Audiencias 1979 49

Mayo de 1979

Miércoles 2 de mayo de 1979

La Madre de Cristo resucitado

1. “Regina caeli lactare, alleluia/ quia quem meruisti portare, alleluia/ resurrexit, sicut dixit, alleluia/ ora pro nobis Deum, alleluia”.

Deseo dedicar esta audiencia general de hoy, de modo particular, a la Madre de Cristo resucitado.

El período pascual nos permite dirigirnos a Ella con las palabras de purísima alegría, con que la saluda la Iglesia. El mes de mayo, comenzado ayer, nos estimula a pensar y hablar de modo particular de Ella. En efecto, éste es su mes. Así, pues, el período del año litúrgico y a la vez el corriente mes llaman e invitan a nuestros corazones a abrirse de manera singular a María.

2. La Iglesia con su antífona pascual “Regina caeli”, habla a la Madre, a la que tuvo la fortuna de llevar en su seno, bajo su corazón, y después en sus brazos, al Hijo de Dios y Salvador nuestro. Lo acogió entre sus brazos, por última vez, cuando lo depusieron de la cruz, en el Calvario. Ante sus, lo envolvieron en la sábana fúnebre y lo llevaron al sepulcro. ¡Ante los ojos de la Madre! Y he aquí que al tercer día la tumba se encontró vacía. Pero Ella no fue la primera en comprobarlo. Antes fueron allí las “tres Marías”, y entre ellas particularmente María Magdalena, la pecadora convertida. Lo comprobaron poco después los Apóstoles, avisados por las mujeres. Y, aunque los Evangelios no nos dicen nada de la visita de la Madre de Cristo al lugar de su resurrección, sin embargo, todos nosotros pensamos que Ella debía hacerse presente allí de algún modo cuanto antes. Ella cuanto antes debía participar en el misterio de la resurrección, porque éste era el derecho de la Madre.

La liturgia de la Iglesia respeta este derecho de la Madre, cuando le dirige esta invitación particular a la alegría de la resurrección: Laetare! Resurrexit sicut dixit! E inmediatamente la misma antífona añade la súplica para su intercesión: Ora pro nobis Deum. La revelación del poder divino del Hijo mediante la resurrección, es al mismo tiempo revelación de la “omnipotencia suplicante” (omnipotentia suplex) de María en relación con este Hijo.

3. La Iglesia de todos los tiempos, comenzando por el Cenáculo en Pentecostés, rodea siempre a María de una veneración particular y se dirige a Ella con una peculiar confianza.

50 La Iglesia de nuestro tiempo, mediante el Concilio Vaticano II, ha hecho una síntesis de todo lo que se había desarrollado durante las generaciones. El capítulo VIII de la Constitución dogmática Lumen gentium es, en cierto sentido, una “carta magna” de la mariología para nuestra época: María presente de modo particular en el misterio de Cristo y en el misterio de la Iglesia, María, “Madre de la Iglesia”, como comenzó a llamarla Pablo VI (en el Credo del Pueblo de Dios), dedicándole después un documento aparte (Marialis cultus).

Esta presencia de María en el misterio de la Iglesia, esto es, al mismo tiempo en la vida cotidiana del Pueblo de Dios en todo el mundo, es sobre todo una presencia materna.María, por así decirlo, da a la obra salvífica del Hijo y a la misión de la Iglesia una forma singular: la forma materna. Todo lo que se puede proponer en el lenguaje humano sobre el tema de la “índole” propia de la mujer-madre —la índole del corazón—, todo esto se refiere a Ella.

María es siempre el cumplimiento más pleno del misterio salvífico —desde la Inmaculada Concepción hasta la Asunción— y es continuamente un preanuncio más eficaz de este misterio. Ella revela la salvación, acerca la gracia incluso a quienes parecen los más indiferentes y alejados. En el mundo, que junto al progreso manifiesta su “corrupción” y su “envejecimiento”, Ella no cesa de ser “el comienzo del mundo mejor” (origo mundi melioris), como se expresó Pablo VI: “Al hombre contemporáneo —escribe entre otras cosas el llorado Pontífice— la Virgen María... ofrece una visión serena y una palabra tranquilizadora: la victoria de la esperanza sobre la angustia, de la comunión sobre la soledad,/ de la paz sobre la turbación,/ de la alegría y de la belleza sobre el tedio y la náusea.../ de la vida sobre la muerte” (Pablo VI, Exhortación Apostólica “Para la recta ordenación y desarrollo del culto a la Santísima Virgen María”, 57; AAS 66, 1974. 166).

4. A Ella, a María, que es la Madre del Amor Hermoso, deseo acercar de modo particular a la juventud de todo el mundo y de toda la Iglesia. Ella lleva en Sí un signo indeleble de la juventud y de la belleza que no pasan jamás. Deseo y pido que los jóvenes se acerquen a Ella, que tengan confianza en Ella, que le confíen la vida que tienen ante sí; que la amen con sencillez, fervor y cordialidad. Sólo Ella es capaz de responder a este amor del mejor modo:

“Ipsam sequens nos desvias,/ ipsam rogans nos desperas,/ ipsam cogitans nos erras.../ ipsam propitia pervenis...” (San Bernardo, Homilía II super Missus est, XVII: PL 183, 71).

