Discursos 2000 55


A LOS PARTICIPANTES EN LA PEREGRINACIÓN JUBILAR


DE LA ARCHIDIÓCESIS DE FILADELFIA


11 de marzo de 2000

: Querido cardenal Bevilacqua;
queridos hermanos y hermanas en Cristo:

Me alegra daros la bienvenida a Roma con ocasión de la peregrinación del Año jubilar de la archidiócesis de Filadelfia. Vuestra visita a la ciudad eterna se está realizando, como toda la peregrinación, con espíritu de oración y deseo de renovación interior.Aquí, en Roma, veneraréis las tumbas de los apóstoles san Pedro y san Pablo, y rezaréis en las catacumbas y en los monumentos que los cristianos de todos los tiempos han erigido en memoria de los mártires y los santos.Ruego para que esta peregrinación os ayude a profundizar vuestra fe en el Señor Jesucristo y a aumentar vuestro amor a su cuerpo, la Iglesia.

Un momento importante de vuestra visita jubilar consistirá en cruzar la Puerta santa, simbolizando de este modo la conversión que debe caracterizar la vida de todo cristiano. Ojalá que este paso confirme vuestro compromiso de apartaros del pecado y aceptar el don de la vida nueva que el Señor os ofrece constantemente mediante el ministerio de la Iglesia. Éste es el gran objetivo del Año jubilar: intensificar en el corazón de todos los bautizados "un verdadero anhelo de santidad, un fuerte deseo de conversión y de renovación personal en un clima de oración cada vez más intensa y de solidaria acogida del prójimo, especialmente del más necesitado" (Tertio millennio adveniente TMA 42).

Os encomiendo a san Pedro y san Pablo, santos patronos de la archidiócesis de Filadelfia, a san Juan Neumann y a la beata Catalina Drexel, a quien dentro de poco tendré el honor de canonizar. Invoco sobre vosotros y vuestras familias la gracia y la paz de nuestro Señor Jesucristo.




AL FINAL DE LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES


DE LA CURIA ROMANA


Sábado\i \I18 de marzo de 2000



56 Al concluir los ejercicios espirituales, doy gracias al Señor que me ha dado la alegría de compartir con vosotros, queridos y venerados hermanos de la Curia romana, estos días de gracia y oración. Han sido días de intensa y prolongada escucha del Espíritu, que ha hablado a nuestro corazón en el silencio y en la meditación atenta de la palabra de Dios. Han sido días de fuerte experiencia comunitaria, durante los cuales, como los Apóstoles en el cenáculo, "hemos perseverado en la oración, en compañía de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos" (cf. Hch Ac 1,14).

Doy las gracias, también en nombre de cada uno de vosotros, al querido monseñor François Xavier Nguyên Van Thuân, presidente del Consejo pontificio Justicia y paz, que, con sencillez y gran unción espiritual, nos ha guiado en la profundización de nuestra vocación de testigos de la esperanza evangélica al comienzo del tercer milenio. Habiendo sido él mismo testigo de la cruz durante los largos años de cárcel en Vietnam, nos ha contado frecuentemente hechos y episodios de su dolorosa detención, fortaleciendo así nuestra certeza consoladora de que, cuando todo se derrumba alrededor de nosotros y tal vez también dentro de nosotros, Cristo sigue siendo nuestro apoyo indefectible. Agradecemos al arzobispo Van Thuân -en la cárcel era sólo el señor Van Thuân- su testimonio, muy significativo en este Año jubilar.

Cristo crucificado y resucitado es nuestra única esperanza verdadera. Fortalecidos con su ayuda, también sus discípulos se convierten en hombres y mujeres de esperanza. No de esperanzas a corto plazo y fugaces, que después cansan y defraudan al corazón humano, sino de la verdadera esperanza, don de Dios que, sostenida desde lo alto, tiende a conseguir el sumo Bien y tiene la seguridad de alcanzarlo. También el mundo de hoy necesita urgentemente esta esperanza. El gran jubileo, que estamos celebrando, nos lleva paso a paso a ahondar en las razones de esta esperanza cristiana, que exigen y favorecen una creciente confianza en Dios y una apertura cada vez más generosa a nuestros hermanos.

