Audiencias 1979 125

Miércoles 26 de septiembre de 1979

La respuesta de Cristo a los fariseos sobre la indisolubilidad del matrimonio

1. Cristo, respondiendo a la pregunta sobre la unidad y la indisolubilidad del matrimonio, se remitió a lo que está escrito en el libro del Génesis sobre el tema del matrimonio. En nuestras dos reflexiones precedentes hemos sometido a análisis tanto el llamado texto elohísta (Gn 1) como el yahvista (Gn 2). Hoy queremos sacar algunas conclusiones de este análisis.

Cuando Cristo se refiere al "principio", lleva a sus interlocutores a superar, en cierto modo, el límite que, en el libro del Génesis, hay entre el estado de inocencia original y el estado pecaminoso que comienza con la caída original.

Simbólicamente se puede vincular este límite con el árbol de la ciencia del bien y del mal, que en el texto yahvista delimita dos situaciones diametralmente opuestas: la situación de la inocencia original y la del pecado original. Estas situaciones tienen una dimensión propia en el hombre, en su interior, en su conocimiento, conciencia, opción y decisión, y todo esto en relación con Dios Creador que, en el texto yahvista (Gn 2 y 3) es, al mismo tiempo, el Dios de la Alianza, de la alianza más antigua del Creador con su criatura, es decir, con el hombre. El árbol de la ciencia del bien y del mal, como expresión y símbolo de la alianza con Dios, rota en el corazón del hombre, delimita y contrapone dos situaciones y dos estados diametralmente opuestos: el de la inocencia original y el del pecado original, y a la vez del estado pecaminoso hereditario en el hombre que deriva de dicho pecado. Sin embargo, las palabras de Cristo, que se refieren al "principio", nos permiten encontrar en el hombre una continuidad esencial y un vínculo entre estos dos diversos estados o dimensiones del ser humano. El estado de pecado forma parte del "hombre histórico", tanto del que se habla en Mateo 19, esto es, del interlocutor de Cristo entonces, como también de cualquier otro interlocutor potencial o actual de todos los tiempos de la historia y, por lo tanto, naturalmente, también del hombre de hoy. Pero ese estado —el estado "histórico" precisamente— en cada uno de los hombres, sin excepción alguna, hunde sus raíces en su propia "prehistoria" teológica, que es el estado de la inocencia original.

2. No se trata aquí de sola dialéctica. La leyes del conocer responden a las del ser. Es imposible entender el estado pecaminoso "histórico", sin referirse o remitirse (y Cristo efectivamente a él se remite) al estado de inocencia original (en cierto sentido "prehistórica") y fundamental. El brotar, pues, del estado pecaminoso, como dimensión de la existencia humana, está, desde los comienzos, en relación con esa inocencia real del hombre como estado original y fundamental, como dimensión del ser creado "a imagen de Dios". Y así sucede no sólo para el primer hombre, varón y mujer, como dramatis personae y protagonista de las vicisitudes descritas en el texto yahvista de los capítulos 2 y 3 del Génesis, sino también para todo el recorrido histórico de la existencia humana. El hombre histórico está, pues, por decirlo así, arraigado en su prehistoria teológica revelada; y por esto cada punto de su estado pecaminoso histórico se explica (tanto para el alma como para el cuerpo) con referencia a la inocencia original. Se puede decir que esta referencia es "coheredad" del pecado, y precisamente del pecado original. Si este pecado significa, en cada hombre histórico, un estado de gracia perdida, entonces comporta también una referencia a esa gracia, que era precisamente la gracia de la inocencia original.

3. Cuando Cristo, según el capítulo 19 de San Mateo, se refiere al "principio", con esta expresión no sólo indica el estado de inocencia original como horizonte perdido de la existencia humana en la historia. Tenemos el derecho de atribuir al mismo tiempo toda la elocuencia del misterio de la redención a las palabras que El pronuncia con sus propios labios. Efectivamente, ya en el ámbito del mismo texto yahvista del Gén 2 y 3, somos testigos de que el hombre, varón y mujer, después de haber roto la alianza original con su Creador, recibe la primera promesa de redención en las palabras del llamado Protoevangelio en Gén 3, 15, [1] y comienza a vivir en la perspectiva teológica de la redención. Así, pues, el "hombre histórico" —tanto el interlocutor de Cristo de aquel tiempo, del que habla Mt 19, como el hombre de hoy— participa de esta perspectiva. El participa no sólo en la historia del estado pecaminoso humano como sujeto hereditario y, a la vez, personal e irrepetible de esta historia, sino que participa también en la historia de la salvación, si bien aquí como sujeto y cocreador. Por tanto, está no sólo cerrado, a causa de su estado pecaminoso, respecto a la inocencia original, sino que está al mismo tiempo abierto hacia el misterio de la redención, que se ha realizado en Cristo y a través de Cristo. Pablo, autor de la carta a los Romanos, presenta esta perspectiva de la redención, en la que vive el hombre "histórico", cuando escribe: "...también nosotros, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos dentro de nosotros mismos, suspirando por... la redención de nuestro cuerpo" (Rm 8,23). No podemos perder de vista esta perspectiva mientras seguimos las palabras de Cristo que, en su conversación sobre la indisolubilidad del matrimonio recurre al "principio". Si ese "principio" indicase sólo la creación del hombre como "varón y mujer", si —como ya hemos señalado— llevase a los interlocutores sólo a través del límite del estado de pecado del hombre hasta la inocencia original, y no abriese al mismo tiempo la perspectiva de una "redención del cuerpo", la respuesta de Cristo no sería realmente entendida de modo adecuado. Precisamente esta perspectiva de la redención del cuerpo garantiza la continuidad y la unidad entre el estado hereditario del pecado del hombre y su inocencia original, aunque esta inocencia la haya perdido históricamente de un modo irremediable. También es evidente que Cristo tiene el máximo derecho de responder a la pregunta que le propusieron los doctores de la Ley y de la Alianza (como leemos en Mt 19 y en Mc 10), en la perspectiva de la redención sobre la cual se apoya la misma Alianza.

