Suma Teológica III Qu.43 a.2

ARTíCULO 2 ¿Hizo Cristo los milagros con poder divino?

Objeciones por las que parece que Cristo no hizo los milagros con poder divino.
Objeciones: 1. El poder divino es omnipotente. Pero parece que Cristo no lo fue al hacer milagros, porque en Mc 6,5) se dice que no pudo alli —es decir, en su patria- hacer ningún milagro. Luego parece que no hacía los milagros con poder divino.
2. orar no es propio de Dios. Pero Cristo oraba algunas veces para hacer los milagros, como se ve en la resurrección de Lázaro (Jn 11,41-42) y en la multiplicación de los panes (Mt 14,19). Luego da la impresión de que no hizo los milagros con poder divino.
3. Lo que se hace por virtud divina, no puede hacerse con el poder de criatura alguna. Pero las cosas que hacía Cristo podían ser hechas también con el poder de una criatura; por esto decían los fariseos que expulsaba a los demonios por Beelzebul, príncipe de los demonios (Lc 11,15). Luego parece que Cristo no hizo milagros de origen divino.
Contra esto: está lo que dice el Señor en Jn 14,10: El Padre, que permanece en mí, es el que realiza las obras.
Respondo: Como queda expuesto en la Primera Parte (I 10,4), los verdaderos milagros no pueden hacerse más que con el poder divino, porque sólo Dios es capaz de alterar el orden natural, requisito que pertenece a la noción de milagro. Por lo cual dice el papa León, en la Epístola ad Flavianum, que, habiendo en Cristo dos naturalezas, una de ellas, es a saber, la divina, es la que resplandece con los milagros; la otra, esto es, la humana, es la que cede al peso de las injurias; y, sin embargo, cada una de ellas obra en comunicación con la otra, en cuanto que la naturaleza humana es instrumento de la acción divina, y la acción humana recibe el poder de la naturaleza divina, como antes se ha explicado (III 19,1).
A las objeciones:
Soluciones: 1. La frase No podía hacer allí ningún milagro (Mc 6,5), no debe relacionarse con el poder absoluto, sino con lo que es posible hacer de una manera congruente; y no era conveniente hacer milagros entre incrédulos. Por esto se añade (v. 6: Y se maravillaba de su falta de fe. En este sentido se dice en Gn 18,17: No podría ocultar a Abrahán lo que voy a hacer; y en Gn 19,22: No podré hacer nada hasta que tú entres allí.
2. Como escribe el Crisóstomo, comentando el pasaje de Mt 14,19: Habiendo tomado los cinco panes y los dos peces, mirando al cielo, los bendijo y los partió: Era preciso que se creyese que Cristo procede del Padre y que es igual a EL Y, por este motivo, para mostrar ambas cosas, unas veces hacía los milagros con su poder, y otras mediante la oración. En las cosas de poco relieve, por ejemplo la multiplicación de los panes, mira al cielo; y en las de mayor trascendencia, que sólo dependen de Dios, obra con su poder, v. gr. cuando perdonó los pecados, o resucitó a los muertos.
La expresión Levantó los ojos a lo alto (Jn 11,42), cuando la resurrección de Lázaro, no significa que lo hiciese por la necesidad de la recomendación, sino que lo hizo para nuestro ejemplo. Por eso dijo: Lo he dicho por el pueblo que me rodea, para que crean que tú me has enviado.
3. Cristo arrojaba a los demonios de forma distinta a como son expulsados por el poder del demonio. Porque, con el poder de los demonios más altos, los otros demonios son expulsados de los cuerpos de tal manera que continúa su dominio en cuanto al alma, porque el diablo no obra contra su propio imperio. En cambio, Cristo arrojaba los demonios no sólo de los cuerpos, sino mucho más de las almas. Y por estos motivos el Señor reprobó la blasfemia de los judíos, los cuales decían que El expulsaba a los demonios con el poder de los demonios (cf. Mt 12,24 Mc 3,22 Lc 11,15: Primero, porque Satanás no se divide contra sí mismo. Segundo, por seguir el ejemplo de otros, que arrojaban a los demonios mediante el Espíritu de Dios. Tercero, porque él mismo no hubiera podido expulsar a los demonios de no haberlos vencido con el poder divino.
Cuarto, porque no existía conformidad alguna entre El y Satanás, ni en las obras ni en las consecuencias, porque Satanás trataba de esparcir lo que Cristo recogía.

