Audiencias 2000 9

9 4. Para descubrir debajo del flujo de los acontecimientos esta presencia secreta y eficaz, para intuir el reino de Dios, que ya se encuentra entre nosotros (cf. Lc 17,21), es necesario ir más allá de la superficie de las fechas y los eventos históricos. Aquí entra en acción el Espíritu Santo. Aunque el Antiguo Testamento no presenta aún una revelación explícita de su persona, se le pueden "atribuir" ciertas iniciativas salvíficas. Es él quien mueve a los jueces de Israel (cf. Jc Jg 3,10), a David (cf. 1 S 16, 13), al rey Mesías (cf. Is 11,1-2 Is 42,1), pero sobre todo es él quien se derrama sobre los profetas, los cuales tienen la misión de revelar la gloria divina velada en la historia, el designio del Señor encerrado en nuestras vicisitudes. El profeta Isaías presenta una página de gran eficacia, que recogerá Cristo en su discurso programático en la sinagoga de Nazaret: "El Espíritu del Señor Yahveh está sobre mí, pues Yahveh me ha ungido, me ha enviado a predicar la buena nueva a los pobres, a sanar los corazones quebrantados, a anunciar a los cautivos la liberación, y a los reclusos la libertad, y a promulgar el año de gracia de Yahveh" (Is 61,1-2 cf. Lc 4,18-19).

5. El Espíritu de Dios no sólo revela el sentido de la historia, sino que también da fuerza para colaborar en el proyecto divino que se realiza en ella. A la luz del Padre, del Hijo y del Espíritu, la historia deja de ser una sucesión de acontecimientos que se disuelven en el abismo de la muerte; se transforma en un terreno fecundado por la semilla de la eternidad, un camino que lleva a la meta sublime en la que "Dios será todo en todos" (1Co 15,28). El jubileo, que evoca "el año de gracia" anunciado por Isaías e inaugurado por Cristo, quiere ser la epifanía de esta semilla y de esta gloria, para que todos esperen, sostenidos por la presencia y la ayuda de Dios, en un mundo nuevo, más auténticamente cristiano y humano.

Así pues, cada uno de nosotros, al balbucear algo del misterio de la Trinidad operante en nuestra historia, debe hacer suyo el asombro adorante de san Gregorio Nacianceno, teólogo y poeta, cuando canta: "Gloria a Dios Padre y al Hijo, rey del universo. Gloria al Espíritu, digno de alabanza y todo santo. La Trinidad es un solo Dios, que creó y llenó todas las cosas..., vivificándolo todo con su Espíritu, para que cada criatura rinda homenaje a su Creador, causa única del vivir y del durar. La criatura racional, más que cualquier otra, lo debe celebrar siempre como gran Rey y Padre bueno" (Poemas dogmáticos, XXI, Hymnus alias: PG 37,510-511).

Saludos

Doy mi cordial bienvenida a todos los participantes de lengua española. De modo especial saludo a los componentes de la Misión Libanesa Maronita en Argentina, al grupo de vinicultores españoles y a los peregrinos de San Felipe (Chile). Que la gracia del Espíritu Santo, en este Año jubilar, os fortalezca para ser luz del mundo en vuestros ambientes.
Muchas gracias.

Saludo ahora a los peregrinos de lengua italiana, de modo especial a los de la diócesis de Massa Carrara-Pontremoli, acompañados de su obispo, mons. Eugenio Binini. Queridísimos hermanos, os doy las gracias por vuestra grata visita y os manifiesto mi profundo agradecimiento por esta iniciativa jubilar. Deseo de corazón que la memoria de la encarnación del Hijo de Dios y de la salvación realizada con su muerte y resurrección fortalezca vuestro compromiso diario de testimonio evangélico.

(A los jóvenes, enfermos y recién casados)
Pensando en la fiesta de la santísima Virgen de Lourdes, que celebraremos el 11 de febrero próximo, quisiera invitaros, queridos jóvenes, a encomendaros siempre a la materna protección de María, a fin de que os ayude a conservar un corazón generoso, disponible y lleno de entusiasmo apostólico.

