Audiencias 1980 24

Sala Pablo VI

Miércoles 20 de febrero de 1980

(La audiencia general del 20 de febrero se desarrolló en dos fases. La primera tuvo lugar en la Sala de las Bendiciones donde se había congregado los jóvenes)

La primera fiesta de la humanidad según el relato del \IGénesis

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1. El libro del Génesis pone de relieve que el hombre y la mujer han sido creados para el matrimonio: "...Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre; y se adherirá a su mujer; y vendrán a ser los dos una sola carne" (
Gn 2,24). De este modo se abre la gran perspectiva creadora de la existencia humana, que se renueva constantemente mediante la "procreación" que es "autorreproducción". Esta perspectiva está radicada en la conciencia de la humanidad y también en la comprensión particular del significado esponsalicio del cuerpo, con su masculinidad y feminidad. Varón y mujer, en el misterio de la creación, son un don recíproco. La inocencia originaria manifiesta y a la vez determina el ethos perfecto del don.

Hablamos de esto durante el encuentro precedente. A través del ethos del don se delinea en parte el problema de la "subjetividad" del hombre, que es un sujeto hecho a imagen y semejanza de Dios. En el relato de la creación (particularmente en el Gn 2,23-25), "la mujer" ciertamente no es sólo "un objeto" para el varón, aún permaneciendo ambos el uno frente a la otra en toda la plenitud de su objetividad de criaturas, como "hueso de mis huesos y carne de mi carne", como varón y mujer, ambos desnudos. Sólo la desnudez que hace "objeto" a la mujer para el hombre, o viceversa, es fuente de vergüenza. El hecho de que "no sentían vergüenza" quiere decir que la mujer no era un "objeto" para el varón, ni él para ella. La inocencia interior como "pureza de corazón", en cierto modo, hacía imposible que el uno fuese reducido de cualquier modo por el otro al nivel de puro objeto. Si "no sentían vergüenza" quiere decir que estaban unidos por la conciencia del don, tenían recíproca conciencia de sus cuerpos, en lo que se expresa la libertad del don y se manifiesta toda la riqueza interior de la persona como sujeto. Esta recíproca compenetración del "yo" de las personas humanas, del varón y de la mujer, parece excluir subjetivamente cualquiera "reducción a objeto". En esto se revela el perfil subjetivo de ese amor, del que se puede decir, sin embargo, que "es objetivo" hasta el fondo, en cuanto se nutre de la misma recíproca "objetividad" del don.

2. El hombre y la mujer, después del pecado original, perderán la gracia de la inocencia originaria. El descubrimiento del significado esponsalicio del cuerpo dejará de ser para ellos una simple realidad de la revelación y de la gracia. Sin embargo, este significado permanecerá como prenda dada al hombre por el ethos del don, inscrito en lo más profundo del corazón humano, como eco lejano de la inocencia originaria. De ese significado esponsalicio del cuerpo se formará el amor humano en su verdad interior y en su autenticidad subjetiva. Y el hombre —aunque a través del velo de la vergüenza— se descubrirá allí continuamente a sí mismo como custodio del misterio del sujeto, esto es, de la libertad del don, capaz de defenderla de cualquier reducción a posiciones de puro objeto.

3. Sin embargo, por ahora, nos encontramos ante los umbrales de la historia terrena del hombre. El varón y la mujer no los han atravesado todavía hacia la ciencia del bien y del mal. Están inmersos en el misterio mismo de la creación, y la profundidad de este misterio escondido en su corazón es la inocencia, la gracia, el amor y la justicia: "Y vio Dios ser muy bueno cuanto había hecho" (Gn 1,31). El hombre aparece en el mundo visible como la expresión más alta del don divino, porque lleva en sí la dimensión interior del don. Y con ella trae al mundo su particular semejanza con Dios, con la que transciende y domina también su "visibilidad" en el mundo, su corporeidad, su masculinidad o feminidad, su desnudez. Un reflejo de esta semejanza es también la conciencia primordial del significado esponsalicio del cuerpo, penetrada por el misterio de la inocencia originaria.

