Discursos 2000 218


A LOS DIRIGENTES Y SOCIOS


DEL CÍRCULO DE SAN PEDRO


Lunes 5 de junio de 2000



Amadísimos socios del Círculo de San Pedro:

1. Me alegra acogeros también este año, y os saludo con afecto. Dirijo un cordial saludo a vuestro asistente espiritual, el arzobispo monseñor Ettore Cunial, y a vuestro presidente, el marqués Marcello Sacchetti, a quien agradezco las corteses palabras que me ha dirigido en vuestro nombre. Este encuentro constituye, como siempre, una ocasión propicia para renovar mi sincero aprecio por el empeño que cada uno de vosotros pone en el fiel servicio a la Iglesia y al Papa y en iniciativas concretas de caridad para con el prójimo. Gracias por vuestro constante testimonio de amor a la Sede apostólica y de actividad caritativa solidaria con respecto a los hermanos más necesitados de nuestra ciudad.

2. En efecto, vuestra benemérita Asociación va penetrando cada vez más en el corazón de Roma, impulsada por el deseo de responder a las urgencias de los más pobres y olvidados. Entre las diferentes intervenciones de solidaridad realizadas en favor de quienes sufren por la falta de lo necesario, reviste singular significado la nueva iniciativa que, con ocasión del gran jubileo, habéis emprendido, garantizando diariamente una acción de voluntariado en los comedores establecidos junto a las basílicas patriarcales. Os expreso una vez más a todos mi felicitación por haber aceptado generosamente la invitación a colaborar en el proyecto denominado "La caridad del Papa para el jubileo".

Os agradezco, asimismo, todo lo que hacéis en las parroquias, en los hospitales y en los centros de acogida, acompañando continuamente a los que sufren en el cuerpo y en el espíritu, para llevarles la consoladora certeza de que Cristo es el Salvador de todos.

El óbolo de San Pedro que, como cada año, me entregáis personalmente, constituye un ulterior signo de vuestra participación silenciosa, pero concreta, en la solicitud de la Sede apostólica, llamada a intervenir de modo cada vez más decidido para responder a las crecientes peticiones de las poblaciones más indigentes en muchas partes del mundo. Vuestra loable disponibilidad para recaudar fondos con vistas a la caridad del Papa representa un signo muy apreciado de comunión con el ministerio universal del Sucesor de Pedro. Continuad por este camino, conscientes de que prestáis un servicio útil a Cristo y a su Iglesia.

3. Amadísimos socios, ya se acerca la solemnidad de Pentecostés. Os invito a impetrar de Dios el don de su Espíritu, que es fuego vivo de caridad y fuente de luz y de fuerza interior. Dejad que el Espíritu Santo guíe todas vuestras iniciativas y anime todos vuestros esfuerzos. En la oración asidua encontraréis la energía indispensable para hacer eficaz vuestro apostolado, de modo que los hombres que os encuentren vean un reflejo del amor de Dios y se abran a la novedad del Evangelio.

No os detengáis ante las dificultades. Antes bien, seguid saliendo al encuentro de vuestros hermanos más necesitados, manifestándoles el amor del Padre celestial. El divino Maestro nos asegura: "Os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt 25,40).

Que María, modelo incomparable y perfecto de la vida y de la misión de la Iglesia, Madre que engendra a los cristianos y los lleva a la perfección de la caridad (cf. Lumen gentium LG 63-65), os proteja y acompañe siempre.

219 Por mi parte, os aseguro mi recuerdo en la oración, y os imparto de corazón a vosotros, y a vuestras familias, una especial bendición.










AL EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA DE BOLIVIA


ANTE LA SANTA SEDE CON MOTIVO


DE LA PRESENTACIÓN


DE LAS CARTAS CREDENCIALES


Jueves 8 de junio de 2000

Señor Embajador:

1. Me complace recibirle en este solemne acto en el que me presenta las Cartas Credenciales que lo acreditan como Embajador extraordinario y plenipotenciario de la República de Bolivia ante la Santa Sede. Al darle mi cordial bienvenida, quiero agradecerle sus amables palabras, así como el atento saludo que el Señor Presidente, General Hugo Banzer, ha querido hacerme llegar por su medio, a lo cual correspondo rogando a Usted que tenga a bien trasmitirle mis mejores votos de paz y bienestar para todo el pueblo boliviano

