Audiencias 1979 84

Miércoles 11 de julio de 1979



1. Deseo también hoy referirme a la gran solemnidad que la Iglesia Romana celebra el 29 de junio, recordando de ese modo cada año el martirio de sus Patronos, los Santos Apóstoles Pedro y Pablo. La conmemoración de estos Apóstoles ofrece a los ojos de nuestra alma no solamente el momento de su muerte por Cristo, sino también toda su vida apostólica. Pese a la considerable lejanía en el tiempo, su vida, enriquecida por el trabajo del testimonio evangélico, transcurrida enteramente en el establecimiento de las bases del Reino de Dios sobre la tierra, es siempre para nosotros actual y concreta. Ambos Apóstoles se perfilan ante los ojos de nuestra mente como figuras reales; se expresan con las palabras de sus Cartas y con sus obras, registradas tanto en sus propios escritos como en los Hechos de los Apóstoles. Nosotros podemos seguir los acontecimientos en que tomaron parte y de que consta su vida, en cierto sentirlo desde fuera y, al mismo tiempo, podemos seguir también su vida interior encontrando en ella siempre un modelo vivo de ese "seguimiento de Cristo", al que todos estamos llamarlos.

Quisiera centrar hoy vuestra atención sobre un detalle concreto: los Apóstoles tenían numerosos auxiliares y colaboradores, que hacían posible y les facilitaban el cumplimiento de las obligaciones inherentes al anuncio del Evangelio. Muchos nombres de aquellos discípulos y ayudantes apostólicos nos son conocidos, sobre todo por las Cartas de San Pablo. La conmemoración de algunos de ellos sigue vigente en el martirologio y en el calendario litúrgico de los Santos de la Iglesia.

2. Esta constatación, que se refiere a los orígenes de la Iglesia, nos permite además recorrer casi dos mil años de historia para llegar hasta nuestros tiempos. El cumplimiento de la misión apostólica, especialmente del ministerio de Pedro, ha necesitado, en todas las épocas, numerosos colaboradores. También nuestra época los exige, en medida adecuada a las circunstancias de los tiempos actuales, en los que le corresponde a la Iglesia desarrollar la misión evangélica de la salvación. Deseo hoy dedicar mis palabras, en este encuentro con vosotros que participáis en la audiencia del miércoles, precisamente a todos cuantos aquí en Roma colaboran con el Sucesor de Pedro en el cumplimiento de su servicio a la Iglesia Romana y universal. Lo hago por motivos teológicos: la reciente festividad de los Santos Apóstoles, en efecto, nos induce a esta reflexión. Lo hago también por motivos personales: es justo que yo dedique mi recuerdo y mi gratitud hacia mis colaboradores, al igual que lo leemos en las Cartas de los Apóstoles y sobre todo en las Cartas de San Pablo: "Damos siempre gracias a Dios por todos vosotros y recordándoos en nuestras oraciones, haciendo sin cesar ante nuestro Dios y Padre memoria de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestra caridad y de la perseverante esperanza en nuestro Señor Jesucristo" (1Th 1,2-3).

3. El círculo más estrecho de colaboradores del Papa, Obispo de Roma y Sucesor de Pedro, está constituirlo por la Curia Romana. Como se sabe, la Curia es actualmente un organismo grande y diversificado, sobre cuya puesta al día, según las tareas del ministerio de Pedro y según las necesidades de la Iglesia contemporánea, el Concilio Vaticano II reflexionó profundamente. Entre sus principales sugerencias a este respecto se lee:

"Los padres del Sacrosanto Concilio desean que estos dicasterios, que han prestado ciertamente ayuda excelente al Romano Pontífice y a los Pastores de la Iglesia, sean sometidos a nueva ordenación, más acomodada a las necesidades de los tiempos, regiones y ritos, señaladamente en lo que se refiere a su número, nombre, competencia y modo peculiar de proceder, y a la coordinación de los trabajos... Además, puesto que estos dicasterios se han constituido para bien de la Iglesia universal, se desea que sus miembros, oficiales y consultores, así como los legados del Romano Pontífice, se tomen, dentro de lo posible, en mayor número de las diversas regiones de la Iglesia, de forma que las oficinas u órganos centrales de la Iglesia católica presenten carácter verdaderamente universal.

