Audiencias 1979 163

Diciembre de 1979

Miércoles 5 de diciembre de 1979



164 1. Andrés fue el primero, a quien el Señor Jesús llamó de entre todos los Apóstoles. "Encontró él luego a su hermano Simón y le dijo: Hemos hallado al Mesías, que quiere decir el Cristo. Le condujo a Jesús, que, fijando en él la vista, dijo: Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú serás llamado Cefas, que quiere decir Pedro" (Jn 1,41 s.).

Este detalle, referido en el Evangelio según San Juan, reclamaba desde hace tiempo que yo fuese a hacer una visita a la antigua sede de los Patriarcas de Constantinopla, que venera, de modo especial, a San Andrés Apóstol; y que lo hiciese precisamente el 30 de noviembre, día en el que el calendario litúrgico (...) al recuerdo de aquel a quien el Señor Jesús llamó el primero. Hoy quiero dar gracias a la Providencia divina por esta visita, que tanto he deseado y que —bajo una especial inspiración de esa Sabiduría eterna, adorada durante tantos siglos en la Iglesia del Bósforo— se ha realizado con un reforzamiento recíproco en la marcha por los caminos a los que se habían lanzado el Patriarca Atenágoras I y mis grandes predecesores, los Papas Juan XXIII y Pablo VI.

Si es, pues, lícito remitirse a la analogía que se deriva del acontecimiento evangélico, el Sucesor de Pedro, en la Sede romana desea expresar hoy su satisfacción por haber escuchado la llamada que venía del Oriente, de esa sede que rodea con una veneración especial a Andrés, hermano de Pedro; por haber seguido esta llamada. Gracias a esto se ha encontrado de nuevo, ante la presencia de Cristo, que ha confirmado la vocación de Simón Pedro según el vínculo fraterno con Andrés.

2. Y, al dar gracias a la Providencia divina que, en los últimos días precedentes al comienzo del Adviento, dirigió mis caminos hacia el Oriente, quiero al mismo tiempo dar las gracias a todos los que, como siervos de esa Providencia, han asumido las múltiples tareas humanas necesarias para hacer posible esta importante visita. Pienso especialmente en las autoridades turcas, comenzando por el Ilustrísimo Señor Presidente de la República, en el Gobierno y en el Ministro de Asuntos Exteriores. Esta visita me ha dado la oportunidad de encontrarme con ellos y de intercambiar, muy útilmente, experiencias e ideas sobre temas muy importantes para la convivencia de las naciones y de los países en todo el mundo y, particularmente, en ese punto importante del globo, que es como una puerta de Europa y de Asia. Así la gentil disposición para recibir al huésped de Roma, como también la gran solicitud puesta en el desarrollo y la seguridad de todo el viaje, merecen mi gratitud especial, que deseo expresar una vez más en este momento.

3. Aunque la finalidad principal de mi visita fuese el "Fanar", sede del Patriarcado Ecuménico en Estambul, sin embargo, el reciente viaje me ha dado ocasión de encontrarme también con la comunidad armenia en la persona de su Patriarca Kalustian y del arzobispo católico Tcholakian. Esa Iglesia armenia está comprometida en un diálogo intenso con la Iglesia católica, especialmente desde la memorable visita a Roma de Vasken I, que es el Jefe, esto es "catholicos", de esa Iglesia, la cual tiene su centro en Etchmiadzin. La visita tuvo lugar en mayo de 1970. La Iglesia armenia católica, que está, en cambio, en comunión plena con la Sede Apostólica de Roma, cuenta en todo el mundo con unos 150.000 fieles. También dirijo mi pensamiento y mi gratitud hacia toda la comunidad armenia. Además, deseo recordar a los representantes de la comunidad judía, con quienes he tenido oportunidad de encontrarme con ocasión de la liturgia que se desarrolló en la catedral católica latina, dedicada al Espíritu Santo, en Estambul.

