Audiencias 1980 125

Septiembre de 1980

Miércoles 3 de septiembre de 1980

El pecado de adulterio según la doctrina de Jesús en el Sermón de la Montaña

1. En el sermón de la montaña Cristo se limita a recordar el mandamiento: "No adulterarás", sin valorar el relativo comportamiento de sus oyentes. Lo que hemos dicho anteriormente respecto a este tema proviene de otras fuentes (sobre todo, de la conversación de Cristo con los fariseos, en la que El se remitía al "principio": Mt 19,8 Mc 10,6). En el sermón de la montaña Cristo omite esta valoración o, más bien, la presupone. Lo que dirá en la segunda parte del enunciado, que comienza con las palabras: "Pero yo os digo...", será algo más que la polémica con los "doctores de la ley", o sea, con los moralistas de la Tora. Y será también algo más respecto a la valoración del ethos veterotestamentario. Se trata de un paso directo al nuevo ethos. Cristo parece dejar aparte todas las disputas acerca del significado ético del adulterio en el plano de la legislación y de la casuística, en las que la esencial relación interpersonal del marido y de la mujer había sido notablemente ofuscada por la relación objetiva de propiedad, y adquiere otras dimensiones. Cristo dice: "Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón" (Mt 5,28); ante este pasaje siempre viene a la mente la traducción antigua: "ya la ha hecho adúltera en su corazón', versión que, quizá mejor que el texto actual, expresa el hecho de que se trata de un mero acto interior y unilateral. Así, pues, "el adulterio cometido con el corazón" se contrapone en cierto sentido al a adulterio cometido con el cuerpo".

Debemos preguntarnos sobre las razones que cambian el punto de gravedad del pecado, y preguntarnos además cuál es el significado auténtico de la analogía: si, efectivamente, el "adulterio", según su significado fundamental, puede ser solamente un "pecado cometido con el cuerpo", ¿en qué sentido merece ser llamado también adulterio lo que el hombre comete con el corazón? Las palabras con las que Cristo pone el fundamento del nuevo ethos, exigen por su parte un profundo arraigamiento en la antropología. Antes de responder a estas cuestiones, detengámonos un poco en la expresión que, según Mateo 5, 27-28, realiza en cierto modo la transferencia, o sea, el cambio del significado del adulterio del "cuerpo" al "corazón". Son palabras que se refieren al deseo.

2. Cristo habla de la concupiscencia: "Todo el que mira para desear". Precisamente esta expresión exige un análisis particular para comprender el enunciado en su integridad. Es necesario aquí volver al análisis anterior, que miraba, diría, a reconstruir la imagen "del hombre de la concupiscencia" ya en los comienzos de la historia (cf. Gn 3). Ese hombre del que habla Cristo en el sermón de la montaña —el hombre que mira "para desear"—, es indudablemente hombre de concupiscencia. Precisamente por este motivo, porque participa de la concupiscencia del cuerpo, "desea" y "mira para desear". La imagen del hombre de concupiscencia, reconstruida en la fase precedente, nos ayudará ahora a interpretar el "deseo", del que habla Cristo, según Mateo 5, 27-28. Se trata aquí no sólo de una interpretación sicológica, sino, al mismo tiempo, de una interpretación teológica. Cristo habla en el contexto de la experiencia humana y a la vez en el contexto de la obra de la salvación. Estos dos contextos, en cierto modo, se sobreponen y se compenetran mutuamente: y esto tiene un significado esencial y constitutivo para todo el ethos del Evangelio, y en particular para el contenido del verbo "desear" o "mirar para desear".

3. Al servirse de estas expresiones, el Maestro se remite en primer lugar a la experiencia de quienes le estaban oyendo directamente; se remite, pues, también a la experiencia y a la conciencia del hombre de todo tiempo y lugar. De hecho, aunque el lenguaje evangélico tenga una facilidad comunicativa universal, sin embargo para un oyente directo, cuya conciencia se había formado en la Biblia, el "deseo" debía unirse a numerosos preceptos y advertencias, presentes ante todo en los libros de carácter "sapiencial", en los que aparecían repetidos avisos sobre la concupiscencia del cuerpo e incluso consejos dados a fin de preservarse de ella.

4. Como es sabido, la tradición sapiencial tenía un interés particular por la ética y la buena conducta de la sociedad israelita.Lo que en estas advertencias o consejos, presentes, por ejemplo en el libro de los Proverbios [1], o de Sirácida [2] o incluso de Cohélet [3], nos impresiona de modo inmediato es su carácter en cierto modo unilateral, en cuanto que las advertencias se dirigen sobre todo a los hombres. Esto puede significar que son especialmente necesarias para ellos. En cuanto a la mujer, es verdad que en estas advertencias y consejos aparece más frecuentemente como ocasión de pecado o incluso como seductora de la que hay que precaverse. Sin embargo, es necesario reconocer que tanto el Libro de los Proverbios como el Libro de Sirácida, además de la advertencia de precaverse de la mujer y de no dejarse seducir por su fascinación que arrastra al hombre a pecar (cf. Pr 5,1 Pr 5,6 Pr 6,24-29 Si 26,9-12), hacen también el elogio de la mujer que es "perfecta" compañera de vida para el propio marido (cf. Prov Pr 31,10 ss). Y además elogian la belleza y la gracia de una mujer buena, que sabe hacer feliz al marido.