"Es de desear que, entre los miembros de los dicasterios, se cuenten también algunos obispos, sobre todo diocesanos, que puedan informar más plenamente al Sumo Pontífice sobre el sentir, deseos y necesidades de todas las Iglesias. Finalmente, los padres del Concilio juzgan muy útil que dichos dicasterios oigan en mayor medida a laicos eminentes por su virtud, ciencia y experiencia, de suerte que también ellos tengan en los asuntos de la Iglesia una parte congruente" (Christus Dominus CD 9 y 10).

Siguiendo el pensamiento del Concilio y en atención a sus indicaciones, Pablo VI dio una forma concreta a la adaptación de la Curia Romana, mediante la Constitución Regimini Ecclesiae universae. Este amplio y múltiple organismo reúne en sí oficinas e instituciones de larga y a veces secular historia y, junto a ellas, organismos nuevos, surgidos directamente de la eclesiología del Vaticano II, que ponen de manifiesto la conciencia de la misión de la Iglesia en el mundo contemporáneo, de la que somos acreedores al Concilio precisamente.

Sería imposible hacer aquí un análisis detallado de todo el conjunto de la Curia. Sería ciertamente arduo enumerar ordenadamente las competencias de cada uno de los dicasterios y de las diversas oficinas, como también su estructura y organización interna; pero quizá tampoco sea necesario. Conviene más bien aludir brevemente a cada uno de los dicasterios para darnos cuenta de que todos ellos tienen un campo definido en la vida y actividad de la Iglesia universal y que en esos sectores definidos facilitan el ejercicio del ministerio de Pedro en la Iglesia, compartiendo, de forma profunda y competente, la solicitud magisterial y pastoral de cada Sucesor de San Pedro, Obispo de Roma.

Ya los nombres de cada dicasterio expresan su competencia. Deber del Obispo de Roma es, ante todo. La solicitud por la integridad de la doctrina de la fe: y he aquí que la Congregación que le ayuda en todo ello lleva precisamente ese nombre. Al Obispo de Roma le competen las cuestiones relativas a la sucesión apostólica de los obispos en la dimensión de todo el Colegio; de aquí, la Congregación para los Obispos. Siguen después todos los otros dicasterios, que tratan de las diversas tareas del ministerio de Pedro en la Iglesia: la Congregación para las Iglesias Orientales que, aún con diversos ritos, está en comunión con la Sede de Pedro; la Congregación para los Sacramentos y el Culto Divino, que atiende a la vida sacramental y litúrgica de la Iglesia; la Congregación para el Clero, a la que compete todo lo referente al ministerio y vida de los presbíteros; la Congregación para los Religiosos e Institutos Seculares, que tan importante parte desempeña en el tejido vivo de la comunidad cristiana; la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, que cuida todo lo relativo a la acción misionera; la Congregación para las Causas de los Santos y, en fin, la Congregación para la Educación Católica, cuya actividad se extiende a las escuelas católicas, a los seminarios y a las universidades esparcidas por todo el mundo. No faltan tampoco los organismos para la administración de la justicia; es decir, la Sacra Rota Romana y el Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica —además de la Sacra Penitenciaría Apostólica, para los problemas internos de conciencia—, que se ocupan de la justa solución de cuestiones que pueden surgir en la vida de la Iglesia y que se refieren a los derechos de los fieles y de la comunidad.

Está luego también, como sabéis, la Secretara de Estado, que ayuda de cerca al Papa, tanto por lo que se refiere a la Iglesia universal, como en la coordinación de las actividades de los organismos de la Curia. Y además, está el Consejo para los Asuntos Públicos de la Iglesia, que se ocupa, sobre todo, de las cuestiones concernientes a las relaciones con los Estados y con los Gobiernos.

85 La Iglesia es como el hombre "que de su tesoro saca lo nuevo y lo añejo" (Mt 13,52). Muy elocuentemente hablan de la Iglesia de hoy y de mañana los organismos que han surgido como fruto del Concilio el Pontificio Consejo para los Laicos, la Comisión Iustitia et Pax, los tres Secretariados, para la Unión de los Cristianos, para las Religiones No Cristianas y para los No Creyentes, así como otras varias Pontificias Comisiones y la Prefectura para los Asuntos Económicos. Sin mencionar el Sínodo de los Obispos, también surgido del Concilio, que tiene su Secretaría general junto a esta Sede Apostólica.

4. Se puede e incluso se debe mirar la Sede Apostólica como un conjunto de organismos especializados que, mediante su incansable trabajo, facilitan el conocimiento de los asuntos esenciales de la Iglesia y las decisiones oportunas. Se puede y se debe decir que todos estos organismos sostienen el "ministerio" del Sucesor de Pedro y facilitan su realización.

