Discursos 2000 45


A LOS PARTICIPANTES EN LA PEREGRINACIÓN


NACIONAL DE LITUANIA


sábado 4 de marzo




Amadísimos hermanos y hermanas de Lituania:

1. Sed bienvenidos a la "casa de Pedro", meta de vuestra peregrinación jubilar. Casi cada semana, en las audiencias generales, tengo la ocasión de saludar a grupos de fieles procedentes de Lituania. Hoy estáis aquí en gran número para representar a toda vuestra nación. Saludo al arzobispo de Kaunas, monseñor Sigitas Tamkevicius, presidente de la Conferencia episcopal, y le agradezco las cordiales palabras que me ha dirigido en nombre de todos. Saludo, asimismo, al arzobispo de Vilna y a los demás obispos presentes, y formulo mis mejores votos para el señor cardenal Vincentas Sladkevicius, que no ha podido venir a causa de su delicado estado de salud. Doy también mi bienvenida a los sacerdotes, a los religiosos y a las religiosas, así como a todos vosotros.

46 Mi pensamiento va espontáneamente a la visita pastoral que realicé a vuestro amado país en septiembre de 1993, y al sexto centenario de su "bautismo", en 1987, celebrado solemnemente en la basílica vaticana, en presencia de numerosos obispos de toda Europa. Lituania fue el último de los países bálticos que se convirtió al cristianismo y el único que permaneció fiel a la Iglesia católica en el período de la Reforma luterana.

Damos gracias a Dios por la fidelidad del pueblo lituano a la Iglesia y al Sucesor de Pedro, y por el testimonio de fe que han dado innumerables obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, en muchos casos hasta al martirio, particularmente durante las cinco trágicas décadas de ocupación y persecución comunista.

2. Hoy, una vez recuperada la libertad civil y religiosa, Lituania ha vuelto a ocupar su lugar en el seno de la familia europea. La libertad implica responsabilidad: vuestra nación, queridos lituanos, con su patrimonio cultural, avalado por los sufrimientos soportados con heroicidad para mantener la fidelidad a su vocación cristiana, está llamada a contribuir a la renovación espiritual de Europa y a la reconciliación entre los pueblos. San Casimiro, vuestro patrono, cuya fiesta se celebra precisamente hoy, fue un gran artífice de unidad en nombre de Cristo y del Evangelio. Ojalá que su ejemplo os ilumine y guíe. Que el testimonio del pasado sea motivo de aliento para un nuevo compromiso de evangelización.

En el alba del tercer milenio, los cristianos sienten resonar con nueva fuerza en su corazón las palabras del apóstol Pablo: "Caritas Christi urget nos: el amor de Cristo nos apremia" (2 Co 5, 14). En efecto, el hombre contemporáneo necesita hoy más que nunca el Evangelio para caminar por los senderos de la verdad, la libertad, la justicia y la paz. Lo necesita, sobre todo, para conocer a Dios y para conocerse a sí mismo, así como para cultivar el sentido de la propia dignidad y el respeto al valor de la vida, redimida gracias al sacrificio de Cristo.

3. Espero de corazón que esta peregrinación jubilar a Roma haga que vuestras comunidades se abran más a la dimensión universal de la Iglesia. Que la visita a las tumbas de los Apóstoles y de los mártires, el encuentro con el Sucesor de Pedro y la oración elevada a Dios junto con numerosos fieles de todos los continentes os impulsen, queridos hermanos, a amar y servir a la Iglesia. Esforzaos por profundizar el conocimiento del concilio Vaticano II, para aplicar sus enseñanzas a la vida eclesial y social, comenzando por vuestras familias y vuestras parroquias. Que la unión fraterna, la misericordia y el perdón, el amor a los sencillos y a los pobres y el servicio generoso y desinteresado sean vuestros signos distintivos y la prueba elocuente de que estáis en Cristo.

Jesucristo, que es el mismo ayer, hoy y siempre, os acompañe y guíe vuestros pasos. Cristo está con vosotros. Que esta certeza consoladora no os abandone jamás. Sed heraldos intrépidos y testigos alegres de su presencia viva en el mundo.
El Papa ruega por vosotros y con gran afecto os bendice a todos.










A LOS PEREGRINOS DE LA DIÓCESIS DE CREMONA (ITALIA)


4 de marzo de 2000



1. Saludo con alegría a los componentes de la peregrinación proveniente de Cremona. Amadísimos hermanos y hermanas, habéis venido a Roma para celebrar el jubileo.

Me alegra particularmente acogeros y expresaros mi agrado por esta visita, que constituye un momento significativo en el itinerario jubilar que estáis realizando, como nuevos "romeros", a los lugares del martirio de los apóstoles san Pedro y san Pablo.

