Audiencias 1980 94

94 6. Todo esto parece confirmar, bajo varios aspectos, que en la base de la vergüenza, de la que el hombre "histórico" se ha hecho partícipe, está la triple concupiscencia de que trata la primera Carta de Juan 2, 16: no sólo la concupiscencia de la carne, sino también "la concupiscencia de los ojos y orgullo de la vida". La expresión relativa al "dominio" (" él te dominará") que leemos en el Génesis 3, 16, ¿no indica acaso esta última forma de concupiscencia? El dominio "sobre" el otro —del hombre sobre la mujer—, ¿acaso no cambia esencialmente la estructura de comunión en la relación interpersonal? ¿Acaso no cambia en la dimensión de esta estructura algo que hace del ser humano un objeto, en cierto modo concupiscible a los ojos?

He aquí los interrogantes que nacen de la reflexión sobre las palabras de DiosYahvé según el Génesis 3, 16. Esas palabras, pronunciadas casi en el umbral de la historia humana después del pecado original, nos desvelan no sólo la situación exterior del hombre y de la mujer, sino que nos permiten también penetrar en lo interior de los misterios profundos de su corazón.

Saludos

(A los nuevos sacerdotes)

Una palabra de saludo afectuoso y augurio sincero quiero dirigir a los nuevos sacerdotes presentes en esta audiencia y oriundos de distintas naciones.

Deseo mencionar en particular a los nuevos sacerdotes de la diócesis de Brescia, a quienes acompañan sus superiores y familiares.

Queridísimos: Que vuestra vida sea conforme siempre con la de Jesucristo que os ha hecho partícipes del don admirable del sacerdocio ministerial. La Iglesia entera os mira con expectación trepidante y esperanza serena, y eleva oraciones fervientes para que siempre seáis dispensadores dignos y celosos de los misterios de Dios. A vosotros, vuestros padres y vuestros seres queridos, mi bendición apostólica.

(A un grupo de sacerdotes de la diócesis de Senigallia)

Saludo también al grupo de sacerdotes de la diócesis de Senigallia que, junto con su obispo mons. Odo Fusi Pecci, terminan ante las tumbas de los Apóstoles una peregrinación muy significativa de fe y comunión. Hijos queridísimos: Al expresaros mi gratitud por este testimonio de adhesión a la Cátedra de Pedro, que ocupó tan dignamente en tiempos trabajosos el Pontífice Pío IX, hijo ilustre de vuestra tierra, deseo exhortaros a imitar sus virtudes esforzándoos también vosotros por ser Pastores según el Corazón de Cristo, como él.

(A un grupo de sacerdotes de la diócesis de Como)

Un saludo y un augurio, en fin, a los sacerdotes de la diócesis dé Como, que están celebrando el 38 aniversario de ordenación. A ellos y a cada uno de los sacerdotes aquí presentes imparto ... mi bendición con afecto especial.

95 En esta circunstancia no puedo olvidarme de dedicar una palabra de saludo cordial y aliento paterno también a los seminaristas que participan en este encuentro.

Preparaos con gran afán, hijos muy queridos, a alcanzar el altísimo ideal de vuestra juventud, y de toda vuestra vida. El sacerdocio al que habéis sido llamados exige oración, meditación, estudio y sacrificio. Pero el gozo de servir al Señor y contribuir de modo especial a la edificación del Pueblo de Dios, os colmará abundantemente el corazón abierto y disponsible a la invitación de Jesús.

A todos vosotros mi bendición apostólica.

(En inglés)

Entre las muchas religiosas aquí presentes hoy, se hallan las Hermanas de la rama irlandesa del instituto de la Bienaventurada Virgen María. Habéis venido a Roma a comenzar vuestro capítulo general y renovar la fidelidad a Jesucristo y a su Esposa, la Iglesia.

Como vuestra fundadora María Ward, estáis llamadas a dar ejemplo de valor y generosidad que son los elementos de la fidelidad verdadera; valor para afrontar los sacrificios necesarios a fin de mantener su carisma religioso que ya es vuestro: la defensa y propagación de la fe y la promoción de la vida y doctrina cristianas; y generosidad para perseguir estos objetivos perseverando bajo la bandera de la cruz de Cristo junto con su Madre María.

La Iglesia os asegura hoy cuán efectivamente se cumplen estos objetivos a través de esfuerzos perseverantes en la educación católica auténtica. Y la Iglesia os pide que perseveréis con gozo en la vida de consagración, que se expresa en la oración. Y los fieles os miran, os piden que reflejéis como María la feminidad consagrada, que sigue siendo provechosa espiritualmente para extender la salvación de Jesús por el mundo.

Y que la paz de Cristo, queridas Hermanas de Loreto, esté siempre con vosotras.

(A dos grupos corales)

Un saludo especial va ahora a otros grupos presentes. A los visitantes de Suecia que forman el ilustre coro de la iglesia de Lycksele. Os soy grato por el honor de vuestra presencia y por el placer que nos habéis proporcionado a todos con vuestros cantos.