Sin embargo, hablando de "ministerio", es necesario llegar siempre a percibir la curtiente más profunda que da un justo sentido a cada uno de esos organismos y hace que en cada uno palpite la vida de toda la Iglesia, mediante todos los impulsos que llegan de diferentes partes y se esparcen después en todas las direcciones.

Y quizá, precisamente con este fin, lo mejor es volver a los tiempos de los primeros Apóstoles, a sus Cartas. Y con las mismas palabras que ellos escribieron sobre el tema de sus íntimos colaboradores, permítaseme a mí expresar mi gratitud a mis actuales colaboradores, uniéndome con ellos en la solicitud por la Iglesia, que tiene su origen en el corazón de Cristo-Buen Pastor.

Saludos

Amadísimos hermanos y hermanas:

Bienvenidos seáis a esta audiencia, todos los presentes de lengua española y portuguesa. Vaya mi saludo cordial a cada uno en particular, sacerdotes, religiosos y religiosas, estudiantes, familias, niños, enfermos, miembros de grupos parroquiales.

La reciente festividad de San Pedro y San Pablo nos invita a reflexionar no sólo sobre su muerte por Cristo, sino también acerca de su vida apostólica, consagrada a la implantación del reino de Dios en la tierra.

Las Cartas y los Hechos de los Apóstoles nos muestran un detalle importante: los Apóstoles tenían numerosos colaboradores, que los ayudaban en su misión evangelizadora. Han pasado casi dos mil años y el cumplimiento de esa misión, sobre todo del ministerio de Pedro, requiere también hoy suficientes colaboradores que ayuden al Sucesor de Pedro, al Papa, en su servicio a la Iglesia universal.

Estas palabras quieren ser prueba de aprecio hacia cuantos prestan su ayuda al Papa, desde las distintas congregaciones y dicasterios de la Curia Romana, organismos tanto antiguos como de reciente creación. No podemos enumerar aquí a cada uno de ellos, cuyo nombre indica ya la esfera de su competencia específica. Todos forman parte de la Sede Apostólica, un conjunto de organismos especializados que con su trabajo facilitan el ministerio del Sucesor de Pedro. En la ayuda a ese ministerio está su razón de ser, para recoger el latido de la vida de la Iglesia entera e impulsarla en todas las direcciones.

Al manifestar mi gratitud a cuantos se unen a mi en la solicitud por toda la Iglesia que brota del corazón de Cristo Buen Pastor, les digo con San Pablo que les encomiendo en la oración, haciendo memoria "de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestra caridad y de la perseverante esperanza en nuestro Señor Jesucristo" (1Th 1,3).

86 (A los religiosos y religiosas de la Orden de San Agustín)

Deseo saludar con especial afecto a los numerosos religiosos y religiosas de le Orden de San Agustín que, procedentes de diversas partes del mundo, asisten estos días en Roma a un curso de espiritualidad agustiniana sobre el tema: "La experiencia agustiniana en la búsqueda de Dios".

Expreso de todo corazón mi deseo de que el profundo estudio de las enseñanzas de vuestro gran padre y fundador, tan ricas, fecundas y siempre actuales, os proporcione los deseados frutos interiores de gozosa comunión con Dios, de continua oración, de multiforme caridad, que constituyan la base de vuestra vida de almas consagradas y de vuestro apostolado en la Iglesia.

Que San Agustín os asista desde el cielo y os acompañe mi bendición.

(A los peregrinos sicilianos)

Un saludo cordial y una sincera felicitación deseo dirigir también a los numerosos peregrinos de las diócesis de Sicilia, que están aquí de paso para Lourdes:

Conozco, queridísimos hermanos y hermanas, vuestra ardiente veneración por la Virgen Santísima. Que la Inmaculada de la sagrada gruta os sonría, os proteja y obtenga para vosotros la fuerza de vivir con auténtico y generoso empeño el Evangelio de Jesús. su Hijo.

(Al consejo general de las Hermanas Franciscanas de Cristo Rey)

Con el mismo afecto dirijo mi saludo al consejo general y a las superioras locales de las Hermanas Franciscanas de Cristo Rey las cuales, con grande y legítima alegría, celebran el primer centenario de su restauración, tras la supresión que sufrieron en 1867.

Carísimas hermanas: Deseo de corazón a vuestra congregación una fecundidad creciente, para que proporcione a la Iglesia un luminoso testimonio de vida evangélica. La Virgen del Fiat sea vuestro constante modelo y vuestra materna protectora.