4. Considero el encuentro con el Patriarca Dimitrios I como un fruto de la acción especial del Espíritu de Cristo, que es el Espíritu de la unidad y del amor. Precisamente en este espíritu se ha desarrollado este encuentro y de este espíritu ha dado testimonio. Su momento culminante ha sido la oración común mediante la participación recíproca en la liturgia eucarística, aún cuando no hayamos podido todavía partir juntos el Pan y beber el mismo Cáliz. Esta oración común tuvo lugar en la vigilia de San Andrés, por la tarde, en la catedral latina del Espíritu Santo, donde el Patriarca Dimitrios I estuvo con nosotros (así como también al Patriarca armenio), y donde intercambiamos solemnemente el beso fraterno de paz, impartiendo juntos, al final, la bendición. Y, luego, la oración común tuvo lugar de nuevo en la solemnidad misma del Apóstol en la iglesia patriarcal, donde me fue dado, junto con toda la Delegación de la Sede Apostólica, participar en la espléndida liturgia de San Juan Crisóstomo, de renovar, con la misma alegría de los reunidos, el beso de paz con mi hermano de la Sede en Oriente, de tomar la palabra y, sobre todo, de escuchar su discurso.

¡Qué amor tan profundo manifestó por la Iglesia y por su unidad, que Cristo no cesa de desear! Al mismo tiempo, ¡cuánta solicitud, llena de amor, por el hombre en el mundo contemporáneo! El gran misterio de la "Divinidad y de la humanidad", tan maravillosamente profundizado por toda la tradición oriental patrística y teológica, es la fuente más grande de esta solicitud.

El Patriarca dijo: "También nosotros deseamos y buscamos la paz y el bien, tanto para la Iglesia como para el mundo, y nos encontramos con la finalidad de buscar juntos esta santa meta...; en este camino se halla presente Cristo resucitado que va junto a nosotros...; por esto, teniendo en perspectiva la comunión plena y la fracción del pan, hemos proseguido juntos nuestro camino hasta hoy".

5. Si tenemos, pues, el derecho de repetir con San Pablo "el amor de Cristo nos apremia" (2Co 5,14), entonces hoy este amor de Cristo asume la forma especial de la solicitud por el hombre y por su vocación en el mundo actual, tan prometedora, pero también tan inquietante. Y, por esto, junto con el diálogo teológico, ya tan necesario, que debe comenzar en un futuro próximo entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa en su conjunto (esto es: con todas las Iglesias autocéfalas ortodoxas), es siempre indispensable el diálogo mismo del amor fraterno y del recíproco acercamiento, que ya dura desde hace algunos años, esto es, desde los tiempos del Concilio Vaticano II. Ciertamente, este diálogo debe reforzarse y profundizarse todavía más. Debe encontrar siempre nueva expresión externa. Debe, en cierto sentido, convertirse en un componente integral de los programas pastorales de ambas partes. La unión sólo puede ser fruto del conocimiento de la verdad en el amor. Y ambas deben actuar juntas, la una separadamente de la otra ya no basta, porque la verdad sin el amor no es todavía la verdad plena, como no existe el amor sin la verdad.

Se puede esperar mucho en esta nueva etapa de nuestras iniciativas ecuménicas y después de las pruebas del apoyo benévolo que, con ocasión de la reciente visita a Constantinopia, han dado todos los Patriarcas ortodoxos al Patriarca Dimitrios que, como Patriarca "Ecuménico", es el primero entre los otros.

6. En el marco de este feliz encuentro se han intercambiado también dones muy elocuentes. El Patriarca Ecuménico ha ofrecido a su huésped una antigua estola episcopal pensando en esa Eucaristía que acaso Dios clementísimo nos permitirá celebrar juntos, como desearon tan ardientemente ya el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras. El regalo que he dejado en Constantinopla es un icono de la Madre de Dios: Aquella con la que estoy familiarizado en Jasna Góra y Czestochowa desde los primeros años de mi juventud. Al hacerlo, me he dejado guiar no sólo por motivos de naturaleza personal, sino sobre todo por la elocuencia especial de la historia. El icono claramontano (de Jasna Góra) contiene en sí los rasgos sintomáticos que hablan del alma del hombre cristiano de Oriente y de Occidente. Proviene también de esa tierra, en la que tuvo lugar, en el curso de toda la historia, el encuentro de esas dos grandes tradiciones de la Iglesia. Es verdad que mi patria recibió el cristianismo de Roma y, juntamente, al mismo tiempo la gran herencia de la cultura latina, pero también Constantinopla se convirtió en la fuente de la cristiandad y de la cultura, en su forma oriental para muchos pueblos y naciones eslavas.

