Audiencias 1980 113

Agosto de 1980

Miércoles 13 de agosto de 1980

Cristo identifica el adulterio con el pecado

1. El análisis de la afirmación de Cristo durante el sermón de la montaña, afirmación que se refiere al "adulterio" y al "deseo" que él llama "adulterio cometido en el corazón", debe realizarse comenzando por las primeras palabras. Cristo dice: "Habéis oído que fue dicho: No adulterarás..." (Mt 5,27). Tiene en su mente el mandamiento de Dios, que en el Decálogo figura en sexto lugar y forma parte de la llamada Tabla de la Ley, que Moisés había obtenido de Dios-Jahvé.

Veámoslo por de pronto desde el punto de vista de los oyentes directos del sermón de la montaña, de los que escucharon las palabras de Cristo. Son hijos e hijas del pueblo elegido, pueblo que había recibido la "ley" del propio Dios-Jahvé, había recibido también a los "Profetas", los cuales, repetidamente, a través de los siglos, habían lamentado precisamente la relación mantenida con esa Ley, las múltiples transgresiones de la misma. También Cristo habla de tales transgresiones. Más aún, habla de cierta interpretación humana de la Ley, en que se borra y desaparece el justo significado del bien y del mal, específicamente querido por el divino Legislador. La ley, efectivamente, es sobre todo, un medio, un medio indispensable para que "sobreabunde la justicia" (palabras de Mt 5, 20, en la antigua versión). Cristo quiere que esa justicia "supere a la de los escribas y fariseos". No acepta la interpretación que a lo largo de los siglos han dado ellos al auténtico contenido de la Ley, en cuanto que han sometido en cierto modo tal contenido, o sea el designio y la voluntad del Legislador, a las diversas debilidades y a los límites de la voluntad humana, derivada precisamente de la triple concupiscencia. Era esa una interpretación casuística, que se había superpuesto a la originaria visión del bien y del mal, enlazada con la ley del Decálogo. Si Cristo tiende a la transformación del ethos, lo hace sobre todo para recuperar la fundamental claridad de la interpretación: "No penséis que he venido a abrogar la Ley o los Profetas; no he venido a abrogarla, sino a hacer que se cumpla" (Mt 5,17). Condición para el cumplimiento de la ley es la justa comprensión. Y esto se aplica, entre otras cosas, al mandamiento "no cometer adulterio".

114 2. Quien siga por las páginas del Antiguo Testamento la historia del pueblo elegido de los tiempos de Abraham, encontrará allí abundantes hechos que prueban cómo se practicaba y cómo, en consecuencia de esa práctica, se elaboraba la interpretación casuística de la Ley. Ante todo, es bien sabido que la historia del Antiguo Testamento es teatro de la sistemática defección de la monogamia: lo cual, para comprender la prohibición "no cometer adulterio", debía tener un significado fundamental. El abandono de la monogamia, especialmente en tiempo de los Patriarcas, había sido dictado por el deseo de la prole, de una numerosa prole. Este deseo era tan profundo y la procreación, como fin esencial del matrimonio, tan evidente que las esposas, que amaban a los maridos, cuando no podían darles descendencia, rogaban por su propia iniciativa a los maridos, los cuales las amaban, que pudieran tomar "sobre sus rodillas" —o sea, acoger— a la prole dada a la vida por otra mujer, como la sierva, o esclava. Tal fue el caso de Sara respecto a Abraham [1] y también el de Raquel respecto a Jacob [2]. Esas dos narraciones reflejan el clima moral en que se practicaba el Decálogo. Explican el modo en que el ethos israelita era preparado para acoger el mandamiento "no cometer adulterio" y la aplicación que encontraba tal mandamiento en la más antigua tradición de aquel pueblo. La autoridad de los Patriarcas era, de hecho, la más alta en Israel y tenía un carácter religioso. Estaba estrictamente ligada a la Alianza y a la promesa.

3. El mandamiento "no cometer adulterio" no cambió esa tradición. Todo indica que su ulterior desarrollo no se limitaba a los motivos (más bien excepcionales) que habían guiado el comportamiento de Abraham y Sara, o de Jacob y Raquel. Si tomamos como ejemplo a los representantes más ilustres de Israel después de Moisés, los reyes de Israel David y Salomón, la descripción de su vida atestigua el establecimiento de la poligamia efectiva, y ello, indudablemente, por motivos de concupiscencia.

En la historia de David, que tenía también varias mujeres, debe impresionar no solamente el hecho de que había tomado la mujer de un súbdito suyo, sino también la clara conciencia de haber cometido adulterio. Ese hecho, así como la penitencia del rey, son descritos de forma detallada y sugestiva [3]. Por adulterio se entiende solamente la posesión de la mujer de otro, mientras no lo es la posesión de otras mujeres como esposas junto a la primera. Toda la tradición de la Antigua Alianza indica que en la conciencia de las generaciones que se sucedían en el pueblo elegido, a su ethos no fue añadida jamás la exigencia efectiva de la monogamia, como implicación esencial e indispensable del mandamiento "no cometer adulterio".

4. Sobre este fondo histórico hay que entender todos los esfuerzos que están dirigidos a introducir el contenido específico del mandamiento "no cometer adulterio" en el cuadro de la legislación promulgada. Lo confirman los Libros de la Biblia, en los que se encuentra registrado ampliamente el conjunto de la legislación del Antiguo Testamento. Si se toma en consideración la letra de tal legislación, resulta que ésta lucha contra el adulterio de manera decidida y sin miramientos, utilizando medios radicales, incluida la pena de muerte [4]. Pero lo hace sosteniendo la poligamia efectiva, más aún, legalizándola plenamente, al menos de modo indirecto. Así, pues, el adulterio es combatido sólo en los límites determinados y en el ámbito de las premisas definitivas, que componen la forma esencial del ethos del Antiguo Testamento. Aquí por adulterio se entiende sobre todo (y tal vez exclusivamente) la infracción del derecho de propiedad del hombre con respecto a cualquier mujer que sea su esposa legal (normalmente: una entre tantas); no se entiende, en cambio, el adulterio como aparece desde el punto de vista de la monogamia establecida por el Creador. Sabemos ya que Cristo se refirió al "principio" precisamente en relación con este argumento (cf.
Mt 19,8).

