Suma Teológica II-II Qu.47 a.14

ARTíCULO 14 ¿Se da la prudencia en todos los que están en gracia?

Objeciones por las que parece que la prudencia no se da en todos los que están en gracia:
Objeciones: 1. La prudencia requiere cierta habilidad para proveer bien lo que se ha de obrar. Ahora bien, hay muchos que están en gracia y carecen de esa habilidad.
Por lo tanto, no todos los que están en gracia tienen la prudencia.
2. Del prudente se dice que es buen consejero, como hemos dicho (a. 8 arg. 2; a.13). Pero muchos que están en gracia no son buenos consejeros, sino que necesitan del consejo de otros. Luego no todos los que están en gracia tienen la prudencia.
3. Según el Filósofo en III Top., no consta que los jóvenes sean prudentes.
Pero hay muchos jóvenes que están en gracia. Luego la prudencia no se da en cuantos están en gracia.
Contra esto: está el hecho de que solamente está en gracia el virtuoso, y, por otra parte, nadie puede ser virtuoso si no es prudente. San Gregorio, en efecto, escribe en II Moral.: Las demás virtudes, si no realizan prudentemente sus actos, de ninguna manera pueden ser virtudes. En consecuencia, cuantos están en gracia poseen la prudencia.
Respondo: Las virtudes deben guardar conexión entre sí, de tal manera que, según hemos expuesto (I-II 65,0), quien posee una las posee todas. Ahora bien, todo el que está en gracia posee la caridad. En consecuencia, debe poseer las demás virtudes. Dado, pues, que la prudencia es virtud, como hemos expuesto en su lugar (a. 4), debe poseer también la prudencia.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Existe una doble habilidad. Una, suficiente para las cosas necesarias para la salvación, y ésa se da en cuantos están en gracia, a los cuales enseña todo la unción, en expresión de San Juan (1Jn 2,27). Pero hay también otra habilidad más plena, y quien la posee puede proveer, para sí y para los demás, no sólo las cosas necesarias para salvarse, sino también cualquier tipo de cosas pertenecientes a la vida. Esta clase de habilidad no se da en todos los que están en gracia.
2. Quienes necesitan guiarse por el consejo de otro, si están en gracia, saben, al menos, mirar por su propio bien, de tal manera que buscan el consejo de otros y distinguen los buenos de los malos consejos.
3. La prudencia adquirida es causada por la repetición de actos; de ahí que para su adquisición sean necesarios experiencia y tiempo, como enseña el Filósofo en
II Ethic. Por eso no se puede dar en los jóvenes ni actual ni habitualmente. La prudencia, en cambio, que va acompañada de la gracia, es infundida por Dios.
De ahí que, incluso en los bautizados que no tienen uso de razón, hay prudencia habitual, aunque no actual, al igual que en los dementes. En cambio, en quienes tienen uso de razón se da incluso prudencia actual respecto a las cosas necesarias para la salvación. Mas por el ejercicio merecen que vaya aumentando hasta llegar a perfeccionarse, como las demás virtudes. Por esa razón escribe el Apóstol: El manjar sólido es para los perfectos, los que, en virtud de la costumbre, tienen los sentidos ejercitados en discernir lo bueno de lo malo (He 5,14).

ARTíCULO 15 ¿Es innata en nosotros la prudencia?