126 4. Si en el contexto de la teología del hombre-cuerpo, así delineados substancialmente, pensamos en el método de los análisis ulteriores acerca de la revelación del "principio", en el que es esencial la referencia a los primeros capítulos del libro del Génesis, debemos dirigir inmediatamente nuestra atención a un factor que es particularmente importante para la interpretación teológica: importante porque consiste en la relación entre revelación y experiencia. En la interpretación de la revelación acerca del hombre y sobre todo acerca del cuerpo, debemos referirnos a la experiencia por razones comprensibles, ya que el hombre-cuerpo lo percibimos sobre todo con la experiencia. A la luz de las mencionadas consideraciones fundamentales, tenemos pleno derecho a abrigar la convicción de que esta nuestra experiencia "histórica" debe, en cierto modo, detenerse en los umbrales de la inocencia original del hombre, porque en relación con ella permanece inadecuada. Sin embargo, a la luz de las mismas consideraciones introductorias, debemos llegar a la convicción de que nuestra experiencia humana es, en este caso, un medio de algún modo legítimo para la interpretación teológica, y es, en cierto sentido, un punto de referencia indispensable, al que debemos remitirnos en la interpretación del "principio". El análisis más detallado del texto nos permitirá tener una visión más clara de él.

5. Parece que las palabras de la carta a los Romanos 8, 23, que acabamos de citar, orientan mejor nuestras investigaciones, centradas en la revelación de ese "principio", al que se refirió Cristo en su conversación sobre la indisolubilidad del matrimonio (
Mt 19 y Mc 10). Todos los análisis sucesivos que se harán a este propósito basándose en los primeros capítulos del Génesis, reflejarán casi necesariamente la verdad de las palabras paulinas: "Nosotros, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos dentro de nosotros mismos, suspirando por... la redención de nuestro cuerpo". Si nos ponemos en esta actitud —tan profundamente concorde con la experiencia [2]—, el "principio" debe hablarnos con la gran riqueza de luz que proviene de la revelación, a la que desea responder sobre todo la teología. La continuación de los análisis nos explicará por qué y en qué sentido ésta debe ser teología del cuerpo.

Notas

[1] Ya la traducción griega del Antiguo Testamento, la de los Setenta, que se remonta más o menos al siglo II a. C., interpreta el Gén 3, 15 en el sentido mesiánico, aplicando el pronombre masculino autós refiriéndose al sustantivo neutro griego sperma (semen de la Vulgata). La traducción judía mantiene esta interpretación.

La exégesis cristiana, comenzando por San Ireneo (Adv. Haer. III, 23,7) ve este texto como "Protoevangelio", que preanuncia la victoria sobre satanás traída por Jesucristo. Aunque en los últimos siglos los estudiosos de la Sagrada Escritura hayan interpretado diversamente esta perícopa, y algunos de ellos impugnen la interpretación mesiánica, sin embargo en los últimos tiempos se retorna a ella bajo un aspecto un poco distinto. El autor yahvista une efectivamente la prehistoria con la historia de Israel, que alcanza su cumbre en la dinastía mesiánica de David, que llevará a cumplimiento las promesas del Gén 3, 15 (cf. 2S 7,12).

El Nuevo Testamento ha ilustrado el cumplimiento de la promesa en la misma perspectiva mesiánica: Jesús es Mesías, descendiente de David (Rm 1,3 2Tm 2,8), nacido de mujer (Ga 4,4), nuevo Adán-David (1Co 15), que debe reinar "hasta poner a todos sus enemigos bajo sus pies" (1Co 15,25). Y finalmente (Ap 12,1-10) presenta el cumplimiento final de la profecía del Gén 3, 15, que aun no siendo un anuncio claro e inmediato de Jesús, como Mesías de Israel, sin embargo conduce a El a través de la tradición real y mesiánica que une al Antiguo y al Nuevo Testamento.

