Discursos 2000 230

230 En la escuela de san Francisco y santa Clara de Asís, cada Franciscana Inmaculatina está llamada a testimoniar a la humanidad del tercer milenio la fuerza transformadora del Evangelio anunciado con la palabra y el ejemplo, llevando a todos la buena nueva de la reconciliación y de la salvación.
Que la fraternidad universal, vivida de modo particularmente intenso por san Francisco y santa Clara, guíe vuestro compromiso apostólico y misionero, al que vuestra congregación, desde los orígenes humildes de la casa madre de Pietradefusi, ha dado importancia, difundiendo por doquier el buen olor de Cristo, único Salvador de la humanidad.

3. El segundo elemento fundamental de vuestra identidad religiosa es la espiritualidad mariana. Como recuerda vuestra legislación, el padre Ludovico Acernese se distinguía por su singular amor a la Virgen Inmaculada y, por esta razón, quiso consagrar a María santísima el instituto que había fundado, como "nuevo homenaje a su Inmaculada Concepción" (Constituciones, n. 4).

Vuestras Constituciones indican asimismo el modo más conforme para mostrar el rostro mariano de vuestro instituto: "Haremos resplandecer en la congregación y en cada una de nosotras ese "homenaje" con una vida de total consagración a la Virgen Inmaculada. Contemplándola e imitándola como modelo excelso de vida evangélica, queremos vivir y trabajar por la conversión y la santificación de las almas, animando con gozosa renuncia toda nuestra vida" (ib.).

Por tanto, la Virgen Inmaculada ha de ser vuestra guía, vuestro modelo inspirador, vuestra ayuda constante en el camino diario, vuestro refugio en las inevitables dificultades y vuestra alegría en los momentos de gozo y comunión.

4. Amadísimas hermanas, vuestra asamblea capitular se celebra en el centro del gran jubileo del año 2000, que es para todos un tiempo especial de gracia y renovación espiritual. Como subrayé en la bula de convocación, entraña también un aspecto misionero. En efecto, "la entrada en el nuevo milenio alienta a la comunidad cristiana a extender su mirada de fe hacia nuevos horizontes en el anuncio del reino de Dios", e impulsa a los discípulos de Cristo a abrazar con fervor "la tarea misionera de la Iglesia ante las exigencias actuales de la evangelización" (Incarnationis mysterium, 2).

Os deseo de corazón que la celebración del capítulo general dé a vuestro instituto un renovado impulso misionero, de modo que prosigáis en el estilo franciscano y la espiritualidad mariana que, desde el comienzo, os distinguen y constituyen la herencia más valiosa que os han legado el padre Ludovico Acernese y Teresa Manganiello. Seguid caminando tras sus huellas, dando abundantes frutos de bien.

Os encomiendo a vosotras, a vuestras hermanas que trabajan en Italia y en el mundo y a vuestros seres queridos a la protección celestial de María Inmaculada, "Mujer del silencio y de la escucha, dócil en las manos del Padre" (ib., 14), y de san Francisco de Asís, a la vez que os bendigo con afecto a vosotras y a cuantos encontráis en vuestro apostolado franciscano y mariano diario.










A DIVERSOS GRUPOS DE PEREGRINOS JUBILARES


Sábado 17 de junio de 2000




Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Me alegra daros a cada uno mi afectuosa bienvenida a este encuentro, que se celebra en la víspera de la solemnidad litúrgica de la Santísima Trinidad. Este año la fiesta adquiere una importancia especial, porque nos lleva al corazón mismo del gran jubileo, que tiene como objetivo "la glorificación de la Trinidad, de la que todo procede y a la que todo se dirige, en el mundo y en la historia" (Tertio millennio adveniente TMA 55). La contemplación del misterio de Dios uno y trino suscita así en los creyentes un renovado compromiso de conocer, amar y servir a Dios, que nos llama a cooperar con él en la construcción de un mundo más justo y fraterno.

231 Queridos hermanos y hermanas, os deseo que sintáis con fuerza, durante vuestra peregrinación jubilar, la experiencia del amor de Dios. En efecto, su amor nos ayuda a ser fieles a su ley y nos convierte en levadura de auténtica renovación en el mundo.

