Job - Fray Luis de León - Capítulo XLII

Capítulo XLII

1. Y respondió Job al Señor, y dijo:
2. Sé que todo lo puedes, y que ningún pensamiento se te asconde.
3. ¿Quién este que encubre consejo sin saber? Por tanto hablé tontamente, y lo que sobrepuja mi sciencia.
4. Oye agora, y yo hablaré; preguntaré, y responderás.
5. Oíte con mis orejas, y agora te ve mi ojo.
6. Por tanto me repruebo, y hago penitencia en polvo y pavesa.
7. Y después que el Señor habló estas palabras a Job, dijo a Elifaz, temanites: Mi furor está enojado contra tus dos amigos y contra ti, porque no hablaste rectitud a Mí, como mi siervo Job.
8. Pues tomad siete becerros y siete carneros, y id a mi siervo Job, y ofreced holocausto por vosotros; y mi siervo Job rogará por vosotros, y tendré respecto a él para no imputaros esta culpa, de que no hablastes rectitud ante Mí, como Job mi siervo.
9. Pues fueron Elifaz, el de Temán, y Bildad, suí, y Sofar de Namatila, y hicieron como el Señor les habló, y recibió Dios los ruegos de Job.
10. Y el Señor se convirtió a la conversión de Job en el rogar por sus amigos: y tornó el Señor a Job todo lo que fue suyo doblado.
11. Y vinieron a él todos sus hermanos, y todas sus hermanas, y todos los que le conocían primero; y comieron pan con él en su casa, y menearon sobre él su cabeza, y consoláronle de cuanto mal el Señor le dio; y diole cada uno su oveja y su arracada de oro.
12. Y el Señor bendijo a las postrimerías de Job más que a sus principios; y fueron a él catorce mil ovejas, y seis mil camellos, y mil tintas de bueyes, y mil asnas.
13. Y tuvo siete hijos, y tres hijas.
14. Y llamó el nombre de la una Jemima, [día,] y de la segunda Quezia, [Casia,] y el de la tercera Querenhapuch, [Cornucopia.]
15. No se hallaron en toda la tierra mujeres hermosas como las hijas de Job; y dioles su padre heredad entre sus hermanos.
16. Y vivió Job después de estos azotes ciento y cuarenta años; y vio sus hijos y los hijos de ellos hasta la cuarta generación.
17. Y murió anciano y lleno de días. 



Exposición (Jb 42)

1. Y respondió Job al Señor y dijo. Acabó de hablar el Señor, cuando vio que su habla había obrado en Job el efecto que pretendía; que, como arriba dije, nunca habla Dios al hombre sino para hacer en él o por él algún provecho grande, por serie natural el hacer siempre bien. Pues como hablaba para criar en el alma de Job conocimiento de lo que había sobrado en palabras, y pesar de haber en ellas sobrado, y un perfecto rendimiento a los hechos y consejos divinos, que reconociese no entenderlos y los aprobase sin que los entendiese; luego que le vio dispuesto de esta manera, cesó de hablar, y Job comenzó a manifestar por la boca el efecto sancto que el Señor con sus razones le había engendrado en el ánimo.

Y dijo ansí:

2. Sé que todo lo puedes, y que ningún pensamiento se te asconde. En que muestra el grado de conocimiento en que Dios le había puesto con esta doctrina; porque en conocer que Dios lo puede y sabe todo, no conoce solamente que es en todo poderoso, sino también que es justo y sancto en todas sus obras. Porque el que todo lo puede, a todo excede y vence; y el que es sobre todos, como arriba decíamos, no recibe ley de ninguno y él solo es ley a sí mismo, y ansí es siempre justo cuanto hace y ordena. Por manera que quien conoce y confiesa sumo poder en Dios, por el mismo caso conoce y confiesa suma bondad; y si añadimos a esto saber sumo y perfecto, como aquí Job lo confiesa, concluido queda que quien esto dice, dice que Dios es en todas sus obras justísimo. Porque el torcer la justicia y el traspasar la ley de razón, siempre es y se hace o por flaqueza o por ignorancia o malicia.

