando había una revuelta en Corinto. Tenemos constancia de que esta carta se usa públicamente en la congregación en la mayoría de las iglesias, no sólo en la antigüedad sino también en nuestros días. Hegesipo es un testigo de que en aquel tiempo hubo una revuelta en Corinto.



XVII.- Acerca de la persecución en tiempos de Domiciano


1 Domiciano demostró ser en gran manera cruel para con muchos, y no a pocos nobles y a hombres insignes asesinó sin siquiera un juicio lógico. También castigó a millares de hombres ilustres con el destierro fuera de las fronteras y confiscación de bienes sin razón. Finalmente se constituyó a sí mismo sucesor de Nerón en su enemistad y lucha contra Dios. En realidad fue el segundo que instigó la persecución contra nosotros, aunque su padre, Vespasiano, no había concebido nada insólito contra nosotros.



XVIII.- Acerca del apóstol Juan y del Apocalipsis


1. Por aquel tiempo, según la tradición, el apóstol y evangelista Juan (todavía vivo) fue condenado a residir en la isla de Patmos por su testimonio del Verbo Divino.

2. Ireneo, escribiendo sobre el número del nombre que designa al anticristo en el llamado Apocalipsis, de Juan, menciona las siguientes palabras en el libro V, Contra las herejías, acerca de Juan:

3. «Pero si hubiese sido preciso anunciar explícitamente su nombre, se hubiera comunicado por medio de aquel que también vio el Apocalipsis; pero hace poco que se vio, casi en nuestra generación, al final del imperio de Domiciano».

4. Por aquel entonces la señal de nuestra fe, resplandeció de tal modo que incluso los escritores fuera de nuestra tradición no dudaron en exponer en sus narraciones la persecución de los mártires que tuvo lugar en ella. También indicaron el tiempo con precisión, cuando cuentan que en el año decimoquinto de Domiciano, Flavia Domitila, hija de una hermana de Flavio Clemente, cónsul de Roma por aquel entonces, juntamente con muchos otros, fue sentenciada al destierro en la isla de Pontia por el testimonio de Cristo.



XIX.- Cómo Domiciano manda dar muerte a los de la familia de David


1 Domiciano también ordenó aniquilar a los de la familia de David, y, según una antigua tradición, ciertos herejes acusaban a los descendientes de Judas (el cual era hermano, según la carne, del Salvador) por ser de la familia de David y estar emparentados con el mismo Cristo. Esto expone Hegesipo con las siguientes palabras:



XX.- Acerca de la familia de nuestro Salvador


1. «Todavía se hallaban con vida, de la familia del Señor, los nietos de Judas (llamado su hermano según la carne). A éstos delataron porque eran de la familia de David. El evocato los llevó ante el césar Domiciano, pues, como Herodes, también tenía miedo de la venida de Cristo.

2. »Les preguntó si eran descendientes de David y ellos lo confesaron Luego les preguntó acerca del número de sus bienes o cuánto dinero poseían, pero ellos dijeron que entre ambos sólo sumaban nueve mil denarios, la mitad cada uno; y persistían en decir que ni siquiera esto tenían en metálico, sino que se trataba de la tasación de sólo treinta y nueve pletros de tierra, por la que pagaban impuestos y la trabajaban ellos mismos para su subsistencia».

3. A continuación mostraron sus manos, y ofrecieron como testimonio de su trabajo personal su fortaleza física y los callos que les habían salido en sus propias manos por la obra ininterrumpida.

4. Interrogados sobre Cristo y su reino, qué tipo de reino era, dónde y cuándo aparecería, explicaron que no se trataba de un reino de este mundo o de esta tierra, sino celestial y angélico y que ha de tener lugar en el final de los tiempos. Porque viniendo en gloria juzgará a vivos y muertos y pagará a cada uno según sus obras.

5. Observando todo esto, Domiciano nada les reproché, sino que incluso los menospreció como a gente vulgar y, dejándolos en libertad, puso fin a la persecución de la iglesia mediante un decreto.

