Discursos 2004 206

206 2. El Año de la Eucaristía ya está a las puertas, y estas iniciativas pastorales, en las que han participado numerosos jóvenes de Italia, de Europa y de Estados Unidos, nos introducen en este tiempo especial de gracia para toda la Iglesia.

Eucaristía y misión son dos realidades inseparables, como subraya el apóstol san Pablo: "Cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor hasta que venga" (1 Co 11, 26). En efecto, la Eucaristía es el memorial de la ofrenda redentora de Jesús al Padre por la salvación de los hombres. A través del sacrificio en la cruz, Jesús "realiza" la Eucaristía, es decir, da gracias al Padre. Este misterio pide que cada uno de nosotros dé gracias con Cristo al Padre, no tanto con las palabras cuanto con nuestra misma vida unida a la suya.

3. Por tanto, no existe auténtica celebración y adoración de la Eucaristía que no conduzca a la misión. Al mismo tiempo, la misión presupone otro rasgo eucarístico esencial: la unión de los corazones. La misión que estáis llevando a cabo durante estos días en Roma es un ejemplo de comunión entre numerosas asociaciones laicales juveniles de la diócesis de Roma, parroquias, sacerdotes, religiosas y religiosos, y seminaristas. Precisamente porque habéis compartido la preparación y la realización de estas iniciativas, os habéis convertido en protagonistas de experiencias que dejarán una huella profunda no sólo en vosotros, sino también en muchos de vuestros coetáneos con los que os habéis encontrado en las escuelas, plazas, calles, hospitales e iglesias.

Deseo que esta hermosa experiencia pastoral, auténtica escuela de comunión y de nueva evangelización, prosiga y se amplíe. Os animo a hacer que la creatividad y la generosidad demostradas durante estos días se conviertan en un estímulo para toda la Iglesia de Roma a mantener vivo su espíritu misionero.

4. En esta especial circunstancia deseo confiaros algunas consignas. Ante todo, el amor a la Eucaristía. No os canséis jamás de celebrarla y adorarla, junto con toda la comunidad cristiana, sobre todo el domingo. Ponedla en el centro de vuestra vida personal y comunitaria, para que la comunión con Cristo os ayude a realizar opciones valientes.

En segundo lugar, la pasión misionera. No tengáis miedo de dar razón de vuestra esperanza (cf.
1P 3,15), una esperanza que tiene un nombre muy preciso: Jesucristo. Es necesario transmitir esta esperanza a vuestros coetáneos, saliendo a buscarlos, ofreciéndoles verdadera amistad y acogida, conduciéndolos a descubrir el gran don de la Eucaristía.

5. Por último, para facilitar el encuentro del mundo juvenil con una verdadera espiritualidad eucarística, no os canséis jamás de formaros en la escuela de la escucha de la palabra de Dios, de la oración y de la celebración de los sacramentos. Recordad siempre que el primer lugar de la evangelización es la persona humana, hacia la que nos impulsa la Eucaristía, pidiéndonos capacidad de escucha y de amor. Así, también vuestros amigos podrán acoger en su corazón, como María, "mujer eucarística" (cf. Ecclesia de Eucharistia EE 53), el Verbo que se hizo carne y puso su morada entre nosotros. Con este fin, exhorto al Servicio diocesano para la pastoral juvenil a estudiar nuevas propuestas para crear auténticas escuelas de evangelización para los jóvenes.

Mientras prosigue el camino de preparación de la XX Jornada mundial de la juventud, que tendrá por tema: "Hemos venido a adorarlo" (Mt 2,2), deseo desde ahora que ese encuentro sea una renovada ocasión para reflexionar, apoyaros y profundizar juntos en el Misterio que celebráis y adoráis, y para buscar juntos caminos y modos para vivirlo concretamente.