Añade:

3. ¿Quién este que encubre consejo sin saber? Por tanto hablé tontamente, y lo que sobrepuja mi sciencia; que nace de lo que ha dicho primero. Como si más extendidamente dijera: Pues todo lo puedes, Señor, y todo lo sabes, hasta los secretos pensamientos del ánimo, y eres por el mismo caso, Señor, justo y sancto en tus obras, ¿quién, pues, siendo esto verdad, será tan tonto que quiera encubrirte su pensamiento?; esto es, que piense o presuma alegar por sí, y delante de Ti, y en favor de su justicia cosa alguna, contra quien Tú, Señor, no tengas clara y evidente respuesta.

Y porque Job en sus palabras había dado a entender de sí algún pensamiento como éste, y como significado que podría razonar sobre su causa con Dios, y alegar algo a que no se pudiese bien responder; por eso, lleno ya de este conocimiento sanctísimo, condena lo que ha dicho, no tanto por la sostancia de ello cuanto por el sonido; no por lo que declaradamente decir quería, sino por lo que parecía querer decir.

Y ansí dice: Por tanto hablé tontamente; esto es, sin reparar en el modo, y sin medir bien la forma de las palabras que dije, y los ademanes con que las decía. Y añade y lo que sobrepuja mi sciencia. O como el original dice a la letra: por tanto dije, y no entendí; maravillas sobre mí y no sabré. Porque a la verdad, confiado en el testimonio de su consciencia, quiso o pareció querer entender de los juicios y consejos de Dios más de lo que al hombre se le concede y permite; en que agora, habiendo oído a Dios, reconoce su demasía.

Porque con la grandeza del saber y poder de Dios que se le puso delante de los ojos, echó más de ver la bajeza y flaqueza humana, que la vio como junta a Dios y comparada con Él, en cuya comparación todo es como nada.

Pues dice, y prosigue:

4. Oye agora, y yo hablaré; preguntaré, y responderás. Con que apercibe para lo que decir quiere, y suplica a Dios que con clemencia le oiga y responda.

Y lo que decir quiere es:

5. Oíte con mis orejas, y agora te ve mi ojo.

6. Por tanto me repruebo, y hago penitencia en polvo y pavesa. Que es el afecto a que Dios pretendió reducirle, y a que en efecto le redujo; y es afecto conforme al conocimiento pasado, y que procede y nace de él. Porque quien conoce el ser de Dios inmenso, y la vileza del suyo; y por otra parte, siente en sí haber presumido de ponerse a razones con Dios, consiguientemente se humilla en sí luego, y de sí mismo se descontenta y se duele.

Pero dice que antes había oído a Dios, y que agora que le ve, por eso se reprende. En que da claramente a entender la fuerza que tienen para darnos luz y humillarnos las visiones de las cosas divinas, y es como una secreta disculpa. Como si más abiertamente dijese: Señor, si estuve demasiado y como ciego hasta agora, alguna ocasión me fue conocerte solamente, Señor, por oídas. Una cosa es oír de Ti, otra verte delante los ojos; que como delante del sol se aclara todo, y huyen sin dejar rastro de sí las tinieblas, ansí tu rostro resplandeciente, amaneciendo en el alma, hace huir de él toda ignorancia y error.

Ansí que agora que te veo a Ti, me reprendo y me repruebo a mí, y me duelo amargamente de te haber en alguna manera ofendido; y en señal de mi dolor y del descontento que de mí tengo y de cuanto me repruebo y desestimo, me envuelvo en este polvo y ceniza. Que fueron palabras demostradoras del reconocimiento y humildad y dolor perfecto a que ya llegado había, que era lo que Dios pretendía.

Y dicho esto, calló Job, y Dios quedó satisfecho y contento.