ARTíCULO 3 ¿Comentó Cristo a hacer milagros en las bodas, cambiando el agua en vino?

Objeciones por las que parece que Cristo no comenzó a hacer milagros en las bodas, cuando cambió el agua en vino (cf. Jn 2,1-11).
Objeciones: 1. En el libro De infantia Salvatoris se lee que Cristo hizo muchos milagros siendo niño. Ahora bien, el milagro de la conversión del agua en vino, en las bodas, lo hizo cuando El tenía treinta o treinta y un años. Luego parece que no comenzó a hacer milagros en ese momento.
2. Cristo hacía los milagros con el poder divino. Pero tal poder estuvo en El desde el principio de su concepción, pues desde entonces fue Dios y hombre.
Luego parece que hizo milagros desde el principio.
3. Cristo comenzó a reunir discípulos después del bautismo y la tentación, como se lee en Mt 4,18ss y Jn 1,35ss. Ahora bien, los discípulos se le juntaron a causa de los milagros; como se dice en Lc 5,4-11, llamó a Pedro cuando estaba sobrecogido de espanto por causa del milagro de la pesca milagrosa. Luego parece que hizo otros milagros antes del milagro de las bodas.
Contra esto: está que en Jn 2,11 se dice: Este fue el principio de los milagros de Jesús en Cana de Galilea.
Respondo: Cristo hizo los milagros para confirmar su doctrina y para dar a conocer el poder divino que había en El. Y por eso, en cuanto a lo primero, no debió hacer milagros antes de comenzar a predicar. Y no debió comenzar a predicar antes de la edad perfecta, como queda dicho al hablar de su bautismo (III 39,3).
En cuanto a lo segundo, debió dar a conocer su divinidad por medio de los milagros de tal modo que se creyese en la verdad de su humanidad. Y por este motivo, como dice el Crisóstomo In Ioann., oportunamente no comentó a hacer milagros desde el principio de su vida, porque hubieran creído que la encarnación era una fantasía, y le hubieran crucificado antes del tiempo oportuno.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Como escribe el Crisóstomo In Ioann., comentando la frase de Juan Bautista —Yo he venido a bautizar con agua para que El sea manifestado a Israel (Jn 1,31 —, es evidente que esos milagros que algunos dicen haber hecho Cristo en su niñez son mentiras y ficciones. Si Cristo hubiera hecho milagros en sus primeros años, Juan no lo hubiera ignorado de ningún modo, ni la muchedumbre restante hubiera necesitado de un maestro que se lo manifestase.
2. El poder divino obraba en Cristo según era necesario para la salvación de los hombres, a causa de la cual se había encarnado. Y por eso hizo los milagros con el poder divino, de tal manera que no perjudicase a la fe en la verdad de su carne.
3. Redunda en elogio de los discípulos haber seguido a Cristo sin haberle visto hacer ningún milagro, como dice Gregorio en una Homilía. Además, como escribe el Crisóstomo, era especialmente necesario hacer milagros cuando los discípulos ya estaban congregados y le eran adictos, y prestaban atención a las cosas que hacía. Por esto añade (el evangelista: Y creyeron en El sus discípulos; y no porque creyeron entonces por primera vez, sino porque entonces creyeron con mayor diligencia y más perfectamente. O, como explica Agustín en el libro De consensu evangelistarum, porque llama discípulos a los que habían de serlo en el futuro.

ARTíCULO 4 ¿Los milagros hechos por Cristo fueron suficientes para mostrar su divinidad?

Objeciones por las que parece que los milagros hechos por Cristo no fueron suficientes para dar a conocer su divinidad.
Objeciones: 1. Ser Dios y hombre es propio de Cristo. Pero los milagros hechos por Cristo fueron realizados también por otros. Luego parece que no fueron suficientes para dar a conocer su divinidad.
2. Nada existe mayor que el poder de la divinidad. Pero algunos hicieron mayores milagros que los de Cristo, pues en Jn 14,12) se dice: El que cree en mí hará las obras que yo hago, e incluso mayores que éstas. Luego parece que los milagros hechos por Cristo no fueron suficientes para mostrar su divinidad.
3. Lo particular no es suficiente para demostrar lo universal. Ahora bien, cualquiera de los milagros de Cristo fue una obra particular. Luego por ninguno de ellos pudo manifestarse suficientemente la divinidad de Cristo, a la que compete tener poder universal sobre todos los milagros.
Contra esto: está que el Señor dice en Jn 5,36: Las obras que el Padre me ha encomendado hacer, ellas mismas dan testimonio de mí.
