Discursos 1980 224


VIAJE APOSTÓLICO A ÁFRICA


A LAS RELIGIOSAS DE CLAUSURA EN EL CARMELO DE NAIROBI


Miércoles 7 de mayo de 1980



Queridas hermanas en Nuestro Señor Jesucristo:

1. Puesto que soy vecino vuestro durante dos días, no puedo dejar de venir y visitar vuestro Carmelo. Me da gran alegría saber que cerca de la morada del Representante del Papa hay una casa de oración donde se cantan incesantemente alabanzas a Dios y se ofrece con gozosa generosidad al Padre el sacrificio de vuestra vida de clausura. El hecho de que otras comunidades contemplativas de Kenia se hayan reunido aquí, aumenta mi gozo. Mis queridas hermanas: Os traigo el saludo y el amor de la Iglesia entera, y os doy las gracias por vuestra contribución a la evangelización, y por las motivaciones que alientan vuestra vida. Sí, es una aportación grande a la gracia de Dios y al poder de la muerte y resurrección del Señor, el hecho de que la vida religiosa contemplativa haya arraigado hace muchos años en el suelo africano, produciendo abundantes frutos de justicia y santidad de vida. Sois sin duda las depositarias de un don particular de Dios, el de la vocación contemplativa en la Iglesia. La instauración de la vida contemplativa en una Iglesia local es índice importante de la implantación dinámica del Evangelio en el corazón del pueblo. Junto con la actividad misionera, es signo de madurez de la Iglesia local. Vivir la santidad de Cristo y participar del deseo ardiente de su corazón —"es preciso que anuncie también el Reino de Dios en otras ciudades, pues para esto he sido enviado" (Lc 4,43)— son éstas las improntas de la Iglesia de Cristo.

2. Aquí, en el corazón de Kenia, estáis llamadas a realizar vuestra sublime misión en el Cuerpo de Cristo, la vocación de perpetuar la vida de oración e inmolación amorosa de Cristo. La Iglesia aprendió de su Fundador —y siglos de experiencia han confirmado su honda convicción— que la unión con Dios es vitalmente necesaria para actuar con fruto, Jesús nos dijo: "Yo soy la vid, vosotros los sarmientos... sin Mí no podéis hacer nada" (Jn 15,5). La Iglesia está firmemente convencida, y lo proclama con fuerza y sin vacilar, de que hay una relación íntima entre oración y difusión del Reino de Dios, entre oración y conversión de los corazones, entre oración y aceptación fructuosa del mensaje salvador y sublime del Evangelio. Sólo esto es ya bastante para garantizaros a vosotras y a todas las religiosas contemplativas del mundo lo necesaria que es vuestra función en la Iglesia, lo importante que es vuestro servicio al pueblo, y cuán grande es vuestra aportación a la evangelización de Kenia y de toda África.

3. Además, en vuestra vida de oración se continúa la alabanza de Cristo a su Eterno Padre. La totalidad de su amor al Padre y de su obediencia a la voluntad del Padre, se refleja en vuestra consagración radical por amor. Su inmolación abnegada en favor de su Cuerpo que es la Iglesia, se expresa en el ofrecimiento de vuestra vida unida a su sacrificio. La renuncia que entraña vuestra vocación pone de manifiesto la prioridad del amor de Cristo en vuestra vida. En vosotras la Iglesia da testimonio de su función fundamental, que es, como dije en mi Encíclica, "orientar la conciencia y la experiencia de toda la humanidad hacia el misterio de Cristo" (Redemptor hominis RH 10).

225 4. Vuestra vida y actividades constituyen una parte muy importante de la Iglesia entera; están en la Iglesia y son para la Iglesia. Como hizo Santa Teresita del Niño Jesús y muchas otras religiosas contemplativas a lo largo de la historia de la Iglesia, vivís en el mismo corazón de la Iglesia. Y cuando seguís vuestra vocación fieles a Cristo que os llamó, continuáis estando muy cerca espiritualmente de vuestras familias y de vuestras comunidades de origen. Al vivir vuestra vida totalmente entregada a Jesucristo, vuestro Esposo, y en favor de todos los que han sido llamados a vivir en El —la familia cristiana entera— con razón os podéis sentir cerca de todos los hermanos y hermanas que luchan por la salvación y la plenitud de la dignidad humana. En vuestra vida de desprendimiento material y de trabajo al que os dedicáis con empeño cada día, hacéis patente vuestra solidaridad con toda la comunidad de trabajadores a cuyo servicio estáis llamadas; y con vuestras oraciones y el fruto de vuestras actividades espirituales, estáis en situación de contribuir de hecho a la gran causa de la justicia y la paz, y al progreso humano de innumerables hombres y mujeres. Por vuestra vida encerrada, los niños son llevados a Cristo, los enfermos confortados, los necesitados atendidos, los corazones humanos reconciliados y a los pobres se predica él Evangelio.

En algunos lugares de África se ha situado el monasterio de religiosas contemplativas en las cercanías del seminario mayor. ¿Acaso no es significativo que quienes captan la necesidad de estimular las vocaciones al sacerdocio para que las Iglesias jóvenes lleguen a implantarse plenamente en la tierra natal, tengan asimismo la convicción de que sólo la gracia de Dios, humildemente pedida en oración constante, puede sostener el fervor del sacerdocio? Por tanto, os pido con interés especial en esta ocasión que la súplica al Señor para que mande obreros a su mies (cf. Mt
Mt 9,38) y bendiga a su Iglesia de África con muchos sacerdotes generosos y entregados cuyo ejemplo de vida santa y auténticamente pastoral constituya la garantía mejor de la vida de la Iglesia y la propagación de la fe, sea una de las peticiones primarias de vuestras oraciones.

