Juan (BPD) 8

La mujer adúltera

8 1 Jesús fue al monte de los Olivos. 2 Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles. 3 Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, 4 dijeron a Jesús: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. 5 Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?». 6 Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. 7 Como insistían, se enderezó y les dijo: «El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra». 8 E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo. 9 Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, 10 e incorporándose, le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Nadie te ha condenado?». 11 Ella le respondió: «Nadie, Señor». «Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante».

El testimonio de Jesús sobre sí mismo

12 Jesús les dirigió una vez más la palabra, diciendo:
«Yo soy la luz del mundo.
El que me sigue no andará en tinieblas,
sino que tendrá la luz de la Vida».
13
Los fariseos le dijeron: «Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no vale». 14 Jesús les respondió:
«Aunque yo doy testimonio de mí,
mi testimonio vale
porque sé de dónde vine y a dónde voy;
pero ustedes no saben
de dónde vengo ni a dónde voy.
15
Ustedes juzgan según la carne;
yo no juzgo a nadie,
16
y si lo hago, mi juicio vale
porque no soy yo solo el que juzga,
sino yo y el Padre que me envió.
17
En la Ley de ustedes está escrito
que el testimonio de dos personas es válido.
18
Yo doy testimonio de mí mismo,
y también el Padre que me envió
da testimonio de mí».
19
Ellos le preguntaron: «¿Dónde está tu Padre?». Jesús respondió:
«Ustedes no me conocen ni a mí ni a mi Padre;
si me conocieran a mí,
conocerían también a mi Padre».
20
Él pronunció estas palabras en la sala del Tesoro, cuando enseñaba en el Templo. Y nadie lo detuvo, porque aún no había llegado su hora.

Advertencia a los incrédulos

21 Jesús les dijo también:
«Yo me voy, y ustedes me buscarán
y morirán en su pecado.
A donde yo voy,
ustedes no pueden ir».
22
Los judíos se preguntaban: «¿Pensará matarse para decir: “A donde yo voy, ustedes no pueden ir”?». 23 Jesús continuó:
«Ustedes son de aquí abajo,
yo soy de lo alto.
Ustedes son de este mundo,
yo no soy de este mundo.
24
Por eso les he dicho: “Ustedes morirán en sus pecados”.
Porque si no creen que Yo Soy,
morirán en sus pecados».
25
Los judíos le preguntaron: «¿Quién eres tú?». Jesús les respondió:
«Esto es precisamente lo que les estoy diciendo desde el comienzo.
26
De ustedes, tengo mucho que decir,
mucho que juzgar.
Pero aquel que me envió es veraz,
y lo que aprendí de él
es lo que digo al mundo».
27
Ellos no comprendieron que Jesús se refería al Padre. 28 Después les dijo:
«Cuando ustedes hayan levantado en alto
al Hijo del hombre,
entonces sabrán que Yo Soy
y que no hago nada por mí mismo,
sino que digo lo que el Padre me enseñó.
29
El que me envió está conmigo
y no me ha dejado solo,
porque yo hago siempre lo que le agrada».
30
Mientras hablaba así, muchos creyeron en él.

Los verdaderos descendientesde Abraham

31 Jesús dijo a aquellos judíos que habían creído en él:
«Si ustedes permanecen fieles a mi palabra,
serán verdaderamente mis discípulos:
32
conocerán la verdad
y la verdad los hará libres».
33
Ellos le respondieron: «Somos descendientes de Abraham y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo puedes decir entonces: “Ustedes serán libres”?». 34 Jesús les respondió:
«Les aseguro
que todo el que peca es esclavo del pecado.
35
El esclavo no permanece para siempre en la casa;
el hijo, en cambio, permanece para siempre.
36
Por eso, si el Hijo los libera,
ustedes serán realmente libres.
37
Yo sé que ustedes son descendientes de Abraham,
pero tratan de matarme
porque mi palabra no penetra en ustedes.
38
Yo digo
lo que he visto junto a mi Padre,
y ustedes hacen
lo que han aprendido de su padre».