Respondo: Los milagros hechos por Cristo eran suficientes para dar a conocer su divinidad, por tres motivos: Primero, por la calidad de las obras, que superaban todo el alcance del poder creado y, en consecuencia, no podían ser hechas más que por el poder divino. Y por esta causa el ciego curado decía, en Jn 9,32-33: Jamás se ha oído que alguien haya abierto los ojos de un ciego de nacimiento. Si éste no viniera de Dios, no podría hacer nada.
Segundo, por el modo de hacer los milagros, puesto que los realizaba como con poder propio, y no orando, como los otros.
Por esto se dice en Lc 6,19 que salía de él una fuerza que sanaba a todos. Con lo cual se demuestra, como dice Cirilo, que no recibía ningún poder ajeno, sino que, al ser Dios por naturaleza, manifestaba su propia virtud sobre los enfermos. Y también por tal motivo hacía milagros innumerables. A lo mismo se debe que, comentando el pasaje de Mt 8,16 —Expulsaba con su palabra los espíritus, y curó a todos los enfermos —, diga el Crisóstomo: Fíjate en la multitud de curados que los Evangelistas pasan de corrida, sin hablar de cada uno de los curados, sino presentando en pocas palabras un piélago inefable de milagros. Y con esto quedaba demostrado que tenía un poder igual al de Dios Padre, según aquellas palabras de Jn 5,19: Lo que hace el Padre, eso también lo hace igualmente el Hijo; y a continuación (v. 21): Como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, así también el Hijo da la vida a los que quiere.
Tercero, por la misma doctrina con la que se declaraba Dios, la cual, de no ser verdadera, no hubiera sido confirmada por milagros hechos con el poder divino.
Y por esto se escribe en Mc 1,27: ¿Qué nueva doctrina es ésta? Porque manda con poder a los espíritus inmundos, y le obedecen.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Esta era la objeción de los gentiles. Por esto dice Agustín en la Epístola Ad Volusianum: Ninguno de esos indicios de una majestad tan grande queda claro, dicen, mediante los correspondientes milagros. Porque esa terrible purificación mediante la cual expulsaba a los demonios, esto es, la curación de los débiles, la vuelta de la vida a los muertos y otras semejantes, bien consideradas, son poca cosa para Dios. Y a esto responde Agustín: También nosotros confesamos que los profetas hicieron cosas semejantes. Pero el mismo Moisés y los demás profetas anunciaron al Señor Jesús y le tributaron gran gloria. El cual quiso hacer obras semejantes para que no resultase el absurdo de no hacer El por sí mismo lo que había hecho por medio de otros. Sin embargo, también El debió hacer algo propio (como fue: Nacer de una Virgen, resucitar de entre los muertos, subir a los cielos. El que piense que esto es poco para Dios, no sé qué más puede reclamar de El. ¿Acaso, después de haberse encarnado, debió crear un mundo diferente, afín de que creyésemos que fue El mismo quien creó el mundo presente? Pero, bajo este aspecto, no era posible hacer un mundo mayor ni tampoco igual a éste;y si lo hubiera hecho menor que éste, hubiera sido juagado, de igual modo, como poca cosa.
Sin embargo, las cosas que otros realizaron, las hizo Cristo de modo más perfecto. Por lo que, comentando el pasaje de Jn 15,24 —si no hubiera hecho entre ellos obras que no ha hecho ningún otro —, dice Agustín: Ninguna de las obras de Cristo parece ser mayor que la resurrección de los muertos, acción que sabemos haber hecho también los antiguos profetas. Sin embargo, Cristo hizo algunas cosas que ningún otro realizó. Pero se nos contesta que también otros hicieron cosas que ni El ni otro realizaron. No obstante, jamás se lee de ninguno de los antiguos que haya curado tantos vicios, tantos achaques y tantos sufrimientos con un poder tan excepcional. Y sin contar que, con su mandato, sanó a cuantos le eran presentados, en Mc 6,56) se dice: Dondequiera que entraba, en aldeas, pueblos o ciudades, colocaban a los enfermos en las placas y le pedían tocar siquiera la orla de su manto, y cuantos lo tocaban, quedaban curados. Esto no lo hizo en ellos ningún otro. Y así hay que entender la expresión "en ellos"; no "entre ellos" o "en presencia de ellos", sino absolutamente "en ellos", porque a ellos los sanó. Y no lo hizp (así) ningún otro de los que hicieron en ellos tales obras, porque cualquier otro hombre que las haya hecho, lo hizo obrando El; en cambio, El hizo esas cosas sin el concurso de ellos.