"Gracia sobre gracia es la mujer honesta. Y no tiene precio la mujer casta. Como resplandece el sol en los cielos, así la belleza de la mujer buena en su casa. Como lámpara sobre el candelero santo es el rostro atrayente en un cuerpo robusto. Columnas de oro sobre basas de plata son las piernas sobre firmes talones en la mujer bella... La gracia de la mujer es el gozo de su marido. Su saber le vigoriza los huesos" (Si 26,19-23 Si 26,16-17).

5. En la tradición sapiencial contrasta una advertencia frecuente con el referido elogio de la mujer-esposa, y es el que se refiere a la belleza y a la gracia de la mujer, que no es la mujer propia, y resulta pábulo de tentación y ocasión de adulterio: "No codicies su hermosura en tu corazón..." (Pr 6,25). En Sirácida (cf. Si 9,1-9) se expresa la misma advertencia de manera más perentoria:

"Aparta tus ojos de mujer muy compuesta y no fijes la vida en la hermosura ajena. Por la hermosura de la mujer muchos se extraviaron, y con eso se enciende como fuego la pasión" (Si 9,8-9).

126 El sentido de los textos sapienciales tiene un significado prevalentemente pedagógico. Enseñan la virtud y tratan de proteger el orden moral, refiriéndose a la ley de Dios y a la experiencia en sentido amplio. Además, se distinguen por el conocimiento particular del "corazón" humano. Diríamos que desarrollan una específica psicología moral, aunque sin caer en el psicologuismo. En cierto sentido, están cercanos a esa apelación de Cristo al "corazón" que nos ha transmitido Mateo (cf. 5, 27-28), aún cuando no pueda afirmarse que revelen tendencia a transformar el ethos de modo fundamental. Los autores de estos libros utilizan el conocimiento de la interioridad humana para enseñar la moral más bien en el ámbito del ethos históricamente vigente y sustancialmente confirmado por ellos. Alguno a veces, como por ejemplo Cohélet, sintetiza esta confirmación con la "filosofía" propia de la existencia humana, pero si influye en el método con que formula advertencias y consejos, no cambia la estructura fundamental que toma de la valoración ética.

6. Para esta transformación del ethos será necesario esperar hasta el sermón de la montaña. No obstante, ese conocimiento tan perspicaz de la psicología humana que se halla presente en la tradición "sapiencial", no está ciertamente privado de significado para el círculo de aquellos que escuchaban personal y directamente este discurso. Si, en virtud de la tradición profética, estos oyentes estaban, en cierto sentido, preparados a comprender de manera adecuada el concepto de "adulterio", estaban preparados además, en virtud de la tradición "sapiencial", a comprender las palabras que se refieren a la "mirada concupiscente". o sea, al "adulterio cometido con el corazón".

Nos convendrá volver ulteriormente al análisis de la concupiscencia. en el sermón de la montaña.

Notas

[1] Cf., por ej.,
Pr 5,3-6 Pr 5,15-20 Pr 6,24-7,27 Pr 21,9 Pr 21,19 Pr 22,14 Pr 30,20.

[2] Cf. por ej., Si 7,19 Si 7,24-26 Si 9,1-9 Si 23,22-27 Si 23,13-26,18 Si 36,21-25 Si 42,6 Si 42,9-14.

[3] Cf., por ej., Qo 7,26-28 Qo 9,9.



Saludos

(A los Oblatos y Oblatas de la Orden Benedictina)

Recibo con particular gozo a los Oblatos y Oblatas de la Orden benedictina, venidos en gran número de Francia, de Italia y hasta de Togo, a venerar los lugares santificados por San Benito. Os exhorto a intensificar esta "oblación" que habéis hecho un día y firmado de vuestro puño sobre el altar del Señor. Dad prioridad a la alabanza divina, a la lectio divina. Acoged a los demás como Cristo, y que vuestras casas sean hospitalarias recordando que sin vivir en el claustro estáis llamados a prolongar y difundir en el corazón del mundo, el espíritu del monasterio a que estáis vinculados por vuestra oblación. Gracias de nuevo por haber venido a visitarme. Os bendigo paternamente.

