Audiencias 1980 18

Febrero de 1980

Miércoles 6 de febrero de 1980

Relaciones entre la inocencia y la felicidad originarias del hombre

1. Proseguimos el examen de este "principio", al que Jesús se remitió en su conversación con los fariseos sobre el matrimonio. Esta reflexión nos exige traspasar los umbrales de la historia del hombre y llegar hasta el estado de inocencia originaria. Para captar el significado de esta inocencia, nos basamos, de algún modo, en la experiencia del hombre "histórico", en el testimonio de su corazón, de su conciencia.

2. Siguiendo la línea del "a posteriori histórico", tratamos de reconstruir la peculiaridad de la inocencia originaria encerrada en la experiencia recíproca del cuerpo y de su significado esponsalicio, según lo que afirma el Génesis 2, 23-25. La situación aquí descrita revela la experiencia beatificante del significado del cuerpo que, en el ámbito del misterio de la creación, logra el hombre, por decirlo así, en lo complementario que hay en él de masculino y femenino. Si embargo, en las raíces de esta experiencia debe estar la libertad interior del don, unida sobre todo a la inocencia; la voluntad humana es originariamente inocente y de este modo, se facilita la reciprocidad e intercambio del don del cuerpo, según su masculinidad y feminidad, como don de la persona. Consiguientemente, la inocencia de que habla el Génesis 2, 25, se puede definir como inocencia de la recíproca experiencia del cuerpo. La frase: "Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, sin avergonzarse de ello", expresa precisamente esa inocencia en la recíproca "experiencia del cuerpo", inocencia que inspiraba el interior intercambio del don de la persona que, en la relación recíproca, realiza concretamente el significado esponsalicio de la masculinidad y feminidad. Así, pues, para comprender la inocencia de la mutua experiencia del cuerpo, debemos tratar de esclarecer en qué consiste la inocencia interior en el intercambio del don de la persona. Este intercambio constituye, efectivamente, la verdadera fuente de la experiencia de la inocencia.

3. Podemos decir que la inocencia interior (esto es, la rectitud de intención) en el intercambio del don consiste en una recíproca "aceptación" del otro, tal que corresponda a la esencia misma del don; de este modo, la donación mutua crea la comunión de las personas. Por esto, se trata de "acoger" al otro ser humano y de "aceptarlo", precisamente porque en esta relación mutua de que habla el Génesis 2, 23-25, el varón y la mujer se convierten en don el uno para el otro, mediante toda la verdad y la evidencia de su propio cuerpo, en su masculinidad y feminidad. Se trata, pues, de una "aceptación" o "acogida" tal que exprese y sostenga en la desnudez recíproca el significado del don y por eso profundice la dignidad recíproca de él. Esa dignidad corresponde profundamente al hecho de que el Creador ha querido (y continuamente quiere) al hombre, varón y mujer, "por sí mismo". La inocencia "del corazón" y, por consiguiente, la inocencia de la experiencia significa participación moral en el eterno y permanente acto de la voluntad de Dios.

Lo contrario de esta "acogida" o "aceptación" del otro ser humano como don sería una privación del don mismo y por esto un trastrueque e incluso una reducción del otro a "objeto para mí mismo" (objeto de concupiscencia, de "apropiación indebida", etc.). No trataremos ahora detalladamente de esta multiforme, presumible antítesis del don. Pero es necesario constatarlo aquí, en el contexto del Génesis 2, 23-25, que producir tal extorsión al otro ser humano en su don (a la mujer por parte del varón y viceversa) y reducirlo interiormente a mero "objeto para mí", debería señalar precisamente el comienzo de la vergüenza. Efectivamente, ésta corresponde a una amenaza inferida al don en su intimidad personal y testimonia el derrumbamiento interior de la inocencia en la experiencia recíproca.

