Discursos 2000 87


A DIVERSOS GRUPOS DE PEREGRINOS


Sábado 1 de abril de 2000



Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Me alegra daros mi cordial bienvenida a cada uno de vosotros, reunidos cerca de la tumba de san Pedro para celebrar el jubileo de la encarnación de Cristo salvador.

Deseo, ante todo, saludaros a vosotros, queridos fieles que participáis en la peregrinación de la región pastoral de Abruzos y Molise y, de modo particular, a vuestros obispos, así como a los sacerdotes, religiosos y religiosas que os acompañan.

"Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre" (He 13,8). Esta profesión de fe constituye el motivo de fondo que os ha guiado al cruzar la Puerta santa. Con ese gesto devoto, habéis querido renovar vuestra fidelidad a Cristo, nuestro Redentor, y confirmar vuestro compromiso en favor de la nueva evangelización. Para eso es necesario dedicarse a la profundización constante de los contenidos de la fe y a su actualización, según las exigencias de nuestro tiempo, valorando al mismo tiempo las diferentes formas de piedad popular.

El jubileo constituye una ocasión propicia para fortaleceros en la comunión eclesial, de la que nace la solidaridad, hoy tan necesaria. Que sean objeto de vuestra solicitud, en especial, las familias, los jóvenes y cuantos están afectados por formas de pobreza y marginación. Así, haréis creíble el anuncio evangélico y seréis constructores de esperanza.

2. Os doy una cordial bienvenida a vosotros, queridos fieles de la región pastoral de Calabria, que, junto con vuestros pastores, habéis querido encontraros con el Sucesor de Pedro en el marco de la celebración de vuestro jubileo. Este año de particular misericordia del Señor, y el tiempo cuaresmal que estamos viviendo, nos invitan a dirigir nuestra mirada a la cruz, que constituye el fundamento de nuestra esperanza cristiana. La cruz de Cristo nos proporciona fuerza para dar sentido y valor a todas nuestras acciones.

¡Cuán oportunamente la cruz de los jóvenes recorre las diversas diócesis de Italia en este tiempo de preparación para la Jornada mundial de la juventud! Quisiera deciros a vosotros, jóvenes de Calabria, y a todos los calabreses: ¡no sucumbáis al miedo! Al contrario, contemplando al Crucificado y aprovechando los insondables tesoros que brotan de su Corazón, encaminaos al nuevo milenio dando a todos el testimonio eficaz de la caridad, del perdón y de la misericordia.

88 3. Os saludo ahora a vosotros, queridos fieles de la archidiócesis de Trento, encabezados por vuestro arzobispo, monseñor Luigi Bressan, a los sacerdotes, a los religiosos y a las religiosas.
Vuestra peregrinación a las tumbas de los apóstoles san Pedro y san Pablo está animada por el deseo de dar nuevo fervor e impulso a la actividad religiosa en vuestra tierra. Desde Trento, la "ciudad del Concilio", la fe católica se ha difundido con renovado vigor por toda la cristiandad, suscitando propósitos e iniciativas de reforma, que la han enriquecido en santidad, obras y fervor. Acoged esta misma fe y transmitidla con entusiasmo. Sed siempre fieles a Cristo, camino, verdad y vida, y convertíos en sus heraldos, testigos intrépidos y promotores de una auténtica renovación espiritual y social en vuestra diócesis.

4. Saludo asimismo a los fieles de la diócesis de Jesi, que, con su peregrinación, quieren prepararse para celebrar el IV Congreso eucarístico diocesano y recuerdan, al mismo tiempo, el 25° aniversario de la ordenación episcopal de su pastor, monseñor Oscar Serfilippi. Lo abrazo con afecto y le deseo fraternalmente un ministerio rico en frutos apostólicos.

