Gaudium et spes ES 20

El ateismo sistematico

20 Con frecuencia, el ateismo moderno reviste también la forma sistematica, la cual, dejando ahora otras causas, lleva el afan de autonomia humana hasta negar toda dependencia del hombre respecto de Dios. Los que profesan este ateismo afirman que la esencia de la libertad consiste en que el hombre es el fin de si mismo, el unico artifice y creador de su propia historia.

Lo cual no puede conciliarse, segun ellos, con el reconocimiento del Senor, autor y fin de todo, o por lo menos tal afirmacion de Dios es completamente superflua. El sentido de poder que el progreso técnico actual da al hombre puede favorecer esta doctrina.

Entre las formas del ateismo moderno debe mencionarse la que pone la liberacion del hombre principalmente en su liberacion economica y social. Pretende este ateismo que la religion, por su propia naturaleza, es un obstaculo para esta liberacion, porque, al orientar el espiritu humano hacia una vida futura ilusoria, apartaria al hombre del esfuerzo por levantar la ciudad temporal.

Por eso, cuando los defensores de esta doctrina logran alcanzar el dominio politico del Estado, atacan violentamente a la religion, difundiendo el ateismo, sobre todo en materia educativa, con el uso de todos los medios de presion que tiene a su alcance el poder publico.

Actitud de la Iglesia ante el ateismo

21 La Iglesia, fiel a Dios y fiel a los hombres, no puede dejar de reprobar con dolor, pero con firmeza, como hasta ahora ha reprobado, esas perniciosas doctrinas y conductas, que son contrarias a la razon y a la experiencia humana universal y privan al hombre de su innata grandeza.

Quiere, sin embargo, conocer las causas de la negacion de Dios que se esconden en la mente del hombre ateo. Consciente de la gravedad de los problemas planteados por el ateismo y movida por el amor que siente a todos los hombres, la Iglesia juzga que los motivos del ateismo deben ser objeto de serio y mas profundo examen.

La Iglesia afirma que el reconocimiento de Dios no se opone en modo alguno a la dignidad humana, ya que esta dignidad tiene en el mismo Dios su fundamento y perfeccion. Es Dios creador el que constituye al hombre inteligente y libre en la sociedad. Y, sobre todo, el hombre es llamado, como hijo, a la union con Dios y a la participacion de su felicidad.

Ensena ademas la Iglesia que la esperanza escatologica no merma la importancia de las tareas temporales, sino que mas bien proporciona nuevos motivos de apoyo para su ejercicio. Cuando, por el contrario, faltan ese fundamento divino y esa esperanza de la vida eterna, la dignidad humana sufre lesiones gravisimas -es lo que hoy con frecuencia sucede-, y los enigmas de la vida y de la muerte, de la culpa y del dolor, quedan sin solucionar, llevando no raramente al hombre a la desesperacion.

Todo hombre resulta para si mismo un problema no resuelto, percibido con cierta obscuridad. Nadie en ciertos momentos, sobre todo en los acontecimientos mas importantes de la vida, puede huir del todo el interrogante referido. A este problema solo Dios da respuesta plena y totalmente cierta; Dios, que llama al hombre a pensamientos mas altos y a una busqueda mas humilde de la verdad.

El remedio del ateismo hay que buscarlo en la exposicion adecuada de la doctrina y en la integridad de vida de la Iglesia y de sus miembros. A la Iglesia toca hacer presentes y como visibles a Dios Padre y a su Hijo encarnado con la continua renovacion y purificacion propias bajo la guia del Espiritu Santo.

Esto se logra principalmente con el testimonio de una fe viva y adulta, educada para poder percibir con lucidez las dificultades y poderlas vencer. Numerosos martires dieron y dan preclaro testimonio de esta fe, la cual debe manifestar su fecundidad imbuyendo toda la vida, incluso la profana, de los creyentes, e impulsandolos a la justicia y al amor, sobre todo respecto del necesitado.