2. Su presencia aquí hoy, y Usted mismo ha aludido a ello en sus palabras, trae a mi recuerdo la visita pastoral que realicé a su País en 1988. En aquella ocasión pude admirar las preclaras dotes del pueblo boliviano, conformado por una múltiple realidad cultural y étnica, fruto del encuentro entre las culturas autóctonas, como las aymaras, quechuas y otras, y las que llegaron ahí en el curso de los siglos, lo cual "es riqueza en la variedad, partiendo del mutuo respeto y diálogo integrador" (Discurso en el aeropuerto de "El Alto" 9.05.1988, 3). Es de desear que los bolivianos conserven siempre los genuinos valores que forman su rico patrimonio espiritual, con los cuales el País podrá avanzar hacia metas mejores, más justas y solidarias, fiel a sus raíces cristianas y humanistas que han configurado su historia, y que ha de seguir edificándose y caminando hacia el futuro sobre las bases religiosas y éticas que elevan y reconocen a la persona en su dignidad irrenunciable e inviolable.

3. También se ha referido Usted a los cambios de estructuras que se llevan a cabo en Bolivia para hacer frente a la crisis que aflige a gran parte de la pobla ción, tratando de aliviar con ello la situación en que viven las regiones más pobres. Me complace saber que éste sea uno de los objetivos de su Gobierno, esperando que prosiga en esa ineludible tarea con decisión y firme empeño. En efecto, la pobreza material no puede considerarse nunca como un mal endémico, sino como la carencia de los bienes esenciales para el desarrollo de la persona, como resultado de diversas circunstancias. A este respecto, la Iglesia siente como propia la difícil situación que atraviesan tantos hermanos sumidos en las redes de la pobreza, a veces extrema, y reafirma siempre, por exigencia evangélica, su compromiso con los pobres como expresión del amor misericordioso que Jesucristo les manifestó. Por eso, la Iglesia misma, con su doctrina y las obras asistenciales, apoya a quienes trabajan seriamente para que la promoción humana sea un compromiso eficazmente asumido también por las instituciones sociales, en orden a paliar las precarias situaciones en las que se encuentran tantas personas y familias, especialmente los indígenas.

A este respecto, hace unas semanas, los Obispos en Bolivia han entregado al Señor Presidente de la República, como fruto de una seria reflexión el documento "Conclusiones Foro Jubileo 2000", iniciativa de la Conferencia Episcopal Boliviana encaminada a discutir el delicado problema de la pobreza estructural del País y para permitir a los ciudadanos de diversos estratos sociales y de diferentes tendencias políticas el poder expresarse sobre cómo utilizar los fondos liberados por la condonación de la deuda externa.

La lacra moral y social de la pobreza requiere ciertamente soluciones de carácter técnico y político, haciendo que las actividades económicas y los beneficios que legítimamente generan reviertan también en el bien común. En el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 1993 escribí a este respecto: "Un Estado -cualquiera que sea su organización política y su sistema económico- es por sí mismo frágil e inestable si no dedica una continua atención a sus miembros más débiles y no hace todo lo posible para satisfacer al menos sus exigencias primarias" (n. 3). Sin embargo, no hay que olvidar que todas estas medidas serían insuficientes si no están animadas por los valores éticos y espirituales auténticos. Por ello, la erradicación de la pobreza es también un compromiso moral en el que la justicia y la solidaridad cristiana juegan un papel imprescindible.

4. La Iglesia en su País, bajo la guía solícita y prudente de los Obispos, trabaja con generosidad y entusiasmo en el cumplimiento de su misión, favoreciendo así que los valores morales y la concepción cristiana de la vida, tan arraigada allí, continúen inspirando la vida de los ciudadanos y para que cuantos de una u otra forma desempeñan responsabilidades de diverso grado, tengan en cuenta dichos valores para construir día a día una Patria cada vez mejor y mas próspera y en la que cada cual vea plenamente respetados sus derechos inalienables.

Así mismo la Iglesia ejerce la misión que le fue encomendada por su divino Fundador en diversos campos como son, entre otros, la defensa de la vida y de la institución familiar, la promoción de la justicia y la atención a los más necesitados. Al mismo tiempo, trata de promover, basándose en su Doctrina Social, la pacífica y ordenada convivencia entre los ciudadanos y entre las Naciones. La misma Iglesia, que nunca pretende imponer criterios concretos para el gobierno del pueblo, tiene, sin embargo, el deber ineludible de iluminar desde la fe el desarrollo de la realidad social en la que está inmersa. En este sentido, como Usted mismo ha señalado, la Conferencia Episcopal de Bolivia, ha trabajado y seguirá trabajando para difundir su mensaje de apremiante llamado a la solidaridad y al compromiso en beneficio de todos sin excluir a ninguno, sobre todo porque hay situaciones que requieren una apremiante solución. A este respecto recientemente la Conferencia Episcopal Boliviana ha publicado una carta pastoral con el título "Tierra, Madre Fecunda para todos", en los que ofrecen una reflexión para reenfocar la reforma agraria, tan necesaria para paliar la dramática situación por la que atraviesan los indígenas y campesinos.

