Audiencias 1980



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Enero de 1980

Miércoles 2 de enero de 1980

El misterio de la creación del hombre: varón y mujer

1. Volvemos de nuevo al análisis del texto del Génesis (Gn 2,25), comenzado hace algunas semanas.

Según este pasaje, el varón y la mujer se ven a sí mismos como a través del misterio de la creación; se ven a sí mismos de este modo, antes de darse cuenta de "que estaban desnudos". Este verse recíproco, no es sólo una participación a la percepción "exterior" del mundo, sino que tiene también una dimensión interior de participación en la visión del mismo Creador, de esa visión de la que habla varias veces la narración del capítulo primero: "Y vio Dios ser muy bueno cuanto había hecho" (Gn 1,31). La "desnudez" significa el bien originario de la visión divina. Significa toda la sencillez y plenitud de la visión a través de la cual se manifiesta el valor "puro" del cuerpo y del sexo. La situación que se indica de manera tan concisa y a la vez sugestiva de la revelación originaria del cuerpo, como resulta especialmente del Génesis 2, 25, no conoce ruptura interior y contraposición entre lo que es espiritual y lo que es sensible, así como no conoce ruptura y contraposición entre lo que humanamente constituye la persona y lo que en el hombre determina el sexo: lo que es masculino y femenino.

Al verse recíprocamente, como a través del misterio mismo de la creación, varón y mujer se ven a sí mismos aún más plenamente y más distintamente que a través del sentido mismo de la vista, es decir, a través de los ojos del cuerpo. Efectivamente, se ven y se conocen a sí mismos con toda la paz de la mirada interior, que crea precisamente la plenitud de la intimidad de las personas. Si la "vergüenza" lleva consigo una limitación específica del ver mediante los ojos del cuerpo, esto ocurre sobre todo porque la intimidad personal está como turbada y casi "amenazada" por esta visión. Según el Génesis 2, 25, el varón y la mujer "no sintieron vergüenza": al verse y conocerse a sí mismos en toda la paz y tranquilidad de la mirada interior, se "comunican" en la plenitud de la humanidad, que se manifiesta en su como recíproca complementariedad precisamente porque es "masculina" y "femenina". Al mismo tiempo "se comunican" según esa comunión de las personas, en la que, a través de la feminidad y masculinidad, se convierten en don recíproco la una para la otra. De este modo alcanzan en la reciprocidad una comprensión especial del significado del propio cuerpo. El significado originario de la desnudez corresponde a esa sencillez y plenitud de visión, en la cual la comprensión del significado del cuerpo nace casi en el corazón mismo de su comunidad-comunión. La llamaremos "esponsalicia". El varón y la mujer en el Génesis 2, 23-25 surgen al "principio" mismo precisamente con esta conciencia del significado del propio cuerpo. Esto merece un análisis profundo.

2. Si el relato de la creación del hombre en las dos versiones, la del capítulo primero y la yahvista del capítulo segundo, nos permite establecer el significado originario de la soledad, de la unidad y de la desnudez, por esto mismo nos permite también encontrarnos sobre el terreno de una antropología adecuada, que trata de comprender e interpretar al hombre en lo que es esencialmente humano[1]. Los textos bíblicos contienen los elementos esenciales de esta antropología, que se manifiestan en el contexto teológico de la "imagen de Dios". Este concepto encierra en sí la raíz misma de la verdad sobre el hombre, revelada a través de ese "principio", al que se remite Cristo en la conversación con los fariseos (cf. Mt 19,3-9), hablando de la creación del hombre como varón y mujer. Es necesario recordar que todos los análisis que hacemos aquí, se vuelven a unir, al menos indirectamente, precisamente con estas palabras suyas. El hombre, al que Dios ha creado "varón y mujer", lleva impresa en el cuerpo, "desde el principio", la imagen divina; varón y mujer constituyen como dos diversos modos del humano "ser cuerpo" en la unidad de esa imagen.

Ahora bien, conviene dirigirse de nuevo a esas palabras fundamentales de las que se sirvió Cristo, esto es, a la palabra "creó", al sujeto "Creador", introduciendo en las consideraciones hechas hasta ahora una nueva dimensión, un nuevo criterio de comprensión e interpretación, que llamaremos "hermenéutica del don". La dimensión del don decide sobre la verdad esencial y sobre la profundidad del significado de la originaria soledad-unidad-desnudez. Ella está también en el corazón mismo de la creación, que nos permite construir la teología del cuerpo "desde el principio", pero exige, al mismo tiempo, que la construyamos de este modo.

3. La palabra "creó", en labios de Cristo, contiene la misma verdad que encontramos en el libro del Génesis. El primer relato de la creación repite varias veces esta palabra, Génesis 1, 1 ("al principio creó Dios los cielos y la tierra") hasta el Génesis 1, 27 ("creó Dios al hombre a imagen suya")[2]. Dios se revela a Sí mismo sobre todo como Creador. Cristo se remite a esa revelación fundamental contenida en el libro del Génesis. El concepto de creación tiene en él toda su profundidad no sólo metafísica, sino también teológica. Creador es el que "llama a la existencia de la nada", y el que establece en la existencia al mundo y al hombre en el mundo porque El "es amor" (1Jn 4,8). A decir verdad, no encontramos esta palabra amor (Dios es amor) en el relato de la creación; sin embargo, este relato repite frecuentemente: "vio Dios cuanto había hecho y era muy bueno". A través de estas palabras somos llamados a entrever en el amor el motivo divino de la creación, como la fuente de la que brota: efectivamente, sólo el amor da comienzo al bien y se complace en el bien (cf. 1Co 13). Por esto, la creación, como obra de Dios, significa no sólo llamar de la nada a la existencia y establecer la existencia del mundo y del hombre en el mundo, sino que significa también, según la primera narración "beresit bara", donación: una donación fundamental y "radical", es decir, una donación en la que el don surge precisamente de la nada.