Con afecto particular saludo al coro sudafricano de Township de Soweto. Soweto me es querido a mí como lo fue a Pablo VI. Os ruego llevéis mi bendición a vuestras familias y a todos vuestros seres queridos. Y Dios bendiga a toda África.

96 (A los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados)

Ahora dirijo un saludo muy cordial a todos los jóvenes, a los chicos y chicas que toman parte en esta audiencia. Queridísimos: Vuestras fatigas escolares han terminado o están para terminar, y os esperan las vacaciones. Es lógico que reposéis y os divirtáis; pero el Papa os recomienda también que no olvidéis nunca vuestros compromisos religiosos. El cristiano es siempre y en todas partes cristiano: en casa, en el colegio, en el trabajo, en el reposo, en la diversión. San Luis Gonzaga, cuya fiesta celebraremos dentro de unos días, os ayude a ser fieles a la vocación cristiana. Con este augurio os bendigo de corazón.

A vosotros, enfermos presentes en este encuentro, y a cuantos sufren en el cuerpo o en el espíritu, quisiera recordaros con afecto profundo cuán grande y conmovedora fue la predilección de Jesús por los que sufren. Sabed llevar con valentía vuestras cruces junto con Jesús paciente, sostenidos por la fe y el amor a Cristo. Os conforte mi bendición que imparto a vosotros, a vuestros familiares y a vuestros amigos.

Un saludo particular también a los recién casados.Queridísimos: Os deseo que vuestro amor recíproco, santificado por el sacramento del matrimonio, sea imperecedero, y que vuestra familia no conozca nunca la desconfianza, desavenencias y egoísmos, antes bien, se caracterice siempre por el interés, la generosidad, la armonía y la serenidad.

Que Jesús y María Santísima tengan siempre el puesto de honor no sólo en vuestra casa, sino también en vuestra vida. Con este fin ruego por vosotros y os bendigo cordialmente.



Miércoles 25 de junio de 1980

La concupiscencia de la carne y su específica nota teológica y antropológica

1. En análisis que hicimos durante la reflexión precedente se centraba en las siguientes palabras del Génesis 3, 16, dirigidas por Dios-Yahvé a la primera mujer después del pecado original: "Buscarás con ardor a tu marido, que te dominará" cf. Gén 3, 16). Llegamos a la conclusión de que estas palabras contienen una aclaración adecuada y una interpretación profunda de la vergüenza originaria (cf. Gn 3,7), que ha venido a ser parte del hombre y de la mujer junto con la concupiscencia. La explicación de esta vergüenza no se busca en el cuerpo mismo, en la sexualidad somática de ambos, sino que se remonta a las transformaciones más profundas sufridas por el espíritu humano. Precisamente este espíritu es particularmente consciente de lo insaciable que es, de la mutua unidad entre el hombre y la mujer. Y esta conciencia, por decirlo así, culpa al cuerpo de ello, le quita la sencillez y pureza del significado unido a la inocencia originaria del ser humano. Con relación a esta conciencia, la vergüenza es una experiencia secundaria: si, por un lado, revela el momento de la concupiscencia, al mismo tiempo puede prevenir de las consecuencias del triple componente de la concupiscencia. Se puede incluso decir que el hombre y la mujer, a través de la vergüenza, permanecen casi en el estado de la inocencia originaria. En efecto, continuamente toman conciencia del significado esponsalicio del cuerpo y tienden a protegerlo, por así decir, de la concupiscencia, tal como si trataran de mantener el valor de la comunión, o sea, de la unión de las personas en la "unidad del cuerpo".

2. El Génesis 2, 24 habla con discreción, pero también con claridad de la "unión de los cuerpos" en el sentido de la auténtica unión de las personas: "El hombre... se unirá a su mujer y vendrán a ser los dos una sola carne"; y del contexto resulta que esta unión proviene de una opción, dado que el hombre "abandona" al padre y a la madre para unirse a su mujer. Semejante unión de las personas comporta que vengan a ser "una sola carne". Partiendo de esta expresión "sacramental" que corresponde a la comunión de las personas —del hombre y de la mujer— en su originaria llamada a la unión conyugal, podemos comprender mejor el mensaje propio del Génesis 3, 16; esto es, podemos establecer y como reconstruir en qué consiste el desequilibrio, más aún, la peculiar deformación de la relación originaria interpersonal de comunión, a la que aluden las palabras "sacramentales" de Génesis 2, 24.