(A los jóvenes de la diócesis de Aire y Dax)

127 A los jóvenes de la diócesis de Aire y Dax, venidos en peregrinación a Asís y Roma con su obispo mons. Robert Sarrabère y sus consiliarios, dirijo mi saludo afectuoso y mi enhorabuena. Yo añadiría un sólo deseo que se une —estoy seguro— a sus aspiraciones, así como a la esperanza de su obispo, de sus sacerdotes y sus padres. Al igual que vuestro compatriota San Vicente de Paúl, sabed escuchar y seguir la llamada del Señor a fin de que vuestra vida sea realmente cristiana y para consagraros, si os lo pide, enteramente a su servicio.
* * *


Dedico iguales estímulos a los jóvenes acólitos de la archidiócesis de Reims. Sabed todos, queridos amigos, que pido por vosotros. Os encomiendo a la Virgen María y os bendigo afectuosamente.

(A una peregrinación de Estrasburgo y Metz)

Quiero decir también una palabra de acogida a los miembros de la Unión regional de Ferroviarios católicos de las diócesis de Estrasburgo y Metz, así como a todos los diocesanos de Autun y Belly, venidos con mons. Le Bourgeois a la tumba de los Santos Apóstoles. Queridos amigos: Que esta peregrinación os ayude a afianzar vuestra vocación cristiana, y la fidelidad a vuestro bautismo y a la Iglesia de Cristo. Doy a todos vosotros y a cuantos amáis la bendición apostólica.

(A un grupo de minusválidos y enfermos)

Una bendición muy particular, en fin, a los queridos enfermos y minusválidos de Ruillé-en-Champagne y a sus abnegados acompañantes. Que la Virgen Inmaculada os alcance a todos la gracia de comprender a su divino Hijo y el valor para seguirle.

Entre los aquí presentes esta tarde se hallan los miembros de la peregrinación blanca irlandesa, por avión, a Roma y Loreto, con un cierto número de enfermos. Que nuestro Señor y nuestra bendita Madre María sean la fuerza y el gozo de cada hora de vuestro viaje de fe. Y que volváis a Irlanda con mayor conciencia aún de vuestra unión con Cristo en su misión de salvación. Que su amor esté siempre en vuestro corazón.

(A varios grupos de sacerdotes)

Os invito a uniros al saludo que dirijo a los 30 sacerdotes aquí presentes que celebran unos los 25 años y otros los 40 años de ordenación sacerdotal. Algunos estudiaron aquí en Roma, en el Colegio Germano-Húngaro. Otros proceden de la diócesis de Münster. Tened la convicción de que el Señor mantiene la fidelidad a su sí a lo largo de los caminos de vuestra vida. Responded a esta fidelidad de todo corazón y con todas las fuerzas.

Deseo dirigir un saludo particular a dos grupos de sacerdotes venidos de la archidiócesis de Milán. Los primeros celebran los 40 años de sacerdocio; los otros fueron ordenados hace 25 años por el arzobispo de entonces, Juan Bautista Montini, cuando hacía pocos meses que había sido llamado a regir la Iglesia ambrosiana.

128 Hijos queridísimos: Al expresaros mi agradecimiento por esta visita, me complace exhortaros a avivar en vosotros la conciencia de la singular dignidad a que os ha elevado el sacramento, y a renovar al mismo tiempo los propósitos de entrega plena al servicio ministerial con espíritu de caridad filial hacia vuestro actual arzobispo, el amado mons. Carlo Maria Martini, y de comunión sincera con los problemas, preocupaciones y esperanzas de vuestro pueblo.

Os bendigo a todos y a los familiares que os han acompañado, y confío a cada uno el encargo de llevar mi bendición a las almas a las que prestáis cuidados pastorales.

(A los cooperadores y cooperadoras salesianos)

Están presentes en la audiencia general los 2.000 cooperadores y cooperadoras salesianos que participan en el encuentro nacional de fraternidad y oración.

Queridísimos: habéis venido a encontraros con el Papa en representación también de todos los cooperadores de Italia, y os lo agradezco de veras. Deseo daros las gracias por vuestra valiosa actividad. Recordando la visita a la tumba de San Juan Bosco en Turín el pasado abril, os digo: Continuad viviendo el maravilloso ideal salesiano en la familia, la sociedad, el trabajo, la escuela, la vida parroquial, la estructura diocesana, los consejos pastorales, la organización civil, las exigencias del barrio y la ciudad, la acogida a la vida naciente, la atención a los enfermos y marginados, la ayuda fraterna a todos los que sufren.

Pero sobre todo no olvidéis jamás vuestra vida espiritual, y corroborarla con la oración diaria y la frecuencia de los sacramentos. Así seréis auténticos "testigos de Cristo" bajo la protección maternal de María Auxiliadora y con la intercesión de los Santos Francisco de Sales y Juan Bosco.

Os acompañe mi bendición que extiendo a todos los cooperadores de Italia.