Mucho contribuye, finalmente, a esta afirmacion de la presencia de Dios el amor fraterno de los fieles, que con espiritu unanime colaboran en la fe del Evangelio y se alzan como signo de unidad.

La Iglesia, aunque rechaza en forma absoluta el ateismo, reconoce sinceramente que todos los hombres, creyentes y no creyentes, deben colaborar en la edificacion de este mundo, en el que viven en comun. Esto no puede hacerse sin un prudente y sincero dialogo.

Lamenta, pues, la Iglesia la discriminacion entre creyentes y no creyentes que algunas autoridades politicas, negando los derechos fundamentales de la persona humana, establecen injustamente. Pide para los creyentes libertad activa para que puedan levantar en este mundo también un templo a Dios. E invita cortésmente a los ateos a que consideren sin prejuicios el Evangelio de Cristo.

La Iglesia sabe perfectamente que su mensaje esta de acuerdo con los deseos mas profundos del corazon humano cuando reivindica la dignidad de la vocacion del hombre, devolviendo la esperanza a quienes desesperan ya de sus destinos mas altos. Su mensaje, lejos de empequenecer al hombre, difunde luz, vida y libertad para el progreso humano. Lo unico que puede llenar el corazon del hombre es aquello que "nos hiciste, Senor, para ti, y nuestro corazon esta inquieto hasta que descanse en ti".

Cristo, el Hombre nuevo

22 En realidad, el misterio del hombre solo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Porque Adan, el primer hombre, era figura del que habia de venir, es decir, Cristo nuestro Senor, Cristo, el nuevo Adan, en la misma revelacion del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocacion. Nada extrano, pues, que todas las verdades hasta aqui expuestas encuentren en Cristo su fuente y su corona.

El que es imagen de Dios invisible (
Col 1,15) es también el hombre perfecto, que ha devuelto a la descendencia de Adan la semejanza divina, deformada por el primer pecado. En él, la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada también en nosotros a dignidad sin igual.

El Hijo de DIos con su encarnacion se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajo con manos de hombre, penso con inteligencia de hombre, obro con voluntad de hombre, amo con corazon de hombre. Nacido de la Virgen Maria, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejantes en todo a nosotros, excepto en el pecado.

Cordero inocente, con la entrega libérrima de su sangre nos merecio la vida. En El Dios nos reconcilio consigo y con nosotros y nos libero de la esclavitud del diablo y del pecado, por lo que cualquiera de nosotros puede decir con el Apostol: El Hijo de Dios me amo y se entrego a si mismo por mi (Ga 2,20).

Padeciendo por nosotros, nos dio ejemplo para seguir sus pasos y, ademas abrio el camino, con cuyo seguimiento la vida y la muerte se santifican y adquieren nuevo sentido.

El hombre cristiano, conformado con la imagen del Hijo, que es el Primogénito entre muchos hermanos, recibe las primicias del Espiritu (Rm 8,23), las cuales le capacitan para cumplir la ley nueva del amor. Por medio de este Espiritu, que es prenda de la herencia (Ep 1,14), se restaura internamente todo el hombre hasta que llegue la redencion del cuerpo (Rm 8,23).

Si el Espiritu de Aquel que resucito a Jesus de entre los muertos habita en vosotros, el que resucito a Cristo Jesus de entre los muertos dara también vida a vuestros cuerpos mortales por virtud de su Espiritu que habita en vosotros (Rm 8,11).

Urgen al cristiano la necesidad y el deber de luchar, con muchas tribulaciones, contra el demonio, e incluso de padecer la muerte. Pero, asociado al misterio pascual, configurado con la muerte de Cristo, llegara, corroborado por la esperanza, a la resurreccion.

Esto vale no solamente para los cristianos, sino también para todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazon obra la gracia de modo invisible. Cristo murio por todos, y la vocacion suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, la divina. En consecuencia, debemos creer que el Espiritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de solo Dios conocida, se asocien a este misterio pascual.

