Discursos 1980




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Enero de 1980




A LOS PARTICIPANTES EN UN CONGRESO SOBRE LA PRESENCIA


Y MISIÓN DE LOS RELIGIOSOS Y RELIGIOSAS


EN LA DIÓCESIS DE ROMA


Viernes 4 de enero de 1980



Hermanas y hermanos queridísimos:

"Sea con vosotros la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo" (2Co 1,2). 1.

1. Es un gozo profundo para mí encontrarme en este tiempo navideño y a principios del año nuevo con vosotros, religiosos y religiosas que vivís y trabajáis en Roma, la diócesis del Papa. En este momento quisiera saludaros a todos, no sólo por familias religiosas, sino también a cada persona individualmente, para deciros con gran sencillez y auténtica sinceridad mi aprecio hacia vuestras personas y a la opción fundamental que habéis hecho de vuestra existencia, entregándoos total e incondicionalmente a Dios, a Cristo, a la Iglesia; y también para alentaros a seguir ofreciendo con el mismo afán y entusiasmo de los días primeros, vuestro testimonio de vida religiosa y evangélica en la sociedad contemporánea hambrienta cada vez más de Dios y ansiosa de dar sentido profundo y verdadero a las propias opciones.

Mi saludo fraterno se dirige a vosotros, religiosos y religiosas que, uniendo en fecunda síntesis contemplación y acción, dedicáis todas vuestras energías al anuncio del mensaje evangélico en la catequesis y en la enseñanza, o a las distintas formas de amor al hombre plasmadas en empresas .múltiples caritativas que brotaron del corazón de vuestros fundadores y fundadoras, y en particular los varios tipos de asistencia a niños, ancianos, enfermos, marginados, etc. Iluminados por la fe, en ellos descubrís la imagen de Cristo, de aquel Cristo a quien habéis seguido con generosidad por el camino de la cruz, la entrega y el sufrimiento; respondiendo a un impulso interior. Habéis comprendido bien y puesto en práctica las palabras de San Agustín: "Ille unus quaerendus est, qui et redemit, et liberos fecit, et sanguinem suum ut eos emeret dedit, et servos suos fratres fecit" (Se debe buscar sólo a Aquel que redimió a los que eran siervos; los liberó, derramó su sangre para rescatarlos y los hizo hermanos. Enarr. in Ps 34,15 Serm. I: PL Ps 36,77).

Buscando y siguiendo a Cristo, sobre todo en castidad, pobreza y obediencia, dais al mundo un testimonio concreto del primado de la vida espiritual, como ha subrayado eficazmente el Concilio Vaticano II: "Los que profesan los consejos evangélicos busquen y amen ante todo a Dios que nos amó primero (cf, 1Jn 4,10), y procuren con afán fomentar en toda ocasión la vida escondida con Cristo en Dios (cf. Col Col 3,3), de donde fluye y recibe impulso el amor al prójimo para salvación del mundo y edificación de la Iglesia" (Perfectae caritatis PC 6). Y además, dais testimonio de esperanza en Cristo resucitado.

2. Os habéis reunido estos días en una asamblea de estudio y orientación sobre el tema de la presencia y misión de los religiosos y religiosas en la diócesis de Roma, con el fin de meditar y reflexionar juntos sobre el documento "Mutuae relationes". Esta; asamblea, primera en su género, ha sido sugerida, propuesta y querida por vosotros. No puedo dejar de expresar mi complacencia cordial por esta vuestra sensibilidad pastoral y eclesial laudable y ejemplar.

No hay duda de que los religiosos y religiosas constituyen una gran riqueza y una fuerza considerable para la Iglesia universal y para las Iglesias particulares, sobre todo por el inmenso bien espiritual que han hecho y siguen haciendo movidos por las finalidades específicas de sus institutos, y también a causa de las distintas obras e instrumentos de que disponen para bien de las almas. Tal fuerza y riqueza pueden y deben utilizarse de modo cada vez más eficaz para el apostolado, y pueden y deben llegar a ser elementos vivos y vitales en el conjunto de la pastoral diocesana en todos los niveles.