Dirijo un saludo fraterno a vuestro pastor, monseñor Giulio Nicolini. Saludo también a los sacerdotes, a los diáconos, a los consagrados, a los religiosos y religiosas, a los miembros de los institutos seculares, a los seminaristas y a todos los fieles laicos y, en especial, a cuantos están comprometidos en los organismos pastorales y en las tareas de la nueva evangelización. Por último, saludo con deferencia y cordialidad al alcalde de Cremona y a todas las autoridades que han querido participar en este encuentro.

47 2. Vuestra presencia me recuerda la visita de noviembre de hace cuatro años, cuando vuestro obispo me entregó el "Libro del Sínodo", como signo de obediencia y fidelidad al Sucesor de Pedro. Fue el acto conclusivo, el coronamiento del recorrido sinodal y el preludio, por decir así, del "Año de san Homobono", que celebrasteis en el octavo centenario de la muerte y de la canonización de vuestro santo patrono, cuya memoria la diócesis y la ciudad de Cremona han conservado con fidelidad y devoción.

La extraordinaria figura de san Homobono, comerciante de telas, esposo y padre de familia, que se convirtió al misterio de la cruz y fue "padre de los pobres" y artífice de reconciliación y paz, cobra un valor ejemplar como llamada a la conversión. Su ejemplo muestra que la santificación no es vocación reservada a algunos, sino que se propone a todos.

Junto a vuestro ilustre patrono se encuentran tres presbíteros de vuestra tierra que llegaron al honor de los altares en el último medio siglo: Vincenzo Grossi, beatificado por el Papa Pablo VI durante el Año santo 1975; el camilo Enrico Rebuschini y Francesco Spinelli, por mí beatificados. Ojalá que tengáis siempre presentes estas figuras ejemplares y que constituyan para cada uno un estímulo y un aliciente para seguir con fidelidad el Evangelio.

3. Amadísimos hermanos y hermanas, habéis venido a Roma para cruzar la Puerta santa. Es una bellísima experiencia que aquí, en el corazón del mundo católico, junto al sepulcro del apóstol san Pedro y en la tierra bañada por la sangre de los primeros mártires romanos, se debe vivir a fondo. Las palabras de Jesús: "Yo estoy con vosotros todos los días", sostienen al cristiano, que se convierte en peregrino penitente, para ser fortalecido en la fe, en la esperanza y en la caridad. Esto es lo que os deseo a cada uno de vosotros, a vuestros seres queridos y a la entera comunidad diocesana. Os deseo, en particular, que la "Casa de la esperanza", que se está construyendo sobre cimientos nuevos para acoger a los enfermos terminales de sida, corresponda a la idea que la ha inspirado: que sea un gran testimonio de caridad para las generaciones futuras.

Amadísimos peregrinos de Cremona, sé que vuestras cuatro iglesias jubilares, comenzando por la magnífica catedral, están todas dedicadas a María. Me alegro de corazón por ello. A la Virgen, "mujer del silencio y de la escucha" (Incarnationis mysterium, 14), encomiendo las necesidades de la Iglesia cremonesa al inicio de un nuevo siglo y de un nuevo milenio.

Con mi afectuosa bendición.







VISITA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


AL SEMINARIO ROMANO MAYOR


Sábado 4 de marzo

Amadísimos seminaristas:

1. Vuelvo siempre con alegría al seminario romano, situado a la sombra de la catedral de Roma. Vengo con una emoción más profunda durante este Año jubilar, que nos introduce en el tercer milenio. Os saludo a todos: al rector, a los formadores, a los seminaristas, jóvenes y amigos. Gracias por vuestra cordial acogida.

Dirijo un saludo particular al cardenal vicario y al consejo episcopal, a los párrocos y a los colaboradores diocesanos y parroquiales, comprometidos en el seminario con un generoso esfuerzo de dar nuevo impulso a la pastoral vocacional.

2. Hemos contemplado juntos los comienzos de la historia de la salvación en los misterios gozosos del rosario. María, como nos recuerda san Bernardo, "cree, confía y acepta" (Homilía IV, 8). Siguiendo su ejemplo, y por su intercesión, también nosotros aprendemos a creer, a confiar y a recibir los copiosos dones de gracia que el Señor quiere dispensarnos. Es María quien revela a nuestras comunidades y a la Iglesia entera la pedagogía de Dios en la historia de las personas y de los pueblos. Nos hace disponibles a la fe, a la confianza y a la acogida humilde.