Objeciones por las que parece que la prudencia es innata en nosotros:
Objeciones: 1. Todos los elementos de la prudencia parecen, según el Filósofo en VI Ethic., connaturales, como la perspicacia, el juicio y otras cosas por el estilo; no así lo que atañe a la sabiduría especulativa. Pues bien, las cosas que son del mismo género tienen el mismo origen. Luego la prudencia nos es también innata.
2. La edad cambia siguiendo un proceso natural. Ahora bien, la prudencia es un proceso que sigue cronológicamente a la edad, conforme al texto de la Escritura: Está en las canas el saber y en la ancianidad la sensatez (Jb 12,12).
La prudencia es, pues, natural.
3. La prudencia es más propia del hombre que del animal. Pues bien, los animales, en expresión del Filósofo en VIII de Hist. Anim., poseen alguna prudencia natural. Luego la prudencia es natural.
Contra esto: está lo que escribe también el Filósofo en II Ethic.: Las virtudes intelectuales se adquieren y aumentan en gran parte por la educación; por eso necesitan de experiencia y de tiempo. La prudencia, según hemos expuesto (a. 3), es virtud intelectual. Luego no es innata, sino que proviene de la educación y de la experiencia.
Respondo: De todo lo expuesto (a. 3) consta que la prudencia implica conocimiento de los objetos operables, tanto universales como particulares, a los cuales aplica la prudencia los principios universales. Así, pues, respecto al conocimiento universal, coinciden la prudencia y la ciencia especulativa, ya que, como dijimos en su lugar (a. 6), los primeros principios universales de una y otra son conocidos naturalmente, con la salvedad de que los principios comunes de la prudencia son más connaturales al hombre, ya que, como expuso el Filósofo en X Ethic., es mejor la vida especulativa que la vida humana. Mas otros principios universales subsiguientes, sean de la razón especulativa, sean de la razón práctica, no los tiene el hombre por naturaleza, sino que debe adquirirlos o por experiencia o por instrucción. Pero en cuanto al conocimiento particular de las cosas en las que se realiza la acción, hay que distinguir también. En efecto, la operación puede recaer sobre los medios o sobre el fin. Ahora bien, los fines rectos de la naturaleza humana están ya prefijados. Por eso puede haber inclinación natural hacia esos fines; y así, como hemos visto (I-II 51,1 I-II 63,1), hay quienes, por disposición natural, poseen determinadas virtudes que les inclinan hacia fines rectos, y, por lo tanto, tienen, también por naturaleza, un juicio recto sobre esos fines. Pero en las cosas humanas no están prefijados los medios, sino que se diferencian según la variedad de las personas y de los negocios. De ahí que, como la inclinación natural va orientada siempre a algo determinado, ese conocimiento no puede ser innato, si bien por disposición natural puede ser más apto uno que otro para discernir esos medios; el mismo fenómeno se repite también en las conclusiones de las ciencias especulativas.
En consecuencia, dado que la prudencia no versa sobre los fines, sino sobre los medios, como hemos dicho (a. 6; I-II 57,5), sigúese que no es natural.
A las objeciones:
Soluciones: 1. El Filósofo trata en ese lugar de los elementos que pertenecen a la prudencia en cuanto se ordena al fin; por eso había dicho antes que los principios son propios del fin. Por esa razón no menciona la eubulia, que dicta consejos sobre los medios.
2. La prudencia se da preferentemente en los ancianos no sólo por disposición natural, al estar apaciguados los movimientos de las pasiones, sino también por la larga experiencia.
3. En los animales están determinados los medios para llegar al fin; de ahí observamos el fenómeno de que los animales de la misma especie se comportan todos del mismo modo. Esto, en cambio, no se puede dar en el hombre por la función de la razón, que, conociendo los universales, abarca una variedad infinita de singulares.

ARTíCULO 16 ¿Puede perderse la prudencia por olvido?

Objeciones por las que parece que la prudencia puede perderse por olvido:
Objeciones: 1. La ciencia, por tratar de objetos necesarios, es más cierta que la prudencia, cuyo objeto son las acciones contingentes. Ahora bien, la ciencia se pierde por olvido. Luego con mayor razón la prudencia.
2. Según enseña el Filósofo en II Ethic., la virtud se engendra y se destruye por las mismas causas hechas de modo contrario. Ahora bien, la prudencia procede necesariamente de la experiencia formada de muchos recuerdos, como escribe también el Filósofo en el comienzo de los Metafísicos. Luego, dado que el olvido se opone al recuerdo, parece lógico que la prudencia se pueda perder por el olvido.
3. La prudencia no se da sin conocimiento de los universales. Pero el conocimiento de los universales puede perderse por olvido. Luego también la prudencia.
Contra esto: está lo que afirma el Filósofo en VI Ethic.: El olvido es propio del arte, no de la prudencia.
Respondo: El olvido afecta sólo al conocimiento. Por esa razón puede olvidarse totalmente un arte y de igual modo la ciencia, hábitos propios del entendimiento. Pero la prudencia no es solamente cognoscitiva, sino también apetitiva, ya que, como queda expuesto (a. 8), su acto principal es el imperio, que consiste en aplicar el conocimiento adquirido a la tendencia y a la operación. Por eso la prudencia no desaparece directamente por olvido, sino que, más bien, se deprava por las pasiones, puesto que, según el Filósofo en VI Ethic., lo deleitable y lo triste pervierten el juicio de la prudencia. De ahí que en la Escritura leemos: La belleza te sedujo y la pasión pervirtió tu corazón (); y, en otro lugar: No recibas regalos que ciegan a los prudentes (Ex 23,8) El olvido puede, sin embargo, tornarse en obstáculo para la prudencia, ya que ésta, para mandar, se basa en algún conocimiento, y éste puede desaparecer.
A las objeciones:
Soluciones: 1. La ciencia consiste solamente en el entendimiento. No vale compararla con la prudencia, como hemos expuesto.
2. La prudencia se adquiere no solamente con la experiencia, sino también con el ejercicio en mandar rectamente.
3. La prudencia, conforme hemos dicho, consiste principalmente no en el conocimiento de los universales, sino en la aplicación a la acción. Por eso el olvido de los universales no elimina lo que es principal en la prudencia, aunque puede impedirla, como hemos dicho.