5. Por otra parte, es muy significativa la circunstancia en que Cristo se pone de parte de la mujer sorprendida en adulterio y la defiende de la lapidación. El dice a los acusadores: "Quien de vosotros esté sin pecado tire la primera piedra contra ella" (Jn 8,7). Cuando ellos dejan las piedras y se alejan, dice a la mujer: "Ve, y de ahora en adelante no peques más" (Jn 8,11). Cristo identifica, pues, claramente el adulterio con el pecado. En cambio, cuando se dirige a los que querían lapidar a la mujer adúltera, no apela a las prescripciones de la ley israelita, sino exclusivamente a la conciencia. El discernimiento del bien y del mal inscrito en las conciencias humanas puede demostrarse más profundo y más correcto que el contenido de una norma.

Como hemos visto, la historia del Pueblo de Dios en la Antigua Alianza (que hemos intentado ilustrar sólo a través de algunos ejemplos) se desarrollaba, en gran medida, fuera del contenido normativo encerrado por Dios en el mandamiento "no cometer adulterio"; pasaba, por así decirlo, a su lado. Cristo desea enderezar estas desviaciones. De aquí, las palabras pronunciadas por El en el sermón de la montaña.

Notas

[1] Cf. Gn 16,2.
[2] Cf. Gn 30,3.
[3] Cf. 2S 11,2-27.
[4] Cf. Lv 20,10 Dt 22,22.

Saludos

115 (A los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados)

Saludo ahora a vosotros, jóvenes, entre los que están presentes 350 voluntarios y voluntarias del Movimiento de los Focolares procedentes de varias naciones de los cinco continentes, llegados al "Centro Mariápolis" de Rocca di Papa para el curso anual de estudio y espiritualidad.

Carísimos: Mientras os doy las gracias de corazón por vuestra presencia, llamo vuestra atención sobre la inminente festividad de la Asunción de la Virgen al cielo. Sabemos que María Inmaculada, Esposa del Espíritu Santo, Madre de Cristo y de la Iglesia, primicia de los redimidos, al término de su vida terrenal fue elevada, en alma y cuerpo, a la gloria celestial. Este admirable acontecimiento enseña que el destino del hombre no se agota en el tiempo, sino que se proyecta y completa en el cielo, junto a Dios.

Que el mensaje de fe y de esperanza cristiana que deriva de la próxima celebración mariana resuene siempre en vuestro corazón.

Me es grato dirigir también a vosotros, queridos enfermos, mi pensamiento afectuoso y agradecido.

Como dice el Apóstol Pablo: "Nosotros sabemos que nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde esperamos un Salvador: al Señor Jesucristo, que transformará nuestro humilde cuerpo conforme a su cuerpo glorioso" (
Ph 3,20-21).

María Santísima ya ha alcanzado la patria y tras el exilio terrenal ha entrado enseguida en la gloria. A Ella, pues, se dirijan vuestras penas, vuestras ansias, vuestras esperanzas, en la seguridad de que no faltará su ayuda para alcanzarla tras este exilio terrenal.

Con tal deseo os bendigo a todos de corazón.

Al dirigir, ahora, mi cordial saludo a los recién casados, deseo formularles una palabra de exhortación y augurio. Al recibir el sacramento del matrimonio, vosotros habéis comenzado un nuevo camino en vuestra vida. Os deseo que sea siempre parecido al que la Virgen Santísima realizó durante su existencia terrenal y concluyó después con la gloriosa asunción al cielo. Confirmo estos deseos con una particular bendición, que extiendo a todas las personas que os son queridas.

(A un grupo de peregrinos eslovacos)

Con alegría doy la bienvenida al grupo de jóvenes peregrinos eslovacos que han venido de todas las partes del mundo.

116 Deseo que vuestra visita al Sucesor de Pedro refuerce vuestra fe, que los Santos Cirilo y Metodio llevaron a vuestros antepasados y que vuestro pueblo ha conservado fielmente hasta nuestros días.

¡Queridos peregrinos eslovacos! ¡Sed fieles a Cristo y a su celeste Madre María! Conservad la heredad de vuestros santos apóstoles Cirilo y Metodio, dondequiera que viváis en el gran mundo.

Saludo y bendigo a vosotros, a vuestras queridas familias y bendigo a vuestro querido país de proveniencia, para mí tan querido.

(A los afectados por el ciclón "Alien")

Deseo expresar, en este momento, toda mi solicitud y solidaridad con los países de la zona del Caribe, que han sido probados gravemente, en los días pasados, por la furia devastadora del ciclón "Alien". Este, como sabéis, ha provocado numerosas víctimas y heridos entre las poblaciones, causando daños incalculables a las ciudades y a los cultivos. Son desastres naturales que hacen reflexionar sobre la fragilidad del hombre, tan imponente e indefenso ante las fuerzas desencadenadas de la naturaleza; pero también deben inducir a un común sentido de responsabilidad en compartir, espiritual y materialmente, los sufrimientos de los hermanos: es precisamente en estas situaciones cuando se demuestra la realidad del amor que compadece, se acerca a quien lo necesita, y provee, según las posibilidades, a las necesidades del prójimo.

Puedo asegurar que varias instituciones caritativas internacionales católicas están yendo al encuentro de las más apremiantes llamadas de auxilio, que llegan de las naciones más castigadas. Mientras elevo fervientes sufragios por aquellos que han perdido la vida en esta triste circunstancia, estoy cerca de cuantos han sufrido daños físicos o materiales; e invito a todos vosotros a unir vuestras oraciones y vuestras solicitudes a las mías, porque es hermoso que, en estos encuentros de tantos fieles con el Papa —en los que se siente cada vez más viva la magnífica realidad de comunión que es la Iglesia— nuestros hermanos y nuestras hermanas en el mundo no se sientan olvidados, sino que sepan que la Iglesia entera los tiene en su corazón.