Que la santísima Virgen de Lourdes, a cuya intercesión recurren con confianza numerosos enfermos en el cuerpo y en el espíritu, dirija sobre todos vosotros, queridos hermanos y hermanas enfermos, su mirada de consuelo y esperanza, y os ayude a llevar vuestra cruz de cada día en unión íntima con la cruz redentora de Cristo.

Que María os acompañe, queridos recién casados, en vuestro camino, para que vuestras familias sean comunidades de intensa vida espiritual y de testimonio cristiano concreto.



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Miércoles 16 de Febrero de 2000

1. Después de la apertura de la Puerta santa en las cuatro basílicas romanas, ahora estamos avanzando a grandes pasos en el itinerario eclesial de conversión y reconciliación propuesto por el jubileo. Como es sabido, uno de los aspectos espirituales más significativos y profundos del jubileo es la peregrinación, signo de la misma condición de todo ser humano en cuanto homo viator. Según subrayé en la bula de convocación del jubileo, ella "es ejercicio de ascesis laboriosa, de arrepentimiento por las debilidades humanas, de constante vigilancia de la propia fragilidad y de preparación interior a la conversión del corazón" (Incarnationis mysterium, 7).

Este significado interior de la peregrinación se profundiza y completa ulteriormente gracias a los contenidos de fe y espiritualidad que derivan de los lugares santos que, desde antigua tradición, son meta de peregrinaciones individuales y comunitarias.

En efecto, como el tiempo, así también el espacio está marcado por particulares intervenciones salvíficas de Dios y, precisamente por eso, algunos lugares pueden favorecer un contacto peculiar con lo divino (cf. Carta sobre la peregrinación a los lugares vinculados a la historia de la salvación, 2).

2. Consciente de estos fundamentales contenidos espirituales de la peregrinación, he decidido visitar, en relación con las celebraciones jubilares, la tierra que ha sido marcada de modo singular por las intervenciones de Dios en la historia de la salvación. Por tanto, Dios mediante, en las próximas semanas tengo intención de ir en peregrinación a algunos lugares particularmente vinculados a la encarnación del Verbo de Dios.

Mi deseo habría sido visitar ante todo Ur de los caldeos (cf. ib., 5), la actual Tal al Muqayyar, en el sur de Irak, lugar de origen de Abraham, que se marchó después con su familia a Jarán (cf. Gn 11,31), donde, según la narración bíblica, escuchó la palabra de Dios que lo invitaba a dejar su tierra y ponerse en camino hacia el país que él le indicaría (cf. Gn 12,1-3).

Con esa invitación, Abraham se constituía en instrumento de un designio de salvación que abrazaría al futuro pueblo de la Alianza y, más aún, a todos los pueblos del mundo. Obedeció y se puso en camino. Con él, la salvación de Dios comenzó a recorrer los caminos de la historia humana.

3. Por este motivo, es importante "seguir los pasos de Abraham", para redescubrir las huellas de la presencia amorosa de Dios junto al hombre y revivir la experiencia de fe de aquel a quien san Pablo calificará como padre de todos los que, circuncisos o incircuncisos, creen (cf. Rm 4,11-12). Con su fe, traducida en opciones concretas y a veces incluso dramáticas, como el abandono de la seguridad de la propia tierra o el sacrificio de su único hijo Isaac, Abraham obtuvo la justicia que lo hizo amigo de Dios, se adhirió plenamente al plan divino para sí y para su descendencia, y se convirtió en el padre de una multitud de creyentes.

Así pues, siguiendo "las huellas de Abraham" se aprende a valorar de modo concreto las exigencias de una actitud auténtica de fe y se experimenta el dinamismo de la iniciativa divina, que culminará en Cristo.

Conscientes de su vínculo inseparable con el antiguo pueblo de la Alianza, los cristianos reconocen en Abraham al "padre en la fe" por antonomasia, y se alegran de imitar su ejemplo, siguiendo "sus huellas".

4. Por estas consideraciones, en nombre de toda la Iglesia, habría querido ir a orar y reflexionar a Ur de los caldeos, el lugar desde donde Abraham se puso en camino. Puesto que no me ha sido posible, quiero realizar, al menos espiritualmente, una peregrinación semejante. Por eso, el miércoles próximo, durante una celebración especial que tendrá lugar en la sala Pablo VI, reviviremos juntos los momentos más importantes de la experiencia de Abraham, conscientes de que dirigen su mirada al gran patriarca no sólo cuantos se sienten orgullosos de descender físicamente de él, sino también todos los que se consideran su descendencia espiritual.