[2] Hablando aquí de la relación entre la "experiencia" y la "revelación", más aún, de una convergencia sorprendente entre ellas, sólo queremos constatar que el hombre, en su estado actual de existir en el cuerpo, experimenta múltiples limitaciones, sufrimientos, pasiones, debilidades y finalmente la misma muerte, los cuales, al mismo tiempo, refieren este su existir en el cuerpo a un diverso estado o dimensión. Cuando San Pablo escribe sobre la "redención del cuerpo", habla con el lenguaje de la revelación; la experiencia efectivamente no está en condiciones de captar este contenido o mejor esta realidad. Al mismo tiempo en el conjunto de este contenido, el autor de Rom 8, 23 toma de nuevo todo lo que, tanto a él como en cierto modo, a todo hombre (independientemente de su relación con la revelación) se le ha ofrecido a través de la experiencia de la existencia humana, que es una existencia en el cuerpo.

Tenemos, pues, el derecho de hablar de la relación entre la experiencia y la relación, más aún, tenemos el derecho de proponer el problema de su relación recíproca, si bien para muchos entre la una y la otra hay una línea de demarcación que es una línea de total antítesis y de antinomia radical. Esta línea, a su parecer, debe ser trazada sin duda entre la fe y la ciencia, entre la teología y la filosofía. Al formular este punto de vista, se tienen en cuenta más bien conceptos abstractos que no el hombre como sujeto vivo.

Saludos

Amadísimos hermanos y hermanas:

Ante todo mi más cordial bienvenida y saludo a cada una de las personas de lengua española presentes en esta audiencia, sobre todo a los grupos procedentes de España, México, Argentina, Panamá y Venezuela. Dios os bendiga y acompañe siempre.

127 Cristo, respondiendo a la pregunta sobre la unidad e indisolubilidad del matrimonio, se refiere al libro del Génesis y pide a sus interlocutores que superen el límite entre el estado de inocencia primitiva y el de pecado derivado de la caída original.

Este límite está simbólicamente relacionado con el árbol de la ciencia del bien y del mal, que a su vez, como expresión y símbolo de la alianza con Dios rota en el corazón del hombre, delimita y contrapone dos situaciones y .dos estados opuestos: la inocencia y el pecado original, y, como consecuencia de ello, el estado de pecado en el hombre.

El estado de pecado forma parte del hombre "histórico", es decir, de cada generación, que tiene sus raíces en su propia "prehistoria" teológica, esto es, en el estado de inocencia primitiva.

Cuando Cristo se refiere al "principio" no indica solamente el estado de inocencia primitiva como horizonte perdido de la existencia humana, sino que presenta también el misterio de la redención. Así el hombre "histórico" no forma parte sólo de la historia de la pecaminosidad humana, sino que participa también de la historia de la salvación como sujeto y co-creador.

A la luz de esas consideraciones introductorias, debemos llegar a la convicción de que nuestra experiencia humana es, de alguna manera, un medio legítimo para la interpretación teológica y un punto indispensable de referencia en la interpretación del “principio”.


Queridísimos jóvenes, queridos muchachos y muchachas:

Os saludo con gran simpatía y afecto, y a cada uno doy una bienvenida muy entrañable.

Ha comenzado el nuevo curso escolar y os deseo en él toda clase de bienes y todos los gozos posibles. Al volver a las aulas y ver de nuevo a los profesores y condiscípulos, transmitidles el saludo del Papa y decidles que se acuerda de todos con amor y por todos reza.

Se reanudan vuestros deberes escolares: pues, bien, alegraos de ocupar también vosotros el tiempo con diligencia. Llevad con vosotros al colegio, la bondad, seriedad en el estudio, sentido de la disciplina y del deber. De este modo el tiempo transcurrido en la escuela resultará incluso agradable y dará frutos de gozo y satisfacción.

Os ayude mi bendición.

Queridísimos enfermos:

128 Llegue a vosotros el saludo particularmente cordial y afectuoso del Papa, que os recuerda siempre, os tiene presentes en la oración y os agradece todo cuanto hacéis y ofrecéis al Señor por él y por su misión.

Debéis tener esperanza de curaros siempre, claro está, y aprovechar todos los medios de la medicina y la farmacia para devolver la salud al cuerpo y dar consuelo al espíritu. Pero cuando por desgracia la enfermedad sigue atormentando el cuerpo ¡miremos al Crucificado! Pues en efecto, Dios ha querido salvar a la humanidad por medio del dolor; comprometeos también vosotros a sufrir por la salvación del mundo.

Os ayude siempre y os dé el valor necesario María Santísima, Madre de Dolores, Reina de los Mártires. Y os acompañe mi bendición portadora de consuelo.

Queridísimos recién casados:

También a vosotros que habéis iniciado una vida nueva, llegue mi saludo y mi enhorabuena más cordial.

Vosotros habéis sido los "ministros" de vuestro matrimonio; es decir, la "gracia sacramental" de Cristo que hace sagrado y perenne vuestro vínculo, ha llegado a vosotros a través de vuestra misma voluntad de amor y entrega recíproca.

¡Es inmensa la dignidad del matrimonio! Por ello, permaneced en el amor de Cristo.