3. Como es sabido, al tratar de la vida religiosa el Concilio Vaticano II afrontó en varias ocasiones el problema de la inserción y colaboración de los religiosos —y consecuentemente, de las religiosas de modo análogo— en la vida de cada diócesis. El Concilio habla concretamente de la "unidad y concordia necesarias en el trabajo apostólico" (Lumen gentium LG 45); define a los religiosos-sacerdotes "colaboradores providenciales del orden episcopal" (Christus Dominus CD 34); y afirma que "también los otros miembros de institutos, sean hombres o mujeres, que pertenecen asimismo de manera peculiar a la familia diocesana, prestan gran ayuda a la jerarquía sagrada; ayuda que al aumentar las necesidades del apostolado, pueden y deben prestar más y más cada día" (ib.). Es evidente que esta cooperación pastoral debe verificarse dentro del respeto a la índole y constituciones de cada instituto religioso.

2 Dicha colaboración en el ámbito de la Iglesia particular llevará a coordinar iniciativas y evitar así duplicados a veces inútiles y costosos en personal y energías; pero sobre todo dará el sentido unitario de coherencia de fines que se han de alcanzar "collatis consiliis" y "viribus unitis". Todo ello, no podemos ocultarlo, podrá suponer sacrificios y pedirlos: disponibilidad plena a llevar a cabo un plan pastoral más orgánico y funcional, es decir, la "ratio pastoralis" de que habla la Constitución Apostólica "Vicariae potestatis" (2, 7); capacidad de renunciar a iniciativas y proyectos particulares que podrían acaso no inserirse adecuadamente en una planificación de "pastoral de conjunto". Pero éstos son sacrificios ciertamente fecundos para el bien auténtico de las almas y edificación de la Iglesia.

4. En estos días de oración. e intenso estudio en común, varios especialistas comentarán los textos conciliares de que he hecho mención y el documento "Mutuae relationes" también citado, con objeto de que en la diócesis de Roma, vasta y compleja, la presencia numéricamente relevante de los religiosos y religiosas constituya prueba y signo de ardor apostólico y valiosa ayuda para afrontar y resolver con realismo los variados problemas que emergen del contexto socio-cultural de la Urbe y que vuestros grupos de estudio están analizando: problemas de la catequesis permanente, la cultura, el mundo del trabajo, la enseñanza, la política, la labor en suburbios, los institutos educativo-asistenciales, los centros de oración, las vocaciones sacerdotales y religiosas, la droga, las misiones; y muchos otros que sin duda aflorarán en vuestros diálogos serenos y francos.

Cuento mucho con vuestra probada generosidad y vuestro amor a la Iglesia para que, gracias a vuestra colaboración generosa y eficaz, se puedan aplicar a los romanos de hoy las palabras que dirigía San Pablo a los primeros cristianos de la capital del Imperio: "Doy gracias a mi Dios por Jesucristo, por todos vosotros, de que vuestra fe es conocida en todo el mundo" (
Rm 1,8).

¡Animo! Una vez más se trata de seguir a Cristo, de caminar con El no obstante los sacrificios que nunca pueden faltar. Pero escuchemos y tengamos presente siempre la recomendación de San Agustín: "Ambula securos in Christo, ambula: ne offendas, ne cadas, ne retro respicias, ne ín via remaneas, ne a via recedas" (Camina seguro con Cristo; camina; no tropieces, no caigas, no mires atrás, no te detengas en el camino, no equivoques la vía" (Serm. 170, 11: PL 38, 932).

Con mi bendición apostólica.






AL PERSONA DEL "GOVERNATORATO"


DE LA CIUDAD DEL VATICANO


Sala Pablo VI

Sábado 5 de enero de 1980



Hijos queridísimos:

1. A todos mi saludo cordial. Me da alegría este encuentro especial que se desarrolla en el clima tan característico de las fiestas navideñas y nos ofrece la oportunidad —deseada por vosotros y por mi— de intercambiamos la felicitación del año nuevo recién comenzado.

