Audiencias 1979 154

Miércoles 14 de noviembre de 1979

La unidad originaria del hombre

1. Siguiendo la narración del libro del Génesis, hemos constatado que la creación "definitiva" del hombre consiste en la creación de la unidad de dos seres. Su unidad denota sobre todo la identidad de la naturaleza humana; en cambio, la dualidad manifiesta lo que, a base de tal identidad, constituye la masculinidad y la feminidad del hombre creado. Esta dimensión ontológica de la unidad y de la dualidad tiene, al mismo tiempo, un significado axiológico. Del texto del Génesis 2, 23 y de todo el contexto se deduce claramente que el hombre ha sido creado como un don especial ante Dios ("Y vio Dios ser muy bueno cuanto había hecho": Gn 1,31), pero también como un valor especial para el mismo hombre: primero, porque es "hombre"; segundo, porque la "mujer" es para el hombre, y viceversa, el hombre es para la mujer. Mientras el capítulo primero del Génesis expresa este valor de forma puramente teológica, (e indirectamente metafísica), el capítulo segundo, en cambio, revela, por decirlo así, el primer círculo de la experiencia vivida por el hombre como valor. Esta experiencia está ya inscrita en el significado de la soledad originaria, y luego en todo el relato de la creación del hombre como varón y mujer. El conciso texto de Gén 2, 23, que contiene las palabras del primer hombre a la vista de la mujer creada, "tomada de él", puede ser considerado el prototipo bíblico del Cantar de los Cantares. Y si es posible leer impresiones y emociones a través de palabras tan remotas, podríamos aventurarnos también a decir que la profundidad y la fuerza de esta primera y "originaria" emoción del hombre-varón ante la humanidad de la mujer, y al mismo tiempo ante la feminidad del otro ser humano, parece algo único e irrepetible.

2. De este modo, el significado de la unidad originaria del hombre, a través de la masculinidad y la feminidad, se expresa como superación del límite de la soledad, y al mismo tiempo como afirmación —respecto a los dos seres humanos— de todo lo que en la soledad es constitutivo del "hombre". En el relato bíblico, la soledad es camino que lleva a esa unidad, que siguiendo al Vaticano II, podemos definir Communio personarum [1]. Como ya hemos constatado anteriormente, el hombre en su soledad originaria, adquiere una conciencia personal en el proceso de "distinción" de todos los seres vivientes (animalia) y al mismo tiempo, en esta soledad se abre hacia un ser afín a él y que el Génesis (2, 18 y 20) define como "ayuda semejante a él". Esta apertura decide del hombre-persona no menos, al contrario, acaso más aún, que la misma "distinción". La soledad del hombre, en el relato yahvista, se nos presenta no sólo como el primer descubrimiento de la transcendencia característica propia de la persona, sino también como descubrimiento de una relación adecuada "a la" persona, y por lo tanto como apertura y espera de una "comunión de personas".

Aquí se podría emplear el término "comunidad", si no fuese genérico y no tuviese tantos significados. "Comunión" dice más y con mayor precisión, porque indica precisamente esa "ayuda" que, en cierto sentido, se deriva del hecho mismo de existir como persona "junto" a una persona. En el relato bíblico este hecho se convierte eo ipso —de por sí— en la existencia de la persona "para" la persona, dado que el hombre en su soledad originaria, en cierto modo, estaba ya en esta relación. Esto se confirma, en sentido negativo, precisamente por su soledad. Además, la comunión de las personas podía formarse sólo a base de una "doble soledad" del hombre y de la mujer, o sea, como encuentro en su "distinción" del mundo de los seres vivientes (animalia), que daba a ambos la posibilidad de ser y existir en una reciprocidad particular. El concepto de "ayuda" expresa también esta reciprocidad en la existencia, que ningún otro ser viviente podía haber podido asegurar. Para esta reciprocidad era indispensable todo lo que de constitutivo fundaba la soledad de cada uno de ellos, y por tanto también la autoconciencia y la autodeterminación, o sea, la subjetividad y el conocimiento del significado del propio cuerpo.

3. El relato de la creación del hombre, en el capítulo primero, afirma desde el principio y directamente que el hombre ha sido creado a imagen de Dios en cuanto varón y mujer. El relato del capítulo segundo, en cambio, no habla de la "imagen de Dios"; pero revela, a su manera característica, que la creación completa y definitiva del "hombre" (sometido primeramente a la experiencia de la soledad originaria) se expresa en dar vida a esa "communio personarum" que forman el hombre y la mujer. De este modo, el relato yahvista concuerda con el contenido del primer relato. Si, por el contrario, queremos sacar también del relato del texto yahvista el concepto de "imagen de Dios", entonces podemos deducir que el hombre se ha convertido en "imagen y semejanza" de Dios no sólo a través de la propia humanidad, sino también a través de la comunión de las personas, que el hombre y la mujer forman desde el comienzo. La función de la imagen es la de reflejar a quien es el modelo, reproducir el prototipo propio. El hombre se convierte en imagen de Dios no tanto en el momento de la soledad, cuanto en el momento de la comunión. Efectivamente, él es "desde el principio" no sólo imagen en la que se refleja la soledad de una Persona que rige al mundo, sino también y esencialmente, imagen de una inescrutable comunión divina de Personas.

