Suma Teológica III Qu.45 a.4

ARTíCULO 4 ¿Fue oportuno el que se añadiese el testimonio de la voz del Padre diciendo: "Este es mi Hijo amado"?

Objeciones por las que parece que el testimonio de la voz del Padre, diciendo: "Este es mi Hijo amado" (Mt 17,5), no fue oportunamente añadido.
Objeciones: 1. Porque, como se dice en Jb 33,14, Dios habla una vez J dos no repite lo mismo. Ahora bien, en el bautismo la voz del Padre había declarado lo mismo (cf. Mt 3,17). Luego no fue conveniente que de nuevo declarase eso en la transfiguración.
2. En el bautismo, junto con la voz del Padre, se halló presente el Espíritu Santo en forma de paloma (cf. Mt 3,16). Esto no sucedió en la transfiguración. Luego parece que no fue conveniente la declaración del Padre.
3. Cristo comenzó a enseñar después del bautismo (cf. Mt 4,17). Y, sin embargo, en el bautismo, la voz del Padre no indujo a los hombres a que le escuchasen. Luego tampoco debió inducirles en la transfiguración.
4. no se debe comunicar a uno lo que no puede entender, de acuerdo con las palabras de Jn 16,12: Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no podéis con ellas. Ahora bien, los discípulos tampoco pudieron soportar la voz del Padre, pues en Mt 17,6) se lee: Los discípulos cayeron sobre su rostro, y se llenaron de temor. Luego la voz del Padre no debió haberse dejado oír de ellos.
Contra esto: está la autoridad del santo Evangelio (cf. Mt 17,5 Mc 9,6 Lc 9,34).
Respondo: La adopción de hijos de Dios se realiza mediante cierta conformidad con la imagen del Hijo natural de Dios. Y esto acontece de dos maneras: primero, por medio de la gracia de la vida presente, que es una conformidad imperfecta; segundo, mediante la gloria, que es la conformidad perfecta, según el pasaje de 1Jn 3,2: Ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que seremos, pues sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a El, porque le veremos tal cual es. Por consiguiente, como por el bautismo conseguimos la gracia, en la transfiguración se manifestó anticipadamente la claridad de la gloria futura; por eso, tanto en el bautismo como en la transfiguración fue conveniente que el testimonio del Padre diese a conocer la filiación natural de Cristo, porque sólo el Padre, junto con el Hijo y el Espíritu Santo, es perfecto conocedor de aquella generación perfecta.
A las objeciones:
Soluciones: 1. El texto aducido debe referirse a la locución eterna de Dios, por la que el Padre profiere su único Verbo coeterno con El. Y sin embargo puede decirse que Dios lo profirió dos veces con voz audible, pero no por el mismo motivo, sino para mostrar el modo diverso con que los hombres pueden participar de la semejanza de la filiación eterna.
2. Como en el bautismo, en el que se declaró el misterio de la primera regeneración, se manifestó la obra de toda la Trinidad, puesto que allí estuvo el Hijo encarnado, apareció el Espíritu Santo en forma de paloma, y el Padre se presentó con la voz, así también en la transfiguración, por ser el sacramento de la segunda regeneración, apareció toda la Trinidad: el Padre en la voz, el Hijo en su humanidad, y el Espíritu Santo en la nube resplandeciente; porque así como en el bautismo otorga la inocencia, representada por la sencillez de la paloma, así en la resurrección dará a sus elegidos la claridad de la gloria y el alivio de todo mal, designados por la nube resplandeciente.
3. Cristo había venido a darnos la gracia en la actualidad y a prometernos de palabra la gloria. Y, por eso, convenientemente se hace comparecer a los hombres en la transfiguración para que le escuchen, pero no en el bautismo.
4. Fue conveniente que los discípulos se sintiesen sobrecogidos de temor ante la voz del Padre y que cayesen sobre su rostro, para mostrar que la excelencia de la gloria que entonces se manifestaba excede a todo sentido y facultad de los mortales, según aquellas palabras de Ex 33,20: No me verá el hombre y vivirá.
Y esto viene a ser lo que dice Jerónimo In Matth.: La fragilidad humana no soporta la contemplación de una gloria mayor. Cristo cura de esta fragilidad a los hombres, conduciéndolos a la gloria. Esto está significado por lo que El les dijo: Levantaos, no temáis (Mt 17,7).

CUESTIÓN 46 Sobre la pasión de Cristo

Empezamos ahora a tratar de lo que toca a la salida de Cristo de este mundo. Y, primero, sobre su pasión; segundo, sobre su muerte (q. 50); tercero, sobre su sepultura (q. 51); cuarto, sobre su bajada a los infiernos (q. 52).
Sobre la pasión nos salen al paso tres cuestiones: primera, sobre la misma pasión; segunda, sobre la causa eficiente de la pasión (q. 47); tercera, sobre los frutos de la pasión (q. 48).
Sobre la primera se plantean doce preguntas: 1. ¿Fue necesario que Cristo padeciese por la liberación de los hombres? 2. ¿Hubo otro modo posible de liberar a la humanidad? 3. ¿Este modo fue el más conveniente? 4. ¿Fue conveniente que padeciese en la cruz? 5. Sobre la universalidad de su pasión.
6. ¿El dolor que soportó en la pasión fue el máximo? 7. ¿Padeció su alma entera? 8. ¿Impidió su pasión el gozo de la fruición? 9. Sobre el tiempo de la pasión.
0. Sobre el lugar.
1. ¿Fue conveniente que fuera crucificado con los ladrones? 12. ¿La pasión del propio Cristo ha de atribuirse a la divinidad?