CUESTIÓN 48 Partes de la prudencia

Viene a continuación el tema de las partes de la prudencia. Sobre ello estudiaremos cuatro puntos:
Objeciones: 1. Cuáles son las partes de la prudencia. 2. Cuáles son sus partes cuasi integrales (q. 49). 3. Sus partes subjetivas (q. 50). 4. Sus partes potenciales (q. 51).

ARTíCULO 1 ¿Están bien asignadas las partes de la prudencia?

Objeciones por las que parece que no están adecuadamente asignadas las partes de la prudencia:
Objeciones: 1. Tulio' asigna a la prudencia tres partes: memoria, inteligencia, providencia.
Macrobio, en cambio, siguiendo el parecer de Plotino, le atribuye seis: razón, inteligencia, circunspección, providencia, docilidad, precaución. Aristóteles, por su parte, en VI Ethic., sostiene que a la prudencia le corresponden eubulia, synesis y gnome (el buen consejo, la perspicacia y la sentencia), aunque menciona también, al hablar de la prudencia, la vigilancia, la sagacidad, el sentido e inteligencia. Otro filósofo griego señala diez partes, a saber: buen consejo, sagacidad, providencia, gubernativa, militar, política, económica, dialéctica, retórica y física. Parece, pues, que a alguna de esas enumeraciones les sobra o les falta algo.
2. La prudencia se distingue de la ciencia. Ahora bien, la política, la económica, la dialéctica, la retórica y la física son ciencias. Por lo tanto, no son partes de la prudencia. 77. ARISTÓTELES, c.5 n.6 (BK 1140b13): S. TH., lect. 4.
3. Las partes no exceden del todo. Ahora bien, la memoria intelectiva, o inteligencia, la razón, el sentido, la docilidad pertenecen no sólo a la prudencia, sino también a los demás hábitos de conocimiento. Por lo tanto, no deben ponerse como partes de la prudencia.
4. Igual que el juicio, el consejo y el imperio son actos de la razón práctica, lo es también el acto de uso, como hemos expuesto (I-II 16,1) En consecuencia, puesto que a la prudencia se le añade eubulia, que corresponde al consejo, y synesis y gnome, que pertenecen al juicio, también se debe añadir algo que corresponda al uso.
5. Finalmente, la diligencia, como queda expuesto (II-II 47,9), corresponde a la prudencia. Luego se debe incluir también entre las partes de la misma.