4. Según el Génesis 2, 25, "el hombre y la mujer no sentían vergüenza". Esto nos permite llegar a la conclusión de que el intercambio del don, en el que participa toda su humanidad, alma y cuerpo, feminidad y masculinidad, se realiza conservando la característica interior (esto es, precisamente la inocencia) de la donación de sí y de la aceptación del otro como don. Estas dos funciones de intercambio mutuo están profundamente vinculadas en todo el proceso del "don de sí": el donar y el aceptar el don se compenetran, de tal manera que el mismo donar se convierte en aceptar, y el aceptar se transforma en donar.

5. El Génesis 2, 23-25 nos permite deducir que la mujer, la cual en el misterio de la creación fue "dada" al hombre por el Creador, es "acogida", o sea, aceptada por él como don, gracias a la inocencia originaria. El texto bíblico es totalmente claro y límpido en este punto. Al mismo tiempo, la aceptación de la mujer por parte del hombre y el mismo modo de aceptarla se convierten como en una primera donación, de suerte que la mujer donándose (desde el primer momento en que en el misterio de la creación fue "dada" al hombre por parte del Creador) "se descubre" a la vez "a sí misma", gracias al hecho de que ha sido aceptada y acogida, y gracias al modo con que ha sido recibida por el hombre. Ella se encuentra, pues, a sí misma en el propio donarse ("a través de un don sincero de sí", Gaudium et spes GS 24), cuando es aceptada tal como la ha querido el Creador, esto es, "por sí misma", a través de su humanidad y feminidad; cuando en esta aceptación se asegura toda la dignidad del don, mediante la ofrenda de lo que ella es en toda la verdad de su humanidad y en toda la realidad de su cuerpo y de su sexo, de su feminidad, ella llega a la profundidad íntima de su persona y a la posesión plena de sí. Añadamos que este encontrarse a sí mismos en el propio don se convierte en fuente de un nuevo don de sí, que crece en virtud de la disposición interior al intercambio del don y en la medida en que encuentra una igual e incluso más profunda aceptación y acogida, como fruto de una cada vez más intensa conciencia del don mismo.

6. Parece que el segundo relato de la creación haya asignado al hombre "desde el principio" la función de quien sobre todo recibe el don (cf. especialmente Gn 2,23). La mujer está confiada "desde el principio" a sus ojos, a su conciencia, a su sensibilidad, a su "corazón"; él, en cambio, debe asegurar, de cierto modo, el proceso mismo del intercambio del don, la recíproca compenetración del dar y del recibir en don, la cual, precisamente a través de su reciprocidad, crea una auténtica comunión de personas.

Si la mujer, en el misterio de la creación, es aquella que ha sido "dada" al hombre, éste, por su parte, al recibirla como don en la plena realidad de su persona y feminidad, por esto mismo la enriquece, y al mismo tiempo también él se enriquece en esta relación recíproca. El hombre se enriquece no sólo mediante ella, que le dona la propia persona y feminidad, sino también mediante la donación de sí mismo. La donación por parte del hombre, en respuesta a la de la mujer, es un enriquecimiento para él mismo; en efecto, ahí se manifiesta como la esencia específica de su masculinidad que, a través de la realidad del cuerpo y del sexo, alcanza la íntima profundidad de la "posesión de sí", gracias a la cual es capaz tanto de darse a sí mismo como de recibir el don del otro. El hombre, pues, no sólo acepta el don, sino que a la vez es acogido como don por la mujer, en la revelación de la interior esencia espiritual de su masculinidad, juntamente con toda la verdad de su cuerpo y de su sexo. Al ser aceptado así, se enriquece por esta aceptación y acogida del don de la propia masculinidad. A continuación, esta aceptación, en la que el hombre se encuentra a sí mismo a través del "don sincero de sí", se convierte para él en fuente de un nuevo y más profundo enriquecimiento de la mujer con él. El intercambio es recíproco, y en él se revelan y crecen los efectos mutuos de "don sincero" y del "encuentro de sí".