A todos los religiosos y a todas las religiosas que en estos días están celebrando sus capítulos generales, les quiero expresar la seguridad de mi recuerdo en la oración y les imparto una especial bendición apostólica.

87 (A los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados)

¡Queridísimos jóvenes! Como siempre, deseo reservaros un especial saludo. De modo particular, doy mi más cordial bienvenida a los jóvenes pertenecientes al Movimiento europeo "GEN", de los Focolares, presentes aquí en gran número. Vosotros, carísimos, tenéis necesidad de verdad, de amor y de ejemplos que imitar. Pues bien; mirad hacia lo alto, como hizo San Benito, cuya fiesta litúrgica celebramos hoy; mirad a Jesús y a quienes verdaderamente lo conocen, le aman y le siguen. Mirad a Jesús, que es la verdad, el amor, el ejemplo que ilumina, atrae y convence. En El se satisfacen todas vuestras aspiraciones. Que os ayude mi bendición.

También hasta vosotros, enfermos, que aun con dificultad y fatiga habéis querido participar en este encuentro, llegue mi saludo más cordial, acompañado del sentimiento de mi conmovido afecto y de la seguridad de que os recuerdo en mis oraciones.

El calvario del sufrimiento, que vosotros, enfermos, evidenciáis dramáticamente, adquiere significado y valor en el Calvario sobre el que Jesús murió crucificado. Vuestro sufrimiento tiene una gran misión para la unidad de las almas en torno a la cruz, única salvación de la humanidad.

Que os consuele la intercesión de San Benito y os acompañe mi bendición.

Carísimos recién casados:

También para vosotros mi saludo afectuoso y un deseo sincero de felicidad en la nueva vida que habéis iniciado con el sacramento del matrimonio.

Vosotros, esposos cristianos, sed siempre promotores de la genuina concepción de la familia, como la quiere Cristo; y recordad también el célebre mensaje que San Benito dejó a sus monjes, así como a la humanidad entera: Ora et labora. Orad y trabajad, con cristiana dedicación.

¡Que os asista siempre el Santo Patrono de Europa! ¡Y os estimule mi propiciadora bendición!





Miércoles 18 de julio de 1979



1. Se ha publicado recientemente un importante documento de la Sede Apostólica: la Constitución Sapientia christiana, dedicada al problema de los estudios académicos y a las instituciones que la Iglesia crea con el fin de que sirvan para dichos estudios. Se trata de un sector que tiene tras de sí un largo y glorioso pasado. La Iglesia, enviada por Cristo a enseñar a "todas las naciones" (Mt 28,19), entró ya desde sus comienzos, en vivo contacto con la ciencia.

88 Lo confirma la tradición de las más antiguas escuelas cristianas, especialmente algunas muy famosas de la antigüedad, como la escuela de Alejandría y la de Antioquía. Luego, lo testimonia todo el esfuerzo secular de las Órdenes monásticas que, gracias a su incansable trabajo, contribuyeron a conservar los textos de los clásicos, es decir, de los antiguos autores paganos. Y, por último, lo confirma la estrecha colaboración de la Iglesia con las escuelas de diversos grados, que han propagado la instrucción y, sobre todo, con las universidades cuyas estructuras se perfilaron en la Edad Media.

A ese tiempo se remontan muchos de los más antiguos y célebres ateneos de los diversos países de Europa (esparcidos luego, también, a otros continentes), que existen todavía hoy. Durante siglos han sido centros de estudio y enseñanza, a los que debe muchísimo la cultura de las diferentes naciones y países europeos (y también de los otros continentes).

En relación con este amplio problema de alcance histórico, que ha dado ocasión a muchos estudios y monografías, me limitaré solamente a un breve recuerdo. No se puede, en efecto, ignorarlo, tratándose de una cuestión tan importante para la misión de la Iglesia también en nuestros tiempos.

Merecen una rápida alusión los antiguos centros universitarios y culturales como Bolonia, Roma, Padua, Pisa y Florencia, en Italia; París, Toulouse y Grenoble en Francia; Oxford y Cambridge, en Gran Bretaña; Salamanca y Valladolid, en España; Colonia, Heidelberg y Leipzig, en Alemania; Viena y Graz, en Austria; Lisboa y Coimbra, en Portugal; Praga, en Checoslovaquia; Cracovia, en Polonia; Lovaina, en Bélgica; México en México; Córdoba y Santa Fe, en Argentina; Lima, en Perú; Quito, en Ecuador; Manila, en Filipinas.