Este es el gran misterio del hombre que la Revelacion cristiana esclarece a los fieles. Por Cristo y en Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte, que fuera del Evangelio nos envuelve en absoluta obscuridad. Cristo resucito; con su muerte destruyo la muerte y nos dio la vida, para que, hijos en el Hijo, clamemos en el Espiritu: Abba!, ¡Padre!.


CAPITULO II - LA COMUNIDAD HUMANA


Proposito del Concilio

23 Entre los principales aspectos del mundo actual hay que senalar la multiplicacion de las relaciones mutuas entre los hombres. Contribuye sobremanera a este desarrollo el moderno progreso técnico. Sin embargo, la perfeccion del coloquio fraterno no esta en ese progreso, sino mas hondamente en la comunidad que entre las personas se establece, la cual exige el mutuo respeto de su plena dignidad espiritual.

La Revelacion cristiana presta gran ayuda para fomentar esta comunion interpersonal y al mismo tiempo nos lleva a una mas profunda comprension de las leyes que regulan la vida social, y que el Creador grabo en la naturaleza espiritual y moral del hombre.

Como el Magisterio de la Iglesia en recientes documentos ha expuesto ampliamente la doctrina cristiana sobre la sociedad humana, el Concilio se limita a recordar tan solo algunas verdades fundamentales y exponer sus fundamentos a la luz de la Revelacion. A continuacion subraya ciertas consecuencias que de aquéllas fluyen, y que tienen extraordinaria importancia en nuestros dias.

Indole comunitaria de la vocacion humana segun el plan de Dios

24 Dios, que cuida de todos con paterna solicitud, ha querido que los hombres constituyan una sola familia y se traten entre si con espiritu de hermanos. Todos han sido creados a imagen y semejanza de Dios, quien hizo de uno todo el linaje humano y para poblar toda la haz de la tierra (Ac 17,26), y todos son llamados a un solo e idéntico fin, esto es, Dios mismo.

Por lo cual, el amor de Dios y del projimo es el primero y el mayor mandamiento. La Sagrada Escritura nos ensena que el amor de Dios no puede separarse del amor del projimo: cualquier otro precepto en esta sentencia se resume : Amaras al projimo como a ti mismo. El amor es el cumplimiento de la ley (Rm 13,9-10 cf. I Rm 10 Rm 4,20). Esta doctrina posee hoy extraordinaria importancia a causa de dos hechos: la creciente interdependencia mutua de los hombres y la unificacion asimismo creciente del mundo.

Mas aun, el Senor, cuando ruega al Padre que todos sean uno, como nosotros también somos uno (Jn 17,21-22), abriendo perspectivas cerradas a la razon humana, sugiere una cierta semejanza entre la union de las personas divinas y la union de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad.

Esta semejanza demuestra que el hombre, unica criatura terrestre a la que Dios ha amado por si mismo, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de si mismo a los demas.

Interdependencia entre la persona humana y la sociedad

25 La indole social del hombre demuestra que el desarrollo de la persona humana y el crecimiento de la propia sociedad estan mutuamente condicionados. porque el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales es y debe ser la persona humana, la cual, por su misma naturaleza, tiene absoluta necesidad de la vida social.

La vida social no es, pues, para el hombre sobrecarga accidental. Por ello, a través del trato con los demas, de la reciprocidad de servicios, del dialogo con los hermanos, la vida social engrandece al hombre en todas sus cualidades y le capacita para responder a su vocacion.

De los vinculos sociales que son necesarios para el cultivo del hombre, unos, como la familia y la comunidad politica, responden mas inmediatamente a su naturaleza profunda; otros, proceden mas bien de su libre voluntad. En nuestra época, por varias causas, se multiplican sin cesar las conexiones mutuas y las interdependencias; de aqui nacen diversas asociaciones e instituciones tanto de derecho publico como de derecho privado.

Este fenomeno, que recibe el nombre de socializacion, aunque encierra algunos peligros, ofrece, sin embargo, muchas ventajas para consolidar y desarrollar las cualidades de la persona humana y para garantizar sus derechos.