19 De este modo, siguiendo las huellas del "a posteriori histórico" —y sobre todo siguiendo las huellas de los corazones humanos—, podemos reproducir y casi reconstruir ese recíproco intercambio del don de la persona, que está descrito en el antiguo texto, tan rico y profundo, del libro del Génesis .

Saludos

(A grupo de austriacos)

Un saludo especialmente cordial dirijo a los austriacos aquí presentes: al grupo de la diócesis de Eisenstadt, que participa en un curso de renovación religiosa en el Centro Internacional "Mundo Mejor", y a los peregrinos del Movimiento familiar "Kana-Kongregation". El tema de la familia es el que yo quisiera recomendaros hoy a todos vosotros de un modo singular como tema de vuestra inquietud y de vuestra oración. No sólo es el tema del próximo Sínodo de los Obispos; el año 1980 ha sido también declarado en vuestro país como "Año de la Familia". Quien protege y promueve la familia trabaja por la renovación de la Iglesia y de la sociedad, de las que ella es la célula y germen originario. El Concilio denomina incluso a la familia como una "especie de iglesia doméstica", en la que "los padres deben ser para sus hijos los primeros predicadores de la fe, mediante la palabra y el ejemplo" (Lumen gentium
LG 11). Que la preocupación por la consolidación y promoción de la familia cristiana constituya para todos vosotros, precisamente durante este año, una apremiante tarea. Para ello os imparto de corazón mi bendición apostólica.

(A las Franciscanas Misioneras de María)

Tengo el gusto de saludar al grupo de maestras de novicias pertenecientes a las Franciscanas Misioneras de María, que han venido a Roma para un curso de formación y desean recibir del Papa una palabra de aliento y estímulo. Queridísimas hijas: Lo que hayáis adquirido en vuestras reuniones os servirá ciertamente de ayuda en vuestra difícil tarea, pero el arte de persuadir lo aprenderéis cumplidamente de los ejemplos y enseñanzas del Divino Maestro. El, que escruta las mentes y los corazones y los abre a la voz del Espíritus Santo, os indicará cómo ganaros la plena confianza de las novicias para templar su carácter y prepararlas al apostolado eclesial y misionero. Y tanto más eficaz será vuestra obra educativa, cuanto más auténtico sea también vuestro testimonio de consagración a Cristo y a la Iglesia. Os acompañe en vuestra actividad mi bendición apostólica, que hago extensiva a cada una de vuestras comunidades.

(A las Pías Madres de la "Nigrizia")

Un saludo a vosotras, Pías Madres de la "Nigrizia", vástago floreciente del afán misionero del gran apóstol de África, mons. Comboni. También vosotras estáis preparándoos espiritualmente a la entrega total y definitiva de todo vuestro ser al ideal misionero. El Señor ilumine, sostenga y alegre vuestra donación, y sea para vosotras fuente íntima e inestimable de consuelo y de gozo. En vuestro itinerario de fe y de caridad, el Papa está cerca de vosotras con su bendición apostólica.

(A las Hermanitas de los Pobres)

Bienvenidas seáis también vosotras, Hermanitas de los Pobres, provenientes de algunos países mediterráneos y reunidas aquí en el centro de la catolicidad para profundizar en los motivos de vuestra consagración religiosa para bien de la Iglesia y de las almas, y para aliviar las muchas miserias que afectan a los más humildes y menos dotados. Reflejad siempre en vosotras la imagen de Cristo manso y humilde de corazón, y del buen samaritano, rico siempre de sensibilidad sumamente humana hacia todo dolor; mostrad en cada encuentro su gozo y su consuelo. Os ayude la bendición apostólica del Papa, que hago extensiva a vuestras Hermanas y a las respectivas familias.

(A un grupo del Centro nacional de ecónomos de comunidades)

20 Un saludo particular ahora al nutrido grupo de miembros del Centro nacional de ecónomos de comunidades, adherido a la Consulta general del apostolado de los laicos, que celebra estos días el congreso nacional, a los veinte años de Fundación.