5. Vuestra vida es vida de fe en Jesucristo, vida sumamente importante. Según las palabras de San Pedro, "le amáis sin haberlo visto, creéis en El sin verle, y os regocijáis con gozo inefable y glorioso" (1P 1,8). Y precisamente por esto vuestra vida es un gran servicio a la Iglesia. Con María estáis llamadas a meditar la Palabra de Dios y cooperar a dar la vida espiritual a los que creen en Cristo. Por consiguiente, para vosotras el futuro está claro. Estáis en el camino recto, camino de consagración total y gozosa a Jesucristo y de servicio amoroso a todos los hermanos y hermanas de África y de toda la Iglesia.

Queridas hermanas: en todos vuestros esfuerzos por caminar con María y subir la montaña que es Cristo, amando más hondamente y sirviendo con mayor generosidad, recordad que "vuestra vida está escondida con Cristo en Dios" (Col 3,3), para gloria de la Santísima Trinidad, el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.







VIAJE APOSTÓLICO A ÁFRICA


AL PRESIDENTE DE KENIA


«Casa del Estado», Nairobi

Miércoles 7 de mayo de 1980



Señor Presidente:

1. Deseo expresarle mi agradecimiento por su invitación a la "Casa del Estado". Me complace mucho tener un encuentro con Vuestra Excelencia y poder saludar a tantas personalidades distinguidas de su nación. Las pocas horas que llevo en Kenia me han dado posibilidad de hacer la experiencia personal de la tradicional hospitalidad africana, que es una realidad profundamente humana y cordial.

Al hablar hoy a usted y en usted a toda la nación de Kenia, considero obligado honrar en primer lugar la memoria del fundador y padre de esta República, el difunto Presidente, Mzee Jomo Kenyatta, que concluyó su vida de servicio a su pueblo hace menos de dos años. En el discurso que usted pronunció en el funeral oficial de aquél a quien llamó "mi padre, mi maestro y mi líder", sintetizó el significado de su aportación en las palabras siguientes: "En vida Mzee Kenyatta fue adalid de justicia y equidad. Defendió el respeto de la dignidad humana y la salvaguardia de nuestra cultura. Su preocupación por el bienestar de todo el pueblo de Kenia fue honda y constructiva. Todos le somos deudores...". En los años tempranos de esta nación consiguió unidad, creó espíritu de fraternidad e infundió voluntad de ir adelante en la construcción de la nación con el esfuerzo de todos. Dejó a Kenia una herencia magnífica y un programa estimulante.

2. Respeto a la dignidad humana, a la dignidad de cada hombre, mujer y niño, a la dignidad que posee todo ser humano no porque le haya sido adjudicada por los otros hombres, sino porque la ha recibido de Dios: ésta es la actitud fundamental a adoptar si se quiere conseguir un progreso real.Precisamente en esta persuasión y compromiso con la dignidad de cada ser humano es donde se encuentran la Iglesia y el Estado recorriendo un mismo camino. Señor Presidente: Sé que en muchas ocasiones usted ha manifestado públicamente su aprecio de la aportación que presta la Iglesia católica en su país al avance de su pueblo. Ello juntamente con la existencia de buenas relaciones entre su nación y la Santa Sede, y asimismo con la colaboración vigente en el campo de la educación, la sanidad y otros sectores del desarrollo humano, es motivo de gran satisfacción. Y también es prometedor para el futuro.

3. Quiero repetir en esta ocasión que la Iglesia está muy interesada por todas las necesidades del pueblo. Precisamente porque valora en tan alto grado la dignidad de cada ser humano, la Iglesia continuará cumpliendo su misión de acuerdo con su naturaleza, en favor del bien auténtico del hombre y de la sociedad, y para beneficiar a toda la persona humana.

226 Con este espíritu la Iglesia contribuye al desarrollo, unión, hermandad y paz entre personas y entre naciones. Por esta razón, la Iglesia levantará su voz e interpelará a sus hijos e hijas cada vez que, las condiciones de vida de individuos y comunidades no sean verdaderamente humanas, cada vez que no estén de acuerdo con la dignidad humana. Esta, asimismo, es la razón que me ha llevado a emprender mi primer viaje al continente africano: proclamar la dignidad e igualdad básica de todos los seres humanos y su derecho a la realización plena de su personalidad en todas las esferas, tanto materiales como espirituales.

Señor Presidente: Me gustaría que esta breve reunión con usted y sus ilustres huéspedes, fuera para todos y cada uno, para todo el pueblo de Kenia, aliento, fraterno a caminar por la senda del verdadero progreso humano. Dios, Creador del hombre y de la naturaleza, os acompañe en vuestros esfuerzos por llevar adelante a Kenia, por construir una África próspera y por edificar una comunidad mundial en la unidad, en la justicia y en la paz.







VIAJE APOSTÓLICO A ÁFRICA

SALUDO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

A LOS REPRESENTANTES DE LA COMUNIDAD MUSULMANA


DE NAIROBI


Miércoles 7 de mayo de 1980



Queridos amigos:

1. Me complace mucho esta oportunidad de saludar a los líderes musulmanes durante mi visita a Kenia. Vuestra venida hoy aquí es digna de encomio en cuanto expresión de cortesía y respeto fraternos. Tened la seguridad de que os correspondo con los mismos sentimientos hacia todo el pueblo musulmán de esta tierra.