A María, que es la Madre de la divina gracia, confío las vocaciones sacerdotales y religiosas. La nueva primavera de las vocaciones, su nuevo aumento en toda la Iglesia, se convierta en una prueba particular de su presencia materna en el misterio de Cristo, en nuestros tiempos, y en el misterio de su Iglesia sobre toda la tierra. María sola es una viva encarnación de la entrega total y completa a Dios, a Cristo, a su acción salvífica, que debe encontrar su expresión adecuada en cada una de las vocaciones sacerdotales y religiosas. María es la expresión más plena de la fidelidad perfecta al Espíritu Santo y a su acción en el alma, es la expresión de la fidelidad que significa una cooperación perseverante a la gracia de la vocación.

El próximo domingo está destinado en toda la Iglesia a la oración por las vocaciones sacerdotales y religiosas, masculinas y femeninas. Es el domingo de las vocaciones.Que, por la intercesión de la Madre de la divina gracia, dé una cosecha abundante.

5. A la Madre de Cristo y de la Iglesia consagro todo el mundo, todas las naciones de la tierra, todos los hombres, porque Ella es la Madre de todos ellos. Le consagro particularmente aquellos para quienes la vida es más difícil, más dura, los que sufren física o espiritualmente, los que viven en la miseria, los que sufren injusticias o daños.

De modo singular, sin embargo, para terminar esta meditación de mayo, deseo venerar mañana a María en Jasna Góra (Monte-Claro) de Czestochowa y en toda mi patria. Allí iba cada año en peregrinación, el 3 de mayo, que es la fiesta de la Reina de Polonia. Cada año he celebrado allí una Misa solemne, durante la cual el cardenal Wyszynski, primado de Polonia, en presencia del Episcopado y de una inmensa multitud de peregrinos, renovaba el acto de consagración de Polonia a la “materna esclavitud” de nuestra Señora. También este año visitaré, si Dios lo permite, Jasna Góra, los días 4 y 5 de junio. En cambio, mañana estaré con el espíritu y el corazón, junto con todos vosotros que hoy estáis aquí reunidos en esta espléndida plaza de San Pedro: “Regina caeli laetare, alleluia!”.

Saludos

Amadísimos hermanos y hermanas:

51 A todos, y especialmente a los que habéis venido para asistir a la beatificación del padre Francisco Coll, mi más cordial saludo en Cristo resucitado y en María, su Madre. A Ella en particular, quiero dedicar hoy esta audiencia. ya que el período pascual y este mes de mayo nos invitan a abrirle de manera incondicional nuestros corazones.

Una salutació cordial a tots els pelegrins catalans, vinguts a Roma per a la beatificació del pare Coll: imiteu sempre l'esperit missioner del Beat Francesc Coll, promovent l'educació cristiana de la joventut.

(En italiano)

Dedico ahora un saludo afectuoso a la peregrinación de la parroquia veronesa de Bovolone. Al manifestaras mi agradecimiento por el consuelo que me proporciona vuestra significativa presencia, os exhorto a tener el alma abierta siempre con generosidad a los valores grandes y nobles de la fe cristiana y de la comunión con la Sede de Pedro. Sean éstas como la estrella luminosa que os guíe en la decisiva peregrinación de la vida. En ello os acompaña mi bendición apostólica.

(A los obreros)

Un saludo especial a los numerosos obreros que han traído al Papa el testimonio de su afecto y devoción. Os estoy agradecido por este gesto delicado y deseo expresares mi estima y simpatía; el haber compartido un tiempo vuestra misma situación me hace particularmente sensible a vuestros problemas, a las ansias, aspiraciones y esperanzas que acompañan vuestro trabajo. Al desearos que se reconozcan cada vez más vuestros derechos, aprovecho gustoso la ocasión para recomendaros que mantengáis viva en vuestros corazones la visión cristiana del trabajo que San Pablo expresaba con estas palabras: «Todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como obedeciendo al Señor y no a los hombres, teniendo en cuenta que del Señor recibiréis por recompensa la herencia» (
Col 3,23-24). El Papa os está cercano con su bendición.

(A los jóvenes, enfermos y recién casados)

Mi pensamiento vuela ahora a los jóvenes aquí presentes, siempre tan numerosos y entusiastas. Deseo daros las gracias por vuestra visita bulliciosa y varia, y dedicaron un saludo especial: bienvenidos jóvenes y niños tan queridos para mí, los que venís —y sois la mayoría— de centros de enseñanza, y los que habéis querido continuar hoy aquí con el Papa la fiesta de vuestra primera comunión o de la santa confirmación.