ARTíCULO 1 ¿Fue necesario que Cristo padeciese por la liberación del género humano?

Objeciones por las que parece que no fue necesario que Cristo padeciese por la liberación del género humano.
Objeciones: 1. Sólo Dios podía liberar al género humano, de acuerdo con aquellas palabras de Is 45,21: ¿No soy yo el Señor y fuera de mí no hay otro Dios? Dios justo y salvador no lo hay fuera de mí. Pero en Dios no cabe necesidad de ninguna clase, porque eso sería opuesto a su omnipotencia. Luego no fue necesario que Cristo padeciese.
2. Lo necesario se opone a lo voluntario. Ahora bien, Cristo padeció por propia voluntad, pues en Is 53,7) se dice: Se ofreció porque quiso. Luego no fue necesario que padeciese.
3. Como se lee en Ps 24,10), todas las sendas del Señor son misericordia y verdad. Pero no parece necesario que padeciese por parte de la misericordia divina, la cual, como reparte gratuitamente sus dones, parece que también perdona gratuitamente las deudas, sin satisfacción. Ni tampoco parece necesario por parte de la justicia divina, conforme a la cual el hombre había merecido la condenación eterna. Luego parece que no fue necesario que Cristo padeciese por la liberación de los hombres.
4. La naturaleza de los ángeles es superior a la humana, como es manifestado por lo que dice Dionisio en el c. 4 De Div. Nom.. Pero Cristo no padeció por la reparación de la naturaleza angélica, que había pecado. Luego parece que tampoco fue necesario que padeciese por la salvación del género humano.
Contra esto: está lo que se dice en Jn 3,14-15: A. La manera que Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que sea levantado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga la vida eterna. Lo cual se entiende de la exaltación en la cruz. Luego parece que fue preciso que Cristo padeciese.
Respondo: Como enseña el Filósofo en V Metaphys., algo se llama necesario de muchas maneras. Primero, lo que, según su propia naturaleza, no puede comportarse de otro modo. Y, en este sentido, es evidente que no fue necesario que Cristo padeciese, ni por parte de Dios, ni por parte de los hombres.
Segundo, se llama necesario a aquello que lo es por una causa exterior. La cual, si es una causa eficiente o motriz, crea una necesidad de coacción, por ejemplo la de uno que no puede caminar porque otro le detiene violentamente. Si esa causa exterior que impone la necesidad es el fin, se dice que algo es necesario por imperativo del fin, cuando, v. gr., un fin no puede lograrse de ningún modo, o no puede conseguirse de un modo conveniente, a no ser que se cumpla tal fin.
En consecuencia, no fue necesario que Cristo padeciese con necesidad de coacción, ni por parte de Dios, que decretó que Cristo padeciese; ni por parte del propio Cristo, que padeció voluntariamente.
Sin embargo, fue necesario por razón del fin. Este puede entenderse de tres maneras. Primera, por parte de nosotros, que fuimos liberados por su pasión, según el pasaje de Jn 3,14: Es necesario que sea levantado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga la vida eterna.
Segunda, por parte de Cristo mismo, que por la humillación de la pasión mereció la gloria de la exaltación. Y a esto corresponde lo que se dice en Lc 24,26: Fue preciso que Cristo padeciese esto y entrase así en su gloria. Tercera, por parte de Dios, cuya decisión sobre la pasión de Cristo fue profetizada en la Escritura y prefigurada en las observancias del Antiguo Testamento. Y esto es lo que se dice en Lc 22,22: El Hijo del hombre se va, según está decretado; y en Lc 24,44-46: Esto es lo que yo os dije estando todavía con vosotros, que era necesario que se cumpliera todo lo que estaba escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí; y que estaba escrito que convenía que Cristo padeciese y resucitase de entre los muertos.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Ese argumento se toma de la necesidad de coacción por parte de Dios.
2. Esta dificultad proviene de la necesidad de coacción por parte de Cristo hombre.
3. La liberación del hombre por la pasión de Cristo convino tanto a la misericordia como a la justicia divinas. A la justicia, porque mediante su pasión Cristo satisfizo por los pecados del género humano, y así fue liberado el hombre por la justicia de Cristo. A la misericordia, porque, no pudiendo el hombre satisfacer, de suyo, por el pecado de toda la raza humana, como antes queda probado (III 1,2 ad 2), Dios le dio a su Hijo como satisfactor, conforme al pasaje de Rm 3,24-25: Todos han sido justificados gratuitamente por su grada, mediante la redención realizada en Cristo Jesús, a quien Dios ha puesto como instrumento de propiciación por la fe en él. Y esto fue una obra de misericordia mayor que si hubiese perdonado los pecados sin satisfacción. De donde en Ep 2,4-5) se dice: Dios, que es rico en misericordia, por el excesivo amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos vivificó con Cristo.
4. El pecado de los ángeles no tenía remedio, como lo tuvo el pecado de los hombres, como antes queda dicho en la Primera Parte (I 64,2).

