JP-II Cartas sacerdotes 1999


CARTA DEL SANTO PADRE

JUAN PABLO II

A LOS SACERDOTES

CON OCASION DEL JUEVES SANTO DE 2000

2000
Queridos hermanos en el sacerdocio:

1. Jesus, " habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amo hasta el extremo " (
Jn 13,1). Releo con gran conmocion, aqui, en Jerusalén, en este lugar en el que, segun la tradicion, estuvieron Jesus y los Doce con motivo de la Cena pascual y la Institucion de la Eucaristia, las palabras con las que el evangelista Juan introduce la narracion de la Ultima Cena.

Doy gloria al Senor que, en el Ano Jubilar de la Encarnacion de su Hijo, me ha concedido seguir las huellas terrenas de Cristo, pasando por los caminos que él recorrio, desde su nacimiento en Belén hasta la muerte en el Golgota. Ayer estuve en Belén, en la gruta de la Natividad. Los proximos dias pasaré por diversos lugares de la vida y del ministerio del Salvador, desde la casa de la Anunciacion, al Monte de las Bienaventuranzas y al Huerto de los Olivos. El domingo estaré en el Golgota y en el Santo Sepulcro.

Hoy, esta visita al Cenaculo me ofrece la oportunidad de contemplar el Misterio de la Redencion en su conjunto. Fue aqui donde l nos dio el don inconmensurable de la Eucaristia. Aqui nacio también nuestro sacerdocio.



Una carta desde el Cenaculo

2. Precisamente desde este lugar quiero dirigiros la carta, con la que desde hace mas de veinte anos me uno a vosotros el Jueves Santo, dia de la Eucaristia y " nuestro " dia por excelencia.

Si, os escribo desde el Cenaculo, recordando lo que ocurrio aquella noche cargada de misterio. A los ojos del espiritu se me presenta Jesus, se me presentan los apostoles sentados a la mesa con l. Contemplo en especial a Pedro: me parece verlo mientras observa admirado, junto con los otros discipulos, los gestos del Senor, escucha conmovido sus palabras, se abre, aun con el peso de su fragilidad, al misterio que ahi se anuncia y que poco después se cumplira. Son los instantes en los que se fragua la gran batalla entre el amor que se da sin reservas y el mysterium iniquitatis que se cierra en su hostilidad. La traicion de Judas aparece casi como emblema del pecado de la humanidad. " Era de noche ", senala el evangelista Juan (13, 30): la hora de las tinieblas, hora de separacion y de infinita tristeza. Pero en las palabras dramaticas de Cristo, destellan ya las luces de la aurora: " pero volveré a veros y se alegrara vuestro corazon y vuestra alegria nadie os la podra quitar " (Jn 16,22).

3. Hemos de seguir meditando, de un modo siempre nuevo, en el misterio de aquella noche. Tenemos que volver frecuentemente con el espiritu a este Cenaculo, donde especialmente nosotros, sacerdotes, podemos sentirnos, en un cierto sentido, " de casa ". De nosotros se podria decir, respecto al Cenaculo, lo que el salmista dice de los pueblos respecto a Jerusalén: " El Senor escribira en el registro de los pueblos: éste ha nacido alli " (Sal 87 [86], 6).

Desde este lugar santo me surge espontaneamente pensar en vosotros en las diversas partes del mundo, con vuestro rostro concreto, mas jovenes o mas avanzados en anos, en vuestros diferentes estados de animo: para tantos, gracias a Dios, de alegria y entusiasmo; y para otros, de dolor, cansancio y quiza de desconcierto. En todos quiero venerar la imagen de Cristo que habéis recibido con la consagracion, el " caracter " que marca indeleblemente a cada uno de vosotros. ste es signo del amor de predileccion, dirigido a todo sacerdote y con el cual puede siempre contar, para continuar adelante con alegria o volver a empezar con renovado entusiasmo, con la perspectiva de una fidelidad cada vez mayor.

Nacidos del amor

4. " Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amo hasta el extremo ". Como es sabido, a diferencia de los otros Evangelios, el de Juan no se detiene a narrar la institucion de la Eucaristia, ya evocada por Jesus en el discurso de Carfarnaum (Jn 6,26-65), sino que se concentra en el gesto del lavatorio de los pies. Esta iniciativa de Jesus, que desconcierta a Pedro, antes que ser un ejemplo de humildad propuesto para nuestra imitacion, es revelacion de la radicalidad de la condescendencia de Dios hacia nosotros. En efecto, en Cristo es Dios que " se ha despojado a si mismo ", y ha asumido la " forma de siervo " hasta la humillacion extrema de la Cruz (cf. Flp 2,7), para abrir a la humanidad el acceso a la intimidad de la vida divina. Los extensos discursos que, en el Evangelio de Juan, siguen al gesto del lavatorio de los pies, y son como su comentario, introducen en el misterio de la comunion trinitaria, a la que el Padre nos llama insertandonos en Cristo con el don del Espiritu.

Esta comunion es vivida segun la logica del mandamiento nuevo: " que, como yo os he amado, asi os améis también vosotros los unos a los otros " (Jn 13,34). No por casualidad la oracion sacerdotal corona esta " mistagogia " mostrando a Cristo en su unidad con el Padre, dispuesto a volver a él a través del sacrificio de si mismo y unicamente deseoso de que sus discipulos participen de su unidad con el Padre: " como tu, Padre, en mi y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros " (Jn 17,21).