Y deseo confiaros también una palabra de recuerdo. La tomo de la Sagrada Biblia: «Instruye al niño en su camino, que aun de viejo no se apartará de él» (Pr 22,6). A vosotros ahora mientras sois jóvenes, se os educa y forma en el ejercicio de las virtudes humanas y cristianas; abríos a esta siembra y corresponded a los esfuerzos de vuestros educadores. Y cuando seáis adultos daréis frutos buenos y abundantes.

Os sostenga y conforte mi bendición apostólica.

Una palabra afectuosa y una bendición particular a vosotros los enfermos y los que sufrís, a quienes Cristo asocia a su pasión más que a los demás. Aplico a vosotros la expresión del Evangelio de San Juan que leeremos el domingo próximo: «Todo el que dé fruto, el Padre lo podará para que dé más fruto» (Jn 15 Jn 2).

52 Hermanos y hermanas: Aceptad generosamente de las manos del Señor cuanto El dispone en sus designios inescrutables, y daréis mucho fruto. La Iglesia se hará más rica con ello, y vosotros disfrutaréis de grandísima paz y de la certeza serena y profunda de que vuestro dolor es fecundo y precioso.

Hay muchos recién casados entre vosotros. A ellos ofrezco deseos ardientes de gracia y felicidad. En efecto, ¿cómo puede el hombre no desear la felicidad?

Si vosotros os acordáis de representar siempre a Cristo y las esposas a la Iglesia, si no os olvidáis nunca de esta vuestra dignidad, os será más fácil amar, ser fieles, construir el hogar, afrontar las dificultades y superar las fuerzas que disgregan la familia. Y Dios, que es amor, os dará su gozo y su fuerza.

Os acompañe mi bendición.



Miércoles 9 de mayo de 1979

La Iglesia, redil de Cristo

1. Durante los 40 días que se paran la Ascensión del Señor de la fiesta de la resurrección, la Iglesia vive el misterio pascual, meditándolo en su liturgia, donde se refleja podríamos decir, como en un prisma. La figura del Buen Pastor ocupa un lugar particular en esta contemplación litúrgica pascual. En el IV domingo de Pascua volvemos a leer la alegoría del Buen Pastor, que San Juan ha descrito en el capítulo 10 de su Evangelio.

Ya las primeras palabras de esta alegoría explican su significado pascual. Cristo dice: "Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas" (Jn 19,11). Sabemos que estas palabras fueron confirmadas durante la pasión. Cristo dio su vida en la cruz. Y lo ha hecho con amor. Sobre todo ha deseado corresponder al amor del Padre que "tanto amó al mundo que le dio su unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga la vida eterna" (Jn 3,16).
Cumpliendo "este mandato... recibido del Padre" (Jn 10,18) y revelando su amor, también Cristo ha manifestado de modo particular el mismo amor del Padre. Lo afirma en el mismo discurso, cuando dice: "Por eso el Padre me ama, porque yo doy mi vida para tomarla de nuevo" (Jn 10,17). El sacrificio del Calvario es, sobre todo, la donación de Sí mismo, y el don de la vida que, permaneciendo en el poder del Padre, le es restituida al Hijo de una forma nueva, espléndida. Así, pues, la resurrección es el mismo don de la vida restituida al Hijo en recompensa de su sacrificio. Cristo es consciente de esto, y lo expresa también en la alegoría del Buen Pastor: "Nadie me la quita (esto es, la vida), soy yo quien la doy por Mí mismo. Tengo poder para darla y poder para volver a tomarla" (Jn 10,18).

Estas palabras evidentemente se refieren a la resurrección y expresan toda la profundidad del misterio pascual.

2. Jesús es el Buen Pastor por el hecho de dar su vida al Padre de este modo: entregándola en sacrificio, la ofrece por las ovejas.

53 Aquí entramos en el terreno de una espléndida y fascinante semejanza, ya tan familiar a los Profetas del Antiguo Testamento. He aquí las palabras de Ezequiel:

"Por eso, así dice el Señor Yavé: Yo mismo iré a buscar a mis ovejas/ y las reuniré.../ Yo mismo apacentaré a mis ovejas/ y yo mismo las llevaré a la majada" (
Ez 34,11 Ez 34,15 cf. Jr 23,3-4).

Recogiendo esta imagen, Jesús reveló un aspecto del amor del Buen Pastor que el Antiguo Testamento no presentía aún: dar la vida por las ovejas.

Jesús en su enseñanza, como se sabe, se servía frecuentemente de parábolas para hacer comprensible a los hombres, generalmente sencillos y habituados a pensar mediante imágenes, la verdad divina, que El anunciaba. La imagen del pastor y del redil era familiar a la experiencia de sus oyentes, como no deja de ser familiar a la mentalidad del hombre contemporáneo. Aún cuando la civilización y la técnica hacen grandes progresos, sin embargo, esta imagen es todavía actual en nuestra realidad. Los pastores llevan las ovejas a los pastos (como, por ejemplo, en las montañas polacas, de donde provengo), y allí permanecen con ellas durante el verano. Las acompañan en los cambios de pastizales. Las guardan para que no se pierdan, y de modo particular las defienden del animal salvaje, tal como vemos en el pasaje evangélico: "el lobo arrebata y dispersa las ovejas" (Jn 10,12).