Hijos queridísimos: Mi palabra no puede menos de ser aliento cordial a actuar cada vez más y cada vez mejor por el bien de las instituciones religiosas y eclesiásticas, confiadas a vuestros cuidados. La importancia de vuestras tareas sólo se puede comparar a su delicadeza; de aquí vuestra responsabilidad que se ejercerá tanto más positivamente cuanto más vivo sea en vosotros el sentido de la Iglesia y de su servicio al Señor y a los hombres.

Recibid mi bendición en prenda de la particular asistencia divina para vuestra valiosa actividad.

(A los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados)

Saludo cordialmente ahora a todos los grupos de jóvenes y, entre éstos, a las jóvenes del Movimiento GEN, reunidas para un congreso en el Centro Mariápolis.

Queridísimos jóvenes:

Cuando celebrábamos la fiesta de la Presentación del Señor en el Templo el sábado pasado, la liturgia nos invitaba a salir al encuentro de Jesús, "luz que ilumina a las gentes" (
Lc 2,32). Sea, pues, Jesús la luz de vuestra mirada interior, la guía de vuestros pasos, el criterio de vuestras opciones, el que alegre vuestra juventud, y la colme de esperanza, valentía y gozo. De este modo vuestras obras serán luminosas y "cuanto hay de verdadero, noble, justo... sea objeto de vuestros pensamientos" (cf. Flp Ph 4 Flp Ph 8).

Deseo, luego, saludar en particular a a varias peregrinaciones de escolares aquí presentes.

Queridos muchachos: Hablando a vosotros tengo presentes en este momento a los de vuestra edad que han sido víctimas de secuestros, entre ellos al pequeño Giovanni Furci, de Locri, de nueve años, secuestrado estos últimos días cuando estaba en el colegio, con angustia inmensa de sus padres y hermanitos. Dirijo mi más apremiante llamamiento para que los secuestradores escuchen la sugerencia interior de la bondad, de la honradez y de la comprensión, y devuelvan al niño al amor de su familia, a la que envío toda mi solidaridad, mi preocupación, mi oración y mi deseo de que vuelvan a abrazar pronto a su querido hijito.

Queridos enfermos aquí presentes y cuantos, incluso lejos, estáis afligidos en el cuerpo y el espíritu. El Papa os mira con predilección, pues, por llevar la imagen de Cristo paciente, estáis llamados a dar testimonio muy especial de adhesión a la voluntad del Padre celestial, de fe dócil y serena en sus misteriosos designios, y de comunión con Jesús.

¡Animo en vuestra enfermedad! Confiad, fuertes en la esperanza, y el Señor sacará del sufrimiento una inmensa riqueza para vosotros y para los demás. Pido por ello y os acompaño en vuestro camino de fe con mi bendición apostólica.

21 Y ahora mi saludo y felicitación a los recién casados. Queridísimos: El Señor ha bendecido vuestro amor, que El mismo ha inspirado y santificado y al que ha dado la garantía y el sello indefectible de su gracia mediante el "gran sacramento" del matrimonio.

Sed fieles a la gracia de este sacramento con la oración, cultivando pensamientos de honradez y de respeto mutuo, alejando toda tentación de egoísmo. Encomendad vuestro amor a la Santísima Virgen, presente también en vuestra boda, como en Caná. Que Ella os alcance gracia continua para vosotros y para todas las familias cristianas. Os bendigo de corazón



Miércoles 13 de febrero de 1980



(La audiencia general del miércoles 13 de febrero se desarrolló en dos fases. La primera estuvo reservada a los grupos juveniles y tuvo lugar en la Sala de las Bendiciones. La segunda fase tuvo lugar en la Sala Pablo VI donde pronunció su catequesis)

Teología del cuerpo

1. La meditación de hoy presupone cuanto ya se sabe por los diversos análisis hechos hasta ahora. Estos brotan de la respuesta que dio Jesús a sus interlocutores (Evangelio de San Mt 19,3-9 y San Mc 10,1-12), que le habían presentado una cuestión sobre el matrimonio, sobre su indisolubilidad y unidad. El Maestro les había recomendado considerar atentamente lo que era "desde el principio". Y precisamente por esto, en el ciclo de nuestras meditaciones hasta hoy, hemos intentado reproducir de algún modo la realidad de la unión, o mejor, de la comunión de personas, vivida "desde el principio" por el hombre y por la mujer. A continuación hemos tratado de penetrar en el contenido del conciso versículo 25 del Génesis 2: "Estaban ambos desnudos, el hombre y la mujer, sin avergonzarse de ello".