5. Señor Embajador, al final de este encuentro quiero formularle mis más cordiales votos por el desempeño de su misión ante esta Sede Apostólica, siempre deseosa de mantener y consolidar cada vez más las buenas relaciones ya existentes con la República de Bolivia y de ayudar a superar con buena voluntad las dificultades que pudieran aparecer entre la Iglesia y el Estado en su País. Le aseguro mi plegaria al Todopoderoso para que, por intercesión de Nuestra Señora de Copacabana, asista siempre con sus dones a Usted y a su distinguida familia, a sus colaboradores, a los Gobernantes y ciudadanos de su noble País, al que recuerdo con gran afecto y sobre el cual invoco copiosas bendiciones del Altísimo.










AL FINAL DEL CONCIERTO ORGANIZADO POR AUSTRIA


220

Jueves 8 de junio



Ilustres señores y gentiles señoras:

1. Deseo expresar mi agradecimiento cordial por este especial concierto que la República austriaca ha querido ofrecerme con ocasión del gran jubileo. Constituye un momento de fuerte significado espiritual, que se inserta en el ya rico programa artístico del Año santo 2000.

Me dirijo con gratitud, ante todo, al ministro del Interior de la República austriaca, señor Strasser, a quien agradezco su presencia. Saludo también a los señores cardenales, a mis hermanos en el episcopado y a los representantes de la vida pública y de las instituciones, así como a los organizadores, que con su contribución eficaz han hecho posible esta manifestación. Una palabra de gratitud y estima va al maestro Riccardo Muti que, con gusto y sensibilidad extraordinarios, ha sabido interpretar en toda su profundidad la partitura de la Misa en si menor. Esto vale también para los solistas, los profesores de la Filarmónica de Viena y los miembros del coro Arnold Schönberg.

2. Gracias a la espléndida ejecución de la "gran misa" de Juan Sebastián Bach, hemos podido meditar con gozo espiritual en los textos latinos de la liturgia eucarística, que el lenguaje arcano y universal de la música nos ha vuelto a proponer. Hemos podido experimentar, una vez más, cómo la belleza artística es una escalera privilegiada para acceder al misterio y satisfacer la necesidad interior de luz y paz.

Ojalá que este recuerdo del patrimonio que nos han transmitido las generaciones pasadas promueva un nuevo tiempo de creaciones artísticas que, abriendo el corazón y la mente del hombre del nuevo milenio a la "belleza" y a la "verdad", le ayuden a redescubrir la grandeza y la dignidad de su misma vocación de ser humano.

Encomiendo estos deseos a la providencia paterna de Dios y, al mismo tiempo, os imparto con afecto a todos y a cada uno mi bendición.










A LOS HERMANOS DE LAS ESCUELAS CRISTIANAS


CON MOTIVO DE SU XLIII CAPÍTULO GENERAL


Viernes 9 de junio

Queridos hermanos;
queridos amigos:

1. Me alegra acogeros ahora que estáis reunidos con ocasión de vuestro XLIII capítulo general y vuestra familia religiosa celebra el centenario de la canonización de san Juan Bautista de la Salle, así como el cincuentenario de su proclamación, por el Papa Pío XII, como patrono especial de todos los educadores de la infancia y la juventud.

221 Estos diferentes acontecimientos son para vosotros una ocasión particularmente favorable para dar un impulso renovado a vuestras diversas misiones educativas y evangelizadoras, según el carisma de vuestro fundador, a pesar de la disminución de vuestros efectivos. Me alegra, sobre todo, la disponibilidad de vuestro instituto a responder, en íntima comunión con las Iglesias particulares, a las nuevas exigencias de niños y jóvenes, en especial de los más pobres que, en todo el mundo, necesitan recibir una formación humana, moral, catequística y escolar, para convertirse en hombres y mujeres que asumen su responsabilidad en la comunidad cristiana y en la sociedad del futuro. Esa disponibilidad se refleja en el tema de vuestros trabajos: Unidos para el servicio educativo a los pobres como respuesta lasaliana a los retos del siglo XXI. La Iglesia está invitada a ofrecer incansablemente a la juventud este don de la educación, que manifiesta su atención a las realidades y a las expectativas de poblaciones que tienen necesidad de apoyo en su promoción humana.