Recordad lo que dijo Jesús: "Yo soy la Vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto... En esto será glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto" (
Jn 15,5 Jn 15,8). Dad frutos de bondad, caridad, santificación; sea éste el propósito de vuestra vida conyugal. Os ayude y os dé fuerza mi propiciadora bendición.


Particularmente numerosa es hoy la presencia de religiosos y religiosas: están aquí los miembros del capítulo general de los Misioneros de Maríanhill, los miembros del consejo general extraordinario de la Compañía de María (monfortianos), los superiores mayores de la Sociedad del Apostolado católico (palotinos), los miembros del congreso internacional de los Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios: y también un grupo de misioneros y misioneras de 24 institutos diferentes, reunidos en un curso de renovación espiritual y cultural: y otro de sacerdotes, religiosos y laicos que toman parte en un curso de preparación para las misiones de África,

Hijas e hijos queridísimos: Deseo de verdad saludaros personalmente uno a uno para manifestar a cada uno mi aprecio, testimoniaros mi confianza y deciros una palabra especial de aliento. Que se lleve a efecto ante Dios en el encuentro espiritual de la oración, cuanto la escasez de tiempo no permite ahora, y ello sea fuente de consuelo y estímulo diario para una entrega cada vez más plena a Cristo, a la Iglesia, a las almas. Sea prenda de esto la bendición paterna que concedo de corazón a vosotros, a vuestros institutos y a las personas confiadas a vuestra solicitud pastoral.


Toma parte en la audiencia de hoy un nutrido grupo de personas pertenecientes al Movimiento que se propone ayudar a los cristianos a redescubrir la realidad del bautismo y a vivir con gozo su riqueza liberadora. Que vuestro testimonio, dado en plena sintonía con los Pastores legítimos, suscite en muchos hermanos el deseo y compromiso de vivir con mayor coherencia las exigencias del bautismo y de su riqueza inagotable.

129 Os acompañe mi bendición apostólica.


Saludo con afecto paterno a los numerosos peregrinos de la diócesis de Telese o Cerreto Sannita y a los del centro de Voluntarios del sufrimiento, de la región de Umbría, que han venido también en gran número.

Queridísimos hijos: Os estoy muy agradecido de la visita y, sobre todo, de la caridad que anima la fe cristiana de los telesinos, que se distinguen por la fidelidad a las tradiciones religiosas de su tierra; y os mueve también a vosotros, Voluntarios del sufrimiento, que sois cumplidores generosos e ingeniosos del Mandamiento nuevo (cf.
Jn 13,34); éste os hace ver al mismo Cristo en la atención gozosa al hermano enfermo. El Señor os bendiga y os ayude siempre.


Saludo asimismo a los nuevos estudiantes del Colegio Norteamericano y del Venerable Colegio Inglés de Roma; a los estudiantes del Colegio del Monte Carmelo de Bangalore, India; a los miembros del Club internacional de la Mujer Yakarta, Indonesia; a la peregrinación de la eparquía ucrania de Toronto (Canadá) y a la de la parroquia de San José de Limerick, Irlanda, donde espero decir Misa el próximo lunes. Para todos vosotros y los demás visitantes aquí presentes, pido al Señor gracias muy abundantes.


Una bienvenida cordial a la delegación japonesa de personas relacionadas con la religión, representantes casi todos de las venerables escuelas tradicionales del budismo: las escuelas Zen, Tierra pura, Shingon y Nichiren; y en especial al eminente líder del Zen Rinzai japonés.

Os doy las gracias por haber venido a Europa para tener un intercambio Oriente-Occidente a nivel espiritual. Me gozo en que el diálogo interreligioso se mueva a este nivel de base. Felicito a aquellos de entre vosotros que han vivido en grupos pequeños dentro de grandes monasterios cristianos y han participado plenamente de la vida de oración y trabajo durante tres semanas. Vuestra experiencia es sin duda alguna un acontecimiento que marca época en la historia del diálogo interreligioso. Espero que vuestra experiencia os haya ayudado a conocer mejor lo que Cristo puede significar para el hombre y os haya hecho profundizar en lo que Cristo quiere decir cuando habla de su Padre Dios.

Bendigo a todos cuantos en Japón y en Europa han hecho posible con sus esfuerzos la realización de este proyecto.

Pido al Espíritu que haga avanzar el diálogo interreligioso en Japón. especial-mente a nivel espiritual.


Doy una bienvenida especial a los sacerdotes de las diócesis de Glasgow y Mothertivell, Escocia, que están concluyendo un curso de un mes de renovación teológica. Velad sobre el Pueblo de Dios del que estáis encargados, y hacedlo con gusto y afán, siendo el ejemplo del rebaño. Y cuando se llegue a manifestar el Pastor jefe, recibiréis una corona de gloria imperecedera.