Estas palabras hacen referencia al don de la inocencia originaria, revelando su carácter de manera, por así decir, sintética. La teología, basándose en esto, ha construido la imagen global de la inocencia y de la justicia originaria del hombre, antes del pecado original, aplicando el método de la objetivación, específico de la metafísica y de la antropología metafísica. En el presente análisis tratamos más bien de tomar en consideración el aspecto de la subjetividad humana; ésta, por lo demás, parece encontrarse más cercana a los textos originarios, especialmente al segundo relato de la creación, esto es, el yahvista.

2. Independientemente de una cierta diversidad de interpretación, parece bastante claro que "la experiencia del cuerpo" como podemos deducir del texto arcaico del Gén 2, 23, y más aún del Gén 2, 25, indica un grado de "espiritualización" del hombre, diverso del que habla el mismo texto después del pecado original (cf. Gn 3) y que nosotros conocemos por la experiencia del hombre "histórico". Es una medida diversa de "espiritualización", que comporta otra composición de las fuerzas interiores del hombre mismo, como otra relación cuerpo-alma, otras proporciones internas entre la sensitividad, la espiritualidad, la afectividad, es decir, otro grado de sensibilidad interior hacia los dones del Espíritu Santo. Todo esto condiciona el estado de inocencia originaria del hombre y a la vez lo determina permitiéndonos también comprender el relato del Génesis.La teología y también el Magisterio de la Iglesia han dado una forma propia a estas verdades fundamentales [1].

3. Al emprender el análisis del "principio" según la dimensión de la teología del cuerpo, lo hacemos basándonos en las palabras de Cristo, con las que El mismo se refirió a ese "principio". Cuando dijo: "¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo varón y mujer?" (Mt 19,4), nos mandó y nos manda siempre retornar a la profundidad del misterio de la creación. Y lo hacemos teniendo plena conciencia del don de la inocencia originaria, propia del hombre antes del pecado original. Aunque una barrera insuperable nos aparte de lo que el hombre fue entonces como varón y mujer, mediante el don de la gracia unido al misterio de la creación, y de lo que ambos fueron el uno para el otro, como don recíproco, sin embargo, intentamos comprender ese estado de inocencia originaria en conexión con el estado "histórico" del hombre después del pecado original: "status naturae lapsae simul et redemptae".

Por medio de la categoría del "a posteriori histórico", tratamos de llegar al sentido originario del cuerpo, y de captar el vínculo existente entre él y la índole de la inocencia originaria en la "experiencia del cuerpo", como se hace notar de manera tan significativa en el relato del libro del Génesis. Llegamos a la conclusión de que es importante y esencial precisar este vínculo no sólo en relación con la "prehistoria teológica" del hombre, donde la convivencia del varón y de la mujer estaba casi completamente penetrada por la gracia de la inocencia originaria, sino también en su posibilidad de revelarnos las raíces permanentes del aspecto humano y sobre todo teológico del ethos del cuerpo.

4. El hombre entra en el mundo y casi en la trama íntima de su porvenir y de su historia, con la conciencia del significado esponsalicio del propio cuerpo, de la propia masculinidad y feminidad. La inocencia originaria dice que ese significado está condicionado "éticamente" y además que, por su parte, constituye el porvenir del ethos humano. Esto es muy importante para la teología del cuerpo: es la razón por la que debemos construir esta teología "desde el principio", siguiendo cuidadosamente las indicaciones de las palabras de Cristo.