Respondo: Se puede distinguir un triple género de partes: integrales, como son partes de una casa, la pared, el techo, el cimiento; subjetivas, como la vaca y el león en el género animal; potenciales, como la virtud nutritiva y la sensitiva en el alma. Así, pues, son tres los modos de poder asignar partes a una virtud.
El primero, por semejanza con las partes integrales. En este caso se dice que son partes de una virtud determinada aquellos elementos que necesariamente deben concurrir para el acto perfecto de la misma. Y así, entre los indicados (arg. 1) se pueden tomar ocho para la prudencia, o sea, los seis de Macrobio, a los que hay que añadir otro, el de Tulio, o sea la memoria, y la sagacidad o eustochia, indicado por Aristóteles en VI Ethic., ya que el sentido de la prudencia se llama también inteligencia, y por eso escribe en VI Ethic.: De todas estas cosas conviene tener sentido, que llamamos inteligencia. De estas ocho, cinco pertenecen a la prudencia como cognoscitiva, o sea, la memoria, la razón, la inteligencia, la docilidad y la sagacidad; las otras tres le pertenecen como preceptiva, aplicando el conocimiento a la obra, es decir: la previsión o providencia, la circunspección y la precaución. La razón de esta diversidad resulta evidente teniendo en cuenta que en el conocimiento hay que considerar tres momentos. El primero de ellos es el conocimiento en sí mismo. Si se refiere a cosas pasadas da lugar a la memoria, y si a cosas presentes, sean contingentes, sean necesarias, se le llama inteligencia. El segundo, la adquisición misma del conocimiento. Este se logra o por enseñanza, y nos da la docilidad, o por propia invención, lo cual da lugar a la eustochia, que es el saber "conjuntar bien". Parte de la misma, como vemos en VI Ethic., es la sagacidad, que es una pronta conjeturación del medio, como se afirma en 1 Poster. El tercero es el uso del conocimiento, en cuanto que unas cosas conocidas nos llevan a conocer o juzgar otras, y esta tarea corresponde a la razón. La razón, por su parte, para preceptuar de una manera conveniente, debe poner en juego tres cosas. La primera, ordenar algo adecuado al fin, lo cual es propio de la previsión; la segunda, tener en cuenta los distintos aspectos de la situación, tarea que incumbe a la circunspección; la tercera, evitar los obstáculos, y esto atañe a la precaución. Las partes subjetivas de una virtud las llamamos especies de la misma. Así consideradas, son partes de la prudencia en sentido propio, la prudencia con que cada cual se gobierna a sí mismo y la prudencia ordenada al gobierno de la multitud; una y otra son específicamente distintas, como dijimos en su lugar (II-II 47,2). La prudencia que gobierna a la multitud se diversifica, a su vez, según las especies distintas de multitud. Hay, en primer lugar, una multitud congregada en orden a un negocio particular, como el ejército se reúne para luchar, y de ellos se encarga la prudencia militar.
Otra multitud se forma para toda la vida, como es la casa o familia, y ésta se rige por la prudencia económica; o la agrupación de una ciudad o de una nación, para cuya dirección reside en el jefe la prudencia de gobierno; en los súbditos, en cambio, la prudencia política propiamente dicha. Si tomamos la prudencia en un sentido amplio, implicando también la ciencia especulativa, como queda expuesto (II-II 47,2 ad 2) podemos entonces asignarle como partes la dialéctica, la retórica y la física, conforme a los tres modos del proceso científico: el primero, la demostración, que da origen a la ciencia, y esto compete a la física, bajo cuyo nombre quedan comprendidas las ciencias especulativas; el segundo parte de lo probable y forma la opinión, que da origen a la dialéctica; el tercero, de ciertas conjeturas deduce una sospecha o una leve persuasión, lo cual incumbe a la retórica. Se puede, no obstante, decir que estos tres pasos pertenecen a la prudencia propiamente dicha, pues ésta razona unas veces basándose en principios necesarios; otras, en cosas probables; a veces, también, incluso en conjeturas.
Se consideran asimismo partes potenciales de una virtud las virtudes anexas ordenadas a otros actos o materias secundarias porque no poseen la potencialidad total de la virtud principal. En este sentido se consideran partes de la prudencia la eubulia, que se refiere al consejo; la synesis, o buen sentido, para juzgar lo que sucede ordinariamente, y la gnome o perspicacia, para juzgar aquellas circunstancias en las que es conveniente, a veces, apartarse de las leyes comunes. La prudencia, por su parte, se ocupa del acto principal, que es el precepto o imperio.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Las diversas enumeraciones difieren en función de los distintos géneros de las partes, o también en función del hecho de que en una parte de la enumeración van incluidas partes de otra. Así, Tulio incluye en la previsión la precaución y la circunspección, y en la inteligencia, la docilidad y la sagacidad.
2. La economía y la política no están tomadas aquí como ciencias, sino como géneros de prudencia. Sobre las otras tres, la respuesta va dada en la exposición.
3. Todas esas partes aparecen como partes de la prudencia, no en toda su amplitud de sentido, sino en cuanto que actúan en lo propio de la prudencia.
4. El imperio y el uso rectos van siempre asociados. En efecto, cuando la razón impera, obedecen las facultades inferiores que realizan el acto de uso.
5. La diligencia va incluida en la previsión.