Miércoles 20 de agosto de 1980

El mandamiento: no cometer adulterio

1. Cuando Cristo, en el sermón de la montaña, dice: "Habéis oído que fue dicho: no adulterarás" (Mt 5,27), hace referencia a lo que cada uno de los que le escuchaban sabía perfectamente y se sentía obligado a ello en virtud del mandamiento de Dios-Jahvé. Sin embargo, la historia del Antiguo Testamento hace ver que tanto la vida del pueblo, unido a Dios-Jahvé por una especial alianza, como la vida de cada uno de los hombres, se aparta frecuentemente de ese mandamiento. Lo demuestra también una mera ojeada dada a la legislación, de la que existe una rica documentación en los Libros del Antiguo Testamento.

Las prescripciones de la ley vétero-testamentaria eran muy severas. Eran también muy minuciosas y penetraban en los más mínimos detalles concretos de la vida [1]. Se puede suponer que cuanto más evidente se hacía en esta ley la legalización de la poligamia efectiva, tanto más aumentaba la exigencia de sostener sus dimensiones jurídicas y establecer sus límites legales. De ahí, el gran número de prescripciones y también la severidad de las penas previstas por el legislador para la infracción de tales normas. Sobre la base de los análisis que hemos hecho anteriormente acerca de la referencia que Cristo hace al "principio", en su discurso sobre la disolubilidad del matrimonio y sobre el "acto de repudio", es evidente que El veía con claridad la fundamental contradicción que el derecho matrimonial del Antiguo Testamento escondía en sí, al aceptar la efectiva poligamia, es decir, la institución de las concubinas junto a las esposas legales, o también el derecho a la convivencia con la esclava [2]. Se puede decir que tal derecho, mientras combatía el pecado, al mismo tiempo contenía en sí e incluso protegía las "estructuras sociales del pecado", lo que constituía su legalización. En tales circunstancias, se imponía la necesidad de que el sentido ético esencial del mandamiento "no cometer adulterio" tuviese también una revalorización fundamental. En el sermón de la montaña, Cristo desvela nuevamente ese sentido, superando sus restricciones tradicionales y legales.

2. Quizá merezca la pena añadir que en la interpretación vétero-testamentaria, cuanto más la prohibición del adulterio está marcada —pudiéramos decir— por el compromiso de la concupiscencia del cuerpo, tanto más claramente se determina la posición respecto a las desviaciones sexuales. Esto lo confirman las prescripciones correspondientes, las cuales establecen la pena capital para la homosexualidad y la bestialidad. En cuanto a la conducta de Onán, hijo de Judá, (de quien toma origen la denominación moderna de "onanismo") la Sagrada Escritura dice que "... no fue del agrado del Señor, el cual hizo morir también a él" (Gn 38,10).

117 El derecho matrimonial del Antiguo Testamento, en su más amplio conjunto, pone en primer plano la finalidad procreativa del matrimonio y en algunos trata de demostrar un tratamiento jurídico de igualdad entre la mujer y el hombre; por ejemplo, respecto a la pena por el adulterio se dice explícitamente: "Si adultera un hombre con la mujer de su prójimo, hombre y mujer adúlteros serán castigados con la muerte" (Lv 20,10); pero en conjunto prejuzga a la mujer tratándola con mayor severidad.

3. Convendría quizá poner de relieve el lenguaje de esta legislación, el cual, como en ese caso, es un lenguaje que refleja objetivamente la sexología de aquel tiempo. Es también un lenguaje importante para el conjunto de las reflexiones sobre la teología del cuerpo.Encontramos en él la específica confirmación del carácter de pudor que rodea cuanto, en el hombre, pertenece al sexo. Más aún, lo que es sexual se considera, en cierto modo, como "impuro", especialmente cuando se trata de las manifestaciones fisiológicas de la sexualidad humana. El "descubrir la desnudez" (cf. por ej. Lev Lv 20,11 Lv 17,21), es estigmatizado como el equivalente de un ilícito acto sexual llevado a cabo; ya la misma expresión parece aquí bastante elocuente. Es indudable que el legislador ha tratado de servirse de la terminología correspondiente a la conciencia y a las costumbres de la sociedad de aquel tiempo. Por tanto, el lenguaje de la legislación del Antiguo Testamento debe confirmarnos en la convicción de que no solamente son conocidas al legislador y a la sociedad la fisiología del sexo y las manifestaciones somáticas de la vida sexual, sino también que son valoradas de un modo determinado. Es difícil sustraerse a la impresión de que tal valoración tenía carácter negativo. Esto no anula, ciertamente, las verdades que conocemos por el Libro del Génesis, ni se puede inculpar al Antiguo Testamento —y entre otros a los libros legislativos— de ser como los precursores de un maniqueísmo. El juicio expresado en ellos respecto al cuerpo y al sexo no es tan "negativo" ni siquiera tan severo, sino que está más bien caracterizado por una objetividad motivada por el intento de poner orden en esa esfera de la vida humana. No se trata directamente del orden del "corazón", sino del orden de toda la vida social, en cuya base están, desde siempre, el matrimonio y la familia.

4. Si se toma en consideración la problemática "sexual" en su conjunto, conviene quizá prestar brevemente atención a otro aspecto; es decir, al nexo existente entre la moralidad, la ley y la medicina, que aparece evidente en los respectivos Libros del Antiguo Testamento. Los cuales contienen no pocas prescripciones prácticas referentes al ámbito de la higiene, o también al de la medicina, marcado más por la experiencia que por la ciencia, según el nivel alcanzado entonces [3]. Por lo demás, el enlace experiencia-ciencia es notoriamente todavía actual. En esta amplia esfera de problemas, la medicina acompaña siempre de cerca a la ética; y la ética, como también la teología, busca su colaboración.