4. Así, en esta dimensión, se constituye un sacramento primordial, entendido como signo que transmite eficazmente en el mundo visible el misterio invisible escondido en Dios desde la eternidad. Y éste es el misterio de la verdad y del amor, el misterio de la vida divina, de la que el hombre participa realmente. En la historia del hombre, es la inocencia originaria la que inicia esta participación y es también fuente de la felicidad originaria. El sacramento, como signo visible, se constituye con el hombre, en cuanto "cuerpo", mediante su "visible" masculinidad y feminidad. En efecto, el cuerpo, y sólo él, es capaz de hacer visible lo que es invisible: lo espiritual y lo divino. Ha sido creado para transferir a la realidad visible del mundo el misterio escondido desde la eternidad en Dios, y ser así su signo.

5. Por lo tanto, en el hombre creado a imagen de Dios se ha revelado, en cierto sentido, la sacramentalidad misma de la creación, la sacramentalidad del mundo. Efectivamente, el hombre, mediante su corporeidad, su masculinidad y feminidad, se convierte en signo visible de la economía de la verdad y del amor, que tiene su fuente en Dios mismo y que ya fue revelada en el misterio de la creación. En este amplio telón de fondo comprendemos plenamente las palabras que constituyen el sacramento del matrimonio, en el Génesis 2, 24 ("Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre; y se adherirá a su mujer; y vendrán a ser los dos una sola carne"). En este amplio telón de fondo comprendemos además, que las palabras del Génesis 2, 25 ("Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, sin avergonzarse de ello"), a través de toda la profundidad de su significado antropológico, expresan el hecho de que juntamente con el hombre entró la santidad en el mundo visible, creado para él. El sacramento del mundo, y el sacramento del hombre en el mundo, proviene de la fuente divina de la santidad y simultáneamente está instituido para la santidad. La inocencia originaria, unida a la experiencia del significado esponsalicio del cuerpo, es la misma santidad que permite al hombre expresarse profundamente con el propio cuerpo, y esto precisamente mediante el "don sincero" de sí mismo. La conciencia del don condiciona, en este caso, "el sacramento del cuerpo": el hombre se siente, en su cuerpo de varón o de mujer, sujeto de santidad.

6. Con esta conciencia del significado del propio cuerpo, el hombre, como varón y mujer, entra en el mundo como sujeto de verdad y de amor. Se puede decir que el Génesis 2, 23-25 relata como la primera fiesta de la humanidad en toda la plenitud originaria de la experiencia del significado esponsalicio del cuerpo: y es una fiesta de la humanidad, que trae origen de las fuentes divinas de la verdad y del amor en el misterio mismo de la creación. Y aunque, muy pronto, sobre esta fiesta originaria se extienda el horizonte del pecado y de la muerte (cf. Gn 3), sin embargo, ya desde el misterio de la creación sacamos una primera esperanza: es decir, que el fruto de la economía divina de la verdad y del amor, que fue revelada desde "el principio", no es la muerte, sino la vida, y no es tanto la destrucción del cuerpo del hombre creado "a imagen de Dios", cuanto más bien la "llamada a la gloria" (cf. Rm 8,30).

Saludos

A la "Coral Fischer" y a la orquesta, sinfónica de Stuttgart les renuevo con. agrado mi cordial saludo de bienvenida a la Ciudad Eterna y al Vaticano. Doy las gracias al director y a todos los cantores Por el programa musical con el que habéis querido honrarme a mí y a todos los participantes en la audiencia. Vosotros concebís, no sólo este viaje a Roma, sino toda la múltiple y artística actividad de vuestro coro, dentro y fuera de vuestro país, como una contribución a la comprensión de los pueblos y a la paz en el mundo. La música y el canto coral son especialmente idóneos para unir a los hombres y hacer surgir una comunidad, aun por encima de diferencias lingüísticas y étnicas. Deseo de corazón un gran éxito a vuestro laudable esfuerzo y por ello pido para vosotros la protección y la bendición de Dios.


En nombre de todos los presentes saludo también muy cordialmente a los grupos de jóvenes enfermos de Insbruck; junto con quienes están a su cuidado. Vuestra presencia me resulta especialmente grata, ya que vosotros, con la cruz de vuestro sufrimiento, estáis unidos a Cristo de un modo singular. Mientras que vosotros aceptéis y soportéis vuestra enfermedad a ejemplo y con la fuerza de Cristo sufriente, la enfermedad será para vosotros mismos y para la Iglesia una preciosa fuente de consuelo, de purificación y de fortaleza en lo más profundo del ser humano. Que sea esto lo que Dios os conceda con su gracia y por medio de mi bendición apostólica.