Amadísimos hermanos y hermanas, que vuestra meditación sobre el misterio de la Eucaristía os ayude a comprender cada vez más a fondo el lugar que el misterio eucarístico ocupa en vuestra realidad eclesial. En particular, invito a las familias a considerar la Eucaristía como la fuente de su armonía y de su unión. Así, estarán dispuestas a acoger con alegría el don de la vida, a crecer en el amor y a superar, con la oración y el perdón, las dificultades diarias.

5. Deseo saludar con afecto a monseñor Germano Zaccheo, obispo de Casale, y a los peregrinos diocesanos que encabeza. Amadísimos fieles, espero que vuestra venida a Roma, a las tumbas de los Apóstoles, os ayude a redescubrir el valor de la gracia bautismal y la alegría de pertenecer a la Iglesia, Cuerpo de Cristo. Estoy convencido de que ese redescubrimiento os impulsará a ser heraldos alegres del mensaje evangélico en todos los ambientes. De modo especial, os aliento a anunciar el Evangelio al mundo del trabajo, y a hacer lo posible para que todos tengan un empleo y puedan ejercerlo en el respeto a los derechos y a la dignidad de la persona humana.

6. Os agradezco vuestra presencia, queridos prelados y oficiales de la Penitenciaría apostólica, padres penitenciarios ordinarios y extraordinarios de las basílicas patriarcales de la Urbe, y también a vosotros, participantes en el curso sobre el fuero interno organizado por la Penitenciaría apostólica. El ministerio del sacramento de la penitencia es muy valioso, y exige claridad de doctrina y misericordia pastoral, preparación adecuada y disponibilidad constante.

Os expreso mi sincera gratitud por la dedicación generosa con que prestáis vuestro servicio, y aprovecho esta circunstancia para exhortar a los participantes en el curso y a todos los sacerdotes a que valoren al máximo el sacramento de la penitencia, especialmente durante el Año jubilar.

7. Queridos miembros de la Asociación italiana del rosario perpetuo, que habéis venido a Roma para la peregrinación jubilar, os agradezco vuestra visita. Me congratulo con vosotros y con los padres dominicos, que os guían en vuestro camino espiritual. Vuestra benemérita asociación, fundada hace un siglo por el padre Costanzo Becchi, de la Orden de Predicadores, procura promover una intensa devoción a Jesús Eucaristía y a la Madre del Señor, mediante la adoración del santísimo Sacramento y la dulce oración del rosario.

Seguid difundiendo el amor al Señor Jesús, que en la Eucaristía permanece siempre entre los suyos en la Iglesia. Rezad el rosario y difundid su práctica en los ambientes que frecuentáis. Es una oración que introduce en la escuela del Evangelio vivido, educa los corazones en la piedad, ayuda a perseverar en el bien, prepara para la vida y, sobre todo, os conquista el amor de María santísima.

8. Por último, mi saludo cordial se dirige a vosotros, queridos peregrinos de la obra "Al servicio de la divina misericordia". Difundid siempre y dispensad por doquier la ternura de "Dios, rico en misericordia" (
Ep 2,4). Que el amor de Dios os sostenga y os ayude a ser apóstoles de perdón y de reconciliación.

A vosotros, aquí presentes, y a los demás peregrinos que se han reunido hoy en la plaza de San Pedro para este grato encuentro, os imparto de corazón una especial bendición apostólica, prenda de abundantes gracias celestiales para vosotros, vuestras familias y vuestras comunidades.






AL FINAL DEL REZO DEL ROSARIO


CON LOS UNIVERSITARIOS ROMANOS


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Sábado 1 de abril

. Amadísimos hermanos y hermanas:

Os saludo con gran afecto a todos vosotros, que habéis participado en esta sugestiva celebración y en el rezo del santo rosario, en este primer sábado de abril. Os agradezco vuestra presencia. Nuestra oración ha tenido como tema: "Cristo, Redentor del hombre". Se trata de un tema importante, que orienta la reflexión sobre el argumento programado para los próximos encuentros de los jóvenes universitarios, previstos durante este Año jubilar.