2. Agustín, exponiendo ese texto de Jn 14,12), pregunta: ¿Cuáles son esas obras mayores, que habrán de hacer los que crean en El? ¿Acaso que, cuando éstos pasan, su sombra sana a los enfermos? Sin duda que es más sanar con la sombra que con la orla del manto. No obstante, cuando Cristo decía esto, hacía más estimables los hechos y las obras de sus palabras. Pues cuando dijo (Jn 14,10: "El Padre que permanece en mí es el que realiza las obras", ¿a qué obras se refería sino a las palabras que estaba pronunciando? Y el fruto de tales palabras era la fe de quienes le escuchaban. Sin embargo, cuando los discípulos anunciaron el Evangelio, no fueron tan pocos como ellos los que creyeron, sino que fueron naciones. ¿No es verdad que, habiéndose marchado triste de su presencia el rico aquel, lo que éste no hizo, oyendo a Cristo, lo hicieron, sin embargo, muchos cuando El hablaba por medio de sus discípulos? He aquí cómo hizo más cuando le predicaron los creyentes que cuando habló El a los oyentes.
Todavía se plantea esta dificultad: Las obras mayores aludidas las realizó por medio de los Apóstoles, y, en cambio, sin referirse sólo a ellos, añade: "El que cree en mí". Oye, pues: "El que cree en mí, hará también él las obras que yo hago". Primero las hago yo, después también las hará él, porque yo las hago para que las haga él. ¿Qué obras son éstas sino las de hacer un justo de un impío? Esto, ciertamente, lo realiza Cristo en él, pero no sin él. Yo diría sin duda de ninguna clase que esto es mayor que crear el cielo y la tierra, porque "el cielo y la tierra pasarán" (cf. Mt 24,35), pero la salvación y la justificación de los predestinados permanecerán. Pero los ángeles del cielo son obra de Cristo.
¿Hace acaso obras mayores que ésta el que coopera con Cristo para su justificación? Juague quien pueda si es mayor obra crear a los justos que justificar a los impíos. Ciertamente, si una y otra suponen igual poder, la última es obra de mayor misericordia.
Pero nada nos obliga a pensar que la frase "hará obras mayores que éstas" abarque todas las obras de Cristo. Tal vez lo dijo refiriéndose a las obras que entonces hacía. Y entonces realizaba palabras de fe, y sin duda que predicar palabras de justicia —cosa que El hizo sin nosotros -es menos que justificar al impío, cosa que El hace en nosotros de tal modo que también nosotros lo hagamos.
3. Cuando una obra particular es propia de un agente, entonces, a través de tal obra, queda probado el poder total de ese agente. Por ejemplo, siendo propio del hombre el razonar, queda demostrado que un hombre es racional por el hecho de razonar acerca de una cuestión particular. E igualmente, siendo exclusivo de Dios hacer milagros con su propio poder, quedó suficientemente probado que Cristo es Dios con cualquiera de los milagros que hizo por su propio poder.

CUESTIÓN 44 Sobre las clases de milagros en particular

Corresponde a continuación tratar de las clases de milagros en particular. Y: 1. De los milagros que hizo sobre las sustancias espirituales. 2. De los milagros que hizo tocante a los cuerpos celestes. 3. De los milagros que realizó sobre los hombres. 4. De los milagros que realizó sobre las criaturas irracionales.

ARTíCULO 1 ¿Fueron convenientes los milagros que Cristo realizó sobre las sustancias espirituales?

Objeciones por las que parece que no fueron convenientes los milagros realizados por Cristo sobre las sustancias espirituales.
Objeciones: 1. Entre las sustancias espirituales, los santos ángeles tienen una perfección superior a los demonios, porque, como dice Agustín en III De Trin., ¿os espíritus de vida radonal desertores y pecadores son regidos por los espíritus de vida racional piadosos y justos. Pero no leemos que Cristo haya hecho milagro alguno sobre los ángeles buenos. Luego tampoco debió hacerlos sobre los demonios.
2. Los milagros de Cristo se ordenaban a manifestar su divinidad. Ahora bien, la divinidad de Cristo no debía ser manifestada a los demonios, porque eso hubiera impedido el misterio de su pasión, conforme a lo que se dice en 1Co 2,8: De haberlo sabido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria. Luego no debió hacer milagro alguno sobre los demonios.