26 Un saludo especial deseo reservar al grupo de voluntarios italianos y europeos del Movimiento de Focolarinos que han venido a la audiencia desde el Centro Mariápolis de Rocca di Papa, donde se han reunido para su congreso anual en el que han meditado sobre el tema "La caridad como ideal".

Queridísimos: Estoy contento de veros tan numerosos y entusiastas, y os deseo que llevéis a todas partes el fuego y el ideal de la caridad con alegría santa y serena. El mismo Jesús hizo de la caridad el imperativo categórico de todo cristiano: "Un precepto nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; como yo os he amado, así también amaos mutuamente" (
Jn 13,34).

La caridad debe ser de verdad el ideal del cristiano siempre, pero especialmente en nuestra sociedad moderna tan necesitada de bondad, comprensión, misericordia, paciencia, perdón, entrega. Vivid, pues, con gran alegría el ideal de la caridad. Os ayude también mi bendición especial.


Doy ahora mi bienvenida al curso-base para matrimonios animadores de la Pastoral familiar, organizado por la Acción Católica Italiana sobre el tema: “Novios y esposos en la comunidad”.

Queridísimos: Me complazco vivamente en vuestra voluntad de profundizar que sólo Jesucristo auténticamente conocido, amado, seguido testimoniado, es la salvación también de la familia y especialmente de los jóvenes que se preparan al matrimonio. Y os exhortó a colaborar generosamente con vuestros obispos y párrocos en la puesta en práctica de sus directrices y programas de actividades en los distintos campos de apostolado. Y os acompañe siempre mi bendición agradecida y afectuosa.



A los enfermos aquí presentes deseo dedicar un saludo muy particular. Queridísimos: Sabed que el Papa os está cercano. Sed fuertes en la fe y tened siempre ante los ojos a Jesús crucificado, conformándoos con El no sólo al soportar pacientemente el sufrimiento, sino también para comprender todo lo fecundo que éste puede ser para vosotros y los demás. Os deseo que podáis repetir también vosotros con San Pablo: "Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros y suplo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1,24).

Y mi bendición cordial sea prenda de la fortificante gracia divina sobre vosotros y vuestros seres queridos.

Dirijo finalmente un saludo afectuoso a los recién casados. Queridos míos: Como sabéis, el matrimonio que habéis contraído es algo tan grande que los antiguos Profetas y luego San Pablo han llegado hasta ver en él un signo de la unión entre Dios y su Pueblo. Os deseo, y lo pido al Señor, que estéis siempre a la altura de esta nobleza por medio de un amor indefectible, que se exprese como un don constante y recíproco en una total comunión de personas y sea fecundo de vida. Sólo a esta luz podréis también afrontar y superar las dificultades que nunca faltan, las cuales, lejos de atenuar vuestra entrega mutua, la afirmarán cada vez más, como dice el texto del Cantar de los Cantares: "No pueden aguas copiosas extinguir el amor, ni arrastrarlo los ríos" (Ct 8,7). Así sea con la ayuda de la gracia de Dios que invoco abundantemente sobre vosotros; a la vez que os concedo mi bendición.

A los jóvenes


1. Queridísimos muchachos y jóvenes: Mi encuentro con vosotros tan deseado siempre, coincide con un día de gran recogimiento, con una llamada precisa a la necesidad de convertirnos, de mejorar, de subir hacia lo alto.

Con el rito austero de la imposición de la ceniza en nuestra cabeza de hombres mortales, hoy pronuncia la Iglesia palabras que levantan resonancias íntimas en el alma. Su voz majestuosa y amonestadora es la voz del mismo Dios: "Eres polvo y en polvo te convertirás". De hecho, esta ceniza es símbolo del valor relativo de todo lo terreno, de la precariedad extrema y fragilidad de la vida presente por sus límites, condicionamientos, contradicciones y dificultades. De aquí la exhortación maternal de la Iglesia a liberar el espíritu de toda forma de apego desordenado a las realidades de la tierra para poder mirar con confianza a la resurrección.