1. Gracias, queridos universitarios de Roma, por haber organizado este encuentro. Os dirijo un cordial saludo a cada uno de vosotros, a vuestros asistentes espirituales y, en primer lugar, a monseñor Rino Fisichella, obispo auxiliar de nuestra diócesis. Ya es tradición encontrarnos durante el tiempo cuaresmal para rezar el santo rosario, como preparación para la Jornada mundial de la juventud. Desde ahora os invito a participar en gran número en ese acontecimiento y a acoger con generosidad a vuestros amigos, que llegarán de todas partes del mundo. Pero esta tarde es una ocasión especial, porque se sitúa en el marco del Año jubilar y porque, gracias a los medios modernos de comunicación, participan vuestros jóvenes compañeros de todos los continentes. A ellos, con gran cordialidad, quiero enviarles mi saludo paternal.

2. Os dirijo mi cordial saludo a vosotros, alumnos del Colegio americano, reunidos en la basílica de la Inmaculada Concepción, en Washington. En particular, expreso mi gratitud al cardenal Hickey, arzobispo de Washington, que está ahí con vosotros.

Queridos alumnos, gracias por participar en esta oración. Seguid dando testimonio de vuestra fe en Cristo tanto en la vida de vuestro colegio como en vuestras actividades diarias. Defended y promoved el respeto a la dignidad de todo ser humano. La Iglesia y la sociedad necesitan ese tipo de apóstoles en este tiempo de extraordinarias transformaciones en los campos de la tecnología de la información y la biomedicina.

3. Os saludo a todos vosotros, jóvenes de diferentes universidades de Filipinas, reunidos en la capilla de la Universidad de Santo Tomás, en Manila. Queridos estudiantes universitarios, me alegra mucho que participéis en este encuentro. Saludo a mons. Yalung y a mons. Tirona, que presiden vuestra celebración.

Recuerdo con profunda emoción la Jornada mundial de la juventud de 1995. Conservo aún en mi corazón el recuerdo de vuestra alegría y de vuestra fidelidad al Evangelio. Con gran afecto el Papa está cerca de vosotros, y confía en vuestros esfuerzos evangelizadores, especialmente entre vuestros coetáneos y en el mundo de la cultura. Espero veros en Roma con ocasión de los encuentros jubilares dedicados a los jóvenes.

4. Mi pensamiento va ahora al santuario de Fátima, para saludaros a vosotros, universitarios de Portugal, que os habéis congregado allí provenientes de toda la nación. Os guía mons. Tomás da Silva Nunes, secretario de la Conferencia episcopal portuguesa, a quien envío un saludo fraterno.
Queridos universitarios de Portugal, es importante promover entre vosotros momentos de encuentro, para discernir los caminos más idóneos que lleven a una presencia cualificada de la Iglesia en la universidad. Ante vosotros, queridos jóvenes, se presentan muchos desafíos, pero también grandes oportunidades. Sed valientes y fieles al Evangelio. Que nuestra Señora de Fátima, a quien tendré la alegría de visitar, si Dios quiere, el próximo mes de mayo, os ayude a ser, a su imagen, discípulos y testigos de Jesucristo.

Os espero en Roma. Venid a participar en los encuentros jubilares previstos tanto para los jóvenes como para la universidad.

90 5. De Portugal voy ahora, con mi pensamiento y mi corazón, a Brasil, para saludaros a vosotros, universitarios reunidos en el santuario de Nuestra Señora de la Concepción Aparecida, en la vigilia de oración presidida por el cardenal Aloísio Lorscheider, al que saludo también con un abrazo fraterno.

Queridos universitarios brasileños, quiero agradeceros vuestra participación tan numerosa. Tengo mucha confianza en vuestra presencia generosa y creativa en la vida de la Iglesia y de la universidad. En este Año jubilar esforzaos por proclamar, con renovado ardor, a Cristo Redentor, centro y raíz de toda verdadera cultura. De este modo, contribuiréis también al crecimiento de la sociedad.