El Buen Pastor, según las palabras de Cristo, es precisamente el que "viendo venir al lobo", no huye, sino que está dispuesto a exponer la propia vida, luchando con el ladrón, para que ninguna de las ovejas se pierda. Si no estuviese dispuesto a esto, no sería digno del nombre de Buen Pastor. Sería mercenario, pero no pastor.

Este es el discurso alegórico de Jesús. Su significado esencial está precisamente en esto, que "el buen pastor da su vida por las ovejas" (Jn 10,11) y esto, en el contexto de los acontecimientos de la Semana Santa, significa que Jesús, muriendo en la cruz, ha dado la vida por cada hombre y por todos los hombres.

"Sólo Él podía hacerlo; sólo Él podía llevar el peso del mundo entero, el peso de un mundo culpable, la carga del pecado del hombre, la deuda acumulada en el pasado, en el presente y en el futuro; los sufrimientos que nosotros deberíamos, pero no podríamos pagar; 'en su cuerpo, sobre el madero de la cruz' (1P 2,24) 'por el Espíritu eterno se ofreció a Sí mismo inmaculado a Dios... para dar culto al Dios vivo' (He 9,14).

"Esto fue la obra de Cristo, que dio la vida por todos: y por esto es llamado el Buen Pastor" cardenal J. H. Newman, Parochial and Plain Sermons, 16, London 1899, pág. 235).

Mediante el sacrificio pascual, todos se han convertido en su redil, porque Él ha asegurado a cada uno la vida divina y sobrenatural que, desde la caída del hombre a causa del pecado original, se había perdido. Sólo Él podía devolvérsela al hombre.

3. La alegoría del Buen Pastor y, en ella, la imagen del redil, tienen importancia fundamental para entender lo que es la Iglesia y las tareas que debe realizar en la historia del hombre. La Iglesia no sólo debe ser "redil", sino que debe realizar este misterio, que siempre se está realizando entre Cristo y el hombre: el misterio del Buen Pastor que da su vida por las ovejas. Así dice San Agustín: "¿Acaso el que primero te buscó, cuando lo despreciabas en vez de buscarlo, te despreciará, oveja, si lo buscas? Comienza, pues, a buscar a quien primero te buscó y te llevó sobre sus hombros. Haz que se realice su palabra: las ovejas que me pertenecen escuchan mi voz y me siguen" (Enarrationes in Psalmos , Sal Ps 69,6).

La Iglesia, que es el Pueblo de Dios, es al mismo tiempo una realidad histórica y social, en la que este misterio se renueva y se realiza continuamente y de diversos modos. Y hombres diversos tienen su parte activa en esta solicitud por la salvación del mundo, por la santificación del prójimo, que es y no cesa de ser la solicitud propia de Cristo crucificado y resucitado. Ciertamente, ésta es, por ejemplo, la solicitud de los padres en relación con sus hijos. Más aún: la solicitud de cada uno de los cristianos, sin diferencia, en relación con el prójimo, con los hermanos y hermanas, que Dios pone en su camino.

54 Evidentemente esta solicitud pastoral es de modo particular la vocación de los Pastores: presbíteros y obispos. Y ellos deben de modo particular fijar la mirada en la figura del Buen Pastor, meditar todas las palabras del discurso de Cristo y ajustar a ellas la propia vida.

Dejemos hablar una vez más a San Agustín: "¡Con tal que no vengan a faltar buenos pastores! Lejos de nosotros que falten, y lejos de la misericordia divina el no hacerlos surgir y constituirlos. Es cierto que allí donde hay buenas ovejas, hay también buenos pastores: en efecto, de las buenas ovejas salen los buenos pastores" (Sermones ad poputum, 1, Sermo 44, 13, 30).

4. De acuerdo con el tema evangélico sobre el Buen Pastor, la Iglesia cada año, en la propia liturgia, reconstruye la vida y la muerte de San Estanislao, obispo de Cracovia. Su memoria en el calendario litúrgico de la Iglesia universal se celebra el 11 de abril —fecha de la muerte que sufrió en 1079, a manos del Rey Boleslao Ardito—; en cambio, en Polonia, la fiesta de este principal Patrono se celebra tradicionalmente el 8 de mayo.

Han pasado ya 900 años, 9 siglos, desde el momento en que —siguiendo los textos litúrgicos— podemos repetir de él que dio su vida por las ovejas (cf.
Jn 10,11). Y aún cuando esta muerte queda tan distante de nosotros en el tiempo, no cesa de tener la elocuencia de un testimonio particular.

En el curso de la historia los compatriotas se unían espiritualmente en torno a la figura de San Estanislao, sobre todo en los períodos difíciles.