El demonio, padre de la mentira

39 Ellos le replicaron: «Nuestro padre es Abraham». Y Jesús les dijo:
«Si ustedes fueran hijos de Abraham,
obrarían como él.
40
Pero ahora quieren matarme a mí,
al hombre que les dice la verdad
que ha oído de Dios.
Abraham no hizo eso.
41
Pero ustedes obran como su padre».
Ellos le dijeron: «Nosotros no hemos nacido de la prostitución; tenemos un solo Padre, que es Dios». Jesús prosiguió:
42
«Si Dios fuera su Padre,
ustedes me amarían,
porque yo he salido de Dios y vengo de él.
No he venido por mí mismo,
sino que él me envió.
43
¿Por qué ustedes no comprenden mi lenguaje?
Es porque no pueden escuchar mi palabra.
44
Ustedes tienen por padre al demonio
y quieren cumplir los deseos de su padre.
Desde el comienzo él fue homicida
y no tiene nada que ver con la verdad,
porque no hay verdad en él.
Cuando miente,
habla conforme a lo que es,
porque es mentiroso y padre de la mentira.
45
Pero a mí no me creen,
porque les digo la verdad.
46
¿Quién de ustedes probará que tengo pecado?
Y si les digo la verdad,
¿por qué no me creen?
47
El que es de Dios
escucha las palabras de Dios;
si ustedes no las escuchan,
es porque no son de Dios».
48
Los judíos le replicaron: «¿No tenemos razón al decir que eres un samaritano y que estás endemoniado?». Jesús respondió:
49
«Yo no estoy endemoniado,
sino que honro a mi Padre,
y ustedes me deshonran a mí.
50
Yo no busco mi gloria;
hay alguien que la busca,
y es él el que juzga.
51
Les aseguro
que el que es fiel a mi palabra,
no morirá jamás».

Jesús y Abraham

52 Los judíos le dijeron: «Ahora sí estamos seguros de que estás endemoniado. Abraham murió, los profetas también, y tú dices:
“El que es fiel a mi palabra,
no morirá jamás”.
53
¿Acaso eres más grande que nuestro padre Abraham, el cual murió? Los profetas también murieron. ¿Quién pretendes ser tú?». 54 Jesús respondió:
«Si yo me glorificara a mí mismo,
mi gloria no valdría nada.
Es mi Padre el que me glorifica,
el mismo al que ustedes llaman“nuestro Dios”,
55
y al que, sin embargo, no conocen.
Yo lo conozco
y si dijera: “No lo conozco”,
sería, como ustedes, un mentiroso.
Pero yo lo conozco y soy fiel a su palabra.
56
Abraham, el padre de ustedes,
se estremeció de gozo, esperando ver mi Día:
lo vio y se llenó de alegría».
57
Los judíos le dijeron: «Todavía no tienes cincuenta años ¿y has visto a Abraham?». 58 Jesús respondió:
«Les aseguro
que desde antes que naciera Abraham,
Yo Soy».
59
Entonces tomaron piedras para apedrearlo, pero Jesús se escondió y salió del Templo.