Mas si la persona humana, en lo tocante al cumplimiento de su vocacion, incluida la religiosa, recibe mucho de esta vida en sociedad, no se puede, sin embargo, negar que las circunstancias sociales en que vive y en que esta como inmersa desde su infancia, con frecuencia le apartan del bien y le inducen al mal.

Es cierto que las perturbaciones que tan frecuentemente agitan la realidad social proceden en parte de las tensiones propias de las estructuras economicas, politicas y sociales. Pero proceden, sobre todo, de la soberbia y del egoismo humanos, que trastornan también el ambiente social.

Y cuando la realidad social se ve viciada por las consecuencias del pecado, el hombre, inclinado ya al mal desde su nacimiento, encuentra nuevos estimulos para el pecado, los cuales solo pueden vencerse con denodado esfuerzo ayudado por la gracia.

La promocion del bien comun

26 La interdependencia, cada vez mas estrecha, y su progresiva universalizacion hacen que el bien comun -esto es, el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro mas pleno y mas facil de la propia perfeccion- se universalice cada vez mas, e implique por ello derechos y obligaciones que miran a todo el género humano.

Todo grupo social debe tener en cuanta las necesidades y las legitimas aspiraciones de los demas grupos; mas aun, debe tener muy en cuanta el bien comun de toda la familia humana.

Crece al mismo tiempo la conciencia de la excelsa dignidad de la persona humana, de su superioridad sobre las cosas y de sus derechos y deberes universales e inviolables.

Es, pues, necesario que se facilite al hombre todo lo que éste necesita para vivir una vida verdaderamente humana, como son el alimento, el vestido, la vivienda, el derecho a la libre eleccion de estado ya fundar una familia, a la educacion, al trabajo, a la buena fama, al respeto, a una adecuada informacion, a obrar de acuerdo con la norma recta de su conciencia, a la proteccion de la vida privada y a la justa libertad también en materia religiosa.

El orden social, pues, y su progresivo desarrollo deben en todo momento subordinarse al bien de la persona, ya que el orden real debe someterse al orden personal, y no al contrario. El propio Senor lo advirtio cuando dijo que el sabado habia sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sabado.

El orden social hay que desarrollarlo a diario, fundarlo en la verdad, edificarlo sobre la justicia, vivificarlo por el amor. Pero debe encontrar en la libertad un equilibrio cada dia mas humano. Para cumplir todos estos objetivos hay que proceder a una renovacion de los espiritus y a profundas reformas de la sociedad.

El Espiritu de Dios, que con admirable providencia guia el curso de los tiempos y renueva la faz de la tierra, no es ajeno a esta evolucion. Y, por su parte, el fermento evangélico ha despertado y despierta en el corazon del hombre esta irrefrenable exigencia de la dignidad.

El respeto a la persona humana

27 Descendiendo a consecuencias practicas de maxima urgencia, el Concilio inculca el respeto al hombre, de forma de cada uno, sin excepcion de nadie, debe considerar al projimo como otro yo, cuidando en primer lugar de su vida y de los medios necesarios para vivirla dignamente, no sea que imitemos a aquel rico que se despreocupo por completo del pobre Lazaro.

En nuestra época principalmente urge la obligacion de acercarnos a todos y de servirlos con eficacia cuando llegue el caso, ya se trate de ese anciano abandonado de todos, o de ese trabajador extranjero despreciado injustamente, o de ese desterrado, o de ese hijo ilegitimo que debe aguantar sin razon el pecado que él no cometio, o de ese hambriento que recrimina nuestra conciencia recordando la palabra del Senor: Cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a mi me lo hicisteis. (
Mt 25,40).