ARTíCULO 2 ¿Fue posible un modo de liberación de la naturaleza humana distinto del obtenido por la pasión de Cristo?

Objeciones por las que parece que fue posible un modo distinto de liberar la naturaleza humana que el realizado mediante la pasión de Cristo.
Objeciones: 1. Dijo el Señor en Jn 12,24-25: Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, quedará solo; pero, si muere, dará mucho fruto; a propósito de lo cual comenta Agustín: se llamaba grano a sí mismo. Por consiguiente, de no haber padecido la muerte, no hubiera dado el fruto de la liberación de otro modo.
2. En Mt 26,42), el Señor dice a su Padre: Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad. Y allí habla del cáliz de la pasión.
Luego la pasión de Cristo no podía omitirse. Por lo cual comenta Hilario: No puede pasar el cáliz sin bebería, porque no podemos ser restablecidos más que por medio de su pasión.
3. La justicia de Dios exigía que el hombre fuese liberado del pecado por la satisfacción de Cristo mediante su pasión. Pero Cristo no puede pasar por encima de su propia justicia. Se dice, efectivamente, en 2Tm 2,13: Si no creemos, él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo. Pero se negaría a sí mismo si negase su justicia, por ser él mismo la justicia. Luego parece no haber sido posible liberar al hombre de otro modo que por la pasión de Cristo.
4. El error no puede ocultarse en la fe. Ahora bien, los antiguos patriarcas creyeron que Cristo había de padecer. Luego parece que no pudo acontecer que Cristo no padeciese.
Contra esto: está lo que dice Agustín en XIII De Trin.: Afirmamos que este modo por el que Dios se. Dignó liberarnos, por el mediador entre Dios y ¿os hombres, el hombre Cristo Jesús, es bueno y conveniente a la dignidad divina; pero hemos de mostrar que hubo otro modo posible para Dios, a cuyo poder están igualmente sometidas todas las cosas.
Respondo: Se puede decir que una cosa es posible o imposible de dos modos: uno, llana y absolutamente; otro, hipotéticamente. Hablando, pues, llanamente, y en absoluto, a Dios le fue posible liberar al hombre por un modo distinto del que supone la pasión de Cristo, porque para Dios no hay nada imposible, como se dice en Lc 1,37. Pero, planteado el problema en una hipótesis concreta, fue imposible. Porque es imposible que la presciencia de Dios se engañe y que su voluntad o determinación sea anulada; supuestas, pues, la presciencia y la preordinación divinas sobre la pasión de Cristo, no era posible a la vez que Cristo no padeciese y que el hombre fuese liberado de otro modo que por medio de su pasión. Y la misma razón vale para todo lo que de antemano es conocido y ordenado por Dios, como queda expuesto en la Primera Parte (I 14,13 I 22,4).
A las objeciones:
Soluciones: 1. En el pasaje mencionado habla el Señor en el supuesto de la presciencia y de la preordinación divinas, según las cuales estaba dispuesto que el fruto de la salvación de los nombres no se seguiría más que padeciendo Cristo.
2. En el mismo sentido debe entenderse lo dicho en la segunda objeción: Si no es posible que pase este cáliz sin que tenga que bebería, esto es: porque tú así lo has dispuesto. Por lo cual añade: Hágase tu voluntad.
3. También esta justicia depende de la voluntad divina, que exige del género humano la satisfacción por el pecado. Por lo demás, si hubiera querido liberar al hombre del pecado sin satisfacción, no hubiera procedido en contra de la justicia. No puede perdonar la culpa o la pena, respetando la justicia, aquel juez que está obligado a castigar la culpa cometida contra otro, sea contra otro nombre, sea contra la comunidad entera o contra un gobernante superior. Pero Dios no tiene superior alguno, sino que él mismo es el bien supremo y común de todo el universo. Y por eso, si perdona un pecado que tiene razón de culpa porque se comete contra El, a nadie hace injuria, como el hombre que perdona una ofensa contra él sin que medie la satisfacción obra misericordiosamente, y no injustamente. Y, por este motivo, David, cuando pedía misericordia, decía en Ps 50,6: Contra ti solo pequé, como si dijera: Puedes perdonarme sin injusticia.
4. La fe de los hombres, y también las Sagradas Escrituras que la fundamentan, se apoyan en la presciencia y en la determinación divinas. Y de ahí que la misma razón vale para la necesidad de lo supuesto por las cosas de fe y para la necesidad que proviene de la presciencia y la voluntad divinas.

ARTíCULO 3 ¿Hubo otro medio más oportuno para liberar al hombre que la pasión de Cristo?