3. Los milagros de Cristo se ordenaban a la gloria de Dios; por lo cual se dice en Mt 9,8 que, al ver las turbas al paralítico curado por Cristo, temieron y glorificaron a Dios, que dio tal poder a los hombres. Pero a los demonios no les pertenece glorificar a Dios, porque, como se dice en Si 15,9, la alabanza no está bien en labios del pecador. Por esto también se lee en Mc 1,34 y en Lc 4,41: No dejaba hablar a los demonios en lo que tocaba a su gloria. Luego parece no haber sido conveniente que hiciese milagros sobre los demonios.
4. Los milagros hechos por Cristo se ordenaban a la salud de los hombres. Pero algunos demonios fueron arrojados de los hombres con daño de éstos. Unas veces con detrimento corporal, como se narra en Mc 9,24-25, pues el demonio, al mandato de Cristo, dando gritos y agitándole con violencia, salió del hombre, quedando éste como muerto, hasta el extremo de decir muchos que estaba muerto. Otras veces, con daño de los bienes materiales, como cuando, a petición de los propios demonios, los envió a los puercos, a los que precipitaron al mar; por lo que los habitantes de aquella región le rogaron que se retirase de su término, como se lee en Mt 8,31-34. Luego parece que hizo estos milagros indebidamente.
Contra esto: está que esto había sido predicho por Za 13,2, donde se lee: Extirparé de la tierra el espíritu impuro.
Respondo: Los milagros realizados por Cristo fueron argumentos de la fe que predicaba. Ahora bien, acontecería que con la virtud de su divinidad expulsaría el poder de los demonios de los hombres que habrían de creer en El, según aquellas palabras de Jn 12,31: A.hora el príncipe de este mundo será arrojado fuera. Y, por este motivo, fue conveniente que, entre otros milagros, también liberase a los poseídos por el demonio.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Así como Cristo debía librar a los hombres del poder de los demonios, así también debía asociarlos a los ángeles, conforme a lo que se dice en Col 1,20: Pacificando por la sangre de su cruz lo que hay en los cielos y en la tierra. Y por este motivo no convenía demostrar a los hombres otros milagros acerca de los ángeles, excepto las apariciones de éstos a los hombres, lo que aconteció en su nacimiento, en su resurrección y en su ascensión (cf. Lc 2,9 Mt 28 Mc 16 Lc 24 Jn 20,12).
2. Como escribe Agustín, en IX De Civ. Dei, Cristo se dio a conocer a los demonios tanto cuanto quiso;y quiso tanto cuanto convino. Pero se les dio a conocer no como a los ángeles santos, en cuanto es vida eterna, sino a través de ciertos efectos temporales de su poder. Y, en primer lugar, viendo que Cristo tenía hambre después del ayuno, juzgaron que no era el Hijo de Dios. Por lo que, a propósito de Lc 4,3 —si eres el Hijo de Dios, etc.—, comenta Ambrosio: ¿Qué significa el exordio de tal conversación sino que, habiendo conocido que el Hijo de Dios había de venir, no se le ocurrió que hubiera venido mediante la flaquera del cuerpo? Pero luego, al ver los milagros, por cierta sospecha, conjeturó que era el Hijo de Dios. Por eso, comentando las palabras de Mc 1,24 —sé que eres el Santo de Dios—, dice el Crisóstomo que no tenia noticia cierta o segura de la venida de Dios. Sin embargo sabía que era el Mesías prometido en la Ley. Por lo cual se dice en Lc 4,41: Porque sabían que El era el Mesías. El que confesasen que El era el Hijo de Dios, obedecía más a una sospecha que a una certeza. Por esto escribe Beda In Lúe.: Los demonios confiesan al Hijo de Dios y, como luego se dice, "sabían que era el Mesías". Porque, al verlo el diablo fatigado por el ayuno, entendió que era hombre verdadero; pero, al no triunfar sobre El cuando le tentó, dudaba si sería el Hijo de Dios. Ahora, mediante el poder de los milagros, o entendió o, mejor, sospechó que era el Hijo de Dios.
Por consiguiente, si persuadió a los judíos que le crucificasen, no fue porque dejó de pensar que el Mesías era el Hijo de Dios, sino porque no previo que, con su muerte, sería él condenado. Y de este "misterio escondido desde antes de los siglos" dice el Apóstol (1Co 2,8) que "ninguno de los príncipes de este mundo le conoció, pues, si le hubieran conocido, nunca hubiesen crucificado al Señor de la gloría".