5. A partir de ese nucleo de discipulos que escucharon estas palabras, se ha formado toda la Iglesia, extendiéndose en el tiempo y en el espacio como " un pueblo congregado por la unidad del Padre, del Hijo y del Espiritu Santo " (S. Cipriano, De Orat. Dom., 23). La unidad profunda de este nuevo pueblo no excluye la presencia, en su interior, de tareas diversas y complementarias. Asi, a los primeros apostoles estan ligados especialmente aquellos que han sido puestos para renovar in persona Christi el gesto que Jesus realizo en la Ultima Cena, instituyendo el sacrificio eucaristico, "fuente y cima de toda la vida cristiana" (Lumen gentium,11). El caracter sacramental que los distingue, en virtud del Orden recibido, hace que su presencia y ministerio sean unicos, necesarios e insustituibles.

Han pasado casi 2000 anos desde aquel momento. ¡Cuantos sacerdotes han repetido aquel gesto! Muchos han sido discipulos ejemplares, santos, martires. ¿Como olvidar, en este Ano Jubilar, a tantos sacerdotes que han dado testimonio de Cristo con su vida hasta el derramamiento de su sangre? Su martirio acompana toda la historia de la Iglesia y marca también el siglo que acabamos de dejar atras, caracterizado por diversos regimenes dictatoriales y hostiles a la Iglesia. Quiero, desde el Cenaculo, dar gracias al Senor por su valentia. Los miramos para aprender a seguirlos tras las huellas del Buen Pastor que " da su vida por las ovejas " (Jn 10,11).

Un tesoro en vasijas de barro

6. Es verdad. En la historia del sacerdocio, no menos que en la de todo el pueblo de Dios, se advierte también la oscura presencia del pecado. Tantas veces la fragilidad humana de los ministros ha ofuscado en ellos el rostro de Cristo. Y, ¿como sorprenderse, precisamente aqui, en el Cenaculo? Aqui, no solo se consumo la traicion de Judas, sino que el mismo Pedro tuvo que vérselas con su debilidad, recibiendo la amarga profecia de la negacion. Al elegir a hombres como los Doce, Cristo no se hacia ilusiones: en esta debilidad humana fue donde puso el sello sacramental de su presencia. La razon nos la senala Pablo: " llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros " (2Co 4,7).

Por eso, a pesar de todas las fragilidades de sus sacerdotes, el pueblo de Dios ha seguido creyendo en la fuerza de Cristo, que actua a través de su ministerio. ¿Como no recordar, a este respecto, el testimonio admirable del pobre de Asis? l que, por humildad, no quiso ser sacerdote, dejo en su testamento la expresion de su fe en el misterio de Cristo presente en los sacerdotes, declarandose dispuesto a recurrir a ellos sin tener en cuenta su pecado, incluso aunque lo hubiesen perseguido. "Y hago esto -explicaba- porque del Altisimo Hijo de Dios no veo otra cosa corporalmente, en este mundo, que su Santisimo Cuerpo y su Santisima Sangre, que solo ellos consagran y solo ellos administran a los otros " (Fuentes Franciscanas, n. 113).


7. Desde este lugar en que Cristo pronuncio las palabras sagradas de la institucion eucaristica os invito, queridos sacerdotes, a redescubrir el " don " y el " misterio " que hemos recibido. Para entenderlo desde su raiz, hemos de reflexionar sobre el sacerdocio de Cristo. Ciertamente, todo el pueblo de Dios participa de él en virtud del Bautismo. Pero el Concilio Vaticano II nos recuerda que, ademas de esta participacion comun de todos los bautizados, hay otra especifica, ministerial, que es diversa por esencia de la primera, aunque esta intimamente ordenada a ella (cf. Lumen gentium,10).

Al sacerdocio de Cristo nos acercamos desde una optica particular en el contexto del Jubileo de la Encarnacion. Este nos invita a contemplar en Cristo la intima conexion que existe entre su sacerdocio y el misterio de su persona. El sacerdocio de Cristo no es " accidental ", no es una tarea que El habria podido incluso no asumir, sino que esta inscrito en su identidad de Hijo encarnado, de Hombre-Dios. Ya todo, en la relacion entre la humanidad y Dios, pasa por Cristo: " Nadie va al Padre sino por mi " (Jn 14,6). Por eso, Cristo es sacerdote de un sacerdocio eterno y universal, del cual el de la primera Alianza era figura y preparacion (ci. Hb 9,9). El lo ejerce en plenitud desde que ha sido exaltado como Sumo Sacerdote " a la diestra del trono de la Majestad en los cielos " (Hb 8,1). Desde entonces ha cambiado el mismo estatuto del sacerdocio en la humanidad: ya no hay mas que un unico sacerdocio, el de Cristo, que puede ser diversamente participado y ejercido.

Sacerdos et Hostia

8. Al mismo tiempo, ha sido llevado a su perfeccion el sentido del sacrificio, la accion sacerdotal por excelencia. Cristo en el Golgota ha hecho de su misma vida una ofrenda de valor eterno, ofrenda " redentora " que nos ha abierto para siempre el camino de la comunion con Dios, interrumpida por el pecado.