2 4. La lectura de los primeros capítulos del libro del Génesis nos introduce en el misterio de la creación, esto es, del comienzo del mundo por voluntad de Dios, que es omnipotencia y amor. En consecuencia, toda criatura lleva en sí el signo del don originario y fundamental.

Sin embargo, al mismo tiempo, el concepto "donar" no puede referirse a un nada. Ese concepto indica al que da y al que recibe el don, y también la relación que se establece entre ellos. Ahora, esta relación surge del relato de la creación en el momento mismo de la creación del hombre. Esta relación se manifiesta sobre todo por la expresión: "Dios creó al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó" (
Gn 1,27). En el relato de la creación del mundo visible el donar tiene sentido sólo respecto al hombre. En toda la obra de la creación, sólo de él se puede decir que ha sido gratificado por un don: el mundo visible ha sido creado "para él". El relato bíblico de la creación nos ofrece motivos suficientes para esta comprensión e interpretación: la creación es un don, porque en ella aparece el hombre que, como "imagen de Dios", es capaz de comprender el sentido mismo del don en la llamada de la nada a la existencia. Y es capaz de responder al Creador con el lenguaje de esta comprensión. Al interpretar con este lenguaje el relato de la creación, se puede deducir de él que ella constituye el don fundamental y originario: el hombre aparece como el que ha recibido en don el mundo, y viceversa, puede decirse también que el mundo ha recibido en don al hombre.

Al llegar aquí, debemos interrumpir nuestro análisis. Lo que hemos dicho hasta ahora está en relación estrechísima con toda la problemática antropológica del "principio". El hombre aparece allí como "creado", esto es, como el que, en medio del "mundo", ha recibido en don a otro hombre. Y precisamente esta dimensión del don debemos someterla a continuación a un análisis profundo, para comprender también el significado del cuerpo humano en su justa medida. Esto será el objeto de nuestras próximas meditaciones.



[1] El concepto de "antropología adecuada" ha sido explicado en el mismo texto como "comprensión e interpretación del hombre en lo que es esencialmente humano". Este concepto determina el principio mismo de reducción, propio de la filosofía del hombre; indica el límite de este principio, e indirectamente excluye que se pueda traspasar este límite. La antropología "adecuada" se apoya sobre la experiencia esencialmente "humana", oponiéndose al reduccionismo de tipo "naturalístico", que frecuentemente va junto con la teoría evolucionista acerca de los comienzos del hombre.

[2] El término hebreo "bara'" -creó, usado exclusivamente para determinar la acción de Dios, aparece en el relato de la creación sólo en el v. 1 (creación del cielo y de la tierra), en el v. 21 (creación de los animales) y en el v. 27 (creación del hombre); pero aquí aparece hasta tres veces. Esto significa la plenitud y la perfección de ese acto que es la creación del hombre, varón y mujer. Esta iteración indica que la obra de la creación ha alcanzado aquí su punto culminante.

Saludos

Saludo con particular afecto al Director y a los jóvenes que componen el "Orfeo Laudate", de Barcelona.

Os agradezco profundamente que hayáis querido venir desde España para ofrecerme con vuestra actuación musical un homenaje de devoción con motivo de la clausura del Año Internacional del Niño.

Quiero reafirmar hoy ante vosotros mi gran confianza en la juventud y les esperanzas que deposito en vuestros generosos propósitos de entrega por los demás, de elevación humana y moral de vosotros mismos y de los otros, de búsqueda de una sociedad más fraterna y justa.

Seguid ofreciendo con vuestras actuaciones un mensaje de alegría sana, de solidaridad, de cultivo de los verdaderos valores humanos y cristianos. Animándoos en vuestro camino, os doy a todos mi cordial bendición.
***


3 Un saludo particularmente afectuoso deseo dirigir hoy a los jóvenes y a las jóvenes presentes en esta audiencia. Queridísimos: ¡Sois los portadores de esperanza de los años ochenta! Sea para vosotros el comienzo de este año nuevo, estímulo que os impulse a introducir, junto con vuestra vida en la sociedad contemporánea, los fermentos fecundos de bien, amor, paz y solidaridad contenidos en el mensaje de Jesús, y que son capaces de renovar de verdad el mundo.

Deseo saludar de modo especial a los jóvenes inválidos de Vibo Valentia. A ellos y a todos los hermanos enfermos dirijo una palabra de aliento, consuelo y certeza cristiana. El Verbo de Dios experimentó en su naturaleza humana también el sufrimiento y hasta la muerte. La Encarnación es una luz grande que se refleja en el problema dramático del dolor humano, siempre vivo y siempre actual. Hermanos queridísimos que estáis unidos a los sufrimientos de Cristo: Os pedimos hoy el don de vuestra oración por nosotros, por la Iglesia y la huma­nidad; el don de vuestra esperanza ra­dicada en la resurrección de Cristo.