3. Cristo no hizo los milagros de expulsar a los demonios por el provecho de éstos, sino a causa de la utilidad de los hombres, para que éstos glorificaran a Dios. Y por esto les prohibió hablar de lo que redundaba en alabanza de El.
Primero, para ejemplo, porque, como dice Atanasio, no les dejaba hablar, aunque dijesen verdad, para acostumbrarnos a nosotros a no cuidarnos de ellos, aun cuando parezcan decir verdad. Es ilícito que, teniendo las divinas Escrituras, nos dejemos instruir por el diablo. Y esto es peligroso porque, con frecuencia, los demonios mezclan mentiras con verdad. Segundo, porque, como dice el Crisóstomo, no convenía que robasen la gloria del ministerio apostólico.
Ni era decente que el misterio de Cristo fuera dado a conocer por una lengua apestosa, porque la alabanz no está bien en labios del pecador (Si 15,9).
Tercero, porque, como dice Beda, no quería encender con esto la envidia de los judíos. Por lo que también los mismos Apóstoles reciben la orden de callar acerca de El, no fuera que, predicando la majestad divina, se desacreditase el destino de la pasión.
4. Cristo había venido especialmente a enseñar y hacer milagros para utilidad de los hombres, principalmente en lo que se refiere a la salud del alma. Y por esta razón permitió que los demonios expulsados causasen algún daño a los hombres, ya en el cuerpo, ya en los bienes, por el provecho del alma humana, a saber, para instrucción de los hombres. Por esto dice el Crisóstomo, In Matth., que Cristo permitió a los demonios entrar en los puercos, no como persuadido por los demonios, sino: Primero, para instruirnos sobre la magnitud del daño que infieren a los hombres cuando los tientan; segundo, para que todos aprendan que ni contra los puercos se atreven a hacer cosa alguna si El no se lo permite; tercero, para mostrar que hubieran hecho daños mayores en aquellos hombres que en los puercos de no haber sido ayudados por la divina Providencia.
Y por las mismas causas permitió que el liberado de los demonios fuese afligido, de momento, más gravemente, aunque al instante le libró de la aflicción. Por aquí también se pone de manifiesto, como escribe Beda, que muchas veces, cuando nos esforzamos por convertirnos a Dios después de haber llevado una vida de pecado, somos excitados con mayores y nuevas asechanzas del antiguo enemigo. Hace esto o para inspirar odio a la virtud, o para vengar la injuria de su expulsión. El hombre curado quedó como muerto, según comenta Jerónimo, porque a los sanos se les dice: Estáis muertos, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios (Col 3,3).

ARTíCULO 2 ¿Los milagros sobre los cuerpos celestes fueron hechos oportunamente por Cristo?

Objeciones por las que parece que los milagros sobre los cuerpos celestes fueron hechos inoportunamente por Cristo.
Objeciones: 1. Como dice Dionisio en el c. 4 del De Div. Nom., no es propio de la Providencia divina destruir la naturaleza, sino conservarla. Pero los cuerpos celestes son por su naturaleza incorruptibles e inalterables, como se prueba en I De cáelo. Luego no fue conveniente que Cristo hiciera mutación alguna sobre el curso de los cuerpos celestes.
2. el correr del tiempo se mide de acuerdo con el movimiento de los cuerpos celestes, según aquellas palabras de Gn 1,14: Haya luminares en el firmamento del cielo, y sirvan de señales para las estaciones, los días y los años. Así pues, mudado el curso de los cuerpos celestes, se altera la distinción y el orden de los tiempos. Pero no se lee que esto haya sido percibido por los astrólogos, que contemplan las estrellas y calculan los meses, como se dice en Is 47,13). Luego da la impresión de que Cristo no introdujo mutación alguna en el curso de los cuerpos celestes.
3. A Cristo le correspondía más hacer milagros mientras vivía y enseñaba que a la hora de su muerte; ya porque, como se dice en 2Co 13,4, fine crucificado en razón de su flaquera, pero vive por el poder de Dios, con el que hacía los milagros; ya porque sus milagros confirmaban su doctrina. Ahora bien, no leemos que durante su vida haya hecho milagro alguno sobre los cuerpos celestes; antes bien, cuando los fariseos le piden una señal del cielo, rehusó concedérsela, como se narra en Mt 12,38-39 Mt 16,1-4. Luego parece que tampoco a la hora de su muerte debió hacer milagro alguno sobre los cuerpos celestes.