Y hace prueba de ello lo que se sigue, que es:

7. Y después que el Señor habló estas palabras a Job, dijo a Elifaz, temanites: Mi furor está enojado contra tus dos amigos y contra ti, porque no hablaste rectitud ante Mí, como mi siervo Job.

8. Pues tomad siete becerros y siete carneros y id a mi siervo Job, y ofreced holocausto por vosotros; y mi siervo Job rogará por vosotros, y tendré respecto a él para no imputaros esta culpa, de que no hablastes rectitud ante mí como Job, mi siervo. En que se dan a entender muchas cosas. Lo primero, entendernos cuán amigo queda Dios con Job y cuán satisfecho de sus palabras y ánimo, pues le alaba aquí; y no solamente le alaba, mas quiere perdonar por su medio de él las culpas de otros. A lo cual vino Job, ansí por la virtud de la vida pasada como por la paciencia que mostró en el azote presente, como por el dolor intenso con que humilló su corazón delante de Dios, por las muestras que dio de atrevido. Lo segundo, entendemos lo mucho que Dios se ofende de la inhumanidad y de la mentira, aunque se vista de celo sancto. Porque si el juicio humano juzgara aquí por lo que las palabras de Job y de sus amigos sonaban, ¿quién no cargara a Job de impaciente y atrevido, y loara a sus amigos de celosos de la honra de Dios? Mas Dios, que miraba la verdad y los ánimos, juzgó por diferente manera. Que vio en estos amigos, lo uno, que no decían verdad, ansí en condenar por malo a Job, como en afirmar que Dios aquí castigaba siempre a los malos y a solos ellos. Lo otro, conoció que el ánimo que tenían en esto y lo que les movía, no era tanto defender a Dios y volver por su honra, la cual nunca se defendió con mentira, cuanto inclinación a mostrarse celosos, nacida de presunción y de estimación propria viciosa, y juntamente un querer debajo de esta color desobligarse de aquello a que la amistad pasada y la humanidad obligaba.

Y ansí lo que éstos hicieron en las palabras, era falso en muchas cosas, y en el ánimo y fin doblado y fingido, porque mostraban uno, y miraban a otro. Por lo cual Dios se ofende tanto dello, que pone nombre de furor a su enojo; y les dice que no hablaron rectitud, como Job su siervo, esto es, que no anduvieron a las derechas, ni en las palabras que decían, ni en el ánimo con que las decían. De lo cual Job estuvo siempre libre, porque siempre dijo verdad en sus palabras, y en el ánimo anduvo descubierto y sencillo. Sólo tuvo un poco de demasía en quejarse, y en querer saber de Dios el porqué de su azote; que en un hombre tan afligido de Dios y tan agraviado de los que le debían consuelo, y tan saneado con el testimonio de su buena consciencia, fue ligera falta y muy digna de ser perdonada.

Aunque en esto mismo se ofrece a la consideración otra tercera cosa, y es el cuidado que tiene Dios y los medios que pone para perfeccionar a los suyos, y para librarlos de sus faltas, por pequeñas que sean; que para quitar de Job esta mota pequeña, viene por sí mismo y se le descubre y le habla, descendiendo a tan particulares razones. Lo cuarto, consideramos el amor grande que tiene Dios a los hombres, y el deseo encendido de su salvación; que cuando ellos mismos le tienen ofendido y se han hecho indignos de su favor y su gracia, Él mismo les busca terceros, amigos suyos y gratos a Él, que rueguen y intercedan por ellos. Y porque ellos no merecen ser oídos, negocia Dios que alguno de los que Él oye con amor, le hable, y para darles el perdón que ellos desmerecen, busca quien se lo pida y merezca. Y como los padres amorosos hacen con los hijos de que están ofendidos para no castigarlos, porque su corazón no lo sufre, y para con el perdón demasiado no darles avilantez a que pequen, se muestran por una parte rigurosos y duros, y por otra negocian secretamente con algún amigo que se ponga de por medio y les ruegue; ansí Dios clementísimo despierta entre sus amigos quien con su intercesión le detenga la mano, para que no descargue sobre los pecadores su golpe. En que hace tres cosas: una, dar salud a los que merecían castigo; otra, honrar a sus amigos, los que hace procuradores y medianeros del bien de los otros; y la tercera, satisfacer a su justicia con el mérito de quien le ruega, y sin azote de aquel por quien es en esta manera rogado.