3. Se puede decir, pues —profundizando en el Génesis 3, 16— que mientras por una parte el "cuerpo", constituido en la unidad del sujeto personal, no cesa de estimular los deseos de la unión personal, precisamente a causa de la masculinidad y feminidad ("buscarás con ardor a tu marido"), por otra parte, y al mismo tiempo, la concupiscencia dirige a su modo estos deseos; esto lo confirma la expresión "El te dominará". Pero la concupiscencia de la carne dirige estos deseos hacia la satisfacción del cuerpo, frecuentemente a precio de una auténtica y plena comunión de las personas. En este sentido, se debería prestar atención a la manera en que se distribuyen las acentuaciones semánticas en los versículos del Génesis 3; efectivamente, aún estando esparcidas, revelan coherencia interna. El hombre es aquel que parece sentir vergüenza del propio cuerpo con intensidad particular: "Temeroso porque estaba desnudo, me escondí" (Gn 3,10); estas palabras ponen de relieve el carácter realmente metafísico de la vergüenza. Al mismo tiempo, el hombre es aquel para quien la vergüenza, unida a la concupiscencia, se convertirá en impulso para "dominar" a la mujer ("él te dominará"). A continuación, la experiencia de este dominio se manifiesta más directamente en la mujer como el deseo insaciable de una unión diversa. Desde el momento en que el hombre la "domina", a la comunión de las personas —hecha de plena unidad espiritual de los dos sujetos que se donan recíprocamente— sucede una diversa relación mutua, esto es, una relación de posesión del otro a modo de objeto del propio deseo. Si este impulso prevalece por parte del hombre, los instintos que la mujer dirige hacia él, según la expresión del Génesis 3, 16, pueden asumir —y asumen— un carácter análogo. Y acaso a veces previenen al "deseo" del hombre o tienden incluso a suscitarlo y darle impulso.

97 4. El texto del Génesis 3, 16 parece indicar, sobre todo al hombre como aquel que "desea", análogamente al texto de Mateo 5, 27-28, que constituye el punto de partida para las meditaciones presentes; no obstante, tanto el hombre como la mujer se han convertido en un "ser humano" sujeto a la concupiscencia. Y por esto ambos sienten la vergüenza, que con su resonancia profunda toca lo íntimo tanto de la personalidad masculina como de la femenina, aún cuando de modo diverso. Lo que sabemos por el Génesis 3 nos permite delinear apenas esta duplicidad, pero incluso los solos indicios son ya muy significativos. Añadamos que, tratándose de un texto tan arcaico, es sorprendentemente elocuente y agudo.

5. Un análisis adecuado del Génesis 3 lleva, pues, a la conclusión, según la cual la triple concupiscencia, incluida la del cuerpo, comporta una limitación del significado esponsalicio del cuerpo mismo, del que participaban el hombre y la mujer en el estado de la inocencia originaria. Cuando hablamos del significado del cuerpo, ante todo hacemos referencia a la plena conciencia del ser humano, pero incluimos también toda experiencia efectiva del cuerpo en su masculinidad y feminidad, y, en todo caso, la predisposición constante a esta experiencia. El "significado" del cuerpo no es sólo algo conceptual. Sobre esto ya hemos llamado suficientemente la atención en los análisis precedentes. El "significado del cuerpo" es a un tiempo lo que determina la actitud es el modo de vivir el cuerpo. Es la medida, que el hombre interior, es decir, ese "corazón", al que se refiere Cristo en el sermón de la montaña, aplica al cuerpo humano con relación a su masculinidad / feminidad (por tanto, con relación a su sexualidad).

Ese "significado" no modifica la realidad en sí misma, lo que el cuerpo humano es y no cesa de ser en la sexualidad que le es propia, independientemente de los estados de nuestra conciencia y de nuestras experiencias. Sin embargo, este significado puramente objetivo del cuerpo y del sexo, fuera del sistema de las reales y concretas relaciones interpersonales entre el hombre y la mujer, es, en cierto sentido, "ahistórico". En cambio, nosotros, en el presente análisis —de acuerdo con las fuentes bíblicas— tenemos siempre en cuenta la historicidad del hombre (también por el hecho de que partimos de su prehistoria teológica). Se trata aquí obviamente de una dimensión interior, que escapa a los criterios externos de la historicidad, pero que, sin embargo, puede ser considerada "histórica". Más aún, está precisamente en la base de todos los hechos, que constituyen la historia del hombre —también la historia del pecado y de la salvación— y así revelan la profundidad y la raíz misma de su historicidad.

6. Cuando, en este amplio contexto, hablamos de la concupiscencia como de limitación, infracción o incluso deformación del significado esponsalicio del cuerpo, nos remitimos sobre todo a los análisis precedentes, que se referían al estado de la inocencia originaria, es decir a la prehistoria teológica del hombre. Al mismo tiempo, tenemos presente la medida que el hombre "histórico", con su "corazón", aplica al propio cuerpo respecto a la sexualidad masculina / femenina. Esta medida no es algo exclusivamente conceptual: es lo que determina las actitudes y decide en general el modo de vivir el cuerpo.