El año en curso, año del gran jubileo, como primer Papa polaco, hasta hace poco todavía sucesor de San Estanislao en la sede episcopal de Cracovia, deseo participar en la solemnidad en honor del Santo Patrono de Polonia.

Junto con todos los que celebran esta solemnidad deseamos acercarnos de nuevo a Cristo Buen Pastor que "da la vida por las ovejas", para que Él sea nuestra fuerza en los siglos venideros y en las nuevas generaciones.

Saludos

(A las peregrinaciones italianas)

A pesar del poco tiempo que tenemos a disposición vosotros y yo, no puedo dejar de dirigir un saludo cordial y manifestar mi agradecimiento a los muchos grupos de tantos peregrinos procedentes de varias diócesis italianas que han venido a esta audiencia presididos por sus obispos respectivos, para vivificar la fe en Cristo resucitado y testimoniar su fidelidad al Papa.

Son los queridos fieles de las diócesis unidas de Conza, Sant'Angelo dei Lombardi, Bisaccia y Nusco; de las de Terni, Narni y Amelia; de las de Sorrento y Castellammare di Stabia; de las de Fabriano y Matélica; y de nuevo otra vez, de las diócesis de Ancona, Benevento y Acerra.

55 Queridísimos hijos: Que el Señor sea vuestro consuelo en las dificultades, vuestra fuerza en las fatigas diarias y vuestro premio en la vida futura. Es éste el deseo que abrigo para todos con gran amor, uniéndolo a una bendición apostólica que traiga a vuestros seres queridos y a vuestro trabajo la plenitud de los dones celestiales.

(A los jóvenes)

A los jóvenes se debe un saludo especial. Pero me pregunto: ¿quién de nosotros no es joven? [El aplauso que siguió fue tan prolongado que el Papa insinuó:] ¿Me dejáis hablar? [Y prosiguió]

Mi saludo se dirige ahora a los jóvenes; a vosotros, alumnos de enseñanza elemental y media; a vosotros, niños que habéis recibido la primera comunión y la confirmación:

Estamos en el mes de mayo dedicado a Maria Santísima.

La noche del 6 de diciembre de 1576, Don Bosco vio en sueños a Domingo Savio, que había muerto hacía poco. Este venia a comunicar a Don Bosco que estaba ya en el cielo, y a ofrecerle un ramo de flores que simbolizaban las virtudes practicadas durante su vida.

Don Bosco le preguntó: "Querido Domingo: Dime. Tú que has practicado estas preciosas virtudes durante toda la vida, ¿qué te consoló más en el trance de la muerte?".

Domingo pensó un momento y dijo: "Ya lo sé. Lo que mas me consoló en el trance de la muerte fue la ayuda de Maria, Madre de Jesús. Díselo a los chicos. Que no se olviden de rezarle durante la vida".

Amad, pues, a la Virgen, queridos muchachos y niños. Rezadle cada día. Maria Santísima invocada, amada e imitada por vosotros, os ayude a seguir siendo buenos y santamente felices.

(A los enfermos)

La presencia de los enfermos me es especialmente grata. Les doy las gracias a ellos y a quienes los atienden. La comunión es plena y fecunda cuando vosotros estáis en esta comunión de la audiencia general.

56 Queridísimos enfermos:

A pesar de las molestias y fatigas, habéis querido participar en la audiencia para estar un poco con el Papa, manifestarle vuestra devoción y amor al Vicario de Cristo, oír su palabra y recibir su bendición.

Os saludo de modo especialísimo y os agradezco de corazón vuestra presencia, vuestras oraciones y los sufrimientos ofrecidos al Señor. En los momentos de mayor dolor y soledad repetid las palabras que solía decir Santa Bernardita: "Oh Jesús, haz que te ame; ámame Tú y después ya puedes tenerme en la cruz cuanto te plazca. Virgen Santísima, quiero estar contigo al pie de la cruz".

Os conforte y acompañe mi bendición apostólica.

(A los recién casados)

Queridísimos recién casados:

En vuestro viaje de bodas habéis querido venir a Roma y participar en la audiencia del Papa. Recibid también vosotros mi bienvenida y saludo afectuoso.

¡Vuestro sueño de amor se ha hecho realidad!

Actuad de modo tal que vuestro gozo más profundo brote de un amor fiel, paciente, comprensivo, sacrificado y puro. Que la Virgen ilumine todos los días de vuestra vida y os guardo en el amor de Cristo. Con mi bendición.

(En memoria de Aldo Moro)

Pasemos a introducir en esta audiencia tan gozosa una conmemoración que nos pone tristes.

57 Hoy hace un año se encontró el cuerpo sin vida del Hon. Aldo Moro. Este fin trágico de la impresionante aventura provocó en Italia y en el mundo una gran conmoción y una protesta enérgica contra ]a violencia ciega e irracional que, con el asesinato del ilustre estadista, había humillado a la humanidad en sus exigencias fundamentales de verdad y justicia.