Sin embargo, vosotros sabéis bien, queridísimos muchachos y jóvenes, que el encuentro con Cristo resucitado debe prepararse con voluntad de crecimiento personal a lo largo de esta existencia nuestra en el tiempo, y también mediante la dedicación a una obra constructiva de elevación humana y animación cristiana del ambiente que nos rodea. Esta visión valiente y "comprometida" de la vida, que tanto se adecua a vuestra audacia generosa, incluye por tanto los conceptos de penitencia, notificación y renuncia que brotan del deseo firme de justicia y del amor intenso a Dios.

27 2. Penitencia es sinónimo de conversión y conversión quiere decir superación de cuanto contrasta con la dignidad de hijos de Dios, especialmente de las pasiones desenfrenadas que el Apóstol y Evangelista San Juan llama "concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y orgullo de la vida" (1Jn 2,16), fuerzas del mal siempre insidiosas y siempre al acecho, si bien se presentan a veces con aspecto lisonjero. Contra ellas se necesita la lucha permanente a que nos invita de modo particular el tiempo de Cuaresma que comienza hoy y tiene por finalidad el retorno sincero al Padre celestial infinitamente bueno y misericordioso.

3. Este retorno, fruto de un acto de amor, será tanto más expresivo y grato a El, cuanto más acompañado vaya del sacrificio de algo necesario y, sobre todo, de las cosas superfluas. A vuestra iniciativa se ofrece una gama vastísima de acciones, que van desde el cumplimiento asiduo y generoso de vuestro deber diario, a la aceptación humilde y gozosa de los contratiempos molestos que puedan presentarse a lo largo del día y a la renuncia de algo que sea muy agradable a fin de poder socorrer a quien está necesitado; pero sobre todo es agradabilísima al Señor la caridad del buen ejemplo exigido por el hecho de que pertenecemos a una familia de fe cuyos miembros son interdependientes y cada uno está necesitado de la ayuda y apoyó de todos los otros. El buen ejemplo no sólo actúa fuera, sino que va a lo hondo y construye en el otro el bien más precioso y efectivo que es el de la coherencia con la propia vocación cristiana.

4. Todas estas cosas son difíciles de ponerse en práctica; para nuestras fuerzas débiles se necesita un suplemento' de energía. ¿Dónde podremos encontrarlo? Recordemos las palabras del Divino Salvador: "Sin mí no podéis hacer nada" (Jn 15,5). Y a El debemos recurrir, pero ya sabéis que a Cristo se le encuentra en el diálogo personal de la oración y de modo particular en la realidad de los sacramentos. La Cuaresma es el tiempo más propicio para acudir a estas fuentes divinas de la vida sobrenatural; con el sacramento de la penitencia nos reconciliamos con Dios y con los hermanos; con la Eucaristía recibimos a Cristo que sostiene nuestra voluntad flaca y titubeante.

Al animaros a esta tarea de purificación y renovación, invoco sobre vuestros propósitos la ayuda del Espíritu Divino y de todo corazón imparto a vosotros y vuestras familias respectivas la bendición apostólica.



Marzo de 1980

Miércoles 5 de marzo de 1980

(La audiencia del miércoles 5 de marzo se desarrolló en dos fases: la primera en la basílica de San Pedro, donde el Papa habló a los jóvenes, y la segunda en el Sala Pablo VI, donde pronunció su catequesis)

Sala Pablo VI

El significado bíblico del "conocimiento" en la convivencia matrimonial

1. Al conjunto de nuestros análisis, dedicados al "principio" bíblico, deseamos añadir todavía un breve pasaje tomado del capítulo IV del libro del Génesis. Sin embargo, a este fin es necesario referirse siempre a las palabras que pronunció Cristo en la conversación con los fariseos (cf. Mt 19 y Mc 10) [1], en el ámbito de las cuales se desarrollan nuestras reflexiones; éstas miran al contexto de la existencia humana, según las cuales la muerte y la consiguiente destrucción del cuerpo (ateniéndose a ese: "al polvo volverás, del Gn 3,19) se han convertido en la suerte común del hombre. Cristo se refiere al "principio", a la dimensión originaria del misterio de la creación, en cuanto que esta dimensión ya había sido rota por el mysterium iniquitatis, esto es, por el pecado y, juntamente con él, también por la muerte: mysterium mortis. El pecado y la muerte entraron en la historia del hombre, en cierto modo, a través del corazón mismo de esa unidad, que desde el "principio" estaba formada por el hombre y por la mujer, creados y llamados a convertirse en "una sola carne" (Gn 2,24). Ya al comienzo de nuestras meditaciones hemos constatado que Cristo, al remitirse al "principio", nos lleva, en cierto modo, más allá del límite del estado pecaminoso hereditario del hombre hasta su inocencia originaria; él nos permite encontrar así la continuidad y el vínculo que existe entre estas dos situaciones, mediante las cuales se ha producido el drama de los orígenes y también la revelación del misterio del hombre al hombre histórico.