No puedo olvidar a los recién casados que ante Dios y la Iglesia en estos días se han jurado recíprocamente amor eterno y fidelidad absoluta. Hermanas y hermanos queridísimos: Tener siempre conciencia de ser en la tierra signo del amor profundo entre Cristo y su Iglesia. Para vivir auténticamente la realidad cris­tiana de vuestro matrimonio, contemplad e imitad a la Santa Familia de Nazaret. Unión con Dios, confianza en la Pro-videncia, fidelidad al deber diario, amor mutuo abierto a los demás: he aquí algunos de los grandes valores humanos y cristianos que podéis y debéis hacer realidad a la luz de los ejemplos de aquella Familia afortunada en la que nació y vivió su vida humana el Hijo de Dios encarnado.

A todos mi bendición apostólica.
* * *


Toman parte en esta audiencia de hoy los dirigentes y obreros de la fábrica "Poltrona Frau" de Tolentino. Queridísimos: Os saludo y os doy vivamente las gracias por vuestra presencia afectuosa y vuestro don delicado, que es para mí de gran aprecio.

Os deseo de corazón que junto con la buena voluntad al poner en acto vuestras capacidades técnicas, esté siempre presente en vosotros también una gran fe en Dios y gran bondad con el prójimo, recordando que redimidos por Cristo caminamos con El cada día hacia la patria celestial.

Con gusto aprovecho la ocasión para saludar en vosotros, en esta primera audiencia del año nuevo, a todos los trabajadores del mundo, a quienes con particular intensidad de sentimiento deseo toda clase de bienes, con la seguridad de mi recuerdo afectuoso, mi gran solicitud por ellos y mi oración.

Para todos sea ayuda y consuelo mi propiciadora bendición.

Dedico un saludo especial a los peregrinos de Japón. Estamos en el alba de un año nuevo. Ojalá llegue a convertiese en día resplandeciente. Que sea un año de paz, libre del sufrimiento que vuestro pueblo tuvo que padecer tan trágicamente en el pasado. Que María a través de la cual el alba de los cielos se abrió sobre la humanidad, os alcance esto con sus oraciones.



Miércoles 9 de enero de 1980

El hombre en el jardín del Edén

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1. Releyendo y analizando el segundo relato de la creación, esto es, el texto yahvista, debemos preguntarnos si el primer "hombre" ('adam), en su soledad originaria, "viviría" el mundo realmente como don, con actitud conforme a la condición efectiva de quien ha recibido un don, como consta por el relato del capítulo primero. Efectivamente, el segundo relato nos presenta al hombre en el jardín del Edén (cf.
Gn 2,8); pero debemos observar que, incluso en esta situación de felicidad originaria, el Creador mismo (Dios Yahvé), y después también el "hombre", en vez de subrayar el aspecto del mundo como don subjetivamente beatificante, creado para el hombre (cf. el primer relato y en particular Gn 1,26-29), ponen de relieve que el hombre está "solo". Hemos analizado ya el significado de la soledad originaria; pero ahora es necesario observar que por vez primera aparece claramente una cierta carencia de bien: "No es bueno que el hombre (varón) esté solo —dice DiosYahvé—, voy a hacerle una ayuda..." (Gn 2,18). Lo mismo afirma el primer "hombre"; también él, después de haber tomado conciencia hasta el fondo de la propia soledad entre todos los seres vivientes sobre la tierra, espera una "ayuda semejante a él" (Cf. Gn 2,20). Efectivamente, ninguno de estos seres (animales) ofrece al hombre las condiciones que hagan posible existir en una relación de don recíproco.

2.Así, pues, estas dos expresiones, esto es, el adjetivo "solo" y el sustantivo "ayuda" parecen ser realmente la clave para comprender la esencia misma del don a nivel del hombre, como contenido existencial inscrito en la verdad de la "imagen de Dios". Efectivamente, el don revela, por decirlo así, una característica especial de la existencia personal, más aún, de la misma esencia de la persona. Cuando Dios Yahvé dice que "no es bueno que el hombre esté solo" (Gn 2,18), afirma que el hombre por sí "solo" no realiza totalmente esta esencia. Solamente la realiza existiendo "con alguno", y aún más profundamente y más completamente: existiendo "para alguno".Esta norma de existir como persona se demuestra en el libro del Génesis como característica de la creación, precisamente por medio del significado de estas dos palabras: "solo" y "ayuda". Ellas indican precisamente lo fundamental y constitutiva que es para el hombre la relación y la comunión de las personas. Comunión de las personas significa existir en un recíproco "para", en una relación de don recíproco. Y esta relación es precisamente la realización de la soledad originaria del "hombre".

3. Esta realización es, en su origen, beatificante. Está implicada sin duda en la felicidad originaria del hombre, y constituye precisamente esa felicidad que pertenece al misterio de la creación hecha por amor, es decir, pertenece a la esencia misma del donar creador. Cuando el "hombre-varón", al despertar del sueño genesíaco, ve al hombre-"mujer", tomada de él, dice: "Esto sí que es ya hueso de mis huesos y carne de mi carne" (Gn 2,23); estas palabras expresan, en cierto sentido, el comienzo subjetivamente beatificante de la existencia del hombre en el mundo. En cuanto se ha verificado al "principio", esto confirma el proceso de individuación del hombre en el mundo, y nace, por así decir, de la profundidad misma de su soledad humana, que él vive como persona frente a todas las otras criaturas y a todos los seres vivientes (animalia). También este principio, pues, pertenece a una antropología adecuada, y puede ser verificado siempre según ella. Esta verificación puramente antropológica nos lleva, al mismo tiempo, al tema de la "persona" y al tema del "cuerpo-sexo". Esta simultaneidad es esencial. Efectivamente, si tratáramos del sexo sin la persona, quedaría destruida toda la adecuación de la antropología que encontramos en el libro del Génesis. Y entonces estaría velada para nuestro estudio teológico la luz esencial de la revelación del cuerpo, que se transparenta con tanta plenitud en estas primeras afirmaciones.