Saludo cordialmente al gran grupo de peregrinos del "Kichenzeitung für das Erzbistum Köln". Con este viaje anual a la Ciudad Eterna proseguís una tradición que dura ya desde hace veinte años. Ella es una expresión visible de vuestra unión de fe con el Sucesor de San Pedro, el cual, por su parte, os fortifica y anima en vuestra fe. ¡Permaneced fieles a Cristo y a su Santa Iglesia! Encomendando mi próximo viaje apostólico también de modo especial a vuestras oraciones, a vosotros y a vuestros familiares que han permanecido en la patria. os imparto de corazón la bendición apostólica.



Octubre de 1979

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Miércoles 10 de octubre de 1979



(Antes de leer la catequesis el Santo Padre comentó su viaje a Irlanda y Estados Unidos)

El significado de la soledad originaria del hombre

1. En la última reflexión del presente ciclo hemos llegado a una conclusión introductoria, sacada de las palabras del libro del Génesis sobre la creación del hombre como varón y mujer. A estas palabras, o sea, al "principio", se refirió el Señor Jesús en su conversación sobre la indisolubilidad del matrimonio (cf. Mt 19,39 Mc 10,112). Pero la conclusión a que hemos llegado no pone fin todavía a la serie de nuestros análisis. Efectivamente, debemos leer de nuevo las narraciones del capítulo primero y segundo del libro del Génesis en un contexto más amplio, que nos permitirá establecer una serie de significados del texto antiguo, al que se refirió Cristo. Por tanto, hoy reflexionamos sobre el significado de la soledad originaria del hombre.

2. El punto de partida de esta reflexión nos lo dan directamente las siguientes palabras del libro del Génesis:: "No es bueno que el hombre (varón) esté solo, voy a hacerle una ayuda semejante a él' (Gn 2,18). Es Dios Yahvé quien dice estas palabras. Forman parte del segundo relato de la creación del hombre y provienen, por lo tanto, de la tradición yahvista. Como hemos recordado anteriormente, es significativo que, en cuanto al texto yahvista, el relato de la creación del hombre (varón) es un paisaje aislado (Cf. Gn 2,7), que precede al relato de la primera mujer (Cf. Gn 2,74). Además es significativo que el primer hombre ('adam), creado del "polvo de la tierra", sólo después de la creación de la primera mujer es definido como varón ('is). Así, pues, cuando DiosYahvé pronuncia las palabras sobre la soledad, las refiere a la soledad del "hombre" en cuanto tal, y no sólo del varón [1].

Pero es difícil, basándose sólo en este hecho, ir demasiado lejos al sacar las conclusiones. Sin embargo, el contexto completo de esa soledad de la que nos habla el Génesis 2, 18, puede convencernos de que se trata de la soledad del "hombre" (varón y mujer), y no sólo de la soledad del hombrevarón, producida por la ausencia de la mujer. Parece, pues, basándonos en todo el contexto, que esta soledad tiene dos significados: uno, que se deriva de la naturaleza misma del hombre, es decir, de su humanidad (y esto es evidente en el relato de Gn 2), y otro, que se deriva de la relación varónmujer, y esto es evidente, en cierto modo, en base al primer significado. Un análisis detallado de la descripción parece confirmarlo.

3. El problema de la soledad se manifiesta únicamente en el contexto del segundo relato de la creación del hombre. En el primer relato no existe este problema. Allí el hombre es creado en un solo acto como "varón y mujer" ("Dios creó al hombre a imagen suya... varón y mujer los creó", Gn 1,27). El segundo relato que, como ya hemos mencionado, habla primero de la creación del hombre y sólo después de la creación de la mujer de la "costilla" del varón, concentra nuestra atención sobre el hecho de que "el hombre está solo", y esto se presenta como un problema antropológico fundamental, anterior, en cierto sentido, al propuesto por el hecho de que este hombre sea varón y mujer. Este problema es anterior no tanto en el sentido cronológico, cuanto en el sentido existencial: es anterior "por su naturaleza". Así se revelará también el problema de la soledad del hombre desde el punto de vista de la teología del cuerpo, si llegamos a hacer un análisis profundo del segundo relato de la creación en Génesis 2.

4. La afirmación de DiosYahvé "no es bueno que el hombre esté solo", aparece no sólo en el contexto inmediato de la decisión de crear a la mujer ("voy a hacerle una ayuda semejante a él"), sino también en el contexto más amplio de motivos y circunstancias, que explican más profundamente el sentido de la soledad originaria del hombre. El texto yahvista vincula ante todo la creación del hombre con la necesidad de "trabajar la tierra" (Gn 2,5), y esto correspondería, en el primer relato, a la vocación de someter y dominar la tierra (Cf. Gn 1,28). Después, el segundo relato de la creación habla de poner al hombre en el "jardín en Edén", y de este modo nos introduce en el estado de su felicidad original. Hasta este momento el hombre es objeto de la acción creadora de DiosYahvé, quien al mismo tiempo, como legislador, establece las condiciones de la primera alianza con el hombre. Ya a través de esto, se subraya la subjetividad del hombre, que encuentra una expresión ulterior cuando el Señor Dios "trajo ante el hombre (varón) todos cuantos animales del campo y cuantas aves del cielo formó de la tierra, para que viese cómo las llamaría" (Gn 2,19). Así pues, el significado primitivo de la soledad originaria del hombre está definido a base de un "test" específico, o de un examen que el hombre sostiene frente a Dios (y en cierto modo también frente a sí mismo). Mediante este "test", el hombre toma conciencia de la propia superioridad, es decir, no puede ponerse al nivel de ninguna otra especie de seres vivientes sobre la tierra.