Curación de un ciego de nacimiento

9 1 Al pasar, vio a un hombre ciego de nacimiento. 2 Sus discípulos le preguntaron: «Maestro, ¿quién ha pecado, él o sus padres, para que haya nacido ciego?». 3 «Ni él ni sus padres han pecado, respondió Jesús; nació así para que se manifiesten en él las obras de Dios.
4
Debemos trabajar en las obras de aquel que me envió,
mientras es de día;
llega la noche,
cuando nadie puede trabajar.
5
Mientras estoy en el mundo,
soy la luz del mundo».
6
Después que dijo esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y lo puso sobre los ojos del ciego, 7 diciéndole: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé», que significa «Enviado». El ciego fue, se lavó y, al regresar, ya veía. 8 Los vecinos y los que antes lo habían visto mendigar, se preguntaban: «¿No es este el que se sentaba a pedir limosna?». 9 Unos opinaban: «Es el mismo». «No, respondían otros, es uno que se le parece». Él decía: «Soy realmente yo». 10 Ellos le dijeron: «¿Cómo se te han abierto los ojos?». 11 Él respondió: «Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, lo puso sobre mis ojos y me dijo: “Ve a lavarte a Siloé”. Yo fui, me lavé y vi». 12 Ellos le preguntaron: «¿Dónde está?». Él respondió: «No lo sé».
13
El que había sido ciego fue llevado ante los fariseos. 14 Era sábado cuando Jesús hizo barro y le abrió los ojos. 15 Los fariseos, a su vez, le preguntaron cómo había llegado a ver. Él les respondió: «Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo». 16 Algunos fariseos decían: «Ese hombre no viene de Dios, porque no observa el sábado». Otros replicaban: «¿Cómo un pecador puede hacer semejantes signos?». Y se produjo una división entre ellos. 17 Entonces dijeron nuevamente al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos?». El hombre respondió: «Es un profeta». 18 Sin embargo, los judíos no querían creer que ese hombre había sido ciego y que había llegado a ver, hasta que llamaron a sus padres 19 y les preguntaron: «¿Es este el hijo de ustedes, el que dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?». 20 Sus padres respondieron: «Sabemos que es nuestro hijo y que nació ciego, 21 pero cómo es que ahora ve y quién le abrió los ojos, no lo sabemos. Pregúntenle a él: tiene edad para responder por su cuenta». 22 Sus padres dijeron esto por temor a los judíos, que ya se habían puesto de acuerdo para excluir de la sinagoga al que reconociera a Jesús como Mesías. 23 Por esta razón dijeron: «Tiene bastante edad, pregúntenle a él».
24
Los judíos llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: «Glorifica a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador». 25 «Yo no sé si es un pecador, respondió; lo que sé es que antes yo era ciego y ahora veo». 26 Ellos le preguntaron: «¿Qué te ha hecho? ¿Cómo te abrió los ojos?». 27 Él les respondió: «Ya se lo dije y ustedes no me han escuchado. ¿Por qué quieren oírlo de nuevo? ¿También ustedes quieren hacerse discípulos suyos?». 28 Ellos lo injuriaron y le dijeron: «¡Tú serás discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés! 29 Sabemos que Dios habló a Moisés, pero no sabemos de dónde es este». 30 El hombre les respondió: «Esto es lo asombroso: que ustedes no sepan de dónde es, a pesar de que me ha abierto los ojos. 31 Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero sí al que lo honra y cumple su voluntad. 32 Nunca se oyó decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. 33 Si este hombre no viniera de Dios, no podría hacer nada». 34 Ellos le respondieron: «Tú naciste lleno de pecado, y ¿quieres darnos lecciones?». Y lo echaron.
35
Jesús se enteró de que lo habían echado y, al encontrarlo, le preguntó: «¿Crees en el Hijo del hombre?». 36 Él respondió: «¿Quién es, Señor, para que crea en él?». 37 Jesús le dijo: «Tú lo has visto: es el que te está hablando». 38 Entonces él exclamó: «Creo, Señor», y se postró ante él. 39 Después Jesús agregó:
«He venido a este mundo para un juicio:
Para que vean los que no ven
y queden ciegos los que ven».
40
Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: «¿Acaso también nosotros somos ciegos?». 41 Jesús les respondió:
«Si ustedes fueran ciegos,
no tendrían pecado,
pero como dicen: “Vemos”,
su pecado permanece».