2. Vuestros hermanos desempeñan un papel incomparable. Mediante su vida consagrada, son ante el mundo testigos de lo absoluto de Dios y de la felicidad que sienten al servir al Señor sirviendo a los hombres, en especial a los niños, que son los predilectos de Dios. Con su vida comunitaria, manifiestan que Cristo es un vínculo de fraternidad muy fuerte entre las personas, que lleva a la comunión, a la colaboración, a la paz y al perdón. Por eso, están cercanos a todos, con la solidaridad diaria del educador que guía paciente y delicadamente a los jóvenes por el camino de la madurez y la verdadera libertad.

3. Vuestros recientes capítulos os han permitido reflexionar en la posible participación con otras congregaciones religiosas y con seglares, que desean unirse a vuestras misiones y vivir, con su estilo propio, el carisma lasaliano. Estimo particularmente esa colaboración, que permite unir las fuerzas con vistas a una mayor eficacia misionera. La presencia de laicos a vuestro lado es un signo apreciable del lugar cada vez más importante que están llamados a ocupar en la vida de la Iglesia, algo que quiero alentar vivamente, como ya hice en la exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata (cf. n. 56). A vosotros os corresponde dar a los laicos que quieran ser miembros asociados la formación necesaria para su vida espiritual y para su servicio. Entonces, apoyándose en la enseñanza y en la espiritualidad de san Juan Bautista de la Salle, podrán encontrar caminos para desarrollar, según su estado de vida y respetando las identidades respectivas y las características de la vida consagrada, su itinerario espiritual, a fin de ponerlo en práctica en el servicio educativo que se les confíe, esmerándose por convertirse en modelos de maestros cristianos.

Al término de nuestro encuentro, pido a la Virgen María y a san Juan Bautista de la Salle que sostengan vuestros esfuerzos y hagan fructificar vuestro capítulo general. Os imparto de todo corazón una afectuosa bendición apostólica.








AL NUEVO EMBAJADOR DE FRANCIA


ANTE LA SANTA SEDE


Sábado10 de junio



Señor embajador:

1. Me alegra darle la bienvenida en el momento de la presentación de las cartas que lo acreditan como embajador de Francia ante la Santa Sede.

Al dirigirme palabras que aprecio particularmente, usted ha manifestado la confianza que caracteriza las relaciones de su país con la Santa Sede. Le doy las gracias por haberse hecho intérprete de su excelencia el señor presidente de la República francesa, a quien le ruego transmita mis saludos deferentes. Quiero saludar a todos sus compatriotas, uniéndome muy especialmente a los que viven pruebas personales, familiares o sociales. No olvido, en particular, los numerosos hogares y empresas que afrontan aún las consecuencias de las catástrofes que durante el último invierno azotaron el territorio nacional. Que todos tengan la seguridad de mi cercanía espiritual. Por medio de usted, deseo dirigir también un saludo cordial y afectuoso a los pastores y a los fieles de la comunidad católica de su país. Al pensar en la próxima Jornada mundial de la juventud, me vienen a la mente los esfuerzos que se realizaron para el anterior encuentro, cuyos frutos son numerosos; los animo a proseguir su misión espiritual y su compromiso en la sociedad, por amor a sus hermanos. De esa forma, se los reconocerá como servidores de todos, en el amor, que es la característica de los discípulos de Cristo.

2. Dentro de algunas semanas, durante un período de seis meses, su país asumirá la presidencia de la Unión europea, en este año en que recordamos el quincuagésimo aniversario de la proclamación del acto político del 9 de mayo de 1950, que, impulsado por sus compatriotas Jean Monnet y Robert Schuman, así como por Konrad Adenauer, originó una nueva situación en Europa. Aprecio el espíritu que usted evoca y con el que las autoridades francesas desean cumplir su misión al servicio de Europa. A su país le corresponde proseguir la dirección de una difícil obra de construcción, para responder de manera concreta a las preocupaciones y a las inmensas expectativas no sólo de los habitantes del continente europeo, sino también de todos los interlocutores que, en el mundo, necesitan su ayuda para su desarrollo. La Unión europea es una apuesta y, a la vez, un reto; abre el camino a un futuro de paz y solidaridad, y a colaboraciones cada vez más intensas entre los diferentes países del continente y con todo el mundo. Es importante que, en todos los niveles, las instituciones y las personas llamadas a asumir una responsabilidad se preocupen permanentemente por el bien común de la comunidad de las naciones, cumpliendo su misión como un servicio a las poblaciones, en el respeto de las reglas de equidad, justicia y honradez, esenciales para todo hombre pero, de manera muy especial, para los que trabajan en la res publica. Así, se podrá poner freno a las redes ocultas, que quieren aprovechar el gran mercado europeo para blanquear el dinero de todo tipo de tráficos que son indignos del hombre, particularmente en el campo de la droga, del comercio de armas y de la explotación de personas, en especial de mujeres y niños. Los recursos, las riquezas y los frutos del crecimiento en el continente deben beneficiar, ante todo, a los más pobres en los diferentes países, a las naciones que tienen necesidad de mayor desarrollo y que pagan actualmente las consecuencias de la recesión económica y de las fluctuaciones de los mercados financieros.