6. Amadísimos jóvenes, gracias por lo que sois y por todo lo que realizáis por Cristo y por la Iglesia. Os aseguro mi recuerdo ante el Señor durante la celebración de la santa misa y la adoración eucarística, que, desde los años de mi juventud, practico constantemente. Sabed que he obtenido siempre de ella grandes frutos de bien, no sólo para mí personalmente, sino también para todos los que la Misericordia divina me ha confiado.

Con afecto os bendigo junto con cuantos os habéis encontrado durante estos días y con todos vuestros amigos. ¡Que Jesús esté siempre en el centro de vuestra existencia!









MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


CON OCASIÓN DE LA IV JORNADA DEL PAPA EN POLONIA


Sábado 9 de octubre de 2004



207 Saludo a la Fundación "Obra del nuevo milenio" y a todos los que, con ocasión del aniversario de mi pontificado, emprenden diversas iniciativas religiosas, culturales y sociales. Me alegra que el recuerdo del día en que el Señor me llamó a la sede de Pedro se convierta en ocasión para la oración, la reflexión sobre cuestiones de fe y sobre la realidad de la Iglesia, así como para gestos concretos de misericordia, sobre todo en favor de la juventud que necesita apoyo para adquirir la educación adecuada a sus respectivas aptitudes. Que este esfuerzo de la Iglesia en Polonia dé frutos de paz en la vida personal, familiar y social.

Bendigo de corazón a todos: en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.









DISCURSO DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II


A LA SEÑORA VERA BARROUIN MACHADO


NUEVA EMBAJADORA DE BRASIL ANTE LA SANTA SEDE


Lunes 11 de octubre de 2004



Excelencia:

1. Me alegra darle la bienvenida aquí, en el Vaticano, con ocasión de la presentación de las cartas que la acreditan como embajadora extraordinaria y plenipotenciaria de la República federativa de Brasil ante la Santa Sede.

Esta feliz circunstancia me brinda la oportunidad de verificar una vez más los sentimientos de cercanía espiritual que el pueblo brasileño alberga hacia el Sucesor de Pedro; al mismo tiempo, me permite reiterar la expresión de mi sincero afecto y mi gran estima por su noble nación.
Le agradezco vivamente las amables palabras que me ha dirigido. En especial, agradezco los cordiales pensamientos y el saludo que el presidente de la República, señor Luiz Inácio Lula da Silva ha querido enviarme. Ruego a su excelencia que tenga la bondad de transmitirle mi saludo, mis mejores deseos de felicidad y la certeza de mi oración por su país y su pueblo.

2. Ciertamente, los objetivos de la Iglesia, en su misión exclusivamente religiosa y espiritual, y del Estado, que busca el bien común de cada hombre, son distintos. Sin embargo, coinciden en un punto de convergencia: el hombre y el bien de la patria. Como afirmé en otra ocasión, "el entendimiento respetuoso, la mutua preocupación por la independencia y el principio de servir al hombre del mejor modo posible, en una concepción cristiana, constituirán factores de concordia, con los que saldrá beneficiado el mismo pueblo" (Discurso al presidente de Brasil, 14 de octubre de 1991, n. 2: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 25 de octubre de 1991, p. 5). Brasil es un país que conserva, en su gran mayoría, la fe cristiana legada, desde los orígenes de su pueblo, por la evangelización llevada a cabo por sus descubridores hace más de cinco siglos.

De esta forma, me complace considerar la convergencia de principios, tanto de la Sede apostólica como de su Gobierno, en lo que atañe a las amenazas contra la paz mundial, cuando esta se ve afectada por la ausencia de una visión cristiana del respeto al prójimo en su dignidad humana. Por eso, pido a Dios que los brasileños sigan fomentando y divulgando los valores de la fe, sobre todo cuando se trata de reconocer de manera explícita la santidad de la vida familiar y la salvaguarda de los niños por nacer, desde el momento de su concepción.