CUESTIÓN 49 Partes cuasi integrales de la prudencia

Viene a continuación el tema de las partes integrales de la prudencia. Sobre ello se plantean ocho problemas: El de la memoria. 2. El del entendimiento. 3. El de la docilidad. 4. El de la sagacidad. 5. El de la razón. 6. El de la previsión. 7. El de la circunspección. 8. El de la precaución.

ARTíCULO 1 ¿Es la memoria parte de la prudencia?

Objeciones por las que parece que la memoria no es parte de la prudencia:
Objeciones: 1. La memoria, como prueba el Filósofo, reside en la parte sensitiva. Ahora bien, la prudencia reside en la parte racional, como muestra el mismo Filósofo en VI Ethic. Luego la memoria no es parte de la prudencia.
2. La prudencia se adquiere y se desarrolla con el ejercicio. Pero la memoria es innata. Luego no es parte de la prudencia.
3. La memoria se ejerce sobre el pasado. La prudencia, en cambio, trata de lo que es factible en el futuro, y sobre ello dictamina el consejo, como escribe el Filósofo en VI Ethic. Por lo tanto, la memoria no es parte de la prudencia.
Contra esto: está el hecho de que Tulio coloca la memoria entre las partes de la prudencia.
Respondo: La prudencia, como hemos expuesto (II-II 47,5), versa sobre acciones contingentes. Ahora bien, en esas acciones no puede regirse el hombre por la verdad absoluta y necesaria, sino por lo que sucede comúnmente, ya que debe haber proporción entre los principios y las conclusiones, y de los unos deducir las otras, como expone el Filósofo en VI Ethic. Ahora bien, para conocer la verdad entre muchos factores es necesario recurrir a la experiencia, y por esa razón escribe el Filósofo en II Ethic. que la virtud intelectual nace y se desarrolla con la experiencia y el tiempo. La experiencia, a su vez, se forma de muchos recuerdos, como demuestra el Filósofo en I Metaphys. En consecuencia, la prudencia conlleva el tener memoria de muchas cosas, y por eso es conveniente considerar a la memoria como parte de la prudencia.

A las objeciones:
Soluciones: 1. Dado que, como queda expuesto (II-II 47,3 II-II 47,6), la prudencia aplica el conocimiento universal a cosas particulares, de las cuales se ocupan los sentidos, para la prudencia son necesarios muchos elementos sensibles, y entre ellos está la memoria.
2. Lo mismo que la prudencia tiene disposición natural, pero recibe su complemento con el ejercicio o la gracia, la memoria, según Tulio en su Rhetor., no es solamente fruto de la naturaleza, sino que necesita el perfeccionamiento metódico de la educación. Hay cuatro procedimientos que ayudan al hombre a progresar en la memoria. El primero, buscando algunas semejanzas con las cosas que intentamos recordar, pero que no sean imágenes corrientes, ya que siempre nos sorprenden más las cosas inusitadas y les prestamos mayor y más intensa atención, y ésa es la razón por la que recordamos mejor las cosas de nuestra niñez. Por eso es necesario buscar esas semejanzas o imágenes, porque las realidades simples y espirituales se borran más fácilmente de la memoria si no van asociadas a alguna semejanza corporal, ya que el conocimiento humano se mueve más hacia lo sensible. De ahí que la memoria reside también en la parte sensible. En segundo lugar es preciso organizar debidamente las cosas que se pretende conservar en la memoria, para poder pasar fácilmente de un objeto a otro. Por eso escribe el Filósofo en el libro De mem. et reminisc.: A veces los lugares parecen ayudarnos a recordar. Y la causa de ello está en que se pasa velozmente de uno a otro. En tercer lugar se debe poner interés y amor en lo que queremos recordar, pues cuanto con mayor fijeza queden impresas las cosas en el alma, con menos facilidad se borran. De ahí que --afirma también Tulio en su Rhetor. -- el interés conserva íntegras las figuras de las representaciones. Finalmente, es conveniente pensar con frecuencia en lo que queremos recordar. Por ese motivo afirma el Filósofo en el libro De mem. et reminisc. que la reflexión conserva la memoria, porque, como escribe también en el mismo lugar, la costumbre es como una naturaleza. Por eso precisamente recordamos con rapidez las cosas que estamos acostumbrados a considerar, como si de un modo natural pasáramos de una cosa a otra.
3. Conviene que de las cosas pasadas saquemos como argumentos para hechos futuros. Por eso mismo, la memoria de lo pasado es necesaria para aconsejar bien en el futuro.