Esos desafíos, lo mismo que la lucha contra el desempleo y la protección del medio ambiente, por citar sólo algunos, implican que la construcción europea no sea ante todo una comunidad de intereses, sino una comunidad fundada en los valores y en la confianza mutua, poniendo al hombre en el centro de todas las batallas. Todas las fuerzas vivas de las naciones están llamadas a colaborar para el bien de todos, esmerándose por formar, en los diferentes países, a las generaciones jóvenes, que tienen un ideal elevado, como mostraron en París con ocasión de la última Jornada mundial de la juventud, para que sean capaces de asumir, en su momento, sus responsabilidades. Con este espíritu, los países que tienen una tradición de formación para la gestión de los negocios y de la vida cívica deben proponerse asistir a las naciones que salen de un largo período de aislamiento, a fin de ayudar a los ciudadanos a adquirir una madurez política indispensable para la vida pública. Del mismo modo, es importante desarrollar cada vez más entre nuestros contemporáneos una conciencia europea que, teniendo en cuenta las raíces de los pueblos, los movilice para que constituyan una comunidad de destino, gracias a una voluntad política que promueva la unión de los pueblos. Esta perspectiva sólo podrá realizarse si se privilegia una visión global del hombre y de la sociedad, de la que su país puede ser uno de los promotores, apoyándose en su tradición, sobre todo en los grandes pensadores y en los protagonistas de la vida social, que han marcado el siglo XX e infundido un espíritu nuevo, contribuyendo a la creación de una cultura común.

3. Usted acaba de recordar la cuestión de los derechos del hombre, a la que sus compatriotas son muy sensibles, manifestando así su atención a lo que es esencial para las personas y para la comunidad nacional. En efecto, los derechos del hombre son el fundamento del reconocimiento del ser humano y de la cohesión social. Corresponde en primer lugar a las instituciones públicas garantizar "con eficacia los derechos del hombre, derechos que, por brotar inmediatamente de la dignidad de la persona humana, son universales, inviolables e inmutables" (Juan XXIII, Pacem in terris, IV). Y entre estos derechos, el derecho a la existencia y al respeto de la vida es primordial, así como el apoyo a la familia, célula básica de la sociedad. La prolongación de la vida exige también prestar una atención especial a las personas ancianas, para que vivan en condiciones dignas y gocen, hasta el término natural de su vida, de los cuidados y del ambiente necesarios. En efecto, en el seno de una nación, ¿cómo podrían las personas tener confianza unas en otras, si no se les garantiza el bien más valioso de cada una, su propia vida, que no puede depender simplemente de criterios de eficacia y utilidad, o de decisiones puramente arbitrarias? Es deber de un país, en nombre de los derechos del hombre, y es un honor para sus instituciones, sostener y defender a todo ser humano contra lo que menoscaba su dignidad y sus derechos, y prestar la ayuda espiritual, humana y material para que la existencia de cada uno sea hermosa y digna, y nadie sea marginado. Desde esta perspectiva, conozco el compromiso de sus compatriotas en defensa de la dignidad de los niños. Numerosas asociaciones actúan con esta finalidad. No puedo menos de impulsarlas a proseguir su acción, especialmente para que todos los niños puedan nacer y gozar de una familia, con un padre y una madre que les ayuden a realizarse personalmente y a entablar relaciones humanas equilibradas y equilibrantes, y no sean sometidos a una explotación vergonzosa.