4. Hay un fuerte vínculo entre el misterio de la creación, como don que nace del amor, y ese "principio" beatificante de la existencia del hombre como varón y mujer, en toda la realidad de su cuerpo y de su sexo, que es simple y pura verdad de comunión entre las personas. Cuando el primer hombre, al ver a la primera mujer exclama: "Es carne de mi carne y hueso de mis huesos" (Gn 2,23), afirma sencillamente la identidad humana de ambos. Exclamando así, parece decir: "¡He aquí un cuerpo que expresa la "persona"! Atendiendo a un pasaje precedente del texto yahvista, se puede decir también: este "cuerpo" revela al "alma viviente", tal como fue el hombre cuando Dios Yahvé alentó la vida en él (cf. Gn 2,7), por la cual comenzó su soledad frente a todos los seres vivientes. Precisamente atravesando la profundidad de esta soledad originaria, surge ahora el hombre en la dimensión del don recíproco, cuya expresión —que por esto mismo es la expresión de su existencia como persona— es el cuerpo humano en toda la verdad originaria de su masculinidad y feminidad. El cuerpo, que expresa la feminidad "para" la masculinidad, y viceversa, la masculinidad "para" la feminidad, manifiesta la reciprocidad y la comunión de las personas. La expresa a través del don como característica fundamental de la existencia personal. Este es el cuerpo: testigo de la creación como de un don fundamental, testigo, pues, del Amor como fuente de la que nació este mismo donar. La masculinidad feminidad —esto es, el sexo— es el signo originario de una donación creadora y de una toma de conciencia por parte del hombre, varón-mujer, de un don vivido, por así decirlo, de modo originario. Este es el significado con el que el sexo entra en la teología del cuerpo.

5. Ese "comienzo" beatificante del ser y del existir del hombre, como varón y mujer, está unido con la revelación y con el descubrimiento del significado del cuerpo, que conviene llamar "esponsalicio". Si hablamos de revelación a la vez de descubrimiento, lo hacemos en relación a lo específico del texto yahvista, en el que el hilo teológico es también antropológico, más aún, aparece como una cierta realidad conscientemente vivida por el hombre. Hemos observado ya que a las palabras que expresan la primera alegría de la aparición del hombre en la existencia como "varón y mujer" (Gn 2,23), sigue el versículo que establece su unidad conyugal (cf. Gn 2,24), y luego el que testifica la desnudez de ambos, sin que tengan vergüenza recíproca (cf. Gn 2,25). Precisamente esta confrontación significativa nos permite hablar de la revelación y a la vez del descubrimiento del significado "esponsalicio" del cuerpo en el misterio mismo de la creación. Este significado (en cuanto revelado e incluso consciente "vivido" por el hombre) confirma hasta el fondo que el donar creador, que brota del Amor, alcanzó la conciencia originaria del hombre, convirtiéndose en experiencia de don recíproco, como se percibe ya en el texto arcaico. De esto parece dar testimonio también —acaso hasta de modo específico— esa desnudez de ambos progenitores, libre de vergüenza.

6. El Génesis 2, 24 habla del sentido o finalidad que tiene la masculinidad y feminidad del hombre, en la vida de los cónyuges-padres. Al unirse entre sí tan íntimamente, que se convierten en "una sola carne", someten, en cierto sentido, su humanidad a la bendición de la fecundidad, esto es, de la "procreación", de la que habla el primer relato (Gn 1,28). El hombre comienza "a ser" con la conciencia de esta finalidad de la propia masculinidad-feminidad, esto es, de la propia sexualidad. Al mismo tiempo, las palabras del Génesis 2, 25: "Estaban ambos desnudos sin avergonzarse de ello", parecen añadir a esta verdad fundamental del significado del cuerpo humano, de su masculinidad y feminidad, otra verdad no menos esencial y fundamental. El hombre, consciente de la capacidad procreadora del propio cuerpo y del propio sexo, está al mismo tiempo libre de la "coacción" del propio cuerpo y sexo.Esa desnudez originaria, recíproca y a la vez no gravada por la vergüenza, expresa esta libertad interior del hombre. "¿Es ésta la libertad del "instinto sexual"? El concepto de "instinto" implica ya una coacción interior, analógicamente al instinto que estimula la fecundidad y la procreación en todo el mundo de los seres vivientes (animalia). Pero parece que estos dos textos del libro del Génesis, el primero y el segundo relato de la creación del hombre, vinculen suficientemente la perspectiva de la procreación con la característica fundamental de la existencia humana en sentido personal. En consecuencia, la analogía del cuerpo humano y del sexo en relación al mundo de los animales —a la que podemos llamar analogía "de la naturaleza"— en los dos relatos (aunque en cada uno de modo diverso), se eleva también, en cierto sentido, a nivel de "imagen de Dios", y a nivel de persona y de comunión entre las personas.

Será conveniente dedicar todavía otros análisis a este problema esencial. Para la conciencia del hombre —incluso para el hombre contemporáneo— es importante saber que en esos textos bíblicos que hablan del "principio" del hombre, se encuentra la revelación del "significado esponsalicio del cuerpo". Pero es todavía más importante establecer lo que expresa propiamente este significado.