Objeciones por las que parece que hubiera habido otro modo más conveniente para la liberación de los hombres que la pasión de Cristo.
Objeciones: 1. La naturaleza imita en sus operaciones las obras de Dios, como que está movida y regulada por el propio Dios. Ahora bien, la naturaleza no hace de dos modos lo que puede hacer de uno solo. Por consiguiente, pudiendo Dios liberar al hombre sólo con su propia voluntad, no parece haber sido conveniente que añadiese la pasión de Cristo para la liberación del género humano.
2. Las cosas que se hacen de manera natural, se realizan mejor que las que se hacen violentamente, porque lo violento es un cierto corte o caída de lo que es conforme a la naturaleza, como se dice en el libro De cáelo. Pero la pasión de Cristo llevó consigo la muerte violenta. Luego hubiera sido más conveniente que Cristo liberase al hombre muriendo de muerte natural que padeciendo.
3. Parece sumamente conveniente que aquel que detenta algo violenta e injustamente, sea despojado por el poder de uno superior; por lo cual también se dice en Is 52,3: De balde fuisteis vendidos, y sin plata seréis rescatados.
Pero el diablo no tenía derecho alguno sobre el hombre, a quien con fraude había engañado, y a quien retenía esclavo mediante cierta violencia. Luego parece que hubiera sido convenientísimo que Cristo hubiera despojado al diablo sólo con su propio poder, sin su pasión.
Contra esto: está lo que dice Agustín en XIII De Trin.: No hubo modo más conveniente de sanar nuestra miseria que la pasión de Cristo.
Respondo: Un medio es tanto más conveniente para conseguir un fin cuanto más ventajas concurren en él para lograr tal fin. Ahora bien, en la liberación del hombre por la pasión de Cristo concurren muchas circunstancias que pertenecen a la salvación del hombre, fuera de la liberación del pecado.
Primero, por este medio conoce el hombre lo mucho que Dios le ama, y con esto es invitado a amarle a El, en lo cual consiste la perfección de la salvación humana. Por lo que dice el Apóstol en Rm 5,8-9: Dios prueba su amor para con nosotros en que, siendo todavía pecadores, Cristo murió por nosotros.
Segundo, porque con esto nos dio ejemplo de obediencia, humildad, constancia, justicia y demás virtudes manifestadas en la pasión, necesarias para la salvación de los hombres. De donde se dice en 1P 2,21: Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo para que sigamos sus pasos.
Tercero, porque Cristo con su pasión no sólo liberó al hombre del pecado, sino que también mereció para él la gracia de la justificación y la gloria de la bienaventuranza, como luego se dirá (III 48,1 III 49,1 III 49,5).
Cuarto, porque con esto se intimó al hombre una mayor necesidad de conservarse inmune de pecado, según aquellas palabras de 1Co 6,20: Habéis sido comprados a gran precio, glorificad y llevad a Dios en vuestro cuerpo.
Quinto, porque esto resulta de mayor dignidad, de modo que, como el hombre fue vencido y engañado por el diablo, así fuese también el hombre el que derrotase al diablo; y así como el hombre mereció la muerte, así el hombre, muriendo, venciese la muerte, como se lee en 1Co 15,57: Gracias a Dios, que nos ha dado la victoria por medio de Jesucristo.
Y, en consecuencia, fue más conveniente ser liberados por la pasión de Cristo que serlo solamente por la voluntad de Dios.
A las objeciones:
Soluciones: 1. También la naturaleza, para lograr mejor alguna cosa, emplea para ello varios medios, por ejemplo dos ojos para ver. Y así resulta evidente en las demás cosas.
2. Como escribe el Crisóstomo, Cristo no vino para consumir su propia muerte, que no tenía, siendo él la vida, sino la muerte de los hombres. De donde no dejó su cuerpo por su propia muerte, sino que sufrió la muerte que le infligieron los hombres. Pero incluso si su cuerpo hubiera enfermado y hubiera muerto en presencia de todos, se hubiera seguido el inconveniente de que tuviera sujeto el propio cuerpo a las enfermedades el quehabía curado las enfermedades de los demás. Pero, también, en caso de que, sin enfermedad alguna, hubiera muerto en un lugar apartado y luego se manifestase, no sería creído cuando hablase de su resurrección. ¿Cómo se haría evidente la victoria de Cristo sobre la muerte sino padeciéndola delante de todos, a fin de probar, mediante la incorrupción de su cuerpo, que la había destruido?
3. Aunque el diablo había atacado injustamente al hombre, sin embargo el hombre había sido justamente abandonado por Dios bajo la esclavitud del diablo. Por esto fue conveniente que el hombre fuese liberado de la esclavitud del diablo por medio de la justicia, satisfaciendo Cristo por él mediante su pasión.
Esto fue conveniente también para vencer la soberbia del diablo, el cual es desertor de la justicia y amante del poder, a fin de que Cristo venciese al diablo y liberase al hombre no sólo con el poder de su divinidad, sino también por medio de la justicia y de la humildad de su pasión, como escribe Agustín en XIII De Trín..

ARTíCULO 4 ¿Debió Cristo padecer en la cruz?