El buen Pastor

10 1 «Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino que salta por otro lado, es un ladrón y un asaltante. 2 El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. 3 El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. Él llama a las suyas por su nombre y las hace salir. 4 Cuando las ha sacado a todas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. 5 Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz». 6 Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir. 7 Entonces Jesús prosiguió:
«Les aseguro
que yo soy la puerta de las ovejas.
8
Todos aquellos que han venido antes de mí
son ladrones y asaltantes,
pero las ovejas no los han escuchado.
9
Yo soy la puerta.
El que entra por mí se salvará;
podrá entrar y salir,
y encontrará su alimento.
10
El ladrón no viene
sino para robar, matar y destruir.
Pero yo he venido
para que las ovejas tengan Vida,
y la tengan en abundancia.
11
Yo soy el buen Pastor.
El buen Pastor da su vida por las ovejas.
12
El asalariado, en cambio, que no es el pastor
y al que no pertenecen las ovejas,
cuando ve venir al lobo
las abandona y huye,
y el lobo las arrebata y las dispersa.
13
Como es asalariado,
no se preocupa por las ovejas.
14
Yo soy el buen Pastor:
conozco a mis ovejas,
y mis ovejas me conocen a mí
15
–como el Padre me conoce a mí
y yo conozco al Padre–
y doy mi vida por las ovejas.
16
Tengo, además, otras ovejas
que no son de este corral
y a las que debo también conducir:
ellas oirán mi voz,
y así habrá un solo Rebaño
y un solo Pastor.
17
El Padre me ama
porque yo doy mi vida
para recobrarla.
18
Nadie me la quita,
sino que la doy por mí mismo.
Tengo el poder de darla
y de recobrarla:
este es el mandato que recibí de mi Padre».
19
A causa de estas palabras, se produjo una nueva división entre los judíos. 20 Muchos de ellos decían: «Está poseído por un demonio y delira. ¿Por qué lo escuchan?». 21 Otros opinaban: «Estas palabras no son de un endemoniado. ¿Acaso un demonio puede abrir los ojos a los ciegos?».

Jesús, Hijo de Dios

22 Se celebraba entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno, 23 y Jesús se paseaba por el Templo, en el Pórtico de Salomón. 24 Los judíos lo rodearon y le preguntaron: «¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si eres el Mesías, dilo abiertamente». 25 Jesús les respondió:
«Ya se lo dije, pero ustedes no lo creen.
Las obras que hago en nombre de mi Padre
dan testimonio de mí,
26
pero ustedes no creen,
porque no son de mis ovejas.
27
Mis ovejas escuchan mi voz,
yo las conozco y ellas me siguen.
28
Yo les doy Vida eterna:
ellas no perecerán jamás
y nadie las arrebatará de mis manos.
29
Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos
y nadie puede arrebatar nada
de las manos de mi Padre.
30
El Padre y yo somos una sola cosa».

Jesús acusado de blasfemia

31 Los judíos tomaron piedras para apedrearlo. 32 Entonces Jesús dijo: «Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre; ¿por cuál de ellas me quieren apedrear?». 33 Los judíos le respondieron: «No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios». 34 Jesús les respondió:
«¿No está escrito en la Ley:
Yo dije: Ustedes son dioses?
35
Si la Ley llama dioses
a los que Dios dirigió su Palabra
–y la Escritura no puede ser anulada–
36
¿cómo dicen: “Tú blasfemas”,
a quien el Padre santificó y envió al mundo,
porque dijo: “Yo soy Hijo de Dios”?
37
Si no hago las obras de mi Padre,
no me crean;
38
pero si las hago,
crean en las obras,
aunque no me crean a mí.
Así reconocerán y sabrán
que el Padre está en mí
y yo en el Padre».
39
Ellos intentaron nuevamente detenerlo, pero él se les escapó de las manos.
40
Jesús volvió a ir al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había bautizado, y se quedó allí. 41 Muchos fueron a verlo, y la gente decía: «Juan no ha hecho ningún signo, pero todo lo que dijo de este hombre era verdad». 42 Y en ese lugar muchos creyeron en él.