48 Queridos seminaristas, amad a María, nuestra Madre celestial, durante los años de vuestra formación y de vuestro ministerio generoso y santo, para honrarla un día en el cielo. Hoy participan en la fiesta de la Virgen de la Confianza todos los amigos del seminario y, sobre todo, los jóvenes que caminan con vosotros y os miran, con el deseo de conocer también ellos el secreto de vuestra vida. Quiera Dios que vuestro ejemplo ayude a numerosos muchachos a superar los mil temores de la vida y a abrirse a la confianza y al compromiso. Hoy, en cierto modo, es fiesta para toda la comunidad diocesana y, en particular, para las parroquias y realidades pastorales donde trabajáis y en medio de las cuales se verifica y refuerza vuestro "sí" al Señor.

3. En el santo rosario hemos visto cómo María se ponía a la escucha de Dios y se abría al diálogo con él. En su actitud interior contemplamos nuestro modelo de oración. Nos enseña que para rezar es preciso entrar en nuestra propia habitación y, cerrando la puerta, hablar con el Padre en lo secreto. María sabe bien que sólo los ojos del Padre ven en lo secreto y que su mirada atraviesa la puerta del corazón de todo hombre (cf. Mt
Mt 6,5-6). Sabe bien que sólo el encuentro íntimo con el Padre celestial da el fuego de caridad que impulsa a salir de la habitación y seguir la llamada de Cristo. María es modelo de sabiduría y fe. En la espera, no aparta su mirada del Esposo que viene; más aún, provee sabiamente de aceite la lámpara de la fe en la noche del temor, para cruzar la puerta de la alegría nupcial (cf. Mt Mt 25,1-13).

Amadísimos jóvenes seminaristas, aprended de la Virgen de la Confianza cómo llegar a ser confiados y vigilantes, servidores del Evangelio a la espera de la venida del Señor en la gloria. Que María os enseñe a madurar en la vocación y a plasmar en vosotros el corazón de su Hijo. Su ejemplo os impulse a transformar vuestra vida en generosidad hacia el pobre (cf. 1Jn 3,17) y en disponibilidad también para con el huésped de las horas inoportunas (cf. Lc Lc 11,5-8). Acompañados por ella, también vosotros experimentaréis la confianza gozosa de los Apóstoles, quienes, obedeciendo a Dios antes que a los hombres, descubrieron cómo la palabra de Dios supera las puertas cerradas de cualquier cárcel (cf. Hch Ac 5,17-25) y cualquier obstáculo.

4. Salve radix, salve porta, ex qua mundo lux est orta!
Queridos seminaristas, durante todo el Año santo sigamos encomendando a María los compromisos que nos esperan. Que la Virgen de la Confianza guíe el seminario y acompañe a la comunidad diocesana para que experimente a Cristo vivo, que vence el temor y da la paz (cf. Jn Jn 20,19). Que le ayude a imitar al buen samaritano, que derrama aceite y vino sobre las heridas de cuantos viven en Roma o que llegan a ella de todas las partes del mundo (cf. Lc Lc 10,29-36). Que María enseñe el gozo del espíritu a todo joven que cruce el umbral del seminario.

Quiera Dios que el olivo del pórtico, que acabo de bendecir, represente para el seminario el signo del servicio a las vocaciones. Cristo Jesús es el centro de toda vocación. Él es el maestro a cuya sombra os detendréis en actitud de escucha; él es el Siervo sufriente, que os llevará consigo a Getsemaní, cuando los hombres os abandonen. Jesús es la raíz y el árbol en el que hemos sido injertados como brotes de olivo, fecundado por la cruz. Del Señor recibimos la vocación como aceite perfumado de vida nueva. El Padre, que ungió a su Hijo Jesús con óleo de alegría (cf. Hb He 1,5-14), haga resplandecer sobre la cabeza de cada uno de vosotros el mismo óleo de santidad.

¡Feliz Año santo! Que el Señor multiplique a los llamados, como brotes de olivo en torno a su mesa. Os bendigo a todos con gran afecto.

Quiero dar las gracias a todos por la hospitalidad. También esta vez, también en este Año jubilar, estando aquí en el seminario romano, he pensado en el seminario de Cracovia, que dejé hace muchos años.

He pensado lo siguiente: en Cracovia tenía la posibilidad de hablar con cada uno de los seminaristas; en Roma sólo puedo darles la mano. Pero, gracias a Dios, está el cardenal vicario para la diócesis de Roma. Le dejo a él el placer de conversar con vosotros. El cardenal me dice que conversa frecuentemente con vosotros. Es algo muy hermoso.

El Año santo ha comenzado muy bien. Se han superado las previsiones. Lo hemos comprobado en los primeros días, en las primeras semanas, en los primeros dos meses.

También a vosotros, alumnos del Seminario romano mayor, os deseo que aprovechéis este año de gracia y crucéis con fe la Puerta santa de la basílica de San Pedro, que nos lleva simbólicamente a la salvación.