Ilumina este misterio la carta a los Hebreos, poniendo en labios de Cristo algunos versos del Salmo 40: " Sacrificio y oblacion no quisiste; pero me has formado un cuerpo... ¡He aqui que vengo... a hacer, oh Dios, tu voluntad! " (Hb 10, 5-7; cf. Sal 40 [39], 7-9). Segun el autor de la carta, estas palabras proféticas fueron pronunciadas por Cristo en el momento de su venida al mundo. Expresan su misterio y su mision. Comienzan a realizarse desde el momento de la Encarnacion, si bien alcanzan su culmen en el sacrificio del Golgota. Desde entonces, toda ofrenda del sacerdote no es mas que volver a presentar al Padre la unica ofrenda de Cristo, hecha una vez para siempre.

Sacerdos et Hostia. Sacerdote y Victima. Este aspecto sacrificial marca profundamente la Eucaristia y es, al mismo tiempo, dimension constitutiva del sacerdocio de Cristo y, en consecuencia, de nuestro sacerdocio. Volvamos a leer, desde esta perspectiva, las palabras que pronunciamos cada dia, y que resonaron por primera vez precisamente aqui, en el Cenaculo: " Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo que se entrega por vosotros... Tomad y bebed todos de él, porque este es el caliz de mi Sangre, Sangre de la Alianza nueva y eterna, que sera derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdon de los pecados ".

Son las palabras transmitidas, con redacciones sustancialmente convergentes, por los Evangelistas y por Pablo. Fueron pronunciadas en este lugar al anochecer del Jueves Santo. Dando a los apostoles su Cuerpo como comida y su Sangre como bebida, El expreso la profunda verdad del gesto que iba a ser realizado poco después en el Golgota. En el Pan eucaristico esta el mismo Cuerpo nacido de Maria y ofrecido en la Cruz:

Ave verum Corpus natum / de Maria Virgine,

vere passum, immolatum / in cruce pro homine.


9. ¿Como no volver siempre de nuevo a este misterio que encierra toda la vida de la Iglesia? Este sacramento ha alimentado durante dos mil anos a innumerables creyentes. De él ha brotado un rio de gracia. ¡Cuantos santos han encontrado en él no solo el signo, sino como una anticipacion del Paraiso!

Dejémonos llevar por la inspiracion contemplativa, rica de poesia y teologia, con la que Santo Tomas de Aquino ha cantado el misterio en las palabras del Pange lingua. El eco de aquellas palabras me llega aqui hoy, en el Cenaculo, como voz de tantas comunidades cristianas dispersas por el mundo, de tantos sacerdotes, personas de vida consagrada y fieles, que cada dia se postran en adoracion ante el misterio eucaristico:

Verbum caro, panem verum / verbo carnem efficit,

fitque sanguis Christi merum, / et, si sensus déficit,

ad firmandum cor sincerum / sola fides sufficit.

Haced esto en memoria mia


10. El misterio eucaristico, en el que se anuncia y celebra la muerte y resurreccion de Cristo en espera de su venida, es el corazon de la vida eclesial. Para nosotros tiene, ademas, un significado verdaderamente especial: es el centro de nuestro ministerio. Este, ciertamente, no se limita a la celebracion eucaristica, sino que también implica un servicio que va desde el anuncio de la Palabra, a la santificacion de los hombres a través de los sacramentos y a la guia del pueblo de Dios en la comunion y en el servicio. Sin embargo, la Eucaristia es la fuente desde la que todo mana y la meta a la que todo conduce. Junto con ésta, ha nacido nuestro sacerdocio en el Cenaculo.

" Haced esto en memoria mia " (Le 22,19): Las palabras de Cristo, aunque dirigidas a toda la Iglesia, son confiadas, como tarea especifica, a los que continuaran el ministerio de los primeros apostoles. A ellos Jesus entrega la accion, que acaba de realizar, de transformar el pan en su Cuerpo y el vino en su Sangre, la accion con la que El se manifiesta como Sacerdote y Victima. Cristo quiere que, desde ese momento en adelante, su accion sea sacramentalmente también accion de la Iglesia por las manos de los sacerdotes. Diciendo "haced esto" no solo senala el acto, sino también el sujeto llamado a actuar, es decir, instituye el sacerdocio ministerial, que pasa a ser, de este modo, uno de los elementos constitutivos de la Iglesia misma.

11. Esta accion tendra que ser realizada "en su memoria ". La indicacion es importante. La accion eucaristica celebrada por los sacerdotes hara presente en toda generacion cristiana, en cada rincon de la tierra, la obra realizada por Cristo. En todo lugar en el que sea celebrada la Eucaristia, alli, de modo incruento, se hara presente el sacrificio cruento del Calvario, alli estara presente Cristo mismo, Redentor del mundo.

" Haced esto en memoria mia ". Volviendo a escuchar estas palabras, aqui, entre las paredes del Cenaculo, viene espontaneo imaginarse los sentimientos de Cristo. Eran las horas dramaticas que precedian a la Pasion. El evangelista Juan evoca los momentos de afliccion del Maestro que prepara a los apostoles para su propia partida. Cuanta tristeza en sus ojos: " por haberos dicho esto vuestros corazones se han llenado de tristeza" (Jn 16,6). Pero Jesus los tranquiliza: "no os dejaré huérfanos, volveré a vosotros " (Jn 14,18). Si bien el misterio de la Pascua los apartara de su mirada, El estara, mas que nunca, presente en su vida, y lo estara " todos los dias, hasta el fin del mundo " (Mi 28,20).