Estáis aquí reunidos todos los que prestáis servicio en las dependencias del Governatorato, junto con vuestros seres queridos y los obreros de las empresas que prestan servicio en el Vaticano, con sus familias respectivas. El hecho de encontrarnos juntos nos permite a vosotros y a mí tener la percepción incluso física de la realidad humana de esta comunidad vuestra que trabaja a diario en el ámbito de este Estado minúsculo en cuanto al territorio, pero sumamente relevante desde el punto de vista espiritual. Esto da a vuestro trabajo un "sentido" particular —y sin duda tenéis conciencia de ello—, el sentido de una colaboración que os constituye en parte activa —si bien en planos diferentes—de un organismo complejo que se mueve en torno al Papa, y hace posible y coadyuva de cierto modo en su trabajo en la misión universal de Vicario de Cristo.

Tal persuasión que se suma a la de la nobleza y dignidad de vuestra fatiga cotidiana sea la que fuere, puede enorgulleceros legítimamente por estar vinculados más estrechamente que otros al Sucesor de Pedro, en quien el mundo católico ve el centro de la propia comunión en caridad:

3 2. El primer sentimiento que tengo en el alma respecto de vosotros es de gratitud. Estoy seguro de que cada uno atendéis a vuestras tareas con sentido de responsabilidad y entrega generosa, esforzándoos en cooperar eficientemente al buen funcionamiento de todo el conjunto que figura bajo el nombre de Vaticano, conjunto no sólo de edificios e instalaciones, sino sobre todo de vida social.

Me complazco, pues, en aprovechar esta ocasión para expresar a todos mi estima y dar las gracias a cada uno. Quisiera que la manifestación de este sentimiento mío de agradecimiento os ayudara a sentir mejor la cordialidad que caracteriza mi relación con nosotros, cordialidad. que compartís por vuestra parte; esta relación no es ni puede limitarse a ser como la que se da —como suele decirse— entre el "empresario" y el que presta el trabajo; sino más bien y sobre todo es la relación de un padre necesitado de ayuda. con los hijos que se la prestan. Lo cual no significa, claro está, que no deban imperar en tal relación los criterios soberanos de la justicia, y el respeto debido a la dignidad del trabajo y a la personalidad del trabajador, sea empleado u obrero; por el contrario, me propongo asentar cada vez más estos criterios y respeto en los principios y la práctica, siguiendo las huellas de mis predecesores más cercanos; pero quiere decirse que más allá de estas exigencias, deseo ser para vosotros —y naturalmente tal queréis verme y considerarme— el Padre que os brinda su afecto además de daros lo que es de justicia.

3. Ello me mueve a testimoniaros en este encuentro nuestro un segundo sentimiento; y es el de mi interés sincero y profundo por vosotros y vuestras familias. Es el sentimiento que experimento hacia todas las personas del mundo que viven del propio trabajo y experimentan las satisfacciones que éste proporciona y también las dificultades; y esto vale en particular para vosotros que me sois más cercanos. Es un sentimiento en el que entra en primer lugar la preocupación por los problemas materiales de vuestra existencia, que deseo y me propongo tratar de solucionar en lo que me sea posible y según lo consientan las condiciones de la Sede Apostólica, en las formas y modos más adecuados.

Conozco estos problemas; conozco en particular las preocupaciones —y hasta angustias— de los padres por el porvenir de sus hijos.

Mi comprensión se traduce en oración, una oración a la que pido unáis las vuestras de cristianos, convencidos de que si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen (cf. Sal
Ps 126 Sal Ps 1).

No os extrañaréis de que el Papa aproveche precisamente esta ocasión para exhortaros a ser cada vez más coherentes con los principios de la fe que profesáis; y para animaros a dejaros conquistar crecientemente y con mayor profundidad por el gozo de saber que sois amados personalmente por Cristo que se hizo niño pequeño, pobre e indefenso a fin de que nadie tuviera temor de El, antes al contrario se sintiera movido a acercársele con confianza plena y amor espontáneo. Id vosotros también a Cristo y sedle fieles sobre todo en la intimidad de vuestros sentimientos personales, luego en el testimonio valiente de vuestras palabras y, en fin —y es lo que más cuenta—, en la límpida coherencia de vuestras acciones.