Objeciones por las que parece que Cristo no debió padecer en la cruz.
Objeciones: 1. La verdad debe corresponder a la figura. Pero como figura de Cristo precedieron todos los sacrificios del Antiguo Testamento, en los cuales los animales eran matados a cuchillo, y después quemados por el fuego. Luego parece que Cristo no debió padecer en la cruz, sino más bien por obra del cuchillo o del fuego.
2. Dice el Damasceno que Cristo no debió asumir los sufrimientos infamantes.
Ahora bien, la muerte de cruz parece la más infamante e ignominiosa de todas, por lo que se dice en Sg 2,20: Condenémosle a muerte afrentosísima. Luego parece que Cristo no debió padecer la muerte de cruz.
3. De Cristo se dice: Bendito el que viene en nombre del Señor, como se ve en Mt 21,9). Pero la muerte de cruz era la muerte de la maldición, según Dt 21,23: Es maldito de Dios el colgado de un madero. Luego parece no haber sido conveniente que Cristo fuese crucificado.
Contra esto: está lo que se dice en Ph 2,8: Se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Respondo: Fue convenientísimo que Cristo padeciese la muerte de cruz.
Primero, para ejemplo de virtud. Dice a este propósito Agustín en el libro Octoginta trium quaest.: La Sabiduría de Dios tomó la naturaleza humana para ejemplo de cómo viviríamos rectamente. Y pertenece a la vida recta el no temer lo que no debe ser temido. Pero hay hombres que, si bien no temen la muerte, tienen horror al género de muerte. Por consiguiente, para que ningún género de muerte hubiera de ser temido por el hombre que vive rectamente, hubo de mostrárseles el género de muerte en cruz de aquel hombre, pues nada había entre todos los géneros de muerte más execrable y más temible que aquél.
Segundo, porque este género de muerte era el más conveniente para satisfacer por el pecado del primer hombre, que consistió en tomar la manzana del árbol prohibido, en contra del mandato de Dios. Y por eso fue conveniente que Cristo, a fin de satisfacer por aquel pecado, tolerase ser clavado en un madero, como si restituyese lo que Adán había robado, según aquellas palabras de Ps 68,5: Pagaba entonces lo que nunca había robado. Por lo cual dice Agustín en un Sermón De Passione: Adán despreció el precepto, tomando del árbol; pero lo que Adán perdió, lo encontró Cristo en la cruz Tercero, como dice el Crisóstomo, en un Sermón De Passione, padeció en un alto madero, y no bajo techado, para que hasta la condición del aire fuera purificada. Pero también la tierra experimentaba semejante beneficio al ser purificada por la destilación de la sangre que corría del costado. Y sobre las palabras de Jn 3,14: Es preciso que el Hijo del hombre sea levantado, comenta: Cuando oigas lo de "ser levantado", entiende la suspensión en alto, a fin de que santificase el aire quien había santificado la tierra caminando por ella.
Cuarto, porque, al morir en la cruz, prepara nuestra subida a los cielos, como dice el Crisóstomo. Y ésta es la razón de que él mismo diga en Jn 12,32-33: Yo, si fuere levantado de la tierra, lo atraeré todo hacia mí.
Quinto, porque esto corresponde a la salvación universal de todo el mundo. Por lo cual dice Gregorio Niseno que la figura de la cruz, dividida en cuatro extremidades a partir del punto medio de intersección, significa que el poder y la providencia de aquel que pendió en ella se difundieron por todas partes. Y el Crisóstomo dice también que en la cruz muere con las manos extendidas, a fin de atraer con una mano al pueblo del Antiguo Testamento, y con la otra al que proviene de los gentiles.
Sexto, porque con este género de muerte se indican varias virtudes. Por esto dice Agustín en el libro De grafia Vet. et Novi Test.: No en vano eligió tal género de muerte, sino para ser maestro de la anchura, la altitud, la longitud y la profundidad, de las que habla el Apóstol (cf. Ep 3,18). Pues la anchura se halla en el madero fijado transversalmente en lo alto; esto pertenece a las buenas obras, puesto que allí se extienden las manos. La longitud, en el írozo que es visible desde el travesano hasta la tierra; allí, en cierto modo, se está en pie, es decir, se persiste y se persevera, lo cual se atribuye a la longanimidad.
La altitud se halla en aquella parte del madero que se prolonga desde el travesano hacia arriba, esto es, hacia la cabera del crucificado, porque representa bien la suprema expectación de los que esperan. Y, por último, la parte del madero que se oculta al estar clavado, de donde se levanta todo él, significa la profundidad de la grada gratuita. Y, como indica el mismo Agustín, In Ioann., el madero en que estaban clavados los miembros del paciente fue también la cátedra del maestro docente.
Séptimo, porque este género de muerte corresponde a muchas figuras. Como dice también Agustín, en un Sermón De Passione, un arca de madera libró al género humano del diluvio de las aguas (cf. Gn 6-8); cuando el pueblo de Dios huyó de Egipto, Moisés dividió el mar con un cayado, derrotó al faraón y rescató al pueblo de Dios (cf. Ex 14,16-31); el mismo Moisés arrojó un madero al agua amarga y la convirtió en dulce (cf. Ex 15,25); con el cayado de madera hizo brotar de la roca espiritual agua saludable (cf. Ex 17,5-6); y, para que Amalee fuera vencido, Moisés se alargó con las manos extendidas frente al cayado (cf. Ex 17,8-13); y la Ley de Dios, el Testamento, se guarda en un arca de madera (cf. Ex 25,10); de modo que mediante todas estas figuras se llegue, como por escalones, al madero de la cruz.
A las objeciones:
Soluciones: 1. El altar de los holocaustos, en que se ofrecían sacrificios de animales, estaba hecho de madera, como se dice en Ex 27,1, y en este aspecto la verdad corresponde a la figura. Sin embargo, no es necesario que la correspondencia sea total, porque, en tal caso, no tendríamos ya una semejanza, sino la verdad misma, como dice el Damasceno en el libro III. Especialmente, como escribe el Crisóstomo, no le fue cortada la cabera, como a Juan Bautista, ni fue aserrado, como Isaías, para que conservase el cuerpo íntegro e indivisible, no dando así ocasión a los violentos para dividir la Iglesia. Y en lugar del fuego material, en el holocausto de Cristo estuvo el fuego de la caridad.
2. Cristo rehusó tomar los sufrimientos degradantes que implican defecto de ciencia, de gracia o también de virtud. Pero no rehuyó los padecimientos que van unidos a la injuria inferida desde el exterior; antes bien, como se dice en He 12,2, soportó la cruz sin hacer caso de la ignominia.
3. Como escribe Agustín en XIV Contra Faust., fue maldito el pecado y, por consiguiente, la muerte y la mortalidad que provienen del pecado. Pero la carne de Cristo fue mortal, por tener una semejanza de la carne de pecado. Y por este motivo la llama Moisés maldición, como asimismo la llama el Apóstol pecado, cuando dice en 2Co 5,21: A quien no conoció el pecado, le hizo pecado por nosotros, es decir, por la pena del pecado. Ni es mayor el odio por haber dicho "maldito de Dios". Si Dios no hubiera odiado el pecado, no hubiera enviado a su Hijo a tomar la maldición y destruirla. Confiesa, pues, que tomó por nosotros la maldición Aquel de quien confiesas que murió por nosotros. Por lo cual también se dice en Ga 3,13: Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho maldición por nosotros.