22 En el misterio de la creación, el hombre y la mujer han sido "dados" por el Creador, de modo particular, el uno al otro, y esto no sólo en la dimensión de la primera pareja humana y de la primera comunión de personas, sino en toda la perspectiva de la existencia del género humano y de la familia humana. El hecho fundamental de esta existencia del hombre en cada una de las etapas de su historia es que Dios "los creó varón y mujer"; efectivamente, siempre los crea de este modo y siempre son así. La comprensión de los significados fundamentales, encerrados en el misterio mismo de la creación, como el significado esponsalicio del cuerpo (y de los condicionamientos fundamentales de este significado) es importante e indispensable para conocer quién es el hombre y quién debe ser, y por lo tanto cómo debería plasmar la propia actividad. Es cosa esencial e importante para el porvenir del ethos humano.

5. El Génesis
Gn 2,24 constata que los dos, varón y mujer, han sido creados para el matrimonio: "Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y vendrán a ser los dos una sola carne". De este modo se abre una gran perspectiva creadora: que es precisamente la perspectiva de la existencia del hombre, que se renueva continuamente por medio de la "procreación" (se podría decir de la "autorreproducción"). Esta perspectiva está profundamente arraigada en la conciencia de la humanidad (cf. Gn 2,23) y también en la conciencia particular del significado esponsalicio del cuerpo (cf. Gn 2,25). El varón y la mujer, antes de convertirse en marido y esposa (en concreto hablará de ello a continuación el Gn 4,1), surgen del misterio de la creación ante todo como hermano y hermana en la misma humanidad. La comprensión del significado esponsalicio del cuerpo en su masculinidad y feminidad revela lo íntimo de su libertad, que es libertad de don. De aquí arranca esa comunión de personas, en la que ambos se encuentran y se dan recíprocamente en la plenitud de su subjetividad. Así ambos crecen como personas-sujetos, y crecen recíprocamente el uno para el otro, incluso a través de su cuerpo y a través de esa "desnudez" libre de vergüenza. En esta comunión de personas está perfectamente asegurada toda la profundidad de la soledad originaria del hombre (del primero y de todos) y, al mismo tiempo, esta soledad viene a ser penetrada y ampliada de modo maravilloso por el don del "otro". Si el hombre y la mujer dejan de ser recíprocamente don desinteresado, como lo eran el uno para el otro en el misterio de la creación, entonces se dan cuenta de que "están desnudos" (cf. Gn 3). Y entonces nacerá en sus corazones la vergüenza de esa desnudez, que no habían sentido con el estado de inocencia originaria.

La inocencia originaria manifiesta y a la vez constituye el ethos perfecto del don.

Volveremos todavía sobre este tema.

Notas

[1] Si quis non confitetur primum hominem Adam, cum mandatum Dei in paradiso fuisset trasgressus, statim sactitatem et justitiam, in qua constitutus fuerat, amisisse... anathema sit". (Conc. Trident., sess V, can. 1, 2; DS 788 DS 789).

"Protoparentes in statu sanctitatis et justitiae constituti fuerunt. (...) Status justitiae originalis protoparentibus collatus, erat gratuitus et vere supernaturalis. (...) Protoparentes constituti sunt in statu naturae integrae, id est, immunes a concupiscentia, ignorantia, dolore et morte... singularique felicitate gaudebant. (...) Dona integritatis protoparentibus collata, erant gratuita et praeternaturalia". (A. Tanquerey, Synopsis Theologiae Dogmaticae, Parisiis 194324, pp. 534-549).



Saludos

Me es grato dar la bienvenida cordial a la nutrida peregrinación de la parroquia de Porto Santo Stefano, presidida por el administrador apostólico mons. D'Ascenzi, que ha venido aquí con ocasión del 250 aniversario de la construcción de la primera iglesia, dedicada allá al Protomártir, y asimismo en el 30 aniversario de la reconstrucción del templo destruido por los bombardeos.