49 Así pues, ¡feliz Año jubilar! ¡Feliz Año santo! ¡Feliz año 2000! ¡Feliz año académico! ¡Feliz año seminarístico!









AUDIENCIA DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II


A LOS PEREGRINOS QUE PARTICIPARON


EN LA BEATIFICACIÓN DE 44 TESTIGOS DE LA FE



Lunes 6 de marzo de 2000




Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Os acojo con alegría esta mañana, al día siguiente de la solemne beatificación de un numeroso grupo de testigos de la fe. Procedéis de diversos países, especialmente de Brasil, Bielorrusia, Filipinas, Tailandia y Vietnam. Os dirijo a todos mi más cordial saludo.

Todos los nuevos beatos -sacerdotes, religiosas, laicos y laicas- son mártires. Me complace subrayar la particular elocuencia de este hecho: la primera beatificación del Año santo 2000 se sitúa bajo el signo del martirio, es decir, del don total de sí por Cristo y por el Evangelio. Estos mártires hicieron de su vida una respuesta generosa al don de Dios, y son para todos nosotros modelos convincentes de testimonio cristiano.

2. Saludo muy cordialmente al señor cardenal Paul Joseph Pham Ðìng Tung, arzobispo de Hanoi, a los obispos y a los peregrinos vietnamitas, así como a sus amigos, que han venido para la beatificación de Andrés de Phú Yên. El padre Alejandro de Rhodes había descubierto en este joven una gran inteligencia y una intensa vida espiritual. Para ayudar a los sacerdotes a anunciar el Evangelio, lo acogió entre sus colabores más cercanos, y después en la asociación de catequistas "La casa de Dios".

Desde entonces, conquistado por Cristo, Andrés se comprometió públicamente a consagrar su vida al servicio de la Iglesia, aceptando generosamente compartir hasta el fin el sacrificio del Señor crucificado, seguro de seguirlo en su resurrección.

Desde hace más de trescientos cincuenta años, los católicos de Vietnam no han olvidado nunca a este testigo del Evangelio, protomártir de su país. Han encontrado en él un modelo de fe serena y amor generoso a Cristo y a su Iglesia. Ojalá que descubran aún hoy en su ejemplo la fuerza de permanecer fieles a su vocación cristiana, con lealtad a la Iglesia y a su país. Que el beato Andrés, cuyo celo ardiente permitió que el Evangelio se proclamara, se arraigara y se desarrollara, dé a todos los catequistas la audacia de ser verdaderos testigos de la fe, mediante una vida totalmente entregada a Cristo y a sus hermanos.

3. Extiendo mi afectuoso saludo al cardenal Michael Michai Kitbunchu y a los obispos de Tailandia, así como a los sacerdotes, los religiosos y fieles que han venido a Roma para la beatificación del padre Nicolás Bunkerd Kitbamrung. La Iglesia en Tailandia se alegra de que uno de sus hijos haya sido elevado a los altares. El beato Nicolás vivió completamente entregado a su ministerio sacerdotal, que manifestó en su amor a los demás, en su compromiso en la enseñanza de la fe y en su valiente testimonio en tiempos difíciles.

Pido a Dios que, por intercesión del padre Nicolás, la comunidad católica de vuestro país sea bendecida siempre con sacerdotes animados por ese mismo espíritu.

Doy cordialmente la bienvenida al cardenal Ricardo Vidal y a los obispos de Filipinas, así como a los numerosos peregrinos que los han acompañado. Durante mucho tiempo el pueblo de Filipinas, en especial el de Visayas, su región natal, ha esperado con ilusión la beatificación de Pedro Calungsod. El beato Pedro escuchó en temprana edad la llamada de Cristo y jamás vaciló en su deseo de hacer la voluntad de Dios, incluso a costa de su vida. Roguemos para que muchos jóvenes sigan el ejemplo del beato Pedro y se entreguen al Señor en las diferentes formas de apostolado laico, o en el sacerdocio y en la vida religiosa.

Invoco el gozo y la paz del Salvador resucitado sobre vosotros y sobre vuestras familias.

50 4. Saludo ahora con viva satisfacción al señor cardenal Eugênio de Araújo Sales y a los numerosos obispos presentes con los peregrinos brasileños que han venido a Roma para participar en la solemne beatificación de los mártires de Natal: el jesuita Andrés de Soveral, el presbítero Ambrosio Francisco Ferro y sus comunidades de 28 laicos que, en los orígenes de la historia de Brasil, dieron la vida por mantenerse fieles a su fe.