Saludos

Deseo dar una bienvenida cordialísima a una familia de refugiados vietnamitas que tenemos alojada en el Vaticano. Quisiera asociar a todos los peregrinos aquí presentes hoy, a la acogida a nuestros hermanos católicos tan probados... Aprovecho la ocasión para manifestar la simpatía y solicitud de la Iglesia hacia todos estos refugiados que se encuentran tan lejos de su patria querida, sin techo ni trabajo, y separados muchas veces de la familia. Ojalá encuentren en las naciones y familias que les acogen, aliento, apoyo efectivo e integración en una vida normal. Ellos nos traen el testimonio de su valentía y esperanza, y muchas veces también de su fe. Hay que desear al mismo tiempo que se ponga remedio a las causas que provocan el éxodo de estos refugiados de mil modos diferentes y en tantos países.
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5 Está presente en esta audiencia un grupo de médicos y enfermeras que partirán estos días voluntarios para Tailandia a fin de prestar asistencia sanitaria a los prófugos camboyanos refugiados allí; respondiendo de este modo al llamamiento de la Cáritas Italiana. Es éste un gesto altamente humanitario y evangélico merecedor de nuestro aplauso y aliento. El Señor os premie esta obra de solidaridad humana y cristiana, y sostenga vuestro esfuerzo generoso, para que acierte a aliviar tantos sufrimientos y consiga devolver la sonrisa a tantos rostros marcados por el dolor.
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Deseo asimismo dirigir un saludo cordial a los sacerdotes procedentes de varias partes de Europa que estos días están tomando parte en un congreso sobre "La caridad, ideal de vida", en el Centro Mariápolis de Rocca di Papa de los focolarinos.

Queridos sacerdotes: Me complazco vivamente con vosotros y os doy las gracias por lo que sois y hacéis en cuanto sacerdotes de Dios y colaboradores de vuestros obispos en el gobierno de la Iglesia y la guía de las almas hacia la salvación. Recordad siempre las palabras de Jesús a sus discípulos en la última Cena: "Permaneced en mi amor" (
Jn 15,9). Permanecer en el amor de Cristo es el deber primero y más confortante de vuestra vida sacerdotal. Es la actitud más auténtica de quien ha recibido la investidura de "dispensador de los misterios de Dios" (1Co 4,1). Es la respuesta más hermosa a quien os ha elegido para ser amigos y mensajeros suyos en el mundo para su mayor gloria. El Señor bendiga vuestros propósitos y testimonio generoso.
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Saludo asimismo a los estudiantes de la facultad teológica protestante de Lausana; les deseo que profundicen en el misterio de Cristo nacido de la Virgen María, para acercarse a El, Piedra Angular de la Iglesia, y llegar a ser testimonios de su salvación. Pronto intensificaremos la oración conjunta para que todos los cristianos caminen hacia la plenitud de la fe y el amor, y sean uno como lo ha querido Cristo. Contad con nuestra amistad en el Señor.

(A los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados)

Y ahora me dirijo a vosotros, queridísimos jóvenes, muchachos y niños presentes en esta audiencia, para presentaron mi saludo particular y mi felicitación.

Estamos todavía cerca de las grandes fiestas de Navidad y Epifanía, y por ello os repito mi exhortación a tener la mirada fija en la estrella luminosa de Belén, como los Magos venidos de Oriente.

Y la estrella es Jesús, porque en él tumulto y fatigas de la historia y de nuestra misma existencia, sólo El nos indica el camino justo de la vida y nos ayuda a recorrerlo. Os deseo de corazón que el año nuevo apenas comen­zado, sea para todos vosotros un año de amistad íntima con Jesús, profundi­zando en el conocimiento del Evangelio, viviendo con su gracia e imitándole en la caridad con el prójimo.

Y os acompañe también mi bendición apostólica.

6 Llegue mi saludo particularmente afectuoso también a vosotros, amados enfermos, que habéis querido tomar parte en la audiencia general.

Sobre todo para vosotros, los enfermos y todos los que sufren, Jesús, Verbo de Dios encarnado en Belén, es luz que os ilumina y guía en la aceptación de la enfermedad, en la esperanza de ser curados y en la certeza de que vuestras penas se transformarán en gozo y gloria eterna en el cielo.

Al igual que los Magos venidos de lejos para adorar al Niño Divino, también vosotros presentad vuestros dones preciosos: el oro del dolor, el incienso de la fe y la mirra de vuestra paciencia.

Y a la vez que os deseo de corazón la misma alegría de los Magos, abandonados serenamente a la divina Providencia, os doy una bendición portadora de consuelo.

Queridísimos recién casados: También a vosotros dirijo mi saludo. Con el matrimonio habéis entrado en una fase nueva de vuestra vida, y os asomáis trepidantes al futuro.

No os desalentéis jamás, sino seguid la Estrella de vuestra fe cristiana como los Magos, convencidos de que la familia es un "proyecto" de Dios que ha querido expresar su amor creador y redentor a través del hombre y la mujer, hechos a su imagen y semejanza.

Teniendo presente a la familia de Nazaret, tratad de ser también vosotros una "epifanía" continua, es decir, "manifestación" de Cristo con vuestra religiosidad, unión y bondad.

Y os llene siempre el corazón el gozo del Salvador Divino. Esta es la felicitación que os dejo junto con una bendición propiciadora.