LA CERCANÍA DE LA «HORA» DE JESÚS


La resurrección de Lázaro

11 1 Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania, del pueblo de María y de su hermana Marta. 2 María era la misma que derramó perfume sobre el Señor y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el que estaba enfermo. 3 Las hermanas enviaron a decir a Jesús: «Señor, el que tú amas, está enfermo». 4 Al oír esto, Jesús dijo: «Esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella».
5
Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro. 6 Sin embargo, cuando oyó que este se encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. 7 Después dijo a sus discípulos: «Volvamos a Judea». 8 Los discípulos le dijeron: «Maestro, hace poco los judíos querían apedrearte, ¿y quieres volver allá?». 9 Jesús les respondió:
«¿Acaso no son doce las horas del día?
El que camina de día no tropieza,
porque ve la luz de este mundo;
10
en cambio, el que camina de noche tropieza,
porque la luz no está en él».
11
Después agregó: «Nuestro amigo Lázaro duerme, pero yo voy a despertarlo». 12 Sus discípulos le dijeron: «Señor, si duerme, se curará». 13 Ellos pensaban que hablaba del sueño, pero Jesús se refería a la muerte. 14 Entonces les dijo abiertamente: «Lázaro ha muerto, 15 y me alegro por ustedes de no haber estado allí, a fin de que crean. Vayamos a verlo». 16 Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: «Vayamos también nosotros a morir con él».
17
Cuando Jesús llegó, se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro días. 18 Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros. 19 Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. 20 Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. 21 Marta dijo a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. 22 Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas». 23 Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». 24 Marta le respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día». 25 Jesús le dijo:
«Yo soy la Resurrección y la Vida.
El que cree en mí, aunque muera, vivirá;
26
y todo el que vive y cree en mí,
no morirá jamás.
¿Crees esto?».
27
Ella le respondió: «Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo».
28
Después fue a llamar a María, su hermana, y le dijo en voz baja: «El Maestro está aquí y te llama». 29 Al oír esto, ella se levantó rápidamente y fue a su encuentro. 30 Jesús no había llegado todavía al pueblo, sino que estaba en el mismo sitio donde Marta lo había encontrado. 31 Los judíos que estaban en la casa consolando a María, al ver que esta se levantaba de repente y salía, la siguieron, pensando que iba al sepulcro para llorar allí. 32 María llegó a donde estaba Jesús y, al verlo, se postró a sus pies y le dijo: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto». 33 Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y turbado, 34 preguntó: «¿Dónde lo pusieron?». Le respondieron: «Ven, Señor, y lo verás». 35 Y Jesús lloró. 36 Los judíos dijeron: «¡Cómo lo amaba!». 37 Pero algunos decían: «Este, que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podía impedir que Lázaro muriera?». 38 Jesús, conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro, que era una cueva con una piedra encima, 39 y dijo: «Quiten la piedra». Marta, la hermana del difunto, le respondió: «Señor, huele mal; ya hace cuatro días que está muerto». 40 Jesús le dijo: «¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?». 41 Entonces quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo:
«Padre, te doy gracias porque me oíste.
42
Yo sé que siempre me oyes,
pero lo he dicho por esta gente que me rodea,
para que crean que tú me has enviado».
43
Después de decir esto, gritó con voz fuerte: «¡Lázaro, ven afuera!». 44 El muerto salió con los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: «Desátenlo para que pueda caminar».

La conspiración contra Jesús

Mt. 26. 1-5 Mc. 14. 1-2 Lc. 22. 1-2
45 Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él. 46 Pero otros fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho. 47 Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron un Consejo y dijeron: «¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchos signos. 48 Si lo dejamos seguir así, todos creerán en él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro Lugar santo y nuestra nación». 49 Uno de ellos, llamado Caifás, que era Sumo Sacerdote ese año, les dijo: «Ustedes no comprenden nada. 50 ¿No les parece preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la nación entera?». 51 No dijo eso por sí mismo, sino que profetizó como Sumo Sacerdote que Jesús iba a morir por la nación, 52 y no solamente por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos. 53 A partir de ese día, resolvieron que debían matar a Jesús. 54 Por eso él no se mostraba más en público entre los judíos, sino que fue a una región próxima al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y allí permaneció con sus discípulos.
55
Como se acercaba la Pascua de los judíos, mucha gente de la región había subido a Jerusalén para purificarse. 56 Buscaban a Jesús y se decían unos a otros en el Templo: «¿Qué les parece, vendrá a la fiesta o no?». 57 Los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno conocía el lugar donde él se encontraba, lo hiciera saber para detenerlo.