165 Manifesté estas ideas ya en el curso de mi peregrinación a Polonia en el pasado mes de junio. Así, nuestro encuentro en el "Fanar" en Estambul estuvo colmado de grandes problemas y de contenidos profundos. Al preguntarme uno de los periodistas sobre las "impresiones", he dicho que era difícil hablar a este propósito. Y es verdaderamente difícil. Estamos en otra dimensión. Estamos y debemos permanecer con la mirada fija sobre esa imagen de la Sabiduría, que nos habla desde la cima del gran monumento en el Bósforo. Es una imagen del Adviento. Y también nosotros servimos a la gran causa del Adviento del Señor.

Qué bien si el Señor nos encuentra vigilantes a su llegada (cf.
Mt 24,46).

He rezado por esta intención de modo especial entre las ruinas de Éfeso, donde la Virgen María, obediente del modo más profundo y más sencillo al Espíritu Santo, fue proclamada solemnemente por la Iglesia "Theotokos", esto es, "Madre de Dios".

Saludos

Amadísimos hermanos y hermanas:

Sed todos bienvenidos a esta audiencia, peregrinos de los diversos países de lengua española, sacerdotes, religiosos, jóvenes y adultos. Sobre todo, los enfermos.

Hoy quiero hablar de mi reciente viaje a Turquía, donde he encontrado a los hermanos de la comunidad cristiano-ortodoxa que con particular devoción venera a San Andrés, así como a los miembros de otras comunidades religiosas. Doy gracias a Dios por ello, y expreso también mi gratitud a cuantos han colaborado en el buen resultado de esta visita.

El encuentro con el Patriarca Dimitrios I, lo considero como un fruto de la acción singular del Espíritu Santo, que es el espíritu de la unidad y del amor. Precisamente en este espíritu se ha desarrollado el encuentro, y de él hemos dado testimonio. La parte más importante ha sido la oración común, mediante la participación recíproca en la liturgia eucarística.

Si tenemos derecho a, repetir con San Pablo que la caridad de Cristo nos apremia (cf. 2Co 5,14), hoy este amor de Cristo asume una especial forma de solicitud por el hombre y por su vocación en el mundo contemporáneo. Por esto, junto con el diálogo teológico, tan necesario, y que debe comenzar en un futuro próximo entre la Iglesia católica y "toda" la Iglesia ortodoxa, es siempre indispensable el mismo diálogo de amor fraterno y de recíproco acercamiento, que dura desde hace años. Este diálogo debe reforzarse y profundizarse hasta constituir una parte integral de los programas pastorales de ambas partes.

Por todas estas intenciones he rezado, de modo especial en Efeso: en el lugar en que la Sabiduría eterna reveló a la Iglesia la Virgen Madre, obediente —de la manera más profunda y sencilla— al Espíritu Santo.

(Saludos en diversas lenguas)

166 Supone para mí un nuevo gozo poder saludar a un grupo de Hermanos Cristianos, reunidos en Roma para un curso de renovación espiritual. Rindo homenaje, en vosotros, a generaciones de generosos siervos del Evangelio, hombres consagrados al Señor Jesús y a su palabra salvífica, hombres dedicados a la misión más alta que se pueda concebir: comunicar el conocimiento y el amor de Cristo. Recordad, hermanos, que la eficacia de vuestras vidas depende de la autenticidad de vuestra condición de discípulos. Permaneced en el amor de Cristo. Continuad viviendo en la fe del Hijo de Dios, hoy y por siempre. Realizaciones, alegría, utilidad, servicio... sí, todo depende de ello.