2. Os saludo a vosotros, que participáis en el encuentro de la Organización mundial de ex alumnos de las escuelas católicas. Durante vuestros estudios habéis tenido la posibilidad de adquirir no sólo una formación intelectual, sino también humana, moral y espiritual. Haced que se beneficien de ella vuestros hijos y los jóvenes de hoy, que necesitan aprender de las personas adultas los puntos de referencia para que su vida sea hermosa y llena de esperanza.

Os dirijo un cordial saludo a vosotros, estudiantes, que participáis en el concurso fotográfico del Consejo de Europa sobre el tema: Europa, patrimonio común. Vosotros hacéis la experiencia de relaciones entre los diferentes pueblos y culturas del continente; así, preparáis, a vuestra manera, una Europa fraterna, donde cada uno se solidarice con todos y se abra a las demás culturas, para formar un patrimonio común fundado en los valores esenciales del respeto a la vida y a las personas.

3. Dirijo, ahora, un saludo particular a los grupos de feligreses de las parroquias San Vito y San Modesto, de Burago de Molgora; San Pedro y San Pablo, de Luino; San Faustino y Santa Jovita, de Villalta de Gazzo; La Asunción de María, de Frascarolo; San Blas, de Vacri; y San José, de San Cesáreo.

Queridos hermanos, que los días maravillosos de vuestra peregrinación jubilar, durante los cuales os habéis encontrado con Cristo, la "puerta" que introduce en la vida nueva, y habéis orado ante las tumbas de los Apóstoles y los mártires, constituyan para cada uno de vosotros una gozosa ocasión para redescubrir el amor de Dios y una renovada experiencia de vuestra pertenencia a su gran familia, que es la Iglesia. Enriquecidos con esta experiencia, sed fervientes constructores de paz y de bien en vuestras comunidades, para que cada una de vuestras parroquias sea reflejo vivo de la Trinidad.

En efecto, considerando las relaciones entre las tres divinas Personas como paradigma de la convivencia entre los hombres, es posible construir la civilización del amor, en la que la igualdad se transforma en fraternidad, la unidad en comunión respetuosa entre las personas y la autoridad en generoso servicio al bien de los hermanos.

4. Mi cordial saludo va asimismo a los colaboradores de la Agencia general de seguros generales de Ferrara, al grupo del hospital "Sagrada Familia" de los Hermanos de San Juan de Dios, de Erba, al grupo de la Asociación de enfermos de talasemia del hospital Garibaldi, de Catania, a la banda musical de Vinovo y al grupo de fieles provenientes de Abbadia San Salvatore.

A cada uno de los miembros de estos grupos le deseo que lleve la riqueza de su fe a la experiencia de trabajo y a la vida de asociación, para vivirla como una llamada a crecer en la estima y en la acogida recíproca y a servir generosamente al bien común. De este modo, el tiempo vivido juntos y las necesidades de los hermanos podrán transformarse en ocasiones de testimoniar el amor de Dios, que vence el pecado y las divisiones y da la esperanza de volver siempre al camino del bien.

5. Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua alemana, en particular a los familiares del fallecido arzobispo Josef Stimpfle, que durante casi treinta años dirigió la diócesis de Augsburgo. Doy la bienvenida asimismo a las alumnas y a los alumnos de la escuela privada católica de Bremerhaven. Queridos jóvenes, me alegro de que hayáis venido desde el norte de Alemania, atravesando los Alpes, hasta el sur, para visitar en el Año santo las tumbas de los Príncipes de los Apóstoles. Vivís vuestra vida cristiana en una región donde conviven otras confesiones religiosas.
Así, la escuela que frecuentáis es una especie de "campo de entrenamiento" para un testimonio cristiano maduro. Os deseo que os forméis con fuerza y valor para vivir como cristianos convencidos. Para ello, imploro de corazón sobre vosotros la ayuda y la bendición de Dios.