5. Cuando Cristo, en el sermón de la montaña, pronuncia las palabras: "Habéis oído que fue dicho: No adulterarás, e inmediatamente añade: Pero yo os digo...", está claro que quiere reconstruir en la conciencia de sus oyentes el significado ético propio de este mandamiento, apartándose de la interpretación de los "doctores", expertos oficiales de la ley. Pero, además de la interpretación procedente de la tradición, el Antiguo Testamento nos ofrece todavía otra tradición para comprender el mandamiento "no cometer adulterio". Y es la tradición de los Profetas. Estos, refiriéndose al "adulterio", querían recordar "a Israel y a Judá" que su pecado más grande era el abandono del único y verdadero Dios en favor del culto a los diversos ídolos, que el pueblo elegido, en contacto con los otros pueblos, había hecho propios fácilmente y de modo exagerado. Así, pues, es característica propia del lenguaje de los Profetas más bien la analogía con el adulterio que el adulterio mismo; sin embargo, tal analogía sirve para comprender también el mandamiento "no cometer adulterio" y la correspondiente interpretación, cuya carencia se advierte en los documentos legislativos. En los oráculos de los Profetas, y especialmente de Isaías, Oseas y Ezequiel, el Dios de la Alianza-Jahvé es representado frecuentemente como Esposo, y el amor con que se ha unido a Israel puede y debe identificarse con el amor esponsal de los cónyuges. Y he aquí que Israel, a causa de su idolatría y del abandono del Dios-Esposo, comete para con El una traición que se puede parangonar con la de la mujer respecto al marido: comete, precisamente, "adulterio".

6. Los Profetas con palabras elocuentes y, muchas voces, mediante imágenes y comparaciones extraordinariamente plásticas, presentan lo mismo el amor de Jahvé-Esposo, que la traición de Israel-Esposa que se abandona al adulterio. Es éste un tema que deberemos volver a tocar en nuestras reflexiones, cuando sometamos a análisis, concretamente, el problema del "sacramento"; pero ya ahora conviene aludir a él, en cuanto que es necesario para entender las palabras de Cristo, según Mt 5, 27-28, y comprender esa renovación del ethos, que implican estas palabras: "Pero yo os digo...". Si, por una parte, Isaías [4] se presenta en sus textos tratando de poner de relieve sobre todo el amor de Jahvé-Esposo, que, en cualquier circunstancia, va al encuentro de su Esposa superando todas sus infidelidades, por otra parte Oseas y Ezequiel abundan en parangones que esclarecen sobre todo la fealdad y el mal moral del adulterio cometido por la Esposa-Israel.

En la sucesiva meditación trataremos de penetrar todavía más profundamente en los textos de los Profetas, para aclarar ulteriormente el contenido que, en la conciencia de los oyentes del sermón de la montaña correspondía al mandamiento "no cometer adulterio".

Notas

[1] Cf. por ej. Dt 21,10-13 Nb 30,7-16 Dt 24,1-4 Dt 22,13-21 Lv 20,10-21 y otros.
[2] Aunque el Libro del Génesis presenta el matrimonio monogámico de Adán, de Set y de Noé como modelos que imitar y parece condenar la bigamia que se manifiesta solamente en los descendientes de Caín (cf. Gn 4,19), por otra parte la vida de los Patriarcas proporciona ejemplos contrarios. Abraham observa las prescripciones de la ley de Hammurabi, que consentía desposar una segunda mujer en caso de esterilidad de la primera; y Jacob tenia dos mujeres y dos concubinas (cf. Gn 30,1-19).
El Libro del Deuteronomio admite la existencia legal de la bigamia (cf. Dt 21,15-17) e incluso de la poligamia, advirtiendo al rey que no tenga muchas mujeres (cf. Dt 17,17); confirma también la institución de las concubinas-prisioneras de guerra (cf. Dt 21,10-14) o esclavas (cf. Esd Esd 21,7-11). (Cf. R. de Vaux, Ancient Israel. Its Life and Institutions, London 1976, Darton, Longman, Todd; págs. 24-25, 83). No hay en el Antiguo Testamento mención explícita alguna sobre la obligación de la monogamia, si bien la imagen presentada por los Libros posteriores demuestra que prevalecía en la practica social (ef. por ej. los Libros Sapienciales, excepto Si 37,11; Tobit).
[3] Cf. por ej. Lv 12,1-6 Lv 15,1-28 Dt 21,12-13.
[4] Cf. por ej. Is 54 Is 62,1-5.

Saludos
118
(En español)

Un saludo especial a las religiosas Esclavas de la Inmaculada Niña.

Amadísimas hermanas: Habéis celebrado últimamente capítulo general, que es tiempo dedicado a la reflexión, al examen y sobre todo a la oración. Quiero insistiros hoy en este último aspecto: cultivad con empeño asiduo la vida de oración. Que todas vuestras actividades de apostolado, vuestra presencia en el mundo sirvan para fomentar en toda ocasión "la vida escondida con Cristo en Dios, de donde fluye el amor al prójimo para la salvación del mundo y edificación de la Iglesia" (cf. Perfectae caritatis
PC 6).

Con mi bendición apostólica.

Saludo también cordialmente al grupo juvenil de Teatro del Casal Claret, de Barcelona, y a los familiares que los acompañan.

Amadísimos todos: Me alegro mucho de saber que con vuestras representaciones artísticas y otras actividades religiosas queréis dar vida en vosotros a una fe cristiana auténtica y difundir entre los demás el mensaje de alegría y de paz del Evangelio.

A todos os bendigo de corazón.

Saludo también cordialmente a la "Asociación juvenil de San Luis Gonzaga", de Barcelona.

Queridísimos jóvenes: Que el recuerdo de este encuentro os estimule cada día, más a vivir con alegría la fe cristiana y a ser mensajeros de paz y de amor entre los hombres.

119 A vosotros y a vuestras familias una especial bendición.

(A los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados)

Y ahora un saludo cordial a todos los jóvenes que emulando a sus coetáneos presentes en las otras audiencias, han venido a expresar al Papa su afecto y recibir de él palabras de consejo y estímulo. Un saludo particular dedico al numeroso grupo de jóvenes de la "Asociación Mariana de Italia", presidido por los padres paúles, con ocasión del 150 aniversario de las apariciones de la Santísima Virgen a Santa Catalina Labouré.

Conociendo vuestra generosa disponibilidad, deseo atraer vuestra atención hacia el deber de auténtico comportamiento cristiano en la vida. No consideréis riqueza los valores humanos, queridísimos hijos, si bien sean dignos de estima y posesión; hay algo más. Que el amor sincero a Dios y la virtud teologal de la esperanza os orienten hacia la adquisición de bienes sobrenaturales y eternos; consagrad todas vuestras energías a estos ideales rechazando como algo reprobable para vuestra dignidad bautismal cuanto no haga referencia a ésta. Os acompañe siempre mi bendición apostólica que extiendo a todos vuestros seres queridos.