Elevemos hoy una oración especial por él y por los hombres de su escolta, asesinados salvaje y fríamente; y también por todos los que este año y, más concretamente, estos últimos días han caído víctimas de una brutalidad incalificable que despoja a nuestra milenaria civilización de sus valores humanos y cristianos. A los gestos de odio debemos responder todos con el mensaje de amor que nos dejó Cristo.

Que todos los ciudadanos puedan construir con su laboriosidad y honradez, en convivencia serena y civil, una sociedad donde cada uno viva con plenitud los derechos propios.

Acaso debiéramos pensar todo esto en el contexto del discurso de hoy, en el contexto del Buen Pastor, y decir a Cristo: 'Te ofrecemos estas víctimas por la paz del mundo, por el triunfo de la verdadera justicia. Por el triunfo del amor sobre el odio. Te ofrecemos estas víctimas. Hay una fuerza en este sacrificio que es muy parecida a la fuerza del sacrificio de Cristo en la cruz.





Miércoles 16 de mayo de 1979

La figura del Buen Pastor

1. Deseo insistir hoy una vez más en la figura del Buen Pastor. Esta figura, como dijimos hace una semana, está profundamente encuadrada en la liturgia del período pascual. Y es así porque está profundamente impresa en la conciencia de la Iglesia, particularmente en la Iglesia de las primeras generaciones cristianas. Dan testimonio de ello, entre otras cosas, las efigies del Buen Pastor que provienen de aquel período histórico. Evidentemente esta figura es una síntesis singular del misterio de Cristo y, al mismo tiempo, de su misión siempre en acción. "El buen pastor da su vida por las ovejas" (Jn 10,11).

Para nosotros que participamos constantemente en la Eucaristía, que obtenemos la remisión de los pecados en el sacramento de la reconciliación; para nosotros que experimentamos la incesante solicitud de Cristo por el hombre, por la salvación de las almas, por la dignidad de la persona humana, por la rectitud y limpidez de los caminos terrestres de la vida humana, la figura del Buen Pastor es tan elocuente como lo era para los primeros cristianos, que en las pinturas de las catacumbas, representaban a Cristo como Buen Pastor, expresaban la misma fe, el mismo amor y la misma gratitud. Y lo expresaban en períodos de persecución, cuando estaban amenazados de muerte por la confesión de Cristo; cuando se veían obligados a buscar los cementerios subterráneos para orar allí en común y participar en los santos misterios. Las catacumbas de Roma v de las otras ciudades del antiguo Imperio no cesan de ser un testimonio elocuente del derecho del hombre a profesar la fe en Cristo y a confesarlo públicamente. No cesan de ser el testimonio de esa potencia espiritual que brota del Buen Pastor. El se mostró más potente que el antiguo Imperio, y el secreto de esta fuerza es la verdad y el amor de los que el hombre tiene siempre la misma hambre y de los que nunca se sacia.

2. "Yo soy el buen pastor —dice Jesús— y conozco a las mías y las mías me conocen a mí, como el Padre me conoce y yo conozco a mi Padre" (Jn 10,14-15). ¡Qué maravilloso es este conocimiento! ¡Qué conocimiento! ¡Llega hasta la verdad y el amor eterno cuyo nombre es el "Padre"! Precisamente de esta fuente proviene ese conocimiento particular que hace nacer la auténtica confianza. El conocimiento recíproco: "Yo conozco... y ellas conocen".

No se trata de un conocimiento abstracto, de una certeza meramente intelectual, que se expresa con la frase "sé todo de ti". Más aún, un conocimiento tal suscita el miedo, induce más bien a cerrarse: "No tocar mis secretos, déjame en paz . "Malheur à la connaissance... qui ne tourne point à aimer!: ¡Ay del conocimiento... que no tiende a amar!" (Bossuet, De la connaissance de Dieu e de soi-même, Oeuvre Complètes. Bar-le-Duc 1870, Guérin, pág. 86). En cambio, Cristo dice: "Conozco a las mías", y lo dice del conocimiento liberador que suscita la confianza. Porque, aunque el hombre defienda el acceso a sus secretos, aunque quiera conservarlos para sí mismo, sin embargo tiene todavía más necesidad, "tiene hambre y sed" de Alguien ante quien poder abrirse, a quien poder manifestarse y revelarse. El hombre es persona, y corresponde a la "naturaleza" de la persona, al mismo tiempo, la necesidad del secreto y la necesidad de abrirse. Estas dos necesidades están estrechamente unidas la una con la otra. La una se explica a través de la otra. En cambio, las dos juntas indican la necesidad de Alguien, ante el cual el hombre puede manifestarse. Cierto, pero todavía más; tiene necesidad de Alguien que pueda ayudar al hombre a entrar en su propio misterio. Ese "Alguien", sin embargo, debe conquistar la confianza absoluta, debe, revelándose a sí mismo, confirmar que es digno de tal confianza. Debe confirmar y revelar que es Señor y, a la vez, Siervo del misterio interior del hombre.