Os espero en Roma, para celebrar juntos el amor de Dios que renueva todas las cosas e indica el camino a los hombres.

6. Os saludo también con afecto a vosotros, queridos universitarios, reunidos en el santuario de Jasna Góra, en Czestochowa. Saludo, en particular, a monseñor Stanislaw Novak y a monseñor Henryk Tomasik, que han guiado vuestra oración.

Os agradezco vuestra presencia y vuestro compromiso de animación de la pastoral universitaria. El encuentro de hoy prepara la tradicional peregrinación de los universitarios de Polonia a la Virgen de Jasna Góra. Os deseo que, en este Año jubilar, vuestra peregrinación esté animada por un renovado y creativo impulso misionero en todas las universidades. Ojalá que el tema del jubileo: "La universidad para un nuevo humanismo", que os confío esta tarde, sea motivo de estímulo y orientación en la preparación de vuestras comunidades universitarias para el jubileo y los encuentros de los jóvenes presentes en Roma. Os pido que encomendéis a María el camino de la pastoral universitaria en Polonia y en toda la Iglesia. ¡Alabado sea Jesucristo!

7. Y ahora me dirijo de nuevo a vosotros, aquí presentes en la plaza de San Pedro. Antes de concluir, deseo saludar a los participantes en la peregrinación de los Caballeros de Colón y, en especial, a monseñor Thomas Darly, obispo de Brooklyn y capellán de la Orden. Os agradezco vuestra participación y vuestro compromiso al servicio del Evangelio. Seguid sosteniendo con generosidad la acción de la Iglesia en la universidad, en las formas más idóneas para que la cultura contemporánea esté animada por la luz del Evangelio.

Invocando la celestial protección de la Virgen santísima sobre vosotros, sobre los presentes en esta plaza, así como sobre cuantos están unidos a nosotros mediante la televisión y la radio, os imparto a todos con afecto mi bendición apostólica.











MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


AL CARDENAL WILLIAM W. BAUM,


PENITENCIARIO MAYOR, Y A LOS CONFESORES


Al venerado hermano
cardenal William W. Baum
penitenciario mayor

1. Con apreciable solicitud usted, señor cardenal, ha proveído a organizar también este año el tradicional curso sobre el fuero interno para los candidatos próximos al sacerdocio y los sacerdotes recién ordenados, reservando una cordial acogida también a los sacerdotes maduros y expertos en el ministerio.

91 Deseo expresarle mi complacencia por esta iniciativa, que cobra un significado particular en el Año jubilar, pues es esencialmente el año del gran regreso y del gran perdón, y, como afirmé en la bula de convocación Incarnationis mysterium, el sacramento de la penitencia desempeña un papel primario en esta efusión de la misericordia divina. Por otra parte, el fuero interno versa ante todo sobre ese sacramento y, en general, sobre los contenidos de la conciencia, que ordinariamente se manifiestan con confianza a la Iglesia en el marco del sacramento de la penitencia.

Aprovecho de buen grado esta ocasión para expresar mi aprecio también a los prelados y a los oficiales de la Penitenciaría apostólica, cuyo valioso trabajo está ordenado institucionalmente a materias relativas al fuero interno. Extiendo, asimismo, mi estima y gratitud a los padres penitenciarios de las basílicas patriarcales de la ciudad, quienes por misión, subrayada y exaltada en este Año santo, viven su sacerdocio con un compromiso continuo en la pastoral de la reconciliación. Por último, dirijo un saludo particularmente afectuoso a los jóvenes sacerdotes y a los candidatos al sacerdocio que, aprovechando esta oportuna iniciativa de la Penitenciaría apostólica, se han preparado durante estos días para un fructuoso cumplimiento de su futura misión.