No os avergoncéis jamás de manifestaros cristianos, y comportaos de modo que Cristo no tenga que avergonzarse de vosotros nunca. Que al miraros a vosotros, vuestros hijos sientan el gozo de pertenecer a la Iglesia. y de vibrar de entusiasmo por lar nobleza de los ideales que guían vuestra existencia. Con la seriedad de costumbres, la rectitud de conducta, la caridad hacia el prójimo y la sensibilidad a las necesidades de cada uno de vuestros hermanos, hacedles comprender qué es un cristiano y cómo es la sociedad pacífica y justa que el cristiano es capaz de construir.

4. Con estos sentimientos os felicito el año nuevo. Los auspicios con que se ha abierto 1980 no son alentadores, por desgracia. Recorriendo con la mirada el escenario del mundo, se ve uno tentado instintivamente a aplicar a nuestro tiempo las palabras del texto profético de Isaías que escucharemos mañana: "Está cubierta de sombras la tierra y los pueblos yacen en tinieblas" (Is 60,2). Sin embargo, nosotros no podemos ni queremos abandonarnos al desaliento ante las hoscas previsiones que surgen en muchas partes. Acude en nuestro socorro el anuncio proclamado por Isaías en el mismo texto, a todos los que forman parte por la fe del Pueblo de Dios, de la nueva Jerusalén: "Levántate y resplandece, que ya se alza tu luz y la gloria de Yavé alborea para ti" (ib., 1). La luz a que alude el Profeta es Cristo. En estos veinte siglos de historia, generaciones enteras han encontrado en su mensaje que la Iglesia ha hecho resonar constantemente, la respuesta satisfactoria a los interrogantes, el consuelo en las ansias, la guía y sostén en los momentos difíciles. ¡Realmente "han caminado los pueblos en su luz"! (cf. Is Is 60,3): Pues bien, no son pocas las señales que atestiguan el nuevo interés que hay en nuestra generación por la persona de Cristo y por su Evangelio. Existen, por tanto, motivos para confiar y sentirse movidos a cooperar generosamente en la difusión de la luz que emana de Cristo "Redentor del hombre, centro del cosmos y de la historia".

Con esta perspectiva os renuevo a vosotros y vuestros seres queridos, sobre todo a los niños en quienes pensamos más en estos días al contemplar en el pesebre a Dios hecho niño, mi felicitación más ferviente con deseos de serenidad interior, bienestar y paz. Le doy más valor con la bendición especial que concedo a todos de corazón con afecto paterno.






DURANTE SU VISITA AL BELÉN DE LOS BARRENDEROS DE ROMA


Domingo 6 de enero de 1980



Deseo agradeceros de nuevo esta invitación que se ha hecho ya tradicional. Entra dentro de la celebración de la Epifanía. Os doy las gracias de las palabras que se me han dirigido, tan buenas, profundas y rebosantes de fe; han puesto de manifiesto no sólo la obra exterior, es decir, la obra de arte que es este nacimiento, sino también el corazón de los artistas. Y de ello os estoy agradecido. Pero no sólo yo; sobre todo Nuestro Señor os agradece los sentimientos y el corazón con que habéis preparado el nacimiento de los barrenderos. Dios os bendiga y bendiga a vuestras familias y vuestro trabajo; y bendiga asimismo el año nuevo del que hoy celebramos el sexto día, y que contará con otros muchos aún; que sean días buenos, pacíficos, bendecidos por el Señor.






A LOS JÓVENES DE LA CÁRCEL DE MENORES


DE CASAL DEL MARMO, ROMA


4

Fiesta de la Epifanía

Domingo 6 de enero de 1980



Queridísimos muchachos:

Me siento contento de verdad al encontrarme aquí entre vosotros en esta fiesta de la Epifanía del Señor, para felicitaros con afecto sincero el nuevo año que os deseo sereno, feliz y constructivo.