2. La mencionada Constitución Apostólica Sapientia christiana se refiere precisamente a esto. Ha surgido como fruto de la resolución del Concilio Vaticano II, que se pronunció por la elaboración de un nuevo documento sobre el tema de las relaciones de la Iglesia con los estudios académicos. El documento precedente, la Constitución Deus scientiarum Dominus había sido promulgada por el Papa Pío XI el 24 de marzo de 1931 (AAS 23, 1931, págs. 241-262). El rápido, casi diríamos avasallador, desarrollo de la ciencia en sus diversas corrientes contemporáneas y, en relación con tal fenómeno, la necesidad de adaptar las instituciones académicas, llamadas a cumplir en la vida de la Iglesia sus finalidades específicas, contribuyeron a someter también a renovación aquel insigne documento de 1931, que durante decenas de años prestó grandes servicios a la Iglesia y a la sociedad.

La nueva Constitución es fruto de muchos años de trabajo. La Congregación para la Educación Católica, bajo la guía del cardenal Gabriel-Marie Garrone, ha dirigido ese trabajo de acuerdo con cada una de las Conferencias Episcopales y también con los ambientes más interesados en ese tema, así como con los mismos ateneos católicos de carácter académico.

Hoy, existen en todo el mundo 125 centros académicos de estudios eclesiásticos. De esos centros académicos, 16 se encuentran en Roma y se llaman también "Pontificios Ateneos Romanos". Hay, además, en diversas partes del mundo, 47 Universidades Católicos erigidas por la Santa Sede y 34 facultades teológicas en universidades estatales.

Estos ateneos han tomado parte en los trabajos de preparación de la Constitución Apostólica Sapientia christiana.

3. El nuevo documento pontificio define claramente lo que se entiende por "Facultad eclesiástica", que es la que se ocupa especialmente de la Revelación cristiana y de las disciplinas relacionadas con ella y que, por tanto, están ligadas con su misión evangelizadora.

Así, pues, los fines específicos de las Facultades eclesiásticas, definidos en el documento son: profundizar el conocimiento de la Revelación cristiana; formar, a un nivel altamente cualificado, a los estudiantes de las diversas disciplinas; ayudar activamente, tanto a la Iglesia universal como a las particulares, en toda la obra de evangelización.

Se delinean claramente en el documento los criterios de gobierno de cada uno de los centros, de modo que todos sean responsables en garantizar un efectivo y colegial funcionamiento de cada uno de ellos. Se precisa la función del Magisterio eclesiástico en relación con la iusta libertas in docendo et in investigando.

89 Se delinean las dotes requeridas en los profesores, bajo el aspecto de la preparación científica y del testimonio de vida.

Se introduce una nueva estructura de los cursos de facultad.

Se exhorta a las facultades teológicas a una función investigadora especialmente importante, como es la de traducir el mensaje evangélico a las legítimas expresiones culturales de las diversas naciones.

Se acentúa el aspecto ecuménico, misionero y de promoción humana, que deben tener los estudios de las Facultades eclesiásticas.

4. La Constitución sobre los estudios académicos servirá para los mismos fines a los que hasta ahora ha servido el documento Deus scientiarum Dominus (completado, poco después de la conclusión del Concilio, con las prescripciones emanadas por la Sagrada Congregación bajo el título Normae quaedam del 20 de mayo de 1968). Y aquí debemos expresar nuestra gratitud a cuantos han contribuido a elaborar tan importante documento.Para terminar mi discurso, necesariamente muy breve y conciso respecto a este tema, conviene que una vez más nos demos cuenta para qué fines servirá la Constitución Apostólica Sapientia christiana, como antes sirvió la Constitución Deus scientiarum Dominus.

Para responder a esta cuestión, conviene tener ante nuestros ojos la misión de la Iglesia. Misión definida por Cristo cuando dijo a los Apóstoles: "Id, pues; enseñad a todas las gentes" (
Mt 28,19), "predicad el Evangelio a toda criatura" (Mc 16,15).

Anunciar el Evangelio, enseñar, significa encontrarse con el hombre vivo, con el pensamiento humano, que continuamente, y siempre de modo diverso y en campos nuevos, busca la verdad. El hombre pregunta y espera la respuesta. Para encontrar la auténtica respuesta conforme a la realidad, y que sea exacta y persuasiva, se realizan investigaciones a veces difíciles e ingratas. La sed de verdad es una de las expresiones innegables del espíritu humano.