Esto, por decirlo así, nos autoriza a pasar, después de los análisis que miran al estado de inocencia originaria, al último de ellos, es decir, al análisis del "conocimiento y de la generación".
28 Temáticamente está íntimamente unido a la bendición de la fecundidad, inserta en el primer relato de la creación del hombre como varón y mujer (cf. Gn 1,27-28). En cambio, históricamente ya está inserta en ese horizonte de pecado y de muerte que, como enseña el libro del Génesis (cf. Gn 3) ha gravado sobre la conciencia del significado del cuerpo humano, junto con la transgresión de la primera Alianza con el Creador.

2. En el Génesis 4, y todavía, pues, en el ámbito del texto yahvista, leemos: "Conoció el hombre a su mujer, que concibió y parió a Caín, diciendo: 'He alcanzado de Yahvé un varón'. Volvió a parir, y tuvo a Abel, su hermano" (Gn 4,12). Si conectamos con el "conocimiento" ese primer hecho del nacimiento de un hombre en la tierra, lo hacemos basándonos en la traducción literal del texto, según el cual la "unión" conyugal se define precisamente como "conocimiento". De hecho, la traducción citada dice así: "Adán se unió a Eva su mujer", mientras que a la letra se debería traducir: "conoció a su mujer", lo que parece corresponder más adecuadamente al término semítico jadac [2]. Se puede ver en esto un signo de pobreza de la lengua arcaica, a la que faltaban varias expresiones para definir hechos diferenciados. No obstante, es significativo que la situación, en la que marido y mujer se unen tan íntimamente entre sí que forman "una sola carne", se defina un "conocimiento". Efectivamente, de este modo, de la misma pobreza del lenguaje parece emerger una profundidad específica de significado, que se deriva precisamente de todos los significados analizados hasta ahora.

3. Evidentemente, esto es también importante en cuanto al "arquetipo" de nuestro modo de considerar al hombre corpóreo, su masculinidad y su feminidad, y por tanto su sexo. Efectivamente, así a través del término "conocimiento", utilizado en el Gén 4, 1-2 y frecuentemente en la Biblia, la relación conyugal del hombre y la mujer, es decir, el hecho de que, a través de la dualidad del sexo, se conviertan en una "sola carne", ha sido elevado e introducido en la dimensión específica de las personas. El Génesis 4, 1-2 habla sólo del "conocimiento" de la mujer por parte del hombre, como para subrayar sobre todo la actividad de este último. Pero se puede hablar también de la reciprocidad de este "conocimiento", en el que hombre y mujer participan mediante su cuerpo y su sexo. Añadamos que una serie de sucesivos textos bíblicos, como, por lo demás, el mismo capítulo del Génesis (cf. por ejemplo, Gn 4,17 Gn 4,25), hablan con el mismo lenguaje. Y esto hasta en las palabras que dijo María de Nazaret en la Anunciación: "¿Cómo podrá ser esto, pues yo no conozco varón?" (Lc 1,34).

4. Así, con este bíblico "conoció", que aparece por primera vez en el Gén 4, 1-2, por una parte nos encontramos frente a la directa expresión de la intención humana (porque es propia del conocimiento) y, por otra, frente a toda la realidad de la convivencia y de la unión conyugal, en la que el hombre y la mujer se convierten en una "sola carne". Al hablar aquí de "conocimiento", aunque sea a causa de la pobreza de la lengua, la Biblia indica la esencia más profunda de la realidad de la convivencia matrimonial. Esta esencia aparece como un componente y a la vez como un resultado de esos significados, cuya huella tratamos de seguir desde el comienzo del estudio; efectivamente, forma parte de la conciencia del significado del propio cuerpo. Simultáneamente se convierten así como en el único sujeto de ese acto y de esa experiencia, aún siendo, en esta unidad, dos sujetos realmente diversos. Lo que nos autoriza, en cierto sentido, a afirmar que "el marido conoce a la mujer", o también, que ambos "se conocen" recíprocamente. Se revelan, pues, el uno a la otra, con esa específica profundidad del propio "yo" humano, que se revela precisamente también mediante su sexo, su masculinidad y feminidad. Y entonces, de manera singular, la mujer "es dada" al hombre de modo cognoscitivo, y él a ella.