6. Dirijo ahora un saludo a los miembros de la Academia de guerra del ministerio de Defensa de Ecuador, con ocasión de vuestro paso por Roma en el año del gran jubileo. Atravesar la Puerta santa es manifestar la voluntad de acercarse más a Dios y, en consecuencia, llevar la vida de acuerdo con las enseñanzas del Evangelio. Que este gesto, acompañado de obras de piedad y de caridad, os obtenga las gracias necesarias para llevar a cabo vuestras tareas familiares y profesionales, dando testimonio de vuestra adhesión a Cristo y de pertenecer a su Iglesia.

232 7. Amadísimos hermanos y hermanas, os encomiendo a cada uno de vosotros a la protección materna de María, a quien la Iglesia venera como morada eminente de la santísima Trinidad, y, renovándoos el deseo de una fructuosa peregrinación jubilar, os imparto de corazón a todos la bendición apostólica.








A LAS MISIONERAS DE LA INMACULADA DEL PADRE KOLBE


Lunes 19 de junio de 2000


Amadísimas Misioneras de la Inmaculada del Padre Kolbe:

1. Me alegra acogeros con ocasión de la asamblea ordinaria que estáis celebrando durante estos días en Bolonia. Os doy a todas una afectuosa bienvenida. De modo especial, saludo a la directora general y al consejo, así como al padre Luigi Faccenda, fundador y asistente espiritual del instituto. Vuestra visita quiere fortalecer vuestra comunión con el Sucesor de Pedro. Os agradezco este testimonio de fidelidad y amor a la Iglesia.

En efecto, con vuestra inserción, el 25 de marzo de 1992, entre los institutos seculares de derecho pontificio, os habéis convertido en una nueva rama del milenario y fructuoso árbol de la Iglesia. Al unirme a vuestra acción de gracias a Dios por el camino que habéis recorrido hasta ahora, os deseo que vuestra asamblea general constituya una ocasión favorable para profundizar cada vez más vuestra espiritualidad de consagración total a la Inmaculada, siguiendo el ejemplo de san Maximiliano Kolbe, el mártir de Auschwitz.

Confío en que los trabajos de vuestra asamblea, sostenidos y orientados por la gracia jubilar, os confirmen en vuestro compromiso de consagración a Dios, para que seáis fermento de sabiduría y testigos de esperanza en el mundo de hoy, que espera ser transfigurado "desde dentro con la fuerza de las bienaventuranzas" (Vita consecrata VC 10). De este modo, recordaréis la misión propia de todo discípulo de Cristo, descrita eficazmente por un conocido autor de los primeros siglos con estas palabras: "Aun siguiendo las costumbres del lugar, (los cristianos) proponen una forma de vida maravillosa... Viven en sus hogares, pero como forasteros y huéspedes de paso. Toda tierra extranjera es su patria, mientras que toda patria es para ellos tierra extranjera... Son para el mundo lo que el alma es para el cuerpo... El alma está encerrada en el cuerpo, pero lo sostiene: también los cristianos sostienen el mundo" (Carta a Diogneto, cc. 5-6; Funk, Patres Apostolici).

2. He sabido con alegría que vuestro joven instituto se va difundiendo en varios países y que las "casas de la Inmaculada" están presentes en Italia, Luxemburgo, Argentina, Bolivia, Brasil, California y Polonia, donde, para mantener viva la herencia del mártir Maximiliano Kolbe, estáis construyendo un "centro de espiritualidad" en Auschwitz, con el fin de brindar un mensaje de esperanza a cuantos van a aquel lugar, símbolo de las más atroces negaciones de la dignidad humana consumadas en el siglo XX.

Sé también que, a vuestro lado, trabajan los "voluntarios de la Inmaculada", hombres y mujeres de todos los estados de vida, que abrazan vuestra misma espiritualidad y comparten vuestro mismo apostolado.