Memorial que se actualiza

12. Su presencia tendra muchas expresiones; pero, ciertamente, la mas sublime sera precisamente la de la Eucaristia: no un simple recuerdo, sino " memorial " que se actualiza; no vuelta simbolica al pasado, sino presencia viva del Senor en medio de los suyos. De ello sera siempre garante el Espiritu Santo, cuya efusion en la celebracion eucaristica hace que el pan y el vino se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Es el mismo Espiritu que en la noche de Pascua, en este Cenaculo, fue " exhalado " sobre los apostoles (cf. ]n 20, 22), y que los encontro todavia aqui, reunidos con Maria, el dia de Pentecostés. Entonces los envolvio como viento impetuoso y fuego (cf. Hch 2,1-4) y los impulso a ir por todas las direcciones del mundo, para anunciar la Palabra y reunir al pueblo de Dios en la " fraccion del pan " (cf. Hch 2,42).

13. A los dos mil anos del nacimiento de Cristo, en este Ano Jubilar, tenemos que recordar y meditar, de modo especial, la verdad de lo que podemos llamar su " nacimiento eucaristico". El Cenaculo es precisamente el lugar de este " nacimiento ". Aqui comenzo para el mundo una nueva presencia de Cristo, una presencia que se da ininterrumpidamente donde se celebra la Eucaristia y un sacerdote presta a Cristo su voz, repitiendo las palabras santas de la institucion.

Esta presencia eucaristica ha recorrido los dos milenios de la historia de la Iglesia y la acompanara hasta el fin de la historia. Para nosotros es una alegria y, al mismo tiempo, fuente de responsabilidad, el estar tan estrechamente vinculados a este misterio. Queremos hoy tomar conciencia de él, con el corazon lleno de admiracion y gratitud, y con esos sentimientos entrar en el Triduo Pascual de la pasion, muerte y resurreccion de Cristo.

La entrega del Cenaculo

14. Mis queridos hermanos sacerdotes, que el Jueves Santo os reunis en las catedrales en torno a vuestros Pastores, como los presbiteros de la Iglesia que esta en Roma se reunen en torno al Sucesor de Pedro, ¡acoged estas reflexiones, meditadas en la sugestiva atmosfera del Cenaculo! Seria dificil encontrar un lugar que pueda recordar mejor el misterio eucaristico y, a la vez, el misterio de nuestro sacerdocio.

Permanezcamos fieles a esta " entrega " del Cenaculo, al gran don del Jueves Santo. Celebremos siempre con fervor la Santa Eucaristia. Postrémonos con frecuencia y prolongadamente en adoracion delante de Cristo Eucaristia. Entremos, de algun modo, " en la escuela " de la Eucaristia. Muchos sacerdotes, a través de los siglos, han encontrado en ella el consuelo prometido por Jesus la noche de la Ultima Cena, el secreto para vencer su soledad, el apoyo para soportar sus sufrimientos, el alimento para retomar el camino después de cada desaliento, la energia interior para confirmar la propia eleccion de fidelidad. El testimonio que daremos al pueblo de Dios en la celebracion eucaristica depende mucho de nuestra relacion personal con la Eucaristia.


15. ¡Volvamos a descubrir nuestro sacerdocio a la luz de la Eucaristia! Hagamos redescubrir este tesoro a nuestras comunidades en la celebracion diaria de la Santa Misa y, en especial, en la mas solemne de la asamblea dominical. Que crezca, gracias a vuestro trabajo apostolico, el amor a Cristo presente en la Eucaristia. Es un compromiso que asume una relevancia especial en este Ano Jubilar. Mi pensamiento se dirige al Congreso Eucaristico Internacional, que se desarrollara en Roma del 18 al 25 de junio proximo, y tendra como tema Jesucristo, unico salvador del mundo, pan para nuestra vida. Sera un acontecimiento central del Gran Jubileo, que ha de ser un " ano intensamente eucaristico " (Tertio millennio adveniente, TMA 55). Este Congreso pondra de manifiesto precisamente la intima relacion entre el misterio de la Encarnacion del Verbo y la Eucaristia, sacramento de la presencia real de Cristo.

Os envio desde el Cenaculo el abrazo eucaristico. Que la imagen de Cristo, rodeado por los suyos en la Ultima Cena, nos lleve, a cada uno de nosotros, a un dinamismo de fraternidad y comunion. Grandes pintores se han consolidado delineando el rostro de Cristo entre sus apostoles en la escena de la Ultima Cena; ¿como olvidar la obra maestra de Leonardo? Pero solo los santos, con la intensidad de su amor, pueden penetrar en la profundidad de este misterio, apoyando como Juan la cabeza en el pecho de Jesus (cf. ]n 13,25). Aqui nos encontramos, en efecto, en la cima del amor: " habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amo hasta el extremo ".