6. Los que habían sido liberados dirigieron las iglesias por haber testificado y por pertenecer a la familia del Señor, y habiendo llegado la paz, vivieron hasta Trajano.

7. Esto, según Hegesipo, pero Tertuliano también hace una mención parecida de Domiciano: «También Domiciano intentó en cierta ocasión llevar a cabo lo mismo que aquél, pero su crueldad sólo fue una parte de la de Nerón. Porque, según creo, tenía cierto conocimiento y apresuradamente cesó la persecución, incluso haciendo llamar a los desterrados»

8. Al cabo de quince años de reinar Dom iciano, y tras sucederle Neiva en el poder, el Senado romano votó que los honores de Domiciano fueran eliminados y que volvieran a su casa los desterrados injustamente, y al mismo tiempo tomaran de nuevo sus posesiones. Estos hechos los cuentan los que han transmitido por escrito los acontecimientos de entonces.

9. Así pues, entonces, según una antigua tradición nuestra, el apóstol Juan, viniendo del destierro en la isla, pasé a vivir a Éfeso.



XXI.- Cómo Cerdón fue el tercero en dirigir la iglesia de Alejandría


1 Tras reinar poco más de un año, Neiva fue sucedido por Trajano, y en el primer año de este último, Cerdón sucedió a Abilio, que había dirigido la congregación de Alejandría durante trece años. De este modo, Cerdón vino a ser el tercero que ocupó el cargo después de Aniano, que fue el primero. Entonces Clemente todavía dirigía a los romanos, siendo él también el tercer obispo de aquel lugar, después de Pablo y de Pedro. Lino fue el primero y tras él Anacleto.



XXII.- Cómo Ignacio fue el segundo en dirigir la iglesia de Antioquía


1 En Antioquía, después de Evodio, el primero en ser nombrado, era muy conocido también en aquella época el segundo:

Ignacio. Del mismo modo, por aquel entonces, Simeón, segundo después del hermano de nuestro Salvador, tenía este ministerio en Jerusalén.



XXIII.- Relato acerca del apóstol Juan


1. Por entonces, el apóstol y evangelista Juan, aquel a quien Jesús amaba, todavía estaba con vista en Asia y continuaba allí cuidando de la iglesia tras volver del destierro de la isla, una vez que hubo muerto Domiciano.

2. Bastarán los testigos para garantizar que entonces Juan todavía vivía, pues ambos son fidedignos y reconocidos en la ortodoxia de la iglesia. Se trata de Ireneo y de Clemente de Alejandría.

3. El primero, en algún punto del libro II de Contra las herejías, escribe lo siguiente: «Y todos los ancianos de Asia que mantienen contactos con Juan, el discípulo del Señor, dan testimonio de que lo transmite Juan, pues permaneció con ellos hasta los tiempos de Trajano».

4. También el libro III de la misma obra expone así: «Pero incluso la iglesia de Éfeso, puesto que la fundó Pablo y que Juan permaneció en ella hasta los tiempos de Trajano, es un testimonio verdadero de la tradición de los apóstoles».

5. Por otro lado, Clemente indica el mismo tiempo, y añadió un relato, indispensable para aquellos que gustan de oir cosas hermosas y de algún provecho, a la obra que tituló ¿Quién es el rico que se salva? Así pues, tómala y lee lo que allí se halla escrito:

6. «Oye este rumor, que no es un rumor, sino una tradición sobre el apóstol Juan, transmitida y conservada en la memoria. Así pues, cuando murió el tirano, Juan pasó de la isla de Patmos a Éfeso. De allí salía, cuando se lo pedían, a las regiones vecinas de los gentiles, ya fuera para establecer obispo, para dirigir iglesias enteras o para designar algún sacerdote de los que habían sido elegidos por el Espíritu.