2. Deseo que el agradecimiento y la exhortación expresados aquí lleguen a todos los sacerdotes del mundo, animándolos y sosteniéndolos en la obra dedicada a la salvación de sus hermanos mediante el ministerio de la confesión, una de las expresiones más significativas de su sacerdocio.
Nuestro Señor Jesucristo nos redimió mediante el misterio pascual, cuyo centro es, por decirlo así, el momento del sacrificio cruento. El sacerdote, como ministro del perdón en el sacramento de la penitencia, actúa in persona Christi: ¿cómo podría dejar de sentirse comprometido a participar con toda su vida en la actitud sacrificial de Cristo? Esta perspectiva, sin olvidar el valor de los sacramentos ex opere operato -por tanto, independientemente de la santidad o dignidad del ministro-, abre ante él una inmensa riqueza ascética, ofreciéndole los motivos supremos por los cuales, precisamente por el ejercicio y en el ejercicio de sus funciones sacramentales, debe ser santo y encontrar estímulos y ocasiones de ulterior santificación en el ejercicio mismo del ministerio. Al ser obra divina, el perdón de los pecados debe realizarse con disposiciones espirituales tan elevadas que se pueda afirmar que ese sublime ministerio, en la medida en que lo permita la debilidad humana, se lleva a cabo digne Deo. Esto, sin duda, incrementará la confianza de los fieles. El anuncio de la verdad, sobre todo en el orden moral-espiritual, es efectivamente mucho más creíble cuando quien la proclama no sólo tiene el título académico de doctor, sino que sobre todo da testimonio de ella con su vida.

Por otra parte, teniendo en cuenta la esencial connotación oblativa que tiene este sacramento, los mismos penitentes no podrán menos de sentir un comprometedor impulso a corresponder a la misericordia del Señor con una santidad de vida que los una cada vez más íntimamente a Cristo, que por nuestra salvación se convirtió en víctima.

3. Si el misterio pascual es realidad de muerte -aspecto sacrificial-, es porque Dios lo dispuso así sólo con vistas a la vida de la resurrección. También el sacramento de la penitencia -asimilación a Jesús muerto y resucitado-, encierra en sí la restitución de la vida sobrenatural de gracia o el aumento de ella cuando se trata sólo de pecados veniales. Por eso, el misterio de este sacramento sólo se puede entender plenamente a la luz de la parábola del hijo pródigo: "Convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado" (
Lc 15,32).

4. El ministro del sacramento de la penitencia es maestro, es testigo y, con el Padre, es padre de la vida divina restituida y destinada a la plenitud. Su magisterio es el de la Iglesia, porque él, actuando in persona Christi, no se anuncia a sí mismo, sino a Jesucristo: "No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús" (2Co 4,5).

Su testimonio se encomienda a la humildad de las virtudes practicadas y no con ostentación: "Cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta delante de ti. (...) Cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto" (Mt 6,2 Mt 6,6). Al devolver la vida de gracia, cumple el mandato que Jesús dio a los Apóstoles en su primera misión: "Gratis lo recibisteis; dadlo gratis" (Mt 10,8).

5. En la reconciliación sacramental el perdón de Dios es fuente de renacimiento espiritual y principio eficaz de santificación, hasta la cima de la perfección cristiana.

El sacramento de la reconciliación no sólo confiere objetivamente el perdón de Dios al pecador arrepentido que lo recibe con las debidas condiciones, sino que también le concede, por el amor misericordioso del Padre, gracias especiales, que le ayudan a superar las tentaciones, a evitar recaídas en los pecados de los que se ha arrepentido, y a hacer, en cierta medida, una experiencia personal de ese perdón. En este sentido, hay un vínculo muy estrecho entre el sacramento de la penitencia y el de la Eucaristía, en el que, con el recuerdo de la pasión de Jesús, "mens impletur gratia et futurae gloriae nobis pignus datur".

En concreto, con fidelidad al designio salvífico de Dios, tal como de hecho él quiso realizarlo, "hay que superar la tendencia, bastante generalizada, a rechazar cualquier mediación salvífica, poniendo al pecador en relación directa con Dios" (Discurso a los obispos portugueses en visita "ad limina", 30 de noviembre de 1999, n. 4: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 17 de diciembre de 1999, p. 6). "Ojalá que uno de los frutos del gran jubileo del año 2000 sea la vuelta generalizada de los fieles cristianos a la práctica sacramental de la confesión" (ib.).