5. Si debemos mantener la continuidad respecto a los análisis hechos hasta ahora (particularmente respecto a los últimos, que interpretan al hombre en la dimensión del don), es necesario observar que, según el libro del Génesis, datum y donum son equivalentes.

Sin embargo, el Génesis 4, 1-2 acentúa sobre todo el datum. En el "conocimiento" conyugal, la mujer "es dada" al hombre y él a ella, porque el cuerpo y el sexo entran directamente en la estructura y en el contenido mismo de este "conocimiento". Así, pues, la realidad de la unión conyugal, en la que el hombre y la mujer se convierten en "una sola carne", contiene en sí un descubrimiento nuevo y, en cierto sentido, definitivo del significado del cuerpo humano en su masculinidad y feminidad. Pero, a propósito de este descubrimiento, ¿es justo hablar de "convivencia sexual"?. Es necesario tener en cuenta que cada uno de ellos, hombre y mujer, no es sólo un objeto pasivo definido por el propio cuerpo y sexo, y de este modo determinado "por la naturaleza". Al contrario, precisamente por el hecho de ser varón y mujer, cada uno de ellos es "dado" al otro como sujeto único e irrepetible, como "yo" como persona. El sexo decide no sólo la individualidad somática del hombre, sino que define al mismo tiempo su personal identidad y ser concreto. Y precisamente en esta personal identidad y ser concreto, como irrepetible "yo" femenino- masculino, el hombre es "conocido" cuando se verifican las palabras del Génesis Gn 2,24: "El hombre... se unirá a su mujer y los dos vendrán a ser una sola carne". El "conocimiento" de que habla el Génesis Gn 4,1-2 y todos los textos sucesivos de la Biblia, llega a las raíces más íntimas de esta identidad y ser concreto, que el hombre y la mujer deben a su sexo. Este ser concreto significa tanto la unicidad como la irrepetibilidad de la persona.

Valía la pena, pues, reflexionar en la elocuencia del texto bíblico citado y de la palabra "conoció"; a pesar de la aparente falta de precisión terminológica, ello nos permite detenernos en la profundidad y en la dimensión de un concepto, del que frecuentemente nos priva nuestro lenguaje contemporáneo, aún cuando sea muy preciso.



Notas

[1] Es necesario tener en cuenta que, en la conversación con los fariseos (cf. Mt 19,7-9 Mc 10,4-6), Cristo toma posición respecto a la praxis de la ley mosaica acerca del llamado "libelo de repudio". Las palabras: "por la dureza de vuestro corazón", dichas por Cristo, reflejan no sólo "la historia de los corazones", sino también la complejidad de la ley positiva del Antiguo Testamento, que buscaba siempre el "compromiso humano" en este campo tan delicado.

[2] "Conocer" (jadac), en el lenguaje bíblico, no significa solamente un conocimiento meramente intelectual, sino también una experiencia concreta, como, por ejemplo, la experiencia del sufrimiento (cf. Is 53,3), del pecado (cf. Sg 3,13), de la guerra y de la paz (cf. Jg 3,1 Is 59,8). De esta experiencia nace también el juicio moral: "conocimiento del bien y del mal" (Gn 2,9-17).

El "conocimiento" entra en el campo de las relaciones interpersonales, cuando mira a la solidaridad de familia (Dt 33,9) y especialmente las relaciones conyugales. Precisamente refiriéndose al acto conyugal, el término subraya la paternidad de personajes ilustres y el origen de su prole (cf. Gn 4,25 Gn 4,17 y Sg 1,19), como datos válidos para la genealogía, a la que la tradición de los sacerdotes (por herencia de Israel) daba gran importancia.

29 Pero el "conocimiento" podía significar también todas las otras relaciones sexuales, incluso las ilícitas (cf. Nb 31,17 Gn 19,5 Jg 19,22).

En la forma negativa, el verbo denota la abstención de las relaciones sexuales, especialmente si se trata de vírgenes (cf por ejemplo 1R 2,4 Jg 11,39). En este campo, el Nuevo Testamento utiliza dos hebraísmos, al hablar de José (cf. Mt 1,25) y de María (cf. Lc 1,34).