Miércoles 16 de enero de 1980

El significado "esponsalicio" del cuerpo humano

1. Continuamos hoy el análisis de los textos del libro del Génesis que hemos emprendido según la línea de la enseñanza de Cristo. Efectivamente, recordamos que, en la conversación sobre el matrimonio, Él se remitió al "principio".

7 La revelación y, al mismo tiempo, el descubrimiento originario del significado "esponsalicio" del cuerpo, consiste en presentar al hombre, varón y mujer, en toda su realidad y verdad de su cuerpo y sexo ("estaban desnudos"), y a la vez, en la plena libertad de toda coacción del cuerpo y del sexo. De esto parece dar testimonio la desnudez de los progenitores, interiormente libres de la vergüenza. Se puede decir que, creados por el Amor, esto es, dotados en su ser de masculinidad y feminidad, ambos están "desnudos", porque son libres de la misma libertad del don. Esta libertad está precisamente en la base del significado esponsalicio del cuerpo. El cuerpo humano, con su sexo, y con su masculinidad y feminidad, visto en el misterio mismo de la creación, es no sólo fuente de fecundidad y procreación, como en todo el orden natural, sino que incluye desde "el principio" el atributo "esponsalicio", es decir, la capacidad de expresar el amor: ese amor precisamente en el que el hombre-persona se convierte en don y —mediante este don— realiza el sentido mismo de su ser y existir. Recordemos que el texto del último Concilio, donde se declara que el hombre es la única criatura en el mundo visible a la que Dios ha querido "por sí misma" añadiendo que este hombre no puede "encontrar su propia plenitud si no es a través de un don sincero de sí"[1].

2. La raíz de esa desnudez originaria libre de vergüenza, de la que habla el Génesis 2, 25, se debe buscar precisamente en esa verdad integral sobre el hombre. Varón y mujer, en el contexto de su "principio" beatificante, están libres de la misma libertad del don. Efectivamente, para poder permanecer en la relación del "don sincero de sí" y para convertirse en este don el uno para el otro, a través de toda su humanidad hecha de feminidad y masculinidad (incluso en relación a esa perspectiva de la que habla el
Gn 2,24), deben ser libres precisamente de este modo. Entendemos aquí la libertad sobre todo como dominio de sí mismos (autodominio). Bajo este aspecto, esa libertad es indispensable para que el hombre pueda "darse a sí mismo", para que pueda convertirse en don, para que (refiriéndonos a las palabras del Concilio) pueda "encontrar su propia plenitud" a través de "un don sincero de sí". De este modo, las palabras "estaban desnudos sin avergonzarse de ello" se pueden y se deben entender como revelación —y a la vez como descubrimiento— de la libertad que hace posible y califica el sentido "esponsalicio" del cuerpo.

3. Pero el Génesis 2, 25 dice todavía más. De hecho, este pasaje indica la posibilidad y la calidad de esta recíproca "experiencia del cuerpo". Y además nos permite identificar ese significado esponsalicio del cuerpo in actu. Cuando leemos que "estaban desnudos sin avergonzarse de ello", tocamos indirectamente con su raíz y directamente ya sus frutos. Interiormente libres de la coacción del propio cuerpo y sexo, libres de la libertad del don, varón y mujer podían gozar de toda la verdad, de toda la evidencia humana, tal como Dios Yahvé se las había revelado en el misterio de la creación. Esta verdad sobre el hombre, que el texto conciliar precisa con las palabras antes citadas, tiene dos acentos principales. El primero afirma que el hombre es la única criatura en el mundo al que el Creador ha querido "por sí misma"; el segundo consiste en decir que este hombre mismo, querido por Dios desde el "principio" de este modo, puede encontrarse a sí mismo sólo a través de un don desinteresado de sí. Ahora, esta verdad acerca del hombre, que en particular parece tomar la condición originaria unida al "principio" mismo del hombre en el misterio de la creación, puede ser interpretada —según el texto conciliar— en ambas direcciones. Esta interpretación nos ayuda a entender todavía mejor el significado esponsalicio del cuerpo, que aparece inscrito en la condición originaria del varón y de la mujer (según el Gn 2,23-25) y en particular en el significado de su desnudez originaria.

Si, como hemos constatado, en la raíz de la desnudez está la libertad interior del don —don desinteresado de sí mismos—, ese don precisamente permite a ambos, varón y mujer, encontrarse recíprocamente, en cuanto el creador ha querido a cada uno de ellos "por sí mismo" (cf. Gaudium et spes GS 24). Así, el hombre, en el primer encuentro beatificante, encuentra de nuevo a la mujer, y ella le encuentra a él. De este modo, él la acoge interiormente; la acoge tal como el creador la ha querido "por sí misma", como ha sido constituida en el misterio de la imagen de Dios a través de su feminidad; y recíprocamente, ella le acoge del mismo modo, tal como el creador le ha querido "por sí mismo" y le ha constituido mediante su masculinidad. En esto consiste la revelación y el descubrimiento del significado "esponsalicio" del cuerpo. La narración yahvista, en particular Génesis 2, 25, nos permite deducir que el hombre, como varón y mujer, entra en el mundo precisamente con esta conciencia del significado del propio cuerpo, de su masculinidad y de su feminidad.