16. Quiero concluir esta reflexion, que con afecto entrego a vuestro corazon, con las palabras de una antigua oracion:

" Te damos gracias, Padre nuestro,

por la vida y el conocimiento

que nos diste a conocer por medio de Jesus,

tu siervo.

A ti la gloria por los siglos.

Asi como este trozo de pan

estaba disperso por los montes

y reunido se ha hecho uno,

asi también reune a tu Iglesia

desde los confines de la tierra en tu reino [...]

Tu, Senor omnipotente,

has creado el universo a causa de tu Nombre,

has dado a los hombres alimento y bebida

para su disfrute,

a fin de que te den gracias

y, ademas, a nosotros

nos has concedido la gracia

de un alimento y bebida espirituales

y de vida eterna por medio de tu siervo [...]

A ti la gloria por los siglos "

(Didaché 9, 3-4; 10, 3-4).

Desde el Cenaculo, queridos hermanos en el sacerdocio, os abrazo espiritualmente a todos y os bendigo con todo mi corazon.

Jerusalén, 23 de marzo de 2000.


JOANNES PAULUS PP II

CARTA DEL SANTO PADRE


PARA EL JUEVES SANTO DE 2001

2001 Queridos hermanos en el sacerdocio:

1. En el dia en que el Senor Jesus hizo a la Iglesia el don de la Eucaristia, instituyendo con ella nuestro sacerdocio, no puedo dejar de dirigiros -como ya es tradicion- unas reflexiones que quieren ser de amistad y, casi diria, de intimidad, con el deseo de compartir con vosotros la accion de gracias y la alabanza.

¡Lauda Sion, Salvatorem, lauda ducem et pastorem, in hymnis et canticis! En verdad es grande el misterio del cual hemos sido hechos ministros. Misterio de un amor sin limites, ya que " habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amo hasta el extremo " (
Jn 13,1); misterio de unidad, que se derrama sobre de nosotros desde la fuente de la vida trinitaria, para hacernos " uno " en el don del Espiritu (Jn 17); misterio de la divina diaconia, que lleva al Verbo hecho carne a lavar los " pies " de su criatura, indicando asi en el servicio la clave maestra de toda relacion auténtica entre los hombres: " os he dado ejemplo, para que también vosotros hagais como yo he hecho con vosotros " (Jn 13,15).

Nosotros hemos sido hechos, de modo especial, testigos y ministros de este gran misterio.

2. Este Jueves Santo es el primero después del Gran Jubileo. La experiencia que hemos vivido con nuestras comunidades, en esta celebracion especial de la misericordia, a los dos mil anos del nacimiento de Jesus, se convierte ahora en impulso para avanzar en el camino. ¡Duc in altum! El Senor nos invita a ir mar adentro, fiandonos de su palabra. ¡Aprendamos de la experiencia jubilar y continuemos en el compromiso de dar testimonio del Evangelio con el entusiasmo que suscita en nosotros la contemplacion del rostro de Cristo!

En efecto, como he subrayado en la Carta apostolica Novo millennio ineunte, es preciso partir nuevamente desde l, para abrirnos en l, con los " gemidos inefables " del Espiritu (Rm 8,26), al abrazo del Padre: ¡" Abba, Padre "! (Ga 4,6). Es preciso partir nuevamente desde l para redescubrir la fuente y la logica profunda de nuestra fraternidad: " Como yo os he amado, asi os améis también vosotros los unos a los otros " (Jn 13,34).

3. Hoy deseo agradecer a cada uno de vosotros todo lo que habéis hecho durante el Ano Jubilar para que el pueblo confiado a vuestro cuidado experimentara de modo mas intenso la presencia salvadora del Senor resucitado. Pienso también en este momento en el trabajo que desarrollais cada dia, un trabajo a menudo escondido que, si bien no aparece en las primeras paginas, hace avanzar el Reino de Dios en las conciencias. Os expreso mi admiracion por este ministerio discreto, tenaz y creativo, aunque marcado a veces por las lagrimas del alma que solo Dios ve y " recoge en su odre " (cf. Sal 55, 9). Un ministerio tanto mas digno de estima, cuanto mas probado por las dificultades de un ambiente altamente secularizado, que expone la accion del sacerdote a la insidia del cansancio y del desaliento. Lo sabéis muy bien: este empeno cotidiano es precioso a los ojos de Dios.

Al mismo tiempo, deseo hacerme voz de Cristo, que nos llama a desarrollar cada vez mas nuestra relacion con él. " Mira que estoy a la puerta y llamo " (Ap 3,20). Como anunciadores de Cristo, se nos invita ante todo a vivir en intimidad con l: ¡no se puede dar a los demas lo que nosotros mismos no tenemos! Hay una sed de Cristo que, a pesar de tantas apariencias en contra, aflora también en la sociedad contemporanea, emerge entre las incoherencias de nuevas formas de espiritualidad y se perfila incluso cuando, a proposito de los grandes problemas éticos, el testimonio de la Iglesia se convierte en signo de contradiccion. Esta sed de Cristo -mas o menos consciente- no se sacia con palabras vacias. Solo los auténticos testigos pueden irradiar de manera creible la palabra que salva.