Lo último consideramos aquí cómo encamina Dios las cosas todas para el bien y honor de los suyos, que como el Psalmo dice, al varón justo todo le sucede prósperamente, porque cuanto Dios en él hace o permite, todo es para su acrecentamiento mayor. Y es verdad siempre lo que Sant Pablo a los Romanos escribió, que todas las cosas hace Dios para sus escogidos. Pues ansí lo vemos aquí, en que ordena Dios que ruegue y interceda Job por aquellos mismos que de amigos se le habían vuelto enemigos y ingratos, y quiere que tome de ellos esta sancta venganza, trayéndoselos a los pies tan humillados, que los que poco antes se tenían por justos y defensores de la honra de Dios, y a él le pregonaban pecador y blasfemo, agora se condenen a sí, y a él le confiesen por justo, y deseen su intercesión para con Dios y la rueguen.

Y hace que él interceda, esto es, que pague con bien el mal recibido, y que se muestre humano con quienes le fueron crueles, y que se asemeje en esto al mismo Dios, que es bienhechor de los que le ofenden. En que hay muchas cosas: una, la confusión de estos amigos, viendo su engañado juicio; otra, la humildad de los mismos; otra, la salud que cría en ellos aquesta confusión y humildad; otra, la puntualidad de la justicia divina, que los afrentadores de Job, ésos le honren, y los pregoneros de su blasfemia, ésos vengan a valerse de sus oraciones y ruegos; otra, el mérito que ganó Job en rogar y ser de provecho a los tales; otra, la honra grande del mismo que de todo esto le viene. Porque es sin duda de ánimos grandes y heroicos, y obra propria de los hijos de Dios, pagar los males con bienes, y no dejándose vencer del enojo, a que mueven las recibidas injurias, mostrarse superiores en todo, y tan superiores que lo que suele agotar la fuente de la bondad para que no mane de sí bien en los otros, y lo que es como esposas para que no hagan buenas obras las manos, la injuria recibida, la ingratitud y desconocimiento no esperado ni merecido, eso mismo cría en ellos deseos encendidos de hacer bienes mayores, y no deseos solamente, sino obras de provecho grandísimo.

Y verdaderamente, aun en ley de venganza, no sé yo satisfacción que se iguale con la vergüenza y confusión que es en un ofensor injusto causa el ver que su ofendido en retorno es su bienhechor y le ayuda, y el verse necesitado de su beneficio y favor. Y, como al principio dije, es una sancta venganza; venganza, porque como la Escritura dice, el que esto hace pone brasas encendidas sobre la cabeza de su enemigo, o verdaderamente en el pecho y en el corazón se las pone; sancta, porque aprovecha al prójimo y agrada a Dios y le imita y se le hace semejante, que es aquello en que la sanctidad puramente consiste. Mas veamos lo que se sigue.

Dice:

9. Pues fueron Elifaz, el de Temán, y Bildad, suí, y Sofar de Namatila, y hicieron como el Señor les habló y recibió Dios los ruegos de Job. En que se ve la obediencia y humildad de los unos y la virtud heroica del otro.

Dice más:

10. Y el Señor se convirtió a la conversión de Job, en el rogar por sus amigos; y tornó el Señor a Job todo lo que fue suyo doblado. Mucho es de considerar lo que dice aquí el autor de este Libro: lo uno, que se convirtió Dios a la conversión de Job, la que hizo en rogar por estos sus llamados amigos; lo otro, añadir luego a esto, que le tornó Dios doblado todo lo que poseía primero.

