Discursos 2005 38

MENSAJE DEL PAPA JUAN PABLO II


A LOS JÓVENES QUE PARTICIPABAN


EN EL ENCUENTRO INTERNACIONAL "UNIV 2005"






Amadísimos jóvenes:

39 1. Me alegra daros una cordial bienvenida a todos vosotros, que habéis venido de diversas partes del mundo para participar en la cita anual del Univ. Os saludo a cada uno con afecto y os invito a aprovechar la oportunidad de esta estancia en Roma para crecer en el conocimiento y en el amor a Jesucristo. Saludo a quienes os acompañan; de modo especial, saludo al obispo prelado del Opus Dei, monseñor Javier Echevarría Rodríguez, que participa en vuestro encuentro.

Desde los estudios universitarios, os comprometéis a construir una nueva cultura, respetuosa de la verdad del hombre y de la sociedad. En este congreso internacional afrontáis precisamente el tema: "Proyectar la cultura", concentrándoos en el lenguaje de la música.

2. La música, como todos los lenguajes artísticos, acerca al hombre a Dios, que ha preparado para quienes lo aman algo "que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó" (
1Co 2,9). Pero, al mismo tiempo, el arte puede transmitir a veces una concepción del hombre, del amor y de la felicidad que no corresponde a la verdad del designio de Dios. Por tanto, es preciso realizar un sano discernimiento. Os repito a vosotros lo que escribí para los jóvenes de todo el mundo en el Mensaje para la próxima Jornada mundial de la juventud: "No creáis en falaces ilusiones y modas efímeras, que no pocas veces dejan un trágico vacío espiritual" (n. 5). A vosotros, amadísimos jóvenes, os corresponde también renovar los lenguajes del arte y de la cultura. Por tanto, esforzaos por alimentar en vosotros la valentía de no aceptar comportamientos y distracciones marcados por el exceso y el ruido.

3. Como os recuerdan en las múltiples actividades de formación organizadas por la prelatura del Opus Dei bajo la guía del obispo prelado, toda persona, de cualquier condición y estado, está llamada a encontrar cada día a Cristo en su propia existencia. Como sabéis bien, la vocación de los fieles laicos es tender a la santidad, animando cristianamente las realidades temporales. Así pues, también para vosotros, queridos estudiantes y profesores universitarios, como solía repetir san Josemaría, el trabajo y el estudio deben ser "una continua oración, con las mismas palabras entrañables, pero cada día con música distinta. Es misión muy nuestra transformar la prosa de esta vida en endecasílabos, en poesía heroica" (San Josemaría Escrivá, Surco, n. 500).

Que María santísima os ayude a encontrar a su Hijo Jesús en la liturgia de esta Semana santa, y en los sacramentos de la penitencia y de la Eucaristía. Que la Virgen Madre de Dios, Mujer eucarística, os conduzca a cada uno de vosotros a la alegría del encuentro con Cristo.
Con estos sentimientos, os bendigo a todos vosotros y a vuestras familias, y formulo de corazón fervientes deseos de felicidad con ocasión de la santa Pascua.

Vaticano, 19 de marzo de 2005

MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

A LOS SACERDOTES REUNIDOS EN LA BASÍLICA DE SAN PEDRO PARA LA MISA CRISMAL DEL JUEVES SANTO

24 de marzo de 2005




Amadísimos sacerdotes;
queridos hermanos y hermanas:

Me uno idealmente a todos vosotros, que os halláis reunidos en la basílica vaticana para la celebración de la solemne misa Crismal. Saludo al cardenal Giovanni Battista Re, que preside el sagrado rito, así como a los venerados hermanos cardenales y obispos. Os saludo a vosotros, queridos sacerdotes de la diócesis de Roma y a los que procedéis de muchas otras regiones del mundo. Y os saludo a vosotros, queridos diáconos, queridos religiosos y religiosas, y queridos fieles que representáis a todo el pueblo de Dios.

40 Con esta celebración litúrgica conmemoramos el día en que Cristo transmitió a los Apóstoles su sacerdocio. Los sacerdotes revivimos aquellos momentos de intimidad espiritual que Jesús compartió en el Cenáculo con sus "amigos" en la víspera de su pasión, muerte y resurrección.
Nosotros somos sus "amigos" y, con el corazón lleno de gratitud, renovamos las promesas sacerdotales formuladas con generoso entusiasmo el día de nuestra ordenación.

Desde mi apartamento, a través de la televisión, estoy espiritualmente entre vosotros, queridos hermanos. Con vosotros doy gracias a Dios por el don y misterio de nuestro sacerdocio; juntamente con vosotros y con toda la familia de los creyentes, pido al Señor que no falten nunca en la Iglesia numerosos y santos sacerdotes.

Encomiendo estos deseos y oraciones a María, Madre de Cristo, sumo y eterno sacerdote.
A todos imparto mi bendición.