92 6. El amor misericordioso de Dios, que invita a volver y está dispuesto a perdonar, no tiene límites ni de tiempo ni de lugar. Mediante el ministerio de la Iglesia siempre está a disposición, no sólo de Jerusalén, como en la profecía de Zacarías, sino también del mundo entero, "una fuente abierta (...) para lavar el pecado y la impureza" (Zc 13, 1), de la que se derramará sobre todos "un espíritu de gracia y de oración" (Zc 12, 10).

La caridad de Dios, aunque no esté limitada en el tiempo y en el espacio, resplandece de modo muy especial en el Año jubilar: al don fundamental de la restitución de la gracia, de modo ordinario mediante el sacramento de la penitencia, y al consiguiente perdón de la pena del infierno, el Señor, dives in misericordia, une también, mediante el ministerio de la Iglesia, la remisión de la pena temporal con el don de las indulgencias, obviamente si se consiguen con las debidas disposiciones de santidad o, por lo menos, de tendencia a la santidad. Por tanto, las indulgencias, "lejos de ser una especie de descuento con respecto al compromiso de conversión, son más bien una ayuda para un compromiso más firme, generoso y radical" (Audiencia general del 29 de septiembre de 1999, n. 5: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 1 de octubre de 1999, p. 3). En efecto, la indulgencia plenaria exige el perfecto desapego del pecado y el recurso a los sacramentos de la penitencia y de la Eucaristía, en la comunión jerárquica con la Iglesia, expresada mediante la oración según las intenciones del Sumo Pontífice.

7. Exhorto vivamente a los sacerdotes a educar a los fieles, con una catequesis adecuada y profunda, para que aprovechen el gran bien de las indulgencias, según la mente y el espíritu de la Iglesia. En especial, los sacerdotes confesores podrían asignar con mucha utilidad a sus penitentes, como penitencia sacramental, prácticas dotadas de indulgencia, siempre según los criterios de justa proporción con las culpas confesadas.

Aunque sólo fuera por el ministerio del perdón, que el Señor le ha confiado, la misión del sacerdote merecería ser vivida con plenitud: la salvación de sus hermanos no puede por menos de ser para él motivo de profundo gozo espiritual.

Con esta certeza, elevo mi oración al Señor misericordioso por todos los miembros de la Penitenciaría apostólica, por los padres penitenciarios y por los jóvenes que se preparan para su futuro sacerdocio, a fin de que les conceda plena generosidad para cumplir su servicio a las almas en la intimidad del coloquio penitencial. En efecto, especialmente entonces, el sacerdote es "colaborador de Dios" para la construcción del "edificio de Dios" (cf.
1Co 3,9).

Como prenda de abundantes favores celestiales le envío a usted, señor cardenal, a sus colaboradores, a los padres penitenciarios y a todos los participantes en el curso sobre el fuero interno, una especial bendición apostólica.

Vaticano, 1 de abril de 2000









AUDIENCIA DEL PAPA JUAN PABLO II


A LOS PARTICIPANTES EN EL XVI CONGRESO INTERNACIONAL ORGANIZADO POR EL INSTITUTO DE CLÍNICA GINECOLÓGICA


Y OBSTETRICIA DE LA UNIVERSIDAD "LA SAPIENZA" DE ROMA


Lunes 3 de abril de 2000





Señoras y señores:

1. Me alegra tener esta oportunidad de daros la bienvenida al Vaticano, con ocasión de vuestro congreso internacional. Agradezco al profesor Cosmi las amables palabras que me ha dirigido en vuestro nombre, y os aseguro el interés con que la Santa Sede sigue el desarrollo de vuestro campo de competencia.