Dirijo ahora un saludo particularmente afectuoso a los peregrinos de las parroquias romanas de San Francisco Javier, en ""La Garbatella", y de San Bruno en "La Pisana", que han venido con sus párrocos y coadjutores: los primeros para devolverme, con amable gesto, la visita que hice a su comunidad en el barrio de "La Garbatella"; los otros con ocasión del XV aniversario de la erección de su parroquia. Os agradezco esta manifestación de fe hacia Cristo y de afecto hacia su Vicario. Sencillamente os diré: ¡Amad vuestra parroquia! Ella es, de hecho, quien os reúne en la celebración litúrgica, quien reaviva vuestra fe y quien os ayuda a practicar la caridad de las buenas obras con los hermanos necesitados. Que os sostenga siempre mi paternal bendición.

Un pensamiento cordial va dirigido también al grupo de jóvenes músicos componentes de la "Minibanda Cittá di Staffolo", de la diócesis de Ancona. Os agradezco, queridísimos jóvenes, esta visita y deseo que viváis siempre en la alegría y el entusiasmo de los que son expresión vuestras exhibiciones musicales. Que el Señor os acompañe siempre.

Saludo con agrado a las numerosas delegadas del Movimiento femenino de la Confederación nacional de los "Coltivatori diretti", que han venido a Roma estos días con motivo de su congreso trienal. Queridísimas hijas, sabed que la Iglesia cuenta mucho también con el compromiso y el testimonio de las mujeres del campo, y desea para ellas una penetración cada vez más cualificada en el mundo actual. Pero defended siempre celosamente vuestros típicos valores genuinamente humanos de sencillez, laboriosidad y alegría, de los que la sociedad industrial siente una saludable nostalgia.

Os acompañe mi bendición apostólica. que de corazón hago extensiva a todos vuestros seres queridos.

(A los jóvenes, enfermos y recién casados)

Queridísimos jóvenes, queridos muchachos y muchachas:

Os dirijo mi cordial saludo y, dado que estamos al comienzo del nuevo año litúrgico, deseo exhortaros a vivir intensamente el tiempo del Adviento y a penetrar en el "espíritu de la liturgia", que supone una gran ayuda para dar valor espiritual a vuestras acciones, para gustar las alegrías y los consuelos que nacen de la intimidad con Cristo.

¡Que la liturgia, bien conocida y vivida, os convierta en cristianos alegres y valientes!

Con este buen deseo os imparto mi particular bendición.

Queridísimos enfermos:

167 El período de Adviento que acabamos de empezar nos prepara a la santa Navidad y, según el espíritu de la liturgia, nos hace vivir místicamente el sentido de la espera del Salvador, que empapa todo el Antiguo Testamento.

Si la espera es una característica típica de todo cristiano, ¡vosotros sí que tenéis que tener, queridos enfermos, ese sentido de la espera! Particularmente vosotros. Nada se pierde de vuestro sufrimiento, unido a Cristo redentor de la humanidad.

Este es el mensaje del Adviento, que os exhorto a meditar y a vivir, mientras os acompaño con mi afectuosa bendición.

Queridos recién casados:

Os dirijo mi saludo y mis deseos de felicidad, exhortándoos a ser testigos convencidos y coherentes de Cristo, única salvación del hombre.

Sedlo siempre, con todos y en cualquier lugar, en la alegría y el dolor, en momentos de ansiedad y en tiempos de consuelo. El Adviento nos recuerda que la humanidad tiene necesidad de Jesucristo: sólo El, con su palabra divina, nos ilumina en nuestro eterno destino, nos hace descubrir el verdadero significado de la vida, nos ofrece fuerza y valor para aceptar la historia como es, para transformarla y salvarla.

Que os sostenga mi bendición.