ARTíCULO 5 ¿Sufrió Cristo todos los tormentos? Objeciones por las que parece que Cristo sufrió todos los tormentos.

Objeciones: 1. Dice Hilario en el libro X De Trin.: El Unigénito de Dios, para consumar el misterio de su muerte, testifica que apuró en sí mismo todo género de los sufrimientos humanos cuando, inclinando la cabera, entregó el espíritu. Parece, pues, que soportó todos los sufrimientos humanos.
2. En Is 52,13-14 se dice: He aquí que mi siervo prosperará, será enaltecido, levantado y ensalmado sobremanera. A.SÍ como muchos se asombraron de él, otro tanto estaba desfigurado su aspecto entre los hombres y su belleza entre los hijos de los hombres. Ahora bien, Cristo fue ensalzado en cuanto que tuvo toda la gracia y toda la ciencia, por lo que, al verlo, muchos quedaron estupefactos. Luego parece que estuvo desfigurado por soportar todos los sufrimientos humanos.
3. La pasión de Cristo estaba ordenada a liberar al hombre del pecado, como antes se ha dicho (a. 1-3; III 14,1). Pero Cristo vino a librar a los hombres de todo género de pecado. Luego debió padecer todo género de sufrimientos.
Contra esto: está lo que se lee en Jn 19,32-33: Los soldados quebraron las piernas del primero y del otro que fue crucificado con él; pero, al llegar a Jesús, no le quebraron las piernas. Por consiguiente, no padeció todos los sufrimientos humanos.
Respondo: Los sufrimientos humanos pueden considerarse de dos modos. Uno, en cuanto a la especie. Y bajo este aspecto, no fue necesario que Cristo padeciese todos los sufrimientos humanos, porque hay muchas clases de sufrimientos que son contrarios entre sí, por ejemplo la combustión por el fuego y el hundimiento en el agua. Pero aquí hablamos de los sufrimientos inferidos desde el exterior, porque no fue conveniente que padeciese los sufrimientos que provienen del interior, v. gr. Las enfermedades corporales, como antes hemos dicho (II-II 14,4).
Pero, en cuanto al género, padeció todos los sufrimientos humanos. Y esto puede considerarse de tres maneras. Una, por parte de los hombres. Padeció tanto de los gentiles como de los judíos; de los hombres y de las mujeres, como es evidente por las sirvientas que acusan a Pedro. Padeció también de los jefes y de sus ministros, e incluso de la plebe, según las palabras de Ps 2,1-2: ¿Por qué se amotinan las naciones, y los pueblos planean un fracaso? Se alian los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y contra su Mesías.
Padeció también de los familiares y conocidos, como es claro en el caso de Judas, que le traicionó, y en el de Pedro, que le negó.
Otra, por parte de todo aquello en que el hombre puede padecer. Cristo padeció, efectivamente, en sus amigos, que le abandonaron; en la fama, por las blasfemias proferidas contra él; en el honor y en la gloria, por las burlas y las afrentas que le hicieron; en los bienes, puesto que fue despojado hasta de los vestidos; en el alma, por la tristeza, el tedio y el temor; en el cuerpo, por las heridas y los azotes.
La tercera, por lo que atañe a los miembros del cuerpo. Cristo padeció en la cabeza la corona de punzantes espinas; en las manos y pies, el taladro de los clavos; en la cara, las bofetadas y salivazos; y en todo el cuerpo, los azotes.
Padeció también en todos los sentidos del cuerpo: en el tacto, por haber sido flagelado y atravesado con clavos; en el gusto, porque le dieron a beber hiél y vinagre; en el olfato, porque fue colgado en el patíbulo en un lugar maloliente, llamado lugar de la calavera, a causa de los cadáveres allí existentes; en el oído, al ser herido por las voces de los blasfemos y burlones; en la vista, al ver llorar a su madre y al discípulo amado.
A las objeciones:
Soluciones: 1. El texto de Hilario debe entenderse en cuanto a todos los géneros de padecimientos, pero no en cuanto a todas las especies de los mismos.
2. En el texto citado, la semejanza se considera no en cuanto al número de los sufrimientos y de las gracias, sino en cuanto a la magnitud de los mismos, porque, así como fue sublimado por encima de los demás en cuanto a los dones de la gracia, así fue arrojado debajo de los otros por la ignominia de la pasión.
3. En lo que se refiere a la suficiencia, el más mínimo padecimiento de Cristo fue suficiente para redimir al género humano de todos los pecados. Pero, en lo que atañe a la conveniencia, fue suficiente con que padeciese todos los géneros de sufrimientos, como acabamos de decir (en la solución).