2. He hablado en otras ocasiones del patrimonio religioso del Islam y de sus Valores espirituales. La Iglesia católica es consciente de que el elemento de culto dado al Creador de cielos y tierra, Creador uno, viviente, subsistente, misericordioso, todopoderoso es común al Islam y a ella misma, y constituye un gran vínculo de unión entre todos los cristianos y los musulmanes. Entre todos los elementos del Islam que tenemos en común, la Iglesia señala también con satisfacción el honor prestado a Jesucristo y a la Virgen su Madre. Del mismo modo que la Iglesia católica hace toda clase de esfuerzos por mantener el diálogo religioso con el Islam a partir de los vínculos ya existentes sobre los que procura reflexionar cada vez más y más, igualmente invita a que su propia herencia sea conocida en su totalidad especialmente por quienes están espiritualmente unidos a Abrahán y profesan el monoteísmo.

3. De mi parte deseo de verdad hacer todo lo posible por contribuir a que se desarrollen los vínculos espirituales entre cristianos y musulmanes. La oración, la limosna y el ayuno están muy valorados en nuestras tradiciones respectivas, y son sin duda alguna un testimonio espléndido para un mundo que corre el riesgo de dejarse absorber por el materialismo. Nuestras relaciones de estima recíproca y deseo mutuo de servir auténticamente a la humanidad, nos apremian a aunar los esfuerzos por promover la paz, la justicia social, los valores morales y todas las verdaderas libertades del hombre.

Desde este punto de vista, nuestro encuentro de hoy ofrece muchas esperanzas. Ojalá sea beneficioso para la humanidad y dé gloria a Dios que nos hizo a su imagen y semejanza y se nos ha revelado.

Reiterando mis sentimientos de hermandad, yo os pediría que transmitierais mi saludo a vuestras comunidades. Gracias de nuevo.







VIAJE APOSTÓLICO A ÁFRICA

SALUDO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

A LOS REPRESENTANTES DE LA COMUNIDAD HINDÚ


DE NAIROBI


Miércoles 7 de mayo de 1980



Queridos amigos:

227 La presencia aquí de miembros de la comunidad hindú me proporciona gran placer. En mi visita al pueblo de Kenia, me da alegría ponerme en relación con todos cuantos viven en esta tierra y toman parte en la vida de esta nación.

Vuestras raíces están hundidas en la historia venerable de Asia por la que nutro gran respeto y estima. Al saludaros quiero recordar el hecho de que en la Declaración Nostra aetate, el Concilio Vaticano II puso de manifiesto la actitud fraterna de toda la Iglesia católica con las religiones no cristianas. Así cumplió su deber de procurar la unión y el amor entre individuos y naciones, y su compromiso de hacer progresar, la amistad entre todos los seres humanos. En tal documento hay una referencia especial al hinduismo y a los valores religiosos que asumen sus seguidores.

Y hoy la Iglesia católica se goza de estar en relación con todos los hermanos, en diálogo sobre el misterio del hombre y el misterio de Dios. El objetivo de la vida, la naturaleza del bien, el camino de la felicidad, el significado de la muerte y de la terminación de nuestra jornada humana, todas estas verdades son objeto de nuestro interés común. Al mismo tiempo, nos llevan a servir juntos al hombre, atender sus necesidades y promocionar plenamente su dignidad humana. Y bajo el signo de esta dignidad y fraternidad humana os saludo hoy con sinceridad y amor fraterno.

(El Papa dedicó además estas palabras que no figuran en el texto escrito)

Gracias por haber venido. Es la primera ocasión que se me presenta de reunirme con una comunidad hindú. En Roma he recibido a cardenales y obispos de India, pero es la primera vez —repito— que me encuentro con una comunidad hindú. Es un momento histórico. Trataré de darme a conocer más y de conocer yo cada vez más vuestra magna espiritualidad, vuestro legado espiritual. Representáis un gran patrimonio espiritual y a una gran nación, una gran esperanza para el futuro. Muchísimas gracias, gracias de nuevo.









VIAJE APOSTÓLICO A ÁFRICA

SALUDO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

A LOS REPRESENTANTES DE LAS IGLESIAS


Y COMUNIDADES CRISTIANAS NO CATÓLICAS DE KENIA


Nairobi

Miércoles 7 de mayo de 1980



Queridos hermanos y hermanas de las Iglesias y comunidades cristianas de Kenia:

"La gracia y la paz con vosotros de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo" (Rm 1,7).

1. He venido a Kenia a estar con los obispos y el pueblo de la Iglesia católica, pues mi función de Obispo de Roma es de fraterno servicio a la unidad para sostener su fidelidad al Evangelio y su vida en la comunión católica que es una. Humildemente veo también que una parte de mi ministerio consiste en saludaros a vosotros "hermanos santos, que participáis en la vocación celeste" (He 5,1), porque no obstante los factores que todavía nos separan, sin embargo estamos unidos en unión real, que es verdadera aunque todavía imperfecta (cf. Unitatis redintegratio UR 3).