Estos mártires, beatificados ayer, provenían de las comunidades de Cunhaú y Uruaçu en Río Grande del Norte. Allí germinó la semilla del martirio para transformarse en la gran cosecha de frutos sazonados por la continua acción evangelizadora y santificadora de la Iglesia en Brasil a lo largo de estos cinco siglos de historia. Su sangre regó el suelo patrio, volviéndolo fértil para la generación de nuevos cristianos. Son las primicias del trabajo misionero, y fueron llamados protomártires del Brasil del Evangelio en aquellas regiones, que recibieron el nombre de Tierra de la Santa Cruz.

Pidamos a Dios que el ejemplo de fidelidad de estos primeros cristianos, especialmente de aquellas familias de mártires, muchas de las cuales con niños pequeños, y de la gran multitud de personas cuyo nombre no se conoce, nos impulse a renovar nuestro compromiso en favor de una evangelización fecunda y audaz en todos los ámbitos de la sociedad. Y que nuestra Señora Aparecida, Madre de Dios y Madre nuestra, camine a nuestro lado por todos los caminos de la vida.

5. Saludo cordialmente a los peregrinos de Polonia y Bielorrusia.
Saludo a los señores cardenales -uno de ellos es americano, de origen polaco-bielorruso-, a los obispos y a los sacerdotes.

Dirijo un saludo particular a las religiosas de la congregación de la Sagrada Familia de Nazaret, nazaretanas, que han venido a Roma para dar gracias a Dios por el don de la beatificación de las once hermanas mártires de Nowogródek.

Cuando conmemoramos a estas heroicas nazaretanas, nos vienen a la mente las palabras de Jesús: "Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos" (
Jn 15,13). Ellas confirmaron perfectamente la verdad de estas palabras con su vida, entregada de modo pleno, y con su muerte. Antes de la guerra y durante la ocupación servían con celo a los habitantes de Nowogródek, participando activamente en la pastoral, en la educación, y realizando diversas obras de caridad. Su amor a las personas entre las que desempeñaban su misión cobró un significado particular ante la atrocidad del invasor nazi. Todas a la vez, por unanimidad, ofrecieron a Dios su vida, pidiendo a cambio que se salvara la vida de los padres y las madres de familia, así como la del sacerdote, el pastor local. El Señor acogió benévolamente su ofrenda y, como creemos, las ha recompensado con abundancia en su gloria.

Hoy, juntamente con toda la congregación de las nazaretanas, glorificamos a Dios por esta gracia, en virtud de la cual el carisma monástico y el celo apostólico pudo producir frutos de martirio tan admirables. Que la sangre de estas religiosas beatas sea la semilla de nuevas vocaciones religiosas y el apoyo para muchos en el camino de la santidad.

Las nuevas beatas, María Estrella Mardosewicz y las diez hermanas, intercedan ante Dios por todo el pueblo de Bielorrusia, al que cordialmente saludo.

Bendigo de corazón a todos los peregrinos aquí presentes. ¡Alabado sea Jesucristo!

6. Amadísimos hermanos y hermanas, demos gracias a Dios por el don de estos luminosos testigos del Evangelio. Alabémoslo con nuestra vida, y procuremos imitar, con su gracia, los ejemplos de estos mártires.

51 Nos asista la Virgen María, Reina de los santos y Auxilio de los cristianos. Al volver a vuestros países y a vuestras casas, llevad el recuerdo de estas celebraciones solemnes, que os han hecho sentir la alegría de pertenecer a la Iglesia una y santa, y llevad también a vuestros seres queridos la bendición que el Papa os imparte con afecto.









AUDIENCIA DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II


A LOS PÁRROCOS Y AL CLERO DE ROMA


jueves 9 de marzo




"Convertíos y creed el Evangelio"

1. La invitación del Señor, que resonó ayer durante el rito de la imposición de la ceniza, ha dado comienzo al tiempo cuaresmal y marca el camino del pueblo de Dios hacia la Pascua.

La conversión y la fe en Cristo, único Salvador, están en el centro de la peregrinación jubilar que hoy, amadísimos sacerdotes del presbiterio de Roma, habéis realizado a la basílica de San Pedro.
Saludo con afecto al cardenal vicario, al monseñor vicegerente, a los obispos auxiliares y a cada uno de vosotros. Me alegra encontrarme con vosotros, como todos los años, al comienzo de la Cuaresma, para un momento de profunda comunión del Obispo de Roma con su presbiterio.

Este año el jubileo caracteriza nuestro encuentro y lo hace más rico aún en motivaciones espirituales y eclesiales. El paso de la Puerta santa, la profesión de fe y, sobre todo, el sacramento de la reconciliación que habéis celebrado, testimonian a todos que el presbítero, el ministro del perdón de Dios, necesita recibir él mismo este perdón con espíritu de fe, de humildad y de profunda confianza. Dispensador de los misterios divinos, él es el primero que debe aparecer, ante sus fieles, como un "salvado" que recibe continuamente de Dios y de la Iglesia la gracia de vivir unido a Cristo, fuente de eficacia para su ministerio.