De este modo el segundo relato podría también preparar a comprender el concepto trinitario de la "imagen de Dios", aún cuando ésta aparece sólo en el primer relato. Obviamente esto no carece de significado incluso para la teología del cuerpo, más aún, quizá constituye incluso el aspecto teológico más profundo de todo lo que se puede decir acerca del hombre. En el misterio de la creación —en base a la originaria y constitutiva "soledad" de su ser— el hombre ha sido dotado de una profunda unidad entre lo que en él es masculino humanamente y mediante el cuerpo, y lo que de la misma manera es en él femenino humanamente y mediante el cuerpo. Sobre todo esto, desde el comienzo, descendió la bendición de la fecundidad, unida con la procreación humana (Cf. Gn 1,28).

4. De este modo, nos encontramos casi en el meollo mismo de la realidad antropológica que se llama "cuerpo". Las palabras del Génesis 2, 23 hablan de él directamente y por vez primera en los términos siguientes: "carne de mi carne y hueso de mis huesos". El hombre-varón pronuncia estas palabras, como si sólo a la vista de la mujer pudiese identificar y llamar por su nombre a lo que en el mundo visible los hace semejantes el uno al otro, y a la vez aquello en que se manifiesta la humanidad. A la luz del análisis precedente de todos los "cuerpos", con los que se ha puesto en contacto el hombre y a los que ha definido conceptualmente poniéndoles nombre ("animalia"), la expresión "carne de mi carne" adquiere precisamente este significado: el cuerpo revela al hombre. Esta fórmula concisa contiene ya todo lo que sobre la estructura del cuerpo como organismo, sobre su vitalidad, sobre su particular fisiología sexual, etc., podrá decir acaso la ciencia humana. En esta expresión primera del hombre-varón "carne de mi carne" se encierra también una referencia a aquello por lo que el cuerpo es auténticamente humano, y por lo tanto a lo que determina al hombre como persona, es decir, como ser que incluso en toda su corporeidad es "semejante" a Dios [2].

5. Nos encontramos, pues, casi en el meollo mismo de la realidad antropológica, cuyo nombre es "cuerpo", cuerpo humano. Sin embargo, como es fácil observar, este meollo no es sólo antropológico, sino también esencialmente teológico. La teología del cuerpo, que desde el principio está unida a la creación del hombre a imagen de Dios, se convierte, en cierto modo, también en teología del sexo, o mejor, teología de la masculinidad y de la feminidad, que aquí, en el libro del Génesis, tiene su punto de partida. El significado originario de la unidad, testimoniada por las palabras del Génesis 2, 24, tendrá amplia y lejana perspectiva en la revelación de Dios. Esta unidad a través del cuerpo ("y los dos serán una sola carne") tiene una dimensión multiforme: una dimensión ética, como se confirma en la respuesta de Cristo a los fariseos en Mt 19 (Mc 10), y también una dimensión sacramental, estrictamente teológica, como se comprueba por las palabras de San Pablo a los Efesios [3], que hace referencia además a la tradición de los Profetas (Oseas, Isaías, Ezequiel). Y es así, porque esa unidad que se realiza a través del cuerpo indica, desde el principio, no sólo el "cuerpo", sino también la comunión "encarnada" de las personas —communio personarum— y exige esta comunión desde el principio. La masculinidad y la feminidad expresan el doble aspecto de la constitución somática del hombre ("esto sí que es carne de mi carne y hueso de mis huesos"), e indican, además, a través de las mismas palabras del Génesis 2, 23, la nueva conciencia del sentido del propio cuerpo: sentido, que se puede decir consiste en un enriquecimiento recíproco. Precisamente esta conciencia, a través de la cual la humanidad se forma de nuevo como comunión de personas, parece constituir el estrato que en el relato de la creación del hombre (y en la revelación del cuerpo contenida en él) es más profundo que la misma estructura somática como varón y mujer. En todo caso, esta estructura se presenta desde el principio con una conciencia profunda de la corporeidad y sexualidad humana, y esto establece una norma inalienable para la comprensión del hombre en el plano teológico.

Notas

155 [1] "Pero Dios no creó al hombre dejándolo solo; desde el principio "varón y mujer los creó" (Gn 1,27) y su unión constituye la primera forma de comunión de personas" (Gaudium et spes GS 12).

[2] En la concepción de los libros bíblicos más antiguos no aparece la contraposición dualista "alma-cuerpo". Como ya se ha subrayado (cf. nota), se puede hablar más bien de una combinación complementaria "cuerpo-vida". El cuerpo es expresión de la personalidad del hombre, y si no agota plenamente este concepto, es necesario entenderlo en el lenguaje bíblico como "pars pro toto"; cf. por ejemplo: "no es la carne ni la sangre quien esto te ha revelado sino mi Padre..." (Mt 16,17), es decir: no te lo ha revelado el hombre.

[3] "Nadie aborrece jamás su propia carne, sino que la alimenta y la abriga como Cristo a la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán dos en una carne. Gran misterio es éste, pero entendido de Cristo y de la Iglesia" (Ep 5,29-32).

Este será el tema de nuestras reflexiones en la parte titulada "El Sacramento".