Anunciar el Evangelio, enseñar, significa encontrarse con esta voz del espíritu humano a distintos niveles, pero sobre todo al más alto nivel, allí donde la búsqueda de la verdad se realiza de modo metódico, en los institutos especializados que sirven para el estudio y transmisión de los resultados de las investigaciones, es decir, para la enseñanza.

Los ateneos católicos deben ser lugares en los que la evangelización de la Iglesia se encuentra con el grande y universal "proceso académico" que fructifica en todas las conquistas de la ciencia moderna.

Al mismo tiempo, en estos ateneos, la Iglesia profundiza continuamente, consolida y renueva su propia ciencia: la que debe transmitir al hombre de nuestro tiempo como mensaje de salvación. Y esta ciencia la transmite, en primer lugar, a quienes deben a su vez transmitirla a los demás de modo fiel y auténtico e igualmente adaptado a las necesidades e interrogantes de las generaciones de nuestro tiempo.

Es éste un trabajo inmenso, un trabajo orgánico, un trabajo indispensable. Que la nueva Constitución Apostólica Sapientia christiana haga conscientes de su propia misión, en la comunidad del Pueblo de Dios, a cuantos se dediquen a esas tareas. Que les haga conscientes de la responsabilidad respecto a la Palabra de Dios y al fruto de la verdad humana. Que sea un acicate para el servicio perseverante de esa verdad.

Saludos

90 Amadísimos hermanos y hermanas:

A cuantos habéis venido a este encuentro, desde cualquier país de lengua española y portuguesa, dirijo mi saludo más cordial; saludo para cada grupo y cada persona.

Hace poco ha sido publicada la Constitución Sapientia christiana, dedicada al problema de los estudios académicos y a los relativos centros eclesiales. La Iglesia, que desde el principio se ha preocupado tanto de la defensa de la cultura y de la difusión de la ciencia, ha creado siempre numerosos centros de formación, que van de la escuela inferior a la universidad. Limitándonos al grado superior, hoy existen en el mundo ciento veinticinco centros académicos de estudios eclesiásticos, cuarenta y siete universidades católicas erigidas por la Santa Sede, quinientas cincuenta y tres universidades católicas erigidas por diócesis o entes católicos, treinta y cuatro facultades teológicas en universidades estatales.

Ello indica la grande importancia que tiene este sector. Y precisamente para dictar normas acomodadas al momento actual, la Santa Sede ha publicado la nueva Constitución, preparada por la Sagrada Congregación para la Educación Católica, en estrecho contacto con las Conferencias Episcopales y con los centros académicos antes mencionados.

La Iglesia, que recibió esta misión: "id, pues; enseñad a todas las gentes"; "predicad el Evangelio a toda criatura", anuncia el Evangelio encontrándose con el pensamiento humano, que a través de formas nuevas y en diversos campos busca la verdad. Predica sobre todo el Evangelio mediante su presencia activa en los centros dedicados sistemáticamente a la búsqueda de la verdad. A la vez, de ese modo profundiza, consolida y renueva su propia ciencia, para darla como respuesta a la problemática del hombre en cada momento histórico.

¡Un trabajo inmenso y delicado! Quiera Dios que cuantos a él se consagran, sientan la responsabilidad que les incumbe de servicio a la Palabra de Dios y a la verdad humana.

(En italiano)

(A una delegación de la isla de Lampedusa)
Sé que se halla presente también una delegación procedente de la isla de Lampedusa, guiada por el arcipreste y el alcalde y compuesta sobre todo de pescadores, que han venido para que el Papa bendiga la estatua de la "Virgen del Mar", ofrecida como ex-voto.

A la vez que dirijo a todos mi saludo, bendigo de muy buen grado la sacra imagen, que será colocada para protección de todos los amantes del mar.

(A las religiosas presentes con estas palabras)
91 Deseo expresar un cordial saludo a las monjas capuchinas de clausura, de Italia, pertenecientes a la "Federación Sagrada Familia", que han venido a Roma para celebrar su asamblea general y elegir la nueva presidenta y su consejo.