3. La pobreza constituye un problema que influye en la existencia de una parte notable de sus ciudadanos. El esfuerzo por atender las necesidades de los menos favorecidos debe tenerse como una prioridad fundamental. Veo con satisfacción que su Gobierno considera esto como un objetivo, hacia el cual procura que confluyan los mejores esfuerzos y recursos. En este sentido, acogiendo el llamamiento del señor presidente de la República federativa de Brasil, el señor cardenal secretario de Estado participó en la Conferencia sobre la eliminación del hambre y de la pobreza, que tuvo lugar en el palacio de las Naciones Unidas, brindando el apoyo incondicional de la Santa Sede a esa iniciativa, por ser un signo de viva esperanza para todas las poblaciones afectadas por el azote del hambre.

Por otro lado, para un país que pasa por una fase de desarrollo sostenido, la reciente noticia de que el Gobierno brasileño tomó la iniciativa de cancelar la deuda externa de algunos países permitió vislumbrar una demostración concreta de solidaridad y de estímulo para poblaciones que viven al margen del desarrollo mundial. Esa iniciativa demuestra que todas las naciones implicadas en esta empresa deben ser conscientes de que sólo una acción valiente, y dispuesta al sacrificio por el bien común de todos, permitirá contribuir a la redención de los países más pobres.

208 4. Por tanto, compartiendo las esperanzas de todos los brasileños, deseo asegurarle la decidida voluntad de la Iglesia de colaborar, en el marco de su misión específica, con todas las iniciativas encaminadas a servir a la causa de "todo el hombre y de todos los hombres". Así, proseguirá en su empeño de promover la conciencia de que los valores de la paz, la libertad, la solidaridad y la defensa de los más necesitados deben inspirar la vida privada y pública. La fe y la adhesión a Jesucristo obligan a los fieles católicos, también en Brasil, a ser instrumentos de reconciliación y de fraternidad, en la verdad, en la justicia y en el amor.

Señora embajadora, antes de concluir este encuentro, le reitero mi ruego de que transmita al señor presidente de la República mis mejores deseos de felicidad y paz. Y quiero decirle a su excelencia que puede contar con la estima, la buena acogida y el apoyo de esta Sede apostólica en el cumplimiento de su misión, que le deseo feliz y fecunda en frutos y alegrías.

Mi pensamiento, en este momento, va a todos los brasileños y a los que los gobiernan. A todos deseo felicidad, en creciente progreso y armonía. Estoy seguro de que su excelencia se hará intérprete de estos sentimientos y esperanzas míos ante el más alto mandatario de la nación.

Por intercesión de Nuestra Señora Aparecida, imploro para su persona, para su mandato y para sus familiares, así como para todos los amados brasileños, abundantes bendiciones de Dios todopoderoso.







ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A LAS HERMANAS DE NUESTRA SEÑORA


Lunes 11 de octubre de 2004



Queridas hermanas:

Saludo con afecto en el Señor a todas las participantes en el undécimo capítulo general de la congregación de Hermanas de Nuestra Señora, y ruego para que durante estos días de deliberaciones el Espíritu Santo os conceda la alegría de trabajar juntas en una verdadera comunión de corazón y de mente y os bendiga con abundancia de gracia y sabiduría.

La fundadora de vuestra congregación, madre María Aloysia, formada en la rica tradición de vuestra madre espiritual, santa Julie Billiart, dio vida a un nuevo instituto religioso totalmente inspirado y sostenido por el amor providente de Dios. Después de algún tiempo de generoso servicio a su prójimo, ella llegó a comprender que el amor compasivo de Dios a sus hijos podría brillar cada vez con más claridad en una vida totalmente consagrada al Señor. Vio desde el comienzo que tanto la santidad personal como la misión son aspectos inseparables del compromiso radical en el seguimiento de Cristo.