Saludos

La audiencia general del miércoles 14 ele noviembre. cuya celebración estaba prevista en la plaza de San Pedro, se tuvo, a causa de la lluvia, en la basílica de San Pedro y en el Aula Pablo VI. El encuentro, dada la gran concentración de peregrinos, tuvo que desdoblarse en dos tiempos. En el templo vaticano se reunieron los fieles italianos. A ellos el Papa les dirigió la catequesis que publicamos. Tras dirigir especiales saludos a algunos grupos presentes. Juan Pablo II hizo un llamamiento en favor de las víctimas de algunos secuestros registrados esta temporada.

En el encuentro de hoy siento el deber de hacer un llamamiento público en favor de la liberación de quienes en este momento son víctimas de secuestros y han sido separados violentamente de sus seres queridos que viven días de preocupación y angustia indecibles.

Como hombre, como cristiano y como Papa manifiesto mi más absoluta y profunda deploración y condena de estos actos criminales que ya llegan a atacar incluso muchachos inocentes; mi pensamiento está en especial en el querido Alfredo Battaglia, de 13 años, que ha sido raptado hace pocos días en la provincia de Reggio Calabria.

Roguemos todos con fuerza y fervor al Señor que mueva el corazón de los secuestradores a sentimientos de humanidad y justicia, a fin de que este rehén joven alcance pronto la libertad y vuelva a la alegría y al abrazo de sus padres y familiares, a quienes sólo queda en estos momentos de dolor el consuelo de la esperanza cristiana.

Dirijo asimismo la atención a otro caso doloroso de secuestro, cuyo móvil se ha fijado en reivindicaciones políticas, y ocurrió el domingo pasado en Madrid, España. Por esta razón quiero hacer mi llamamiento en lengua española.

Quiero dirigirme directamente a quienes han secuestrado al Señor Don Javier Rupérez, distinguido miembro del Congreso de Diputados de España.

156 Sé que esta acción ha sido deplorada y condenada sin paliativos por la opinión pública. Como en el caso anterior, también en éste he de manifestar mi profundo dolor por esta nueva violación de la dignidad de una persona que repercute en ofensa para toda la sociedad.

Pido insistentemente al Señor que ilumine vuestra inteligencia y mueva vuestro corazón, responsables del secuestro, para que, guiados por principios de convivencia y por sentimientos de humanidad, liberéis espontáneamente al señor Rupérez y pongáis fin a la angustia suya y de su familia.

Os invito a pensar que ninguna solución humana y justa puede ser alcanzada siguiendo los caminos de la violencia. Nadie, tanto menos quien se llame cristiano, puede recurrir a tales procedimientos.
* * *


La segunda parte de la audiencia tuvo lugar en la gran Sala de Nervi, dedicada a Pablo VI. A los peregrinos de las más diversas partes del mundo, allí reunidos, el Santo Padre hizo en varias lenguas un resumen de su catequesis, hablando así en castellano:

Amadísimos hermanos y hermanas:

Recibid cada uno de vosotros, peregrinos de lengua española, mi saludo afectuoso y mi más cordial bienvenida a esta audiencia.

Siguiendo la narración del Génesis, constatamos que la unidad de los dos seres creados significa sobre todo la identidad de la naturaleza humana; la dualidad, en cambio, manifiesta lo que, en base a esta identidad, representa la masculinidad y la femineidad del ser creado.

El significado de la unidad originaria de ese ser, a través de su masculinidad y femineidad, se expresa como superación de los confines de la soledad, y al mismo tiempo como afirmación de todo lo que en la soledad es constitutivo del "hombre".

La soledad es el camino que lleva a la unidad que, según el Vaticano II (Gaudium et spes
GS 12), podernos definir como "comunión de personas". "Comunión" indica la ayuda que deriva, en cierto modo, del hecho mismo de existir como persona "junto a" otra persona. La comunión de las personas podía formarse sólo en base a la "doble soledad" del hombre y de la mujer que, al distinguirse de los demás seres vivientes, les daba la posibilidad de ser y existir con una especial reciprocidad.

El ser humano es, pues, "imagen y semejanza" de Dios, no sólo por medio de su humanidad, sino también por la comunión de personas. No sólo por la soledad, sino también por la comunión. De esta manera nos encontramos en el centro misma de la realidad antropológica que es el "cuerpo", cuando el hombre llama a la mujer "carne de mi carne". Así la teología del cuerpo, ligada desde el principio a la creación del hombre a imagen de Dios es, en cierto modo, también teología del sexo, o más bien de la masculinidad y de la femineidad, las cuales expresan el doble aspecto de la constitución somática del hombre e indican la nueva conciencia del sentido del propio cuerpo, que consiste en el enriquecimiento recíproco.

157 (A un grupo de camboyanos refugiados en Francia)

Y ahora dirijo un saludo particularmente emocionado a los queridos camboyanos refugiados en Francia, que han venido a manifestarnos su agradecimiento y el de sus compatriotas por mi reciente llamamiento en favor de su patria tan cruelmente probada.

A vosotros aquí presentes y a todos vuestros hermanos camboyanos me atrevo a decir de todo corazón: ayudaos mutuamente a manteneros valientes y dignos, fraternos y solidarios, y con esperanza.

A todas las naciones y hombres de buena voluntad no vacilo en renovar mi llamamiento para que todos los camboyanos reciban socorros eficaces y su tierra natal alcance la paz.

Invoco sobre vosotros, vuestras familias y vuestro país la misericordia y ayuda de Dios.