Miércoles 12 de diciembre de 1979

Elementos constitutivos de la experiencia originaria del hombre

1. Se puede decir que el análisis de los primeros capítulos del Génesis nos obliga, en cierto sentido, a reconstruir los elementos constitutivos de la experiencia originaria del hombre. En este sentido, el texto yahvista es una fuente peculiar por su carácter. Al hablar de las originarias experiencias humanas, tenemos en la mente no tanto su lejanía en el tiempo, cuanto más bien su significado fundante. Lo importante, pues, no es que estas experiencias pertenezcan a la prehistoria del hombre (a su "prehistoria teológica"), sino que estén siempre en la raíz de toda experiencia humana. Esto es verdad, aún cuando no se presta mucha atención a estas experiencias esenciales en el desarrollo ordinario de la existencia humana. Efectivamente, están tan entrelazadas con las cosas ordinarias de la vida, que en general no nos damos cuenta de su carácter extraordinario. Según los análisis hechos hasta ahora, ya hemos podido percatarnos de que cuanto hemos llamado al comienzo "revelación del cuerpo", nos ayuda de algún modo a descubrir lo extraordinario de esto que es ordinario. Esto es posible porque la revelación (esa originaria revelación que encontró expresión primero en el relato yahvista del Gn 2-3, después en el texto del Gn 1) tiene en cuenta precisamente estas experiencias primordiales en las que aparece de manera casi completa la originalidad absoluta de lo que es el ser humano varón-mujer: esto es, en cuanto hombre a través de su cuerpo. La experiencia humana del cuerpo, tal como la descubrimos en los textos bíblicos citados, se encuentra ciertamente en los umbrales de toda la experiencia "histórica" sucesiva. Sin embargo, parece apoyarse también sobre una profundidad ontológica tal, que el hombre no la percibe en la propia vida cotidiana, aún cuando al mismo tiempo y en cierto modo la presupone y la postula como parte del proceso de formación de la propia imagen.

2. Sin esta reflexión introductoria, sería imposible precisar el significado de la desnudez originaria y afrontar el análisis del Génesis 2, 25, que dice así: "Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, sin avergonzarse de ello". A primera vista, la introducción de este detalle, aparentemente secundario, en el relato yahvista de la creación del hombre puede parecer algo inadecuado y desfasado. Cabría pensar que el pasaje citado no puede sostener la comparación con lo que se trata en los versículos precedentes y que, en cierto sentido, sobrepasa el contexto. Sin embargo, en un análisis profundo, este juicio no se mantiene. Efectivamente, el Génesis 2, 25 presenta uno de los elementos-clave de la revelación originaria, igualmente determinante que los otros textos genesíacos (2, 20 y 2, 23) que nos han permitido ya precisar el significado de la soledad originaria y de la unidad originaria del hombre. Se añade a éstos, como elemento tercero, el significado de la desnudez originaria, claramente puesto en evidencia dentro del contexto; y lo cual, en el primer esbozo bíblico de la antropología, no es una algo accidental.Al contrario, esto es propiamente la clave para su comprensión plena y completa.

168 3. Es obvio que precisamente este elemento del antiguo texto bíblico dé a la teología del cuerpo una aportación específica, de la que no se puede prescindir en absoluto. Nos lo confirman los análisis ulteriores. Pero, antes de comenzarlos, me permito observar que el propio texto del Génesis 2, 25 exige expresamente unir las reflexiones sobre la teología del cuerpo con la dimensión de la subjetividad personal del hombre; en este ámbito, efectivamente, se desarrolla la conciencia del significado del cuerpo. El Génesis 2, 25 habla de ello de manera mucho más directa que otras partes de ese texto yahvista, que hemos definido ya como primer registro de la conciencia humana. La frase, según la cual los primeros seres humanos, varón y mujer, "estaban desnudos" y sin embargo "no se avergonzaban de ello", describe indudablemente su estado de conciencia, más aún, su experiencia recíproca del cuerpo, esto es, la experiencia por parte del hombre de la feminidad que se revela en la desnudez del cuerpo y, recíprocamente, la experiencia análoga de la masculinidad por parte de la mujer. Al afirmar que "no se avergonzaban de ello", el autor trata de describir esta experiencia recíproca del cuerpo con la máxima precisión que le es posible. Se puede decir que este tipo de precisión refleja una experiencia base del hombre en sentido "ordinario" y pre-científico, pero corresponde también a las exigencias de la antropología y en particular de la antropología contemporánea, que se vuelve gustosamente a las llamadas experiencias de fondo, como la experiencia del pudor [1].