También vosotros, queridísimos enfermos, que sois parte elegida de la Iglesia, acogéis el saludo del Sucesor de Pedro. El Señor os mira con ternura e interés especiales, y aprecia sobre todo la ofrenda de vuestros actos de bondad y de vuestra paciencia fervorosa. Dios escucha de manera más evidente vuestras invocaciones. Esta es, por tanto, la exhortación del Papa: Haced donación a la comunidad eclesial entera de vuestros sufrimientos y oraciones por tantas víctimas del desorden, la tensión y el odio en todo el mundo; que la misericordia de Dios haga que los hombres no sigan lanzándose unos contra otros, sino que se sientan hermanos en la construcción de una sociedad dedicada a obras de paz. A esta obra sublime vosotros aportáis vuestra colaboración; y para ello os sirva de aliento mi bendición apostólica.

A vosotros, recién casados que con tanto interés habéis programado también el encuentro con el Papa dentro de vuestro viaje de novios, mi saludo y buen augurio. Que vuestro amor sea imitación del de Dios, sin cálculo ni medida. Lo que dice la Imitación de Cristo sobre el amor divino, se puede aplicar asimismo a vuestro amor tan profundo y santo por la gracia sacramental que lo aviva: "El amor no siente la carga, ni hace caso de la fatiga; quiere hacer más de lo que puede; no alega imposibilidad... Por eso tiene fuerzas para todo, y hace y lleva a cabo muchas cosas donde el que no ama desmaya y sucumbe" (L. III, cap. V).

Amaos siempre así. Con mi bendición apostólica que extiendo a vuestros familiares y amigos.

(A los jóvenes del grupo "Líbano-Esperanza")

Dedico también un saludo particular a los jóvenes del grupo "Líbano-Esperanza" que fieles a las orientaciones de su Patriarca, Su Beatitud Antoine-Pierre Khoraiche, viajan a Roma, Asís y Lourdes para orar por la pacificación, unificación y reconciliación del Líbano. Vuestra peregrinación, queridos amigos, es afirmación de una esperanza fundada en el amor de Dios, la reconciliación en el perdón y la fraternidad, el rechazo del odio y de las matanzas. Estoy seguro de que cuantos se hallan aquí se comprometerán a pedir con vosotros y conmigo por la pacificación del Líbano. Vuestra esperanza es también mía, y por ello os doy una bendición apostólica particular a vosotros, a vuestras familias y a todo vuestro querido país.

(Al capítulo general del Instituto del Sagrado Corazón de María)

Entre los grupos aquí presentes está el de las participantes en el capítulo general del Instituto del Sagrado Corazón de María. Queridas religiosas: Mi oración de hoy por vosotras es para que el capítulo ayude a todos los miembros de vuestra congregación a vivir cada vez más plenamente el misterio de la consagración eclesial a Jesucristo, Hijo de Dios y Salvador del mundo. Que todas vuestras deliberaciones, vuestro compartir y las estructuras de vuestra vida religiosa os encaminen a renovar la entrega de vosotras mismas a Jesús Esposo vuestro, con esa generosidad total que es la única capaz de garantizar la realización y el fruto de vuestra vida. Y que el Sagrado Corazón de María, bajo el cual se formó el misterio de la redención, sea el inspirador de vuestro celo al abrazar a todos los miembros de Cristo Jesús con amor puro y servicio abnegado.

120 (A un grupo de peregrinos de la diócesis de Eisenstadt en Austria)

Con especial alegría saludo hoy al nutrido grupo de peregrinos de la diócesis de Eisenstadt en Austria. Os encontráis en Roma acompañados de vuestro obispo mons. Lászlo, para celebrar con alegre gratitud los 20 años de la erección de vuestra diócesis. Al mismo, tiempo queréis con vuestra presencia renovar vuestra fidelidad a Cristo y a su Iglesia y vuestra disposición a colaborar en las labores de la Iglesia a lo largo del trigésimo año de vuestra diócesis.

Con gusto os animo y os invito, a propagar ante el mundo de hoy el mensaje de Cristo en comunión con los afanes de vuestro obispo, de los sacerdotes, de los religiosos y de los otros seglares, llenos de confianza y de la fuerza de Dios. Con ello colaboraréis a la salvación de los hombres, esa salvación que Cristo ha mostrado a la Iglesia como su tarea y camino.

Para ello os imparto a todos de corazón mi bendición apostólica.
** *


Oración del Papa por la Iglesia y la patria polaca

Ahora, queridos compatriotas, ante las noticias que llegan de Polonia quiero volver a leer en vuestra presencia o, mejor, rezar dos oraciones que la Iglesia polaca tiene costumbre de rezar; la primera en la solemnidad de María Santísima la Reina de Polonia, el 3 de mayo, y la segunda en la solemnidad de la Virgen de Czestochowa, el 26 de agosto. Primera la del 3 de mayo: "Dios que has dado a la nación polaca ayuda y escudo admirables en la Santísima Virgen María, concede benigno que, por intercesión de Nuestra Madre y Reina, la religión goce incesantemente de libertad, y la patria de seguridad".

Y ahora la segunda, la del 26 de agosto:

"Ayuda, Señor, al pueblo que Tú confortas con tu Cuerpo y Sangre, y por intercesión de tu Santísima Madre líbralo de todo mal y de todo peligro, y envuelve con tu protección todas sus obras buenas".

Digan por sí mismas estas oraciones cuán unidos estamos nosotros aquí presentes en Roma con nuestros compatriotas que están en nuestra patria, con la Iglesia que está en Polonia, y cuán cercanos y queridos son para nosotros todas sus vicisitudes, y lo mucho que suplicamos a Dios por todas estas cosas!