2. A causa de nuestro mismo bautismo en el que profesamos una fe básica en que Jesús es Señor, y Dios lo resucitó de entre los muertos (cf. Rom Rm 10,9), nos presentamos juntos ante el mundo de hoy con una misma responsabilidad que procede de la obediencia a Cristo. Esta responsabilidad conjunta es tan real y tan importante que nos debe urgir con gran apremio a hacer todo lo posible, y con urgencia, por eliminar las diferencias que todavía subsisten entre nosotros, hasta llegar a hacer realidad el deseo de Cristo de que haya perfecta unidad entre sus seguidores.

228 Sin esta unidad orgánica plena, los cristianos están incapacitados para dar testimonio satisfactorio de Cristo, y su división sigue siendo escándalo para el mundo, más en especial en las Iglesias jóvenes de tierras de misión. Vuestra presencia aquí atestigua una visión perspicaz, es decir, la visión de que sobre todo en las iglesias jóvenes de África —continente que tiene hambre y sed de Dios, anhelo que sólo Cristo puede saciar— se debe profesar y manifestar la misma fe apostólica en Cristo Salvador, porque en Cristo no puede haber división. Vuestra presencia aquí, junto con los esfuerzos ecuménicos sinceros que se están realizando, pone de manifiesto el deseo que todos nosotros tenemos de unidad plena. Y es evidente que la credibilidad del mensaje del Evangelio y del mismo Cristo está vinculada a la unidad cristiana.

3. Esta es la razón por la que muchas de vuestras Iglesias están empeñadas ahora a nivel internacional en un diálogo teológico con la Iglesia católica, diálogo que ya está ofreciendo nuevas esperanzas de mayor entendimiento entre nosotros.

Este es el motivo por el que también aquí, en Kenia, el pueblo cristiano está tratando de lograr una misma mentalidad en la fe de Cristo. Ya sea que vivan en África o en Europa, en Asia o en América, los cristianos son herederos de amargas divisiones. Estas divisiones deben afrontarse primero con un diálogo de mutua comprensión y estima "diciendo la verdad con amor" (
Ep 4,15), y después tratándolas según los dictados del Espíritu Santo.

Repito que esta tarea es urgente. Jesús nos llama a ser testigos suyos y de su obra salvífica. Sólo podremos serlo adecuadamente cuando estemos plenamente unidos en la fe y proclamemos su palabra a una sola voz, una voz que resuene con la calurosa vitalidad que caracteriza a toda la comunidad cristiana cuando vive unida en plena comunión.

4. Nuestras divisiones perjudican a esta vitalidad e impiden a nuestro prójimo oír el Evangelio como debieran. Pero sin embargo, incluso ahora y a pesar de estas divisiones, gracias a lo que tenemos en común nos es posible dar juntos testimonio, aunque sea limitado, ante este mundo que necesita tan urgentemente oír el mensaje de amor y esperanza de la Buena Nueva de la salvación obtenida para toda la humanidad por Jesucristo que "fue crucificado en su debilidad, pero vive por el poder de Dios" (2Co 15,4). Nos es posible colaborar con frecuencia en la causa del Evangelio. Aunque todavía no podemos hacerlo todo juntos —especialmente la plenitud del culto eucarístico—, sin embargo podemos realizar muchas cosas juntos.

Por tanto, siempre que sea posible busquemos el modo de emprender acciones de testimonio conjunto, sea en obras de Biblia juntos, o promocionando los derechos humanos y atendiendo a las necesidades humanas, o en el diálogo teológico, u orando juntos cuando la ocasión lo permita —como se está haciendo tan bellamente en este momento— o hablando a otros de Jesucristo y de su salvación. A la vez que hacemos todo esto, sigamos pidiendo al Espíritu Santo luz y fuerza para adecuarnos perfectamente a la voluntad santa de Dios para su Iglesia.

3. La tarea que se presenta a los cristianos al acercarse el final del siglo XX constituye sin duda un gran desafío; y es bueno ver lo mucho que ya se ha hecho, por la gracia de Dios, para responder a él. Crezca y se desarrolle en todas las partes del mundo esta respuesta. Con tal esperanza pido instantemente a Dios Nuestro Padre que las Iglesias y Comunidades que representáis y todos los Consejos de Iglesias de África y el Consejo Cristiano de Kenia, del que muchos de vosotros sois miembros, sean cada vez más fieles siervos del querer de Cristo de que todos los que creen en El sean uno como El y su Padre son uno. Que "estéis firmes en un mismo espíritu, luchando a una por la fe del Evangelio" (Ph 1,27) para gloria de la Santísima Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.









VIAJE APOSTÓLICO A ÁFRICA


A LOS OBISPOS DE DIVERSOS PAÍSES EN VISITA A KENIA CON MOTIVO DEL VIAJE PONTIFICIO


Nairobi

Miércoles 7 de mayo de 1980



Mis queridos hermanos en el Episcopado:

1. Me siento muy complacido de saludaros hoy aquí. Habéis venido como visitantes a Kenia para mostrar vuestra solidaridad con vuestros hermanos los obispos y con su pueblo. Habéis deseado estar cercanos a ellos, en la alegría de la fe, ya que ésta es una extraordinaria celebración eclesial para ellos. Al venir, habéis traído con vosotros no sólo la comunión de vuestras propias Iglesias locales, sino también una especial manifestación de la unidad católica. Y puesto que sois miembros del Colegio universal de los Obispos, unidos con el Sucesor de Pedro, tenéis una responsabilidad pastoral colectiva en el bien de toda la Iglesia y de sus actividades pastorales en todo el mundo. Por tanto, os habéis reunido en solidaridad fraternal y orante con la conciencia de la profunda realidad del Episcopado.