ARTíCULO 2 ¿Es la inteligencia parte de la prudencia?

Objeciones por las que parece que la inteligencia no es parte de la prudencia:
Objeciones: 1. De dos cosas que se oponen, una no es parte de la otra. Ahora bien, la inteligencia es considerada como virtud intelectual distinta de la prudencia, como vemos en el Filósofo en VI Ethic. Por lo tanto, la inteligencia no debe ponerse como parte de la prudencia.

2. Además, como ya hemos expuesto (II-II 8,1 II-II 8,8), el entendimiento es uno de los dones del Espíritu Santo y corresponde a la fe. Pero la prudencia es virtud distinta de la fe, como también hemos demostrado (II-II 4,8). Por consiguiente, la inteligencia no pertenece a la prudencia.
3. La prudencia versa sobre las acciones particulares, como se dice en VI Ethic.; la inteligencia, en cambio, conoce cosas universales e inmateriales, como vemos en III De An. Luego la inteligencia no es parte de la prudencia.
Contra esto: está el hecho de que Tulio pone la inteligencia como parte de la prudencia; y Macrobio el entendimiento, que viene a ser lo mismo.
Respondo: Aquí no tomamos inteligencia como facultad intelectiva, sino en cuanto implica cierta estimación recta de algún principio último conocido por sí mismo; así, hablamos de la inteligencia de los primeros principios. Ahora bien, toda deducción racional procede de principios considerados como primeros. Por lo mismo, todo proceso racional debe partir de esos principios. Dado, pues, que la prudencia es la recta razón en el obrar, todo el proceso de la misma debe derivarse necesariamente de un conocimiento claro de los principios. Por esa razón se pone la inteligencia como parte de la prudencia.
A las objeciones:
Soluciones: 1. La prudencia termina, como conclusión, en una acción particular a la que aplica un conocimiento universal, como queda dicho (II-II 47,3 II-II 47,6). Ahora bien, una conclusión particular se deriva de una proposición universal y otra particular. Por eso es necesario que la prudencia proceda de una doble inteligencia: una, la que conoce los universales, y es la inteligencia denominada virtud intelectual, que de un modo natural nos ofrece el conocimiento no sólo de los principios universales especulativos, sino también de los prácticos, como no debe hacerse mal a nadie; como ya hemos demostrado (II-II 47,6). Hay una segunda inteligencia que, como expone el Filósofo en VI Ethic., conoce el extremo, es decir, un primer singular contingente operable, la menor del silogismo de la prudencia, como hemos dicho. Pero este primer singular es un fin particular, como allí mismo se expone. En conclusión, la inteligencia que ponemos como parte de la prudencia es cierta estimación recta de un fin particular.
2. El entendimiento, don del Espíritu Santo, es una penetración aguda de las cosas divinas, como hemos demostrado (II-II 8,1). Es distinto del entendimiento como parte de la prudencia, como ya hemos dicho.
3. La recta estimación de un fin particular se denomina inteligencia en cuanto principio y sentido en cuanto particular. Es conforme a la expresión del Filósofo en VI Ethic., de que debe haber un sentido de éstos --es decir, de los singulares--, y éste es el entendimiento. Pero no es el sentido particular que conoce los sensibles propios, sino el sentido interno que juzga de lo concreto y singular.