La unción de Jesús en Betania

Mt. 26. 6-13 Mc. 14. 3-9
12 1 Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado. 2 Allí le prepararon un cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales. 3 María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume. 4 Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dijo: 5 «¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?». 6 Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella. 7 Jesús le respondió: «Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura. 8 A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre».
9
Entre tanto, una gran multitud de judíos se enteró de que Jesús estaba allí, y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado. 10 Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro, 11 porque muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús, a causa de él.

La entrada mesiánicade Jesús en Jerusalén

Mt. 21. 1-9 Mc. 11. 1-10 Lc. 19. 28-38
12 Al día siguiente, la gran multitud que había venido para la fiesta, se enteró de que Jesús se dirigía a Jerusalén. 13 Y, tomando hojas de palmera, salieron a su encuentro y lo aclamaban diciendo:
«¡Hosana! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor,
el rey de Israel!».
14
Al encontrar un asno, Jesús montó sobre él, conforme a lo que está escrito:
15
No temas, hija de Sión;
ya viene tu rey,
montado sobre la cría de un asna.
16
Al comienzo, sus discípulos no comprendieron esto. Pero cuando Jesús fue glorificado, recordaron que todo lo que le había sucedido era lo que estaba escrito acerca de él. 17 La multitud que había estado con Jesús cuando ordenó a Lázaro que saliera del sepulcro y lo resucitó, daba testimonio de él. 18 Por eso la gente salió a su encuentro, porque se enteraron del signo que había realizado. 19 Los fariseos se dijeron unos a otros: «¿Ven que no adelantamos nada? Todo el mundo lo sigue».

La glorificación de Jesúspor medio de la muerte

20 Entre los que habían subido para adorar durante la fiesta, había unos griegos 21 que se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le dijeron: «Señor, queremos ver a Jesús». 22 Felipe fue a decírselo a Andrés, y ambos se lo dijeron a Jesús. 23 Él les respondió:
«Ha llegado la hora
en que el Hijo del hombre va a ser glorificado.
24
Les aseguro que
si el grano de trigo que cae en la tierra no muere,
queda solo;
pero si muere,
da mucho fruto.
25
El que tiene apego a su vida la perderá;
y el que no está apegado a su vida en este mundo,
la conservará para la Vida eterna.
26
El que quiera servirme, que me siga,
y donde yo esté, estará también mi servidor.
El que quiera servirme, será honrado por mi Padre.
27
Mi alma ahora está turbada.
¿Y qué diré:
“Padre, líbrame de esta hora”?
¡Si para eso he llegado a esta hora!
28
¡Padre, glorifica tu Nombre!».
Entonces se oyó una voz del cielo: «Ya lo he glorificado y lo volveré a glorificar».
29
La multitud que estaba presente y oyó estas palabras, pensaba que era un trueno. Otros decían: «Le ha hablado un ángel». 30 Jesús respondió: «Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes.
31
Ahora ha llegado el juicio de este mundo,
ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera;
32
y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra,
atraeré a todos hacia mí».
33
Jesús decía esto para indicar cómo iba a morir. 34 La multitud le respondió: «Sabemos por la Ley que el Mesías permanecerá para siempre. ¿Cómo puedes decir: “Es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto”? ¿Quién es ese Hijo del hombre?». 35 Jesús les respondió:
«La luz está todavía entre ustedes,
pero por poco tiempo.
Caminen mientras tengan la luz,
no sea que las tinieblas los sorprendan:
porque el que camina en tinieblasno sabe a dónde va.
36
Mientras tengan luz,
crean en la luz
y serán hijos de la luz».