229 2. El hecho de estar juntos hoy evoca naturalmente una consideración acerca de nuestro ministerio común, nuestra responsabilidad compartida y nuestra semejanza común con Jesucristo, el Verbo Encarnado y el Sumo Sacerdote del Nuevo Testamento.

En Jesucristo, el Hijo de Dios, encontramos una visión fundamental de nuestra identidad cristiana más profunda. En Jesucristo, el Buen Pastor, tenemos una percepción plena —con simplicidad y profundidad— de todo ministerio pastoral en la Iglesia de Dios. En Jesucristo. el Siervo sufriente, podemos discernir el completo significado de una vida sacrificial., En Jesucristo, el Señor resucitado, tenemos resumida la meta final del misterio pascual, hacia el que tiende toda nuestra predicación y catequesis.

3. En estos momentos en que me encuentro con vosotros, quisiera, tan sólo, dirigir mis pensamientos y los vuestros a Jesucristo, hacia él, que es Unigenitus Dei Filius, pero que se ha convertido en Primogenitus in multis fratribus (
Rm 8,29). Este Hijo de Dios, este Hijo de María, este Sacerdote y Víctima de la redención nos expresa lo que nosotros somos y pone de manifiesto el significado de nuestro ministerio hoy y siempre "Jesucristo es el mismo ayer, y hoy y por los siglos" (He 13,8).

Tal como llamó a sus Apóstoles, nos ha llamado a nosotros: para ser sus compañeros, para permanecer en su amor, y para proclamar su Evangelio. Y en la plenitud de nuestra función pastoral como sucesores de los Apóstoles estamos llamados a comunicar a Cristo a nuestro pueblo. Compartiendo su filiación por adopción divina, somos instrumentos de gracia para los demás, mientras llevamos a nuestro pueblo a la plenitud de su vida revelada en el misterio de la Iglesia, el Cuerpo de Cristo.

4. Nuestra identidad y nuestra misión, así como el término de ésta última, están totalmente ligados a Cristo en su filiación. Estamos conformados con El. Gracias a esta semejanza con Cristo experimentamos una gran alegría y un gran consuelo al vivir dos aspectos dinámicos de la vida de Cristo. Con Cristo somos conscientes de amar al Padre; sus palabras penetran nuestra conciencia y nuestra actividad diaria como obispos: "Yo amo al Padre" (Jn 14,31). Al mismo tiempo cada uno de nosotros puede decir en Cristo: "El Padre me ama", precisamente porque Jesús dijo: "El Padre ama al Hijo" (Jn 3,35). Esta conciencia de estar en Cristo, de amar a su Padre y de ser amados por El es una fuente de fortaleza pastoral. Ella confirma el sentido de nuestras vidas. Es un motivo para dar gracias al Padre y para alabar infinitamente a Jesucristo.

Queridos hermanos en el Episcopado: Que en los meses y en los años venideros dicha conciencia nos proporcione la alegría de recordar que en Kenia pusimos de manifiesto juntos nuestra unidad episcopal alabando a Jesucristo, el Eterno Hijo de Dios. A El la gloria por siempre, con el Padre, en la unidad del Espíritu Santo. Amén.









VIAJE APOSTÓLICO A ÁFRICA


A LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE KENIA


Nunciatura apostólica de Nairobi

Miércoles 7 de mayo de 1980



Venerables y queridos hermanos en nuestro Señor Jesucristo:

1. Es para nosotros causa de profunda alegría y fuente de fortaleza pastoral el reunirnos hoy, durante este tiempo pascual, aquí, en Nairobi; congregarnos en el nombre de Jesús que dijo: “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn 11,25).

Somos plenamente conscientes de que nuestro ministerio en África y nuestro servicio a la Iglesia universal está colocado bajo el signo de Cristo resucitado. Pues, junto con todos nuestros hermanos los obispos de todo el mundo, nosotros somos sucesores del Cuerpo de los Apóstoles, que fueron elegirlos para ciar testimonio de la resurrección. El conocimiento de cine “los apóstoles atestiguaban con gran poder la resurrección del Señor Jesús” (Ac 4,33) nos fortalece y nos sostiene verdaderamente, pues sabemos que hemos recibido la herencia del Colegio Apostólico. Para nosotros, los obispos, éste es un momento de confianza en el Señor resucitado, un momento de alegría pascual y un momento de gran esperanza en el futuro de África.

230 2. En esta ocasión mis pensamientos se dirigen a todos los obispos de África, y advierto con profunda satisfacción que los miembros de la Conferencia Episcopal de Kenia están decididamente comprometidos en numerosos programas de colaboración y trabajan conjuntamente con sus compañeros, los obispos de los países de la AMECEA, de Tanzania, Uganda, Zambia, Malawi, Sudán y Etiopía. Vuestro ministerio de halla enriquecido y sostenido por la gran fortaleza que procede de la caridad y el apoyo mutuo. Estad seguros de mi admiración y mi estima por la unidad que expresáis en la diversidad y en la colaboración fraterna y por los esfuerzos combinados en bien de la evangelización de eses países, que tienen tantas cosas en común.