María, Madre de la esperanza, a quien ayer por la tarde el predicador nos ha invitado a contemplar como modelo de la Iglesia, nos obtenga la alegría de la esperanza, a fin de que también para nosotros, en los momentos de la prueba, como sucedió con los discípulos de Emaús, la presencia de Cristo transforme nuestra tristeza en alegría: "Tristitia vestra vertetur in gaudium".
Con estos sentimientos, os bendigo de corazón, pidiéndoos a todos que sigáis acompañándome con vuestra oración, sobre todo durante mi peregrinación a Tierra Santa que, Dios mediante, tendré la alegría de realizar la semana próxima.












DURANTE LA AUDIENCIA A VARIOS GRUPOS DE PEREGRINOS,


EN LA PLAZA DE SAN PEDRO



sábado 18 de marzo de 2000



Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Os saludo cordialmente a cada uno de vosotros, que habéis venido a Roma de diversas partes de Italia y del mundo para celebrar el Año santo.

A la diócesis de Vicenza (Italia)

Están presentes en la plaza numerosos peregrinos de la diócesis de Vicenza, encabezados por su obispo, el querido monseñor Pietro Nonis. Os dirijo mi afectuoso saludo, que extiendo a todos los fieles de la Iglesia de Vicenza, tan viva y operante, como testimonian sus numerosos santos. Precisamente en los santos se nos propone un modelo extraordinariamente elocuente de fidelidad al Evangelio en la vida diaria, que constituye el objetivo primario del gran jubileo. Emulad los ejemplos de esos testigos de la fe, de quienes vuestra Iglesia se siente legítimamente orgullosa.

Conozco los problemas que debéis afrontar: la sensible disminución de vocaciones sacerdotales y religiosas; la creciente fragilidad de muchos vínculos matrimoniales; la secularización que asecha la dimensión religiosa de la existencia; y la menor asistencia a la misa dominical, en la que las familias y las comunidades se reúnen en torno a la Eucaristía. Se trata de desafíos que vuestra comunidad ha aceptado y quiere afrontar contando con la ayuda divina y la colaboración de todos sus miembros. Queridos hermanos, os animo en este compromiso, y os aseguro el constante apoyo de mi oración. Sed firmes y fieles a Cristo y a su Evangelio; sed generosos y abiertos con vuestros hermanos.

57 A la diócesis de Sorrento-Castellammare di Stabia (Italia)

2. Doy una cordial bienvenida al querido monseñor Felice Cece y a los peregrinos de la diócesis de Sorrento-Castellammare di Stabia, que, en el marco de la celebración jubilar, han deseado encontrarse con el Sucesor de Pedro.

Queridos hermanos, el providencial período del Año santo y el tiempo cuaresmal que estamos viviendo invitan a cada uno a convertirse en instrumento dócil de la gracia del Señor. Sólo él salva y renueva plenamente a los humildes de espíritu y a cuantos están abiertos a la verdad. Dios da el primer paso con respecto al hombre; pero a éste se le pide que lo acoja mediante un compromiso perseverante de conversión.

Queridos hermanos, sed dóciles a las invitaciones del Señor. Renovad vuestra adhesión a Cristo, camino, verdad y vida. Durante esta peregrinación jubilar habéis podido encontraros con él más profundamente. Dejad que su palabra os ilumine y su amor os transforme, y a cuantos encontréis al regresar, llevadles su alegría y su paz.

Al Centro italiano femenino

3. Os dirijo ahora mi palabra a vosotras, miembros del Centro italiano femenino. Esta etapa, que os ha traído aquí, es uno de los momentos centrales del jubileo nacional que vuestra asociación está celebrando durante estos días. ¡Bienvenidas!

El tema que habéis elegido para vuestro encuentro -"Volver a comenzar en el jubileo del año 2000. Mujeres que quieren redescubrir la fe"- se inserta bien en los objetivos del Año santo. En efecto, vuestro compromiso social y político se funda en el camino interior de fe, que os permite mirar la realidad con los ojos penetrantes de la sabiduría evangélica. Vivid vuestra vocación con la valentía de María de Nazaret, mujer nueva y testigo fecunda de la bondad de Dios.