4. En la Carta apostolica Novo millennio ineunte he dicho que la verdadera herencia del Gran Jubileo es la experiencia de un encuentro mas intenso con Cristo. Entre los muchos aspectos de este encuentro, me complace elegir hoy, para esta reflexion, el de la reconciliacion sacramental. Este, ademas, ha sido un aspecto central del Ano Jubilar, entre otros motivos porque esta intimamente relacionado con el don de la indulgencia.

Estoy seguro de que en las Iglesias locales habéis tenido también una experiencia importante de ello. Aqui, en Roma, uno de los fenomenos mas llamativos del Jubileo ha sido ciertamente el gran numero de personas que han acudido al Sacramento de la misericordia. Incluso los observadores laicos han quedado impresionados por ello. Los confesionarios de San Pedro, asi como los de las otras Basilicas, han sido como " asaltados " por los peregrinos, a menudo obligados a soportar largas filas, en paciente espera del propio turno. También ha sido particularmente significativo el interés manifestado en los jovenes por este Sacramento durante la espléndida semana de su Jubileo.


5. Bien sabéis que, en las décadas pasadas y por diversos motivos, este Sacramento ha pasado por una cierta crisis. Precisamente para afrontarla, se celebro en 1984 un Sinodo, cuyas conclusiones se recogieron en la Exhortacion apostolica postsinodal Reconciliatio et paenitentia.

Seria ingenuo pensar que la intensificacion de la practica del Sacramento del perdon durante el Ano Jubilar, por si sola, demuestre un cambio de tendencia ya consolidada. No obstante, se ha tratado de una senal alentadora. Esto nos lleva a reconocer que las exigencias profundas del corazon humano, a las que responde el designio salvifico de Dios, no desaparecen por crisis temporales. Hace falta recibir este indicio jubilar como una senal de lo alto, que sea motivo de una renovada audacia en proponer de nuevo el sentido y la practica de este Sacramento.


6. Pero no quiero detenerme solamente en la problematica pastoral. El Jueves Santo, dia especial de nuestra vocacion, nos invita ante todo a reflexionar sobre nuestro " ser " y, en particular, sobre nuestro camino de santidad. De esto es de lo que surge después también el impulso apostolico.

Ahora bien, cuando se contempla a Cristo en la ultima Cena, en su hacerse por nosotros " pan partido ", cuando se inclina a los pies de los Apostoles en humilde servicio, ¿como no experimentar, al igual que Pedro, el mismo sentimiento de indignidad ante la grandeza del don recibido? " No me lavaras los pies jamas " (Jn 13,8). Pedro se equivocaba al rechazar el gesto de Cristo. Pero tenia razon al sentirse indigno. Es importante, en este dia del amor por excelencia, que sintamos la gracia del sacerdocio como una superabundancia de misericordia.

Misericordia es la absoluta gratuidad con la que Dios nos ha elegido: " No me habéis elegido vosotros a mi, sino que yo os he elegido a vosotros " (Jn 15,16).

Misericordia es la condescendencia con la que nos llama a actuar como representantes suyos, aun sabiendo que somos pecadores.

Misericordia es el perdon que l nunca rechaza, como no rehuso a Pedro después de haber renegado de El. También vale para nosotros la afirmacion de que " habra mas alegria en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversion " (Lc 15,7).

7. Asi pues, redescubramos nuestra vocacion como " misterio de misericordia ". En el Evangelio comprobamos que precisamente ésta es la actitud espiritual con la cual Pedro recibe su especial ministerio. Su vida es emblematica para todos los que han recibido la mision apostolica en los diversos grados del sacramento del Orden.

Pensemos en la escena de la pesca milagrosa, tal como la describe el Evangelio de Lucas (5,1-11). Jesus pide a Pedro un acto de confianza en su palabra, invitandole a remar mar adentro para pescar. Una peticion humanamente desconcertante: ¿Como hacerle caso tras una noche sin dormir y agotadora, pasada echando las redes sin resultado alguno? Pero intentarlo de nuevo, basado " en la palabra de Jesus ", cambia todo. Se recogen tantos peces, que se rompen las redes. La Palabra revela su poder. Surge la sorpresa, pero también el susto y el temor, como cuando nos llega de repente un intenso haz de luz, que pone al descubierto los propios limites. Pedro exclama: " Aléjate de mi, Senor, que soy un hombre pecador " (Lc 5,8). Pero, apenas ha terminado su confesion, la misericordia del Maestro se convierte para él en comienzo de una vida nueva: " No temas. Desde ahora seras pescador de hombres " (Lc 5,10). El " pecador " se convierte en ministro de misericordia. ¡De pescador de peces, a " pescador de hombres "!

8. Misterio grande, queridos sacerdotes: Cristo no ha tenido miedo de elegir a sus ministros de entre los pecadores. ¿No es ésta nuestra experiencia? Sera también Pedro quien tome una conciencia mas viva de ello, en el conmovedor dialogo con Jesus después de la resurreccion. ¿Antes de otorgarle el mandato pastoral, el Maestro le hace una pregunta embarazosa: " Simon de Juan, ¿me amas mas que éstos? " (Jn 21,15). Se lo pregunta a uno que pocos dias antes ha renegado de él por tres veces. Se comprende bien el tono humilde de su respuesta: " Senor, tu lo sabes todo; tu sabes que te quiero " (21,17). Precisamente en base a este amor consciente de la propia fragilidad, un amor tan timido como confiadamente confesado, Pedro recibe el ministerio: " Apacienta mis corderos ", " apacienta mis ovejas " (vv. 15.16.17). Apoyado en este amor, corroborado por el fuego de Pentecostés, Pedro podra cumplir el ministerio recibido.