Adquiere un significado particular el aspecto de la relación existencial del "conocimiento", cuando su sujeto u objeto es Dios mismo (por ejemplo, Ps 139 Jr 31,34 Os 2,22 y también Jn 14,7-9 Jn 17,3).



Saludos

El Papa expresa su preocupación por los acontecimientos de Bogotá

Deseo manifestar ahora toda mi ansiedad y preocupación por las noticias que están llegando estos días desde Bogotá, capital de Colombia.

Como sabéis, numerosas personas están detenidas como rehenes, en aquella ciudad, desde hace ya una semana, dentro de la Embajada de la República Dominicana. En un principio eran más, pero el prevalecer de sentimientos humanitarios, en un momento tan dramático, ha hecho que algunas de ellas —mujeres o heridos— hayan sido puestas en libertad.

No obstante, quedan aún dentro otras muchas personas: entre ellas el Nuncio Apostólico, el querido mons. Angelo Acerbi, que en estos días está particularmente presente en mis oraciones; además, varios Embajadores, representantes legítimos de sus respectivos países en aquella nación. En virtud del derecho de gentes, que regula las relaciones internacionales, sus personas y sus libertades son declaradas inviolables. Además son sagrados también los derechos del hombre.

Al deplorar vivamente cuanto está acaeciendo, mi pensamiento afligido va a todas las personas que, de algún modo y por cualquier motivo, sufren en un momento tan doloroso.

Expreso desde lo profundo del corazón el deseo y la esperanza de que se pueda lograr pronto una solución, que vuelva a dar serenidad y consuelo. En efecto, tengo conocimiento de que, a este respecto, las distintas Embajadas están en continuo contacto con el Gobierno colombiano. Diversas naciones, cuyo Embajador está entre los rehenes, han enviado un representante especial para seguir de cerca la situación, que preocupa justamente a los Gobiernos y a la opinión pública, y que a mí me causa profundo dolor. También la Santa Sede ha querido que no faltase un propio enviado especial en Bogotá, en esta hora tan grave, en la persona del mons. Pio Laghi, Nuncio Apostólico en Argentina.

Entretanto, elevo mis plegarias al Señor, a fin de que El, que tiene en su mano el corazón de los hombres y puede hacer brotar en ellos pensamientos rectos y buenos propósitos, guíe los esfuerzos que se están llevando a cabo para resolver el caso presente, y los que van dirigidos a la edificación de una sociedad sostenida no por la violencia; sino por la justicia; la fraternidad y la paz.

30 Con este fin, os pido también a vosotros que recéis mucho conmigo en estos días de ansiedad y de espera.
* * *


Una palabra de aliento y de consuelo vaya ahora a todos vosotros enfermos, que con vuestro doloroso, pero cuán precioso sufrimiento, enriquecéis a la Iglesia de méritos y de gracias especiales. En efecto, la enfermedad sufrida por el Señor y a El ofrecida se convierte no sólo para vosotros, sino también para todo el Cuerpo místico, en una ocasión privilegiada de expiación, de purificación, de propiciación y de elevación espiritual.

En este tiempo se Cuaresma, vosotros que estáis más cercanos al "Varón de dolores y familiarizado con el sufrimiento", como ha sido descrito por el Profeta Isaías (53, 3), sabed dar esta finalidad a vuestro dolor, para saberlo afrontar con fortaleza, y también con gozo, como exclama el Apóstol Pablo: "reboso de gozo en todas nuestras tribulaciones" (
2Co 7,4).

Como confirmación de estos deseos, descienda abundante sobre vosotros y sobre cuantos amorosamente os asisten mi especial bendición.

También a vosotros, recién casados, presentes en esta audiencia al comienzo de vuestra vida matrimonial, deseo expresar mi felicitación, con mi bendición y mi saludo afectuoso. Dad siempre a vuestro amor una unidad granítica y una fe firme. Conservad siempre ese sentido de alegría y de felicidad que hoy llena vuestro ánimo. Tened siempre el sentimiento religioso de la familia, mirad al amor infinito con el que Cristo ama a la Iglesia y dejaos modelar por tal ejemplo en vuestro mutuo amor, y El no os desilusionará, sino que os hará crecer cada día en el gozoso testimonio de una vida conyugal vivida auténticamente.