Una iniciativa digna de mención particular es el Instituto pastoral de la AMECEA en Eldoret. Este Instituto proporciona especiales oportunidades para reflexionar sobre la misión que tiene la Iglesia de custodiar y enseñar cada vez más eficazmente la Palabra de Dios. 'El mismo Espíritu Santo dirige la Iglesia de África para escrutar “los signos de los tiempos” a la luz del sagrado depósito de la Palabra de Dios tal como es proclamado por el Magisterio. Sólo desde esta sólida base pueden encontrarse auténticas respuestas a los problemas reales que se refieren a la vida del pueblo. Juzgando según esta sagrada norma los obispos ejercerán su responsabilidad personal en orden a evaluar qué actividades pastorales y qué soluciones son válidas para África hoy.

3. Venerables hermanos, el ministerio episcopal es un ministerio al servicio de la vida, para llevar el poder de la resurrección a vuestro pueblo, de modo que éste “viva una nueva vida” (
Rm 6,4), para que ellos sean cada vez más conscientes de la vida cristiana a que son llamados en virtud de su bautismo, y para que tengan comunión con el Padre y su Hijo Jesucristo en la unidad del Espíritu Santo en su vida de cada día, en la situación concreta de África. Y puesto que esta comunión tan sólo se halla plenamente realizada en el cielo, vuestro ministerio lleva consigo también una clara proclamación de la vida eterna.

Yo rindo homenaje a los obispos misioneros que han proclamado este mensaje de comunión de vida eterna y que han trabajado para realizar la completa fundación de la Iglesia en esta tierra. Por la gracia de Dios, su fatiga ha suscitado y sigue produciendo resultados admirables; su mérito es grande ante Dios.

4, He venido a África como Sucesor de Pedro en la Sede de Roma y como vuestro hermano en el Colegio Episcopal para animaros en vuestros esfuerzos como Pastores de la grey: en los esfuerzos de cada uno de vosotros por presentar a Cristo a una Iglesia local, en la cual reina la unidad entre el obispo y los sacerdotes, los religiosos y los laicos; en vuestros esfuerzos por iluminar las comunidades con el Evangelio y hacerlas vibrar con la vida de Cristo; en vuestros esfuerzos por comunicar el poder dinámico de la resurrección a la vida humana y, a través de ella, transformar y elevar todos los niveles de la sociedad.

He venido a confirmaros en vuestra total aceptación de la santa Palabra de Dios tal como es auténticamente proclamada por la Iglesia católica en todo tiempo y lugar. Quiero apoyaros en la convicción, tan espléndidamente expresada por los obispos de Kenia en su Carta pastoral del 27 de abril de 1979, de que la fidelidad a las enseñanzas de Cristo y del Magisterio de su Iglesia redunda verdaderamente en bien de los intereses del pueblo. Siguiendo vuestras claras visiones de fe, os mostráis vosotros mismos como verdaderos Pastores de la grey, ejerciendo un verdadero liderazgo espiritual cuando declaráis: “Nosotros, vuestros obispos, haríamos un mal servicio al pueblo, si no esperáramos de él la bondad y la fidelidad de que es capaz por la gracia de Dios” (Carta pastoral, pág. 10). Vuestra mayor contribución a vuestro pueblo y a toda África es ciertamente el don de la Palabra de Dios, cuya aceptación es la base de toda comunidad y la condición de todo progreso.

5. Como el Servus Servorum Dei, he venido a compartir con vosotros las prioridades de vuestro ministerio. En primer lugar ofrezco mi apoyo a vuestros esfuerzos pastorales en favor de la familia, la familia africana.La gran tradición africana es fiel a numerosos valores familiares, y a la vida misma, que tiene su origen en la familia. El profundo respeto por la familia y por el bien de los hijos es una aportación propia de África al mundo. La familia es el lugar donde cada generación aprende a imbuirse de esos valores y a transmitirlos. Y la Iglesia entera aprecia todo lo que hacéis para conservar esta herencia de vuestro pueblo; para purificarla y elevarla en la plenitud sacramental de la enseñanza nueva y original de Cristo. Por eso vemos como algo muy valioso el presentar la familia cristiana en sus relaciones con la Santísima Trinidad, así como el hecho de mantener el ideal cristiano en su pureza evangélica. La ley divina proclamada por Cristo lleva hasta el ideal cristiano del matrimonio monógamo, que es a la vez la base de la familia cristiana. Tan sólo una semana antes de su muerte, mi predecesor, Juan Pablo I, hablaba a un grupo de obispos con estas palabras, que yo considero muy relevantes hoy, aquí en África: “No nos cansemos nunca de proclamar que la familia es comunidad de amor: el amor conyugal une a los esposos y es procreador de vida nueva; es reflejo del amor divino, y amor comunicado entre sí y, según las palabras de la Gaudium et spes, es participación actual en la alianza de amor entre Cristo y su Iglesia” (AAS 70, .1978, pág. 766; L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 8 de octubre de 1978, pág. 3; Enseñanzas al Pueblo de Dios, pág. 68).

Estad seguros de mi solidaridad con vosotros en esta gran tarea que lleva consigo la diligente preparación de los jóvenes para el matrimonio, la proclamación repetida de la unidad y la indisolubilidad del matrimonio, y la renovada invitación a los fieles a aceptar y fortalecer con fe y amor la celebración católica del sacramento del matrimonio. El éxito en un programa pastoral de esta naturaleza, requiere paciencia y perseverancia y una fuerte convicción de que Cristo ha venido, a “hacer nuevas todas las cosas” (Ap 21,5).