Queridísimas hermanas: formáis en las filas de almas generosas que, en los silencios de vuestros monasterios habéis buscado y hallado la "mejor parte", de que habla el Evangelio (
Lc 10,42); es decir, la contemplación y adoración constante de Dios, llenas de un gran amor a la Iglesia y al prójimo, por cuyo bien ofrecéis vuestra existencia de oración y sacrificio. Mientras dirijo mi más ferviente saludo a las nuevas elegidas para que tengan una actividad organizadora cada vez más fructuosa entre todas las que componen la Federación, invoco sobre vosotras y sobre todas vuestras hermanas dones especiales del Señor, a fin de que os conduzca, firme y suavemente a la vez, por los caminos de una constante ascensión espiritual, propiciando sobre la tierra la continua misericordia de Dios, a la vez que os imparto mi bendición apostólica.

Dirijo también mi saludo especial a las numerosas religiosas de diversos países, unidas al Movimiento de los Focolares y reunidas estos días cerca de Roma para meditar sobre el tema "La presencia de Jesús en el hermano".

Que el Señor sea siempre vuestro gozo y la causa íntima de vuestra total y evangélica dedicación al prójimo, de for­ma que sea también vuestra suprema recompensa.

(A los jóvenes)
Y ahora, unas breves, pero cordiales palabras de saludo a vosotros, chicos, chicas y jóvenes que traéis a esta plaza el entusiasmo de vuestra juventud y el ardor de vuestra fe.

Os agradezco vivamente la alegría que me producís con vuestra gozosa presencia. Deseo que esta vuestra visita a Roma, centro del cristianismo, y este vuestro encuentro con el Papa, Sucesor de San Pedro, sirvan para renovar el entusiasmo de vuestro ideal cristiano y aumentar vuestro amor personal a Cristo, que quisierais tratar de conocer mejor con la meditación y la plegaria, aprovechando también de estos meses veraniegos, para dar testimonio de él, en el ambiente en que vivís, a través de una ejemplar bondad y una siempre creciente disponibilidad hacia los demás.

Que os sostenga mi bendición apostólica.

(A los enfermos)
A vosotros, enfermos aquí presentes y a cuantos sufren en sus casas o en los hospitales dirijo mi saludo muy particular, pensando especialmente en los niños internados en centros sanitarios.

Estad bien seguros de que el Papa os acompaña y os acompañará siempre; que os sigue con paterna comprensión, con tierno afecto y no cesa de elevar oraciones para que obtengáis la gracia de la fortaleza que os haga superar las dificultades y pruebas a las que os somete la enfermedad. Recordaos siempre de que vuestro dolor, si lo asociáis a los sufrimientos de Cristo, no sólo no será baldío, sino que será fuente privilegiada de salvación para todos los hombres.

92 Que el Señor os colme con la abundancia de su favores celestiales para ayuda y consuelo de vuestros corazones.

(A los recién casados)
Deseo expresar mi felicitación también hoy a los recién casados, que han iniciado su unión matrimonial con la bendición de Dios. Queridos recién casados: permitid que a los deseos más sinceros de alegría y prosperidad de vuestras nacientes familias, añada mis mejores votos para que la gracia del sacramento que recientemente habéis recibido, brote, como manantial inagotable, todos y cada uno de los días de vuestra vida, de modo que vuestras nuevas familias estén siempre abiertas a los valores auténticos de la fe cristiana y sepan siempre encontrar en las purificadas fuentes del amor cristiano la fuerza y la felicidad de cumplir las leyes de la vida y corresponder así a vuestra vocación. Que os acompañe siempre mi bendición apostólica.





Miércoles 25 de julio de 1979



1. Quiero dirigir hoy mi pensamiento a la juventud. Es tiempo de vacaciones. Los jóvenes y los niños se hallan libres de obligaciones escolares o universitarias y dedican esta temporada al descanso. Quiero saludar cordialmente a todos los jóvenes y niños que se encuentran descansando y les deseo que las vacaciones les traigan reservas de energías, que les serán necesarias para el próximo año de estudios. El descanso pertenece no sólo al orden humano, sino también al programa divino de la vida humana. Reposa bien el que trabaja bien y, por su parte, el que trabaja bien, debe reposar bien.