La fe y la incredulidad

Después de hablarles así, Jesús se fue y se ocultó de ellos. 37 A pesar de los muchos signos que hizo en su presencia, ellos no creyeron en él. 38 Así debía cumplirse el oráculo del profeta Isaías, que dice:
Señor, ¿quién ha creído en nuestra palabra?
¿A quién fue revelado el poder del Señor?
39
Ellos no podían creer, porque como dijo también Isaías:
40
El ha cegado sus ojos
y ha endurecido su corazón,
para que sus ojos no vean
y su corazón no comprenda,
para que no se conviertan
ni yo los cure.
41
Isaías dijo esto, porque vio la gloria de Jesús y habló acerca de él. 42 Sin embargo, muchos creyeron en él, aun entre las autoridades, pero a causa de los fariseos no lo manifestaban, para no ser expulsados de la sinagoga. 43 Preferían la gloria de los hombres a la gloria de Dios.
44
Jesús exclamó:
«El que cree en mí,
en realidad no cree en mí,
sino en aquel que me envió.
45
Y el que me ve,
ve al que me envió.
46
Yo soy la luz,
y he venido al mundo
para que todo el que crea en mí
no permanezca en las tinieblas.
47
Al que escucha mis palabras y no las cumple,
yo no lo juzgo,
porque no vine a juzgar al mundo,
sino a salvarlo.
48
El que me rechaza y no recibe mis palabras,
ya tiene quien lo juzgue:
la palabra que yo he anunciado
es la que lo juzgará en el último día.
49
Porque yo no hablé por mí mismo:
el Padre que me ha enviado
me ordenó lo que debía decir y anunciar;
50
y yo sé que su mandato es Vida eterna.
Las palabras que digo,
las digo como el Padre me lo ordenó».


EL LIBRO DE LA «HORA» DE JESÚS



LA ÚLTIMA CENA


El lavatorio de los pies

13 1 Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin. 2 Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, 3 sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios, 4 se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. 5 Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura.
6
Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: «¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?». 7 Jesús le respondió: «No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás». 8 «No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!». Jesús le respondió: «Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte». 9 «Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!». 10 Jesús le dijo: «El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos». 11 Él sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: «No todos ustedes están limpios».
12
Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: «¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? 13 Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy. 14 Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. 15 Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.
16
Les aseguro
que el servidor no es más grande que su señor,
ni el enviado más grandeque el que lo envía.
17
Ustedes serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican. 18 No lo digo por todos ustedes; yo conozco a los que he elegido. Pero es necesario que se cumpla la Escritura que dice:
El que comparte mi pan
se volvió contra mí.
19
Les digo esto desde ahora,
antes que suceda,
para que cuando suceda,
crean que Yo Soy.
20
Les aseguro
que el que reciba al que yo envíe,
me recibe a mí,
y el que me recibe, recibe al que me envió».

El anuncio de la traición de Judas

Mt. 26. 21-25 Mc. 14. 18-21 Lc. 22. 21-23
21 Después de decir esto, Jesús se estremeció y manifestó claramente:
«Les aseguro
que uno de ustedes me entregará».
22
Los discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo a quién se refería. 23 Uno de ellos –el discípulo al que Jesús amaba– estaba reclinado muy cerca de Jesús. 24 Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: «Pregúntale a quién se refiere». 25Él se reclinó sobre Jesús y le preguntó: «Señor, ¿quién es?». 26 Jesús le respondió: «Es aquel al que daré el bocado que voy a mojar en el plato». Y mojando un bocado, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote. 27 En cuanto recibió el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo entonces: «Realiza pronto lo que tienes que hacer». 28 Pero ninguno de los comensales comprendió por qué le decía esto. 29 Como Judas estaba encargado de la bolsa común, algunos pensaban que Jesús quería decirle: «Compra lo que hace falta para la fiesta», o bien que le mandaba dar algo a los pobres. 30 Y en seguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Ya era de noche.

La despedida de Jesús: el anuncio de su glorificación

31 Después que Judas salió, Jesús dijo:
«Ahora el Hijo del hombreha sido glorificado
y Dios ha sido glorificado en él.
32
Si Dios ha sido glorificado en él,
también lo glorificará en sí mismo,
y lo hará muy pronto.
33
Hijos míos,
ya no estaré mucho tiempo con ustedes.
Ustedes me buscarán,
pero yo les digo ahora
lo mismo que dije a los judíos:
“A donde yo voy,
ustedes no pueden venir”.