La celebración de vuestro capítulo y, especialmente, la tarea de revisar vuestras Constituciones, os ofrece una oportunidad para examinar y renovar vuestra fidelidad a la visión y al carisma particular de vuestra fundadora, expresado en vuestra espiritualidad y en vuestras tradiciones vivas. Este examen, emprendido en la oración y en la apertura al Espíritu Santo, os ayudará a determinar los aspectos de vuestro instituto que conviene fortalecer para dar un testimonio cada vez más claro del amor inagotable de Dios. Por tanto, os animo a seguir abrazando gozosamente vuestra llamada a la santidad en la perfección de la caridad y a cuidar, de acuerdo con vuestras tradiciones, el ascetismo propio de las personas consagradas, "necesario para dilatar el corazón y abrirlo a la acogida del Señor y de los hermanos" (Vita consecrata VC 38). Anunciad con eficacia la buena nueva siendo plenamente lo que sois, y llevando esta realidad a todos los pueblos.

Queridas hermanas, el capítulo general es una invitación a captar de nuevo el dinamismo inicial del espíritu de vuestra fundadora y a remar "mar adentro" (Lc 5,4). María, nuestra Madre, modelo de vida consagrada, os inspire y sostenga. Asegurándoos un recuerdo continuo en mis oraciones, imparto cordialmente mi bendición apostólica a todos los miembros de la Congregación de Hermanas de Nuestra Señora.









ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A LA ASAMBLEA GENERAL


DE LA SOCIEDAD DEL APOSTOLADO CATÓLICO


Jueves 14 de octubre de 2004



209 Amadísimos hermanos:

1. Con gran alegría os acojo, con ocasión del capítulo general de la Sociedad del Apostolado Católico, nacida del gran amor de san Vicente Pallotti. Dirijo a cada uno mi cordial saludo. En particular, saludo al nuevo rector general, padre Fritz Kretz, al que agradezco las amables palabras con las que ha querido ilustrarme las perspectivas futuras de vuestra familia religiosa. Mi saludo se extiende al nuevo gobierno general y a todos los hermanos que trabajan generosamente en diversas partes del mundo.

2. Durante la asamblea general habéis reflexionado sobre algunos desafíos religiosos que el Instituto debe afrontar en este momento histórico. En particular, habéis destacado mejor el servicio que vuestra sociedad está llamada a prestar en el ámbito de la Unión del Apostolado Católico. Vosotros, sacerdotes y hermanos religiosos palotinos, sois como el tronco del gran árbol que, mediante la participación de los laicos en la intuición carismática originaria, extiende sus ramas en los diversos ambientes sociales, para animarlos con auténtico espíritu evangélico.

Para cumplir esta misión es necesario mantenerse firmemente anclados en Cristo, a quien san Vicente Pallotti amó y sirvió con heroica fidelidad. Sólo de esta manera vuestras comunidades serán "células vivas de inspiración y actividad palotina".

3. Esta fidelidad al espíritu de los orígenes exige de vosotros una constante formación y un anhelo misionero compartido. Sólo personas totalmente dedicadas a la búsqueda de un "alto grado" de la vida cristiana pueden realizar opciones pastorales de gran eficacia apostólica. Que, como fundamento de todo, haya una intensa oración y una asidua vida sacramental, centrada en la Eucaristía. Espiritualidad y apostolado, formación y misión son dos aspectos de la única perfección evangélica, que se transparenta de modo ejemplar en la existencia de san Vicente Pallotti.

Queridos hermanos, encomendándoos a la intercesión celestial de vuestro fundador y a la protección materna de María, Reina de los Apóstoles, os imparto de corazón a vosotros y a toda la familia palotina una especial bendición apostólica.







ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A LA CONFERENCIA EUROPEA DE RADIOS CRISTIANAS


Viernes 15 de octubre de 2004



1. Os saludo cordialmente, queridos participantes en el coloquio que celebra los diez años de fundación de la Conferencia europea de las radios cristianas. Agradezco a vuestro presidente las amables palabras que me ha dirigido en nombre de todos. Me alegro con vosotros: en estos años, agrupando numerosas radios europeas, del Atlántico a los Urales, habéis trabajado para consolidar en los oyentes la conciencia de las raíces cristianas comunes y para estimular su compromiso al servicio de la paz. Así, habéis dado una valiosa contribución a la edificación de Europa sobre cimientos éticos y espirituales, favoreciendo la comprensión y el acercamiento entre los pueblos de nuestro continente.