No solo esto. Cuanto atenta contra la vida -homicidios de cualquier clase, genocidios, aborto, eutanasia y el mismo suicidio deliberado-; cuanto viola la integridad de la persona humana, como, por ejemplo, las mutilaciones, las torturas morales o fisicas, los conatos sistematicos para dominar la mente ajena; cuanto ofende a la dignidad humana, como son las condiciones infrahumanas de vida, las detenciones arbitrarias, las deportaciones, la esclavitud, la prostitucion, la trata de blancas y de jovenes; o las condiciones laborales degradantes, que reducen al operario al rango de mero instrumento de lucro, sin respeto a la libertad y a la responsabilidad de la persona humana: todas estas practicas y otras parecidas son en si mismas infamantes, degradan la civilizacion humana, deshonran mas a sus autores que a sus victimas y son totalmente contrarias al honor debido al Creador.

Respeto y amor a los adversarios

28 Quienes sientes u obran de modo distinto al nuestro en materia social, politica e incluso religiosa, deben ser también objeto de nuestro respeto y amor. Cuanto mas humana y caritativa sea nuestra comprension intima de su manera de sentir, mayor sera la facilidad para establecer con ellos el dialogo.

Esta caridad y esta benignidad en modo alguno deben convertirse en indiferencia ante la verdad y el bien. Mas aun, la propia caridad exige el anuncio a todos los hombres de la verdad saludable.

Pero es necesario distinguir entre el error, que siempre debe ser rechazado, y el hombre que yerra, el cual conserva la dignidad de la persona incluso cuando esta desviado por ideas falsas o insuficientes en materia religiosa. Dios es el unico juez y escrutador del corazon humano. Por ello, nos prohibe juzgar la culpabilidad interna de los demas.

La doctrina de Cristo pide también que perdonemos las injurias. El precepto del amor se extiende a todos los enemigos. Es el mandamiento de la Nueva Ley: Habéis oido que se dijo : Amaras a tu projimo y aborreceras a tu enemigo. Pero yo os digo : Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian y orad por lo que os persiguen y calumnian (
Mt 5,43-44).

La igualdad esencial entre los hombres y la justicia social

29 La igualdad fundamental entre todos los hombres exige un reconocimiento cada vez mayor. Porque todos ellos, dotados de alma racional y creados a imagen de Dios, tienen la misma naturaleza y el mismo origen. Y porque, redimidos por Cristo, disfrutan de la misma vocacion y de idéntico destino.

Es evidente que no todos los hombres son iguales en lo que toca a la capacidad fisica y a las cualidades intelectuales y morales. Sin embargo, toda forma de discriminacion en los derechos fundamentales de la persona, ya sea social o cultural, por motivos de sexo, raza, color, condicion social, lengua o religion, debe ser vencida y eliminada por ser contraria al plan divino.

En verdad, es lamentable que los derechos fundamentales de la persona no estén todavia protegidos en la forma debida por todas partes. Es lo que sucede cuando se niega a la mujer el derecho de escoger libremente esposo y de abrazar el estado de vida que prefiera o se le impide tener acceso a una educacion y a una cultura iguales a las que se conceden al hombres.

Mas aun, aunque existen desigualdades justas entre los hombres, sin embargo, la igual dignidad de la persona exige que se llegue a una situacion social mas humana y mas justa. Resulta escandaloso el hecho de las excesivas desigualdades economicas y sociales que se dan entre los miembros y los pueblos de una misma familia humana. Son contrarias a la justicia social, a la equidad, a la dignidad de la persona humana y a la paz social e internacional.

Las instituciones humanas, privadas o publicas, esfuércense por ponerse al servicio de la dignidad y del fin del hombre. Luchen con energia contra cualquier esclavitud social o politica y respeten, bajo cualquier régimen politico, los derechos fundamentales del hombre. Mas aun, estas instituciones deben ir respondiendo cada vez mas a las realidades espirituales, que son las mas profundas de todas, aunque es necesario todavia largo plazo de tiempo para llegar al final deseado.

Hay que superar la ética individualista

30 La profunda y rapida transformacion de la vida exige con suma urgencia que no haya nadie que, por despreocupacion frente a la realidad o por pura inercia, se conforme con una ética meramente individualista.