En efecto, como dice el texto, "y fuese el nombre de todos los vivientes el que él les diera" (Gn 2,19). "Y dio el hombre nombre a todos los ganados, y a todas las aves del cielo, y a todas las bestias del campo; pero —termina el autor— entre todos ellos no había para el hombre (varón) ayuda semejante a él" (Gn 2,128).

5. Toda esta parte del texto es sin duda una preparación para el relato de la creación de la mujer. Sin embargo, posee un significado profundo, aún independientemente de esta creación. He aquí que el hombre creado se encuentra, desde el primer momento de su existencia, frente a Dios como en búsqueda de la propia entidad; se podría decir: en búsqueda de la definición de sí mismo. Un contemporáneo diría: en búsqueda de la propia "identidad". La constatación de que el hombre "está solo" en medio de mundo visible y, en especial, entre los seres vivientes, tiene un significado negativo en este estudio, en cuanto expresa lo que él "no es". No obstante, la constatación de no poderse identificar esencialmente con el mundo visible de los otros seres vivientes (animalia) tiene, al mismo tiempo, un aspecto positivo para este estudio primario: aún cuando esta constatación no es una definición completa, constituye, sin embargo, uno de sus elementos. Si aceptamos la tradición aristotélica en la lógica y en la antropología, sería necesario definir este elemento como "género próximo" (genus proximum) [2].

6. El texto yahvista nos permite, sin embargo, descubrir incluso elementos ulteriores en ese maravilloso pasaje, en el que el hombre se encuentra solo frente a Dios, sobre todo para expresar, a través de una primera autodefinición, el propio autoconocimiento, como manifestación primitiva y fundamental de humanidad. El autoconocimiento va a la par del conocimiento del mundo, de todas las criaturas visibles, de todos los seres vivientes a los que el hombre ha dado nombre para afirmar frente a ellos la propia diversidad. Así, pues, la conciencia revela al hombre como el que posee la facultad cognoscitiva respecto al mundo visible. Con este conocimiento que lo hace salir, en cierto modo, fuera del propio ser, al mismo tiempo el hombre se revela a sí mismo en toda su peculiaridad de su ser.No está solamente esencial y subjetivamente solo. En efecto, soledad significa también subjetividad del hombre, la cual se constituye a través del autoconocimiento. El hombre está solo porque es "diferente" del mundo visible, del mundo de los seres vivientes. Analizando el texto del libro del Génesis, somos testigos, en cierto sentido, de cómo el hombre "se distingue" frente a DiosYahvé de todo el mundo de los seres vivientes (animalia)con el primer acto de autoconciencia, y de cómo, por lo tanto, se revela a sí mismo y, a la vez, se afirma en el mundo visible como "persona". Ese proceso delineado de modo tan incisivo en el Génesis 2, 1920, proceso de búsqueda de una definición de sí, no lleva sólo a indicar —empalmando con la tradición aristotélica— el genus proximum, que en el capítulo 2 del Génesis se expresa con las palabras: "ha puesto el nombre", al que corresponde la "diferencia" específica que, según la definición de Aristóteles, es noûs, zoon noetikón. Este proceso lleva también al primer bosquejo del ser humano como persona humana con la subjetividad propia que la caracteriza.

131 Interrumpimos aquí el análisis del significado de la soledad originaria del hombre. Lo reanudaremos dentro de una semana.

Notas

[1] El texto hebreo llama constantemente al primer hombre ha'adam, mientras el término 'is ("varón") se introduce solamente cuando surge la confrontación con la 'issa ("mujer").

"El hombre", pues, estaba solitario sin referencia al sexo.

Pero en la traducción a algunas lenguas europeas es difícil expresar este concepto del Génesis, porque "hombre" y "varón" se definen ordinariamente, con una sola palabra: "homo", "uomo", "homme", "hombre", "man".

[2] An essential (quidditive) definition is a statement which explains the esence or nature of things.

It will be essential when we can define a thing by its proximate genus and specific differentia.

The proximate genus includes within its comprehension all the essential elements of the genera above it and therefore includes all the beings that are cognate or similar in nature to the thing that is being defined; the specific differentia, on the other hand, brings in the distinctive element which separates this thing from all others of a similar nature, by showing in what manner it is different from all others, with which it might be erroneously identified.

"Man" is defined as a "rational animal"; "animal" is his proximate genus, "rational" is his specific differentia. The proximate genus "animal" includes within its comprehension all the essential elements of the genera above it, because an animal is a "sentient, living, material substance" (...) The specific differentia "rational" is the one distinctive essential element which distinguishes "man" and every other "animal". It therefore makes him a species of him own and separates him from every other "animal" and every other genus above animal, including plants, inanimate bodies and substance.