11 Después de esta primera etapa, será posible proseguir, con el corazón rebosante de gratitud, las otras etapas a través de las cuales se desarrolló la historia de la salvación, comenzando por el monte Sinaí, donde Moisés tuvo la revelación del nombre santísimo de Dios y fue introducido en el conocimiento de su misterio.

Desde ahora os invito a acompañarme con vuestra oración en mi peregrinación a los lugares vinculados a la historia de la salvación, que comenzará precisamente el próximo miércoles, con la celebración especial dedicada a Abraham, padre de todos los creyentes.


Siguen llegando de la República democrática del Congo noticias preocupantes. En los días pasados a monseñor Emmanuel Kataliko, arzobispo de Bukavu, las autoridades locales le han impedido regresar a su diócesis. ¡Es una grave violación que hiere dolorosamente a todos los católicos!

Me solidarizo con el clero y los fieles de Bukavu, y a la vez hago votos para que el benemérito prelado pueda regresar sin dilación junto a la grey que le ha sido confiada.
Así mismo hago también un apremiante llamamiento para que se apliquen más expeditamente los acuerdos de paz de Lusaka, y pido al Señor unidad y reconciliación para aquella querida nación.


Saludos

Doy mi cordial bienvenida a los peregrinos de lengua española, especialmente a los diversos grupos procedentes de Argentina, Bolivia, Chile, otros países latinoamericanos y España. Os invito a todos a acompañarme con vuestras oraciones en esta peregrinación y a realizar espiritualmente el recorrido que conduce a Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre por nosotros. Muchas gracias.

(A los peregrinos franceses)
¡Que el año jubilar os ayude a crecer en la fe en Cristo y a dar testimonio de él con ardor!.

(A los eslovenos de la región austríaca de Carintia)
Con la visita a las Puertas santas y con la riqueza espiritual del jubileo deseáis acrecentar y fortalecer vuestra fe. Que esta visita a Roma os confirme en ella y os haga apóstoles activos en la vida diaria.

12 (En polaco a fieles procedentes de Auschwitz)
Vuestra ciudad lleva las señales del sufrimiento y del martirio de muchas naciones. La voz de Auschwitz, el grito del hombre torturado, debería sacudir incesantemente al mundo a fin de que en la historia de la humanidad no se repita nunca más la tragedia que se consumó allí. Os doy las gracias por todo lo que hacéis para mantener viva la memoria de este doloroso pasado.

(A los peregrinos italianos)
Dirijo una cordial bienvenida a todos los peregrinos de lengua italiana, en particular, a los participantes en el curso del "Studium" para futuros postuladores y colaboradores de la Congregación para las causas de los santos, a los cuales animo a trabajar con fruto al servicio del gran patrimonio de santidad que la Iglesia posee, y a enriquecerlo diariamente con su testimonio personal.

Saludo a los peregrinos de la archidiócesis de Catania, acompañados por el arzobispo mons. Luigi Bommarito. Queridísimos hermanos, os doy las gracias por vuestra grata presencia y deseo que la visita a las tumbas de los Apóstoles dé fuerza a vuestro empeño evangélico cotidiano.

Saludo también con afecto al numeroso grupo de jóvenes de la comunidad "Cenáculo", proveniente de Italia, Croacia y Francia, guiados por el obispo de Saluzzo, mons. Diego Bona. El Papa está con vosotros, aprecia vuestra obra y os recuerda en su oración. No os desaniméis ante las dificultades. Que la cruz sea vuestro apoyo y que en Cristo, muerto y resucitado, encontréis el estímulo constante para perseverar en el camino emprendido, de forma que seáis testigos de esperanza en la sociedad.


(A los jóvenes, enfermos y recién casados)
Me complace recordar a los santos Cirilo y Metodio, de quienes hemos hecho memoria al comienzo de la semana.