A este fin pido al Señor que os ayude y os bendiga siempre.



Deseo ahora dirigir un saludo particularmente cordial a grupos de sacerdotes aquí presentes.

Ante todo a los Misioneros Verbitas, que están haciendo en Nemi un curso de renovación, junto con algunos padres de otras familias religiosas; a ellos va mi aplauso y aliento por la preciosa actividad evangelizadora que desarrolla en varios países en nombre de Cristo y de su Iglesia.

Después a los participantes en un seminario de estudio, organizado por el Movimiento de Trabajadores de la Acción Católica Italiana sobre el tema "Evangelizar el mundo del trabajo"; estad seguros que la Iglesia cuenta mucho con vosotros para testimoniar el Evangelio en un sector de vital importancia para nuestra sociedad.

Finalmente, a un grupo de la diócesis de Piacenza, que celebra el XXV aniversario de ordenación sacerdotal: junto a mis felicitaciones, expreso la confianza: de que. toméis cada vez más conciencia de la grandeza y de las exigencias de vuestro sacerdocio ministerial, destinado a prestar un servicio insustituible al Pueblo de Dios.

31 A todos os bendigo de todo corazón.



Dirijo ahora un pensamiento particular al nutrido grupo de las "Voluntarias" del Movimiento de los Focolares, que han venido de varias regiones de Italia y de algunos países de Europa para celebrar su congreso anual en el Centro Mariápolis de Rocca di Papa, sobre el tema "La caridad como ideal".

Al manifestaros un sincero agradecimiento por este renovado testimonio de devoción, os expreso, queridísimas hijas, el interés y la complacencia con que sigo vuestra actividad, y con este encuentro, os aliento en las decisiones que, estoy seguro de ello, habréis sacado de vuestro estudio: un mayor amor de Dios, fuente de sobrenatural energía, sea el motivo inspirador de todas vuestras intenciones y el secreto de vuestra solidaridad humana universal que, hoy más que nunca, se exige a los miembros de la Iglesia en forma de donación sin reservas. Os acompañe en vuestra misión mi bendición apostólica.

Os acojo con un cordial saludo y deseo de todo bien, queridísimos peregrinos de la diócesis de Comacchio, que, fieles a vuestras nobles tradiciones religiosas, habéis querido concederos una parada en vuestro fatigoso trabajo para traer al Papa, incluso en nombre de los conterráneos, el homenaje de vuestro afecto. Al manifestaros mi reconocimiento por esta tan grata visita, os exhorto a acoger con generosidad la invitación de la Iglesia a reflexionar con fe profunda y operante en el misterio de Cristo muerto y resucitado por nosotros, y a tomar parte en él con la humilde aceptación de los sacrificios cotidianos. Con tal deseo imparto a vosotros y a vuestras respectivas familias mi bendición apostólica.

Entre los que hoy se encuentran presentes en esta audiencia dirijo un saludo cordial a los jueces eclesiásticos de curia arzobispal de Paderborn, presididos por el obispo, mons. Rintelen. Quisiera que esta estancia de estudio en la Ciudad Eterna, con los múltiples encuentros de vuestra comisión, os corroborara y fortaleciera corno guardianes y garantes de la verdad y la justicia mediante el ejercicio de la jurisprudencia eclesiástica. En estos tiempos de inseguridad y de progresiva carencia de todo compromiso, los hombres y la Iglesia tienen precisamente necesidad de vuestro fiel servicio, de vuestras directrices, de vuestras interpretaciones seguras y de la observancia de las leyes divinas y eclesiásticas. Cristo, que es El mismo la verdad y la justicia, os ilumine y acompañe siempre con su gracia en vuestra importante y responsable tarea. Esto es lo que yo pido para vosotros con mi bendición apostólica.

Saludo también cordialmente al Sr. Regens y a los diáconos del mismo arzobispado de Paderborn. Me congratulo con vosotros por la preciosa gracia de vuestra vocación. Es el mismo Señor quien os llama. Entregadle sin reservas vuestro corazón y vuestra vida, que El —mediante la consagración sacerdotal— quiere tomar para su servicio de manera total e irrevocable. Pido para vosotros por esto la continua intimidad y el amor permanente de Cristo, y de todo corazón os imparto mi bendición.




Audiencias 1980 24