Vaticano, 24 de marzo de 2005

MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

A LOS SACERDOTES Y FIELES QUE PARTICIPABAN

EN LA MISA "IN CENA DOMINI" EN LA BASÍLICA VATICANA


Jueves Santo 24 de marzo de 2005



Amadísimos hermanos y hermanas:

Con la mente y con el corazón estoy unido a vosotros, que os encontráis reunidos junto al sepulcro del apóstol san Pedro para la santa misa In cena Domini, primer acto del Triduo pascual, cumbre del Año litúrgico. Os saludo con gran afecto y, de modo especial, saludo y doy las gracias al cardenal Alfonso López Trujillo, que preside la solemne celebración. Asimismo, saludo con particular deferencia al Cuerpo diplomático.

Esta tarde del Jueves santo, Cristo nos invita a volver espiritualmente con él al Cenáculo, para que penetremos hasta el fondo en el misterio de su Pascua. En la víspera de su muerte, Jesús realizó dos signos, que cada año se renuevan en la liturgia.

En primer lugar, lavó los pies a los Apóstoles, para darles ejemplo de un amor que se hace servicio humilde y concreto. Luego, consagró el pan y el vino, como sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, entregados en sacrificio por nuestra salvación. Y precisamente al sacramento de la Eucaristía he querido dedicar el año que estamos viviendo; esta celebración constituye uno de sus momentos más significativos.

41 Que María nos ayude a acercarnos con fe a este supremo e inestimable Misterio del amor divino. Espiritualmente presente, oro junto con vosotros, mientras con afecto os bendigo a todos.

Vaticano, 24 de marzo de 2005



MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A TODOS LOS FIELES QUE PARTICIPABAN


EN EL VÍA CRUCIS EN TORNO AL COLISEO


Viernes santo, 25 de marzo de 2005




Amadísimos hermanos y hermanas:

Estoy espiritualmente con vosotros en el Coliseo, un lugar que evoca en mí tantos recuerdos y emociones, para realizar el sugestivo rito del vía crucis en esta tarde del Viernes santo.
Me uno a vosotros en la invocación tan densa de significado: "Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi, quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum". Sí, adoramos y bendecimos el misterio de la cruz del Hijo de Dios, porque es precisamente de esa muerte de donde ha brotado una nueva esperanza para la humanidad.

La adoración de la cruz nos recuerda un compromiso que no podemos eludir: la misión que san Pablo expresaba con las palabras: "Completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1,24). Yo también ofrezco mis sufrimientos para que el designio de Dios se cumpla y su palabra camine entre las gentes. Asimismo, me siento cerca de los que, en este momento, se encuentran probados por el sufrimiento. Pido por cada uno de ellos.
En este día, memorial de Cristo crucificado, contemplo y adoro con vosotros la cruz y repito las palabras de la liturgia: "O crux, ave spes unica!". ¡Salve, oh cruz, única esperanza, danos paciencia y valentía, y obtén la paz para el mundo!

Con estos sentimientos, os bendigo a vosotros y a todos los que participan en este vía crucis a través de la radio o la televisión.

Vaticano, 25 de marzo de 2005

MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

A LOS PARTICIPANTES EN LA SOLEMNE VIGILIA PASCUAL

DEL SÁBADO SANTO


Basílica vaticana, 26 de marzo de 2005





42 Amadísimos hermanos y hermanas:

Al final del camino penitencial de la Cuaresma y después de haber meditado, durante los días pasados, en la dolorosa pasión y la dramática muerte de Jesús en la cruz, celebramos en esta noche singular el misterio glorioso de su resurrección.

Gracias a la televisión, puedo seguir desde mi apartamento la sugestiva Vigilia pascual, que el cardenal Joseph Ratzinger preside en la basílica de San Pedro. Le envío mi saludo fraterno, que hago extensivo a los demás cardenales, arzobispos y obispos presentes. Con afecto saludo también a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas, y a los fieles reunidos en torno al altar del Señor, y de manera especial a los catecúmenos que, durante esta santa Vigilia, se disponen a recibir los sacramentos del bautismo, la confirmación y la Eucaristía.

Es realmente extraordinaria esta noche, en la que la luz deslumbrante de Cristo resucitado vence de modo definitivo al poder de las tinieblas del mal y de la muerte, y vuelve a encender en el corazón de los creyentes la esperanza y la alegría. Amadísimos hermanos, guiados por la liturgia, oremos a nuestro Señor Jesucristo para que el mundo vea y reconozca que, gracias a su pasión, muerte y resurrección, lo destruido se reconstruye, lo envejecido se renueva, y todo vuelve, más hermoso que antes, a su integridad original.

Con gran cordialidad os expreso mis mejores deseos a todos, y os aseguro un recuerdo en la oración para que el Señor resucitado otorgue a cada uno de vosotros y a vuestras familias y comunidades el don pascual de su paz. Acompaño estos sentimientos con una especial bendición apostólica.

Vaticano, 26 de marzo de 2005, Vigilia pascual



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