El mandamiento nuevo

34 Les doy un mandamiento nuevo:
ámense los unos a los otros.
Así como yo los he amado,
ámense también ustedes los unos a los otros.
35
En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos:
en el amor que se tengan los unos a los otros».

El anuncio de las negaciones de Pedro

Mt. 26. 33-35 Mc. 14. 29-31 Lc. 22. 33-34
36 Simón Pedro le dijo: «Señor, ¿adónde vas?». Jesús le respondió: «A donde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me seguirás». 37 Pedro le preguntó: «Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti». 38 Jesús le respondió: «¿Darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces».

Jesús, camino hacia el Padre

14 1 «No se inquieten.Crean en Dios y crean también en mí.
2
En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones;
si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes.
Yo voy a prepararles un lugar.
3
Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar,
volveré otra vez para llevarlos conmigo,
a fin de que donde yo esté,
estén también ustedes.
4
Ya conocen el camino del lugar adonde voy».
5
Tomás le dijo: «Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?». 6 Jesús le respondió:
«Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.
Nadie va al Padre, sino por mí.
7
Si ustedes me conocen,conocerán también a mi Padre.
Ya desde ahora lo conocen y lo han visto».

Jesús, revelación del Padre

8 Felipe le dijo: «Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta». 9 Jesús le respondió: «Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen?
El que me ha visto, ha visto al Padre.
¿Cómo dices: “Muéstranos al Padre”?
10
¿No crees
que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí?
Las palabras que digo no son mías:
el Padre que habita en mí es el que hace las obras.
11
Créanme:
yo estoy en el Padre y el Padre está en mí.
Créanlo, al menos, por las obras.
12
Les aseguro
que el que cree en mí
hará también las obras que yo hago,
y aun mayores,
porque yo me voy al Padre.
13
Y yo haré todo lo que ustedes pidan en mi Nombre,
para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
14
Si ustedes me piden algo en mi Nombre,
yo lo haré.

La promesa del Espíritu Santo

15 Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos.
16
Y yo rogaré al Padre,
y él les dará otro Paráclito
para que esté siempre con ustedes:
17
el Espíritu de la Verdad,
a quien el mundo no puede recibir,
porque no lo ve ni lo conoce.
Ustedes, en cambio, lo conocen,
porque él permanece con ustedes y estará en ustedes.
18
No los dejaré huérfanos,
volveré a ustedes.
19
Dentro de poco el mundo ya no me verá,
pero ustedes sí me verán,
porque yo vivo y también ustedes vivirán.
20
Aquel día comprenderán que yo estoy en mi Padre,
y que ustedes están en mí y yo en ustedes.
21
El que recibe mis mandamientos y los cumple,
ese es el que me ama;
y el que me ama será amado por mi Padre,
y yo lo amaré y me manifestaré a él».
22
Judas –no el Iscariote– le dijo: «Señor, ¿por qué te vas a manifestar a nosotros y no al mundo?». 23 Jesús le respondió:
«El que me ama
será fiel a mi palabra,
y mi Padre lo amará;
iremos a él
y habitaremos en él.
24
El que no me ama no es fiel a mis palabras.
La palabra que ustedes oyeron no es mía,
sino del Padre que me envió.
25
Yo les digo estas cosas
mientras permanezco con ustedes.
26
Pero el Paráclito, el Espíritu Santo,
que el Padre enviará en mi Nombre,
les enseñará todo
y les recordará lo que les he dicho.
27
Les dejo la paz,
les doy mi paz,
pero no como la da el mundo.
¡No se inquieten ni teman!
28
Me han oído decir:
“Me voy y volveré a ustedes”.
Si me amaran,
se alegrarían de que vuelva junto al Padre,
porque el Padre es más grande que yo.
29
Les he dicho esto antes que suceda,
para que cuando se cumpla, ustedes crean.
30
Ya no hablaré mucho más con ustedes,
porque está por llegar el Príncipe de este mundo:
él nada puede hacer contra mí,
31
pero es necesario que el mundo sepa
que yo amo al Padre
y obro como él me ha ordenado.
Levántense, salgamos de aquí.


Juan (BPD) 8