7. »Fue, pues, a una ciudad cercana (cuyo nombre incluso algunos mencionan) y, tras traer alivio a los hermanos en las otras cosas, mirando fijamente al obispo establecido por todos y habiendo visto a un joven alto, de aspecto agradable y de ánimo encendido, dijo: "Te entrego a éste con toda diligencia ante la iglesia y con Cristo de testigo" Y, a pesar de que el obispo lo aceptó comprometiéndose en todo, Juan de nuevo decía lo mismo y lo afirmaba con los mismos testigos.

8. »Entonces se fue a Éfeso, y aquel obispo recibió en casa al joven que le había sido entregado y lo hospedó, lo mantuvo, lo cuidó y finalmente lo bautizó. Luego moderó algo el gran cuidado y protección, porque creía que lo había provisto de la perfecta protección: el sello del Señor.

9. »Pero siendo su libertad prematura y tomándole algunos ociosos de su misma edad habituados al mal, lo pervirtieron. Primero se lo atrajeron con pródigos festines, luego se lo llevaban con ellos incluso cuando iban a robar de noche, y finalmente le reclamaban mayor colaboración.

10. »El fue adhiriéndose a ellos paulatinamente y, por su fortaleza física, se extravió del camino recto como caballo desbocado y robusto, cayendo al abismo con gran velocidad.

11. »Al final renunció a la salvación que hay en Dios y ya no proyectaba pequeñeces, antes bien, habiendo llevado a cabo graves crímenes, y ya que estaba perdido para siempre, merecía sufrir como los demás. De este modo, tomando a estos otros jóvenes y reuniendo una banda de ladrones, él era su resuelto jefe, el más violento, el más asesino y el más aterrador.

12. »Pasando el tiempo, hubo alguna necesidad y llamaron a Juan. Él tras solucionar los asuntos que le habían llevado allí, dijo: "Venga, pues, obispo, devuélveme el depósito que yo y Cristo te entregamos ante la iglesia que tú diriges y es testigo."

13. »El obispo, primero se sorprendió pensando que se le acusaba acerca de algún dinero que él no había recibido, y tampoco podía creer en lo que no tenía ni desconfiar de Juan. Pero cuando Juan dijo: "El joven es a quien te reclamo y el alma del hermano", el anciano se echó a llorar y, con muchas lágrimas, dijo: "Está muerto." ¿Cómo? ¿De qué muerte? "Muerto para Dios, porque se fue malvado, perdido y, lo que es más, ladrón, y ahora se ha apoderado del monte que hay al frente de la iglesia, con una banda como él."

14. »El apóstol, rasgando sus vestidos y golpeándose la cabeza con grandes gemidos, dijo: "¡Buen cuidador dejé del alma del hermano! Pero traigan un caballo y alguien me indique el camino." Y desde allí, tal como estaba, emprendió su marcha desde la iglesia.

15. »Cuando llegó al lugar, le tomaron los guardias de los bandidos, pero él ni se escondía ni hacía súplicas, sino que decía gritando: Para esto vine, conducidme a vuestro jefe.

16. »Éste, mientras esto ocurría, esperaba armado, pero al reconocer que era Juan el que se acercaba, escapó avergonzado. Él le seguía con toda su fuerza y descuidando su propia edad.

17. »Le gritaba: "¿Por qué huyes de mí, hijó, de tu padre indefenso y viejo? Ten piedad de mí, hijo, no tengas temor. Todavía tienes esperanza de vida. Yo daré cuenta de ti ante Cristo. Si es preciso, soportaré la muerte por ti de buen grado, del mismo modo que el Señor la sufrió por nuestra causa. Cambiaré tu alma por la mía propia. Detente, me ha enviado Cristo."

18. »El joven, cuando oyó estas cosas, primero se detuvo, bajando su rostro; después tiré sus armas, y luego, temblando, lloró amargamente Al llegar el anciano lo abrazó, presentando, en lo posible, sus lamentos a modo de defensa y sus lágrimas como segundo bautismo. Únicamente escondía la diestra.