Vuestro instituto se distingue por el carisma mariano, tomado de las enseñanzas y de los ejemplos de san Maximiliano Kolbe, cuyo amor a la Inmaculada es bien conocido. Había intuido que el misterio de la Inmaculada encierra la profunda síntesis entre la desgracia del pecado original, la historia dramática que deriva de ella para la humanidad pecadora y el designio divino de salvación, que culmina en el Verbo encarnado en el seno de la Virgen. El padre Kolbe, impulsado por esa certeza íntima, exhortaba a sembrar la verdad de la Inmaculada en el corazón de todo hombre y de toda mujer, para que la Virgen -como solía decir- eleve a todos hacia el trono de su Hijo, introduciendo a cada uno en un conocimiento y en un amor más íntimos del Evangelio. Afirmaba también que, cuando uno se consagra a la Inmaculada, llega a ser en sus manos instrumento de la divina misericordia, como lo fue ella en las manos de Dios. Y exhortaba a dejarse guiar por María, caminando "tranquilos y seguros bajo su guía".

3. Amadísimas Misioneras de la Inmaculada del Padre Kolbe, vuestra experiencia diaria os permite constatar cómo los hombres de nuestro tiempo esperan volver a escuchar el anuncio que brotó de los labios de María Magdalena en la mañana de Pascua: "¡El Señor ha resucitado!" (cf. Mc Mc 16,10). Necesitan apóstoles que, como sucedió en los albores de la fe, anuncien hoy a Cristo, único Salvador del hombre, y proclamen con vigor que su muerte y su resurrección da a todos la posibilidad de esperar y vivir con plenitud. ¡Sed también vosotras apóstoles y misioneras!

Sembrad con ardor franciscano la verdad del Evangelio en el corazón y en la vida de los hermanos que encontráis en vuestro servicio eclesial diario. Si permanecéis arraigadas firmemente en Cristo Jesús, vuestro esfuerzo de evangelización influirá en el corazón de quienes os escuchan. Vuestro apostolado debe brotar de una oración constante y de una vida fraterna, que sea búsqueda continua de Dios y de su acción en las complejas realidades terrenas.

233 Pido al Señor, por intercesión de la Inmaculada y de san Maximiliano Kolbe, que afiance vuestros propósitos de compromiso y que os asista con el ardor de su Espíritu, para que el capítulo general que estáis celebrando dé abundantes frutos a vuestro instituto y a la Iglesia.

Con estos deseos, os imparto de corazón a cada una de vosotras, a los miembros de vuestra familia espiritual y a cuantos son objeto de vuestro apostolado una especial bendición apostólica.








A LA REUNIÓN DE LAS OBRAS PARA LA AYUDA


A LAS IGLESIAS ORIENTALES (ROACO)


Lunes 19 de junio de 2000



Señor cardenal;
venerados hermanos en el episcopado y el sacerdocio;
queridos miembros y amigos de la ROACO:

1. Me alegra daros a cada uno mi bienvenida, expresándoos mi profunda gratitud por esta visita que habéis querido hacerme con ocasión de la segunda asamblea anual de la ROACO. Dirijo un saludo cordial al señor cardenal Achille Silvestrini, prefecto de la Congregación para las Iglesias orientales y presidente de la ROACO, y le agradezco las corteses palabras que me ha dirigido en nombre de todos. Saludo también con afecto al arzobispo monseñor Miroslav Stefan Marusyn, secretario de la Congregación, al monseñor subsecretario y a los colaboradores, así como a los responsables de los diversos organismos.

Durante los últimos años vuestro trabajo ha ido organizándose cada vez más para responder de modo más atento y tempestivo a las exigencias y urgencias de las Iglesias orientales católicas, también gracias a la contribución de las comunidades locales, a las que oportunamente habéis tratado de implicar. Las peticiones han sido estudiadas, sucesivamente, en sesiones especiales de reflexión y estudio, con el fin de establecer las prioridades pastorales y decidir el apoyo a las diversas iniciativas de evangelización.

2. Guardo aún un vivo y grato recuerdo de las recientes peregrinaciones jubilares al monte Sinaí, al monte Nebo y a Tierra Santa, a donde quise ir para volver "a las raíces de la fe y de la Iglesia", encontrándome con patriarcas, obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, así como con hijos e hijas de las Iglesias orientales católicas.