Sabed también que en todos vuestros esfuerzos para edificar familias fuertemente unidas, en las cuales el amor humano refleje el amor divino y en las que la educación de los hijos se lleve a cabo con un verdadero sentido de misión, en todos estos esfuerzos —digo—, poseéis el apoyo de la Iglesia universal. Con amor y sensibilidad de Pastores habéis ilustrado bien el gran principio de que todo acercamiento pastoral que no descansa en el fundamento doctrinal de la Palabra de Dios es ilusorio. Así, pues, con verdadera caridad pastoral os habéis enfrentado con diferentes problemas que afectan a la vida humana y habéis repetido la enseñanza de la Iglesia al servicio verdadero del hombre. Por ejemplo, habéis insistido claramente en el derecho humano más fundamental: el derecho a la vida desde el momento de la concepción; habéis reiterado de modo efectivo la posición de la Iglesia respecto del aborto, la esterilización y la contracepción. Vuestra fidelidad en mantener la enseñanza de la iglesia contenida en la Encíclica Humanae vitae ha sido la expresión de vuestra solicitud pastoral y de vuestra profunda adhesión a los valores integrales de la persona humana.

Todo esfuerzo por sensibilizar a la sociedad en la importancia de la familia es un gran servicio a la humanidad. Cuando se comprende y se expresa en oración la plena dignidad de padres e hijos, una nueva fuerza benéfica se derrama en toda la Iglesia y en todo el mundo. Juan Pablo I expresó esto de modo elocuente cuando dijo: “La santidad de la familia cristiana es sin duda alguna el medio más apto para llevar a cabo la renovación serena de la Iglesia que el Concilio deseaba con tanto afán; a través de la oración en familia, la ecclesia domestica se convierte así en realidad efectiva y lleva a la transformación del mundo” (AAS 70, 1978, pág. 767; L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 8 de octubre de 1978, pág. 8; Enseñanzas al Pueblo de Dios, pág. 69). Hermanos, sobre vosotros descansa la esperanza y la confianza de la Iglesia universal en la defensa y la promoción de la familia africana, tanto de los padres como de los hijos. El Espíritu Santo de la verdad, que tantos valores ha depositado en los corazones del pueblo africano, nunca dejará de asistiros como Pastores en vuestra misión de llevar la enseñanza de Jesús cada vez de modo más efectivo a las vidas de nuestros hermanos y hermanas. Nunca debemos tener miedo de predicar la plenitud de su mensaje en toda su pureza evangélica, porque, como afirmé en otra ocasión: “Jamás temamos que la exigencia sea demasiado fuerte para nuestro pueblo: fue redimido por la preciosa Sangre de Cristo, es su pueblo. A través del Espíritu Santo, el mismo Jesús asume la responsabilidad final de la aceptación de su palabra y del crecimiento de su Iglesia. Es El, Jesucristo, quien seguirá dando a nuestro pueblo la gracia de responder a las exigencias de su palabra, no obstante las dificultades y debilidades. A nosotros nos corresponde continuar proclamando el mensaje de salvación íntegro y puro, y proclamarlo con paciencia y misericordia, seguros de que lo que es imposible para el hombre, es posible para Dios” (A los obispos de Papua Nueva Guinea e Islas Salomón, 23 de octubre 1979; L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 9 de diciembre de 1979, pág. 2).

6. Otro factor prioritario de vuestro ministerio es la catequesis: desarrollar la fe inicial de vuestro pueblo y llevarle a la plenitud de la vida cristiana. Estoy muy cerca de vosotros, con la alabanza y el aliento, en toda iniciativa vuestra para comunicar a Cristo, para encarnar su Evangelio en las vidas y la cultura de vuestro pueblo. Unidos a la Iglesia universal, y abiertos al patrimonio de su larga historia; os afanáis por conducir a vuestro pueblo, en la realidad de sus vidas diarias, a buscar en Cristo la luz y la fuerza. La finalidad de vuestras Iglesias locales es hacer que los fieles vivan a través de, con y en Cristo. Vuestros esfuerzos, en los que con todo derecho tratáis de asociar a toda la comunidad —y de un modo especial a los catequistas—, han de tener una constante referencia a Cristo: a su Persona divina, a su Espíritu y a su Evangelio.

231 La “culturización” o “inculturación” que promovéis con razón será verdaderamente un reflejo de la encarnación del Verbo, cuando una cultura, transformada y regenerada por el Evangelio, genere de su propia tradición viva expresiones originales de vida, celebración y pensamiento cristianos (cf. Catechesi tradendae CTR 53). Respetando, preservando y fortaleciendo los valores particulares y ricos de herencia cultural de vuestro pueblo, estaréis en posición de conducirlo hacia una mejor comprensión del misterio de Cristo, que ha de ser vivido en las experiencias nobles, concretas y cotidianas de la vida africana. No se trata de adulterar la Palabra de Dios, o de vaciar de su poder a la cruz (cf. 1Co 1,17), sino más bien de llevar a Cristo al centro mismo de la vida africana y de elevar toda la vida africana a Cristo. De este modo no sólo el cristianismo será relevante para África, sino que el mismo Cristo será africano en los miembros de su Cuerpo.