(A un grupo de Hermanas de la Familia del Sagrado Corazón)

Un saludo lleno de buenos deseos dedico ahora al grupo de Hermanas de la Familia del Sagrado Corazón de Brentana. archidiócesis de Milán, que han venido con la superiora general con ocasión del I centenario de su fundación.

Queridísimas Hermanas: Con sumo gusto os acojo en esta basílica de San Pedro y os doy las gracias no sólo por los sentimientos de fe en el Señor y fidelidad a su Vicario que han motivado vuestra peregrinación a Roma, sino también por la generosa actividad eclesial que desarrolláis en las parroquias con la enseñanza del catecismo, la atención a los niños en guarderías y el apostolado con los jóvenes.

Que esta conmemoración centenaria sea pausa fecunda de reflexión, en la oración y acción de gracias, sobre el carisma fundacional que suscitó vuestra congregación y también sobre la obra realizada hasta ahora y la que os proponéis desarrollar en el futuro. Pero tened ante los ojos sobre todo el ideal de vuestra vocación religiosa; sea ésta lámpara de vuestros pasos, puesto que ningún otro ideal sobre la tierra es más verdadero, generoso y santo que la correspondencia fiel y humilde a la llamada del Señor, a su imitación y a su misión de bondad y salvación. A toda la congregación mi bendición especial.

(A la Federación de Clubs americanos internacionales)

Me complace encontrarme con los miembros de la Federación de Clubs americanos internacionales que están celebrando esta semana en Roma la reunión anual. Como americanos que viven fuera del propio país, tenéis oportunidad especial y por ello deber especial de desempeñar una gran tarea en el cumplimiento del noble destino de servicio al mundo que tiene vuestro país. Que Dios haga fructificar vuestros esfuerzos en favor del pleno progreso humano y en la salvaguardia de los derechos de todos.

158 (A los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados)

Dirijo un saludo a vosotros, jóvenes, con afecto particular, sea porque los hijos atraen siempre la mirada amorosa de los padres, o bien porque vosotros jamás dejáis caer en la frialdad o el descuido la causa que abrazáis con fe.

Si pues creéis —como realmente creéis— en Cristo, en la Iglesia. en la redención de los hombres por medio de la verdad, sois amantes, cultivadores y propagandistas incansables de esta verdad que proyecta en todas partes luz y alegría, como el sol. Os sostenga y acompañe mi bendición.

Una atención ya acostumbrada, pero siempre nueva y cordial, deseo dirigir ahora a los enfermos presentes en esta audiencia.

Queridísimos: El Papa os mira con predilección sincera, tiene interés particular por vosotros y os reserva un recuerdo especial en sus oraciones, para que estéis serenos siempre en la enfermedad, fervorosos de espíritu y seáis aceptos al Señor. Os exhorto, además, a no consideraros nunca desafortunados, menos valiosos o inútiles; a pesar de estar sometidos a la experiencia del dolor al que con frecuencia acompañan la soledad, el desconsuelo y la inactividad, debéis experimentar cómo la enfermedad aceptada y vivirla cristianamente os eleva y ennoblece. Pues como dice el Apóstol, la tribulación produce la paciencia; la paciencia una virtud probada, y la virtud probada engendra la esperanza que no quedará confundida y contribuye al crecimiento del amor de Dios en vuestros corazones (cf. Rom
Rm 5,3).

Sean motivo cíe esperanza y consuelo estos pensamientos que acompaño con mi bendición paterna.

Y también a vosotros. queridísimos recién casados, deseo dirigir mi saludo cordial acompañado de la enhorabuena y deseos fervientes de todo bien. El Señor. Dios de bondad, paz y gozo, esté siempre con vosotros. El, que ha bendecido y consagrarlo vuestro amor mediante el sacramento del matrimonio, os conceda la gracia de conservar este amor indefectible en el tiempo, en la esencia y en su meta.

El Señor os mantenga en su amor y mi bendición os sostenga toda la vida.

(A un grupo de peregrinos belgas)

Saludo cordialmente a los queridos peregrinos belgas de la Unión Cristiana de Jubilados. Deseo a todos y cada uno que esta etapa importante de la vida, sometida a algunos sufrimientos físicos y morales, sea un tiempo privilegiado de crecimiento en la fe, experiencia nueva de apertura y disponibilidad a los demás y camino de serenidad y esperanza, tonificantes para vosotros y las generaciones que van llegando. ¡Animo y confianza! ¿Acaso la tercera edad no es como el sol de atardecer, tan hermoso como el del amanecer o de mediodía? Pido a Cristo que os acompañe, y os bendigo en su nombre.

(A los alumnos de la escuela elemental de San José de Vigevano)

159 Dedico un saludo del todo especial a los alumnos de la escuela elemental de San José de Vigevano, que están aquí acompañados de sus padres y maestras beneméritas, las Hermanas Dominicas de Santa Catalina de Siena.

Queridísimos: Os agradezco esta visita y los dones que con tanta delicadeza me habéis traído para los niños vietnamitas. Os recomiendo que os preparéis bien al futuro y seáis agradecidos siempre a quien se prodiga por vosotros. De mi parte os aseguro que podéis contar siempre con el amor del Papa hacia vosotros, y de todo corazón os bendigo.

(A los fieles de Ferrara)

Saludo con suma complacencia a los fieles de Ferrara que forman la segunda peregrinación de este año, presididos por su arzobispo.