Contra esto: está lo que se cuenta en Lc 23,44-45: Las tinieblas cubrieron toda la tierra hasta la hora de nona, y se oscureció el sol.
Respondo: Como antes se ha explicado (III 43,4), los milagros de Cristo debían ser tales que bastasen para probar que El era Dios. Y esto no se prueba tan claramente por las transmutaciones de los cuerpos inferiores, que pueden ser movidos también por otras causas, como por el cambio del curso de los cuerpos celestes, que sólo Dios ha ordenado de manera inmutable. Y esto es lo que dice Dionisio en la epístola Ad Polycarpum: Es preciso reconocer que nunca puede cambiarse el orden y el movimiento de los cielos, a no ser que el que hace todas las cosas y las cambia según su palabra, tenga motivo para este cambio. Y por esto fue conveniente que Cristo también hiciese milagros sobre los cuerpos celestes.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Así como es natural a los cuerpos inferiores el ser movidos por los cuerpos celestes, que son superiores según el orden de la naturaleza, de igual manera es natural a toda criatura el que sea cambiada por Dios a su voluntad. Por esto dice Agustín en XXVI Contra Faustum, y se lee en la Glosa, comentando el pasaje de Rm 11,24 —-fuiste contra naturaleza injertado, etc.—: Dios, creador y gobernador de todas las cosas, no hace nada contra la naturaleza, porque lo que El hace constituye la naturaleza de cada cosa. Y así no se destruye lanaturaleza de los cuerpos celestes cuando Dios les cambia su curso; se destruiría si lo cambiase alguna otra causa.
2. Con el milagro que Cristo hizo (cf. Lc 23,44), no se alteró el orden de los tiempos, porque, según algunos, aquellas tinieblas, u oscurecimiento del sol, que acaecieron en la pasión de Cristo, se debieron a que el sol retrajo sus rayos, sin alteración alguna en el movimiento de los cuerpos celestes, que es el que mide los tiempos. Por esto dice Jerónimo In Matth.: Parece que la lumbrera mayor retrajo sus rajos o para no ver al Señor pendiente, o para que los impíos, que blasfemaban, no gomasen de su luz Pero tal retracción no debe entenderse como si estuviera en poder del sol lanzar sus rayos o retraerlos, pues no los emite a su elección, sino por naturaleza, como escribe Dionisio en el c. 4 del De Div. Nom.. Se dice que el sol retrajo sus rayos, en cuanto que el poder divino hizo que sus rayos no llegasen a la tierra.
Orígenes, en cambio, dice que esto sucedió por la interposición de las nubes. De donde, In Matth., escribe: Es natural pensar que nubes oscurísimas, abundantes y densas, acudieron en tropel sobre Jerusalén y sobre la región de Judea, y por tal motivo se produjeron profundas tinieblas desde la hora de sexta hasta la de nona. Pienso yo que así como los demás signos que sucedieron en la pasión, por ejemplo "que el velo se rasgó, que tembló la tierra", etc., tuvieron lugar sólo en Jerusalén, así sucedió con éste; o si alguno quisiera extenderlo más pensando en la tierra de Judea, porque en Lc 23,44), se dice que "las tinieblas cubrieron toda la tierra", ésta debe limitarse a Judea, como en 1S 18,10 dijo Abdías a Elías: "Vive Dios, que no hay nadan ni reino a que mi señor no haya enviado a buscarte", indicando que le buscaron en las naciones que limitan con Judea.
Pero sobre esto se ha de creer más bien a Dionisio, quien, como testigo de vista, observó que eso sucedió por la interposición de la luna entre nosotros y el sol. Dice, efectivamente, en su Epístola Ad Polycarpum: Contra todo lo concebible, veíamos que la luna avanzaba hada el sol; es decir, lo veíamos los que morábamos en Egipto, como allí se dice. Y señala cuatro müagros. Primero, que el eclipse natural del sol por la interposición de la luna no ocurre nunca sino en tiempo de la conjunción del sol y la luna. Y entonces la luna se hallaba en oposición al sol, al ser el día quince del mes, puesto que era la Pascua de los judíos. Por esto dice: no era tiempo de conjundón. El segundo milagro es que, habiendo sido vista la luna, cerca del mediodía, junto con el sol en medio del cielo, por la tarde apareció en su lugar, esto es, en oriente, en oposición al sol.