Y digamos de cada cosa por sí. Porque en lo primero dásenos a entender claramente que no quiso ser Dios menos honrado ni menos piadoso que Job; y que como él volvió su ánimo a perdonar a quien tan mal le tratara, ansí Dios inclinó el suyo a piedad de los que ofendido le habían. Que son finezas admirables del amor que Dios tiene a los hombres, el cual puede tanto con Él, que no se contenta con hacernos bienes, sino, lo que es puro extremo de amor, busca trazas y ingenios para obligarse en cierta manera a hacerlos; y para que, siendo libre y no deudor de criatura ninguna, se muestre deudor y obligado. Porque es proprio del que mucho ama, en todo el bien que hace por aquel a quien ama, gustar de parecer que lo debe; y en realidad de verdad es afecto del amor que es muy fino querer el que ama que todo se le deba al amado. Y tal es lo que se entiende agora aquí en ordenar Dios que se convierta Job a piedad, para que Él se desenoje y convierta. Porque fue hacer y fortificar, de parte de Job, para contra sí un argumento que convence en esta manera: Yo, Señor, que soy miseria, y al fin hombre de ánimo y pecho angostísimo, perdono a mis enemigos, y deseo y os suplico su bien: Vuestra Majestad, que es la bondad misma, generoso y piadoso y liberal sobre todos, muy más justo es que se desenoje y perdone; y pues que yo me convierto, que, Señor, Vuestra Majestad se convierta. A que mira también lo que el Hijo nos enseñó que dijésemos en la oración a su Padre: Perdona nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores; adonde hace fuerza el mismo argumento. ¡Tanto procura nuestra honra y salud en todas las cosas! Y esto cuanto a lo uno.

Y cuanto a lo otro se advierte que torna Dios a Job todos sus bienes doblados, cuando se lee dél que perdona a sus malhechores y intercede por ellos, que ni cuando padeció con paciencia se dijo, ni cuando se reconoció por ceniza, ni cuando lloró y se dolió de su demasía humillado. Porque en ninguna de aquellas cosas se mostró lo perfecto de su virtud cuanto en esto, que a la verdad contiene en sí grandes bienes. Porque quien a sus enemigos ama, y hace bien a los que le dañan y injurian, lejos está de querer a nadie mal ni dañarle; y quien paga con amor al hombre el mal que le hace, cierto es que a Dios, de quien tantos bienes recibe, no le olvida y desama.

Por manera que ama perfectamente a Dios y a los prójimos quien para sus enemigos es bueno; y en este amor se encierra todo lo que Dios manda, y es aquello en que verdaderamente consiste la justicia cristiana. Lo cual declara aquí por figura la Sagrada Escritura diciendo que le tornó Dios a Job doblados sus bienes. Que en lo pasado representóse en él una justicia antigua; mas en esto píntase la justicia cristiana; y lo que ésta a aquélla excede, muéstralo aquí Dios por el exceso del premio. Allí los bienes son sencillos; aquí pone bienes y mercedes dobladas, nombradas a la verdad con nombres de tierra, pero que significan los bienes del cielo, que son bienes doblados y proprio premio de los hijos de Dios y sus semejantes, cuales son aquellos en quien resplandece esta caridad y justicia perfecta y cristiana que digo.

Pues tornó Dios con el doblo a Job los bienes de la tierra que antes poseyera, para declarar lo que le guardaba en el cielo; y porque siempre usa Dios de medios suaves, tornóselos, no criándolos o enviándoselos luego de súbito, sino ordenando lo que luego se sigue.