222 4. Es importante impulsar la formación y la educación de la juventud en un ambiente que permita el desarrollo de la personalidad. Quiero congratularme por la acción de los profesores, los educadores y los servicios sociales, que se dedican con paciencia y tenacidad a guiar a los jóvenes, a crear las condiciones para que la enseñanza sea accesible a todos, y a frenar los flagelos que azotan a la sociedad moderna, como la violencia y la droga. Se trata de un servicio esencial para la nación, al que deben contribuir todas las instituciones educativas. Usted conoce la actividad que la Iglesia en Francia realiza en este campo desde hace mucho tiempo, en relación con todos los protagonistas del mundo de la educación, mediante un diálogo confiado y una estima mutua, con la finalidad primaria de servir a las personas y a la comunidad nacional, aportando su especificidad y sus características propias y recibiendo las garantías y el apoyo necesarios para la realización de esta tarea de interés nacional. Desea vivamente proseguir esta misión, en el respeto de sus convicciones, para dar a los jóvenes y a las familias que lo deseen una enseñanza de calidad y al mismo tiempo unas perspectivas filosóficas, teológicas y espirituales que correspondan a su visión del hombre y a la enseñanza del Magisterio, en el respeto de las reglas propias del laicismo que, en su país, dan un fundamento jurídico al servicio de la educación y a la libertad, permitiendo una autonomía de las realidades terrenas y dejando a las confesiones religiosas la facultad de cumplir su misión. La ley francesa garantiza también esta libertad, ofreciendo a las familias la posibilidad de dar a sus hijos una educación religiosa, en horas libres dentro de la enseñanza escolar; conviene que todos los interlocutores estén atentos para que los eventuales cambios de la organización escolar dejen esta libertad, según las leyes en vigor, respetando los horarios y los ritmos de los niños y de sus familias. Esta perspectiva responde al deseo de que la educación no sea simplemente el aprendizaje de un saber científico y técnico, sino también la transmisión de habilidades, de experiencias y de valores fundados en una dimensión espiritual y moral, que permiten percibir el sentido de la existencia y que, como usted ha subrayado, forman parte del patrimonio de su país.

5. Como he recordado en varias ocasiones, el primero de los derechos del hombre es la libertad religiosa, en el sentido amplio del término. Esto quiere decir una libertad que no se reduzca exclusivamente a la esfera privada. Por parte de las autoridades y de toda la comunidad nacional, especialmente de la escuela y de los medios de comunicación social que tienen una función importante en la transmisión de ideas y en la formación de la opinión, esta libertad supone una voluntad explícita de dejar a las personas y a las instituciones la posibilidad de desarrollar su vida religiosa, transmitir sus creencias y sus valores, y tomar parte activa en los diferentes sectores de la vida social y en los lugares de concertación, sin que se las excluya por motivos religiosos o filosóficos, respetando así las reglas del Estado de derecho. Atacar las creencias religiosas, desacreditar tal o cual forma de práctica religiosa y valores que un gran número de personas comparte, es un atentado grave contra quienes los profesan, constituye una forma de exclusión contraria al respeto de los valores humanos fundamentales y desestabiliza fuertemente la sociedad, en la que debe existir cierta forma de pluralismo de pensamiento y de acción, así como una actitud de benevolencia fraterna. Eso no puede menos de crear un clima de tensión, intolerancia, oposición y sospecha, poco propicio a la paz social. Por tanto, exhorto a todos los protagonistas de la sociedad a seguir velando por el respeto a las libertades individuales. En particular, invito a los medios de comunicación social a una vigilancia renovada en este campo y a un trato equitativo y objetivo de las diferentes confesiones religiosas.

6. Una de las numerosas misiones que le esperan, como acaba de recordar usted mismo, es la de proseguir el trabajo emprendido por su predecesor para la acogida de los peregrinos francófonos durante el gran jubileo, y para el desarrollo y el dinamismo de la comunidad francesa. A este propósito, quiero expresarle lo mucho que aprecio el interés mostrado por su embajada en la preparación de la Jornada mundial de la juventud que se celebrará el próximo mes de agosto, congratulándome por los esfuerzos realizados para que los jóvenes aprovechen ampliamente este tiempo fuerte, espiritual y eclesial. Esta iniciativa manifiesta la atención que prestan las autoridades de su país a la presencia activa de Francia en Roma y en el mundo, en la línea recta de acción de sus compatriotas que, a lo largo de los siglos, han promovido la difusión de la cultura y de la fe en todos los continentes.

En este momento en que inaugura oficialmente su misión, le expreso, señor embajador, mis mejores deseos. Puedo asegurarle que mis colaboradores se esforzarán por darle a usted, así como a todos los miembros de su embajada, la asistencia que necesite. Pido a Dios que sostenga al pueblo de Francia, para que encuentre la verdadera felicidad y siga trabajando con generosidad por la paz y el entendimiento entre los componentes de la nación y entre los pueblos. Le imparto de buen grado la bendición apostólica a usted, a sus seres queridos y a todos los que están llamados a trabajar con usted.