Permitidme, ante todo, deciros cuánto me complace el tema de vuestro congreso: "El feto como paciente". Al concentrar la atención en el feto como sujeto de intervención y terapia médica, vuestro congreso considera al feto en su plena dignidad humana, dignidad que el niño por nacer posee desde el momento de la concepción.

93 2. En las últimas décadas, en las que la percepción de la humanidad del feto ha sido minada o distorsionada por interpretaciones limitativas de la persona humana y por leyes que introducen etapas cualitativas, científicamente infundadas, en el desarrollo de la vida concebida, la Iglesia ha afirmado y defendido repetidamente la dignidad humana del feto. Con esto queremos decir que "el ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción y, por eso, a partir de ese mismo momento se le deben reconocer los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable de todo ser humano inocente a la vida" (Donum vitae, I, 1; cf. Evangelium vitae EV 60).

3. Las terapias embrionarias que se aplican ahora en los campos médico, quirúrgico y genético ofrecen nuevas esperanzas de salvar la vida de quienes padecen patologías incurables o muy difíciles de curar después del nacimiento. Así, confirman la enseñanza que la Iglesia ha sostenido basándose tanto en la filosofía como en la teología. De hecho, la fe no disminuye el valor y la validez de la razón; al contrario, la apoya y la ilumina, especialmente cuando la debilidad humana o las influencias psicosociales negativas reducen su perspicacia.

Por tanto, en vuestra actividad, que debería basarse siempre en la verdad científica y ética, estáis llamados a reflexionar seriamente en algunas propuestas y prácticas que derivan de las tecnologías de procreación artificial. En mi carta encíclica Evangelium vitae observé que las diferentes técnicas de reproducción artificial, aparentemente al servicio de la vida, en realidad abren la puerta a nuevos ataques contra ella. Además de ser moralmente inaceptables, puesto que separan la procreación de la esfera plenamente humana del acto conyugal, estas técnicas tienen un alto porcentaje de fracasos. Y estos fracasos no sólo atañen a la fecundación, sino también al sucesivo desarrollo del embrión, expuesto al peligro de muerte, generalmente dentro de muy poco tiempo (cf. Evangelium vitae EV 14).

4. Un caso de especial gravedad moral, que a menudo deriva de estos procedimientos ilícitos, es la así llamada "reducción embrionaria", o eliminación de algunos fetos cuando se producen simultáneamente concepciones múltiples. Este procedimiento es gravemente ilícito cuando las concepciones múltiples se realizan en el curso normal de las relaciones matrimoniales, pero es doblemente reprensible cuando son el resultado de la procreación artificial.

Los que recurren a métodos artificiales deben ser considerados responsables de una concepción ilícita, pero, cualquiera que sea el método de concepción, una vez que ésta se ha realizado, se debe respetar absolutamente al niño concebido. Hay que proteger, defender y alimentar la vida del feto en el seno materno por razón de su dignidad intrínseca, dignidad que pertenece al embrión y no es algo que le confieren u otorgan los demás, ni los padres genéticos ni el personal médico ni tampoco el Estado.

5. Distinguidos huéspedes, sois expertos en acompañar los comienzos maravillosos y delicados de la vida humana en el seno materno. Por eso, sabéis muy bien que la doctrina moral católica refuerza y apoya una ética natural basada en el respeto de la inviolabilidad de toda vida humana.
La doctrina moral católica arroja luz sobre cuestiones relativas al delicado proceso del comienzo de la vida, rebosante de esperanza y rico en promesas para la vida futura, y campo ahora maduro para los admirables descubrimientos de la ciencia médica. Confío en que vuestra actividad se inspire siempre en un reconocimiento claro de la dignidad propia de todos los seres humanos, cada uno de los cuales es un don incomparable del amor creativo de Dios.

Hoy deseo felicitaros por vuestros descubrimientos científicos y por el modo como los aplicáis para proteger la vida y la salud del niño por nacer. Invoco sobre vosotros y sobre vuestra actividad la ayuda constante de Dios todopoderoso y, como prenda de la asistencia divina, os imparto de buen grado mi bendición apostólica.