(A los muchachos de Pove del Grappa)

Ahora deseo dirigir un saludo afectuoso a los muchachos de Pove del Grappa. Queridísimos: La antorcha que acabo de encender y que llevaréis a vuestra parroquia para que arda durante las fiestas quinquenales en honor del Divino Crucificado, sea para vosotros y para todos emblema de amor vivo a Cristo, auténtico fundamento de la paz verdadera. Con estos deseos imparto de corazón a vosotros, vuestras familias y los fieles de vuestra comunidad parroquial, mi apostólica bendición.

(A los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados)

Queridos jóvenes: También hoy deseo reservaros un saludo y una exhortación. San Gregorio Magno, de quien hoy se celebra la memoria litúrgica, explica así en una homilía la frase de Jesús "La mies es mucha, pero los operarios son pocos": "Para mucha mies hay pocos obreros. No podemos hablar de esto sin gran dolor, porque a pesar de haber muchas personas dispuestas a escuchar cosas buenas, faltan quienes se las digan" (Homilías sobre los Evangelios, XVII, 3).

129 Después de tantos siglos, las palabras de este gran Papa siguen siendo todavía actuales; y por ello os exhorto de corazón a pedir por las vocaciones y a escuchar con generosidad y alegría la voz del Señor que llama a su seguimiento. Os sirva de ayuda y aliento en ello mi bendición apostólica portadora de bienes.

Queridos enfermos: Cercano siempre a vuestro dolor y partícipe de vuestros sufrimientos, os saludo con afecto particular en el Señor.

Como sabéis, el mes de septiembre está especialmente marcado por la devoción a María Santísima a través de algunas fiestas concretas, y entre éstas, en especial, la dedicada a la Virgen Dolorosa.

Unid vuestras penas a las de María Santísima para cooperar en la salvación del mundo. En el arduo camino de la humanidad, tan denso siempre de inquietudes y peligros, el mundo tiene necesidad de almas orantes y adoradoras. Sedlo vosotros, y os acompañe el consuelo de mi bendición.

Vaya también mi saludo afectuoso ahora a vosotros, recién casados que, al comenzar vuestra nueva vida, habéis querido encontraros con el Papa como signo de fe y promesa de propósitos santos.

En este mes de septiembre comenzará aquí en Roma el Sínodo de los Obispos que tratará el tema de la familia en la sociedad actual.

Precisamente a vuestras oraciones en particular, queridos recién casados, quiero encomendar el próximo Sínodo y su feliz éxito, para que llegue a ser provechoso de verdad para cada familia. Con estos deseos a todos bendigo de corazón.


En el aniversario del comienzo de la Segunda Guerra Mundial


Ahora quiero aludir a un problema muy importante para todos nosotros.

El 1 de septiembre se cumplía otro aniversario, el 41°, del comienzo de la II guerra mundial, una guerra que comportó enormes daños materiales y morales, y sigue siendo herida dolorosa en la historia de las naciones, en particular de las naciones europeas en este siglo. Y sobre todo es herida dolorosa en la historia de nuestra nación que durante los hechos bélicos, a partir de septiembre de 1939, no sólo estuvo sometida a una ocupación terrible, como sabemos, sino que además ofreció el holocausto de seis millones de hijos e hijas suyos en distintos frentes, en campos y prisiones. No podemos olvidar esta fecha. No podemos olvidarla porque, además, la II guerra mundial, a través de la enorme aportación de nuestra nación, justifica particularmente el derecho moral a la independencia y a la soberanía en la existencia de esta nación. Soberanía significa justo derecho a la autodeterminación; y el respeto de este derecho está exigido por el orden moral internacional.

Por este motivo pienso que, independientemente del hecho de que yo sea polaco, tengo el derecho y el deber de hablar de ello en el marco de mi ministerio.

130 En estos primeros días de septiembre que cada año nos recuerdan la terrible violencia de la que fue objeto nuestra patria solamente veinte años después de la reconquista de la independencia que siguió a la repartición de Polonia, debemos rezar de modo especial para que el orden moral internacional sea respetado en Europa y en todo el mundo, para que ni nuestra patria ni ninguna otra nación sea víctima de la agresión y de la violencia por parte de otros. Debemos orar por esto, y testimoniar esto; por otra parte, todos lo estamos haciendo, testimoniar y orar para que las relaciones en Europa y en el mundo entero se basen sobre el respeto de los derechos de cada nación que están orgánicamente ligados a los derechos del hombre. Son éstas, queridos compatriotas, las reflexiones obligadas, relacionadas cada año con el comienzo de septiembre. Las dirijo a vosotros aquí presentes; las dirijo a todos los connacionales nuestros que están en la patria; las dirijo a todos los hombres de buena voluntad del mundo. Estas son las palabras de la paz; esa paz de que la Iglesia quiere, por misión recibida de Cristo,, nacerse servidora en favor de toda la humanidad, de todos los hombres de buena voluntad.