4. Al aludir aquí a la precisión del relato, tal cual le era posible al autor del texto yahvista, somos inducidos a considerar los grados de experiencia del hombre "histórico" cargado con la herencia del pecado, pero esos grados de experiencia arrancan metodológicamente del estado de inocencia originaria. Ya hemos constatado antes que, al referirse "al principio" (sometido por nosotros aquí a sucesivos análisis del contexto), Cristo establece indirectamente la idea de continuidad y de unión entre esos dos estados, como si nos permitiese retroceder desde el umbral de la situación de pecado "histórica" del hombre hasta su inocencia originaria. Precisamente Gén 2, 25 exige de manera especial pasar ese umbral. Es fácil observar cómo este paso, junto al significado de la desnudez originaria inherente a él, se inserta en el conjunto del contexto de la narración yahvista. Efectivamente, después de algunos versículos, escribe el mismo autor: "Abriéronse los ojos de ambos, y entonces viendo que estaban desnudos, cosieron unas hojas de higuera y se hicieron unos cinturones" (
Gn 3,7). El adverbio "entonces" indica un momento nuevo y una nueva situación que siguen a la ruptura de la primera Alianza; es una situación que sigue a la desilusión de la prueba unida al árbol de la ciencia del bien y del mal, que al mismo tiempo constituía la primera prueba de "obediencia", esto es, de escucha de la Palabra en toda su verdad y la aceptación del Amor, según la plenitud de las exigencias de la Voluntad creadora. Este momento nuevo o situación nueva comporta también un contenido nuevo y una calidad nueva de la experiencia del cuerpo, de modo que no se puede decir más: "Estaban desnudos, pero no se avergonzaban de ello". La vergüenza es aquí una experiencia no sólo originaria, sino "de límite".

5. Por esto, es significativa la diferencia de formulaciones que separa Génesis el 2, 25 del Génesis 3, 7. En el primer caso, "estaban desnudos, pero no se avergonzaban de ello"; en el segundo caso, "se dieron cuenta de que estaban desnudos". ¿Acaso quiere decirse con esto que en un primer tiempo "no se habían dado cuenta de estar desnudos"? ¿Que no sabían o no veían recíprocamente la desnudez de sus cuerpos? La transformación significativa que nos testimonia el texto bíblico sobre la experiencia de la vergüenza (de la que habla aún el Génesis, especialmente EN 3,10-12) se realiza en un nivel más profundo del puro y simple uso del sentido de la vista. El análisis comparativo entre Génesis 2, 25 y Génesis 3, lleva necesariamente a la conclusión de que aquí no se trata del paso del "no conocer" al "conocer", sino de un cambio radical del significado de la desnudez originaria de la mujer frente al varón y del varón frente a la mujer. Surge de su conciencia como fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal: "¿Quién te ha hecho saber que estabas desnudo? ¿Es que has comido del árbol del que te prohibí comer?" (Gn 3,11). Este cambio se refiere directamente a la experiencia del significado del propio cuerpo frente al Creador y a las criaturas. Esto se confirma a continuación por las palabras del hombre: "Te he oído en el jardín, y temeroso porque estaba desnudo, me escondí" (Gn 3,10). Pero especialmente ese cambio que el texto yahvista delinea de manera tan concisa y dramática, se refiere directamente, acaso del modo más directo posible, a la relación varón-mujer, feminidad- masculinidad.

6. Deberemos volver sobre el análisis de esta transformación todavía en otras partes de nuestras reflexiones ulteriores. Ahora, llegados a ese límite que atraviesa la esfera del "principio" al que se remitió Cristo, deberemos preguntarnos si será posible reconstruir, de algún modo, el significado originario de la desnudez, que en el libro del Génesis constituye el contexto próximo de la doctrina acerca de la unidad del ser humano en cuanto varón y mujer. Esto parece posible, si tomamos como punto de referencia la experiencia de la vergüenza, tal como está claramente presentada como experiencia "liminal" en el antiguo texto bíblico.

Trataremos de hacer un intento de esta reconstrucción en nuestras meditaciones siguientes.