19. »Pero él, que era su fiador, jurando que había hallado perdón del Salvador para él y suplicando, se postró de rodillas y besó su diestra purificada por el arrepentimiento. Lo llevó de nuevo a la iglesia, oró con abundantes súplicas, lo acompañó compartiendo sus ayunos y fue cautivando su corazón con los multiformes lazos de sus palabras. Según dicen, no se alejó de allí hasta que lo hubo establecido en la iglesia, habiendo dado grandes muestras de un arrepentimiento verdadero y grandes señales de regeneración a modo de trofeo de una resurrección visible».



XXIV.- Acerca del orden de los Evangelios


1. Sea, pues, esta cita de Clemente no sólo un relato sino también sirva de provecho para aquellos que lo lean. Pero mencionemos a continuación los escritos indiscutibles del apóstol.

2. En primer lugar hay que aceptar como auténtico su Evangelio, que se lee en todas las iglesias bajo el cielo. Pero la razón por la que entre los antiguos se colocara en cuarto lugar, después de los otros tres, tal vez se aclara con la siguiente explicación:

3. Estos hombres eran inspirados, y en realidad notables para con Dios (me refiero a los apóstoles de Cristo), y tenían purificadas sus vidas sobremanera y ornamentadas sus almas por toda virtud. No obstante, hacían uso del lenguaje sencillo. Ciertamente ellos eran animados por el poder divino y obrador de milagros recibidos del Salvador, pero no sabían ni tampoco buscaban ser embajadores del conocimiento de la enseñanza por medio de la persecución y del arte de la oratoria. Sino que anunciaban a toda la tierra el reino de los cielos sin demasiado esfuerzo para ponerlo por escrito, utilizando solamente la demostración del Espíritu Divino que les auxiliaba y el poder de Cristo que obraba milagros por medio de ellos.

4. Y esto lo hacían de este modo porque servían a un ministerio más alto y superior al hombre. Por eso Pablo, de todos el más hábil para preparar discursos y el de pensamiento más poderoso, no nos dejó por escrito más que brevísimas cartas, a pesar de poder explicar cosas infinitas e inefables, porque llegó a la contemplación del tercer cielo, y arrebatado al mismo paraíso, fue hecho digno de oír las inefables palabras de aquel lugar.

5. Pero tampoco los otros seguidores de nuestro Salvador carecían de experiencias similares. Me refiero a los doce apóstoles, a los setenta discípulos y a millares más. Mas, a pesar de ello, de todos éstos únicamente Mateo y Juan nos han dejado un recuerdo de las plácticas del Señor, e incluso ellos, según la tradición, se pusieron a escribir obligados.

6. Por su parte, Mateo, que en primer lugar predicó a los hebreos cuando ya estaba por dedicarse también a otros, expuso por escrito su Evangelio en su lengua materna, sustituyendo de este modo por escrito la falta de su presencia en medio de aquellos de los que se alejaba.

7. Y, a su vez, Marcos y Lucas ya habían procedido a la entrega de sus respectivos Evangelios cuando se dice que Juan seguía haciendo uso de la predicación oral, y que finalmente se dedicó a escribirlo por causa de la siguiente razón:
Habiendo sido ya divulgados los tres Evangelios escritos con anterioridad, llegando también a sus manos, dicen que los aceptó e incluso dio testimonio de su veracidad, pero que el relato carecía de los hechos que llevó a cabo Cristo en el principio y también en el comienzo de su predicación.

8. La explicación es verdadera. Se puede ver cómo los tres evangelistas únicamente refieren por escrito los hechos del Salvador ocurridos un año después del encarcelamiento de Juan el Bautista. Y ellos mismos lo indican al principio de sus relatos.

9. Por ejemplo, tras el ayuno de cuarenta días y de la subsiguiente tentación, Mateo pone de manifiesto el tiempo de su propio escrito cuando dice: «Cuando Jesús oyó que Juan estaba preso, volvió de Judea a Galilea».

10. Del mismo modo, Marcos dice: «Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea». Y Lucas también, antes de empezar a redactar los hechos de Jesús, menciona algo semejante, cuando dice que Herodes añadió, a sus anteriores crímenes, el siguiente: «Encerró a Juan en la cúrcel».