Os expreso mi complacencia sincera, queridísimos hermanos y hermanas, por el testimonio de fe en Cristo que dais en vuestra vida diaria, hecha de fatigas y de laboriosidad generosa; me complazco asimismo en vuestra devoción a la Virgen, que os ha motivado a construir una iglesia dedicada al misterio de su Inmaculada Concepción; y os doy las gracias por el afecto que me demostráis. Tengo conocimiento del interés religioso con que atendéis a vuestra formación espiritual, moral e intelectual a fin de responder a las exigencias y necesidades del tiempo presente, representadas de modo particular por las generaciones jóvenes; y ello, para ser portadores y transmisores de Cristo vivo en un contexto social vibrante de vida.

Con el deseo de que este testimonio sea cada vez más penetrante y activo, os imparto de corazón la bendición apostólica extensiva a vuestras familias.

23 (A un grupo de obispos de varios continentes)

Me proporciona gran felicidad dirigir hoy un saludo particular a los obispos que toman parte en una reunión de reflexión y de renovación espiritual en el centro Mariápolis de Rocca di Papa. Con frecuencia tengo ocasión de acoger aquí a numerosos jóvenes del Movimiento de los Focolarinos que se ejercitan en la vida de caridad. No podernos predicar a los jóvenes la unión fraterna sin tratar de vivirla en todos los niveles de la Iglesia. Esto es especialmente importante para los obispos; el Concilio ha insistido en su solidaridad en la colegialidad: colegialidad efectiva, en las responsabilidades pastorales que deben converger en el mismo afán de autenticidad de la Iglesia y de la evangelización; una colegialidad afectiva. también, que establece una comunión de sentimientos fraternos, entre sí y con el Sucesor de Pedro, de acuerdo con el mandamiento del amor del Señor: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos" (
Jn 13,35). Sí, esta comunión es nuestro testimonio capital: lo hemos recalcado bien en la reunión reciente de los obispos holandeses. Me gozo en la espiritualidad que os ayuda hoy a hacerla realidad de modo creciente. Que el Señor os bendiga.


Entre los varios grupos de lengua italiana presentes en este encuentro, deseo mencionar también a algunos de los más numerosos y significativos.

Saludo a la peregrinación de los guardias urbanos, de los ferroviarios y de los donantes de sangre de la "Avis" de la ciudad de Viterbo, acompañados de su obispo mons. Luigi Boccadoro. De corazón les deseo que desempeñen siempre con generosidad su valioso servicio social.

— A los dirigentes y a todo el personal de "Teleradiocentroitalia" les deseo una dedicación verdaderamente constructiva en su contacto diario con los usuarios.

— A los expositores de la "Mostra Brevetti e invenzioni" de la "Feria de Roma" expreso mi complacencia por su ingenio puesto al servicio del provecho de todos.

— A los muchachos de la "Orquesta nueva" de Rapallo, provincia de Génova, les aseguro mi afecto, y les animo a cultivar bien su noble arte.

— Y, en fin, a los miembros de la coral de la República de San Marino doy cordialmente las gracias por la ejecución que nos han ofrecido, y al mismo tiempo hago votos para que toda su vida sea un canto al Señor.

Con sincero afecto a todos va mi cordial bendición.

El pensamiento va después a los enfermos que honran con su presencia la audiencia de esta mañana. Hijos queridísimos: El Papa os tiene en gran estima y os da las gracias por aportación importantísima que presta cada uno de vosotros a la vida de la Iglesia con el sufrimiento propio. Tened ánimo: el sufrimiento pasa, el haber sufrido queda como título imperecedero de mérito ante Dios y ante los hermanos. Os conforte mi bendición apostólica.