A DIVERSOS GRUPOS DE PEREGRINOS


Sábado 10 de junio de 2000


Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Me alegra poder encontrarme con vosotros esta mañana, víspera de Pentecostés, y os doy mi cordial bienvenida. Provenís de diversas localidades, y habéis venido en peregrinación a Roma para celebrar vuestro jubileo. Vuestra presencia en la ciudad eterna, donde san Pedro y san Pablo dieron su valiente testimonio de Cristo con el martirio, os ofrece la posibilidad de reflexionar en nuestro común compromiso cristiano. Ojalá que vuestra visita a las tumbas de los Apóstoles fortalezca vuestra fe y os impulse a proseguir con renovado entusiasmo por el camino de la santidad, fieles al Evangelio y a la enseñanza de la Iglesia.

Dirijo ahora un saludo particular a las religiosas Esclavas, aquí presentes, y lo hago en la lengua que les es familiar.

2. Queridas hermanas, es para mí una gran alegría poder encontrarme hoy con vosotras, en esta audiencia en el Vaticano. Os doy una cordial bienvenida. Saludo también al arzobispo Zenon Grocholewski, prefecto de la Congregación para la educación católica, así como a los sacerdotes aquí presentes y a los devotos del beato Edmundo Bojanowski.

La gran familia de las religiosas Esclavas de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María está formada por cuatro congregaciones: Esclavas de Debica, de Stara Wies, de Slask y de Wielkopolska. Saludo a las superioras generales de estas congregaciones, a las provinciales y a todas las hermanas aquí presentes, así como a los habitantes de Gostyn y Grabonóg, lugar de nacimiento de vuestro fundador. Agradezco a la superiora general y presidenta de la federación de las religiosas Esclavas las palabras que acaba de dirigirme.

3. Habéis venido a Roma, a las tumbas de los apóstoles san Pedro y san Pablo, para dar gracias por la beatificación de vuestro fundador, Edmundo Bojanowski, que hace ciento cincuenta años dio vida a vuestra familia religiosa. Esta peregrinación se lleva a cabo durante el año del gran jubileo y, por tanto, reviste una elocuencia particular. En la carta apostólica Tertio millennio adveniente escribí que el "objetivo prioritario del jubileo (...) es (...) suscitar en cada fiel un verdadero anhelo de santidad, un fuerte deseo de conversión y de renovación personal en un clima de oración cada vez más intensa y de solidaria acogida del prójimo, especialmente del más necesitado" (n. 42). Para este tiempo jubilar, y para todos los tiempos, la Iglesia os indica, como ejemplo para imitar, a vuestro fundador, cuya beatificación tuvo lugar durante mi peregrinación a la patria, en Varsovia, el 13 de junio de 1999. Constituye un don particular de la divina Providencia para vuestras congregaciones y se inscribe de modo duradero en vuestra historia. En el umbral del tercer milenio, mediante este gran apóstol del pueblo polaco, heroico testigo del Evangelio, Dios ha querido indicaros el camino para el futuro.

223 El beato Edmundo Bojanowski amaba a Dios y amaba al hombre. Era un hombre de oración. Su amor a los hombres, que se manifestaba con actos heroicos, nacía de una profunda unión con Dios mediante la oración. De ella obtenía la fuerza para servir al hombre. Ese amor maduraba en él de rodillas, para dar después fruto. Gracias a la oración, toda su vida se convirtió en un servicio incesante al hombre necesitado, especialmente a los niños. Las cosas de Dios eran para él, al mismo tiempo, las cosas de los hombres, y su amor a Dios, amor al hombre.

4. Queridas hermanas, en estos días de peregrinación, la vida y las obras del beato Edmundo, vuestro fundador, deberían ser objeto de particular reflexión. Por medio de él, Dios quiere deciros que la santidad, la búsqueda de la santidad, es la tarea más importante de las personas consagradas. Es una particular razón de ser de todas las comunidades religiosas. Estáis llamadas a dar testimonio, personal y comunitario, de la santidad, que es la esencia religiosa de la vocación.

Para dar fruto, es necesario estar bien "enraizados en Cristo y edificar totalmente en él la propia vida y el propio obrar" (cf. Col
Col 2,7). Él debe convertirse en el terreno fértil de vuestro crecimiento y de la maduración de lo que comenzó en el santo bautismo. "Habéis muerto -dice san Pablo-, y vuestra vida está oculta en Dios. Pero si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, no las cosas de la tierra" (cf. Col Col 3,1-3). Así pues, imitad a Cristo mismo, que se sometió totalmente a la voluntad del Padre; imitad a Jesús en su oración, a la que dedicaba muchas horas; imitad a Jesús en su amor al hombre. "Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mt 5,16).