Os fortalezca el ejemplo y la intercesión de numerosas mujeres santas, que han contribuido de manera decisiva a la vida de la Iglesia y a la construcción de la civilización del amor a lo largo de la historia humana.

Al Foro de las organizaciones cristianas para la animación pastoral de los trabajadores del circo y de los parques de atracciones

4. Deseo, asimismo, manifestar mis sentimientos de benevolencia y afecto a los participantes en el Foro de las organizaciones cristianas para la animación pastoral de los trabajadores del circo y de los parques de atracciones. Queridos hermanos, os deseo que testimoniéis por doquier las virtudes que caracterizan vuestro estilo de vida: la paciencia, la valentía, el riesgo calculado, la estrecha colaboración y el respeto recíproco.

A los pastores y fieles de la Iglesia siro-malabar

58 5. Me alegra saludar a los pastores y fieles de la Iglesia siro-malabar de la India y de otras partes del mundo que han venido a Roma para su celebración jubilar.

Sois los herederos espirituales del apóstol Tomás, y este Año santo os ofrece una oportunidad única de fortaleceros y renovaros con el testimonio apostólico en el que se funda vuestra fe. Ojalá que con la oración y el arrepentimiento, la devoción y la conversión, las múltiples gracias que Dios derrama sobre su Iglesia durante este "año de gracia" (
Lc 4,19) den frutos cada vez más abundantes de santidad en vuestra vida.

Mañana, según vuestro calendario litúrgico, es el tercer domingo del gran ayuno. La disciplina del ayuno es un ejercicio familiar para vosotros y una práctica muy apreciada por los pueblos y las religiones de la India. Pido a Dios que los beneficios espirituales de este período de ayuno y de esta etapa especial de preparación para la celebración de la resurrección del Señor enriquezcan a vuestra Iglesia y os fortalezcan en la misión que la comunidad siro-malabar está llamada a desempeñar en la nueva evangelización.

Al encomendar a Su Gracia el arzobispo mayor Varkey Vithayathil, y a todos vosotros, a la protección amorosa de la santísima Virgen María y a la poderosa intercesión de vuestros patronos, el apóstol santo Tomás y los santos de vuestra Iglesia, invoco sobre vosotros y las comunidades de vuestro país, la gracia y la paz de nuestro Señor Jesucristo.

A los files de la Iglesia caldea

6. Me alegra dar la bienvenida a Su Beatitud el patriarca y a los fieles de la Iglesia caldea católica, que han venido a Roma desde diversas partes del mundo, especialmente de Irak, para celebrar el gran jubileo del año 2000. La riqueza de vuestra tradición espiritual, que se remonta a la predicación de los apóstoles Tomás y Tadeo, ha fortalecido a numerosos hombres y mujeres santos que han derramado su sangre por Cristo. La fidelidad a esta misma herencia inspira hoy vuestro espíritu ecuménico con respecto a vuestros hermanos de la Iglesia asiria de Oriente.

Tengo siempre presentes a los hijos e hijas de la Iglesia que está en Irak, y a todo el pueblo iraquí, tan duramente probado por el continuo embargo internacional. Aseguro a todos los que están sufriendo, especialmente a las mujeres, los niños y los ancianos, el apoyo de mi oración. Que Jesús, verdadero amigo de los pobres y afligidos, los acompañe siempre en medio de las dificultades y los sostenga con su amor.

Encomendando a Su Beatitud el patriarca Raphaël I Bidawid y a todos los fieles de la Iglesia caldea católica a la intercesión de la santísima Virgen María, invoco cordialmente sobre vosotros toda gracia y bendición en nuestro Señor Jesucristo.

A los estudiantes del colegio Borromeo de Münster

7. Doy la bienvenida a los estudiantes de teología del colegio Borromeo de Münster, acompañados por el obispo Reinhard Lettmann. En este Año santo peregrináis juntos a la ciudad eterna. Yo también, cuando era un joven teólogo, estudié en Roma. No sólo me formaron particularmente durante aquella estancia los frutos de los estudios, sino también los santos lugares de esta ciudad: las tumbas de los Príncipes de los Apóstoles; la tierra regada con la sangre de los mártires; las siete basílicas, en las que la fe se ha convertido en piedra; y, sobre todo, la sede del Sucesor de Pedro. Os pido que durante estos días estudiéis a Roma. Aprended en esta ciudad lo que es la Iglesia universal. Llevad este conocimiento a vuestro país. Ojalá que vuestro paso a través de la Puerta santa fortalezca vuestra decisión de entregar vuestra juventud a Cristo, que es la puerta de la vida. Con esta finalidad, os imparto la bendición apostólica.