Que el ejemplo de los dos santos hermanos de Tesalónica, copatronos de Europa, suscite en vosotros, queridos jóvenes, el deseo de servir generosamente al Evangelio en los ambientes en los que se desenvuelve vuestra vida diaria. Que su intercesión, queridos enfermos, os obtenga la gracia de aceptar de manos de Cristo el dolor y el sufrimiento, a fin de que sea ocasión de salvación para vosotros y para los hermanos. Que la protección de los santos Cirilo y Metodio, queridos recién casados, haga de vuestras familias auténticas "iglesias domésticas", donde se crece cada día en el amor recíproco y en la apertura a la vida.



Miércoles 23 de Febrero 2000

(Saludo a los obispos amigos del movimiento de los Focolares)

13
En el curso de vuestro encuentro ocupa un lugar especial la reflexión sobre la oración de Jesús en la última Cena "para que todos sean uno" (
Jn 17,21). Fieles a la espiritualidad de la unidad y a través de un constante intercambio de experiencias, proseguid en vuestra misión de constructores de comunión en las Conferencias episcopales, en el presbiterio y en las comunidades diocesanas. Os deseo que saquéis mucho fruto de vuestra reunión y acompaño mis deseos con la oración al Señor y a María, Madre de la unidad.

(A los jóvenes, enfermos y recién casados)
Saludo asimismo a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Sois siempre bienvenidos. El Papa guarda en su corazón un lugar especial para vosotros. A todos dirijo mi afectuoso saludo, que acompaño con una especial bendición para cada uno de vosotros y para vuestros seres queridos.

(En castellano)
Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, especialmente a los grupos de las diócesis de Huelva y Santander, de Xirivella, San Juan de Aznalfarache y Sabiñánigo en España, así como a los venidos de Argentina, México y otros países latinoamericanos. Que vuestra visita a Roma en este año jubilar os llene el corazón, impulsando la conversión sincera y fortaleciendo la fe, de modo que volváis a vuestras familias y comunidades llevando el gozo de la gracia de Dios, junto con mi paterna bendición.
* * * * *


Ahora voy a la sala Pablo VI, donde presidiré una celebración litúrgica en memoria del patriarca Abraham, nuestro padre en la fe. Será ésta la primera etapa de la peregrinación a algunos lugares vinculados a la historia de la salvación, que proseguiré mañana partiendo para Egipto y el monte Sinaí.

La plaza de San Pedro está en conexión con la sala Pablo VI: quien desee quedarse, podrá seguir, a través de las pantallas gigantes de televisión instaladas en la plaza, cuanto se lleve a cabo en la cercana sala, y poniéndose así espiritualmente en camino "tras las huellas de Abraham". De este modo podrá revivir el momento inicial de la "historia de la salvación" que alcanzó su culmen cuando, en la plenitud de los tiempos, el Hijo de Dios nació de la Virgen María. La historia de Abraham tiene una importancia fundamental para los creyentes de todas las épocas y, por tanto, también para nosotros, que lo miramos como a un modelo de sumisión incondicional a la voluntad de Dios.



Marzo 2000


Miércoles 1 de marzo 2000




1. Con gran alegría, la semana pasada, he podido dirigirme en peregrinación a Egipto, siguiendo las huellas de Moisés. El momento culminante de esta experiencia extraordinaria fue la visita al monte Sinaí, el monte santo: es santo porque en él Dios se reveló a su siervo Moisés y le manifestó su nombre; es santo, además, porque Dios en él dio a su pueblo su ley, los diez mandamientos; y es santo, finalmente, porque los creyentes, con su constante presencia, han convertido el monte Sinaí en un lugar de oración.

14 Doy gracias a Dios por haberme concedido la posibilidad de ir a orar al lugar en donde introdujo a Moisés en un conocimiento más claro de su misterio, hablándole desde la zarza ardiente, y le ofreció a él y al pueblo elegido la ley de la Alianza, ley de vida y de libertad para todo hombre. Dios mismo se hizo fundamento y garante de esta alianza.