Miércoles 27 de agosto de 1980

El pecado de adulterio

121
1. Cristo dice en el sermón de la montaña: "No penséis que he venido a abrogar la ley o los Profetas: no he venido a abrogarla, sino a darle cumplimiento" (
Mt 5,17). Para esclarecer en qué consiste este cumplimiento recorre después cada uno de los mandamientos, refiriéndose también al que dice "No adulterarás". Nuestra meditación anterior trataba de hacer ver cómo el contenido adecuado de este mandamiento, querido por Dios, había sido oscurecido por numerosos compromisos en la legislación particular de Israel. Los Profetas, que en su enseñanza denuncian frecuentemente el abandono del verdadero Dios Yahvé por parte del pueblo, al compararlo con el "adulterio" ponen de relieve, de la manera más auténtica, este contenido.

Oseas, no sólo con las palabras, sino (por lo que parece) también con la conducta, se preocupa de revelarnos [1] que la traición del pueblo es parecida ala traición conyugal; aún más, el adulterio practicado como prostitución: "Ve y toma por mujer a una prostituta y engendra hijos de prostitución, pues que se prostituye la tierra, apartándose de Yahvé" (Os 1,2). El Profeta oye esta orden y la acepta como proveniente de Dios-Yahvé: "Díjome Yahvé: Ve otra vez y ama a una mujer amante de otro y adúltera" (Os 3,1). Efectivamente, aunque Israel sea tan infiel en su relación con su Dios como la esposa que "se iba con sus amantes y me olvidaba a mí" (Os 2,15), sin embargo, Yahvé no cesa de buscar a su esposa, no se cansa de esperar su conversión y su retorno, confirmando esta actitud con las palabras y las acciones del Profeta: "Entonces, dice Yahvé, me llamará 'mi marido', no me llamará baali. Seré tu esposo para siempre, y te desposaré conmigo en justicia, en juicio, en misericordia y piedades, y yo seré tu esposo en fidelidad y tú reconocerás a Yahvé" (Os 2, 18, 21-22). Esta ardiente llamada a la conversión de la infiel esposa-cónyuge va unida a la siguiente amenaza: "Que aleje de su rostro sus fornicaciones y de entre sus pechos sus prostituciones, no sea que yo la despoje y, desnuda, la ponga como el día en que nació" (Os 2,45).

2. Esta imagen de la humillante desnudez del nacimiento, se la recordó el Profeta Ezequiel a Israel-esposa infiel, y en proporción más amplia [2]: ...con horror fuiste tirada al campo el día que naciste. Pasé yo cerca de ti y te vi sucia en tu sangre, y, estando tú en tu sangre, te dije: ¡Vive! Te hice crecer a decenas de millares, como la hierba del campo. Creciste y te hiciste grande, y llegaste a la flor de la juventud; te crecieron los pechos y te salió el pelo; pero estabas desnuda y llena de vergüenza. Pasé yo junto a ti y te miré. Era tu tiempo el tiempo del amor, y tendí sobre ti mi mano, cubrí tu desnudez, me ligué a ti con juramento e hice alianza contigo, dice el Señor, Yahvé, y fuiste mía... Puse arillo en tus narices, zarcillos en tus orejas y espléndida diadema en tu cabeza. Estabas adornada de oro y plata, vestida de lino y seda en recamado... Extendióse entre las gentes la fama de tu hermosura, porque era acabada la hermosura que yo puse en ti. Pero te envaneciste de tu hermosura y de tu nombradía, y te diste al vicio, ofreciendo tu desnudez a cuantos pasaban, entregándote a ellos... ¿cómo sanar tu corazón, dice el Señor, Yahvé, cuando has hecho todo esto, como desvergonzada ramera dueña de sí, haciéndote prostíbulos en todas las encrucijadas y lupanares en todas las plazas? Y ni siquiera eres comparable a las rameras, que reciben el precio de su prostitución. Tú eres la adúltera que en vez de su marido acoge a los extraños" Ez 16, 5-8. 12-15. 30-32.

3. La cita resulta un poco larga, pero el texto, sin embargo, es tan relevante que era necesario evocarlo. La analogía entre el adulterio y la idolatría está expresada de modo particularmente fuerte y exhaustivo. El momento similar entre los dos miembros de la analogía consiste en la alianza acompañada del amor. Dios-Yahvé realiza por amor la alianza con Israel —sin mérito suyo—, se convierte para él como el esposo y cónyuge más afectuoso, más diligente y más generoso para con la propia esposa. Por este amor, que desde los albores de la historia acompaña al pueblo elegido, Yahvé-Esposo recibe en cambio numerosas traiciones: "las alturas", he aquí los lugares del culto idolátrico, en los que se comete el "adulterio" de Israel-esposa. En el análisis que aquí estamos desarrollando, lo esencial es el concepto de adulterio, del que se sirve Ezequiel. Sin embargo se puede decir que el conjunto de la situación, en la que se inserta este concepto (en el ámbito de la analogía), no es típico. Aquí se trata no tanto de la elección mutua hecha por los esposos, que nace del amor recíproco, sino de la elección de la esposa (y esto ya desde el momento de su nacimiento), una elección que proviene del amor del esposo, amor que, por parte del esposo mismo, es un acto de pura misericordia. En este sentido se delinea esta elección: corresponde a esa parte de la analogía que califica la alianza de Yahvé con Israel; en cambio, corresponde menos a la segunda parte de la analogía, que califica la naturaleza del matrimonio. Ciertamente, la mentalidad de aquel tiempo no era muy sensible a esta realidad —según los israelitas el matrimonio era más bien el resultado de una elección unilateral, hecha frecuentemente por los padres—, sin embargo, esta situación difícilmente cabe en el ámbito de nuestras concepciones.