El deber de justicia y caridad se cumple cada vez mas contribuyendo cada uno al bien comun segun la propia capacidad y la necesidad ajena, promoviendo y ayudando a las instituciones, asi publicas como privadas, que sirven para mejorar las condiciones de vida del hombre.

Hay quienes profesan amplias y generosas opiniones, pero en realidad viven siempre como si nunca tuvieran cuidado alguno de las necesidades sociales. No solo esto; en varios paises son muchos los que menosprecian las leyes y las normas sociales.

No pocos, con diversos subterfugios y fraudes, no tienen reparo en soslayar los impuestos justos u otros deberes para con la sociedad. Algunos subestiman ciertas normas de la vida social; por ejemplo, las referentes a la higiene o las normas de la circulacion, sin preocuparse de que su descuido pone en peligro la vida propia y la vida del projimo.

La aceptacion de las relaciones sociales y su observancia deben ser consideradas por todos como uno de los principales deberes del hombre contemporaneo. Porque cuanto mas se unifica el mundo, tanto mas los deberes del hombre rebasan los limites de los grupos particulares y se extiende poco a poco al universo entero.

Ello es imposible si los individuos y los grupos sociales no cultivan en si mismo y difunden en la sociedad las virtudes morales y sociales, de forma que se conviertan verdaderamente en hombres nuevos y en creadores de una nueva humanidad con el auxilio necesario de la divina gracia.

Responsabilidad y participacion

31 Para que cada uno pueda cultivar con mayor cuidado el sentido de su responsabilidad tanto respecto a si mismo como de los varios grupos sociales de los que es miembro, hay que procurar con suma diligencia una mas amplia cultura espiritual, valiéndose para ello de los extraordinarios medios de que el género humano dispone hoy dia.

Particularmente la educacion de los jovenes, sea el que sea el origen social de éstos, debe orientarse de tal modo, que forme hombres y mujeres que no solo sean personas cultas, sino también de generoso corazon, de acuerdo con las exigencias perentorias de nuestra época.

Pero no puede llegarse a este sentido de la responsabilidad si no se facilitan al hombre condiciones de vida que le permitan tener conciencia de su propia dignidad y respondan a su vocacion, entregandose a DIos ya los demas.

La libertad humana con frecuencia se debilita cuando el hombre cae en extrema necesidad, de la misma manera que se envilece cuando el hombre, satisfecho por una vida demasiado facil, se encierra como en una dorada soledad.

Por el contrario, la libertad se vigoriza cuando el hombre acepta las inevitables obligaciones de la vida social, toma sobre si las multiformes exigencias de la convivencia humana y se obliga al servicio de la comunidad en que vive.

Es necesario por ello estimular en todos la voluntad de participar en los esfuerzos comunes. Merece alabanza la conducta de aquellas naciones en las que la mayor parte de los ciudadanos participa con verdadera libertad en la vida publica.

Debe tenerse en cuanta, sin embargo, la situacion real de cada pais y el necesario vigor de la autoridad publica. Para que todos los ciudadanos se sientan impulsados a participar en la vida de los diferentes grupos de integran el cuerpo social, es necesario que encuentren en dichos grupos valores que los atraigan y los dispongan a ponerse al servicio de los demas. Se puede pensar con toda razon que el porvenir de la humanidad esta en manos de quienes sepan dar a las generaciones venideras razones para vivir y razones para esperar.

El Verbo encarnado y la solidaridad humana

32 Dios creo al hombre no para vivir aisladamente, sino para formar sociedad. De la misma manera, Dios "ha querido santificar y salvar a los hombres no aisladamente, sin conexion alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo que le confesara en verdad y le sirviera santamente".

Desde el comienzo de la historia de la salvacion, Dios ha elegido a los hombres no solamente en cuanto individuos, sino también a cuanto miembros de una determinada comunidad. A los que eligio Dios manifestando su proposito, denomino pueblo suyo (
Ex 3,7-12), con el que ademas establecio un pacto en el monte Sinai.