A los peregrinos polacos

59 8. Saludo cordialmente a los peregrinos presentes en esta audiencia que han venido de Polonia: a los monseñores Ryszard Karpinski y Henryk Tomasik de Siedlce; a los grupos parroquiales; a los estudiantes y al coro de Bielsko-Biala. En particular saludo a los artesanos procedentes de toda Polonia, así como a los representantes del sindicato Solidaridad de varias regiones.

Habéis venido a Roma en el día de san José para celebrar vuestra fiesta en el marco del gran jubileo de la Encarnación.

Siguiendo el ejemplo de san José tratad de hacer que el puesto donde realizáis vuestro trabajo se transforme en un lugar de encuentro con Cristo. Que el Carpintero de Nazaret os acompañe y os proteja en vuestro trabajo, para que podáis gozar junto con vuestras familias de sus frutos abundantes.

¡Dios os bendiga!

9. Bendigo de corazón a todos los presentes, en particular a los enfermos, los minusválidos, las personas con dificultades y los ancianos. A todos os aseguro mi oración.








DURANTE LA CEREMONIA DE BIENVENIDA A JORDANIA



Lunes 20 de marzo de 2000


Majestad;
miembros del Gobierno:

1. Con espíritu de profundo respeto y amistad saludo a todos los que viven en el reino hachemí de Jordania: los miembros de la Iglesia católica y de las demás Iglesias cristianas, los musulmanes, a los que los seguidores de Jesucristo tenemos en gran estima, y todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

Mi visita a vuestro país y todo el viaje que acabo de comenzar forman parte de la Peregrinación religiosa jubilar que estoy realizando para conmemorar el bimilenario del nacimiento de Jesucristo. Desde el inicio de mi ministerio como Obispo de Roma, sentía un gran deseo de celebrar este acontecimiento orando en algunos de los lugares vinculados a la historia de la salvación, lugares que nos hablan de la larga preparación de ese momento a través de los tiempos bíblicos, lugares donde nuestro Señor Jesucristo realmente vivió, o que están relacionados con su obra de redención. Mi espíritu se dirige en primer lugar a Ur de los caldeos, donde comenzó el camino de fe de Abraham. Ya he visitado Egipto y el monte Sinaí, donde Dios reveló su nombre a Moisés y le encomendó las tablas de la ley de la Alianza.

2. Hoy me encuentro en Jordania, una tierra que me resulta familiar por la sagrada Escritura: una tierra santificada por la presencia de Jesús mismo, por la presencia de Moisés, Elías y Juan Bautista, así como de los santos y mártires de la Iglesia primitiva. Vuestra tierra es famosa por su hospitalidad y apertura a todos. Son cualidades del pueblo jordano que he experimentado muchas veces en las conversaciones con el rey Hussein, que en paz descanse, y que he visto confirmadas en mi encuentro con Su Majestad en el Vaticano, en septiembre del año pasado.

60 Majestad, sé cuánto se interesa por la paz en su tierra y en la región entera, y cuán importante es para usted que todos los jordanos, tanto musulmanes como cristianos, se consideren un solo pueblo y una sola familia. En esta área del mundo existen graves y urgentes problemas que conciernen a la justicia, los derechos de los pueblos y de las naciones, que deben ser resueltos para el bien de todos los que se hallan implicados y como condición para una paz duradera. Ese proceso de búsqueda de la paz, aunque sea difícil o largo, debe proseguir. Sin paz no puede haber un auténtico desarrollo para esta región ni una vida mejor para sus pueblos ni un futuro más luminoso para sus hijos. Por eso, el conocido compromiso de Jordania para garantizar las condiciones necesarias para la paz es tan importante y loable.