4. Prescindiendo de este detalle, es imposible no darse cuenta de que en los textos de los Profetas se pone de relieve un significado del adulterio diverso del que da del mismo la tradición legislativa. El adulterio es pecado porque constituye la ruptura de la alianza personal del hombre y de la mujer. En los textos legislativos se pone de relieve la violación del derecho de propiedad y, en primer lugar, del derecho de propiedad del hombre en relación con esa mujer, que es su mujer legal: una de tantas. En los textos de los Profetas, el fondo de la efectiva y legalizada poligamia no altera el significado ético del adulterio. En muchos textos la monogamia aparece la única y justa analogía del monoteísmo entendido en las categorías de la Alianza, es decir, de la fidelidad y de la entrega al único y verdadero Dios-Yahvé: Esposo de Israel. El adulterio es la antítesis de esa relación esponsalicia, es la antinomia del matrimonio (también como institución) en cuanto que el matrimonio monogámico actualiza en sí la alianza interpersonal del hombre y de la mujer, realiza la alianza nacida del amor y acogida por las dos partes respectivas precisamente como matrimonio (y, como tal, reconocido por la sociedad). Este género de alianza entre dos personas constituye el fundamento de esa unión por la que "el hombre. se unirá a su mujer y vendrán a ser los dos una sola carne" (Gn 2,24). En el contexto antes citado se puede decir que esta unidad corpórea es su derecho (bilateral), pero que sobre todo es el signo normal de la comunión de las personas, unidad constituida entre el hombre y la mujer en calidad de cónyuges. El adulterio cometido por parte de cada uno de ellos no sólo es la violación de este derecho, que es exclusivo del otro cónyuge, sino al mismo tiempo es una radical falsificación del signo. Parece que en los oráculos de los Profetas precisamente este aspecto del adulterio encuentra expresión suficientemente clara.

5. Al constatar que el adulterio es una falsificación de ese signo, que encuentra no tanto su "normatividad", sino más bien su simple verdad interior en el matrimonio —es decir, en la convivencia del hombre y de la mujer, que se han convertido en cónyuges—, entonces, en cierto sentido, nos referimos de nuevo a las afirmaciones fundamentales, hechas anteriormente, considerándolas esenciales e importantes para la teología del cuerpo, desde el punto de vista tanto antropológico como ético. El adulterio es "pecado del cuerpo". Lo atestigua toda la tradición del Antiguo Testamento y lo confirma Cristo. El análisis comparado de sus palabras, pronunciadas en el sermón de la montaña (Mt 5,27-28), como también de las diversas, correspondientes enunciaciones contenidas en los Evangelios y en otros pasajes del Nuevo Testamento, nos permite establecer la razón propia del carácter pecaminoso del adulterio. Y es obvio que determinemos esta razón del carácter pecaminoso, o sea del mal moral, fundándonos en el principio de la contraposición en relación con ese bien moral que es la fidelidad conyugal, ese bien que puede ser realizado adecuadamente sólo en la relación exclusiva de ambas partes (esto es, en la relación conyugal de un hombre con una mujer). La exigencia de esta relación es propia del amor esponsalicio, cuya estructura interpersonal (como ya hemos puesto de relieve) está regida por la normativa interior de la "comunidad de personas". Ella es precisamente la que confiere el significado esencial a la Alianza (tanto en la relación hombre-mujer como también, por analogía, en la relación Yahvé-Israel). Del adulterio, de su carácter pecaminoso del mal moral que contiene, se puede juzgar de acuerdo con el principio de la contraposición con el pacto conyugal así entendido.

6. Es necesario tener presente todo esto cuando decimos que el adulterio es un "pecado del cuerpo"; el "cuerpo" se considera aquí unido conceptualmente a las palabras del Génesis 2, 24, que hablan, en efecto, del hombre y de la mujer, que, como esposo y esposa, se unen tan estrechamente entre sí que forman "una sola carne". El adulterio indica el acto mediante el cual un hombre y una mujer, que no son esposo y esposa, forman "una sola carne" (es decir, esos que no son marido y mujer en el sentido de la monogamia como fue establecida en el origen, más aún, en el sentido de la casuística legal del Antiguo Testamento). El "pecado" del cuerpo puede ser identificado solamente respecto a la relación de las personas. Se puede hablar de bien o de mal moral según que esta relación haga verdadera esta "unidad del cuerpo" y le confiera o no el carácter de signo verídico. En este caso, podemos juzgar, pues, el adulterio como pecado, conforme al contenido objetivo del acto.

Y éste es el contenido en el que piensa Cristo cuando, en el discurso de la montaña, recuerda: "Habéis oído que fue dicho: No adulterarás". Pero Cristo no se detiene en esta perspectiva del problema.

Notas
122
[1] Cf. Os, 1-3.
[2] Cf. Ez 16, 5-8. 12-15. 30-32.

Saludos

Saludo ahora con afecto al Movimiento Apostólico "La Virgen en Familia", del Archipiélago Canario.

La Madre de Dios ocupa un lugar único y privilegiado en el corazón de la Iglesia y de los cristianos. Os exhorto, amadísimos hermanos, como fruto de vuestra peregrinación a la tumba del Apóstol Pedro, a que continuéis viviendo y testimoniando la devoción y el amor filial a la Virgen María, que habéis recibido como don precioso de vuestros antepasados, tanto en la intimidad del hogar como en el ámbito social.

Con estos deseos, os bendigo de corazón.

(Al grupo italiano de la Institución internacional "Auxilia")

Una palabra particular de aliento llegue ahora al grupo italiano de la Institución internacional "Auxilia", asociación de profesores católicos que practican la caridad poniendo a disposición su capacitación profesional para la enseñanza, en favor de enfermos, minusválidos e incluso detenidos de toda fe religiosa. A vosotros de la sección italiana y a vuestros compañeros de Francia, Bélgica y España, llegue mi saludo cordial y la exhortación a perseverar con gozo en vuestro compromiso particular de caridad y testimonio cristiano.

(A los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados)

Un saludo afectuoso a los jóvenes y muchachos aquí presentes. El Papa os quiere y quiere que seáis buenos.

Vuestra edad y vuestra alegría son expresión singular y atrayente de vida; debéis estar agradecidos a Dios por ello. Pero a vuestra jovialidad debéis unir la bondad con todos y especialmente con los más cercanos. ¿Es fácil? No siempre; se requiere sacrificio. Pero es algo hermoso, santo, que agrada mucho a Dios y ayuda mucho a la sociedad tan necesitada de paz y esperanza.

Os anime a este noble esfuerzo mi bendición particular.