11. Por esta causa dicen que se rogó a Juan para que expusiera en su Evangelio el tiempo no mencionado y los hechos del Salvador durante este período (es decir, antes del encarcelamiento del Bautista). Esto también lo menciona cuando dice: «Este principio de señales hizo Jesús», y cuando habla sobre el Bautista, entre los hechos de Jesús, diciendo que todavía bautizaba en Ainón, cerca de Salem. Esto lo expone claramente como sigue: «Porque Juan no había sido aún encarcelado».

12. Así pues, Juan expone en su Evangelio escrito las obras anteriores al encarcelamiento del Bautista, pero los tres evangelistas restantes mencionan las que llevó a cabo después de que él fuera encarcelado.

13. Quien considere estos factores ya no podrá creer que los Evangelios difieren entre sí, sino que el de Juan abarca los primeros hechos de Cristo y los otros relatos el final. Del mismo modo, debe haber silenciado la genealogía según la carne de nuestro Salvador porque Mateo y Lucas ya la habían escrito y debe haber empezado con su divinidad como si el Espíritu divino se lo hubiera guardado por ser más poderoso.

14. Todo lo mencionado acerca de la escritura del Evangelio según San Juan es ya suficiente, y cuál fue la causa del Evangelio según San Marcos ya quedó explicado anteriormente.

15. Por lo que se refiere a Lucas, él también explica de antemano la razón de la composición del Evangelio al principio de su narración. Puesto que muchos otros ya se habían dedicado precipitadmnente a componer un relato de aquellas cosas sobre las cuales estaba ciertísimo, le pareció necesario alejarnos de las inciertas suposiciones de los demás y en su Evangelio nos ha transmitido la narración exacta de aquellas cosas cuya verdad ha obtenido con suficiencia de datos, por causa de su convivencia y su relación con Pablo junto con la reunión de los demás apóstoles.

16. Esto es lo que poseemos sobre este punto. No obstante, en un momento más oportuno, intentaremos exponer, usando citas de los antiguos, lo que otros han afirmado acerca de este tema.

17. Además del Evangelio, de los escritos de Juan también se conoce, sin duda alguna, tanto antiguamente como ahora, su primera Epístola.

18. Sin embargo, se discuten las dos restantes. Sobre el Apocalipsis, la opinión de muchos sigue dividida entre ambas posturas. También a su debido tiempo éste escrito recibirá el juicio basado en el testimonio de los antiguos.



XXV.- Acerca de las divinas Escrituras admitidas y de las que no lo son


1. Habiendo llegado hasta este punto, ya es hora de dar una lista de los escritos del «Nuevo Testamento» mencionados. Primero se ha de situar la santa tétrada de los Evangelios, seguidos por Los Hechos de los Apóstoles.

2. A continuación hay que disponer las Epístolas de Pablo, después se ha de decretar como cierta la I Epístola de Juan, así como la de Pedro. Luego, si se desea, el Apocalipsis de Juan, sobre el que a su tiempo manifestaremos lo que se cree de él. Estos son los reconocidos.

3. Los escritos discutidos, a pesar de ser conocidos por la mayoría, son las llamadas Epístolas de Santiago, la de Judas y la II de Pedro, y las que llaman II y III de Juan, tanto si son del evangelista como si son de alguien con el mismo nombre.

4. Hay que considerar como espurios los siguientes: Los Hechos de Pablo, el llamado Pastor, el Apocalipsis de Pedro, la que dicen que es Epístola de Bernabe, el escrito llamado Enseñanza de los Apóstoles y, como dije, si se desea, el Apocalipsis de Juan. Este escrito es rechazado por algunos y considerado entre los reconocidos por otros.

5. Algunos incluyen en esta lista el Evangelio a los Hebreos, por el que gozan en gran manera los hebreos que han recibido a Cristo. No obstante, todos estos escritos son discutidos.