Queridos hermanos y hermanas: Sea de verdad esta visita romana ocasión propicia para templar vuestra fe cristiana, a fin de que afrontéis con firmeza serena vuestros deberes diarios. A todos concedo de corazón la bendición apostólica particular y os encomiendo la llevéis a vuestros ames queridos, especialmente a los niños y enfermos,

(A los miembros de la Sociedad de San Vicente de Paúl)

A los consejeros y a todos los miembros de la Sociedad de San Vicente de Paúl quiero animarles de verdad. Seguid manteniendo y compartiendo ampliamente, también con los jóvenes, el interés por los pobres de toda clase, abandonados demasiadas veces, por desgracia, aun en sociedades que se dicen bien organizadas. Seguid ayudándoles eficientemente y encaminándoles a que poco a poco ellos mismos lleguen a mantenerse. La caridad que anima los esfuerzos de todos vuestros equipos en los cinco continentes es un testimonio esencial de la Iglesia. Que la intercesión de San Martín y de San Vicente de Paúl y de todos los grandes apóstoles de la caridad os sostengan. Con mi afectuosa bendición apostólica.



Miércoles 21 de noviembre de 1979

El significado de la unidad originaria del hombre

1. Recordemos que Cristo, cuando le preguntaron sobre la unidad e indisolubilidad del matrimonio, se remitió a lo que era "al principio". Citó las palabras escritas en los primeros capítulos del Génesis. Tratamos, pues, de penetrar en el sentido propio de estas palabras y de estos capítulos, en el curso de las presentes reflexiones.

El significado de la unidad originaria del hombre, a quien Dios creó "varón y mujer", se obtiene (especialmente a la luz del Gn 2,23) conociendo al hombre en todo el conjunto de su ser, esto es, en toda la riqueza de ese misterio de la creación, que está en la base de la antropología teológica. Este conocimiento, es decir, la búsqueda de la identidad humana de aquel que al principio estaba "solo", debe pasar siempre a través de la dualidad, la "comunión". Recordemos el pasaje del Génesis 2, 23: "El hombre exclamó: Esto sí que es ya hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta se llamará varona, porque del varón ha sido tomada". A la luz de este texto, comprendemos que el conocimiento del hombre pasa a través de la masculinidad y la feminidad, que son dos "encarnaciones" de la misma soledad metafísica, frente a Dios y al mundo —como dos modos de "ser cuerpo" y a la vez hombre, que se complementan recíprocamente—, como dos dimensiones complementarias de la autoconciencia y autodeterminación, y, al mismo tiempo, como dos conciencias complementarias del significado del cuerpo. Así, como ya demuestra el Génesis 2, 23, la feminidad, en cierto sentido, se encuentra a sí misma frente a la masculinidad, mientras que la masculinidad se confirma a través de la feminidad. Precisamente la función del sexo, que, en cierto sentido, es "constitutivo de la persona" (no sólo "atributo de la persona"), demuestra lo profundamente que el hombre, con toda su soledad espiritual, con la unicidad e irrepetibilidad propia de la persona, está constituido por el cuerpo como " él" o "ella". La presencia del elemento femenino junto al masculino y al mismo tiempo que él, tiene el significado de un enriquecimiento para el hombre en toda la perspectiva de la historia, comprendida también la historia de la salvación. Toda esta enseñanza sobre la unidad ha sido expresada ya originariamente en el Génesis 2, 23.

160 2. La unidad de la que habla el Génesis 2, 24 ("y vendrán a ser los dos una sola carne"), es sin duda la que se expresa y se realiza en el acto conyugal. La formulación bíblica, extremadamente concisa y simple, señala el sexo, feminidad y masculinidad, como esa característica del hombre —varón y mujer— que les permite, cuando se convierten en "una sola carne", someter al mismo tiempo toda su humanidad a la bendición de la fecundidad. Sin embargo, todo el contexto de la formulación lapidaria no nos permite detenernos en la superficie de la sexualidad humana, no nos consiente tratar del cuerpo y del sexo fuera de la dimensión plena del hombre y de la "comunión de las personas", sino que nos obliga a entrever desde el "principio" la plenitud y la profundidad propias de esta unidad, que varón y mujer deben constituir a la luz de la revelación del cuerpo.

Por lo tanto, ante todo, la expresión respectiva que dice: "El hombre... se unirá a su mujer" tan íntimamente que "los dos serán una sola carne", nos induce siempre a dirigirnos a lo que el texto bíblico expresa con anterioridad respecto a la unión en la humanidad, que une a la mujer y al varón en el misterio mismo de la creación. Las palabras del Génesis 2, 23, que acabamos de analizar, explican este concepto de modo particular. El varón y la mujer, uniéndose entre sí (en el acto conyugal) tan íntimamente que se convierten en "una sola carne", descubren de nuevo, por decirlo así, cada vez y de modo especial, el misterio de la creación, retornan así a esa unión en la humanidad, ("carne de mi carne y hueso de mis huesos") que les permite reconocerse recíprocamente y, llamarse por su nombre, como la primera vez. Esto significa revivir, en cierto sentido, el valor originario virginal del hombre, que emerge del misterio de su soledad frente a Dios y en medio del mundo. El hecho de que se conviertan en "una sola carne" es un vínculo potente establecido por el Creador, a través del cual ellos descubren su propia humanidad, tanto en su unidad originaria, como en la dualidad de un misterioso atractivo recíproco. Pero el sexo es algo más que la fuerza misteriosa de la corporeidad humana, que obra casi en virtud del instinto. A nivel del hombre y en la relación recíproca de las personas, el sexo expresa una superación siempre nueva del límite de la soledad del hombre inherente a la constitución de su cuerpo y determina su significado originario. Esta superación lleva siempre consigo una cierta asunción de la soledad del cuerpo del segundo "yo" como propia.