Miércoles 10 de septiembre de 1980

Concupiscencia y adulterio según las enseñanzas del Sermón de la Montaña

1. Reflexionemos sobre las siguientes palabras de Jesús, tomadas del sermón de la montaña: "Todo el que mira a una mujer deseándola, ya adultera con ella en su corazón" ("ya la ha hecho adúltera en su corazón") (Mt 5,28). Cristo pronuncia esta frase ante los oyentes que, basándose en los libros del Antiguo Testamento, estaban preparados, en cierto sentido. para comprender el significado de la mirada que nace de la concupiscencia. Ya el miércoles pasado hicimos referencia a los textos tomados de los llamados Libros Sapienciales.

He aquí, por ejemplo, otro pasaje, en el que el autor bíblico analiza el estado de ánimo del hombre dominado por la concupiscencia de la carne:

«...el que se abrasa en el fuego de sus apetitos que no se apaga hasta que del todo le consume; el hombre impúdico consigo mismo, que no cesará hasta que su fuego se extinga; el hombre fornicario. a quien todo el pan es dulce, que no se cansará mientras no muera: el hombre infiel a su propio lecho conyugal, que dice para sí: "¿Quién me ve? La oscuridad me cerca y las paredes me ocultan, nadie me ve. ¿Qué tengo que temer? El Altísimo no se da cuenta de mis pecados". Sólo teme los ojos de los hombres. Y no sabe que los ojos del Señor son mil veces más claros que el sol y que ven todos los caminos de los hombres y penetran hasta los lugares más escondidos... Así también la mujer que engaña a su marido y de un extraño le da un heredero» (Si 23,22-32).

2. No faltan descripciones análogas en la literatura mundial [1]. Ciertamente, muchas de ellas se distinguen por una más penetrante perspicacia de análisis psicológico y por una mayor intensidad sugestiva fuerza de expresión. Sin embargo, la descripción bíblica del Sirácida (23, 22-32) comprende algunos elementos que pueden ser considerados "clásicos" en el análisis de la concupiscencia carnal. Un elemento de esta clase es, por ejemplo, el parangón entre la concupiscencia de la carne y el fuego: éste, inflamándose en el hombre, invade sus sentidos, excita su cuerpo, envuelve los sentimientos y en cierto sentido se adueña del "corazón". Esta pasión, originada por la concupiscencia carnal. sofoca en el "corazón" la voz más profunda de la conciencia, el sentido de responsabilidad ante Dios, y precisamente esto, de modo particular, se pone en evidencia en el texto bíblico que acabamos de citar. Por otra parte, persiste el pudor exterior respecto a los hombres —o más bien, una apariencia de pudor—, que se manifiesta como temor a las consecuencias, más que al mal en sí mismo. Al sofocar la voz de la conciencia, la pasión trae consigo inquietud de cuerpo y de sentidos: es la inquietud del "hombre exterior". Cuando el hombre interior ha sido reducido al silencio, la pasión. después de haber obtenido, por decirlo así, libertad de acción, se manifiesta como tendencia insistente a la satisfacción de los sentidos y del cuerpo.

Esta satisfacción, según el criterio del hombre dominado por la pasión, debería extinguir el fuego; pero, al contrario, no alcanza las fuentes de la paz interior y se limita a tocar el nivel más exterior del individuo humano. Y aquí el autor bíblico constata justamente que el hombre, cuya voluntad está empeñada en satisfacer los sentidos, no encuentra sosiego, ni se encuentra a sí mismo, sino, al contrario, "se consume". La pasión mira a la satisfacción; por esto embota la actividad reflexiva y desatiende la voz de la conciencia; así, sin tener en sí principio alguno indestructible, "se desgasta". Le resulta connatural el dinamismo del uso, que tiende a agotarse. Es verdad que, donde la pasión se inserte en el conjunto de las más profundas energías del espíritu, ella puede convertirse en fuerza creadora: pero en este caso debe sufrir una transformación radical. En cambio, si sofoca las fuerzas más profundas del corazón y de la conciencia (como sucede en el relato del Si 23,22-32), "se consume" y, de modo indirecto, en ella se consume el hombre que es su presa.

3. Cuando Cristo en el sermón de la montaña habla del hombre que "desea", que "mira con deseo", se puede presumir que tiene ante los ojos también las imágenes conocidas por sus oyentes a través de la tradición "sapiencial". Sin embargo, al mismo tiempo, se refiere a cada uno de los hombres que, según la propia experiencia interior, sabe lo que quiere decir "desear", "mirar con deseo". El Maestro no analiza esta experiencia ni la describe, como había hecho, por ejemplo el Sirácida (23, 22-32); El parece presuponer, diría, un conocimiento suficiente de ese hecho interior, hacia el que llama la atención de los oyentes, presentes y potenciales. ¿Es posible que alguno de ellos no sepa de qué se trata? Si verdaderamente no supiese nada de ello, no le atañería el contenido de las palabras de Cristo, ni habría análisis o descripción alguna que se lo pudieran explicar. En cambio, si sabe —se trata efectivamente en este caso de una ciencia totalmente interior, intrínseca al corazón y a la conciencia— entenderá rápidamente que dichas palabras se refieren a él.