ARTíCULO 3

¿Debe contarse la docilidad como parte de la prudencia?
Objeciones por las que parece que la docilidad no debe ponerse como parte de la prudencia:
Objeciones: 1. Lo que es necesario a toda virtud no debe hacerse propio de alguna de ellas.
Pues bien, la docilidad es necesaria a cualquier virtud intelectual. Luego no debe figurar como parte de la prudencia.
2. Lo propio de las virtudes humanas se da en nosotros, ya que se nos alaba o vitupera por algo nuestro propio. Ahora bien, no está en nuestro poder ser dóciles, sino que se da en algunos por disposición natural. La docilidad, pues, no es parte de la prudencia.
3. La docilidad es propia del discípulo. La prudencia, en cambio, que es preceptiva, parece propia más bien del maestro, llamado también preceptor. Por lo tanto, la docilidad no es parte de la prudencia.
Contra esto: está el hecho de que Macrobio, según dice Plotino, coloca la docilidad entre las partes de la prudencia.
Respondo: La prudencia tiene por objeto, como queda dicho (a. 2 ad 1; q.47 a.3 et 6), las acciones particulares. Y dada la diversidad, casi infinita, de modalidades, no puede un solo hombre considerarlas todas a corto plazo, sino después de mucho tiempo. De ahí que, en materia de prudencia, necesite el hombre de la instrucción de otros, sobre todo de los ancianos, que han logrado ya un juicio equilibrado sobre los fines de las operaciones. Por eso escribe el Filósofo en VI Ethic.: Es conveniente prestar atención, no menor que a las verdades demostradas, al juicio y a las opiniones indemostrables de la gente experimentada, de los ancianos y de los prudentes, pues la experiencia les enseña a éstos a penetrar en los principios. De ahí que leemos también en la Escritura: No te apoyes en tu prudencia (Pr 3,5), y en otro lugar: Busca la compañía de los ancianos, y, si hallas algún sabio, allégate a él (Si 6,35).
Ahora bien, lo propio de la docilidad es disponer bien al sujeto para recibir la instrucción de otros. Por lo tanto, es de buen sentido considerar la docilidad como parte de la prudencia.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Aunque la docilidad es útil para toda virtud intelectual, lo es de manera especial para la prudencia por la razón expuesta.
2. La docilidad, lo mismo que cuanto atañe a la prudencia, es natural como aptitud. Pero su completo desarrollo depende mucho del esfuerzo humano; es decir, está en función de que el hombre atienda solícito, y con frecuencia y respeto, a las enseñanzas de los mayores, en vez de descuidarlas por pereza o rechazarlas por soberbia.
3. Por la prudencia, según hemos dicho (II-II 47,12 ad 3), impera el hombre no solamente sobre los demás, sino también sobre sí mismo. Por eso se da también, como hemos probado (q. 47 a.12), en los súbditos a cuya prudencia corresponde la docilidad. Sin embargo, es conveniente que la tengan también los mayores, ya que en las cosas que caen bajo el ámbito de la prudencia, nadie se basta a sí mismo, como hemos dicho.

ARTíCULO 4 ¿Es parte de la prudencia la sagacidad?

Objeciones por las que parece que la sagacidad no es parte de la prudencia:
Objeciones: 1. La sagacidad tiene por fin hallar fácilmente el medio de la demostración, como señala el Filósofo en I Poster. Pero la prudencia no es demostrativa. Por lo tanto, no le corresponde la sagacidad.
2. Corresponde a la prudencia aconsejar bien, según afirma el Filósofo en VI Ethic. Ahora bien, en el buen consejo no entra en juego la sagacidad, dado que es cierta vigilancia, es decir, buena conjetura, rápida y que no admite discurso, mientras que, como leemos en VI Ethic., conviene aconsejar reposadamente.
Luego la sagacidad no debe ponerse como parte de la prudencia.
3. La sagacidad, como hemos dicho (arg. 4), es cierta conjetura. Ahora bien, lo propio de los retóricos es usar de conjeturas. La sagacidad, pues, parece más propia de la retórica que de la prudencia.
Contra esto: está el testimonio de San Isidoro en el libro Etymol. De que solícito significa ingenioso y rápido. Como la solicitud atañe a la prudencia, según hemos expuesto (II-II 47,9), también la sagacidad.
Respondo: Es propio del prudente formar un juicio recto sobre la acción. Ahora bien, la recta apreciación u opinión se consiguen, tanto en el plano operable como en el especulativo, de dos maneras: por invención propia y aprendiendo de otro. Mas igual que la docilidad va encaminada a disponer al hombre para recibir de otro una apreciación recta, la sagacidad se propone la adquisición de una recta opinión por propia iniciativa, pero entendida la sagacidad en el plano de la vigilancia o eustochia, de la que es parte. En efecto, la vigilancia o eustochia deduce bien en toda clase de asuntos; la sagacidad, en cambio, es habilidad para la rápida y fácil invención del medio, como vemos en el Filósofo en I Poster. Sin embargo, hay un filósofo que considera la sagacidad como parte de la prudencia, y la toma en el sentido de vigilancia en toda su amplitud. Por eso dice que la sagacidad es un hábito por el que de pronto se sabe hallar lo que conviene.
A las objeciones:
Soluciones: 1. La sagacidad se ordena a hallar el medio no sólo en las demostraciones, sino también en el plano operable. Por ejemplo, cuando alguien ve que dos se hacen amigos, infiere que tienen un enemigo común, como dice en el mismo lugar el Filósofo. Bajo este aspecto pertenece la sagacidad a la prudencia.
2. El Filósofo aduce en VI Ethic. un argumento para demostrar que la eubulia, o virtud del buen consejo, no es eustochia o vigilancia, cuyo mérito consiste en la consideración rápida de lo que debe hacerse, ya que puede uno aconsejar bien, aunque lo haga con más tiempo y lentitud. Ésto, sin embargo, no quita valor a la buena conjetura para aconsejar bien. A veces es incluso necesaria; por ejemplo, cuando se presenta de improviso algo que debemos ejecutar. Por eso tiene sentido colocar la sagacidad como parte de la prudencia.
3. La retórica discurre también sobre objetos operables. No hay, por lo tanto, inconveniente alguno en que la misma cosa corresponda a la retórica y a la prudencia. Sin embargo, la conjetura no la consideramos aquí solamente en el plano de las conjeturas usadas por los oradores, sino en todas las materias en que se dice que el hombre averigua por conjeturas.