En el sacramento de la penitencia se renueva la "vida en el Espíritu" y el radicalismo evangélico, que deben distinguir la vida y el ministerio del sacerdote. Es también de gran ayuda para superar la condescendencia con las formas de autojustificación, propias de la mentalidad y la cultura de nuestro tiempo, que hacen perder el sentido del pecado e impiden experimentar la alegría consoladora del perdón de Dios.

2. Para la vida espiritual y la acción apostólica del sacerdote es muy importante también la relación de comunión y fraternidad con el obispo y con los demás presbíteros. El crecimiento de dicha relación exige que cada uno de vosotros se comprometa generosamente; es preciso que la urgencia de la actividad pastoral no os impida cultivar la profunda unidad con vuestros hermanos sacerdotes, que se alimenta de la oración común, el encuentro, el diálogo y la búsqueda de una amistad sincera.

La participación en las iniciativas de formación permanente, la ayuda espiritual y pastoral a nuestros hermanos que se encuentran en particulares necesidades, la asistencia a los presbíteros enfermos o ancianos, y la disponibilidad al diálogo y al encuentro también con los que han dejado el sacerdocio manifiestan la voluntad de recorrer con fruto y empeño los caminos de la comunión y la reconciliación. Un presbiterio unido y concorde, capaz de trabajar en común, constituye un fuerte testimonio para los fieles y multiplica la eficacia del ministerio.

3. La reconciliación con el Señor y la comunión recíproca abren nuevas posibilidades de encuentro con quienes esperan de nosotros, pastores de la Iglesia, signos de atención y de particular cuidado pastoral.

52 Vuestra solicitud principal han de ser las familias, a las que durante la misión ciudadana les ha llegado el anuncio de Cristo, único Salvador, y que también este año esperan una nueva visita para continuar esa experiencia tan positiva y fecunda.

Por tanto, cada parroquia está llamada a renovar con gran empeño, a través de la obra valiosa de los misioneros, el encuentro cuaresmal con todas las familias, para hacer resonar en el corazón de cada persona el anuncio fuerte del jubileo: "Dios te ama y ha enviado a Jesucristo, su Hijo, para salvarte".

La visita refuerza el sentido de pertenencia a la comunidad de numerosas personas que a menudo viven al margen de ella, pero que no la rechazan, sino que más bien esperan ocasiones y signos concretos de escucha y diálogo que les ayuden a superar la soledad y el anonimato, y a reconstruir un entramado de relaciones humanas y espirituales, sobre la base de una fe jamás rechazada u olvidada del todo.

Los sacerdotes, como primeros misioneros del Evangelio y a ejemplo de Jesús, buen Pastor que va en busca de la oveja perdida, debemos dedicarnos con especial caridad pastoral a las familias con dificultades, a las que viven alejadas de la Iglesia y afrontan graves problemas de fe o de moral, a las que tienen enfermos y ancianos que sufren y a las que viven dramas particularmente dolorosos por situaciones de división entre los esposos o con los hijos. Ojalá que el Año santo, año del gran perdón y de la misericordia de Dios, ofrezca a todos la posibilidad de ser escuchados, acogidos y animados a descubrir caminos de reconciliación con el Señor y con nuestros hermanos, incluso donde todo parece perdido o irreversible. Lo que resulta imposible para el hombre no lo es para Dios, cuando aquél se abre con humildad y disponibilidad a la gracia de su perdón.

4. Debéis cuidar asimismo de que el anuncio de la misericordia de Dios y la experiencia viva de su perdón lleguen, a través del compromiso concreto de los cristianos laicos, a todos los ambientes de vida y trabajo, para reafirmar la fuerza del amor de Cristo que vence las divisiones e incomprensiones y restablece relaciones más fraternas y solidarias. Ningún ambiente o situación de vida es extraño al Evangelio y al compromiso de una activa presencia evangelizadora del sacerdote y de todo bautizado.

Asimismo, debéis prestar especial atención pastoral a los jóvenes, en quienes Cristo deposita su mirada amorosa, incluso cuando se alejan de la comunidad cristiana que los ha educado en la fe y en los sacramentos. ¡Cuántos adolescentes y jóvenes de nuestra ciudad no saben que el Señor los ama y los busca, porque nadie se lo anuncia y nadie va a su encuentro con sincera amistad y fraternidad, donde ellos se hallan: en los ambientes de estudio o de trabajo, de deporte y tiempo libre, en las calles del barrio!

Esta tarea concierne en primer lugar a los jóvenes creyentes, llamados a ser misioneros entre sus coetáneos y a redescubrir, en las comunidades y en los grupos, que hay que comunicar y ofrecer a todos, sin temor y con valentía apostólica, la alegría de la fe en Cristo.