Ciertamente, a esto se refiere Cristo en el sermón de la montaña. Nosotros tratamos de acercar las palabras tomadas de Mateo 5, 27-28 a los umbrales mismos de la historia teológica del hombre, tomándolas, por lo tanto, en consideración ya en el contexto del Génesis 3. La concupiscencia como limitación, infracción o incluso deformación del significado esponsalicio del cuerpo puede verificarse de manera particularmente clara (a pesar de la concisión del relato bíblico) en los dos progenitores, Adán y Eva; gracias a ellos hemos podido encontrar el significado esponsalicio del cuerpo y descubrir en qué consiste como medida del "corazón" humano, capaz de plasmar la forma originaria de la comunión de las personas. Si en su experiencia personal (que el texto bíblico nos permite seguir) esa forma originaria sufrió desequilibrio y deformación —como hemos tratado de demostrar a través del análisis de la vergüenza— debía sufrir una deformación también el significado esponsalicio del cuerpo, que en la situación de la inocencia originaria constituía la medida del corazón de ambos, del hombre y de la mujer. Si llegamos a reconstruir en qué consiste esta deformación, tendremos también la respuesta a nuestra pregunta: esto es, en qué consiste la concupiscencia de la carne y qué es lo que constituye su nota específica teológica y a la vez antropológica. Parece que una respuesta teológica y antropológicamente adecuada, importante para lo que concierne al significado de las palabras de Cristo en el sermón de la montaña (
Mt 5,27-28), puede sacarse ya del contexto del Génesis 3 y de todo el relato yahvista, que anteriormente nos ha permitido aclarar el significado esponsalicio del cuerpo humano.

Saludos

(En alemán)

Me dirijo ahora con un cordial saludo a los miembros de la Städtischen Singgemeinde Kleve y del Nijmeegs Kamerorkest.Con vuestro peregrinaje a Roma y las actuaciones musicales en la Ciudad Eterna honráis la memoria del Emperador Otón III, con ocasión del primer milenio de su nacimiento en Kleve. Su particular relación con la historia constitutiva de la Iglesia polaca le convierte en defensor de la comprensión y comunicación entre los pueblos, con el espíritu de solidaridad

(En inglés)

Deseo dedicar un saludo especial al capitán y tripulación del Saratoga estadounidense. Me alegra que hayáis venido a Roma en tan gran número para esta audiencia, y espero que esta visita vuestra enriquezca vuestra vida y haga más profunda vuestra fe. Dios os bendiga a todos.

Quisiera saludar también a los miembros del coro de muchachos de Atlanta y a la Sociedad de la Opera, de Cámara de Atlanta. Pido a Dios que a través de vuestro talento músico deis alegría a los demás y gozo a vuestro corazón.

(En español)

98 Un saludo cordial de bienvenida para los Profesores y Alumnos del Instituto de Enseñanza Media "Pons d’Icart" de Tarragona, en España.

Amadísimos todos: Habéis querido prolongar este año vuestra comunidad escolar con unas jornadas de ampliación cultural y de convivencia religiosa, viniendo hasta Roma. Que esta peregrinación, sin duda de tan gratos recuerdos, sea un nuevo y fuerte estímulo a mantener viva la presencia bienhechora de Dios, y operante en vuestros corazones el amor a Cristo y a los hermanos.

A vosotros, a vuestras familias, a vuestros compañeros y amigos mi más cordial bendición apostólica.

(En italiano)

Saludo ahora con afecto sincero a los participantes en el Congreso anual de responsables regionales y diocesanos de la pastoral del trabajo en Italia. Hijos queridísimos: A la luz de las experiencias habidas en distintos puntos, os vais a interrogar estos días sobre los caminos a seguir para una presencia pastoral eficaz en el mundo del trabajo. Es una reflexión que el actual momento crítico hace particularmente delicada y difícil. Por encima de los modelos corrientes de pensamiento, sea preocupación vuestra constante la de permanecer fieles a los valores imperecederos del mensaje cristiano y a las exigencias planteadas por el respeto coherente de la dignidad del hombre. En esto encontraréis el criterio seguro para alcanzar una propuesta pastoral original e incisiva. Os estoy cercano con la oración y mi bendición apostólica.

Saludo a los participantes en el congreso organizado por la Asociación de la Prensa Médica Italiana y a los ganadores del Premio de Periodismo médico.

Me propongo dar una bienvenida particularmente sentida a la numerosa peregrinación de enfermeras voluntarias de la Cruz Roja italiana, a las que deseo de corazón que prosigan siempre con entusiasmo su valioso servicio de atención a los que sufren.

Dedico un recuerdo particular al grupo del Centro deportivo de Caseína Elisa de la diócesis de Milán, y bendigo con sumo gusto la antorcha que van a llevar a su parroquia dedicada a San Pedro y San Pablo.

Finalmente saludo especialmente al grupo de matrimonios "focolarinos" aquí presentes, procedentes de varias naciones a los que deseo una vida matrimonial serena, centrada en la fe y que irradie un testimonio cristiano eficaz.

Ahora quiero dirigir una palabra de aplauso y ánimo a los participantes en el curso anual de Pastoral de Emigrantes dedicado a sacerdotes, religiosos y laicos. Queridísimos: Deseo de corazón que vuestra actuación dé abundantes frutos de bien entre las personas que se han visto obligadas a abandonar su tierra natal. Os sostenga y acompañe mi bendición particular.

Mi saludo cordial va también a los superiores y alumnos del Instituto catequético misionero "Mater Ecclesiae" de la Sagrada Congregación "de Propaganda Fide", con el deseo de que este curso contribuya a una evangelización misionera cada vez más intensa.