2. Como dije el sábado pasado, los diez mandamientos abren ante nosotros el único futuro auténticamente humano y eso porque no son una arbitraria imposición de un Dios tiránico. Yahveh los escribió en la piedra, pero sobre todo los grabó en todo corazón humano como ley moral universal válida y actual en todo lugar y en todo tiempo. Esta ley impide que el egoísmo y el odio, la mentira y el desprecio destruyan a la persona humana. Los diez mandamientos, con su constante invitación a la Alianza divina, ponen de manifiesto que el Señor es nuestro único Dios y que toda otra divinidad es falsa y acaba por reducir a esclavitud al ser humano, llevándolo a degradar su propia dignidad humana.

"Escucha, Israel: (...) Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Queden en tu corazón estos mandamientos que yo te dicto hoy. Incúlcaselos a tus hijos" (
Dt 6,4-7). Estas palabras, que el judío piadoso repite cada día, resuenan también en el corazón de todo cristiano: "Escucha: queden en tu corazón estos mandamientos". No podemos ser fieles a Dios si no observamos su ley. Ser fieles a Dios, por lo demás, es también ser fieles a nosotros mismos, a nuestra auténtica naturaleza y a nuestras más profundas e insuprimibles aspiraciones.

3. Expreso mi gratitud al arzobispo Damianos, egúmeno del monasterio de Santa Catalina, y a sus monjes por la gran cordialidad con que me acogieron. El arzobispo, que me estaba esperando a la entrada del monasterio, me explicó las valiosas "reliquias bíblicas" que se conservan allí: el pozo de Jetró y sobre todo las raíces de la "zarza ardiente", junto a las cuales me arrodillé meditando en las palabras con que Dios reveló a Moisés el misterio de su ser: "Yo soy el que soy". Asimismo, pude admirar las estupendas obras de arte, que han florecido en el decurso de los siglos como fruto de la contemplación y la oración de los monjes.

Antes de la celebración de la Palabra, el arzobispo Damianos recordó que, precisamente por encima de nosotros, se erguía el monte Horeb, con la cima del Sinaí, el monte del Decálogo, el lugar en donde, "en medio del fuego y la oscuridad", Dios habló a Moisés. Desde hace siglos en ese marco una comunidad de monjes persigue el ideal de la perfección cristiana en "un constante dominio de la naturaleza y en un incansable control de los sentidos", utilizando los medios tradicionales del diálogo espiritual y de la práctica ascética. Al final del encuentro, el arzobispo, con algunos de sus monjes, me acompañó amablemente hasta el aeropuerto.

4. Aprovecho con gusto esta ocasión para expresar nuevamente mi gratitud al presidente Mubarak, a las autoridades egipcias y a todos los que contribuyeron a la realización del viaje. Egipto es la cuna de una antiquísima civilización. A ese país llegó la fe cristiana desde los tiempos apostólicos, especialmente con san Marcos, discípulo de san Pedro y san Pablo y fundador de la Iglesia de Alejandría.

Durante esta peregrinación mantuve coloquios con Su Santidad el patriarca Shenuda III, jefe de la Iglesia copta ortodoxa, y con Mohamed Sayed Tantawi, gran jeque de Al-Azhar y jefe religioso de la comunidad musulmana. Les expreso mi agradecimiento, que se extiende también a Su Beatitud Stéphanos II Ghattas, patriarca de los coptos católicos, y a los demás arzobispos y obispos presentes.

Renuevo mi saludo a la pequeña pero fervorosa comunidad católica, con la que me reuní en la solemne celebración de la santa misa en El Cairo, en la que participaron todas las Iglesias católicas presentes en Egipto: la copta, la latina, la maronita, la griega, la armenia, la siriaca y la caldea. En torno a la mesa del Señor celebramos nuestra fe común y encomendamos a Dios el impulso de vida y de apostolado de nuestros hermanos y hermanas egipcios, que con tanto sacrificio y generosidad dan testimonio de su fiel adhesión al Evangelio en ese país, en el que la Sagrada Familia encontró asilo hace dos mil años.

Conservo un grato recuerdo del significativo encuentro con representantes y fieles de las Iglesias y comunidades eclesiales no católicas presentes en Egipto. Quiera Dios que los progresos ecuménicos, que con la gracia del Espíritu Santo se han realizado durante el siglo XX, se sigan desarrollando, a fin de que nos acerquen cada vez más a la meta de la unidad plena, por la que el Señor Jesús oró ardientemente.