Precisamente así se ha revelado Cristo. Sus palabras: "Conozco a las mías..." y "las mías... me conocen" encuentran una confirmación definitiva en las palabras que siguen: "Doy mi vida por las ovejas" (Jn 10,11 Jn 10,15).

58 He aquí el perfil interior del Buen Pastor.

3. Durante la historia de la Iglesia del cristianismo jamás han faltado hombres que han seguido a Cristo-Buen Pastor.Ciertamente no faltan tampoco hoy. La liturgia se refiere más de una vez a esta alegoría para presentarnos las figuras de algunos santos, cuando en el calendario litúrgico llega el día de su fiesta. El miércoles último hemos recordado a San Estanislao, Patrono de Polonia, cuyo noveno centenario celebramos este año. En la fiesta de este obispo-mártir leemos una vez más el Evangelio del Buen Pastor.

Hoy quiero referirme a otro personaje, dado que este año se celebra también el 250 aniversario de su canonización. Se trata de la figura de San Juan Nepomuceno. Con este motivo, a petición del cardenal Tomásek, arzobispo de Praga, le he dirigido personalmente una carta especial para la Iglesia en Checoslovaquia.

He aquí algunas frases de esta carta:

«La figura grandiosa de San Juan encierra ejemplos y gracias para todos. La historia nos lo presenta primero como dedicado al estudio y a la preparación para el sacerdocio: consciente como era de que, según la expresión de San Pablo, habría de ser transformado en otro Cristo, él encarna en sí ya el ideal del conocedor de los misterios de Dios, en tensión como estaba a la perfección de las virtudes; ya el ideal de párroco, que santifica a sus fieles con el ejemplo de su vida y con el celo por las almas; ya el de vicario general, ejecutor escrupuloso de sus deberes en el espíritu de la obediencia eclesial.

.»En este ministerio encontró su martirio por la defensa de los derechos y de la legítima libertad de la Iglesia, frente a los caprichos del Rey Wenceslao IV. Este participó personalmente en su tortura, después lo hizo arrojar desde el puente al río Moldava.

»Algún decenio después de la muerte del hombre de Dios, se difundió la voz de que el Rey lo había hecho matar por no haber querido violar el secreto de la confesión. Y así el mártir de la libertad eclesiástica fue venerado también como testigo del sigilo sacramental.

»Puesto que él fue sacerdote, parece natural que los sacerdotes sean los primeros en beber de su fuente, en revestirse de sus virtudes y ser excelentes Pastores. El buen pastor conoce a sus ovejas, sus exigencias, sus necesidades. Les ayuda a desenredarse del pecado, a vencer los obstáculos y las dificultades que encuentran. A diferencia del mercenario, él va en busca de ellas, les ayuda a llevar su peso y sabe animarlas siempre. Cura sus heridas con la gracia, sobre todo a través del sacramento de la reconciliación.

»En efecto, el Papa, el obispo y el sacerdote no viven para sí mismos, sino para los fieles, así como los padres viven para los hijos y como Cristo se entregó al servicio de sus Apóstoles: 'El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos' (
Mt 20,28)».

4. Cristo Señor en su alegoría del Buen Pastor pronuncia todavía estas palabras: "Tengo otras ovejas que no son de este aprisco, y es preciso que yo las traiga, y oirán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo pastor" (Jn 10,16).

Se puede adivinar con facilidad que Jesucristo, hablando directamente a los hijos de Israel, indicaba la necesidad de la difusión del Evangelio y de la Iglesia y, gracias a esto, la extensión de la solicitud del Buen Pastor más allá de los límites del pueblo de la Antigua Alianza.

59 Sabemos que este proceso comenzó a realizarse ya en los tiempos apostólicos; que constantemente se ha realizado más tarde y continúa realizándose. Tenemos conciencia del alcance universal del misterio de la redención y también del alcance universal de la misión de la Iglesia.

Por esto, terminando esta nuestra meditación de hoy sobre el Buen Pastor, oremos con ardor particular por todas esas "otras ovejas" que Cristo debe conducir todavía a la unidad del redil (cf.
Jn 10,16). Quizá son los que aún no conocen el Evangelio. O quizá los que, por cualquier motivo, lo han abandonado; más aún, quizá también los que se han convertido en sus encarnizados adversarios, los perseguidores.

Que Cristo tome sobre sus hombros y estreche junto a Sí a los que por sí solos no son capaces de volver.

El Buen Pastor da la vida por las ovejas. Por todas.