3. Por esto está ligada a la elección. La formulación misma del Génesis 2, 24 indica no sólo que los seres humanos creados como varón y mujer, han sido creados para la unidad, sino también que precisamente esta unidad, a través de la cual se convierten en "una sola carne" tiene desde el principio un carácter de unión que se deriva de una elección. Efectivamente, leemos: "El hombre abandonará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer". Si el hombre pertenece "por naturaleza" al padre y a la madre, en virtud de la generación, en cambio "se une" a la mujer (o al marido) por elección. El texto del Génesis 2, 24 define este carácter del vínculo conyugal con referencia al primer hombre y a la primera mujer, pero al mismo tiempo lo hace también en la perspectiva de todo el futuro terreno del hombre. Por esto, Cristo, en su tiempo, se remitirá a ese texto, de actualidad también en su época. Creados a imagen de Dios, también en cuanto forman una auténtica comunión de personas, el primer hombre y la primera mujer deben constituir el comienzo y el modelo de esa comunión para todos los hombres y mujeres que en cualquier tiempo se unirán tan íntimamente entre sí, que formarán "una sola carne". El cuerpo que, a través de la propia masculinidad o feminidad ayuda a los dos desde el principio ("una ayuda semejante a él") a encontrarse en comunión de personas, se convierte, de modo especial, en el elemento constitutivo de su unión, cuando se hacen marido y mujer. Pero esto se realiza a través de una elección recíproca. Es la elección que establece el pacto conyugal entre las personas [1], que sólo a base de ella se convierten en "una sola carne".

4. Esto corresponde a la estructura de la soledad del hombre, y en concreto a la "soledad de los dos". La elección como expresión de autodeterminación, se apoya sobre el fundamento de esa estructura, es decir, sobre el fundamento de su autoconciencia.

Sólo a base de la propia estructura del hombre, él "es cuerpo" y, a través del cuerpo, es también varón y mujer. Cuando ambos se unen tan íntimamente entre sí que se convierten en "una sola carne", su unión conyugal presupone una conciencia madura del cuerpo. Más aún, comporta una conciencia especial del significado de ese cuerpo en el donarse recíproco de las personas. También en este sentido, Génesis 2, 24 es un texto perspectivo. Efectivamente, demuestra que en cada unión conyugal del hombre y de la mujer se descubre de nuevo la misma conciencia originaria del significado unitivo del cuerpo en su masculinidad y feminidad; con esto el texto bíblico indica, al mismo tiempo, que en cada una de estas uniones se renueva, en cierto modo, el misterio de la creación en toda su profundidad originaria y fuerza vital. "Tomada del hombre" como "carne de su carne", la mujer se convierte a continuación, como "esposa" y a través de su maternidad, en madre de los vivientes (Cf.
Gn 3,20), porque su maternidad tiene su propio origen también en él. La procreación se arraiga en la creación, y cada vez, en cierto modo, reproduce su misterio.

5. A este tema dedicaremos una reflexión especial: "El conocimiento y la procreación". En ella habrá que referirse todavía a otros elementos del texto bíblico. El análisis del significado de la unidad originaria, hecho hasta ahora, demuestra de qué modo "desde el principio" esa unidad del hombre y de la mujer, inherente al misterio de la creación, se da también como un compromiso en la perspectiva de todos los tiempos siguientes.

Notas

[1] "Fundada por el Creador y en posesión de sus propias leyes, la íntima comunidad conyugal de vida y amor se establece sobre la alianza de los cónyuges, sobre su consentimiento personal e irrevocable". (Gaudium et spes GS 48).



Saludos

Amadísimos hermanos y hermanas:

Sed todos bienvenidos a esta audiencia, peregrinos de lengua española, sacerdotes, religiosos, jóvenes y adultos. Sobre todo, los enfermos.

161 El significado de la unidad originaria del ser humano, que Dios ha creado "varón y mujer", se alcanza conociendo al hombre en la integridad de su ser. Este conocimiento, es decir, la búsqueda de la identidad humana de aquel que en el principio está "solo", debe pasar a través de la dualidad, la "comunión".

El conocimiento del hombre, que nos presenta el libro del Génesis, pasa a través de la masculinidad y femineidad, que son como dos "encarnaciones" de la misma soledad metafísica ante Dios y el mundo, como dos modos de "ser cuerpo" y al mismo tiempo hombre, como dos conciencias complementarias del significado del cuerpo. Precisamente la función del sexo, que es, en cierto sentido, "constitutivo de la persona", demuestra cuán profundamente el hombre está constituido en virtud del cuerpo como "el" o "ella".

La unidad —"y vendrán a ser los dos una sola carne"— es la que se manifiesta y realiza en el acto conyugal. Sin embargo, el contexto no nos permite quedarnos en lo superficial de la sexualidad humana, sino que nos obliga a descubrir la plenitud y la profundidad propias de esta unidad, que hombre y mujer forman en la plena dimensión de su ser y en la "comunión" de sus personas.