Notas

[1] Cf. por ejemplo, M Scheler, Über Scham und Schamgefühl, Halle 1914; Fr. Sawicki, Fenomenologia wstydliwosci (Femonología del pudor), Cracovia, 1949; y también K. Wojtyla, Milosc i odpowiedzialnosc, Cracovia, 1962, págs. 165-185. (En italiano: Amore e responsabilità, Roma, 1978, II ed., págs. 161-178).

Saludos

Amadísimos hermanos y hermanas:

A todos y a cada uno de vosotros, peregrinos de lengua española, os saludo con afecto y os doy mi más cordial bienvenida a esta audiencia.

La experiencia humana del cuerpo, tal como se descubre en el análisis del libro del Génesis, se encuentra ciertamente en el umbral de toda la experiencia "histórica" sucesiva. Sin esta observación sería imposible precisar el significado de la desnudez originaria y analizar el siguiente texto: "Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, sin avergonzarse de ello" (Gn 2,25).

169 Este texto exige expresamente relacionar las reflexiones sobre la teología del cuerpo con la dimensión de la subjetividad personal del hombre. La frase "estaban desnudos" y sin embargo "sin avergonzarse de ello", describe su estado de conciencia, es más, su recíproca experiencia del cuerpo.

Llegados al confín que atraviesa la esfera del "principio", al que se refirió Cristo, deberemos preguntarnos si es posible reconstruir, en cierto modo, el significado originario de la desnudez, que en el Génesis constituye el contexto próximo de la doctrina sobre la unidad del ser humano como hombre y mujer.

Esto parece posible si tomamos como punto de referencia la experiencia de la vergüenza, tal como es presentada en el texto bíblico, como experiencia "límite".

(A los diversos grupos presentes)

Al dar comienzo a esta audiencia, pienso que muchísimos de vosotros también estáis todavía bajo la impresión dolorosa del desconcertantes episodio de violencia feroz ocurrido ayer en el Instituto Universitario de Turín.

Este nuevo episodio de verdadera crueldad que ha sacudido una gran ciudad y toda Italia, suscita en quienes desean el progreso de la acción en mutua concordia, sentimientos de consternación profunda y viva deploración. Yo también expreso con fuerza en nombre de Cristo mi condena de tal acción criminal e insensata.

En este día en que el pueblo italiano recuerda el triste décimo aniversario de otro desastre, el de la plaza Fontana de Milán, elevo oraciones al Señor por el pronto restablecimiento de los heridos, a los que envío de corazón mi bendición apostólica; y hago votos para que todos los italianos encuentren de nuevo en sus seculares tradiciones cristianas, la capacidad de superar las dificultades presentes y de seguir ofreciendo al mundo un valioso testimonio de convivencia civil y serena.


Dirijo ahora un saludo particularmente cordial a vosotros, doctores en economía y comercio, reunidos en Roma para celebrar el cincuentenario de vuestra profesión.

El vuestro es un servicio que si bien se ocupa más directamente de los aspectos económicos y financieros de la vida asociada, debe enderezarse sin duda alguna a salvaguardar la justicia y la aplicación auténtica del derecho y a procurar tutelar convenientemente también a los menos favorecidos. Todo ello pertenece a la esfera de aquellos valores morales que son fundamento del bien público y caracterizan a la convivencia civil que se preocupe de la persona humana, de su dignidad y su porvenir.

Sed incansables, coherentes y valerosos en la defensa de un patrimonio tan valioso; y desciendan copiosos los favres de la ayuda divina sobre, vosotros y vuestros seres queridos, mientras os bendigo de corazón.


Saludo cordialmente a los miembros de la II delegación de la Conferencia representativa religiosa de Japón. Pido a Dios que os bendiga y haga fructificar los contactos que estáis teniendo con otros jefes religiosos.


170 Me da alegría ver a los dirigentes y miembros de la Asociación de asistencia médica "Survive". Ha sido un placer para mí bendecir antes de esta audiencia, la ambulancia que enviáis a Etiopía. Forma parte de un plan de ayuda a un área donde personas que son hermanos y hermanas nuestras padecen gran necesidad. Que Dios premie vuestra respuesta a su llamamiento.