Mi pensamiento se dirige, de modo especial, a los numerosos grupos de jóvenes, que hacen coincidir su descanso veraniego con la profundización de sus relaciones con Dios, con la profundización de su vida espiritual. A muchos de estos grupos de jóvenes les conozco personalmente desde los tiempos de mi anterior servicio como sacerdote y obispo en Polonia. Sobre otros muchos grupos me he informado aquí. Ciertamente, en varios países de Europa y del mundo encontramos en los jóvenes una búsqueda muy acentuada de los valores espirituales y religiosos. Parece que los jóvenes sienten muy vivamente el hecho de que no es posible llenar la vida solamente de contenidos y valores materialistas. De ahí derivan esas aspiraciones y esa búsqueda que para nosotros no pueden ser más que fuente de consuelo y esperanza. Testimonian que el hombre quiere vivir plenamente la vida, respirar a pleno pulmón su propia personalidad humana. La vida reducida a la única dimensión de temporalidad, materia y consumismo, suscita contestaciones.

2. Dentro de los ambientes juveniles en quienes pienso en este momento, es muy significativo el interés en buscar, especialmente en esta época del año, un contacto más íntimo con la naturaleza. Las vertientes de los montes, los bosques, los lagos, el litoral del mar atraen durante el verano a una gran multitud de gente. Sin embargo, para muchos grupos juveniles, ese descanso que el hombre encuentra dentro de la naturaleza resulta ser una gran ocasión para un más íntimo contacto con Dios. Y lo encuentran en la exuberante hermosura de la naturaleza que, para muchas almas y muchos corazones, ha sido, a lo largo de la historia, fuente de inspiración religiosa. En este doble contacto, vuelven a encontrarse a sí mismos, vuelven a encontrar el propio "yo" más profundo, la propia intimidad. La naturaleza les ayuda a esto. La intimidad humana se hace en el contacto con la naturaleza, más transparente para el hombre y más abierta a una reflexión profunda y a la acción de la gracia, que espera el recogimiento interior del corazón juvenil para obrar con mayor eficacia.

3. Habiendo estado muchos años en contacto con grupos juveniles de esta índole, he notado que su espiritualidad se basa en dos fuentes que alimentan casi paralelamente las almas juveniles. Una de ellas es la Sagrada Escritura, la otra la Liturgia. La lectura de la Sagrada Escritura, unida a la reflexión sistemática sobre sus contenidos y tendente a la revisión de la propia vida, se convierte en un rico venero para encontrarse a sí mismos y renovar el espíritu dentro de la comunidad. Y a la vez, este proceso de la "Liturgia de la Palabra", desarrollada en diversas direcciones, conduce por el camino más corto a la Eucaristía, vivida con la profundidad de los corazones juveniles y siempre, al mismo tiempo, de forma comunitaria. En torno a la Eucaristía, esta comunidad y todos los lazos que de ella se originan vuelven a tomar nueva fuerza y profundidad: lazos de compañerismo, de amistad, de amor, a los cuales están especialmente abiertos, en este período de la vida, los corazones juveniles. La permanente presencia de Cristo, su eucarística proximidad ofrecen a estos lazos una dimensión de especial belleza y generosidad.

4. Los ambientes y grupos juveniles a que me estoy refiriendo, están por lo general llenos de auténtica y juvenil alegría. He admirado algunas veces el hecho de que esta alegría y espontaneidad se dan la mano con el amor por el orden y la disciplina. Ya este hecho era de por sí una prueba de que el hombre solamente se puede educar desde dentro, con la fuerza de un ideal espiritual, haciéndole ver los sencillos contornos de la verdad y el aspecto de auténtico amor en que se centró la vida humana de Cristo. Yo mismo volvía de esos encuentros más lleno de alegría y más "reposado" espiritualmente. "La belleza de la alegría" es tan importante para el hombre como "la belleza del amor".

La particular expresión de esa alegría es siempre el canto. Todavía resuena hoy en mis oídos el cántico de los grupos juveniles que dio origen al estilo nuevo de cánticos o, mejor diríamos, de las canciones religiosas de hoy. Este fenómeno merecería un análisis detenido.

5. Hay además otros grupos que, de muy buen grado, hacen peregrinaciones. El hombre contemporáneo, más que el de las anteriores generaciones, es un hombre "en camino". Lo que vale especialmente para los jóvenes. Estos grupos juveniles peregrinantes (en el sentido estricto de la palabra) son muchos. La peregrinación se hace muchas voces complemento de una excursión turística, aunque su carácter es diverso. Tengo en mi mente, sobre todo, una peregrinación que todos los años, a principios de agosto, parte desde Varsovia hacia Jasna Góra. La juventud constituye la gran mayoría de los peregrinos, que durante diez días recorren a pie (a veces en condiciones difíciles) un camino de cerca de 300 kilómetros. Entre esta juventud peregrinante, figura todos los años un numeroso grupo de jóvenes italianos.


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