2. Os exhorto a perseverar con generosidad en esta importante misión. Que vuestras voces, en la variedad de los respectivos programas, sigan dando testimonio de Cristo, salvación del mundo, y anunciando a todos su Evangelio de paz. Sobre vuestro trabajo invoco la ayuda divina, en prenda de la cual os imparto mi bendición, que de buen grado extiendo a vuestras familias y a todos los oyentes de vuestras radios.








EN EL CONCIERTO DE LA ARMADA RUSA


EN EL XXVI ANIVERSARIO DE SU ELECCIÓN AL PONTIFICADO


Viernes 15 de octubre de 2004



Queridos hermanos:

210 1. Saludo y doy las gracias al coro y a la orquesta de la Armada Rusa, comenzando por el director. Extiendo mi cordial saludo a los señores cardenales, a los obispos, a las autoridades, al embajador Litvin, representante de la Federación Rusa ante la Santa Sede, y a los que han querido estar presentes. Saludo a todos y les doy las gracias de corazón. Esta tarde nos han presentado, a través de música, cantos y danzas tradicionales, un repertorio folclórico en el que se refleja la índole más genuina del noble pueblo ruso.

2. Gracias por todo esto, queridos amigos del coro y de la orquesta de la Armada Rusa.
De modo particular, doy las gracias al señor Andermann y a cuantos de diferentes modos han colaborado en la realización de este acontecimiento artístico. Doy las gracias también a la RAI, que ha querido difundirlo por mundovisión.

Invoco sobre todos, y especialmente sobre los componentes del conjunto académico de canto y baile de la Armada Rusa, la protección de la "Madre de Dios" de Kazan, cuyo icono ha vuelto recientemente a Rusia, tierra particularmente querida para mí.












CELEBRACIÓN DE LA SANTA MISA, ADORACIÓN Y BENDICIÓN EUCARÍSTICA CON OCASIÓN DEL COMIENZO DEL AÑO DE LA EUCARISTÍA

HOMILÍA DE JUAN PABLO II

Altar de la Confesión de la Basílica de San Pedro

Domingo 17 de octubre de 2004

1. "Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,20).


Reunidos ante la Eucaristía, experimentamos con particular intensidad en este momento la verdad de la promesa de Cristo: ¡Él está con nosotros!

Os saludo a todos los que estáis en Guadalajara para participar en la conclusión del Congreso Eucarístico Internacional. En particular, al Cardenal Jozef Tomko, Legado mío, al Cardenal Juan Sandoval Íñiguez, Arzobispo de Guadalajara, a los Señores Cardenales, Arzobispos, Obispos y Sacerdotes de México y de otros muchos Países que están presentes.

Saludo también a todos los fieles de Guadalajara, de México y de otras partes del mundo, unidos a nosotros en la adoración del Misterio eucarístico.

2. La conexión televisiva entre la Basílica de San Pedro, corazón de la cristiandad, y Guadalajara, sede del Congreso, es como un puente tendido entre los continentes y hace que nuestro encuentro de oración sea como una "Statio Orbis" ideal, a la cual se unen los creyentes de todo el orbe. El punto de encuentro es Jesús mismo, realmente presente en la Santísima Eucaristía con su misterio de muerte y resurrección, en el cual se unen el cielo y la tierra, y se encuentran los pueblos y culturas diversas. Cristo es "nuestra paz, haciendo de los dos un sólo pueblo" (Ep 2,14).

211 3. "La Eucaristía, Luz y Vida del Nuevo Milenio". El tema del Congreso nos invita a considerar el Misterio eucarístico, no sólo en sí mismo, sino también en relación a los problemas de nuestro tiempo.