6. Así pues, nos hemos visto obligados a hacer la lista también de los discutidos, separando los escritos que, según la tradición eclesiástica, son verdaderos, originales y admitidos, de los restantes, que, a pesar de no ser testamentarios, sino discutidos, son conocidos por la mayoría de los autores eclesiásticos. De este modo podemos ver estos escritos y también aquellos que, bajo el nombre de los apóstoles, han diseminado los herejes, como si contuvieran los Evangelios de Pedro, de Tomás, de Matías o de cualquier otro, así como los Hechos de Andrés, de Juan o de otros apóstoles. De todos éstos, ninguno fue considerado jamás como digno de ser citado por los escritores de la sucesión eclesiástica.

7. Hay que añadir que incluso el tipo de frase cambia con respecto a los apóstoles, y que el concepto y el plan que en ellos se hallan, armonizan menos con la verdadera ortodoxia, hasta tal punto que viene a ser evidente que fueron forjados por hombres herejes. Por eso no hay que situarlos entre los espurios, sino que, como totalmente ilógicos e impíos, deben de ser rechazados.



XXVI.- Acerca del mago Menandro


1. Continuemos, pues, nuestro relato. Menandro fue el sucesor del mago Simón, y por su modo de actuar demostró ser un arma diabólica no inferior a la primera.
También era samaritano, y no fue inferior a su maestro en su avance hacia la cumbre de la hechicería, sino que sobreabundó en adivinaciones aún mayores. Y decía, como si lo fuera, que él era el salvador enviado para salvación de los hombres, de algún lugar en las alturas, desde lugares invisibles.

2. Enseñaba que a nadie le era posible superar a los mismísimos ángeles hacedores del mundo si primero no era guiado a través de la experiencia mágica impartida por él y por su bautismo. Los que han sido juzgados dignos de este bautismo ya tienen parte en la vida presente de la inmortalidad imperecedera, y no morirán, sino que han de permanecer para siempre, sin envejecer y siendo inmortales. Todo esto se conoce fácilmente por Ireneo.

3. Justino, cuando menciona a Simón, por el mismo hecho añade también este comentario sobre el otro: «Tenemos noticias además de que un tal Menandro, también samaritano, de la aldea de Caparatea, habiendo sido discípulo de Simón y aguijoneado por los demonios, vino a Antioquía y engañó a muchos con su arte mágica. Convenció a sus seguidores de que no morirán, y aún hay algunos de los suyos que lo confiesan».

4. Se trataba de la obra diabólica que, por medio de estos magos disfrazados con nombres cristianos, se esforzaba en desacreditar, con su magia, el gran misterio de la piedad y en ridiculizar, por medio de ellos, los dogmas de la Iglesia referentes a la inmortalidad del alma y la resurrección de los muertos.A pesar de ello, cuantos han tomado a éstos por salvadores, han caído de la verdadera esperanza.



XXVII.- Acerca de la herejía de los ebionitas


1. A otros el maligno demonio, no pudiendo arrebatarles de su dedicación para con el Cristo de Dios, se los hizo suyos al encontrarles algún otro punto débil. Los primeros fueron llamados Ebionitas acertadamente, pues consideraban a Cristo de un modo pobre y bajo.

2. Creían que era un hombre simple y común, que iba justificándose a medida que crecía en su carácter, y que nació como fruto de la unión de un hombre y de María. Les parecía indispensable cumplir la Ley, como si no pudieran salvarse con la sola fe en Cristo y una vida conforme a ella.

3. Además de éstos, existieron otros con el mismo nombre que estaban libres de las cosas absurdas de los anteriores. No rechazaban el hecho de que el Señor naciera de una virgen y del Espíritu Santo, pero, del mismo modo que aquéllos, no confesaban que ya preexistía puesto que era él mismo Dios, el Verbo y la Sabiduría. También volvían a la impiedad de los primeros, principalmente cuando, como ellos, se afanaban en honrar el culto a la Ley escrita

4. También creían que se habían de rechazar definitivamente las Epístolas del apóstol Pablo, al que llamaron apóstata de la Ley, pero hacían uso exclusivo del llamado «Evangelio a los Hebreos», ignorando los demás.