Primero de todo quiero agradecer a vuestro padre capellán las palabras cordiales con que ha querido manifestar vuestros sentimientos de bienvenida. Os expreso mi saludo y buen augurio con la invitación del profeta Isaías que ha resonado en la liturgia de hoy y que él dirigía a la ciudad santa, a Jerusalén: «Levántate y resplandece, que ya se alza tu luz y la gloria de Yavé alborea para tí» (Is 60,1).

Queridos jóvenes: Levantaos y alegraos porque la luz ha aparecido para todos; se ha manifestado la gloria del Señor; su misericordia y amor brillan sobre nosotros para disipar y alejar toda sombra que pudiera entenebrecer y apesadumbrar los corazones. Su estrella radiante ha aparecido para iluminar a todos los hombres, a todos nosotros. Es el Salvador «la luz verdadera que viniendo a este mundo ilumina a todo hombre» (Jn 1,9), y ha traído a todos «la gracia y la verdad» (ib., 1, 17), dando así a cada uno la capacidad de descubrir el bien y realizarlo mediante la comunicación de la vida divina.

Me gozo en reflexionar con vosotros sobre estas verdades reveladas completamente ciertas, pues el Papa se siente muy cercano a cuantos se encuentran del modo que sea en condiciones difíciles y necesitados.

Deseo que cada uno de vosotros se sienta destinatario de este saludo mío que quiere ser un momento de encuentro personal, un instante de conversación e intimidad. Conozco vuestros problemas, comprendo vuestras dificultades y sé, en particular, lo difícil que es para vosotros salir de vuestras angustias íntimas, inconfesadas muchas veces, y mirar al porvenir con confianza; a pesar de ello, quisiera que tomarais conciencia de la fuerza imprevisible y oculta insita en vuestra juventud y que tiene poder de florecer en un mañana dinámico.

A veces somos como lámparas sin luz, con posibilidades no realizadas, lámparas que no arden. Pues bien, he venido a encender en vuestros corazones una llama, si acaso la hubieran apagado las desilusiones que habéis sufrido y las expectativas no cumplidas. Quiero decir a cada uno de vosotros que tenéis capacidades de bien, honradez y laboriosidad; capacidades reales, profundas, insospechadas muchas veces, que se han hecho aun mayores y más potentes por vuestras penosas experiencias.

Sabed que he venido a vosotros porque os quiero y tengo confianza en vosotros; para manifestaros personalmente este amor mío, esta confianza mía: y para deciros que no ceso de elevar oraciones a Dios para que os sostenga siempre con el amor que nos ha mostrado al enviarnos a su Hijo unigénito Jesucristo, Hermano nuestro, que conoció también El sufrimientos y necesidades, y a la vez nos indicó el camino y nos ofrece su ayuda para superarlos. Si alguna vez os invade la tristeza al pensar: "me miran con ojos que humillan y mortifican, quizá ni mis seres queridos tienen confianza en mí", pues bien, sabed que el Papa se dirige a vosotros con estima como a jóvenes que tienen capacidad de hacer tanto bien en la vida el día de mañana, y pone confianza en vuestra inserción responsable en la sociedad.

A este propósito, deseo manifestar mi complacencia más viva a todos los que os rodean de cuidados y atenciones, en particular en este centro, teniendo presente vuestra formación humana y sobre todo tratando de despertar las energías positivas y arranques de generosidad que deben preparar en vosotros al hombre maduro de mañana, capaz de obrar el bien y ponerse al servicio de los demás.

5 Es una tarea necesaria, delicada y difícil que pide olvido de sí y entrega vigorosa. El Papa expresa su agradecimiento profundo a cuantos cumplen con celo una labor tan importante de dominio de sí y disciplina, de corrección y guía.

Por ello, junto a la entrega del personal del instituto en todos los niveles, no puedo olvidar la aportación especializada de los profesionales que dedican a vuestras exigencias específicas los talentos de su preparación científica y, sobre todo, las dotes de su corazón.