7. Concedéis también, con razón, una gran importancia pastoral a la adecuada formación de los sacerdotes y religiosos, así como al fomento de estas vocaciones en la Iglesia. Dicha actitud es expresión de vuestra profunda comprensión de las necesidades del Cuerpo de Cristo. Desde el comienzo de mi pontificado he tratado de resaltar la importancia de la consagración religiosa en la Iglesia y el valor de la vida religiosa en cuanto que afecta a toda la comunidad de los fieles. Los religiosos tienen el deber de mostrar claramente la santidad de todo el Cuerpo de Cristo y de dar testimonio de la nueva y eterna vida adquirida por la redención de Cristo (cf. Lumen gentium LG 44). Al mismo tiempo están'llamados a muy diversos apostolados en la Iglesia. Su servicio al Evangelio es extremamente necesario para la vida de la Iglesia. Los religiosos misioneros han trabajado en Kenia con gran fidelidad al servicio de la causa del Evangelio: sólo el Señor Jesús puede agradecerles adecuadamente y premiarles, por cuanto han hecho en la implantación de la Iglesia. Su misión ahora va adelante en estrecha colaboración con sus compañeros religiosos originarios de Kenia que han escuchado la llamada de Cristo y están trabajando generosamente por la causa del Evangelio. El futuro de la evangelización en esta tierra seguirá debiendo mucho a los religiosos y religiosas, tanto autóctonos como de fuera.

He tratado también de llamar la atención sobre la naturaleza esencial, el papel y la función del sacerdocio en su necesaria relación con la Eucaristía, que es el culmen de toda evangelización (cf. Presbyterorum ordinis PO 5).

Deseo confirmar de un modo particular la importancia vital para el pueblo cristiano de que sus sacerdotes estén familiarizados con la Palabra de Dios, con el conocimiento y el amor de Jesucristo y su cruz. En el plan divino la transmisión del Evangelio vivificante de Cristo está ligado a la preparación de los sacerdotes de esta generación. El lograr esta adecuada formación en el seminario es una de vuestras mayores responsabilidades como obispos de la Iglesia de Dios; ésta puede ser una de vuestras contribuciones más efectivas e la evangelización del mundo.

8. Un elemento importante que afecta a toda comunidad eclesial es la unidad y la cooperación entre obispos y sacerdotes. A. causa de su ordenación, el sacerdote es “un colaborador del Orden de los obispos”, y, para vivir la verdad de esta vocación, se le pide que colabore con el obispo y que ruegue por él. Para explicar la unidad de los sacerdotes con los obispos, San Ignacio de Antioquía la comparaba a la relación entre las cuerdas y la cítara (Carta a los Efesios, IV).

Por parte del obispo, esta relación requiere que esté cerca de sus sacerdotes como hermano, padre y amigo. Como tal ha de amarlos y animarlos, no sólo en sus actividades pastorales. sino también en sus vidas de consagración personal, El obispo está llamarlo a fortalecer a sus sacerdotes en la fe y a exhortarlos a mirar siempre a Cristo, el Buen Pastor, de modo que ellos comprendan cada vez mejor su identidad y dignidad sacerdotal.

La Iglesia renueva su deuda de gratitud a todos los misioneros y sacerdotes Fidel donum que están trabajando por la causa del Evangelio de Cristo. Su generosidad es la expresión del poder de la gracia de Cristo, y su ministerio es una gran prueba de la unidad católica.

9. En esta construcción de la Iglesia. conozco vuestro continuo empeño en edificar pequeñas comunidades cristianas, en las que la Palabra de Dios es la línea orientadora de la acción, y en las que la Eucaristía es el verdadero centro de la vida. La comunidad de los fieles en su totalidad se beneficia de estas iniciativas, que hacen posible que los hombres reconozcan a la Iglesia en su expresión concreta y en su dimensión humana como un sacramento visible del amor universal de Dios y su gracia salvadora. Ciertamente la voluntad de Jesucristo es que el amor de los cristianos sea manifestado de tal modo, que las comunidades individuales sean ejemplo de la norma universal: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si tenéis amor unos para con otros” (Jn 15,35). En vuestro celo pastoral conocéis los sabios criterios establecidos por Pablo VI, que siguen siendo una guía segura para la efectividad de estas comunidades (cf. Evangelii nuntiandi EN 58). En este, momento tan sólo quisiera acentuar el gran poder que tienen estas comunidades de llevar a cabo un papel eclesial activo en la evangelización de África. Que ellas sigan adelante con vosotros, sus Pastores, y con los sacerdotes, para comunicar “la insondable riqueza de Cristo” (Ep 5,8).

10. Antes de terminar de hablaros hoy, mis queridos hermanos en Jesucristo, quisiera resaltar una vez más la gran necesidad de santidad en nuestras vidas, Para ejercer fructíferamente nuestro papel como Pastores del Pueblo de Dios, hemos de conocer a Cristo y amarlo. En una palabra, estamos llamados a la amistad con el Señor, del mismo modo como lo estuvieron los Apóstoles. Como Jesús nosotros somos el objeto del amor del Padre, y el Espíritu Santo está vivo en nuestros corazones. La eficacia di todo lo que hacemos depende de nuestra unión con Jesús, de nuestra santidad de vida. No existe otro camino para ser un digno obispo, un buen Pastor del rebaño. No existe dirección pastoral sin oración, porque sólo en la plegaria se mantiene la unión con Jesús. Sólo siendo como Jesús, el Hijo de María, que es la Madre de todos nosotros, podremos llevar a cabo nuestra misión en la Iglesia.

Que María. Reina de los Apóstoles. os mantenga en la santidad y el amor, en la oración y la caridad pastoral, y os ayude a llevar a Jesús a todo vuestro pueblo, a toda Kenia, a toda África.

Alabado sea Jesucristo, “el Pastor soberano” (1P 5,4) del Pueblo de Dios, “el Pastor y Guardián de nuestras almas” (ib., 2, 25).







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