Furthermore, since the specific differentia is the distinctive element in the essence of man, it includes all the characteristic "properties" which lie in the nature of man as man, namely, power of speech, morality, gobernment, religion, immortality, etc. realities which are absent in all other beings in the physical world". (C. N. Bittle, The Science of Correct Thinking. Logic. Milwaukee 1947, pp. 7374.



Saludos

132 Amadísimos hermanos y hermanas:

A todos y a cada uno os saludo cota afecto y os doy mi más cordial bienvenida, en este primer encuentro después de mi viaje a Irlanda y Estados Unidos.

Hoy reflexionaremos sobre el significado de la soledad originaria del hombre, tal como la presenta el libro del Génesis: "No es bueno que el hombre esté solo, voy a hacerle una ayuda proporcionada a él" (
Gn 2,18).

Es significativo que el primer hombre creado de "arcilla", sólo después de la creación de la primera mujer sea definido como `"varón". Así, pues, cuando Yahvé-Dios pronuncia las palabras sobre, la soledad, las refiere a la soledad del "hombre" en cuanto tal, y no como varón.

El texto completo del Génesis sobre la soledad puede convencernos de que se trata de la soledad del "hombre" (varón y mujer), y no sólo de la soledad del hombre-varón, producida por la falta de la mujer. Parece deducirse, pues, por el contexto, que esta soledad tiene dos significados: uno, que deriva de la misma naturaleza del hombre, de su humanidad, y el otro, que deriva de la relación varón-mujer.

La afirmación de Yahvé-Dios "no es bueno que el hombre esté solo" aparece no solamente en el contexto inmediato de la decisión de crear a la mujer, sino también en un contexto más vasto. El hombre creado se encuentra ante Dios como a la búsqueda de la propia identidad, reconociéndose a la vez como distinto de los otros seres vivos. En este proceso, el hombre se va descubriendo como persona humana.
* * *


(A los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados)

Un saludo cordial a vosotros también, jóvenes que como siempre hacéis vibrar esta plaza de San Pedro con vuestra alegría exuberante.

Os agradezco esta visita y el consuelo que me proporciona el veros tan entusiastas en la manifestación de vuestra fe en Cristo y, al mismo tiempo, tan cercanos a su Vicario en la tierra.

Haciéndome eco de mis encuentros con vuestros coetáneos de Irlanda y de los Estados Unidos de América; así como de los llamamientos repetidos a la justicia, la libertad y la paz, que he dirigido con ocasión de mi reciente viaje apostólico, os exhorto sobre todo a vosotros, hijos de la nueva generación, a estar siempre en la vanguardia con la audacia que sabéis poner en todo lo grande y noble, en la defensa y promoción de esos valores inalienables, indispensables para todo cristiano que se propone seriamente ir en seguimiento de Cristo.

133 Os sostenga en estos afanes el ejemplo de Cristo y su ayuda confortante.

A vosotros, enfermos que lleváis en el cuerpo y en el espíritu los estigmas de Cristo (cf. Gál
Ga 6,17), va de modo totalmente singular mi palabra de padre, llena de afecto y bendiciones.

Os agradezco vuestra preciosa presencia que ofrece a la mirada de todos nosotros un testimonio probado de fortaleza cristiana, valor y fe, virtudes éstas que os sostienen en las duras pruebas a que habéis sido misteriosamente llamados, y que al mismo tiempo hacen reflexionar a los demás sobre el significado de esta vida terrena tan frágil y efímera, y tan incomprensible sin una fuerza superior.

Por tanto, sois bienhechores de la humanidad. El Señor os premie y os conforte en vuestro dolor.

Un saludo especial va ahora a los recién casados que enseguida después de la boda han venido a recibir la bendición del Papa sobre su unión matrimonial y sobre la familia que están formando.

A la vez que os felicito y os doy la enhorabuena por este paso decisivo. que será siempre el centro de vuestra vida, os agradezco el haber venido aquí a testimoniar ante la comunidad cristiana la belleza y grandeza del sacramento instituido por Jesús para santificar el amor y hacerlo estable. Que vuestro ejemplo sea para los más jóvenes una llamada provechosa hacia los principios cristianos, los únicos que pueden; garantizar la felicidad verdadera y durable en el hogar doméstico.

Os acompañe siempre mi bendición.
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(Saludo a las Superioras Mayores de Italia)

Están presentes en esta audiencia cerca de seiscientas superioras generales y provinciales participantes en la XXVII asamblea de la "Unión de Superioras Mayores de Italia" (USMI), que ha versado sobre el tema "Presencia pastoral de los religiosos en la Iglesia de hoy en Italia y su carisma específico".

Os agradezco esta presencia vuestra tan significativa que merecería una audiencia privada. Es lástima que las numerosas y apremiantes tareas de esta temporada no me lo hayan permitido.