99 Finalmente deseo dirigir un saludo a los directores regionales y diocesanos de las Obras Misionales Pontificias. Sabed, queridísimos hijos, que el Papa aprecia mucho vuestro trabajo, que es de colaboración cualificada en la difusión del Evangelio. Os lo agradezco y os bendigo de corazón.

(A los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados)

Os dirijo un saludo especial a vosotros niños, muchachos y muchachas, y jóvenes que con tanto entusiasmo y exuberancia habéis querido venir a esta audiencia para ver al Papa y manifestar así vuestra fe en Jesucristo, representado aquí por su Vicario. De entre vosotros saludo en especial a los niños y niñas que se han acercado hace poco al sacramento de la Eucaristía en la primera comunión, y todavía tienen el perfume del Pan eucarístico y la fragancia del amor de Jesús hacia nosotros. A todos deseo que conservéis siempre la gracia, la luz y la sonrisa que os vienen de la inocencia y la amistad con Jesús.

Un pensamiento muy particular va a los enfermos y a los que sufren, que ocupan un puesto privilegiado al lado del Papa, como en todas las audiencias. Queridísimos enfermos: Os doy las gracias por vuestra valiosa presencia y por las molestias que habéis debido afrontar para venir a este encuentro. Sobre todo os estoy agradecido de las oraciones y sacrificios ocultos que ofrecéis al Señor por la Iglesia y el Papa. El Señor os lo premie. Por mi parte os exhorto a no desanimaros jamás, ni siquiera en los momentos más duros a que os someta la enfermedad, y a estar convencidos siempre de que vuestros sufrimientos son tesoros que fructifican en el bien de la sociedad en que vivimos y en el conseguimiento de la vida eterna. Os sirva de consuelo mi bendición especial.

Y ahora una palabra de felicitación a los recién casados.Queridos esposos: Os expreso sobre todo mi enhorabuena por el paso tan hermoso y comprometido que habéis dado hace poco con la celebración del sacramento del matrimonio, que ha consagrado vuestro amor, haciéndolo estable e irrevocable. Os manifiesto después mi deseo de que viváis siempre este amor conyugal auténtico con donación recíproca, entusiasta, unión sincera y fidelidad creciente. El Señor bendiga vuestro amor y os lo mantenga siempre lleno de alegría cristiana.



Julio de 1980

Miércoles 16 de julio de 1980

1. "¿Para onde vais?" ¿Dónde vas? ¿Dónde irás? He aquí que tal pregunta ha constituido el hilo conductor del X Congreso Eucarístico Nacional de Brasil, que he tenido la alegría de inaugurar hace precisamente una semana en Fortaleza, al final de mi último viaje-peregrinación a lo largo de aquel gigantesco país. Un país que es un continente. La invitación se refería también a otras circunstancias y comprendía una serie de etapas. Entre las circunstancias particularmente importantes hay que recordar la consagración de la nueva basílica en el principal santuario mariano de Brasil: Aparecida, y el XXV aniversario de la institución del Consejo de los Episcopados de América Latina (CELAM), que tuvo lugar en 1955 en Río de Janeiro; y precisamente en esa ciudad ha sido celebrado ese aniversario: el jubileo de plata de tan benemérita institución.

Por lo que respecta a cada una de las etapas de tal viaje-peregrinación (el más largo de todos los que he podido realizar hasta ahora), desde el 30 de junio al 11 de julio se han sucedido en el siguiente orden:

Brasilia, actual capital del país; Belo Horizonte; Río de Janeiro; Sao Paulo; Aparecida; Porto Alegre; Curitiba; Sao Salvador da Bahía; Teresina; Belem de Pará, Fortaleza; y, en fin, ya después de la apertura del Congreso Eucarístico y antes de volver a Roma: Manaus, en el centro de la más grande reserva, quizá, de la naturaleza sobre la tierra, en la confluencia del Río de las Amazonas y del Río Negro. Trece etapas a lo largo de doce días. Con todo eso, he logrado visitar solamente una parte de las provincias de aquel país inmenso, tanto en sentido eclesiástico, como en el administrativo y estatal.

2. La pregunta "¿Para onde vais?", ¿dónde vas?, o mejor, ¿dónde vamos?, me ha acompañado durante todas las etapas de este camino brasileño; de modo que todas han entrado, en cierto sentido, dentro del contexto del Congreso Eucarístico de este año y han constituido como una ampliación y engrandecimiento de su programa sobre todo el país. Esta pregunta, en la intención de los organizadores del Congreso, tiene su resonancia evangélica y, al mismo tiempo, contemporánea y social en el sentido pleno de la palabra. La resonancia evangélico-eucarística ha sido puesta de relieve, de la mejor manera, por las palabras dirigidas una vez por Pedro a Cristo en las cercanías de Cafarnaún: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna" (Jn 6,68). Precisamente por esto, quizá, era necesario que en dicho Congreso estuviese presente el Sucesor de Pedro. a fin de que precisamente él pronunciase de nuevo esas palabras, lo mismo que, mucho tiempo antes, las habla pronunciado el mismo Pedro junto a Cafarnaún.