ARTíCULO 5 ¿Debe incluirse la razón como parte de la prudencia?

Objeciones por las que parece que no debe incluirse la razón como parte de la prudencia:
Objeciones: 1. No forma parte del accidente el sujeto del mismo. Ahora bien, la prudencia radica en la razón, como se dice en VI Ethic. Esta, por tanto, no puede ser parte de la prudencia.
2. Lo que es común a varios no debe ponerse como particular de ninguno, y, en el caso de que se ponga, debe figurar como parte de aquel al que convenga de manera especial. Ahora bien, la razón es necesaria en todas las virtudes intelectuales, y sobre todo en la sabiduría y en la ciencia, que se sirven de ella para demostrar. La razón, pues, no debe ponerse como parte de la prudencia.
3. La razón no es distinta del entendimiento en su aspecto esencial de potencia, como expusimos en otro lugar (I 79,8). Por lo tanto, una vez puesto el entendimiento como parte de la prudencia, resulta innecesario poner también la razón.
Contra esto: está el testimonio de Macrobio, que, según refiere Plotino, enumera la razón entre las partes de la prudencia.
Respondo: Es oficio del prudente --según el Filósofo en VI Ethic. -- aconsejar bien. Ahora bien, el consejo es una especie de investigación que va de unas cosas a otras, lo cual es obra de la razón. Por lo tanto, para la prudencia es necesario que el hombre razone bien. Mas dado que lo exigido para la perfección de la prudencia se considera como parte exigitiva o integral de la misma, se debe considerar la razón entre las partes integrales de ella.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Ahí no se trata de la razón como facultad, sino del buen uso de la misma.
2. La certeza de la razón procede de la inteligencia; pero la necesidad de la razón tiene su base en la imperfección de la inteligencia. En efecto, no necesitan el ejercicio de la razón los seres cuya fuerza intelectual está en plena perfección, puesto que comprenden la verdad por simple intuición; esto sucede en Dios y en los ángeles. Ahora bien, las acciones particulares, cuya dirección compete a la prudencia, distan mucho de la condición de inteligibles, y distan tanto más cuanto más inciertas e indeterminadas son. En efecto, los objetos de arte, aunque son singulares, son más determinados y ciertos; por eso en muchos de ellos es innecesario el consejo precisamente por su certeza, como se dice en III Ethic. De ahí que, aunque en algunas virtudes intelectuales sea más cierta la razón que la prudencia, en ésta, sin embargo, más que en ninguna necesita el hombre tener buen razonamiento para poder aplicar los principios universales a los casos particulares, variados e inciertos.
3. Aunque el entendimiento y la razón no son potencias distintas, reciben, sin embargo, su nombre de actos distintos. En efecto, el entendimiento recibe el nombre de la penetración íntima de la verdad, mientras que la razón implica inquisición y discurso. Por eso uno y otro van incluidos como partes de la prudencia, conforme se deduce de lo expuesto (ad 3;,2).


Suma Teológica II-II Qu.47 a.14