4. Cristo, pues, no describe ni analiza lo que constituye la experiencia del "desear", la experiencia de la concupiscencia de la carne. Incluso se tiene la impresión de que El no penetra esta experiencia en toda la amplitud de su dinamismo interior, como sucede, por ejemplo. en el citado texto del Sirácida, sino que más bien se queda en sus umbrales. El "deseo" no se ha transformado todavía en una acción exterior, aún no ha llegado a ser "acto del cuerpo"; hasta ahora es el acto interior del corazón: se manifiesta en la mirada, en el modo de "mirar a la mujer". Sin embargo, ya deja entender, desvela su contenido y su calidad esenciales.

131 Es preciso que hagamos ahora estos análisis. La mirada expresa lo que hay en el corazón. La mirada expresa, diría, a todo el hombre. Si generalmente se considera que el hombre "actúa conforme a lo que es " (operari sequitur esse), Cristo en este caso quiere poner en evidencia que el hombre "mira" conforme a lo que es: intueri sequitur esse. En cierto sentido, el hombre a través de la mirada se revela al exterior y a los otros; sobre todo revela lo que percibe en el "interior" [2] .

5. Cristo enseña, pues, a considerar la mirada como umbral de la verdad interior. Ya en la mirada, "en el modo de mirar", es posible individuar plenamente lo que es la concupiscencia. Tratemos de explicarla. "Desear", "mirar con deseo" indica una experiencia del valor del cuerpo, en la que su significado esponsalicio deja de ser tal, precisamente a causa de la concupiscencia. Además, cesa su significado procreador, del que hemos hablado en nuestras consideraciones precedentes, el cual —cuando se refiere a la unión conyugal del hombre y de la mujer— se arraiga en el significado esponsalicio del cuerpo y casi emerge de él orgánicamente. Ahora bien, el hombre "al desear", "al mirar para desear" (como leemos en Mt 5, 27-28) experimenta de modo más o menos explícito el alejamiento de ese significado del cuerpo, en el cual (ya hemos observado en nuestras reflexiones) se basa en la comunión de las personas: tanto fuera del matrimonio, como —de modo particular— cuando el hombre y la mujer están llamados a construir la unión "en el cuerpo" (como proclama el "Evangelio del principio" en el texto clásico del
Gn 2,24). La experiencia del significado esponsalicio del cuerpo está subordinada de modo particular a la llamada sacramental, pero no se limita a ella. Este significado califica la libertad del don, que —como veremos con más precisión en ulteriores análisis— puede realizarse no sólo en el matrimonio, sino también de modo diverso.

Cristo dice: " Todo el que mira a una mujer deseándola (el que mira con concupiscencia), ya adulteró con ella en su corazón" ("ya la ha hecho adúltera en el corazón") (Mt 5,28). ¿Acaso no quiere decir con esto que precisamente la concupiscencia —como el adulterio— es un alejamiento interior del significado esponsalicio del cuerpo? ¿No quiere remitir a los oyentes a sus experiencias interiores de este alejamiento? ¿Acaso no es por esto por lo que lo define "adulterio cometido en el corazón"?

Notas

[1] Cf., por ejemplo, las Confesiones de San Agustín:
«Deligatus morbo carnis mortifera suavitate trahebam catenam meam, solvi timens, et quasi concusso vulnere repellens verba bene suadentis tamquam manum solventis. (...) Magna autem ex parte atque vehementer consuetudo satiandae insatiabilis concupiscentiae me captum excruciabat» (Confesiones, lib. VI, cap. 12, 21. 22).
«Et non stabam frui Deo meo, sed rapiebar ad te decore tuo; moxque deripiebar abs te pondere meo, et ruebam in ista cum gemitu: et pondus hoc, consuetudo carnalis» (Confesiones, lib. VII cap. 17).
«Sic aegrotabam et excruciabar accusans memetipsum solito acerbius nimis, ac volvens et versans me in vinculo meo, donec abrumperetur totum, quo iam exiguo tenebar, sed tenebar tamen. Et instabas tu in occultis Domine, severa misericordia, flagella ingeminans timoris et pudoris, ne rursus cessarem, et non abrumperetur idipsum exiguum et tenue quad remanserat; et revalesceret iterum et me robustius alligaret...» (Confesiones, lib. VIII; cap. 11).
Dante describe esta ruptura interior y la considera merecedora de pena:
«Quando giungon davanti alla ruina / quivi le strida, il compianto, il lamento; / bestemmian quivi la virtù divina. / Intesis che a cosi fatto tormento / enno dannati i peccator carnali, / che la ragion sommettono al talento. / E come gli stornei ne portan l'ali / nel freddo tempo a schiera larga e piena, / così quel fiato gli spiriti mali: / di qua, di là, di giu, di su li mena; / nulla speranza li conforta mai, / non che di posa, ma di minor pena» (Dante, Divina Commedia, Inferno, V, 37-43).
«Shakespeare has described the satisfaction of a tyrannous lust as something. Past reason hunted and, no sooner had, past reason hated» (C. S. Lewis, The Four Loves, New York, 1960. Harcourt, Brace, pág. 28).