Construir un futuro de paz exige un entendimiento cada vez mayor y una cooperación cada vez más efectiva entre los pueblos que reconocen al único Dios verdadero e indivisible, al Creador de todo lo que existe. Las tres históricas religiones monoteístas consideran la paz, el bien y el respeto a la persona humana entre sus valores más importantes. Espero vivamente que mi visita fortalezca el diálogo, ya fecundo, entre cristianos y musulmanes, que se está realizando en Jordania, particularmente a través del Royal Interfaith Institute.

3. La Iglesia católica, sin olvidar que su misión principal es de índole espiritual, siempre anhela cooperar con cada una de las naciones y de las personas de buena voluntad para promover y favorecer la dignidad de la persona humana. Lo hace especialmente en sus escuelas y programas educativos, y mediante sus instituciones caritativas y sociales. Vuestra noble tradición de respetar a todas las religiones garantiza la libertad religiosa que lo hace posible, y que de hecho es un derecho humano fundamental. Cuando se respeta, todos los ciudadanos se sienten iguales, y cada uno, impulsado por sus propias convicciones espirituales, puede contribuir a la construcción de la sociedad como casa común de todos.

4. La cordial invitación que Sus Majestades, el Gobierno y el pueblo de Jordania me dirigieron es expresión de nuestra esperanza común con vistas a una nueva época de paz y desarrollo en esta región. Se lo agradezco sinceramente y, apreciando profundamente su cortesía, les aseguro mis oraciones por ustedes, por todo el pueblo jordano, por los refugiados que se hallan entre ustedes y por los jóvenes, que constituyen gran parte de la población.

¡Dios todopoderoso conceda a Sus Majestades felicidad y larga vida!

¡Dios bendiga a Jordania con prosperidad y paz!







VISITA DE JUAN PABLO II


AL MONASTERIO DEL MONTE NEBO


Lunes 20 de marzo de 2000



Padre ministro general;
queridos amigos:

Aquí, en las alturas del monte Nebo, comienzo esta etapa de mi peregrinación jubilar. Pienso en la gran figura de Moisés y en la Alianza que Dios estableció con él en el monte Sinaí. Doy gracias a Dios por el don inefable de Jesucristo, que selló la nueva Alianza con su sangre y llevó a su plenitud la Ley. A él, que es "el alfa y la omega, el primero y el último, el principio y el fin" (Ap 22,13), le dedico todos los pasos de este viaje, que realizo a través de la Tierra que fue suya.

En este primer día, me complace de manera especial saludarlo a usted, padre ministro general, y agradecerle el magnífico testimonio que han dado en esta tierra los hijos de san Francisco mediante el fiel servicio de la Custodia en los santos lugares en el decurso de los siglos.

61 Asimismo, deseo expresar mi gratitud al gobernador de Madaba y al alcalde de la ciudad. Que las bendiciones de Dios todopoderoso desciendan sobre el pueblo de esta región. Y que la paz del cielo llene el corazón de todos los que me acompañan a lo largo de mi peregrinación.









VISITA A WADI AL JARRAR


PLEGARIA DE JUAN PABLO II


Martes 21 de marzo de 2000


Deseo saludaros a todos los que estáis aquí reunidos para esta breve oración. En particular, oro por Su Majestad el rey, y le agradezco nuevamente la acogida que he recibido aquí en Jordania.
En el evangelio de san Lucas leemos que "fue dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y se fue por toda la región del Jordán proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados" (Lc 3,2-3). Aquí, junto al río Jordán, cuyas dos orillas son visitadas por innumerables peregrinos que rinden homenaje al bautismo del Señor, también yo elevo mi corazón en oración:

¡Gloria a ti, oh Padre,
Dios de Abraham, Isaac y Jacob!
Tú enviaste a tus siervos,
los profetas,
a proclamar tu palabra
de amor fiel
y a llamar a tu pueblo
al arrepentimiento.

62 En las orillas del río Jordán
suscitaste a Juan Bautista,
una voz que clama en el desierto,
enviado para toda la región
del Jordán,
a preparar el camino
del Señor,
a anunciar la venida de Jesús.