Saludos

(Antes de la catequesis)

Saludo a todos los peregrinos. Me suelen decir cuando estoy viniendo: salúdeme "a mí". Pues bien, te saludo "a ti", a cada uno; y sobre todo, a esa madre y abuela de 99 años que merece el saludo de todos y también un ¡viva! Saludo a los Excmos. obispos, mis hermanos. y al cardenal Siri que se tiene que ir a la reunión de la Conferencia Episcopal Italiana; a los sacerdotes, religiosos y religiosas; a los enfermos. Quisiera estrechar la mano a cada uno, pero es imposible en la práctica. Recibo muy agradecido vuestra felicitación: veo que lleváis la cuenta de mis años... Pero os estoy más agradecido aún por lo que rezáis en esta circunstancia de mi cumpleaños. Gracias, muchas gracias por la oración. Y ahora pienso que debemos comenzar el discurso sustancial.

(Al Movimiento de la asamblea "Venerable María Cristina")

Una bienvenida cordial a las dirigentes de las asambleas "Venerable María Cristina", aquí presentes para ofrendar al Papa su devoción filial y el regalo de ornamentos sacros para las iglesias pobres de Roma, recogidos en todas las regiones de Italia. Gracias de corazón. queridísimas hijas, por este testimonio de fe y piedad cristiana, a la vez que os auguro aumentos cada vez mayores de vuestra benemérita institución.

(A los Hermanos de las Escuelas Cristianas)

Entre las muchas personas a las que quisiera saludar personalmente, se halla el grupo de los Hermanos Cristianos que están siguiendo en Roma un curso de renovación espiritual. Deseo que conozcáis vosotros y todos vuestros hermanos mi alta estima hacia vuestra vocación de entrega a la educación cristiana y formación de la juventud. Pero aún más importante de lo que hacéis es lo que sois: hombres que acogieron con generosidad una llamada, hermanos consagrados enteramente a Jesucristo y comprometidos por la causa de su Iglesia y su Evangelio. Vuestro primer criterio de éxito es vuestra capacidad de amar; de amar a Jesucristo, a su Padre y a sus hermanos. Vuestra realización plena se encuentra en la santidad de vida. El Papa está de vuestra parte y Jesucristo está con vosotros, ¡ahora y siempre!

(A los enfermos)

60 En medio de esta querida asamblea no faltan enfermos y personas que sufren.

Deseo recordarlos y saludarles con afecto particular, porque merecen siempre atención especial, porque necesitan consuelo, porque son presencia singular y preciosa de Dios en nuestro mundo. Mi oración jamás olvida a quienes entre toda la familia humana llevan cruces pesadas en el cuerpo o en el espíritu: que a todos ayude y serene la gracia de nuestro Salvador Divino. y de ello quiere sor prenda mi bendición.

(A los recién casados)

Mi oración, saludo y felicitación va asimismo a los recién casados que asisten a este encuentro. Su presencia aquí es sin duda alguna un acto deferente de amor filial al Papa; pero es también un acto de fe, pues ellos esperan del Vicario de Cristo una palabra enardecedora y fortificante para el viaje de la vida. Sed siempre generosos y estad serenos entre vosotros, queridos recién casados, anclados siempre en la potencia de la gracia divina y del auxilio de la Madre de Dios. María Santísima, a quien honramos con tanto gozo en el mes de mayo. Os acompañe mi bendición.

(A los jóvenes)

Un saludo particularmente entrañable os dedico a vosotros, niños, muchachos y jóvenes que habéis querido venir a visitarme. Os veo con sumo gusto siempre, porque en la sociedad sois el florecer del corazón y de la mente; y vuestra tierra es siempre fértil. Mirad a vuestro alrededor en este mayo tan hermoso y rico: es vuestra imagen. Conservad largo tiempo esta sonrisa luminosa, junto con la gracia y la alegría.

Con mayor ternura aún saludo y abrazo por decirlo así, a los niños y niñas de primera comunión que todavía portáis el perfume del primer encuentro con Cristo. Ninguna iglesia del mundo es tan bonita y santa como vosotros, que os habéis transformado en tabernáculos vivientes de Dios. Os deseo que nadie llegue a arrebataros los dones que Jesús ha depositado en vuestro corazón.

(A varios grupos italianos)

Una palabra particular de saludo dirijo ahora con suma complacencia a los nutridos grupos de Bari, Todi, Bérgamo y Vercelli; presididos por sus obispos, han venido a esta audiencia a testimoniar su afecto al Papa y a sacar del encuentro gozoso con tantos fieles de todos los lugares de Italia y del mundo, estímulo y aguijón para una adhesión cada vez más generosamente a Cristo.

Hijos queridísimos: Al manifestaros mi aprecio y gratitud por los sentimientos que vuestra presencia y vuestro entusiasmo ponen en evidencia, deseo exhortaros a perseverar en los buenos propósitos hechos en Pascua; que vuestra vida siga siendo vida de resucitados con Cristo. "Comportaos como libres y no como quien tiene la libertad cual cobertura de la maldad, sino como siervos de Dios" (
1P 2,16).

Acompaño estos deseos con una paterna bendición apostólica que gustosamente extiendo a todos vuestros familiares.



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Miércoles 23 de mayo de 1979


Audiencias 1979 49