5. Guardaban el sábado (como los primeros) y toda la conducta judaica, pero el domingo observaban prácticas parecidas a las nuestras en memoria de la resurrección del Salvador.

6. Por esta causa de estos hechos llevan esta denominación, porque el apelativo Ebionita expresa la pobreza de su mentalidad. Pues los hebreos llaman con este nombre al pobre.



XXVIII.- Acerca del heresiarca Cerinto


1. Por ese tiempo Cerinto se hizo jefe de otra herejía. Cayo, al cual citamos antes, escribe sobre él lo siguiente en la investigación que se le atribuye:

2. «También Cerinto introduce ciertos milagros por unas revelaciones que afirma fueron escritas por un gran apóstol, y dice falsamente que le fueron enseñadas por ministerio de ángeles, que, tras la resurrección, el reino de Cristo será terrenal y que la carne que estuvo en Jerusalén será esclava de nuevo de pasiones y placeres. Siendo como es un enemigo de las Escrituras de Dios, y deseando engañar, asegura que tendrá lugar una fiesta nupcial de mil años».

3. Dionisio, que recibió el episcopado de la región de Alejandría durante mucho tiempo, también menciona a este mismo hombre en el libro II de sus Promesas, cuando dice que ciertos aspectos del Apocalipsis de Juan fueron recibidos de una tradición ya desde antiguo. Escribe así:

4. «Asimismo Cerinto, el que formé la herejía que lleva su nombre, la herejía cerintiana, y que deseó acreditar su ficción con un nombre digno de fe. El fundamento de su enseñanza es éste: que el reino de Cristo será terrenal.

5. »Y puesto que él mismo era un amador del cuerpo y totalmente carnal, anhelaba que sería como él soñaba: con saciedad del vientre y debajo del vientre, es decir con alimentos, con bebidas y con uniones camales, y con todo aquello con lo que creía se proporcionaría todos estos placeres del modo más elogioso: fiestas, sacrificios e inmolaciones sagradas».

6. Esto, según Dionisio. E Ireneo, tras explicar, en el libro I de su tratado Contra las herejías, alguna de las más vergonzosas creencias falsas de Cerinto, también expone por escrito, en el libro III, un relato no digno de olvido, según parece procedente de la tradición de Policarpo. Asegura que, en cierta ocasión, entrando el apóstol Juan en unos baños con la intención de lavarse, y notando la presencia de Cerinto en el interior, se apartó del lugar y huyó en dirección a la puerta, pues no podía aguantar el permanecer en el mismo techo que aquél. Además exhortaba con las siguientes palabras, a los que con él se hallaban, que le imitasen: «Huyamos, no vaya a ser que los baños se desmoronen porque está dentro Cerinto, el enemigo de la verdad».



XXIX.- Acerca de Nicolás y de los que se denominan con su nombre


1. Por aquel entonces se consolidó también la herejía de los nicolaítas, pero duró muy poco tiempo. Ésta también se menciona en el Apocalipsis de Juan. Ellos afirmaban que Nicolás era uno de los diáconos que, junto con Esteban, habían sido encargados por los apóstoles del cuidado de los pobres. Clemente de Alejandría relata lo siguiente en el libro III de sus Stromateis:

2. «Dicen que tenía una mujer encantadora y que, después de la ascensión del Salvador, acusándole los apóstoles de ser celoso, la puso en medio y le concedió unirse con quien lo quisiera. Pues dicen que aquel hecho estaba de acuerdo con este dicho: "Es preciso abusar de la carne." Así, siguiendo lo que tuvo lugar y lo que se dijo con simpleza y sin previo examen razonado, se prostituyen sin ningún pudor los que participan de esta herejía.

3. »No obstante, me consta que Nicolás no tuvo relación íntima con ninguna mujer con la excepción de con la que se había casado, y además de sus hijos, las hijas envejecieron vírgenes y el hijo se conservó puro.»De esta forma su acción de poner a su esposa de la que estaba celoso en el medio de los apóstoles fue una expulsión de la pasión, y la continencia de los placeres más perseguidos enseñaba a "abusar de la carne" Porque creo que, de acuerdo con la insstrucción del Salvador, "no quería servir a dos señores": el placer y el Señor.