Unas palabras de satisfacción sincera dirijo al capellán, puesto generosamente a disposición por la congregación de Terciarios Capuchinos de Nuestra Señora de los Dolores, y a cuantos atienden con él a vuestras almas y se preocupan de ofreceros el don de la Palabra de Dios, los sacramentos y todas las ayudas espirituales que favorecen vuestro afán de recuperación y de iniciativas de bien valientes y comunitarias.

En tal perspectiva, considero merecedor de mención y elogio el grupo de voluntarios que cooperan también dentro de vuestra casa, con el fin de entablar relaciones de familia con vosotros y crear a vuestro alrededor una comunidad más amplia de amigos interesados en vuestro bien espiritual y material.

Los que se ocupan de vuestra educación son conscientes ciertamente de que también vosotros —como todos los de vuestra edad— constituís la esperanza de los años por venir. Ellos no pueden olvidar que hay en vuestro corazón —la experiencia nos da constancia— ímpetu emocional, exasperado muchas veces por soledades amargas; vitalidad afectiva densa en intuiciones agudas; y genialidad imaginativa que, al no poder afirmarse legítimamente a causa a veces de circunstancias adversas, puede haberos conducido a senderos escabrosos y peligrosos. Por tanto, a vosotros y a cuantos se encuentran en vuestra situación —estudiada con perspicacia, agudeza, competencia y seguridad— se debe dar una posibilidad real de integración y recuperación. a fin de que con la ayuda de todos los elementos válidos de la sociedad, hagáis fecundas y provechosas la vehemencia y la fuerza que abrigáis en el corazón.

Queridos jóvenes: Esta reflexión que concierne más a las tareas de quienes tienen la obligación y la cumplen generosamente de vuestra educación física, intelectual, moral y espiritual. me lleva de nuevo a vosotros al concluir esta afectuosa conversación.

Ante la sociedad reclamáis derechos bien fundados, esperáis ayuda, sois conscientes de que no bastan las leyes y los tribunales para formar hombres nuevos capaces de actuar con rectitud, sino que se necesita una comunidad social que actúe con sentido de fraternidad, con respeto a los valores éticos y morales, con ejemplaridad luminosa y con sumisión a la ley de Dios, Bien Sumo, por quien se debe evitar todo mal, es decir, cuanto ofende a Dios mismo y a nuestro prójimo en situaciones concretas. Una sociedad que no esté permeada de un fuerte hálito moral, que no esté iluminada por una luz superior, que no guarde el respeto debido a todas las expresiones de la vida humana y de su dignidad, no podrá ofrecer aportaciones válidas a la recuperación, ni participación activa, ni mano segura a cuantos han sido muchas veces víctimas de egoísmos o carencias de los que ellos no son los responsables.

También de la Iglesia, de la comunidad de quienes quieren dar testimonio de Cristo, esperáis una coherencia de fe y obras que los haga capaces de trasfundir vitalmente certezas y comportamientos humanos dignos de Aquel que se entregó a los hermanos totalmente hasta el sacrificio supremo. Con razón exigís solidaridad espiritual y material que os consienta la inserción acertada en la sociedad civil.

Sin embargo —y aquí entre cada uno en sí mismo para reflexionar con madurez— vuestro porvenir seguro y próspero como vosotros lo queréis, no podrá construirse sin vosotros, sin vuestra cooperación responsable. Es más, sois vosotros los verdaderos artífices y responsables principales —en el plano humano— de vuestro porvenir.

La luz de la estrella de Belén que es la luz de Jesús, os haga comprender la profundidad de voluntad que se os pide y os dé luz sobre vuestros deberes. La vida es un verdadero don de Dios. que vale siempre la pena acoger con gratitud y valentía, convencidos de que a partir de una existencia vivida con honradez, fidelidad y esperanza, llegaréis a obtener frutos concretos de satisfacción personal y proporcionar grandes ventajas a la sociedad.