5. El monte Sinaí me recuerda hoy otro monte, al que, Dios mediante, tendré la alegría de dirigirme a fines de este mes: el monte de las Bienaventuranzas, en Galilea. En el sermón de la montaña Jesús dijo que no había venido a abolir la ley antigua, sino a perfeccionarla (cf. Mt 5,17). De hecho, desde que el Verbo de Dios se encarnó y murió en la cruz por nosotros, los diez mandamientos se escuchan por doquier con su voz. Él los arraiga mediante la vida nueva de la gracia en el corazón de quien cree en él. Por eso, el discípulo de Jesús no se siente oprimido por una multitud de prescripciones, sino que, impulsado por la fuerza del amor, percibe los mandamientos de Dios como una ley de libertad: libertad para amar gracias a la acción interior del Espíritu.

Las Bienaventuranzas constituyen la coronación evangélica de la ley del Sinaí. La Alianza que entonces selló con el pueblo judío encuentra su perfeccionamiento en la Alianza nueva y eterna sellada con la sangre de Cristo. Cristo es la nueva ley, y en él se ofrece la salvación a todas las gentes.

15 A Cristo Jesús encomiendo la próxima etapa de mi peregrinación jubilar, que será Tierra Santa. Pido a todos que me acompañen con su oración en la preparación, sobre todo espiritual, de este importante acontecimiento.


Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, especialmente a los seminaristas de la diócesis de Osma-Soria, acompañados de su obispo, mons. Francisco Pérez, así como a los demás grupos venidos de España y otros países latinoamericanos. Os invito a todos a vivir el gran jubileo como un camino hacia un encuentro cada vez más auténtico y profundo con Cristo.
El Santo Padre dio una cordial bienvenida al grupo checo de "Amigos del movimiento salesiano de Don Bosco", a los que deseó que este Año santo se convierta para todos ellos en un tiempo fuerte de gracia, reconciliación y renovación interior.


(A los peregrinos croatas)
El testimonio de los cristianos ante el mundo convencerá verdaderamente si, llevados por la fe en la santísima Trinidad, saben redescubrir la esperanza y la caridad. Estas les deben animar a sostener su empeño por la construcción de una sociedad que será más humana en la medida en que esté más cerca de Dios.

(En italiano)
Dirijo ahora unas palabras cordiales a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Que vuestra visita a la tumba de san Pedro os anime a perseverar en la oración y a aprovechar el tiempo favorable del jubileo.

A vosotros, queridos jóvenes, Dios os pide que seáis promotores de comunión y comprensión, compartiendo con vuestros coetáneos un generoso testimonio evangélico.

A vosotros, queridos enfermos, el Señor os pide una unión especial con el misterio de la Redención. Con vuestros sufrimientos contribuís de modo eficaz a la misión de la comunidad de los creyentes, que suplica al Señor el don de la unidad en el amor y en la verdad.

Y vosotros, queridos recién casados, edificad vuestra casa a imagen del amor que une a Cristo y a su Esposa.

A todos mi bendición.





Miércoles 8 de marzo 2000

16


1. La Cuaresma constituye el punto culminante del camino de conversión y reconciliación que el Año jubilar, tiempo privilegiado de gracia y de misericordia, propone a todos los creyentes para renovar su adhesión a Cristo, único Salvador del hombre. Así escribí en el Mensaje para la Cuaresma del año 2000 y, con esta convicción, emprendemos hoy, miércoles de Ceniza, el itinerario penitencial cuaresmal. La liturgia de este día nos invita a orar para que el Padre celestial conceda al pueblo cristiano iniciar con el ayuno un camino de verdadera conversión, a fin de afrontar victoriosamente con las armas de la penitencia el combate contra el espíritu del mal. Este es el mensaje del gran jubileo, que en Cuaresma resulta aún más elocuente. El hombre, todo hombre, es invitado a la conversión y a la penitencia; es impulsado a la amistad con Dios, para que reciba como don la vida sobrenatural, que colma las más profundas aspiraciones de su corazón.