100 Al mismo tiempo, esas palabras, elegidas como lema e hilo conductor del gran acontecimiento religioso en la Iglesia brasileña, dan testimonio de cuán profundamente la Iglesia de aquel país y, especialmente, sus Pastores enlazan la Eucaristía y el Evangelio con el conjunto de los problemas sociales contemporáneos, de que está llena la vida de los hombres en el amplio territorio del "continente" brasileño.

En efecto; precisamente esa vida en su perfil social más amplio se enlaza con dicha pregunta: "¿Para donde vais?". La Iglesia sabe que millones de hombres se plantean esa pregunta y que esos millones de hombres se encuentran ante el problema de la "migración"; por tanto, lo toma, en cierto sentido, de la boca de ellos, de sus corazones muchas veces inquietos, de sus conciencias, de toda su existencia contemporánea. La toma y, en cierto modo, la formula junto con ellos y en lugar de ellos, como expresión de su presencia en el mundo brasileño y de la solicitud por todo hombre que vive en este mundo y lo construye; como expresión de la solicitud pastoral y de la solidaridad fraterna con cada hombre. Porque ese hombre, como he escrito en la Encíclica "Redemptor hominis", es, en cierto modo, "la vida de la Iglesia".

3. La pregunta, "¿dónde vas?", en el contexto brasileño, tiene también su dimensión histórica.Hay que volver casi cinco siglos atrás, para llegar hasta aquel momento en que comenzó a ser actual. Los primeros llegados desde el continente europeo, sobre todo los portugueses, encontraron en aquellos inmensos territorios a los indios, hasta entonces habitantes y dueños de aquella tierra; sus ocupaciones eran, y siguen siendo hoy día, la caza y la pesca. El continente daba para ello muchas posibilidades. Para rendir, durante mi viaje a Brasil, el debido homenaje a los primeros habitantes y dueños de aquella tierra, he sentido una especial necesidad de llegar al centro de la Amazonia, donde viven todavía, tratando de conservar su estilo tradicional de vida. La justicia exige que quienes no han ido el la dirección de la civilización nueva, llevada por los extranjeros, puedan plenamente mantener su tradicional identidad.

Los hombres que venían poco a poco desde el viejo mundo al territorio del continente brasileño, dieron a su desarrollo una nueva orientación, insertaron allí una nueva cultura, introdujeron aquella parte de América en el ámbito de la civilización occidental, poblándola con grupos étnicos siempre nuevos.

Lo que debe impresionar, en este proceso plurisecular de la fusión de grupos tan diferenciados en una nueva gran sociedad brasileña es —pese a todos los aspectos oscuros de aquel proceso— una actuación gradual de la comunidad e incluso de la fraternidad, que ha unido y une cada vez más a todos aquellos hombres, aunque haya habido tantos factores que hubieran podido dividirles e incluso oponer los unos a los otro en una lucha recíproca. El elemento histórico quizá más oscuro de tal proceso, que fue el llevar esclavo negros de África, llega a desaparecer también en fin de cuentas; bastante tarde, pero al fin desapareció. Los negros se han unido con los antiguos indígenas y con los blancos creando, incluso en el sentido antropológico, el tipo contemporáneo de hombre brasileño. Es el hombre de sentimientos fervientes y corazón abierto.

En todo esto, no puede dejar de advertirse el trabajo plurisecular de la Iglesia: los frutos de la evangelización. Y si pensamos con humildad en todas sus faltas e imperfecciones al mismo tiempo hay que pensar con veneración y gratitud, en todo esos auténticos "ministros de Cristo y administradores de los misterio de Dios" (
1Co 4,1); que has contribuido a la cristianización y a mismo tiempo a la humanización de la vida en tierra brasileña. La elevación a los altares, el 22 de junio pasado, de uno de ellos, el Beato José de Anchieta, tiene una elocuencia simbólica.

4. Si la Iglesia brasileña, reunida en el Congreso de Fortaleza, en torno a la Eucaristía, plantea a los hombres contemporáneos en todo Brasil la pregunta "¿para donde vais?" (¿dónde vas?), esta pregunta demuestra que esa Iglesia desea realizar su misión: que el misterio de Cristo está, en la Iglesia, auténticamente orientado hacia los problemas reales del hombre. Y esos problemas —en cierto modo comunes a todos los países de América Latina— tienen su especial dimensión brasileña, dada la grandeza de aquel país y de aquella sociedad, la enorme diferenciación, no sólo en el sentido geográfico, sino también en el cultural y el económico-social. La inmensa vitalidad de las multitudes cada vez con mayor densidad de población —el setenta por ciento— en las ciudades (algunas de ellas son verdaderamente ciudades gigantes, como concretamente São Paulo o Río de Janeiro) exige que se busquen soluciones tales, tales caminos hacia el futuro, que permitan superar los agudos contrastes y lleven a una mayor equidad, por lo que se refiere a la división de bienes, al sistema de las condiciones de existencia cotidiana de las familias y de ambientes enteros. Toda sociedad puede construir su futuro solamente en cuanto que se hace más justa, en cuanto la vida es, en ella, cada vez más digna del hombre.