ARTíCULO 6 ¿El dolor de la pasión de Cristo fue el mayor de todos los dolores?

Objeciones por las que parece que el dolor de la pasión de Cristo no fue el mayor de todos los dolores.
Objeciones: 1. El dolor del paciente crece de acuerdo con la gravedad y la larga duración del sufrimiento. Ahora bien, algunos mártires sufrieron tormentos más prolongados y más graves que Cristo, como es evidente en el caso de Lorenzo, que fue asado en una parrilla, y en el de Vicente, cuyas carnes fueron desgarradas con garfios de hierro. Luego parece que el dolor de Cristo paciente no fue el supremo.
2. La virtud de la mente mitiga el dolor, hasta el extremo de que los Estoicos defendieron que la tristeza no cabía en el ánimo del sabio. Y Aristóteles dijo que la virtud moral establece el justo medio en los padecimientos. Pero en Cristo la virtud de la mente fue perfectísima. Luego parece que el dolor en Cristo fue mínimo.
3. Cuanto un paciente es más sensible, tanto mayor es el dolor del sufrimiento.
Pero el alma es más sensible que el cuerpo, puesto que el cuerpo siente en virtud del alma. Y Adán, en el estado de inocencia, parece haber tenido un cuerpo más sensible que Cristo, porque éste tomó el cuerpo humano con los defectos naturales. Luego parece que el dolor del alma que padece en el purgatorio o en el infierno, o incluso el dolor de Adán, en el caso de que hubiera padecido, hubiese sido mayor que el dolor de la pasión de Cristo.
4. La pérdida de un bien mayor causa un mayor dolor. Pero el pecador, cuando peca, pierde un bien mayor que Cristo cuando padeció, porque la vida de la gracia es mejor que la vida natural. Y Cristo, que perdió la vida habiendo de resucitar al tercer día, parece haber perdido algo menos que los que pierden la vida para permanecer en la muerte. Luego parece que el dolor de Cristo no fue el supremo.
5. La inocencia del paciente aminora el dolor del sufrimiento. Pero Cristo padeció sin culpa, según aquellas palabras de Jr 11,19: Estaba yo como manso cordero que es llevado como víctima para el sacrificio. Luego parece que el dolor de Cristo no fue el máximo.
6. en lo que pertenece a Cristo, no hubo nada superfluo. Pero el mínimo dolor de Cristo hubiera bastado para el fin de la salvación de los hombres, porque, en virtud de la persona divina, hubiese tenido un poder infinito. Luego el tomar el máximo dolor hubiera resultado superfluo.
Contra esto: está lo que se lee en Lm 1,2 de la persona de Cristo: Mirad y ved si hay dolor como mi dolor.
Respondo: Como antes se ha expuesto (II-II 15,5-6), al hablar de los defectos que Cristo asumió, cuando padeció se dio en Él el verdadero dolor: lo mismo sensible, causado por algo perjudicial corpóreo, que interior, proveniente de la aprehensión de algo nocivo, y que se llama tristeza. Ambos dolores fueron en Cristo los mayores entre los dolores de la vida presente. Y esto sucedió por cuatro motivos.
Primero, por las propias causas del dolor. Pues la causa del dolor sensible fue la lesión corporal. Esta llegó a la acerbidad, tanto por la universalidad del sufrimiento, de la que ya se ha hablado (a. 5), cuanto por el género del sufrimiento. Porque la muerte de los crucificados es acerbísima, ya que son clavados en puntos saturados de nervios y sumamente sensibles, esto es, en las manos y en los pies; y el mismo peso de su cuerpo colgado aumenta continuamente el dolor; y junto con esto está la larga duración del dolor, porque no mueren inmediatamente, como sucede con los que son muertos a espada. Causa del dolor interior fue, en primer lugar, el cúmulo de todos los pecados del género humano, por los que satisfacía padeciendo; por lo cual se los atribuye a sí mismo, diciendo con Ps 21,2: Las palabras de mis delitos. En segundo lugar, de manera especial, la ruina de los judíos y de otros que delinquieron ante su muerte; y principalmente de sus discípulos, que fueron víctimas del escándalo en la pasión de Cristo. Finalmente, también la pérdida de la vida corporal, que es naturalmente horrible para la naturaleza humana.
Segundo, por la capacidad de la percepción del paciente. Porque Cristo estaba óptimamente complexionado en cuanto al cuerpo, ya que éste fue formado milagrosamente por obra del Espíritu Santo, así como las demás cosas hechas milagrosamente son más perfectas que las otras, como comenta el Crisóstomo a propósito del vino en que Cristo convirtió el agua en las bodas. Por esto en El fue exquisito el sentido del tacto, de cuya percepción se sigue el dolor. También su alma, conforme a sus facultades interiores, percibió eficacísimamente todas las causas de tristeza.
Tercero, por la pureza del dolor. Porque en los demás pacientes se mitiga la tristeza interior, e incluso el dolor exterior, con alguna consideración de la mente, en virtud de cierta derivación o redundancia de las fuerzas superiores en las inferiores. Esto no aconteció en la pasión de Cristo, porque permitió a cada una de sus potencias realizar lo que le es propio, como dice el Damasceno.