El testimonio de vuestra vida entregada auténticamente y sin reservas a Dios y a vuestros hermanos es indispensable para hacer presente a Cristo en el mundo y llegar a todos los hombres con su Evangelio.

5. En este momento, quisiera subrayar vuestro abnegado servicio al hombre necesitado. De este modo, cumplís fielmente el deseo de vuestro fundador, expresado con estas palabras: "Las Esclavas de la Madre de Dios tendrán como finalidad servir a los humildes y a los pobres, por amor a Cristo". Desde hace ciento cincuenta años, sin interrupción, dais testimonio de este amor no sólo en Polonia, sino también en muchos países de todos los continentes. Cuidáis a los niños, a los enfermos, a los ancianos, a las personas solas y a los pobres. Trabajáis en los hospitales, en las clínicas, en los orfanatos, en los internados y en los jardines de infancia. Os dedicáis a la catequesis y al trabajo parroquial.

Este encuentro me brinda una ocasión particular para expresaros mi gratitud por este apostolado de la caridad, que es el anuncio más eficaz de Cristo al mundo de hoy y la aplicación concreta del carisma religioso.

Quisiera poner de relieve también una cuestión muy importante, es decir, vuestra notable participación en la actividad misionera de la Iglesia. Cumplís la llamada de Cristo: "Id por todo el mundo y proclamad la buena nueva a toda la creación" (Mc 16,15), en el continente africano y latinoamericano. Desde hace algunos años habéis extendido vuestro apostolado también a Bielorrusia, Ucrania, Kazajstán y Moldavia, y últimamente a Siberia. Es una gran contribución de vuestras congregaciones a la nueva evangelización y a la misión entre las naciones.

6. Me uno con la oración a esta gran acción de gracias a Dios por la beatificación de vuestro fundador y por los ciento cincuenta años de vuestra presencia en la Iglesia. La Iglesia sigue contando con vuestra entrega generosa, con vuestro amor desinteresado y pródigo. Sed signo límpido del Evangelio para todos. Sed testigos vivos de la nueva civilización del amor. Que el Espíritu Santo obre incesantemente en vosotras y suscite en el corazón de muchas jóvenes un anhelo semejante al vuestro, el deseo de seguir a Cristo. María Inmaculada os custodie y os conserve bajo su protección. Imitadla; ella cumplió perfectamente la voluntad de Dios. Escuchadla cuando os recuerda lo que dijo una vez en Caná de Galilea: "Haced lo que él os diga" (Jn 2,5).

Pido a Dios que la gracia de vuestra vocación religiosa dé abundantes frutos espirituales. De todo corazón os bendigo a vosotras, aquí presentes, y a todas las hermanas de vuestra familia religiosa, así como a quienes lleváis en vuestro corazón y abrazáis con vuestra oración.

7. Mi saludo se dirige ahora a los demás peregrinos presentes. Saludo a los fieles de las parroquias San Flaviano, de Torano Nuovo, Santa Ana, de Chieti, y Sagrado Corazón, de San Marco Argentano. Deseo de corazón que vuestras queridas comunidades parroquiales estén cada vez más animadas por el celo apostólico, difundiendo, con la palabra y el ejemplo, el mensaje evangélico, fermento de renovación espiritual y social.

Saludo, asimismo, al grupo de ancianos de Santa María del Cedro y a los miembros de la Asociación de pacientes sometidos a trasplante de corazón, de Verona. Os aliento, queridos hermanos y hermanas, para que con la ayuda del Señor encontréis consuelo en la prueba y apoyo en los momentos de dificultad.

224 Por último, os invito a todos a mantener siempre fija la mirada en Cristo, "camino, verdad y vida" (Jn 14,6). Permaneced siempre unidos a él. De modo especial, durante este Año jubilar tratad de redescubrir día a día el amor que Dios siente por sus hijos; abríos con confianza a su gracia: así podréis mirar con segura esperanza al futuro. Os acompañe y proteja la Madre de Dios, que intercede por nosotros. Ella, dócil discípula del Espíritu Santo, os ayude a disponeros a seguir en todo al divino Maestro.

Os sostenga también mi bendición, que de corazón os imparto a vosotros y a vuestras familias.










Discursos 2000 218