Audi filia et vide- Juan de Avila 69

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f) CRISTO HERMOSO A LOS OJOS DE LA FE

Sabed, pues, mirar a este hombre con ojos de fe y de amor, y aprovecharos ha más que si lo viérades con ojos de cuerpo. A los ojos de cuerpo parecía Cristo afeado; mas a los de la fe muy hermoso. A los del cuerpo dice Esaías que estaba su gesto como escondido; mas a los de la fe, no hay cosa que se le esconda. Mas con ojos de lobo cerval, que ven tras paredes, así traspasan lo que parecen de fuera, y debajo de aquella flaqueza humana hallan fortaleza divina, y debajo de la fealdad y desprecio, hermosura con honra. Y por eso lo que dijo Isaías: Vímosle, y no tenía hermosura, díjolo en persona de los que lo miraron con ojos del cuerpo no más.

Mas, tomad, doncella, la luz de la fe, y mirá más adentro, y veréis cómo este que sale en semejanza de pecador es justo y justificador de pecadores, éste, que es muerto, es inocente como cordero; éste, que tiene la cara muy amarilla, es en sí muy hermoso, y por hermosear a los feos se para tal. Y, pues, mientra el esposo más pasa por la esposa y más se abaja, más lo debe ella ensalzar; y mientras más sudando viene, y con heridas y sangre, por amor de ella, más hermoso le parece, mirando el amor con que se puso al trabajo, claro es que, mirando la causa de tomar Cristo esta fealdad, parecerá más hermoso mientra más afeado. Decidme si la primer condición de hermosura escondió, cuando de rico y abundante se abajó a que le faltasen muchas cosas, ¿qué fue la causa, si no porque a nos ningún bien faltase? Y si fue hecho al parecer desemejable a la imagen del Padre hermoso, no fue sino porque ordenó el Padre de no darnos hermosura, sino tomando su Hijo nuestra fealdad. Y si escondió lo tercero, que es la luz o color, cuando aquella sagrada cara estaba amortiguada y escurecida, y aquellos ojos lucientes se escurecían, ya que quería morir y después de muerto, ¿por qué fue esto, sino por dar luz y color vivo a nuestras escuridades?, según él mismo lo figuró, cuando de su saliva, que significa a él en cuanto Dios, y de la tierra, que significa la humanidad, hizo lodo, que significa su abatida pasión, y con aquella bajeza recibió vista el ciego, que significa el género humano. Y si lo cuarto, que es el ser grande, escondió cuando se hizo hombre y el más abatido de todos los hombres, ¿por qué fue sino para conformarse con los chicos y pegarles su grandeza?, según fue figurado en el grande Eliseo, que, para resucitar el mochacho chico, se encogió y midió con él, y así le dio vida. Pues si San Augustín dice que, amando a Dios somos hechos hermosos, claro es que en la obra de mayor amor más somos hermosos. Pues, ¿en qué cosa tanto demostró el grande amor que Jesucristo tenía al Padre, como padecer por su honra como él dijo porque conozca el mundo que amó al Padre, levantaos, y vamos de aquí? Mas, ¿adónde iba? Claro es que a padecer. Y mientra una es mejor obra tanto es más hermosa, porque lo bueno es hermoso y lo malo feo. Claro está que cuanto Cristo más padecía mejor obra era; y por tanto, mientra más abajado y afeado, más hermoso es a los ojos de quien conoce que quien lo pasó no lo debía, más pasólo por honra del Padre y provecho de nosotros.

Estos son los ojos con que habéis de mirar a este hombre, para que siempre os parezca hermoso, como lo es, y para que sepa Pilato allá en el infierno, donde está, que pone Dios unos ojos al mundo, con los cuales, mirando a Cristo, tanto más hermoso parezca cuanto él más afeado lo quiso. Agora oíd cómo todo esto dice San Augustín: "Amemos a Cristo, y si algo feo en él halláremos, no le amemos, aunque él halló en nosotros muchas fealdades, y nos amó. Y si halláremos en él algo feo no le amemos, porque el estar vestido de carne, por lo cual se dice de él: Vímosle, y no tenía hermosura, si considérares la misericordia con que se hizo hombre, allí también te parecerá hermoso, porque aquello que dijo Isaías: Vímosle, y no tenía hermosura, en persona de los judíos lo decía. Mas ¿por qué le vieron sin hermosura? Porque no le miraban con entendimiento; mas a los que entienden al Verbo hecho hombre, gran hermosura les parece. Y así dijo uno de los amigos del desposado: No me gloríe yo en otra cosa sino en la cruz de Jesucristo, nuestro Señor. ¿Poco os parece, San Pablo, no haber vergüenza de las deshonras de Cristo, si no que aun os honráis de ellas, porque no tuvo Cristo crucificado hermosura, porque Cristo crucificado es escándalo para los judíos, y parece necedad a los infieles gentiles? Mas ¿por qué Cristo tuvo en la cruz hermosura? Porque, lo de Dios, que parece necedad, es más lleno de saber que lo sabio de todos los hombres. Y lo de Dios, que parece flaco, es más fuerte que lo más fuerte de todos los hombres. Y pues así es, parézcaos Cristo esposo hermoso. Siendo Dios es hermoso, Palabra acerca del Padre. Hermoso también en el vientre de la Madre, adonde no perdió la divinidad y tomó la humanidad. Hermoso el Verbo nacido infante, porque aunque él era infante que no hablaba, cuando mamaba, cuando era traído en los brazos, los cielos hablaron, los ángeles cantaron alabanzas, la estrella trujo a los Reyes magos, fue adorado en el pesebre, como manjar de animales mansos. Hermoso, pues, es en el cielo, hermoso en la tierra, hermoso en el vientre de la Madre, y hermoso en los brazos de ella, hermoso en los milagros, hermoso en los azotes, hermoso convidando a la vida, hermoso no teniendo en nada la muerte, hermoso dejando su ánima cuando expiró, hermoso tornándola a tomar cuando resucitó, hermoso en la cruz, hermoso en el sepulcro, hermoso en el cielo, hermoso en el entendimiento, la suma y verdadera hermosura, la justicia es. Allí no le verás hermoso, adonde le hallares no justo. Y pues en todas partes es justo, en todas partes es hermoso". Esto todo dice San Augustín.

Y cierto, si con esos ojos miráredes a Cristo, no os parecerá feo, como a los carnales, que en su pasión le despreciaban; mas con los santos apóstoles que en el monte Tabor le miraron, pareceros ha su cara resplandeciente como el sol, y sus vestiduras blancas como la nieve, y tan blancas, que, como dice San Marcos, ningún batanero sobre la tierra los pudiera emblanquecer, tan bien, lo cual significa que nosotros, que somos dichos vestidura de Cristo, porque le rodeamos y ataviamos con creerle y alabarle, y amarle, somos tan blanqueados por Él, que ningún hombre sobre la tierra nos pudiera dar la hermosura que Él nos dio. Parezcaos Él como el sol, y las almas por Él redimidas blancas como la nieve. Aquéllas, digo, que confesando y conociendo y aborreciendo su propria fealdad, piden ser hermoseadas y lavadas en esta piscina de sangre del Salvador, de la cual salen tan hermoseadas por Él que basten para enamorar a Dios, y que le sean cantadas con gran verdad las palabras ya dichas: Deseará el Rey tu hermosura.

Impreso en la florentísima Universidad de Alcalá de Henares, en casa de Juan de Brocar, que santa gloria haya, año 1556.



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