9. ¿Acaso la vocacion de Pablo no surge también en el marco de una experiencia de misericordia? Nadie como él ha sentido la gratuidad de la eleccion de Cristo. Siempre tendra en su corazon la rémora de su pasado de perseguidor encarnizado de la Iglesia: " Pues yo soy el ultimo de los apostoles: indigno del nombre de apostol, por haber perseguido a la Iglesia de Dios " (1Co 15,9). Sin embargo, este recuerdo, en vez de refrenar su entusiasmo, le dara alas. Cuanto mas ha sido objeto de la misericordia, tanto mas se siente la necesidad de testimoniarla e irradiarla. La " voz " que lo detuvo en el camino de Damasco, lo lleva al corazon del Evangelio, y se lo hace descubrir como amor misericordioso del Padre que reconcilia consigo al mundo en Cristo. Sobre esta base Pablo comprendera también el servicio apostolico como ministerio de reconciliacion: " Y todo proviene de Dios, que nos reconcilio consigo por Cristo y nos confio el ministerio de la reconciliacion. Porque en Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, sino poniendo en nosotros la palabra de la reconciliacion " (2Co 5,18-19).

10. Los testimonios de Pedro y Pablo, queridos sacerdotes, contienen indicaciones preciosas para nosotros. Nos invitan a vivir con sentido de infinita gratitud el don del ministerio: ¡nosotros no hemos merecido nada, todo es gracia! Al mismo tiempo, la experiencia de los dos Apostoles nos lleva a abandonarnos a la misericordia de Dios, para entregarle con sincero arrepentimiento nuestras debilidades, y volver con su gracia a nuestro camino de santidad. En la Novo millennio ineunte he senalado el compromiso de santidad como el primer punto de una sabia " programacion " pastoral. Si éste es un compromiso fundamental para todos los creyentes, ¡cuanto mas ha de serlo para nosotros! (cf. nn. 30-31).

Para ello, es importante que redescubramos el sacramento de la Reconciliacion como instrumento fundamental de nuestra santificacion. Acercarnos a un hermano sacerdote, para pedirle esa absolucion que tantas veces nosotros mismos damos a nuestros fieles, nos hace vivir la grande y consoladora verdad de ser, antes aun que ministros, miembros de un unico pueblo, un pueblo de " salvados ". Lo que Agustin decia de su ministerio episcopal, vale también para el servicio presbiteral: " Si me asusta lo que soy para vosotros, me consuela lo que soy con vosotros. Para vosotros soy obispo, con vosotros soy cristiano [...]. Lo primero comporta un peligro, lo segundo una salvacion " (Sermon 340,1). Es hermoso poder confesar nuestros pecados, y sentir como un balsamo la palabra que nos inunda de misericordia y nos vuelve a poner en camino. Solo quien ha sentido la ternura del abrazo del Padre, como lo describe el Evangelio en la parabola del hijo prodigo -" se echo a su cuello y le beso efusivamente " (Lc 15,20)- puede transmitir a los demas el mismo calor, cuando de destinatario del perdon pasa a ser su ministro.


11. Pidamos, pues, a Cristo, en este dia santo, que nos ayude a redescubrir plenamente, para nosotros mismos, la belleza de este Sacramento. ¿Acaso Jesus mismo no ayudo a Pedro en este descubrimiento? " Si no te lavo, no tienes parte conmigo " (Jn 13,8). Es cierto que Jesus no se referia aqui directamente al sacramento de la Reconciliacion, pero lo evocaba de alguna manera, aludiendo al proceso de purificacion que comenzaria con su muerte redentora y seria aplicado por la economia sacramental a cada uno en el curso de los siglos.

Recurramos asiduamente, queridos sacerdotes, a este Sacramento, para que el Senor purifique constantemente nuestro corazon, haciéndonos menos indignos de los misterios que celebramos. Llamados a representar el rostro del Buen Pastor, y a tener por tanto el corazon mismo de Cristo, hemos de hacer nuestra, mas que los demas, la intensa invocacion del salmista: " Crea en mi, Dios mio, un corazon puro, renueva en mi un espiritu firme " (Sal 50,12). El sacramento de la Reconciliacion, irrenunciable para toda existencia cristiana, es también ayuda, orientacion y medicina de la vida sacerdotal.

12. El sacerdote que vive plenamente la gozosa experiencia de la reconciliacion sacramental considera muy normal repetir a sus hermanos las palabras de Pablo: " Somos, pues, embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios! " (2Co 5,20).

Si la crisis del sacramento de la Reconciliacion, a la que antes hice referencia, depende de multiples factores -desde la atenuacion del sentido del pecado hasta la escasa percepcion de la economia sacramental con la que Dios nos salva-, quizas debamos reconocer que a veces puede haber influido negativamente sobre el Sacramento una cierta disminucion de nuestro entusiasmo o de nuestra disponibilidad en el ejercicio de este exigente y delicado ministerio.