Esta tarea podrá pareceros superior a vuestras fuerzas; pero no estáis solos al afrontarla desde el momento en que el Señor, Padre y Amigo nuestro, está muy interesado en vuestro destino personal y de manera mucho más eficaz y amorosa de cuanto podáis llegar a imaginar. Está presente en nosotros por la gracia recibida en el bautismo; nos ama fielmente aun en los casos en que caemos en culpa, y no nos deja solos jamás ni en circunstancia ninguna. Por ello, volveos a El con plena confianza en la oración a Aquel que está junto a vosotros, en vosotros, y confiaos con devoción particular a la Virgen Santísima que os quiere acompañar y sostener con ternura y solicitud materna en cada uno de los pasos de vuestro camino.

6 Os dé aliento y consuelo la bendición afectuosa que ahora os imparto junto con mi queridísimo cardenal Secretario de Estado y vuestro siempre querido "padre Agustín", que desde hace tantos años os sigue y ama y trasfunde en vosotros fielmente los talentos de su espíritu sacerdotal. Juntos os deseamos un año rico en favores del cielo y juntos invocamos la bendición del Señor sobre vosotros, y la pedimos también para vuestras familias, para que Dios las asista y ayude en todas sus necesidades y les de en vosotros los consuelos que tienen derecho a esperar; así como también sobre todos los que os dedican atenciones y cuidados, comenzando por los superiores y los auxiliares que pasan tanta parte de su vida junto a vosotros.
* * *


Al final de su discurso añadió:

Quisiera desearos algo que es muy fundamental. Nos hallamos en la capilla de vuestro centro. Aquí está Alguien que es invisible, Cristo. Pues bien, os deseo que lo encontréis, que no os vayáis de este lugar sin haberlo encontrado. De este modo podremos tener esperanzas para el futuro: si llegáis a encontrarlo aquí y seguís con El en todos los caminos de la vida.






A LOS EMPLEADOS DE LA CÁRCEL DE MENORES


DE CASAL DEL MARMO


Y AL MINISTRO DE JUSTICIA ITALIANO


Fiesta de la Epifanía

Domingo 6 de enero de 1980



Señor Ministro:

Le agradezco sinceramente en primer lugar la posibilidad que me ha brindado de hacer una visita a esta institución para encontrarme con adolescentes y jóvenes tan queridos de mi corazón, que tienen necesidad particular de afecto profundo y gran comprensión.

Además, le manifiesto mi aprecio por las palabras nobles con que ha presentado en síntesis los varios planes en curso o en vías de elaboración, encaminados a que se proporcione a los que viven en este lugar o en instituciones análogas, salvaguardados siempre la justicia y el derecho, posibilidad de mirar al futuro con serenidad, de madurar positivamente su personalidad a través del bien, el estudio, la disciplina y el trabajo, para poder prestar ellos también un día a la sociedad colaboración valiosa y concreta con su actividad ejemplar.

Con razón ha subrayado usted que es deber de todos —por responder al interés general mismo de la nación— actuar de modo que se garantice a los jóvenes, sobre todo a los menos favorecidos, posibilidades de desarrollo y realización completa de su personalidad. Los jóvenes son la esperanza del mundo, porque siempre son portadores de ideas nuevas y de entusiasmo, incluso los "menos favorecidos" por situaciones familiares irregulares y condiciones económicas sociales de precariedad notable; y también los que por debilidad, falta de orientación adecuada y tempestiva o por culpa de los ejemplos de los "adultos", se han colocado contra o fuera de la ley. Sabiamente encaminados y formados, podrán expresarse a sí mismos positivamente y llegarán a sacar de su personalidad las capacidades de bien, generosidad y altruismo que con frecuencia están latentes en el hombre.

Esta es la razón, como usted también ha hecho notar, por la que la Iglesia profesa celoso respeto al hombre y confianza inmensa en sus posibilidades.

7 Será tarea, empeño y deber de la sociedad en sus estructuras y leyes, conseguir que la tutela debida a la seguridad de todos, no se transforme en ofensa del hombre, y esta confianza no se convierta en humillación de la persona.

Mi presencia en este lugar quiere ser también, por tanto, estímulo a todas las reformas acertadas de la organización judicial y administrativa que no tiendan a hundir a quien ha faltado sino que se propongan ayudarle a encontrarse a sí mismo y volver a inserirse con serenidad y responsabilidad en el concierto ordenado de la convivencia civil.