Que fue:

11. Y vinieron a él todos sus hermanos y todas sus hermanas y todos los que le conocían primero; y comieron pan con él en su casa, y menearon sobre él la cabeza, y consoláronle de cuanto mal el Señor le dio, y diole cada uno su oveja y su moneda de oro. Dice que vinieron entonces a visitar a Job todos sus conocidos y deudos; y no vinieron al principio de su mal y trabajo, porque quiso Dios que fuese trabajo puro; y ansí detuvo los que le fueran consuelo, y sólo dejó venir a aquellos que le añadieron fatiga. Pues éstos comieron con él, que es señal de alegría, y movieron sobre él su cabeza, que es el meneo del que conhorta y consuela, y que, en efecto, le consolaron, porque añadieron a las palabras las obras, dándole cada uno parte de su ganado y dinero. Que, aunque dice en número singular, su oveja y su escudo, no se entiende que le dio un escudo solo y una oveja sola cada uno, sino es manera de hablar de estas Letras, decir como en singular lo que es mucho. Como dice el Profeta: No florecerá el higo... y fallará la aceituna. Pues sobre esto que puso la piedad de los deudos, añadió Dios con larga mano su bendición para que se multiplicase en brevísimo tiempo.

Y ansí dice:

12. Y el Señor bendijo las postrimerías de Job más que a sus principios; y fueron a él catorce mil ovejas, y seis mil camellos, y mil yuntas de bueyes, y mil asnas.

13. Y tuvo siete hijos y tres hijas. Hace duda en este lugar cómo son no más de siete los hijos, y las hijas no más de tres, si es verdad que volvió Dios a Job todas las cosas dobladas; que según esto habían de ser agora catorce, y seis, porque habían sido tres y siete primero. A lo cual se responde que, si le diera agora Dios seis, y catorce, no le doblara, sino tresdoblara los hijos. Porque ésta es la diferencia de los hijos que se le murieron a Job, a las ovejas y camellos y los demás bienes que le faltaron; que éstos, muriendo, perecieron del todo y para siempre; mas los hijos, muertos los cuerpos, viven siempre en las almas y en la resurrección postrera han de tornar eternamente a vivir. Y ansí doblarle los hijos fue no darle catorce sobre los dados, que aun muertos vivían y han de vivir para siempre, sino darle otros siete, como de hecho le dio.

Mas veamos lo que sigue:

14. Y llamó el nombre de la una Jemima, y de la segunda Kezia, y de la tercera Kerenhapuch. Jemima viene de yon, que es día; y Kezia es casia, una especie aromática o de canela muy fina; Kerenhapuch es como decir cuerno de alcohol o de afeite; que, según esto, podremos en español llamarlas Diana y Casilda y Cornelia.

Pero ofrécense acerca de esto dos cosas: una, por qué nombra la Escritura aquí a solas las hijas; otra, por qué fin les puso estos nombres. Y en lo primero se nos ofrecen algunas razones, unas llanas y que pertenecen a la historia, y otras de significación y sentido más secreto. Porque aunque es de creer que todos estos hijos de Job fueron hombres señalados y aventajados en todo, mas de los varones no consta, y pudo ser no lo fuesen; de las hembras dícelo la misma Escritura luego en el verso siguiente, y ansí quiso con razón que se supiesen sus nombres. Lo segundo, porque en nombrarlas hijas Dios y loarlas, deja nombrados y aprobados los hijos; que si lo flaco y lo mudable, cuales en sí y en la Sagrada Escritura son las mujeres, es digno de nombre, lo fuerte y varonil dicho se está que le merece.

Y decimos últimamente, que declara Dios en esto la feliz condición de los justos, en quien aun la enfermedad y flaqueza, quiero decir, lo flaco y lo despreciado, es nombrado y glorioso; porque en ellos el ser perseguidos es honra, y el vivir pobres riqueza, y la tentación victoria, y la aflicción y la cárcel y afrenta gloria grandísima, y finalmente vida y descanso la muerte. Y no sólo por el fructo que de ellos sacan, sino por eso mismo que aun cuando lo padecen y en el mismo padecer sienten y gozan. Y ansí Sant Pablo, como bien experimentado, decía: De buena gana haré honra de mis flaquezas, y, si conviene alabarme, de mis flaquezas me alabaré.