123 Y ahora un saludo y un abrazo a cada uno de vosotros, queridísimos enfermos. Quisiera que jamás os sintierais solos o inútiles en vuestro sufrimiento; porque Jesús está verdaderamente con vosotros, os comprende, y con su sacrificio da valor a los vuestros; podéis así cooperar a la obra de la salvación uniéndoos a su cruz.

Hace falta mucha fe y mucho amor. Pidámoslos a María Santísima que no deja solo a quien sufre, como no dejó solo a su Hijo en el calvario. También a vosotros el consuelo de mi bendición.

Y en fin, un saludo y enhorabuena a los recién casados. Queridos míos: Habéis elegido vivir juntos para siempre en las circunstancias varias e imprevisibles de la vida. Sin embargo, en la convivencia conyugal no todo es fácil siempre. Presentad, pues a Dios en la oración todos vuestro* deseos e inquietudes; con Dios todo se resuelve bien. Y mejor aún si fomentáis la costumbre de rezar juntos.

A la vez que invoco sobre vosotros la ayuda de la gracia divina, os doy también de todo corazón mi bendición.

(A un grupo de Australia)

Me da alegría recibir hoy a visitantes de Australia. Entre ellos figura un grupo de la parroquia de San Juan María Vianney, de Melbourne; y una peregrinación de Sidney organizada por la Sociedad de Nuestra Señora de Lourdes. Que vuestro viaje a Roma os aumente la fe, la fe de Pedro y Pablo, fe en Jesucristo, Hijo de Dios y Redentor del hombre. Dios bendiga a Australia.

(A una peregrinación de jóvenes de Dublín)

Con gran gozo doy la bienvenida a una peregrinación de jóvenes de Dublín, presidida por el arzobispo Ryan y el obispo Forristal, y acompañada del Ministro de Estado para la Juventud y el Deporte, el alcalde actual y el anterior de Dublín, que me recibieron en esta ciudad. Aprecio mucho esta visita y espero reunirme con vosotros uno de estos días.

(A los peregrinos procedentes de Austria y Alemania)

Permitidme un saludo especial dirigido a dos numerosos grupos presentes:

Saludo en primer lugar a la peregrinación diocesana del obispado de Graz-Seckau (Austria) con vuestro venerable obispo Johann Weber. Estos días os han de ayudar sin duda a encontrar nueva alegría en vuestra condición de cristianos católicos, que en la unidad de una Iglesia extendida por todo el mundo, ofrecéis el regalo de vuestra fe a los hombres de nuestros días para su salvación y para dar gracias a nuestro Señor Jesucristo resucitado.

124 Después, saludo igualmente de todo corazón a la peregrinación que realiza a Roma la congregación benedictina de Baviera en el año jubilar de San Benito con el venerable abad de Ottobeuren, padre Witalis Maier. Al mismo tiempo que visitáis los venerables lugares de vuestro fundador y seguís sus caminos, os ha iluminado, sin duda de forma perceptible la resplandeciente sabiduría y la amable figura de San Benito con sus ideas, como animación y aliento para vuestra continuación en la vida religiosa.

A estos dos grupos y con ellos a todos los peregrinos de los países de lengua alemana os deseo todo bien y os imparto de todo corazón mi bendición apostólica.

(A los participantes en la Semana anual organizada por la Asociación Bíblica Internacional)

Dirijo un saludo al grupo de religiosas pertenecientes a varios institutos y congregaciones, reunidas estos días en la Semana anual organizada por la Asociación Bíblica Internacional. Al expresaros mi complacencia agradecida por el vivo interés que mostráis hacia la Sagrada Escritura, os deseo que la reflexión asidua y atenta del misterio de la salvación a través de la lectura y escucha de la Palabra de Dios, os sea estímulo para una entrega creciente a los ideales de la vida consagrada, a imitación del Modelo divino. Os acompañe en este afán mi bendición apostólica.

(A la Asociación de Emigrantes belluneses)

Hoy en esta audiencia general hay una particularidad digna de mención. La Asociación de Emigrantes belluneses difundidos por el mundo y la Asociación nacional de Alpinos de Italia, con la ayuda de la población de Belluno han querido donar a las autoridades de Argéntina, nación en la que hay muchos emigrados italianos, una reproducción de la estatua de la Virgen de las Dolomitas que tuve el gozo de bendecir el año pasado en la cima de la Marmolada; y han expresado el deseo de que también esta reproducción fuese bendecida por el Papa. Con sumo gusto accedo a esta petición tan afectuosa, y aprovecho la ocasión para extender la bendición a todos los generosos donantes.

(A los peregrinos de Thiene)

Están presentes en esta audiencia los peregrinos de Thiene, hermosa ciudad industrial de la diócesis de Padua. Al comienzo de las fiestas del V centenario del nacimiento de su Patrono San Cayetano de Thiene, habéis querido encontraros con el Papa. Os lo agradezco de corazón. En vosotros me propongo saludar también a cuantos representáis: sacerdotes, religiosos y religiosas comprometidos en el apostolado de las cinco parroquias de vuestra ciudad;'a cuantos colaboran en numerosos centros de estudio, trabajo y comercio; a las familias y todos sus miembros, con mención particularmente afectuosa de los niños, jóvenes, ancianos y enfermos. Os deseo que en el cumplimiento de vuestra tarea particular tengáis como punto de reflexión y programa las palabras de Jesús que fueron, como bien sabéis, el motor interior del gran santo de la Providencia: "Buscad, pues, primero el reino y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura" (
Mt 6,33).

Os pongo bajo su protección y os ruego le pidáis también por mí, al mismo tiempo que os bendigo de corazón.

(En polaco)

Ayer vivimos la fiesta de la Virgen de Czestochowa y oramos durante la Misa junto con los polacos residentes en Roma y con otros que habían venido de Polonia y de otros países. Estábamos unidos a Jasna Góra porque era la fiesta de la Virgen de Czestochowa, y a Ella, que nos ha sido dada como protectora de nuestra patria, según dice la oración de la Misa, hemos confiado los problemas grandes y sumamente importantes de nuestra patria. También envié ayer mensajes fervientes para que la oración de los peregrinos presidida por el Episcopado polaco junto con el cardenal Primado, obtenga la paz y la justicia para nuestra patria.



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Septiembre de 1980


Audiencias 1980 113