¡Gloria a ti, oh Cristo,
Hijo de Dios!
Viniste a las aguas del Jordán
para ser bautizado
63 por la mano de Juan.
Sobre ti descendió el Espíritu
en forma de paloma.
Sobre ti se abrieron los cielos
y se escuchó la voz del Padre:
"Este es mi Hijo, el predilecto".
Del río bendecido
por tu presencia
saliste para bautizar
no sólo con agua
sino también con fuego
y Espíritu Santo.

¡Gloria a ti,
oh Espíritu Santo,
64 Señor y dador de vida!
Por tu poder
la Iglesia es bautizada,
descendiendo con Cristo a la muerte
y resucitando con él a nueva vida.
Por tu poder
somos liberados del pecado
y nos convertimos en hijos de Dios,
el glorioso Cuerpo de Cristo.
Por tu poder
es vencido todo miedo,
65 y se predica el Evangelio del amor
en todos los rincones de la tierra,
para gloria de Dios,
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
A él toda gloria
en este Año jubilar
y en todos los siglos futuros.
Amén.

Deseo dar las gracias a todos los que han participado y a todos los que han colaborado en la organización.

En particular, expreso mi gratitud a los patriarcas, a los obispos, a los sacerdotes y a las religiosas. Celebrar con la comunidad católica en Jordania ha sido una experiencia conmovedora.
Saludo cordialmente a los representantes de las demás comunidades que han venido de muchas otras partes de Oriente Medio. Os expreso mi agradecimiento a todos vosotros.

66 Me siento especialmente cerca de los niños y los jóvenes. Sabed que la Iglesia y el Papa confían mucho en vosotros.

Dirijo un saludo particular a Su Alteza real el príncipe Mohammed.

Recordaré a todo el pueblo de Jordania -cristianos y musulmanes- en mis oraciones, de manera especial a los enfermos y a los ancianos.

Con gratitud invoco abundantes bendiciones sobre Su Majestad el rey y sobre toda la nación.
¡Dios os bendiga a todos! ¡Dios bendiga a Jordania!

San Juan Bautista proteja al islam, a todo el pueblo de Jordania y a todos los que han participado en esta celebración, una celebración memorable. Os expreso mi gratitud a todos.

¡Muchas gracias!








DURANTE LA CEREMONIA DE BIENVENIDA


EN EL AEROPUERTO DE TEL AVIV


Martes 21 de marzo de 2000

Estimado presidente y señora Weizman;
querido primer ministro y señora Barak;
queridos hermanos israelíes; excelencias; señoras y señores:

67 1. Ayer, desde las alturas del monte Nebo, divisé, a través del valle del Jordán, esta tierra bendita. Hoy, con profunda emoción, piso la tierra que Dios escogió para "poner su tienda" (Jn 1,14 cf. Ex Ex 40,34-35 1R 8,10-13) y permitió al hombre encontrarse con él de modo más directo.

En este año, en que se celebra el bimilenario del nacimiento de Jesucristo, he tenido un deseo personal muy intenso de venir aquí para orar en los lugares más importantes que, desde los tiempos antiguos, fueron testigos de las intervenciones de Dios y de los milagros que realizó. "Tú, el Dios que obras maravillas, manifestaste tu poder entre los pueblos" (Ps 77,15).

Señor presidente, le agradezco su cordial acogida y, por medio de usted, saludo a todo el pueblo del Estado de Israel.

2. Mi visita es una peregrinación personal y un viaje espiritual del Obispo de Roma a los orígenes de nuestra fe en "el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob" (Ex 3,15). Forma parte de una peregrinación más amplia de oración y acción de gracias que me ha llevado primero al Sinaí, el monte de la Alianza, el lugar de la revelación decisiva que marcó la sucesiva historia de la salvación. Ahora tendré el privilegio de visitar algunos de los lugares más estrechamente vinculados a la vida, a la muerte y a la resurrección de Jesucristo. A cada paso del camino me mueve un vivo sentido de Dios que nos ha precedido y nos guía, que desea que lo adoremos en espíritu y en verdad, que reconozcamos nuestras diferencias, pero también que veamos en cada ser humano la imagen y semejanza del único Creador del cielo y de la tierra.