Esta indole comunitaria se perfecciona y se consuma en la obra de Jesucristo. El propio Verbo encarnado quiso participar de la vida social humana.

Asistio a las bodas de Cana, bajo a la casa de Zaqueo, comio con publicanos y pecadores. Revelo el amor del Padre y la excelsa vocacion del hombre evocando las relaciones mas comunes de la vida social y sirviéndose del lenguaje y de las imagenes de la vida diaria corriente.

Sometiéndose voluntariamente a las leyes de su patria, santifico los vinculos humanos, sobre todo los de la familia, fuente de la vida social. Eligio la vida propia de un trabajador de su tiempo y de su tierra.

En su predicacion mando claramente a los hijos de Dios que se trataran como hermanos. Pidio en su oracion que todos sus discipulos fuesen uno.

Mas todavia, se ofrecio hasta la muerte por todos, como Redentor de todos. Nadie tiene mayor amor que este de dar uno la vida por sus amigos (Jn 15,13). Y ordeno a los Apostoles predicar a todas las gentes la nueva angélica, para que la humanidad se hiciera familia de Dios, en la que la plenitud de la ley sea el amor.

Primogénito entre muchos hermanos, constituye, con el don de su Espiritu, una nueva comunidad fraterna entre todos los que con fe y caridad le reciben después de su muerte y resurreccion, esto es, en su Cuerpo, que es la Iglesia, en la que todos, miembros los unos de los otros, deben ayudarse mutuamente segun la variedad de dones que se les hayan conferido.

Esta solidaridad debe aumentarse siempre hasta aquel dia en que llegue su consumacion y en que los hombres, salvador por la gracia, como familia amada de Dios y de Cristo hermano, daran a Dios gloria perfecta.


CAPITULO III - LA ACTIVIDAD HUMANA EN EL MUNDO


Planteamiento del problema

33 Siempre se ha esforzado el hombre con su trabajo y con su ingenio en perfeccionar su vida; pero en nuestros dias, gracias a la ciencia y la técnica, ha logrado dilatar y sigue dilatando el campo de su dominio sobre casi toda la naturaleza, y, con ayuda sobre todo el aumento experimentado por los diversos medios de intercambio entre las naciones, la familia humana se va sintiendo y haciendo una unica comunidad en el mundo.

De lo que resulta que gran numero de bienes que antes el hombre esperaba alcanzar sobre todo de las fuerzas superiores, hoy los obtiene por si mismo.

Ante este gigantesco esfuerzo que afecta ya a todo el género humano, surgen entre los hombres muchas preguntas. ¿Qué sentido y valor tiene esa actividad? ¿Cual es el uso que hay que hacer de todas estas cosas? ¿A qué fin deben tender los esfuerzos de individuos y colectividades?.

La Iglesia, custodio del deposito de la palabra de Dios, del que manan los principios en el orden religioso y moral, sin que siempre tenga a manos respuesta adecuada a cada cuestion, desea unir la luz de la Revelacion al saber humano para iluminar el camino recientemente emprendido por la humanidad.

Valor de la actividad humana

34 Una cosa hay cierta para los creyentes: la actividad humana individual y colectiva o el conjunto ingente de esfuerzos realizados por el hombre a lo largo de los siglos para lograr mejores condiciones de vida, considerado en si mismo, responde a la voluntad de Dios.

Creado el hombre a imagen de Dios, recibio el mandato de gobernar el mundo en justicia y santidad, sometiendo a si la tierra y cuanto en ella se contiene, y de orientar a Dios la propia persona y el universo entero, reconociendo a Dios como Creador de todo, de modo que con el sometimiento de todas las cosas al hombre sea admirable el nombre de Dios en el mundo.

Esta ensenanza vale igualmente para los quehaceres mas ordinarios. Porque los hombres y mujeres que, mientras procuran el sustento para si y su familia, realizan su trabajo de forma que resulte provechoso y en servicio de la sociedad, con razon pueden pensar que con su trabajo desarrollan la obra del Creador, sirven al bien de sus hermanos y contribuyen de modo personal a que se cumplan los designios de Dios en la historia.