La unidad, por la cual el hombre y la mujer vienen a ser "una sola carne", tiene desde el comienzo un carácter de unión que deriva de una elección. El cuerpo, que desde el principio ayuda a ambos a reencontrarse en comunión de personas, viene a ser, de manera especial, el elemento constitutivo de su unión, cuando se hacen marido y mujer. Esto se realiza a través de la elección que establece el pacto conyugal entre las personas, las cuales sólo por eso llegan a ser "una sola carne".



(A los jóvenes, enfermos y recién casados)

Saludo y bendigo a los jóvenes y a las jóvenes, a los muchachos y muchachas presentes en este encuentro. Quisiera recomendarles que siempre sean agradecidos a Dios por su gran fortuna que no es sólo la de la juventud, sino sobre todo la de ser cristianos, hijos de Dios; y ésta es fortuna eterna, estado de juventud eterna: sed felices por ello, queridos jóvenes. El Papa pide por vosotros para que esta luz del alma no palidezca jamás en vuestra vida ni en cualquier situación en que os hallareis, y para que esté siempre viva en vosotros esta sensibilidad y alegría interiores.

Un recuerdo particularmente afectuoso y respetuoso dirijo a los enfermos. ¿Cómo podría no sentir afecto sincero y paterno hacia quien está siendo probado por penosas aflicciones físicas y espirituales sea en familia, o en un instituto, o acaso en la soledad? Pero mi saludo a vosotros, queridos enfermos, es respetuoso además de afectuoso, porque sois una presencia especial del Señor entre nosotros, poseéis una semejanza particular con Cristo Redentor, y tenéis una misión singular de salvación y santificación para vosotros y los demás.

El Señor os conforte con la riqueza de su gracia; os libre de vuestras tribulaciones, si es ésa su voluntad; os dé serenidad y valentía y mucha fe y gran esperanza. A vosotros. mi bendición cordialísima.

Y ahora mi saludo a los recién casados, y mis felicitaciones y buenos deseos para su nueva vida y para su familia actual y futura. Vosotros, queridos recién casados, habéis querido tener a Jesús en el sacramento del matrimonio, y habéis venido al Papa, Vicario de Jesús, para recibir la bendición del Señor a través de él; si habéis comenzado vuestra convivencia tan bien, como verdaderos cristianos, no puedo descaros nada mejor que esto: estad siempre con Jesús en la fe y la vida de cada día; tened siempre en medio de vosotros a Jesús, también con vuestra oración en común. Y así no os será difícil caminar juntos con amor, fidelidad, acuerdo mutuo, comprensión recíproca y paciencia, con paz; y vuestros hijos recibirán de vosotros la educación mejor, el mejor buen ejemplo, el recuerdo más entrañable y saludable. Con Jesús siempre, por tanto, y que Jesús esté siempre con vosotros. Y con vosotros también mi bendición.
* * *


A diversos grupos de peregrinos

162 Toma parte en esta audiencia el grande grupo de rectores de muchos santuarios italianos, reunidos en Roma para su XV congreso, organizado por la Federación mariana sobre el tema "Los santuarios por una pastoral de esperanza para el hombre que sufre".

Queridísimos sacerdotes: Vuestra presencia me ofrece motivos de sincera satisfacción no sólo porque me recordáis los bonitos santuarios que he visitado hasta ahora; sino sobre todo porque de la escucha asidua y la meditación de la Palabra de Dios en su casa, vosotros y vuestros colaboradores sacáis constante fuerza y valentía para responder a las muchas expectativas de los peregrinos que acuden a los santuarios en busca de momentos de reflexión y oración.

Os acompaña en vuestro ministerio santificador mi bendición paterna.

Deseo dirigir un saludo cordial y paterno al "Piccolo coro" del Antoniano de Bolonia, que ha querido celebrar estos días el XX aniversario de la proclamación de los Derechos del Niño.

Queridísimos niños: Os aplaudo y aliento por el mensaje de bondad, solidaridad y paz que difundís con vuestros cantos no sólo entre los de vuestra misma edad, sino también entre los adultos. Conservad intacta siempre en el corazón esta carga de entusiasmo que nace de la amistad sincera y profunda con Jesús.

A todos vosotros y vuestros seres queridos, mi bendición apostólica.

A los hoteleros que celebran un congreso internacional en Roma y han querido visitarme, dedico un saludo y mi agradecimiento.

Permitidme también expresaros mis deseos sinceros. Que vuestras residencias y hoteles fomenten —vosotros mismos estáis deseosos de ello— la acogida, respeto, discreción e incluso estilo de fraternidad entre los que se hospedan, con condiciones de hospitalidad sana y agradable. Que vuestras casas sean cada vez más comunidades de trabajo en las que la dirección y el personal se esfuercen en vivir sus exigentes tareas con espíritu de comprensión y acuerdo. Y en fin, que todos los que se ocupan del buen funcionamiento de vuestras residencias hoteleras y los que acuden buscando reposo y recreo, procuren no olvidar los sufrimientos de los menos favorecidos y las llamadas de los hermanos en dificultad. Con estos sentimientos invoco sobre vosotros la ayuda de Dios.