En cambio, es preciso mas que nunca hacerlo redescubrir al Pueblo de Dios. Hay que decir con firmeza y conviccion que el sacramento de la Penitencia es la via ordinaria para alcanzar el perdon y la remision de los pecados graves cometidos después del Bautismo. Hay que celebrar el Sacramento del mejor modo posible, en las formas liturgicamente previstas, para que conserve su plena fisonomia de celebracion de la divina Misericordia.

13. Lo que nos inspira confianza en la posibilidad de recuperar este Sacramento no es solo el aflorar, aun entre muchas contradicciones, de una nueva sed de espiritualidad en muchos ambitos sociales, sino también la profunda necesidad de encuentro interpersonal, que se va afianzando en muchas personas como reaccion a una sociedad anonima y masificadora, que a menudo condena al aislamiento interior incluso cuando implica un torbellino de relaciones funcionales. Ciertamente, no se ha de confundir la confesion sacramental con una practica de apoyo humano o de terapia psicologica. Sin embargo, no se debe infravalorar el hecho de que, bien vivido, el sacramento de la Reconciliacion desempena indudablemente también un papel " humanizador ", que se armoniza bien con su valor primario de reconciliacion con Dios y con la Iglesia.

Es importante que, incluso desde este punto de vista, el ministro de la reconciliacion cumpla bien su obligacion. Su capacidad de acogida, de escucha, de dialogo, y su constante disponibilidad, son elementos esenciales para que el ministerio de la reconciliacion manifieste todo su valor. El anuncio fiel, nunca reticente, de las exigencias radicales de la palabra de Dios, ha de estar siempre acompanado de una gran comprension y delicadeza, a imitacion del estilo de Jesus con los pecadores.

14. Ademas, es necesario dar su importancia a la configuracion liturgica del Sacramento. El Sacramento entra en la logica de comunion que caracteriza a la Iglesia. El pecado mismo no se comprende del todo si es considerado solo de una manera exclusivamente privada, olvidando que afecta inevitablemente a toda la comunidad y hace disminuir su nivel de santidad. Con mayor razon, la oferta del perdon expresa un misterio de solidaridad sobrenatural, cuya logica sacramental se basa en la union profunda que existe entre Cristo cabeza y sus miembros.

Es muy importante hacer redescubrir este aspecto " comunional " del Sacramento, incluso mediante liturgias penitenciales comunitarias que se concluyan con la confesion y la absolucion individual, porque permite a los fieles percibir mejor la doble dimension de la reconciliacion y los compromete mas a vivir el propio camino penitencial en toda su riqueza regeneradora.

15. Queda aun el problema fundamental de una catequesis sobre el sentido moral y sobre el pecado, que haga tomar una conciencia mas clara de las exigencias evangélicas en su radicalidad. Desafortunadamente hay una tendencia minimalista, que impide al Sacramento producir todos los frutos deseables. Para muchos fieles la percepcion del pecado no se mide con el Evangelio, sino con los " lugares comunes ", con la " normalidad " sociologica, llevandoles a pensar que no son particularmente responsables de cosas que " hacen todos ", especialmente si son legales civilmente.

La evangelizacion del tercer milenio ha de afrontar la urgencia de una presentacion viva, completa y exigente del mensaje evangélico. Se ha de proponer un cristianismo que no puede reducirse a un mediocre compromiso de honestidad segun criterios sociologicos, sino que debe ser un verdadero camino hacia la santidad. Hemos de releer con nuevo entusiasmo el capitulo V de la Lumen gentium que trata de la vocacion universal a la santidad. Ser cristiano significa recibir un " don " de gracia santificante, que ha de traducirse en un " compromiso " de coherencia personal en la vida de cada dia. Por eso he intentado en estos anos promover un reconocimiento mas amplio de la santidad en todos los ambitos en los que ésta se ha manifestado, para ofrecer a todos los cristianos multiples modelos de santidad, y todos recuerden que estan llamados personalmente a esa meta.

16. Sigamos adelante, queridos hermanos sacerdotes, con el gozo de nuestro ministerio, sabiendo que tenemos con nosotros a Aquel que nos ha llamado y que no nos abandona. Que la certeza de su presencia nos ayude y nos consuele.

Con ocasion del Jueves Santo sentimos aun mas viva esta presencia suya, al contemplar con emocion la hora en que Jesus, en el Cenaculo, se nos dio a si mismo en el signo del pan y del vino, anticipando sacramentalmente el sacrificio de la Cruz. El ano pasado quise escribiros precisamente desde el Cenaculo, con ocasion de mi visita a Tierra Santa. ¿Como olvidar aquel momento emocionante? Lo revivo hoy, no sin tristeza por la situacion tan atormentada en que sigue estando la tierra de Cristo. Nuestra cita espiritual para el Jueves Santo sigue siendo alli, en el Cenaculo, mientras en torno a los Obispos, en las catedrales de todo el mundo, vivimos el misterio del Cuerpo y Sangre de Cristo, y recordamos agradecidos los origenes de nuestro Sacerdocio.

En la alegria del inmenso don que hemos recibido, os abrazo y os bendigo a todos.

Vaticano, 25 de marzo, IV domingo de Cuaresma, del ano 2001, vigésimo tercero de Pontificado.


JP-II Cartas sacerdotes 1999