2. Hoy, en el momento de la imposición de la ceniza sobre nuestra cabeza, se nos recuerda que somos polvo y al polvo volveremos. Este pensamiento, que es una certeza humana, no se reafirma para crear en nosotros una resignación pasiva al destino. Al contrario, la liturgia, a la vez que subraya que somos criaturas mortales, nos recuerda la iniciativa misericordiosa de Dios, que quiere hacernos partícipes de su misma vida eterna y bienaventurada.

En el sugestivo rito de la imposición de la ceniza resuena para el creyente una invitación a no dejarse vincular a las realidades materiales que, por más apreciables que sean, están destinadas a desaparecer. Más bien, debe dejarse transformar por la gracia de la conversión y de la penitencia para llegar a las cumbres altas y pacificadoras de la vida sobrenatural. Sólo en Dios el hombre se encuentra plenamente a sí mismo y descubre el significado último de su existencia.

La puerta jubilar está abierta para todos. Que entre quien sea consciente de estar oprimido por la culpa y quien se reconozca pobre de méritos; que entre quien se sienta como polvo que el viento dispersa; que venga el débil y el desalentado a encontrar nuevo vigor en el Corazón de Cristo.
3. Juntamente con la imposición de la ceniza se realiza hoy la tradicional práctica de la abstinencia y el ayuno. Ciertamente, no se trata de meras observancias externas, de cumplir un rito, sino de signos elocuentes de un necesario cambio de vida. El ayuno y la abstinencia, ante todo, fortifican al cristiano para la lucha contra el mal y para el servicio al Evangelio.

Con el ayuno y la penitencia se pide al creyente que renuncie a bienes y a satisfacciones materiales legítimas, para conseguir una mayor libertad interior, haciéndose disponible a escuchar atentamente la palabra de Dios y a prestar una ayuda generosa a los hermanos que padecen necesidad.

Así pues, además de la abstinencia y el ayuno, deben realizarse gestos de solidaridad con los que sufren y atraviesan momentos difíciles. De este modo, la penitencia lleva a compartir con los marginados y necesitados. También este es el espíritu del gran jubileo, que estimula a todos a manifestar de manera concreta el amor de Cristo a los hermanos que carecen de lo necesario, a las víctimas del hambre, de la violencia y de la injusticia. En el Mensaje para la Cuaresma escribí a este respecto: "¿Cómo podemos pedir la gracia del jubileo si somos insensibles a las necesidades de los pobres, si no nos comprometemos a garantizar a todas las personas los medios necesarios para que vivan dignamente?" (n. 5: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 4 de febrero de 2000, p. 2).

4. "Convertíos y creed en el Evangelio" (
Mc 1,15). Abramos el corazón a estas palabras, que resuenan frecuentemente en el tiempo de Cuaresma. Que el camino de conversión y adhesión al Evangelio, que hoy iniciamos, nos haga sentirnos a todos hijos del único Padre y fortalezca la aspiración a la unidad de los creyentes y a la concordia entre los pueblos. Pido al Señor para que, en esta Cuaresma jubilar, todos los cristianos sientan profundamente el compromiso de reconciliarse con Dios, consigo mismos y con sus hermanos. Este es el camino para que se haga realidad la anhelada comunión plena de todos los discípulos de Cristo. Ojalá que llegue pronto el tiempo en que, gracias a la oración y al testimonio fiel de los cristianos, el mundo reconozca a Jesús como único Salvador y, creyendo en él, obtenga la paz.

17 Que María santísima nos guíe en estos primeros pasos del camino cuaresmal, para que, cruzando la puerta santa de la conversión, experimentemos todos la gracia de ser transfigurados a imagen de Cristo.

Saludos

Doy mi cordial bienvenida a todos los peregrinos de lengua española. De modo especial saludo a los superiores y alumnos del seminario de Ciudad Rodrigo, acompañados por su obispo mons. Julián López, y a los otros grupos procedentes de España, Argentina y México y otros países de Latinoamérica. Que la peregrinación a la tumba de san Pedro, al comenzar la Cuaresma del Año santo, os renueve el deseo de seguir siempre a Cristo. Muchas gracias.

Saludo también a las diócesis de Alcalá de Henares y de Cartagena (Murcia), acompañados de sus obispos respectivos", mons. Jesús Esteban Catalá Ibáñez y mons. Manuel Ureña Pastor.