La visita a las localidades que hicieron famosas los acontecimientos de la vida de Moisés, la misa solemne en honor de san Juan Bautista en el estadio de Amman y las celebraciones eucarísticas en la sala del Cenáculo y en el Santo Sepulcro de Jerusalén fueron etapas inolvidables, durante las cuales "nuestra alma se conmovió no sólo por el recuerdo de lo que Dios hizo, sino también por su misma presencia, caminando con nosotros, una vez más, en la tierra del nacimiento, la muerte y la resurrección de Cristo" (Alocución a la hora del Ángelus, en Jerusalén, domingo 26 de marzo: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 31 de marzo de 2000, p. 1).

Cuanto el Señor me concedió experimentar en esos días me impulsa a recomendaros a vosotros, y a todos los fieles católicos, que os intereséis cada vez más por las comunidades cristianas de Tierra Santa y les ayudéis a afrontar sus necesidades, para que los nombres de Nazaret, Belén y Jerusalén sigan suscitando en el corazón de los cristianos, de hoy y del futuro, sentimientos de gratitud por el misterio inefable que se realizó allí, y por el anuncio de la salvación que, gracias a las primeras comunidades de creyentes, desde aquella tierra ha llegado al mundo entero.

234 3. Con ocasión del gran jubileo, que el Señor nos concede celebrar, han acudido y acudirán a Roma significativas representaciones de las Iglesias orientales católicas para orar, junto con los demás hermanos católicos, ante la tumba de los Apóstoles y consolidar sus vínculos de intensa comunión y fraternidad con la Sede apostólica. De esta manera, también en Roma se hace visible la universalidad de la Iglesia en la variedad de los ritos y de las tradiciones.

Estas manifestaciones concretas de la catolicidad de la Iglesia de Cristo en su riqueza y variedad constituyen una fuerte llamada a vivir la dimensión ecuménica, compromiso destacado del gran jubileo. Como recordé en la carta apostólica Tertio millennio adveniente, precisamente desde el punto de vista ecuménico, este año es "muy importante para dirigir juntos la mirada a Cristo, único Señor, con la intención de llegar a ser en él una sola cosa, según su oración al Padre. La acentuación de la centralidad de Cristo, de la palabra de Dios y de la fe no debería dejar de suscitar en los cristianos de otras confesiones interés y acogida favorable" (n. 41).

4. En esta particular circunstancia, os renuevo a todos mi invitación a esforzaros por ayudar a las poblaciones divididas por conflictos fratricidas o a las de Oriente Medio, que aún buscan sendas estables de justicia y libertad.

El jubileo nos invita a signos concretos de caridad fraterna que abran "nuestros ojos a las necesidades de quienes viven en la pobreza y la marginación. (...) Se han de eliminar los atropellos que llevan al predominio de unos sobre otros: son un pecado y una injusticia" (Incarnationis mysterium, 12). Por eso, el compromiso en favor de la justicia y la búsqueda de recursos para crear una cultura de la solidaridad y de la cooperación deben constituir objetivos relevantes para todos vosotros, pero, principalmente, para las comunidades eclesiales, de cuya solidaridad fraterna sois instrumentos y expresión visible.

De esta forma, bajo la guía prudente de la Congregación para las Iglesias orientales, los organismos aquí representados se confirman como testigos eficaces de la solicitud operante de las Iglesias de las que provienen, y como signo profético del compromiso de toda la Iglesia. En efecto, trabajando por la justicia se construye la paz. Y practicando el mandamiento del amor de Cristo se anticipan los cielos nuevos y la tierra nueva, "en los que habitará la justicia" (
2P 3,13).

5. Amadísimos hermanos y hermanas, os expreso la gratitud de las Iglesias orientales por la labor concreta de solicitud cristiana que realizáis desde hace tantos años en su favor. Frente a las necesidades cada vez más urgentes, os exhorto a dilatar los confines de vuestro corazón para intensificar el flujo de caridad operante, que gran número de personas espera con confianza.
En este año de gracia os deseo a cada uno que acojáis con corazón abierto los abundantes dones espirituales que el Señor concede para una vida cada vez más generosamente comprometida a su servicio. Que interceda por vosotros la Virgen María, Madre de Dios, a quien encomiendo vuestra valiosa obra en favor de las Iglesias de Oriente.

Con estos sentimientos, os imparto de corazón a vosotros y a vuestros seres queridos la bendición apostólica.