Cuarto, porque Cristo tomó aquella pasión y aquellos sufrimientos voluntariamente, con el fin de liberar del pecado a los hombres. Y, por ese motivo, asumió tanta cantidad de dolor cuanta fuese proporcionada a la grandeza del fruto que de ahí iba a seguirse.
Por consiguiente, de la consideración de todas estas causas juntas resulta evidente que el dolor de Cristo fue el máximo.
A las objeciones:
Soluciones: 1. La objeción procede de una sola de las causas del dolor, a saber, de la lesión corporal, que es la causa del dolor sensible. Pero por las otras causas el dolor de Cristo en la pasión se aumenta mucho más, como acabamos de decir (en la solución).
2. La virtud moral mitiga de un modo la tristeza interior, y de otro el dolor exterior sensible. Disminuye la tristeza interior directamente, estableciendo en ella el medio como en materia propia. Pero en los padecimientos establece el medio la virtud moral, como quedó expuesto en la Segunda Parte (I-II 64,2 II-II 58,10), no según la cantidad real, sino conforme a la cantidad proporcional, es a saber, de modo que el sufrimiento no exceda la norma de la razón. Y como los Estoicos pensaban que no existía tristeza alguna, útil, por eso opinaban que estaba en total desacuerdo con la razón y, en consecuencia, que el sabio estaba obligado a evitarla enteramente. Pero la verdad es que hay una tristeza laudable, como demuestra Agustín en XIV De Civ. Dei: esto es, cuando procede de un amor santo, por ejemplo cuando uno se entristece por los pecados propios o por los ajenos. También se toma como útil cuando se orienta a satisfacer por el pecado, conforme a las palabras de 2Co 7,10: La tristeza que es según Dios produce la penitencia para una salvación firme. Y, por este motivo, Cristo, con el fin de satisfacer por los pecados de todos los hombres, asumió la máxima tristeza en cantidad absoluta, aunque sin exceder la norma de la razón.
En cambio, la virtud moral no mitiga directamente el dolor exterior, porque tal dolor no obedece a la razón, sino que es una consecuencia de la naturaleza del cuerpo. Sin embargo, lo mitiga indirectamente, por la redundancia de las facultades superiores sobre las inferiores. Esto no sucedió en Cristo, como queda dicho (en la sol.; III 14,1 ad 2; III 45,2).
3. El dolor del alma separada que padece, pertenece al estado de la condenación futura, el cual supera a todo mal de esta vida, lo mismo que la gloria de los santos excede todo bien de la vida presente. Por lo que, cuando dijimos que el dolor de Cristo es el máximo, no lo comparamos con el dolor del alma separada.
Y el cuerpo de Adán no podía padecer, a no ser que pecase y, de ese modo, se hiciese mortal y pasible. Y, cuando sufriese, padecería un dolor menor que el del cuerpo de Cristo, por las razones antedichas (en la sol.). De aquí resulta también que si, por un imposible, se supone que Adán hubiera padecido en el estado de inocencia, su dolor hubiese sido menor que el dolor de Cristo.
4. Cristo se dolió no sólo por la pérdida de su propia vida corporal, sino también por los pecados de todos los demás. Tal dolor de Cristo excedió todo el dolor de cualquier contrito. Sea porque procedía de una sabiduría y caridad mayores, en virtud de las cuales aumenta el dolor de contrición. Sea porque se dolió a la vez de los pecados de todos, según aquellas palabras de Is 53,4: Verdaderamente él soportó nuestros dolores.
Además, la vida corporal de Cristo tuvo tal dignidad, y especialmente a causa de la divinidad a la que estaba unida, que de su pérdida por una sola hora sería preciso dolerse más que por la pérdida de cualquier hombre en cualquier tiempo, por grande que fuera. Por eso dice el Filósofo, en III Ethic., que el virtuoso ama tanto más su vida cuanto sabe que es mejor; y, sin embargo, la expone por el bien de la virtud. Y, del mismo modo, Cristo expuso su vida, sumamente amada, por el bien de la caridad, conforme al pasaje de Jr 12,7: Entregué mi alma querida en manos de sus enemigos.
5. La inocencia del paciente aminora el dolor del sufrimiento en cuanto al número, puesto que, mientras el malo que sufre se duele no sólo por la pena, sino también por la culpa, el inocente se duele solamente por la pena. Sin embargo, tal dolor se aumenta en él por causa de la inocencia, en cuanto que capta el daño inferido como más injusto. De donde también los otros son más reprensibles si no le compadecen, según aquellas palabras de Is 57,1: Perece el justo, y no hay quien reflexione sobre ello en su corazón.
6. Cristo quiso liberar al género humano de sus pecados no sólo con el poder, sino además con la justicia. Y por eso no tiene en cuenta sólo el poder que lograba su dolor por razón de la divinidad a que estaba unido, sino también atiende a que su dolor sea suficiente, según su naturaleza humana, para una satisfacción tan grande.


Suma Teológica III Qu.45 a.4