134 Os exhorto, queridísimas hermanas, a meditar siempre con amor y generosidad sobre los grandes documentos referentes a vuestra vida: el capítulo sexto de la Constitución conciliar Lumen gentium, el Decreto Perfectae caritatis y la Carta apostólica Evangelica testificatio. Lo que tenía más interés en comunicaros a vosotras y a todas las religiosas, lo he manifestado recientemente en los discursos pronunciados el 1 de octubre en Maynooth, Irlanda, y el 7 de octubre en el santuario de la Inmaculada Concepción de Washington.

Ahora sólo quisiera aludir ante vosotras, superioras, a la firmeza y delicadeza necesarias en este momento. Ante todo mostraos madres sensibles y clarividentes, jamás irritadas ni amargadas por nada, sino santamente intrépidas para seguir la voz del Vicario de Cristo, de manera que ninguna religiosa se sienta hundida o marginada, aunque pueda haberse equivocado en algo.

También a vosotras repito lo que dije en Irlanda:

«Debéis ser valientes en vuestras empresas apostólicas, no dejando que las dificultades, la escasez de personal, la inseguridad del futuro puedan deteneros o deprimiros. Pero recordad siempre que el primer campo de vuestro apostolado es vuestra vida personal» (Discurso en Maynooth, 1 de octubre de 1979).

Sentid especialmente cercana y confortante mi bendición apostólica.

(A los neosacerdotes del Colegio Alemán en Roma)

Doy en esta audiencia una bienvenida muy cordial a los neosacerdotes del Pontificio Colegio Germánico-Húngaro, que vienen acompañados de sus padres, familiares y amigos.

Como a mis jóvenes colaboradores en el sacerdocio os felicito de corazón por vuestra animosa decisión de poner vuestra vida, como sacerdotes, totalmente al servicio de Cristo y de su Iglesia. "El que pueda entender, que entienda" (
Mt 19,12). Estas palabras del Señor valen hoy más que nunca para la elección de la función sacerdotal. Vuestra vocación es ante todo una gracia, un don, que ha de aceptarse, ciertamente, con alegría y disposición de sacrificio. Vosotros lo habéis hecho asistidos por la gracia de Dios. Una de vuestras tareas más importantes será ahora cuidar con celo y guardar intachablemente ese don precioso. Sólo así será verdaderamente fecunda vuestra tarea sacerdotal en las comunidades. Que vuestros padres y familiares estén cercanos a vosotros también en el futuro, y os acompañen con sus oraciones.

A vosotros, a ellos, a vuestros amigos y a todo el Colegio imparto, en unión espiritual, mi especial bendición apostólica.

(A los participantes en el diálogo entre católicos y pentecostales

Misqueridos participantes en el Diálogo Católico romano-pentecostal, bienvenidos de nuevo a Roma. Desde hace ahora siete años el esfuerzo de comprensión mutua y reconciliación ha ido avanzando, y deseo aseguraros que cuenta con mi interés más pleno y mis oraciones para ayudaros.

135 Si los cristianos hemos de alcanzar la unidad querida por Nuestro Señor, estamos llamados a "la búsqueda común de la verdad en el pleno sentido evangélico y cristiano" (Redemptor hominis RH 6). Estáis contribuyendo a ello con vuestro trabajo de esta semana. Que Dios os sostenga en ello, y por la luz del Espíritu Santo os dé capacidad de cono­cer y experimentar su verdad, su gracia y su amor

(A los padres monfortianos)

Dirijo un saludo cordial y afectuoso a los miembros del consejo general extraordinario de la Compañía de María, más conocida con el nombre de congregación de padres monfortianos. Saludo al reverendo padre general, a sus asistentes. a los superiores provinciales y, por su medio, a todos los que se entregan a Dios y al servicio de la Iglesia según el espíritu de San Luis María Grignon de Monfort, que me es personalmente muy querido.

He hablado mucho desde hace un año. y recientemente también en este último viaje, de la vida sacerdotal y religiosa. Meditad estas ideas, queridos hijos; con sus exigencias que valen también para vosotros. Así tenéis la certeza de ser fieles a la Iglesia. Sed fieles al espíritu de vuestro fundador y a la fuente inagotable de espiritualidad que nos ha dejado al enseñarnos el significado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen. Según sus palabras, "abrid la puerta Jesucristo", primero en cada uno de vosotros con la vida de oración, y después en los otros con la vida misionera. Y para ello sed siempre dóciles a las lecciones interiores de la Virgen Inmaculada, a la que os encomiendo de todo corazón, con una bendición apostólica especial.

Doy la bienvenida cordial a cada uno de vosotros. Y en particular saludo a los peregrinos procedentes de Irlanda y Estados Unidos donde se me ha brindado tan inolvidable acogida estos últimos días. Pero sea cual fuere el país de donde vengáis, sois muy queridos para mi corazón.

Numerosos peregrinos representan hoy las diócesis de Clermont-Ferrand y Moulins. Sean bienvenidos. Les deseo que afiancen su sentido de Iglesia para que después estén más convencidos y sean más generosos en su vida cristiana; y los bendigo de todo corazón.




Audiencias 1979 125