4. El cuerpo humano, orientado interiormente por el "don sincero" de la persona, revela no sólo su masculinidad o feminidad en el plano físico, sino que revela también este valor y esta belleza de sobrepasar la dimensión simplemente física de la "sexualidad"[2]2. De este modo se completa, en cierto sentido, la conciencia del significado esponsalicio del cuerpo, vinculado a la masculinidad-feminidad del hombre. Por un lado, este significado indica una capacidad particular de expresar el amor en el que el hombre se convierte en don; por otro, le corresponde la capacidad y la profunda disponibilidad a la "afirmación de la persona", esto es, literalmente la capacidad de vivir el hecho de que el otro —la mujer para el varón y el varón para la mujer— es, por medio del cuerpo, alguien a quien ha querido el Creador "por sí mismo", es decir, único e irrepetible: alguien elegido por el Amor eterno. La "afirmación de la persona" no es otra cosa que la acogida del don, la cual, mediante la reciprocidad, crea la comunión de las personas; ésta se construye desde dentro, comprendiendo también toda la "exterioridad" del hombre, esto es, todo eso que constituye la desnudez pura y simple del cuerpo en su masculinidad y feminidad. Entonces — como leemos en el Génesis 2, 25 —, el hombre y la mujer no experimentaban vergüenza. La expresión bíblica "no experimentaban" indica directamente "la experiencia "como dimensión subjetiva.

5. Precisamente en esta dimensión subjetiva, como dos "yo" humanos y determinados por su masculinidad y feminidad, aparecen ambos, varón y mujer, en el misterio de su beatificante "principio" (nos encontramos en el estado de la inocencia originaria y, al mismo tiempo, de la felicidad originaria del hombre). Este aparecer es breve, ya que comprende sólo algunos versículos en el libro del Génesis; sin embargo, está lleno de un contenido sorprendente, teológico y a la vez antropológico. La revelación y el descubrimiento del significado esponsalicio del cuerpo explican la felicidad originaria del hombre y, al mismo tiempo, abren la perspectiva de su historia terrena, a la que él no se sustraerá jamás a este "tema" indispensable de la propia existencia.

Los versículos siguientes del libro del Génesis, según el texto yahvista del capítulo 3, demuestran, a decir verdad, que esta perspectiva "histórica" se construirá de modo diverso del "principio" beatificante (después del pecado original). Pero es tanto más necesario penetrar profundamente en la estructura misteriosa, teológica y a la vez antropológica de este "principio". Efectivamente, en toda la perspectiva de la propia "historia", el hombre no dejará de conferir un significado esponsalicio al propio cuerpo. Aún cuando este significado sufre y sufrirá múltiples deformaciones, siempre permanecerá el nivel más profundo, que exige ser revelado en toda su simplicidad y pureza, y manifestarse en toda su verdad, como signo de la "imagen de Dios". Por aquí pasa también el camino que va del misterio de la creación a la "redención del cuerpo" (cf. Rm 8).

Al detenernos, por ahora, en el umbral de esta perspectiva histórica, nos damos cuenta claramente, según el Génesis 2, 23-25, del mismo vínculo que existe entre la revelación y el descubrimiento del significado esponsalicio del cuerpo y la felicidad originaria del hombre. Este significado "esponsalicio" es también beatificante y, como tal, manifiesta, en definitiva, toda la realidad de esa donación, de la que hablan las primeras páginas del Génesis. Su lectura nos convence del hecho de que la conciencia del significado del cuerpo que se deriva de él —en particular del significado "esponsalicio"— constituye el componente fundamental de la existencia humana en el mundo.

El significado "esponsalicio" del cuerpo humano se puede comprender solamente en el contexto de la persona. El cuerpo tiene su significado "esponsalicio" porque el hombre- persona es una criatura que Dios ha querido por sí misma y que, al mismo tiempo, no puede encontrar su plenitud si no es mediante el don de sí.

Si Cristo ha revelado al hombre y a la mujer, por encima de la vocación al matrimonio, otra vocación —la de renunciar al matrimonio por el Reino de los cielos—, con esa vocación ha puesto de relieve la misma verdad sobre la persona humana. Si un varón o una mujer son capaces de darse en don por el Reino de los cielos, esto prueba a su vez (y quizás aún más) que existe la libertad del don en el cuerpo humano. Quiere decir que este cuerpo posee un pleno significado "esponsalicio".



Notas

8 [1] "Más aún, cuando el Señor Jesús ruega al Padre para que todos sean una sola cosa, como yo y tú somos una sola cosa (Jn 17,21-22), abriéndonos perspectivas cerradas a la razón humana, nos ha sugerido una cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la unión de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad. Esta semejanza demuestra que el hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás" (Gaudium et spes, GS 24).

El análisis estrictamente teológico del libro del Génesis, en particular Gén 2, 23-25), nos permite hacer referencia a este texto. Esto es, constituye un paso más entre la "antropología adecuada" y la "teología del cuerpo", estrechamente ligada al descubrimiento de las características esenciales de la existencia personal en la "prehistoria teológica" del hombre. Aunque esto puede encontrar resistencia por parte de la mentalidad evolucionista (incluso entre los teólogos), sin embargo sería difícil no advertir que el texto analizado del libro del Génesis, especialmente Gén 2, 23-25, demuestra la dimensión no sólo "originaria", sino también "ejemplar" de la existencia del hombre, en particular del hombre "como varón y mujer".

[2] La tradición bíblica refiere un eco lejano de la perfección física del primer hombre. El Profeta Ezequiel, comparando implícitamente al Rey de Tiro con Adán en el Edén, escribe así:

"Eres el sello de la perfección, lleno de sabiduría y acabado de belleza. Habitabas en el Edén, en el jardín de Dios... (Ez 28,12-13).