Están presentes también en esta audiencia numerosas parejas de recién casados. Hijos queridísimos: Al dirigiros mi saludo, os deseo que se haga realidad en vuestra vida el proyecto divino que el libro del Génesis describe de modo tan sugestivo. Que vuestro amor, redimido por Cristo, sepa realizar ese don recíproco total que, fundiendo vuestras existencias en una auténtica de comunión de personas, abierta responsablemente a la generación de nuevos seres humanos, permita a cada uno "encontrar" en el otro la verdad más profunda de sí mismo. Con mi bendición apostólica.

A los grupos juveniles en la Sala de las Bendiciones


24 Queridísimos jóvenes, muchachos y muchachas:

Los aplausos y la acogida jubilosa que habéis querido brindarme mientras entraba en esta sala y pasaba entre vuestros grupos, diferentes por la edad y las clases escolares a que pertenecéis, pero unánimes por el entusiasmo, revelan ya de por sí vuestro ánimo sincero, y el interés que ponéis en las manifestaciones de fe, y el afecto que nutrís hacia la Iglesia y el Papa, su Cabeza visible.

Os saludo cordialmente a todos y os agradezco el gozo que proporcionáis con vuestra significativa presencia. Ante todo a vosotros, que habéis venido aquí con vuestros padres, profesores y párrocos al finalizar los cursos de catecismo que os han preparado a recibir devotamente y con fruto los sacramentos de la primera comunión y de la confirmación; y luego saludo a todos los demás, provenientes de las escuelas elementales, medias y superiores, entre las que me complace citar a dos institutos romanos: el Liceo Lingüístico del Sagrado Corazón de "Trinità dei Monti", y el Liceo-Gimnasio "Vírgilio".

Mi pensamiento va en primer lugar a vuestros educadores por los cuidados incesantes que dedican a vosotros muchachos en los diversos ambientes de la vida familiar, escolar y recreativa, y por la obra que llevan a cabo con sabiduría y amor para ayudaros a crecer, como el Niño Jesús, "en sabiduría y edad y gracia ante Dios y ente los hombres" (
Lc 2,52).

A vosotros ciertamente no se os escapa la importancia que Jesús atribuyó a los niños, los cuales con frecuencia llegaron a ser los protagonistas de algunas páginas del Evangelio e incluso fueron puestos de modelo a los mayores: "Si no os hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos" (Mt 18,3 Mc 10,15 Lc 18,17 Jn 3,5). Hasta tal punto son objeto de acogida entrañable que podría parecer inconcebible para la magnitud misteriosa de su personalidad, si no nos lo certificaran los hechos. ¿Acaso no fue El quien dijo a sus discípulos: "Dejad que los niños vengan a Mí"? (Mc 10,4 Mt 19,14 Lc 18,16).

Ante tan gran predilección, no sólo los pequeños de las escuelas elementales, sino también los que ya son mayores y frecuentan las escuelas superiores, deben sacar estímulo para amar cada vez más a Jesús, para ir a El, para conocerlo y seguirle sin cansarse jamás ni retroceder. Elegid como Maestro supremo y Salvador a Cristo. El os librará de las pasiones egoístas, de las modas arbitrarias y del mimetismo de masa. ¡Cuántos jóvenes creen que son libres porque se han substraído de la autoridad de los padres y educadores, sin darse cuenta en cambio de que han pasado a ser esclavos del arbitrio de un grupo!

Confiad en Cristo y en la Iglesia que os lo presenta. Tened la valentía de demostrar con los hechos la fuerza liberadora de su amor y de su enseñanza. Así contribuiréis a hacer el mundo más bueno, más justo y más fraterno, en un momento en que la violencia del odio tiñe de sangre las calles de nuestras ciudades. Todo esto será para vosotros una experiencia fuerte que os exigirá sacrificio y hasta heroísmo tal vez, pero la victoria será nuestra porque el Señor os repite lo mismo que un día a los pescadores de Galilea: "Animo, soy yo, no temáis" (Mc 6, Mc 6,50).

Con estos pensamientos y deseos invoco de todo corazón sobre vosotros y vuestros amigos la protección continua del Señor y la plenitud de sus bendiciones.






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