3. Señor presidente, usted es conocido como hombre de paz y artífice de paz. Todos sabemos cuán urgente es la necesidad de paz y justicia, no sólo para Israel, sino también para la región entera. Muchas cosas han cambiado en las relaciones entre la Santa Sede y el Estado de Israel desde que mi predecesor el Papa Pablo VI vino aquí en el año 1964. El establecimiento de relaciones diplomáticas entre nosotros, en 1994, coronó los esfuerzos encaminados a inaugurar una nueva era de diálogo sobre asuntos de interés común como la libertad religiosa, las relaciones entre la Iglesia y el Estado, y, más en general, entre cristianos y judíos. En otro nivel, la opinión mundial sigue con gran atención el proceso de paz mediante el cual todos los pueblos de la región están comprometidos en la ardua búsqueda de una paz duradera, con justicia para todos. Con la nueva apertura recíproca, los cristianos y los judíos, juntamente, deben realizar esfuerzos valientes para eliminar todas las formas de prejuicio. Debemos tratar de presentar siempre y en todas partes el verdadero rostro de los judíos y del judaísmo, al igual que el de los cristianos y del cristianismo, y eso a nivel de mentalidad, de enseñanza y de comunicación (cf. Discurso a la comunidad judía de la ciudad de Roma, 13 de abril de 1986, n. 5).

4. Así pues, mi viaje es una peregrinación, con espíritu de humilde gratitud y esperanza, a los orígenes de nuestra historia religiosa. Es un tributo a las tres tradiciones religiosas que conviven en esta tierra. Desde hace mucho tiempo esperaba reunirme con los fieles de las comunidades católicas, en su gran variedad, y con los miembros de las diversas Iglesias y comunidades cristianas presentes en Tierra Santa. Pido al Señor que mi visita contribuya a incrementar el diálogo interreligioso, que impulse a judíos, cristianos y musulmanes a encontrar en sus respectivas creencias y en la fraternidad universal que une a todos los miembros de la familia humana, la motivación y la perseverancia para trabajar en favor de la paz y la justicia que los pueblos de Tierra Santa no poseen aún y que anhelan tan profundamente. El salmista nos recuerda que la paz es don de Dios: "Voy a escuchar lo que dice Dios. Sí, habla de paz para su pueblo y para sus amigos, y para cuantos se vuelven a él de corazón" (Ps 85,9). Que Dios conceda la paz como don a la tierra que él se escogió.

¡Shalom!







VISITA A AL-MAGHTAS



Martes 22 de marzo de 2000



Excelencia;
queridos amigos:

Agradezco esta oportunidad de visitar un lugar tan impregnado de historia. Durante miles de años, esta área en torno a Jericó ha sido una región habitada. Cerca de aquí encontramos huellas de la ciudad más antigua del mundo. Sin embargo, su recuerdo resulta aún más rico si nos referimos a la Sagrada Escritura, que describe a Jericó como un lugar donde no sólo hay huellas del hombre, sino también de Dios mismo.

68 Con los ojos del alma veo a Jesús que se acerca a las aguas del río Jordán, no lejos de aquí, para ser bautizado por Juan Bautista (cf. Mt Mt 3,13); veo a Jesús que pasa de camino hacia la ciudad santa, donde morirá y resucitará; lo veo abrir los ojos del ciego a su paso (cf. Lc Lc 18,35-43).

Hoy Jericó se ha convertido en un florido oasis en medio del desierto. Ojalá que esta ciudad, tan rica en recuerdos, sea también rica en promesas. Que su desarrollo anuncie la esperanza del futuro más pacífico que los habitantes de este lugar y todos los pueblos de esta tierra desean desde hace tanto tiempo.

¡Dios os bendiga a todos!









DURANTE LA CEREMONIA DE BIENVENIDA A BELÉN


Miércoles 22 de marzo de 2000




Estimado presidente Arafat;
excelencias; queridos amigos palestinos:

1. "Aquí nació Cristo de la Virgen María": estas palabras, inscritas en el lugar en que, según la tradición, nació Jesús, son la razón del gran jubileo del año 2000. Son la razón de esta visita mía a Belén. Son la fuente de la alegría, la esperanza y la buena voluntad que, a lo largo de dos milenios, han llenado innumerables corazones humanos con sólo escuchar el nombre de Belén.