Sin embargo, no podemos olvidar que el sacerdote es por vocación evangelizador y padre espiritual de los jóvenes que el Señor le confía. Ellos tienen necesidad de encontrar en el sacerdote a un amigo disponible y sincero, pero también a un testigo que viva con alegría y coherencia espiritual y moral la propia llamada. De esta forma, se les ayudará a descubrir y acoger a su vez la vocación que da significado y valor a toda su vida.

La preparación y la celebración de la próxima Jornada mundial de la juventud es una ocasión verdaderamente providencial para renovar la pastoral juvenil e imprimir en las parroquias, los movimientos y los grupos un nuevo impulso vocacional y misionero.

5. Celebrar el jubileo significa abrir el corazón a nuestros hermanos y hermanas más pobres, reconociendo en ellos la presencia de Cristo sufriente que pide ser acogido con amor operante.
En la carta que envié a toda la comunidad diocesana y ciudadana, puse de relieve que la Iglesia de Roma "ha escrito a lo largo de los siglos páginas luminosas de acogida, especialmente con ocasión de los jubileos, con signos concretos y permanentes de amor al prójimo" (n. 3: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 12 de noviembre de 1999, p. 23).

53 La "caridad romana", que se ha concretado en dar hospitalidad a los peregrinos pobres y necesitados, estimula también hoy a la comunidad diocesana, a las familias y a todas las realidades eclesiales a estar disponibles para la acogida, sobre todo durante los grandes acontecimientos, como son el jubileo de los jóvenes y el de las familias, en los que participará un gran número de peregrinos de todo el mundo.

No deberá faltar, tampoco, la solicitud de toda la comunidad diocesana hacia los numerosos pobres que viven en nuestra ciudad. La sensibilidad y la atención con respecto a nuestros hermanos más necesitados serán ciertamente activas si las comunidades cristianas saben acoger en la Eucaristía, pan de vida nueva para el mundo, la singular fuerza de amor que es capaz de cambiar también la sociedad, haciéndola más justa, pacífica y solidaria.

El signo de caridad que se inaugurará durante el Congreso eucarístico internacional representa el compromiso de la comunidad diocesana de testimoniar en el servicio concreto a los pobres su encuentro con el Señor, en el sacramento de su cuerpo entregado y de su sangre derramada.

6. "Convertíos y creed el Evangelio".

Ojalá que la invitación de la liturgia de la Ceniza sostenga y acompañe nuestro camino cuaresmal en el seguimiento de Cristo, Puerta de la salvación y nuestra paz, para fecundar con la gracia el ministerio de la reconciliación que estamos llamados a ejercer con especial dedicación en este tiempo favorable y durante todo el Año santo.

María santísima, Madre de la misericordia, que nos precede en el camino de la fe y la caridad, guíe la peregrinación jubilar de la Iglesia de Roma, de sus sacerdotes y fieles, para que acojan el don de la reconciliación del Señor con corazón humilde, confiado y sincero.

Y por último deseo añadir que esta mañana he celebrado la santa misa por las intenciones de todos mis hemanos sacerdotes del presbiterio romano.












CON MOTIVO DE LAS PEREGRIANCIONES JUBILARES


DEL "ROTARY INTERNATIONAL", DE LA DIÓCESIS


DE PITIGLIANO-SOVANA-ORBETELLO,


DEL COLEGIO ARZOBISPAL PÍO XI DE DESIO,


Y DE VARIAS PARROQUIAS DE RIETI, BOLONIA Y URBANIA


sábado 11 de marzo


Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Me alegra recibiros a todos vosotros, que habéis venido para realizar vuestro jubileo al comienzo de este tiempo cuaresmal.

"Rotary international"
54 Os dirijo, ante todo, un cordial saludo a vosotros, que formáis parte del Rotary international. Habéis cruzado la Puerta santa de la basílica vaticana y habéis participado en la eucaristía jubilar presidida por el señor cardenal Paul Poupard, que está aquí con nosotros y al que saludo con afecto. Bienvenidos, amadísimos hermanos y hermanas. Os doy a cada uno de vosotros mi abrazo de paz.
La celebración del jubileo constituye para vosotros una circunstancia propicia con miras a meditar en la importancia y el valor de ser cristianos en el alba del tercer milenio. Ciertamente sería interesante preguntarse qué haría hoy Paul Percy Harris, vuestro fundador, y cómo organizaría la asociación que creó hace casi cien años. En los albores del siglo XX, se dio cuenta de la soledad que experimentaba el hombre en las grandes ciudades y trató de remediarla desarrollando a través del Rotary una red cada vez más amplia de relaciones amistosas entre las personas, basadas en la comprensión, el entendimiento y la paz entre los pueblos.
Queridos rotarios, habéis tratado de prestar este servicio de modo cada vez más solícito y atento a lo largo de estos casi cien años de existencia. El momento que estamos viviendo ahora es rico en potencialidades y desafíos. Al cruzar el umbral del tercer milenio de la era cristiana, la Iglesia vuelve a proponer a todos el mensaje antiguo y siempre nuevo del Evangelio. También vosotros, rotarios, que queréis ser heraldos generosos y testigos intrépidos de Cristo, comprometeos a dar esperanza al hombre de hoy, a vencer la soledad, la indiferencia, el egoísmo y el mal.