Deseo dedicar un saludo particular a los sacerdotes y hermanos que participan en un curso de renovación en Nemi. Hay relación íntima entre la Palabra de Dios y toda la teología, entre la Palabra de Dios y la labor misionera. Mi oración especial por vosotros es hoy para que el Espíritu Santo os dé cada vez más profundo amor a la Palabra de Dios y cada vez mayor apertura a su aplicación en vuestra vida. Y para que salgáis de Nemi con fervor renovado a proclamar el Evangelio de salvación. Queridos hermanos: Recordemos siempre que la Palabra de Dios es lámpara para los pies y luz de los pasos (cf.
Ps 119,105). Da sentido a vuestro ministerio y gozo a vuestra vida.

Saludo especialmente a los miembros de la Confederación internacional de dirigentes, que van a celebrar su congreso en Roma sobre el tema "Los dirigentes de empresa europeos en la sociedad de los años 80". En el contexto económico actual, precario con frecuencia, no faltan dificultades para equilibrar o mantener la producción para regular los intercambios y, consiguientemente, asegurar el funcionamiento y promoción de vuestras empresas. Y todo ello da lugar a consecuencias graves en el empleo y la vida de las personas, cuyos riesgos debéis medir también y con madurez sopesar la solución en unión con otras fuerzas sociales. Otros países menos desarrollados industrialmente se debaten asimismo entre graves problemas. Os honra el hacer frente lo mejor que podéis a vuestras responsabilidades y para ello iluminaron mutuamente en el curso de vuestro congreso. Pido a Dios que os ayude en lo que constituye un servicio indispensable. exigente y delicado en la sociedad actual.

Saludo cordialmente a los que han venido de la República Federal Alemana. para participar en la "Semana romana para periodistas católicos", organizada por la sociedad de publicistas católicos, así como a los directores responsables de las agencias periodísticas católicas de Centro-Europa, que colaboran con su trabajo en el "Centro católico de información" de Roma.

163 Mediante este encuentro en el núcleo mismo de la cristiandad deseáis informaros sobre la vida actual de la Iglesia. Espero que en vuestros contactos, indudablemente ricos, y en vuestras nuevas experiencias hayáis ampliado y profundizado, no sólo el conocimiento sobre la Iglesia sino también, y al mismo tiempo, la propia autocomprensión como periodistas católicos que operáis en la Iglesia y en la sociedad de nuestro tiempo.

Ante las fabulosas conquistas técnicas en el campo de la comunicación social, que pueden ser utilizadas para un gran provecho o para un grave perjuicio de la humanidad, estáis urgente y encarecidamente llamados —por responsabilidad cristiana— a poner tales conquistas al servicio exclusivo de la verdad, de la promoción y defensa del hombre, y de su única y singular dignidad.

Yo sigo con el mayor interés y simpatía vuestro trabajo, no siempre fácil, pero vital para la Iglesia y la sociedad, y con mi especial bendición apostólica pido para vosotros la ayuda iluminadora y fortificante de Dios.

(A la "Banda del Arma de Carabineros")

Quiero dirigir ahora un sincero y afectuoso saludo a los componentes de la "Banda del Arma de Carabineros", que acaba de dar una nueva confirmación de esa maestría musical, que la ha hecho célebre en todo el mundo.

Queridísimos carabineros: Miembros de esa Arma a la que el querido pueblo italiano ha llamado y continúa llamando justamente "La Benemérita". Sed siempre dignos del glorioso uniforme que vestís; sed siempre coherentes testigos de las virtudes típicas de vuestro Cuerpo: la fidelidad absoluta a la patria; la atención oportuna de la justicia; el respeto solícito por los ciudadanos; la solidaridad atenta con los débiles. Los italianos y —con ellos también el Papa— os aman, os estiman, os aprecian porque saben que encuentran en vosotros no sólo a los protectores del orden público, sino a los hermanos, fuertes y generosos. siempre prontos y solícitos para darse sin reserva por el bien de la comunidad.

Y en este momento no podemos menos de dirigir nuestro recuerdo emocionado ni dejar de elevar nuestra sentida plegaria de sufragio por todos esos carabineros que han perdido la vida en el cumplimiento de su deber: y en especial por los numerosos compañeros de armas —padres de familia o jóvenes en la flor de la edad— que han sido asesinados este año.

Precisamente esta mañana, en Génova, han sido bárbaramente asesinados dos carabineros; elevemos nuestra súplica a Dios, vindicador supremo de la justicia, por el descanso eterno de sus almas y por el consuelo de sus allegados. El horror por este inhumano y feroz crimen, que de nuevo hiere y ensangrienta a vuestra Arma, debe unir cada vez más a los buenos en una decidida voluntad contra la violencia. Y no podemos olvidar a los 2.100 colegas vuestros que, también este año, han sido heridos, igualmente, durante su duro trabajo.

Sobre vosotros, sobre todos los carabineros de Italia, sobre el ordinario militar, non. Mario Schierano, sobre vuestro comandante, el general Pietro Corsini, sobre todos los altos oficiales presentes, sobre vuestros seres queridos, invoco, por la intercesión de Nuestra Señora "Virgo Fidelis", vuestra celeste protectora, la abundancia de los favores divinos, y de corazón os imparto la bendición apostólica, prenda de mi benevolencia.




Audiencias 1979 154