Por lo que añade: Y de nuevo la vimos, es decir, a la luna, desde la hora nona, en que se apartó del sol, cesando las tinieblas, hasta el atardecer, milagrosamente devuelta al diámetro frente al sol, esto es, para que estuviese diametralmente opuesta al sol. Y así resulta evidente que no se alteró el curso ordinario de los tiempos porque, merced al poder divino, aconteció que la luna milagrosamente se aproximase al sol fuera de su debido tiempo y que, al retirarse del sol, recuperase su propio lugar en el tiempo oportuno. El tercer milagro consiste en que, por ley natural, el eclipse de sol siempre comienza por el occidente y termina en el oriente. Y la razón de esto está en que la luna según su propio movimiento, por el que se mueve de occidente a oriente, es más veloz que el sol en su propio movimiento. Por eso la luna, viniendo del occidente y tendiendo hacia el oriente, alcanza al sol y lo pasa. Pero enton ees la luna ya había pasado al sol y, distando de él la mitad del círculo, se encontraba en oposición al sol. Por esto fue necesario que la luna se volviese al oriente, hacia el sol, y, caminando hacia occidente, le alcanzase primero por la parte del oriente. Y esto es lo que él dice: Vimos el eclipse comentando por el oriente y llegando hasta los contornos del sol, porque lo eclipsó enteramente, volviendo luego desde aquí para atrás. El cuarto milagro fue que, en el eclipse natural, el sol comienza a reaparecer por la misma parte en que antes empezó a oscurecerse, es a saber: Porque la luna, acercándose al sol, le pasa en su caminar natural hacia oriente, y así abandona primero la parte occidental del sol, que también primero había ocupado. Pero entonces la luna, volviendo milagrosamente de oriente a occidente, no pasó al sol, para estar más al occidente que éste; pero, una vez que llegó al término del sol, se volvió hacia el oriente, y de este modo deja primeramente descubierta la parte del sol que ocultó en último lugar. Y así el eclipse comenzó por la parte oriental, pero la claridad comenzó a reaparecer primero en la parte occidental. Y esto es lo que él dice: Y vimos de nuevo la falta de la luzy su reaparición no del mismo modo, es decir, no por la misma parte del sol, sino, al contrario, del lado diametralmente opuesto.
El Crisóstomo, In Matth., añade un quinto milagro, diciendo que las tinieblas duraron tres horas, cuando el eclipse de sol pasa en un momento, y no se detiene, como saben los que lo han observado. Con lo que se da a entender que la luna se quedó quieta bajo el sol. A no ser que prefiramos decir que la duración de las tinieblas se cuenta desde el instante en que comenzó a oscurecerse el sol hasta el momento en que el sol quedó totalmente limpio.
Pero, como escribe Orígenes In Matth., los hijos de este mundo objetan contra esto: ¿Cómo es posible que ninguno de los escritores griegos o bárbaros hoja dejado constancia de un hecho tan portentoso? Y añade que un sujeto llamado Flegón refiere en sus Crónicas este acontecimiento bajo el imperio del César Tiberio, pero no indicó que ocurriera en tiempo de luna llena. Pudo, pues, suceder que los astrólogos de toda la tierra no se ocuparan entonces de observar el eclipse, porque no era el tiempo apropiado, y atribuyeran aquella oscuridad a alguna perturbación atmosférica. Pero en Egipto, donde raras veces aparecen las nubes debido a la serenidad del aire, Dionisio y sus compañeros se sintieron movidos a observar lo antes mencionado acerca de aquella oscuridad.
3. Convenía que la divinidad de Cristo se demostrase por los milagros principalmente cuando más se dejaba ver en El la flaqueza según su naturaleza humana. Y, por este motivo, en el nacimiento de Cristo apareció en el cielo una estrella (cf. ) donde Máximo, en un Sermón de Navidadz, dice: Si tienes una pobre opinión del pesebre, levanta un poco los ojos y mira en el cielo la nueva estrella que anuncia al mundo el nacimiento del Señor.
Y en la pasión apareció una flaqueza todavía mayor en lo que atañe a la humanidad de Cristo. Como escribe el Crisóstomo In Matth., ésta es la señal que prometió dar a los que se la pedían, diciendo: "Esta generación depravada y adúltera pide una señal, y no se le dará otra señal que la señal del profeta Jonas" (Mt 12,39), dando a entender la cruzj la resurrección. Pues, en efecto, es mucho más admirable que esto sucediera cuando El estaba clavado en la cruz que cuando andaba por la tierra.


Suma Teológica III Qu.43 a.2