¡Misterio de luz! De luz tiene necesidad el corazón del hombre, oprimido por el pecado, a veces desorientado y cansado, probado por sufrimientos de todo tipo. El mundo tiene necesidad de luz, en la búsqueda difícil de una paz que parece lejana al comienzo de un milenio perturbado y humillado por la violencia, el terrorismo y la guerra.

¡La Eucaristía es luz! En la Palabra de Dios constantemente proclamada, en el pan y en el vino convertidos en Cuerpo y Sangre de Cristo, es precisamente Él, el Señor Resucitado, quien abre la mente y el corazón y se deja reconocer, como sucedió a los dos discípulos de Emaús "al partir el pan" (cf
Lc 24,25). En este gesto convivial revivimos el sacrificio de la Cruz, experimentamos el amor infinito de Dios y sentimos la llamada a difundir la luz de Cristo entre los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

4. ¡Misterio de vida! ¿Qué aspiración puede ser más grande que la vida? Y sin embargo sobre este anhelo humano universal se ciernen sombras amenazadoras: la sombra de una cultura que niega el respeto de la vida en cada una de sus fases; la sombra de una indiferencia que condena a tantas personas a un destino de hambre y subdesarrollo; la sombra de una búsqueda científica que a veces está al servicio del egoísmo del más fuerte.

Queridos hermanos y hermanas: debemos sentirnos interpelados por las necesidades de tantos hermanos. No podemos cerrar el corazón a sus peticiones de ayuda. Y tampoco podemos olvidar que "no sólo de pan vive el hombre" (cf Mt 4,4). Necesitamos el "pan vivo bajado del cielo" ( Jn Jn 6,51). Este pan es Jesús. Alimentarnos de él significa recibir la vida misma de Dios (cf. Jn Jn 10,10), abriéndonos a la lógica del amor y del compartir.

5. He querido que este Año estuviera dedicado particularmente a la Eucaristía. En realidad, todos los días, y especialmente el domingo, día de la resurrección de Cristo, la Iglesia vive de este misterio. Pero en este Año de la Eucaristía se invita a la comunidad cristiana a tomar conciencia más viva del mismo con una celebración más sentida, con una adoración prolongada y fervorosa, con un mayor compromiso de fraternidad y de servicio a los más necesitados. La Eucaristía es fuente y epifanía de comunión. Es principio y proyecto de misión (cf. Mane nobiscum Domine, cap. III y IV).

Siguiendo el ejemplo de María, "mujer eucarística" (Ecclesia de Eucharistia, cap. VI), la comunidad cristiana ha de vivir de este misterio. Consolidada por el "pan de vida eterna", ha de ser presencia de luz y de vida, fermento de evangelización y de solidaridad.

6. Mane nobiscum, Domine! Como los dos discípulos del Evangelio, te imploramos, Señor Jesús: quédate con nosotros!

Tú, divino Caminante, experto de nuestras calzadas y conocedor de nuestro corazón, no nos dejes prisioneros de las sombras de la noche.

Ampáranos en el cansancio, perdona nuestros pecados, orienta nuestros pasos por la vía del bien.

Bendice a los niños, a los jóvenes, a los ancianos, a las familias y particularmente a los enfermos. Bendice a los sacerdotes y a las personas consagradas. Bendice a toda la humanidad.

212 En la Eucaristía te has hecho "remedio de inmortalidad": danos el gusto de una vida plena, que nos ayude a caminar sobre esta tierra como peregrinos seguros y alegres, mirando siempre hacia la meta de la vida sin fin.

Quédate con nosotros, Señor! Quédate con nosotros! Amén.
* * * *


Al final de la homilía, Juan Pablo II pronunció las siguientes palabras:

Tengo ahora el gozo de comunicar que el próximo Congreso Eucarístico Internacional se celebrará en Québec en el año dos mil ocho.

Que este anuncio suscite en los fieles un fuerte empeño e vivir más intensamente el presente Año de

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