A NUMEROSOS GRUPOS DE PEREGRINOS ITALIANOS


Sábado 24 de junio

. Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Habéis acudido en gran número a esta amada ciudad de Roma para realizar vuestra peregrinación jubilar. A todos os dirijo mi saludo cordial. Saludo, en particular, a los fieles de la diócesis de Ascoli Piceno, que con esta peregrinación jubilar quieren reafirmar sus estrechos vínculos de comunión con el Sucesor de Pedro. Queridos hermanos, ¡sed bienvenidos!

235 Saludo cordialmente, ante todo, a monseñor Silvano Montevecchi, vuestro obispo, y le agradezco las amables palabras que me ha dirigido en nombre de todos. Por medio de él, deseo transmitir la seguridad de mi recuerdo en la oración a toda la diócesis: a los queridos sacerdotes, a los consagrados, a las consagradas y a los fieles laicos, con un saludo particular a cuantos participan activamente en la vida de vuestra Iglesia, a los jóvenes, a los enfermos, y a todos los que buscan la verdad con corazón sincero. Está presente hoy con vosotros también el padre Raniero Cantalamessa, vuestro paisano y predicador de la Casa pontificia, a quien saludo con afecto. Por último, dirijo mi saludo deferente a las diversas autoridades civiles que han querido unirse a este significativo encuentro.

Esta visita a los lugares jubilares se lleva a cabo, por designio providencial, en el marco del Congreso eucarístico internacional, que mañana concluirá solemnemente. Que esta coincidencia sirva para confirmaros a todos en la fe y en la devoción al sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo, que la Iglesia custodia como tesoro precioso, que se le ha dado para sostenerla a lo largo del camino hacia la Pascua eterna.

2. Conozco el itinerario pastoral a lo largo del cual, desde el mes de octubre, todas las parroquias de vuestra diócesis han participado en una reflexión profunda sobre la Eucaristía y la santa misa. Durante este período, bajo la guía de los padres sacramentinos, se han realizado las Semanas eucarísticas, centradas en el tema: "Cristo, vida del alma, Señor de la historia".

He sabido con alegría que se han cosechado notables frutos en el ámbito catequístico y pastoral, en los numerosos "Centros de escucha" de la palabra de Dios promovidos en las familias. Es conveniente que esta experiencia, respondiendo al deseo de muchos, prosiga en beneficio de quienes quieren llegar a un conocimiento cada vez más completo de su fe. En esa iniciativa han colaborado varias asociaciones eclesiales, implicando en el camino de profundización a muchas personas. También este aspecto merece desarrollarse.

El compromiso catequístico culmina en la celebración litúrgica. En efecto, el acontecimiento pascual que se anuncia, tiene su plena realización en el misterio vivido a través de los dones sacramentales. Las semanas eucarísticas organizadas en las parroquias y en las vicarías de vuestra diócesis os han ayudado a prepararos intensamente para vivir, en las situaciones concretas de la vida diaria, la dimensión eucarística de la vida eclesial. Ahora, sembrada la semilla, será preciso cultivar el terreno, para que se conozca y se viva cada vez mejor la liturgia de la cruz, la liturgia de la luz y la liturgia de la caridad.

El redescubrimiento de la piadosa práctica de la adoración eucarística, con guías preparadas por las monjas benedictinas del monasterio de Offida, os han introducido en la dimensión orante de la vida eclesial. En efecto, con el diálogo constante y profundo con Cristo, presente de manera muy especial en la Eucaristía, se refuerza el compromiso del testimonio y de la misión, confiado a todo bautizado, según su estado de vida.

3. Así, la comunidad eclesial se convierte en "tienda de la escucha", para abrirse luego a la comunión con todos: jóvenes, adultos, obreros, ancianos, detenidos, enfermos, pobres, esposos, novios y consagrados.