132 [2] El análisis filológico confirma el significado de la expresión ho blépon ("el que mira" o "todo el que mira": Mt 5,28 Mt 5,
«Si blépo de Mt 5, 28 tiene el valor de percepción interna, equivalente a "pienso, fijo la atención, observo", resulta más severa y más elevada la enseñanza evangélica respecto a las relaciones interpersonales de los discípulos de Cristo.
Según Jesús, no es necesaria siquiera una mirada lujuriosa para convertir en adúltera a una persona. Basta incluso un pensamiento del corazón» (M. Adinolfi, "II desiderio della donna in Matteo 5, 28", en: Fondamenti biblici della teología morale - Atti della XXII Settimana Bíblica Italiana, Brescia, 1973, Paideia, pág. 279).



Saludos

(A un grupo de peregrinos de Rouen y Havre)

Entre los grupos presentes tengo el gusto de saludar a un buen número de peregrinos de Rouen y Havre, ¡Me devolvéis la visita que hice a Lisieux!, y sobre todo dais un paso en la fe junto con vuestros obispos, mons. Pailler y mons. Duval, y con vuestros sacerdotes, paso por el que os felicito. Descubrís en su propio lugar cómo aquí nació la Iglesia en el tiempo de los Apóstoles Pedro y Pablo; cómo creció con fe firme y caridad ejemplar en el tiempo de las persecuciones; cómo se rehizo continuamente y se fue renovando gracias al celo de los santos y de los fundadores de Ordenes religiosas; y cómo bajo la guía del Sucesor de Pedro ha seguido siendo siempre centro de unidad y, al mismo tiempo, fuente de dinamismo misionero para todas las comunidades locales. Que el Espíritu Santo os dé el gozo y el valor de los cristianos que nos han precedido. De todo corazón os doy mi bendición apostólica a vosotros y a todos los peregrinos presentes.

(A los miembros de la dirección general de los Crucíferos)

Esta tarde doy una bienvenida especial a los miembros de la dirección general de los Crucíferos, con ocasión de su reunión en Roma. Os estoy agradecido por la promesa de fidelidad y oraciones que me habéis enviado con vuestro maestro general. Por mi parte deseo aseguraros mi cercanía espiritual a vosotros en vuestras deliberaciones. Mi oración por vosotros es para que toda la congregación renueve su dinamismo en la cruz de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Sea este mensaje de salvación, vida y resurrección, tema constante de vuestra predicación y gozo de vuestra vida consagrada. Y que María, Madre de Cristo crucificado y resucitado, esté cerca de cada uno de vosotros.

(A los peregrinos Alemania, Austria, Suiza y Holanda)

Ahora deseo saludar muy cordialmente a los visitantes de Alemania, Austria, Suiza y Holanda. Me alegra especialmente la presencia de tres grandes peregrinaciones: primeramente el grupo de la diócesis de Aquisgrán, en viaje organizado por el periódico diocesano en el 50 aniversario de la restauración de la diócesis; después, la peregrinación benedictina de la archidiócesis de Munich y Freising, con el obispo auxiliar mons. Schwarzenböck; y finalmente, el grupo de peregrinos de "Cáritas" de la archidiócesis de Paderborn.

Este encuentro debe fortalecer vuestra fe y afianzar la unión con la Iglesia, con vuestra nación y con el mundo entero. De corazón bendigo a todos y a vuestras familias.

133 (A los padres rogacionistas)

Ahora deseo dirigir un saludo afectuoso a los padres rogacionistas. aquí presentes con el superior general, que acaban de concluir el VI capitulo general de la congregación.

Queridos hijos: Vuestro trabajo encaminado, a la plegaria y fomento por las vocaciones sacerdotales y religiosas, llega al corazón mismo de la Iglesia, poniendo en práctica con una consagración especial la invitación de Jesús: "Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies" (
Mt 9,38). La Iglesia tiene necesidad de hombres enteramente dedicados a la salvación de los hermanos, de hombres que perpetúen el ministerio de la reconciliación y la gracia, de hombres consagrados a Cristo y al servicio de su Reino, de hombres en los que Cristo sea eternamente joven y a través de los cuales Cristo rejuvenezca a la Iglesia. .

Sobre vuestra misión y propósitos y sobre vuestras personas invoco la plenitud de dones celestes que me complazco en propiciar con mi oración y mi bendición.