Diócesis de Pitigliano-Sovana-Orbetello
2. Os saludo ahora a vosotros, queridos fieles participantes en la peregrinación de la diócesis de Pitigliano-Sovana-Orbetello, y, de modo especial, a vuestro pastor, monseñor Mario Meini, que os ha guiado en este itinerario de fe. A través de él, quiero enviar mi aliento y bendición a los sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles de la diócesis.

Venís de la tierra donde nació mi venerado predecesor, el Papa san Gregorio VII. Ojalá que su ejemplo y enseñanzas os estimulen a amar con renovada intensidad a Cristo y a su Iglesia. Él vivió en un período histórico en el que el pueblo cristiano afrontaba graves dificultades internas y una perniciosa invasión del espíritu del mundo. Frente a la mentalidad de su tiempo, trabajó hasta lo último, incluso durante su triste exilio, para que "la santa Iglesia, esposa de Dios, señora y madre nuestra, volviera a estar, como estuvo durante muchos siglos, adornada con su primitivo esplendor, y fuera siempre libre, casta y católica" (PL 148, 709). Predicó y testimonió que la santidad es vocación de cada uno de los miembros de la comunidad eclesial.

Indudablemente, los tiempos han cambiado. Pero sigue siendo siempre actual la invitación a todos los creyentes a cumplir de buen grado la voluntad de Dios y a permanecer firmes en el testimonio coherente de su fe. Éste es el mensaje que nos viene del Año jubilar y que sentimos con más urgencia aún al cruzar la Puerta santa, que es Cristo.

Amadísimos hermanos y hermanas, el Año santo, además de una gracia especial, ofrece grandes oportunidades para reconvertir la mentalidad y la vida a una adhesión más plena a Cristo y a un amor más intenso a la Iglesia. Al volver a vuestros hogares, proseguid vuestro compromiso de dar testimonio cristiano. Sentíos miembros activos en la edificación de la comunidad cristiana, "siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza" (
1P 3,15). Tened siempre confianza: ¡Cristo ha vencido al mundo! (cf. Jn Jn 16,33).

Colegio arzobispal Pío XI
3. Dirijo, asimismo, mi saludo cordial a los responsables y a los miembros del colegio arzobispal Pío XI, de Desio. Queridos amigos, habéis deseado realizar vuestra peregrinación jubilar al comienzo del tiempo fuerte de la Cuaresma, en el que la llamada de Cristo a la conversión se vuelve más insistente.

Quiera Dios que la peregrinación jubilar sea para vosotros ocasión propicia de vivir a fondo este año de grandes riquezas espirituales. La Puerta santa, por la que habéis pasado, simboliza la inagotable benevolencia de Dios para con quien quiere convertirse a él y recorrer el camino de la santidad. A través de esta Puerta, mediante el ministerio de la Iglesia, a los creyentes se les encamina a sacar más abundantemente de los inagotables tesoros de la gracia divina.

55 He aquí el don y la consigna también para vosotros: Cristo, camino, verdad y vida, os renueva para que seáis en el mundo sus amigos y testigos. Sed fieles a él, convirtiéndoos en dispensadores de esperanza, alegría y amor entre vuestros hermanos.

Parroquias de Rieti, Bolonia y Urbania
4. Que estos mismos sentimientos aniden también en vuestro corazón, queridos fieles de las parroquias de Rieti, Bolonia y Urbania. Os saludo a todos con afecto y, al dirigiros mi pensamiento, deseo que llevéis también a vuestros familiares, amigos y hermanos en la fe los sentimientos de benevolencia del Papa. Al volver a vuestros hogares, manifestad a cuantos encontréis el entusiasmo de una fe renovada y el compromiso de una caridad concreta. María, Madre de aquel que dio comienzo al tiempo nuevo de la salvación y a quien invocamos con confianza, os acompañe y os conserve siempre bajo el manto de su protección.

Con estos sentimientos, os imparto de corazón una especial bendición, que complacido extiendo a vuestras familias y a vuestras respectivas comunidades.










Discursos 2000 45