Al momento de la evangelización y de la celebración debe corresponder un compromiso coherente en el ámbito de la caridad, mediante gestos concretos de solidaridad. Sé que vuestra diócesis ya ha programado la construcción de un centro de pastoral juvenil en Sierra Leona, y una casa de acogida para muchachos minusválidos en Zambia. También en vuestro territorio se han inaugurado nuevas instituciones para brindar ayuda a personas con dificultades materiales o espirituales. Seguid sirviendo sin temor a los pobres que llaman a la puerta de vuestro corazón. En ellos os visita Cristo, para daros su gracia. Una fe fortalecida, una esperanza más firme y una caridad infatigable serán los frutos más valiosos de la celebración del Año santo.

4. Deseo dirigir ahora un saludo afectuoso a los socios de la "Obra pía de los Picenos", antigua y benemérita cofradía romana, que desde hace cuatro siglos trabaja por la conservación y la promoción de los valores humanos y cristianos entre la numerosa y activa comunidad de Las Marcas de esta ciudad. Mi saludo cordial se extiende también a los peregrinos de las parroquias Espíritu Santo, de Palo del Colle, y La Asunción, en Civita, de la eparquía de Lungro; y a los participantes en la carrera de relevos organizada por la asociación recreativa de los ferroviarios de Údine, a los empleados de la Caja de ahorros de Ferrara, a los miembros de la Asociación italiana de empleados de bar y ayudantes, y a los trabajadores de la editorial "Fray Adivino", de Perugia. Por último, saludo a los miembros de la Academia pontificia de Santo Tomás, que están reunidos durante estos días en su primera asamblea.

Queridos hermanos, que el jubileo sea para todos motivo de renovada adhesión a Cristo y a su Evangelio, para dar un testimonio cristiano cada vez más eficaz en la sociedad. Que os sostenga en este camino la intercesión de la Madre de Dios y la del Precursor de Cristo, a quien la liturgia recuerda hoy con especial honor.

Acompaño estos deseos con la bendición apostólica, que os imparto de buen grado a vosotros, a vuestras familias y a vuestros seres queridos, con particular afecto a los enfermos y a los ancianos, así como a cuantos, aun deseándolo, no han podido estar aquí con nosotros, en este encuentro. ¡Alabado sea Jesucristo!









MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


EN EL 80° ANIVERSARIO DEL INSTITUTO TONIOLO




236 Al honorable Emilio Colombo
presidente del instituto Giuseppe Toniolo

Con ocasión del 80° aniversario de la fundación del instituto Toniolo, deseo enviarle a usted y a todos los miembros mi saludo y mi felicitación. Con íntima participación me uno a vuestra acción común de gracias al Señor por la fecunda obra realizada en favor de la presencia de los católicos italianos en el mundo de la cultura y de la investigación científica. En efecto, a la acción profética y tenaz de esta benemérita institución, querida por el padre Agostino Gemelli y por monseñor Francesco Ogiati, y aprobada por el Papa Benedicto XV, se deben la erección canónica de la Universidad católica del Sagrado Corazón y su reconocimiento jurídico estatal.

Mis venerados predecesores manifestaron siempre profunda estima por el instituto Toniolo, cuya tarea consiste en garantizar que la universidad de los católicos italianos permanezca siempre fiel a la doble finalidad que señalan sus estatutos: la investigación científica iluminada por la fe y la preparación de profesionales cristianos cualificados, que trabajen en plena sintonía con el Magisterio de la Iglesia y respetando la legítima pluralidad de opiniones en el ámbito científico. Los Sumos Pontífices han mostrado un aprecio constante por la dedicación con la que el instituto ha tratado de favorecer siempre en la comunidad académica el espíritu de colaboración y servicio, necesario para una fructuosa actividad científica y para responder mejor a las expectativas de los pastores y los católicos italianos.

Al expresar mi profundo aprecio por el compromiso coherente con el que el instituto Toniolo, incluso en momentos de particular dificultad, ha sabido mantener inalterados los principios inspiradores de la Universidad católica del Sagrado Corazón, sirviendo eficazmente a la causa de la cultura y del Evangelio en el mundo académico italiano, espero que, con fidelidad a su gran tradición, responda a los desafíos del nuevo milenio, conjugando adhesión plena al Magisterio de la Iglesia, rigor científico e iniciativa clarividente.