Personas de todas partes se dirigen hacia este rincón único de la tierra con una esperanza que trasciende todos los conflictos y todas las dificultades. Belén, donde el coro de los ángeles cantó: "Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres" (Lc 2,14), se presenta, en todo lugar y en toda época, como la promesa del don de la paz por parte de Dios. El mensaje de Belén es la buena nueva de la reconciliación entre los hombres, de la paz en todos los niveles de las relaciones entre personas y naciones. Belén es una encrucijada universal donde todos los pueblos pueden encontrarse para construir juntos un mundo acorde con nuestra dignidad humana y nuestro destino. El museo de la Natividad, inaugurado recientemente, muestra cómo la celebración del nacimiento de Cristo se ha convertido en parte de la cultura y del arte de los pueblos en todo el mundo.

2. Señor Arafat, al agradecerle la cordial acogida que me ha dispensado en nombre de la Autoridad palestina y de su pueblo, expreso toda mi felicidad por estar aquí hoy. No puedo por menos de orar para que el don divino de la paz se transforme cada vez más en una realidad para todos los que viven en esta tierra, privilegiada por las intervenciones de Dios. ¡Paz para el pueblo palestino! ¡Paz para todos los pueblos de la región! Nadie puede ignorar todo lo que el pueblo palestino ha debido sufrir en los últimos decenios. Vuestra tribulación es patente a los ojos del mundo. Y ha durado demasiado tiempo.

La Santa Sede siempre ha reconocido el derecho natural del pueblo palestino a tener una patria y su derecho a poder vivir en paz y tranquilidad con los demás pueblos de esta región (cf. carta apostólica Redemptionis anno, 20 de abril de 1984). En el ámbito internacional, mis predecesores y yo hemos proclamado en repetidas ocasiones que no podría ponerse fin al triste conflicto que afecta a Tierra Santa sin garantizar sólidamente los derechos de todos los pueblos implicados, sobre la base de la ley internacional y de las importantes resoluciones y declaraciones de las Naciones Unidas.

Todos debemos seguir trabajando y orando por el éxito de todo esfuerzo auténtico encaminado a traer la paz a esta tierra. Sólo con una paz justa y duradera, no impuesta sino garantizada mediante negociaciones, se podrán satisfacer las legítimas aspiraciones palestinas. Sólo entonces para Tierra Santa podrá abrirse un nuevo futuro luminoso, ya no amenazado por rivalidades y conflictos, sino sólidamente basado en el entendimiento y la cooperación para el bien de todos. El éxito dependerá en gran medida de la valiente disponibilidad de los responsables del destino de esta parte del mundo para asumir nuevas actitudes de compromiso y aceptación de las exigencias de justicia.
69 3. Queridos amigos, soy plenamente consciente de los grandes desafíos que la Autoridad palestina y el pueblo palestino afrontan en todos los campos del desarrollo económico y cultural. De modo particular, oro a Dios por los palestinos, tanto musulmanes como cristianos, que aún carecen de una vivienda propia, que no ocupan el puesto que les corresponde en la sociedad y que no tienen la posibilidad de llevar una vida laboral normal. Espero que mi visita al campo de refugiados de Dheisheh sirva para recordar a la comunidad internacional la necesidad de una acción decisiva para mejorar la situación del pueblo palestino. Me ha complacido particularmente la unánime aceptación por parte de las Naciones Unidas de la Resolución sobre Belén 2000, que compromete a la comunidad internacional a contribuir al progreso de esta área y a mejorar las condiciones de paz y de reconciliación en uno de los lugares más amados y significativos de la tierra.

La promesa de paz hecha en Belén sólo se hará realidad para el mundo cuando la dignidad y los derechos de todos los seres humanos creados a imagen de Dios (cf. Gn
Gn 1,26) sean reconocidos y respetados.

Hoy y siempre el pueblo palestino está presente en mis oraciones a Dios, en cuyas manos está el destino del mundo. El Altísimo ilumine, sostenga y guíe a todo el pueblo palestino por el camino de la paz.








Discursos 2000 55