Con estos votos dirijo mi saludo deferente a usted, señor Ministro, y a todos los que en los diferentes niveles actúan en este ambiente persuadidos ciertamente de que su trabajo no es un empleo, sino tarea delicada y precioso servicio social que exige de todos sentido amoral y profesional muy singular, competencia y madurez experimentadas, profundo sentido de responsabilidad, gran capacidad de entrega y servicio, e intensa humanidad; pero más aún, y fundamento de todo —quisiera añadir—, fe sólida y dinámica en Dios Padre de todos, y gran amor al hombre, criatura frágil pero siempre hijo de Dios.

Con mi bendición apostólica.
* * *


Al final de su discurso añadió:

Saludo a todos y a cada uno de los presentes; a las familias, a los padres y los hijos que han acudido a este encuentro verdaderamente familiar con el Papa. La primera palabra que he oído en esta sala ha sido la de una niña que me decía: Te quiero mucho. Y ¿qué puedo yo decir, sino repetir lo mismo? A todos y cada uno de vosotros os quiero mucho, mucho. Os quiero sobre todo porque estoy convencido de que trabajáis en este centro con voluntad de hacer bien a los demás, sobre todo a los que tanto necesitan del bien para hacerse hombres. Por esto os quiero mucho. Amo sobre todo a los que trabajan en este centro.






A LOS FIELES DE LA DIÓCESIS DE ALBA QUE ASISTIERON


A LA ORDENACIÓN EPISCOPAL DE MONS. GIOVANNI COPPA


Lunes 7 de enero de 1980



Queridísimos hermanos y hermanas de la diócesis de Alba:

Me da alegría dirigiros a vosotros y a vuestro celoso obispo, mons. Fausto Vallainc, mi saludo cordial en la circunstancia jubilosa de vuestra peregrinación a Roma para la ordenación episcopal de mons. Giovanni Coppa. El es fiel colaborador mío, como lo ha sido largos años de mis inmediatos predecesores. Pero también es, y antes que nada, hijo de vuestra tierra y miembro ilustre de vuestra comunidad diocesana, de cuya vitalidad es digno fruto.

En efecto, me han informado del dinamismo de la vida católica en Alba, rica en aportaciones fecundas y responsables al crecimiento y testimonio de la Iglesia de nuestro tiempo en Italia. Sé que la Acción Católica en particular ha estado floreciente siempre, hasta el punto de dar figuras eximias y luminosas de laicos modelo de unión armoniosa entre fidelidad al Evangelio y compromiso con el mundo; por otra parte, de esta Asociación precisamente procede mons. Coppa. También el seminario diocesano goza de prestigio justificado por su larga tradición de estudio, sobre todo en las ramas varias de la teología como punto de referencia no secundario cuando se trata de ahondar y poner al día la fe cristiana. Pero sé que en la base de todo está una vida parroquial sólida y dinámica que constituye le verdadera estructura basilar de la diócesis; por todo ello, quiero rendir homenaje a todos los sacerdotes que tienen cura de almas, tanto a los que estáis aquí presentes, como a quienes quedaron en la diócesis por causa del ministerio dominical y a todos los estupendos colaboradores, por su entrega inteligente y generosa. No quiero tampoco olvidar que sacerdotes celosos de Alba están dando testimonio significativo de amor eclesial tejido de sacrificios, tanto en Kenia como en Brasil.

8 Así, pues, no puedo menos de expresar el deseo profundo de que esta riqueza de vida eclesial no sólo no disminuya, sino que crezca incesantemente en plenitud y eficacia evangélica, con la seguridad de que también esta ordenación episcopal contribuirá a vivificar vuestra realidad diocesana.

De estos votos quiere ser prenda la paterna bendición apostólica que concedo de corazón a vuestro Pastor, al nuevo obispo y a todos los aquí presentes, con la invitación de llevarla a vuestros seres queridos en señal de afecto.






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