Con estos sentimientos, a la vez que pido al Corazón de Cristo copiosos dones jubilares de gracia y santidad para usted, señor presidente, y para los miembros del "Toniolo", os encomiendo a todos a la protección materna de María, Sede de la sabiduría, enviándoos a cada uno una especial bendición apostólica.

Vaticano, 24 de junio de 2000








A LA DELEGACIÓN ENVIADA


POR EL PATRIARCA DE CONSTANTINOPLA


Jueves 29 de junio de 2000



"Gracia a vosotros y paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo" (Ep 1,2).

Venerables hermanos:

1. Con gran alegría doy las gracias a Su Santidad el patriarca ecuménico Bartolomé I y al santo Sínodo por haberos enviado a Roma con ocasión de la fiesta de los apóstoles san Pedro y san Pablo. Vuestra presencia acrecienta la alegría de la Iglesia de Roma mientras celebra a sus santos patronos. El intercambio de visitas entre Roma y Constantinopla para nuestros respectivos días de fiesta se ha convertido en una tradición, y nos ayuda a mantener contactos ecuménicos con espíritu de oración y consulta fraterna.

237 Con motivo de la fiesta de san Andrés de 1979, tuve la posibilidad de visitar el patriarcado ecuménico y confirmar el deseo de la Iglesia católica de continuar por el camino que, con la fuerza del Espíritu Santo, llevará a la unidad entre todos los que invocan al Dios trino y confiesan a Jesús como Señor y Salvador. Con ocasión de la fiesta de san Pedro y san Pablo de 1995, tuve el privilegio de recibir en Roma a Su Santidad Bartolomé I, y, como los hermanos Pedro y Andrés, nos animamos mutuamente en el seguimiento de Cristo, "el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6).

2. Nuestro encuentro de hoy tiene lugar durante la celebración del Año jubilar. Aprovecho esta ocasión para expresar mi profunda gratitud al patriarcado ecuménico por haber enviado delegaciones a los dos principales acontecimientos ecuménicos del calendario romano del año 2000, a saber, la solemne apertura de la Puerta santa de la basílica de San Pablo extramuros y la conmemoración ecuménica de los testigos de la fe del siglo XX. Por su parte, la Iglesia de Roma responde de buen grado a la invitación de Su Santidad el patriarca a celebrar una vigilia de oración como preparación para la fiesta de la Transfiguración del Señor.

El corazón del Año jubilar es la llamada universal a la reconciliación y a la paz. Juntos los cristianos católicos y ortodoxos debemos crear un futuro de cooperación y amor fraterno más intensos, que nos lleve a la comunión plena, que el Señor quiere para nosotros. Las palabras proféticas del Papa Pablo VI y del patriarca Atenágoras I en su declaración conjunta de 1967 deberían impulsarnos constantemente: "El espíritu que debe inspirar estos esfuerzos es el espíritu de lealtad a la verdad y de entendimiento recíproco, con el deseo eficaz de evitar las ofensas del pasado y cualquier forma de dominio espiritual e intelectual" (Tomos agapis, n. 195).

3. En la búsqueda de relaciones más fraternas entre las Iglesias, se siente en todo momento la importancia de una purificación de la memoria. Los hechos trágicos de la historia han dejado un triste legado en las mentes y en la psicología de católicos y ortodoxos. Encomiendo a la misericordia de Dios todas las acciones que van contra su voluntad, de las que han sido responsables los hijos e hijas de la Iglesia católica. Ojalá que escribamos juntos, en el tercer milenio cristiano, una nueva historia, con espíritu de amor fraterno, respeto y cooperación.

4. Dentro de pocos días la Comisión mixta para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas celebrará su sesión plenaria. Acompañaré los trabajos de la comisión con mis oraciones. Deseo ardientemente que el diálogo reanude su curso normal con nueva energía y mayor empeño.

Queridos hermanos, os agradezco una vez más vuestra visita y os pido que transmitáis a Su Santidad el patriarca y al santo Sínodo mis sentimientos de profunda estima y respeto. Que el Señor nos conceda crecer siempre en el amor mutuo. Que él guíe nuestros pasos por el camino de la comunión plena.










Discursos 2000 230