Por eso, junto con los Pastores de la Iglesia brasileña, he hecho esta pregunta fundamental: "¿para donde vais?", a las diversas personas a las comunidades, a los ambientes. La he hecho, en cierto sentido, a toda la sociedad, ya en el primer encuentro en Brasilia, la capital del país. La he hecho a la juventud durante el encuentro en Belo Horizonte. He dirigido esa pregunta a las familias en Río de Janeiro y en la misma ciudad maravillosamente bella, tanto a los hombres de la ciencia y de la cultura, como los habitantes de las "favelas" suburbanas.

En São Paulo, esa pregunta constituyó el tema del encuentro con el mundo obrero y en Recife con los agricultores brasileños. Ha sido también actual dicha pregunta en los ambientes de los inmigrados brasileños de los diversos países de Europa o de Asia en Porto Alegre y en Curitiba. No ha sido menos actual para los constructores de la sociedad pluralista contemporánea en Salvador de Bahía, donde se siente más la presencia de los hombres de procedencia africana. También había que hacer la misma pregunta en la región más pobre de Brasil durante la breve permanencia en Teresina, así como en la cuenca de la Amazonia, en Belem y en Manaus.

Esa pregunta ha constituido el tema de los encuentros con los sacerdotes y con el mundo de los religiosos y de las religiosas, con los misioneros beneméritos. En torno al mismo tema se concentraron nuestras comunes reflexiones con todo el gran Episcopado brasileño, reunido en los diversos lugares según las regiones y sobre todo en Fortaleza en la sesión plenaria.

También ante los representantes de las autoridades he tratado de poner de relieve la importancia de esta pregunta, la cual afecta tanto a cada brasileño como a todo Brasil, sea a la Iglesia, sea al Estado.

101 5. En esa pregunta: "¿para donde vais?", se contiene, al mismo tiempo, el ferviente deseo de que aquella gran nación, que cuenta con el mayor número de católicos en el mundo, se encamine hacia su futuro en la dirección justa bajo todos los aspectos. Que se realice en ella la justicia cada vez más plena sobre el camino de la paz y también de las reformas indispensables y sistemáticas. Que aquella sociedad, aquellos hombres, aquellos queridos hijos e hijas de Brasil, que demuestran tanta serenidad, optimismo y sencillez, no tengan que sufrir las dolorosas pruebas y experiencias que en los últimos tiempos han azotado ya a algunas sociedades de aquella región del mundo: subversiones, revoluciones, derramamiento de sangre, amenaza a los derechos del hombre...

Esos son los deseos que de la peregrinación brasileña traigo al corazón de la Iglesia, a esta Sede de Pedro, la cual, uniendo a todos, desea palpitar con la vida de cada una de las Iglesias y de las naciones que miran hacia ella con amor y confianza.

¡Dios bendiga al Brasil!

Lo encomiendo a Cristo y a su Madre: María "Aparecida".

Saludos

(A los grupos de religiosas)

Soy feliz, ahora, de saludar a los grupos de religiosas, pertenecientes respectivamente a la congregación de las religiosas Dominicas de Santa Catalina de Sena, reunidas en estos días en Roma para su capítulo general especial, y a la congregación de las religiosas de la Inmaculada de Santa Clara, quienes celebran este año el segundo centenario de la fundación de su Instituto.

Carísimas hermanas, os doy las gracias por haber venido aquí a expresar vuestra fe en Dios y vuestra fidelidad a los compromisos adquiridos con la consagración a la vida religiosa y, al mismo tiempo, a dar testimonio de vuestra devota unión con el Sucesor de Pedro. Os digo simplemente: sabed aprovechar esta ocasión para realizar, en la oración y en la meditación, una verificación y, si es necesario, una rectificación de vuestra vida espiritual y de las actividades propias de vuestras congregaciones, mediante una nueva lectura atenta y fiel de vuestros estatutos y de vuestras reglas a la luz del Evangelio y de los principales documentos del Magisterio de la Iglesia. De tal manera, ciertamente, cada miembro de vuestras comunidades sentirá la alegría de volver a descubrir, como he dicho recientemente en Brasil, "la obligación de mantener la fidelidad a la vida comunitaria y contribuir para que ella sea lugar de encuentro fraternal, ambiente de ayuda recíproca y de consuelo espiritual" (Discurso a las religiosas de São Paulo).

Para confirmar estos votos, invoco sobre todas vosotras, por intercesión de Santa Catalina de Sena y de Santa Clara, abundantes gracias celestiales y os doy la propiciadora bendición apostólica.

Gustosamente dirijo unas palabras especiales de saludo a las participantes en el capítulo general de las religiosas de la Sagrada Familia de Nazaret. Estáis llamadas a considerar la mejor manera de promover la santidad de los miembros y su efectivo servicio a los otros, en plena fidelidad al espíritu y fines para los que fue creado vuestro instituto. Que Dios os asista en vuestra tarea y que os mantenga a todas vosotras fieles, fuertes y alegres.