Mi saludo especial va también a los sacerdotes procedentes de Estados Unidos que están siguiendo un curso de educación, teológica permanente en la Casa de Santa María. Hermanos míos sacerdotes: la auténtica renovación de la Iglesia en América depende en gran parte de la santidad de los sacerdotes. Cada uno de vosotros está llamado a una intimidad especial con Jesucristo, y solamente en la unión con El alcanzaréis la capacidad de dar una aportación eficaz y duradera al Reino de Dios. Y recordad siempre las prioridades apostólicas que corresponden al sacerdocio: concentración "en la oración y el ministerio de la Palabra" (
Ac 6,4).


La bienvenida a vosotros, alumnos y ex-alumnos del Colegio Nazareno de Roma que habéis venido a este encuentro juntamente con una alumna premiada por vuestra asociación porque está ayudando desde hace 8 años largos con entrega fraterna y amistad serena a una compañera de colegio falta de movimiento.

Esta conducta ejemplar que habéis querido señalar a muchos jóvenes, me sugiere ante todo una palabra de complacencia sincera por vuestra iniciativa de cada año y también una palabra de aliento a todos vosotros, queridos alumnos del Nazareno, para que mediante la sólida maduración en la fe y la formación cultural seria, seáis en el mundo testimonios intrépidos de amor verdadero, esperanza viva y caridad activa.

A todos, mi saludo y mi bendición.


También este año está presente en la audiencia una nutrida representación de la Academia Sixtina, presidida por el cardenal Pietro Palazzini. Esta asociación toma el nombre de mi gran predecesor Sixto V, que fue pontífice de 1585 a 1590; y por ello se halla presente también un grupo de su pueblo natal, Grottammare dalle Marche.

Hijos queridísimos: Me alegra recibiros en nombre de este pontífice insigne y renovaros mis sentimientos, como ya lo hice el año pasado, de estímulo y buenos deseos para vuestras actividades caritativas y culturales, a la vez que os bendigo de corazón.


A todos vosotros, queridísimos jóvenes reunidos aquí en gran número también hoy, os digo cordialmente, ¡bienvenidos? Os saludo con afecto sincero y os deseo todo bien.

La liturgia nos repite estos días "el Señor está cerca", es decir, la celebración del nacimiento de Jesús es inminente. Pues bien, os exhorto a hacerle un lugar en vuestro corazón acogiendo la luz de su verdad, el don de su vida divina y la llama de su amor.

Os acompaño con mi bendición.


Y ahora mi saludo se dirige con intensidad particular a los queridos enfermos presentes en esta audiencia. Deseo recordar en particular al grupo acompañado por la "Asociación para niños hidrocéfalos o de espina bífida"; y también al grupo atendido por la "Asociación Down de niños" de Roma; y, en fin, al grupo de parapléjicos del centro traumatológico de Ostia. Al prometer a cada uno de ellos y a sus familias una oración especial, quiero exhortar a los que están sanos a ser comprensivos y bondadosos con los enfermos; éstos tienen necesidad, especialmente si son niños, de ser amados y aceptados para conseguir superar los obstáculos que pone la enfermedad a su inserción social. Sobre cada uno descienda mi bendición apostólica propiciadora y portadora de consuelo.


171 A vosotros, recién casados que participáis en esta audiencia, me complace dirigiros como de costumbre mi saludo agradecido por vuestra significativa presencia y mi enhorabuena cordial que se inspira en la festividad cercana de la santa Navidad.

El Hijo de Dios, que eligió al encarnarse nacer en el ámbito de una familia humana, os conceda la gracia de recordar durante toda la vida la dignidad y responsabilidad derivantes del sacramento del matrimonio; os dé siempre la fuerza de vivir una vida ejemplo de virtudes cristianas; y, en fin, colme a vuestra familia de sus dones celestes de paz, alegría y prosperidad. Con mi bendición apostólica doy mayor valor a tales deseos.






Audiencias 1979 163