4. »Dicen que también Matías enseñaba lo mismo, es decir, luchar contra la carne y abusar de ella sin concederle nada de placer, y hacer crecer el alma con la fe y el conocimiento». Sea, pues, esto suficiente acerca de los que, a pesar de encargarse de pervertir la verdad, lo hacen con más rapidez de lo que se tarda en decirlo.



XXX.- Acerca de los apóstoles cuyo matrimonio se ha demostrado


1. Clemente, a quien acabamos de citar, después de esto continúa con una lista de los apóstoles cuyo matrimonio está demostrado para los que niegan el matrimonio. Dice así: «¿Acaso también rechazaron a los apóstoles? Pedro y Felipe tuvieron hijos; Felipe incluso entregó a sus hijas en matrimonio, y Pablo no duda, en alguna de sus cartas, en nombrar a su cónyuge, la cual no le acompañaba, para una mayor flexibilidad en su servicio».

2. Ya que hemos hecho estos detalles, no estará de más referir otro relato suyo digno de ser narrado. Lo escribe en el libro VII de los Stromateis del siguiente modo: «Dicen que el bienaventurado Pedro, al ver que su misma esposa era llevada a muerte, se gozó gracias a su llamado y su vuelta a casa, y alzó su voz en gran manera a fm de estimularla y de consolarla, dirigiéndose a ella por su propio nombre: "Oh, tú, recuerda al Señor." Así era el matrimonio de los dichosos y la índole de los más amados». Aquí convenía citar este texto por su relación con nuestro tema.



XXXI.- Acerca de la muerte de Juan y de Felipe


1. Acerca de Pablo y de Pedro ya hemos mencionado la fecha de su muerte y el modo y el lugar en que se depositaron sus restos ma vez que partieron de esta vida.

2. Pero de Juan sólo mencionamos el tiempo. En cuanto al lugar de sus restos, se manifiesta en la carta de Policrates (obispo de la región de Éfeso), la cual escribió a Víctor, obispo de Roma. Menciona, junto con Juan, al apóstol Felipe y a sus hijas, como sigue:

3. «Pues también en Asia reposan gandes personalidades, las cuales resucitarán el último día de la venida del Señor, en la que vendrá de los cielos con gloria para buscar a todos los santos. Entre ellos, Felipe; uno de los doce apóstoles, que reposa en Hierápolis, dos de sus hijas que envejecieron vírgenes y otra hija suya que, tras vivir en el Espíritu Santo, duerme en Éfeso. También descansa en Éfeso Juan, el que se reclinó sobre el pecho del Señor y que fue sacerdote portador del petalón, mánir y maestro».

4. Todo esto se refiere a la muerte de ellos. Pero igualmente en el Diálogo de Cayo, que citamos poco ha, Proclo (contra el cual se dirige la investigación) dice lo siguiente, de acuerdo con lo que hemos relatado acerca de la muerte de Felipe y de sus hijas: «Después de Felipe, hubo en Hierápolis (la de Asia) cuatro profetisas que eran hijas de éste. Su sepulcro y el de su padre se hallan en aquel lugar».

5. Esto es lo que dice Próculo. También Lucas menciona en los Hechos de los Apóstoles a las hijas de Felipe, que en aquella ocasión vivían en Cesarea de Judea con su padre, y que habían recibido el don de la profecía. Dice lo siguiente:«Fuimos a Cesarea y, entrando en casa de Felipe el evangelista, que era uno de los siete, pasamos con él. Éste tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban»?

6. Puesto que ya hemos referido cuanto ha llegado a nuestro conocimiento acerca de los apóstoles, de sus tiempos y de las Sagradas Escrituras que nos han dejado, incluyendo también los que han de ser discutidos y que muchos leen públicamente en la mayoría de las iglesias, aunque son totalmente espurios o alejados de la ortodoxia apostólica, prosigamos con nuestra exposición.



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