Pero vamos a la segunda duda que puse, acerca del propósito y fin de estos nombres; en que de ordinario se dicen dos cosas. Una, dice el Parafraste caldeo que eran de extremada hermosura, como luego la Escritura lo dice, y que las llamó su padre ansí para declarar su hermosura en el nombre. Porque a Yemima, la primera, que es palabra, como dijimos, originada del día, llamóla ansí como se la llamara Alba o Aurora en significación de su gentileza y frescura. La segunda, Kezia, fue como llamarla Olorosa y Fragante, y de estima y de precio, cual es la casia y canela. Y en la tercera, que llamó Kerenhapuch, que significa bujeta, de alcohol o de afeite, declaró ser ella la misma compostura y pintura, y, como decir solemos, ser una imagen pintada.

Otros dicen ansí: Que en los nombres de estas sus hijas señaló Job los sucesos de su vida, las diferencias y variedad y fortunas de ella; que es conforme a lo que de los patriarcas en la Escritura leemos, que nombraban a sus hijos del nombre de algún caso o suceso presente.

Ansí llamó Adam a Seth su hijo. Pues en la primera hija nombró Job la parte de su vida primera, que fue clara como el día, y fue crecido de pequeños principios como la luz del aurora, y al fin fue día, que se encierra y fenece con la noche. En la segunda significó el tiempo de su calamidad y miseria; porque Kezia, aunque significa la canela o la casia, si tenemos atención a su origen, suena a la letra raimiento o despojamiento; y llámase la casia ansí porque es corteza de que despojan al árbol, y fue padecer Job en aquella parte de vida un universal despojo de todos sus bienes.

Mas por el tercero nombre mostró claramente su buena dicha postrera, donde le tornó Dios a manos llenas doblados y mejorados sus bienes; porque Kerenhapuch, al sonido, es como decir cuerno de vuelta, o por decirlo más claro, restitución y vuelta de cuerno, esto es, de abundancia, de fortaleza, de felicidad y buena dicha; que todas estas cosas significa por semejanza la Escritura por el nombre de cuerno.

Mas veamos lo que después de esto se sigue:

15. No se hallaron en toda la tierra mujeres hermosas como las hijas de Job, y dioles su padre heredad entre sus hermanos. Bien se echa de ver aquí cuán perfecto es Dios en sus obras, y cuán largo y liberal es en las mercedes que hace; que no hace un bien solo, ni hace bien falto o menguado. Dale hijas, y hijas hermosísimas, y heredadas entre sus deudos y hermanos, para que se gozasen con ellos, y él de ellos y de ellas gozase. Porque sin duda es soledad y miseria vivir apartados los deudos. Que la presencia de su grandeza hace el día de hoy que los reyes y los grandes vivan en esta miseria; que, por despreciar a los suyos, casan con los extraños sus hijos y destierran de sí las prendas de su corazón y las entregan a gentes de costumbres diferentes, y muchas veces de ingenios fieros y bárbaros.

Mas Job, enseñado de Dios y guiado de la verdadera razón, para acrecentamiento de su buena dicha, casó y heredó a sus hijas cerca de sí y en medio de sus hermanos e hijos, con quien conocía y de quien era conocido y querido.

Y no le duró poco este bien, que como luego dice:

16. Y vivió Job después de estos azotes ciento y cuarenta años; y vio sus hijos y los hijos de ellos hasta la cuarta generación.

17. Y murió anciano y lleno de días. Porque siempre Dios da ciento por uno, y por un mal padecido con virtud y paciencia, restituye gran copia de bienes, y por un año de miseria sufrida, cien años de colmada prosperidad. Y bien se entiende de aquí que no fue breve mucho aqueste azote de Job, pues el retorno dél fue tan largo. Demás de que Dios cuando prueba y ejercita a sus siervos, hace como del descuidado las más de las veces, y calla y disimula y déjalos padecer luengamente, para, como si dijésemos, obligarse después a Sí a darnos copiosísimos y eternos bienes.

A quien por todo debemos dar eterna gloria. Amén.

Salamanca, 8 de marzo de 1591.



Job - Fray Luis de León - Capítulo XLII