(En italiano)

102 Dirijo un particular saludo a los participantes en el curso para la educación de los sordos con el método "Verbo-Tonal" y a los queridos niños sordos, presentes con ellos.

El Señor que, según el Evangelio, ha hecho que los sordos oyeran y los mudos hablaran (cf.
Mc 7,37), os asista y haga fecundo vuestro trabajo, así como yo, de todo corazón, os exhorto a cultivar cada vez mejor esa valiosa tarea, dándoos mi bendición.

También quiero saludar al grupo de oficiales de la Escuela de aplicación de Arma, de Turín.

Mientras os doy las gracias por vuestra presencia —que me trae a la memoria el más vivo recuerdo de la visita realizada en abril a aquella ciudad— auguro que vuestra preparación técnica, para la que asistís en estos días a un curso especial, deba ser empleada siempre para fines pacíficos y para el progreso civil de la sociedad. Con este augurio cordial, bendigo de buen grado a vosotros y a los vuestros.

(A los jóvenes)

Me dirijo ahora a los jóvenes presentes en esta audiencia y, de manera particular, a los 450 jóvenes del "Movimiento Gen 2", procedentes de toda Europa y de otros continentes para una reunión en el Centro Mariápolis de Rocca di Papa sobre el tema "La caridad como ideal".

Queridos jóvenes, aprovechad el período de las vacaciones para fortalecer vuestras energías, para vivir en contacto con la naturaleza y para explorar y admirar los magníficos espectáculos que ésta, criatura de Dios, ofrece a los ojos de quien la sabe mirar así. Pero sabed aprovechar este tiempo también para revisar vuestra vida, para meditar, sobre todo en los encuentros y convenios estivales, sobre los grandes ideales que inspiran nuestra vida cristiana, y para vivir en armonía con vosotros mismos y con la naturaleza que os rodea y os eleva hacia Dios; y en El sabed amaros realmente y competir en la estima (Rm 12,10): así, particularmente vosotros, focolarinos, haréis realmente de la caridad vuestro ideal para la vida presente y para la futura.

Os asista en esta tarea mi especial bendición.

(A los enfermos)

Y ahora mi pensamiento a vosotros, queridos enfermos, sobre cuyos miembros ha sido depositada una cruz más pesada que la de los demás.

También para vosotros tomaré como ejemplo a Jesús, nuestro Maestro. Cuando El se acerca a los enfermos, o realiza para ellos sus milagros, hace una llamada siempre al elemento fundamental que determina las relaciones de los hombres con Dios: la fe. La busca, le da vigor, la crea; porque, sin ella su omnipotencia se detiene.

103 Mediante la fe, pues, la verdadera, la que se fía de Dios, la que cree en su bondad y adora sus designios, Cristo nos salva realmente y crea la tranquilidad en el mar siempre agitado del espíritu.

Que Dios os conceda, queridos hermanos, su benevolencia y, si responde a sus planes de amor, también la salud de los miembros.

(A los recién casados)

En vosotros, recién casados, por la gracia de Dios brilla el sol y la alegría como en los días de primavera; en la donación mutua habéis encontrado la felicidad a la que aspira el corazón humano. Se trata de atrapar esa felicidad que escapa ^con el tiempo y hacer de vuestra casa su domicilio.

Podréis hacerlo, aun en la miseria de las cosas humanas, si sabéis miraros el uno al otro como Jesús mira y ama a su Iglesia, y la Iglesia mira a Cristo, su esposo. El hogar donde reinan Dios, la religión, la honradez, es siempre el más acogedor y tranquilo.

Amaos, pues, y sed felices; bajo la mirada paterna de Dios.

(Llamamiento por Líbano)

Querría invitaros a decir una oración por nuestros hermanos de Líbano. Durante los días de mi viaje por Brasil, en aquella nación han tenido lugar nuevos enfrentamientos, particularmente fuertes y duros entre grupos políticos armados el uno contra el otro. Los asesinatos, los hechos de sangre han estallado repentinamente, provocando muchísimas víctimas, y han sido acompañados por graves atrocidades, algunas de las cuales, especialmente inhumanas.

El Patriarca de los Maronitas, Su Beatitud Antoine Pierre Khoraiche, ha dirigido una severa y fuerte llamada a los cristianos del país, invitándoles a abandonar los odios y las violencias y todo lo que repugna a la conciencia cristiana.

Hago mía y apoyo con todo el corazón la exhortación del Patriarca, rogando a todos nuestros hermanos de Líbano que vuelvan a pensamientos de tolerancia, de comprensión, de reconciliación y de paz, para colaborar juntos en bien del país y de toda la comunidad cristiana libanesa.

María Santísima, Nuestra Señora de Líbano, vele maternalmente sobre estos sus hijos y nuestros hermanos, y consiga para ellos la tan esperada reconciliación de los ánimos.



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Audiencias 1980 94