(En holandés)
Hoy, miércoles de Ceniza, la Iglesia inicia el itinerario de conversión y reconciliación, que el Año jubilar, año de gracia y misericordia, propone a todos. Os deseo que esta Cuaresma renueve en vosotros la adhesión a Cristo, único salvador del hombre.

(En checo)
Hoy, con la imposición de la ceniza, hemos iniciado la Cuaresma, tiempo precioso de oración y penitencia, que nos lleva a la conversión y a la profundización del amor a Dios y al prójimo. Aprovechemos este tiempo de gracias especiales.

(En eslovaco)
Queridos hermanos y hermanas: el apóstol Pablo nos exhorta así: "En nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios!" (2 Co 5, 20). Al comienzo de la Cuaresma escuchemos esta invitación dirigida personalmente a cada uno de nosotros y pongámosla en práctica con generosidad.

(A los croatas)
18 Los cristianos de nuestros días tienen una tarea de vital importancia: dar testimonio ante el mundo de que su fe y su esperanza están en Dios. Ese compromiso, movido y penetrado por la caridad, debe hacerse anuncio constante de la salvación que Dios uno y trino ofrece a cada una de las personas y a toda la sociedad.

(En italiano)
Renuevo gustoso a todas las mujeres del mundo, en el día de su fiesta, mi felicitación cordial: ojalá que la mujer, gracias al creciente reconocimiento social de su contribución especifica al bien común, manifieste cada vez mejor la riqueza de su "ser", realizando así su auténtica promoción.

(A los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados)
Al comienzo del tiempo cuaresmal, quisiera invitaros, queridos jóvenes, a vivirlo como un tiempo de vida y de entusiasmo espiritual, esforzándoos por crecer en la amistad con Jesús.

A vosotros, queridos enfermos, os exhorto a emprender este itinerario espiritual especial con la mirada fija en Jesús, que sufrió y resucitó, recibiendo de su Espíritu fuerza, mansedumbre y esperanza.

Y finalmente os pido a vosotros, queridos recién casados, que estáis en la primavera de vuestro amor conyugal, que caminéis con mayor fidelidad en estos días de Cuaresma, siguiendo las huellas de Cristo, tratando de imitar su humildad y fidelidad a la voluntad divina.



Miércoles 29 de marzo 2000

1. Después de la conmemoración de Abraham y la breve pero intensa visita a Egipto y al monte Sinaí, mi peregrinación jubilar a los santos lugares me llevó a la tierra que vio el nacimiento, la vida, la muerte y la resurrección de Jesucristo, así como los primeros pasos de la Iglesia. Son indescriptibles la alegría y la gratitud que llevo en mi alma por este don del Señor, que tanto anhelaba. Después de haber estado en Tierra Santa durante el concilio Vaticano II, tuve ahora la gracia de volver a ella, juntamente con algunos de mis colaboradores, precisamente en el año del gran jubileo, bimilenario del nacimiento del Salvador. Fue como volver a los orígenes, a las raíces de la fe y de la Iglesia.

Expreso mi agradecimiento al patriarca latino y a los obispos de las diversas Iglesias orientales católicas presentes en Tierra Santa, así como a los franciscanos de la Custodia, por la cordial acogida y el gran esfuerzo realizado. Doy las gracias sinceramente a las autoridades jordanas, israelíes y palestinas, que me acogieron y favorecieron mi itinerario religioso. He apreciado el esfuerzo que han realizado para que tuviera éxito mi viaje y les he renovado la seguridad de la solicitud de la Santa Sede en favor de una paz justa entre todos los pueblos de la región. Agradezco a las poblaciones de esas tierras la gran cordialidad que me dispensaron.

2. La primera etapa, el monte Nebo, era una especie de continuación de la del Sinaí: desde la cima de ese monte Moisés contempló la Tierra prometida, después de cumplir la misión que le había encomendado Dios y antes de entregarle su alma. Comencé mi itinerario, en cierto sentido, precisamente a partir de esa mirada de Moisés, sintiendo su íntima sugestión, que atraviesa los siglos y los milenios.


Audiencias 2000 9