(A las "Caritas" diocesanas de Italia)

Un saludo cordial deseó dirigir a los miembros del VII congreso nacional de las "Caritas'' diocesanas de Italia, que se han reunido estos días en Roma para estudiar el tema "Familia y pastoral de la caridad en la Iglesia local".

A vosotros todos, hermanos queridísimos, expreso mi complacencia por esta iniciativa que está en sintonía con el gran tema de la próxima Asamblea General del Sínodo de los Obispos; y también el auspicio de que la concepción cristiana del amor y la familia inspiren las ideas y el comportamiento del hombre contemporáneo en la búsqueda de bases sólidas para su vida de relación en la sociedad.

Con estos deseos os imparto a todos mi bendición apostólica.

(A la comunidad diocesana pontina de Terracina-Latina, Priverno y Sezze)

Deseo ofrecer mi saludo afectuoso también a los numerosos fieles de la comunidad diocesana pontina de Terracina-Latina, Priverno y Sezze, que han querido celebrar con una peregrinación a la Sede del Vicario de Cristo, dos fechas significativas de su vida eclesial: los cincuenta años de ordenación sacerdotal de su celoso obispo, mons. Enrico Romolo Compagnoni, y los sesenta de fundación de la Acción Católica diocesana.

Este gesto vuestro de fe, hermanos y hermanas queridísimos, os honra, pues habéis querido fundar sobre la roca de Pedro la devoción filial a vuestro Pastor y vuestra dedicación al apostolado laical que os compromete en la vida misma de la Iglesia. Seguid con igual entusiasmo dando testimonio cristiano coherente en vuestro campo concreto de trabajo, profesión o estudio. Con serenidad plena y activa generosidad. Os acompañe siempre mi bendición apostólica.

134 (A la peregrinación de la Prensa diocesana de Novara)

Dedico además un saludo a los que forman la peregrinación de la Prensa diocesana de Novara, responsables, redactores y amigos, llegados a Roma para renovar en la tumba de los Apóstoles Pedro y Pablo el compromiso de testimonio cristiano en el sector tan importante de la prensa.

A vuestro semanario, a sus diez "ediciones" al servicio de las distintas zonas de vuestra diócesis, a los responsables y a cuantos colaboran, vaya mi agradecimiento por el donativo que me han hecho en favor de los hermanos necesitados; y mi bendición llena de felices augurios.

(A los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados)

Dirijo un saludo caluroso a los jóvenes que participan en esta audiencia. Deseo saludar en particular a los muchachos y muchachas del campo-escuela de la revista Primavera.

Queridísimos: Vuestra presencia, supone siempre para el Papa "un don" al que me complazco en corresponder encaminándoos —como hacía Juan Bautista con sus seguidores a orillas del Jordán— hacia la persona de quien ha sido enviado, "donado" por el Padre celestial a la humanidad cual Redentor único y verdadero: ¡Jesucristo! A El, que se presenta como Verdad, dirigid la mente para ser iluminados beneficiosamente; a El, que se ofrece como Camino, encaminad vuestros pasos para no desviaros nunca de las sendas de la justicia y la bondad; a El que se afirma como Vida, abrid vuestras almas para que se inunden de su gracia santificante y de su amor sublime. Con estos deseos os bendigo a vosotros y a vuestras familias.

Al presentar mi saludo siempre afectuoso y agradecido a vosotros, los. queridísimos enfermos, deseo aseguraros que os estoy cercano con el corazón y la plegaria.

Bien convencido del valor de vuestro sufrimiento si se acepta y se vive con espíritu de fe y de amor, os exhorto a hacer de vuestra enfermedad una oblación completa y generosa al Señor, y de vuestro lecho un altar en que os inmoléis en unión con Cristo Redentor. Si actuáis así, enseguida empezaréis a percibir la merced inefable de que el Señor comience ya desde ahora a enjugaros toda lágrima de vuestros ojos, dándoos serenidad interior, a la vez que refuerza vuestra esperanza con un gozo sin fin. Con tales augurios os bendigo a vosotros y a cuantos os atienden tan amorosamente.

Y ahora un saludo cordial y la enhorabuena a los recién casados que participan en esta audiencia. Queréis dar comienzo a vuestra nueva vida y nueva familia cristiana, con la bendición del Papa después de la que habéis recibido de Dios en el altar.

Pues bien, queridísimos esposos, tened siempre ante la conciencia el significado cristiano de la misión tan grande y delicada a que habéis sido llamados mediante el sacramento del matrimonio. Sabed que vuestro amor tiene elementos y fuerzas capaces de hacer de vuestra vida una comunión continua que será causa de alegría recíproca y fuente de energía. Se haga realidad felizmente en vosotros, que "donde están los dos, allí está también Cristo" (Tertuliano a la mujer, II, 9). Es éste mi augurio, que acompaño con mi bendición apostólica.




Audiencias 1980 125