Saludos

La acogida que recibí en Irlanda y la música que oí allí me vienen a la memoria con la visita de los "Cheftains". A mi vez doy una bienvenida calurosa a vuestro grupo. San Patricio oyó la voz de los irlandeses que le llamaban para que volviera de nuevo entre ellos. Puede muy bien que oyera también la llamada de su música en la que plasma-ron sus gozos y dolores y sus aspiraciones a un mundo mejor. Pediré para que vuestro arte siga aglutinando a vuestro pueblo y elevándolo. Dios os bendiga.


Tengo la alegría de saludar especialmente a los jóvenes del Movimiento GEN que están celebrando un congreso en el centro Mariápolis de los focolarinos en Rocca di Papa, sobre el tema "La caridad como ideal". La caridad y el amor vienen primero de Dios y a El vuelven. "Dios es amor" dice San luan, y Santiago recuerda que "todo don perfecto viene de arriba, del Padre de las luces". Pero recordamos también la advertencia del Apóstol San Juan: "Quien no ama al hermano a quien ve ¿cómo amará a Dios a quien no ve?". La vocación cristiana y la de los focolarinos en especial exigen la puesta en práctica de esta verdad sobre Dios y el hombre. Os animo a profundizar en ella y a vivirla. Y os bendigo muy de corazón.

Saludo y bendigo a todos los jóvenes y las jóvenes presentes en este encuentro, y les renuevo mis deseos cordiales de un año feliz y rico en gracia. El don de vuestra juventud es sobre todo capacidad incontaminada todavía de escucha de la Palabra de Dios y de sus inspiraciones; es ilusión enardecida de construir un futuro digno del hombre para vosotros y vuestros coetáneos. Sed fieles, valientes, generosos.

Y ahora dirijo un saludo particularísimo a los jóvenes de Caliano di Montoro Superiore que se disponen a llevar una antorcha encendida desde la tumba de Pedro a su pueblo, recorriendo 360 kilómetros de distancia. Queridos jóvenes: Sea la antorcha símbolo de ardor espiritual indefectible; y el ejercicio de marcha que vais a realizar sea signo y estímulo para ejercicios de virtud más altos, abiertos a metas de bondad y servicio. Bendigo de corazón vuestra antorcha y a vosotros, vuestras familias y vuestra parroquia.

A vosotros, queridísimos enfermos presentes en esta audiencia, y a todos los que sufren en el cuerpo o en el espíritu, dirijo mi pensamiento agradecido junto con un saludo afectuoso. Como bien sabéis, Jesucristo miró con ojos de predilección a los enfermos, los afligidos, los pobres, los minusválidos y a todos los que sufren, y les reservó los latidos más delicados de su Corazón, los milagros más grandes de su potencia y la promesa de que tendrán un puesto especial en su Reino: "Bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados" (Mt 5 Mt 5). Este pensamiento debe serviros de consuelo en la tribulación, de estímulo para ofrecer el sufrimiento al Señor, de compromiso a saber sufrir con Cristo para purificar y santificar vuestras almas y contribuir, al mismo tiempo, al bien de la Iglesia (cf. Col Col 1,24).

De corazón os bendigo, y también a vuestros seres queridos y a cuantos os atienden con tanto amor.

9 Y también dedico un saludo afectuoso y una felicitación muy cordial a los recién casados que han venido para comenzar su vida conyugal con la bendición del Papa. Un gracias cordial. pues, por vuestra presencia gozosa y significativa, junto con una paterna exhortación: "Permaneced siempre en el amor de Cristo (cf. Jn 15,4 Jn 15,9). Que vuestro amor, bendecido por Dios con el sacramento del matrimonio, esté modelado siempre según el amor que Cristo profesa a su Esposa querida, la Iglesia.

Doy más valor a estos deseos con mi bendición que imparto de corazón a vosotros y a vuestros :familiares.


Deseo ahora reservar un saludo particular al grupo de médicos florentinos pertenecientes al Movimiento por la Vida.

Os agradezco vivamente vuestra visita, queridos hermanos, y me complazco en expresaros mi aliento por vuestro compromiso de defensa y promoción de la vida humana desde la misma concepción. El Señor bendiga vuestra entrega; y os deseo al mismo tiempo que vuestro testimonio consiga introducir en las costumbres y las leyes la lógica de la vicia.

De corazón imparto a vosotros y vuestras familias mi bendición.


Un saludo y una bendición asimismo a los niños romanos alumnos de las Esclavas de María Inmaculada que han representado un delicado pesebre viviente durante el tiempo navideño.

Queridos niños: Habéis representado a Jesús, a la Virgen, a San José, a los pastores y los Magos; imitad sus virtudes, seguid sus ejemplos y creced en bondad y alegría.


Una bienvenida calurosa a vosotros, profesores y alumnos del centro estatal de enseñanza media "Monte Sacro" de Roma. Al saludo se añade mi complacencia por la presencia de vuestros padres. La obra educativa proyectada sobre vosotros en esta edad delicada de la vida, es complementaria, queridos muchachos; es decir, obra de la familia y del centro de enseñanza. Dios bendiga y dé eficacia para vuestro futuro humano y cristiano, a todo lo que hoy llevan a cabo conjuntamente con afán generoso vuestros profesores y padres. Os acompañe mi bendición,




Audiencias 1980