Los cristianos, lejos de pensar que las conquistas logradas por el hombre se oponen al poder de Dios y que la criatura racional pretende rivalizar con el Creador, estan, por el contrario, persuadidos de que las victorias del hombre son signo de la grandeza de DIos y consecuencia de su inefable designio.

Cuanto mas se acrecienta el poder del hombre, mas amplia es su responsabilidad individual y colectiva. De donde se sigue que el mensaje cristiano no aparta a los hombres de la edificacion del mundo si los lleva a despreocuparse del bien ajeno, sino que, al contrario, les impone como deber el hacerlo.

Ordenacion de la actividad humana

35 La actividad humana, asi como procede del hombre, asi también se ordena al hombre. Pues éste con su accion no solo transforma las cosas y la sociedad, sino que se perfecciona a si mismo.

Aprende mucho, cultiva sus facultades, se supera y se trasciende. Tal superacion, rectamente entendida, es mas importante que las riquezas exteriores que puedan acumularse. El hombre vale mas por lo que es que por lo que tiene.

Asimismo, cuanto llevan a cabo los hombres para lograr mas justicia, mayor fraternidad y un mas humano planteamiento en los problemas sociales, vale mas que los progresos técnicos. Pues dichos progresos pueden ofrecer, como si dijéramos, el material para la promocion humana, pero por si solos no pueden llevarla a cabo.

Por tanto, esta es la norma de la actividad humana: que, de acuerdo con los designios y voluntad divinos, sea conforme al auténtico bien del género humano y permita al hombre, como individuo y como miembro de la sociedad, cultivar y realizar integramente su plena vocacion.

La justa autonomia de la realidad terrena

36 Muchos de nuestros contemporaneos parecen temer que, por una excesivamente estrecha vinculacion entre la actividad humana y la religion, sufra trabas la autonomia del hombre, de la sociedad o de la ciencia.

Si por autonomia de la realidad se quiere decir que las cosas creadas y la sociedad misma gozan de propias leyes y valores, que el hombre ha de descubrir, emplear y ordenar poco a poco, es absolutamente legitima esta exigencia de autonomia.

No es solo que la reclamen imperiosamente los hombres de nuestro tiempo. Es que ademas responde a la voluntad del Creador. Pues, por la propia naturaleza de la creacion, todas las cosas estan dotadas de consistencia, verdad y bondad propias y de un propio orden regulado, que el hombre debe respetar con el reconocimiento de la metodologia particular de cada ciencia o arte.

Por ello, la investigacion metodica en todos los campos del saber, si esta realizada de una forma auténticamente cientifica y conforme a las normas morales, nunca sera en realidad contraria a la fe, porque las realidades profanas y las de la fe tienen su origen en un mismo Dios.

Mas aun, quien con perseverancia y humildad se esfuerza por penetrar en los secretos de la realidad, esta llevado, aun sin saberlo, como por la mano de Dios, quien, sosteniendo todas las cosas, da a todas ellas el ser. Son, a este respecto, de deplorar ciertas actitudes que, por no comprender bien el sentido de la legitima autonomia de la ciencia, se han dado algunas veces entre los propios cristianos; actitudes que, seguidas de agrias polémicas, indujeron a muchos a establecer una oposicion entre la ciencia y la fe.

Pero si autonomia de lo temporal quiere decir que la realidad creada es independiente de Dios y que los hombres pueden usarla sin referencia al Creador, no hay creyente alguno a quien se le oculte la falsedad envuelta en tales palabras.

La criatura sin el Creador desaparece. Por lo demas, cuantos creen en Dios, sea cual fuere su religion, escucharon siempre la manifestacion de la voz de Dios en el lenguaje de la creacion. Mas aun, por el olvido de Dios la propia criatura queda oscurecida.


Gaudium et spes ES 20