A LOS CAPITULARES DE LOS HERMANOS


DE LA INSTRUCCIÓN CRISTIANA DE PLOËRMEL



Jueves 6 de abril



Queridos Hermanos de la Instrucción Cristiana de Ploërmel:

Me alegra acogeros mientras estáis reunidos en Roma con ocasión de vuestro capítulo general. Saludo, en particular, al hermano José Antonio Obeso Vega, superior general, que acaba de ser reelegido para un nuevo mandato. En este Año jubilar, vuestras reflexiones sobre el tema: "Redescubrir y vivir el carisma menesiano con fidelidad creativa", reviste un significado particular. En efecto, el tiempo del jubileo nos impulsa a la conversión del corazón y a ensanchar nuestra mirada de fe hacia horizontes nuevos, con vistas al anuncio del reino de Dios (cf. Incarnationis mysterium, 2).

94 Ver a Dios y no ver más que a Dios en todo, traduce el lema que inspiró toda la existencia del venerable Jean-Marie de la Mennais, vuestro fundador junto con el abad Gabriel Deshayes, y que os ha dejado como inspiración en vuestra misión de educadores de la juventud: Dios solo. Numerosos jóvenes formados en vuestros institutos han sido marcados por estas palabras, que resumen con tanto acierto vuestra espiritualidad y que siguen siendo también para ellos una fuente de dinamismo en su vida cristiana.

Queridos hermanos, seguid siendo hombres de oración y contemplación, almas sedientas de Dios solo. "Apartaos de la nada para uniros al todo" (Memorial, 90), mediante la renuncia, la pobreza y la humildad. De este modo, abandonándoos a la Providencia, podréis consagraros con celo a vuestra labor educativa y ser auténticos maestros de vida para los jóvenes. En un mundo caracterizado por la fragilidad y las dificultades sociales y familiares, es importante preparar el futuro, brindando a los jóvenes una formación integral, que les ayude a descubrir los principios espirituales, morales y humanos, para que construyan su personalidad y participen activamente en la vida de la sociedad.

Con el espíritu apostólico que os ha transmitido el padre Jean-Marie de la Mennais y que se ha desarrollado a lo largo de vuestra historia, os aliento vivamente a dar un impulso cada vez más vigoroso al compromiso misionero de vuestro instituto. El anuncio del Evangelio por medio de la educación es hoy más necesario que nunca. Al proseguir vuestros esfuerzos en favor de la formación de los jóvenes, especialmente en los ambientes sociales menos favorecidos o entre los pueblos más necesitados, manifestáis valientemente que "el amor preferencial por los pobres tiene una singular aplicación en la elección de los medios adecuados para liberar a los hombres de esa grave miseria que es la falta de formación cultural y religiosa" (Vita consecrata
VC 97). Por medio de vuestros compromisos generosamente asumidos día a día entre los jóvenes, sed educadores consagrados completamente a la gloria de Dios y al servicio de su reino.

Vuestro modo de vivir estos compromisos os invita a encontrar en la vida comunitaria un lugar de santificación e inspiración, para discernir juntos, en unión de espíritu y corazón, la voluntad del Padre y realizar sus designios con fidelidad al carisma de vuestro fundador. Que vuestras comunidades, con los colaboradores laicos que comparten de modo específico la espiritualidad y la misión del instituto, susciten con audacia respuestas evangélicas a los grandes interrogantes del mundo de los jóvenes.

Con la alegría del jubileo, os encomiendo a la protección de la Virgen María, Madre de la misericordia, y os imparto de todo corazón una particular bendición apostólica, que extiendo a todos los Hermanos de la Instrucción Cristiana de Ploërmel y a sus colaboradores, así como a los jóvenes que se benefician de vuestro servicio educativo.









AUDIENCIA DEL PAPA JUAN PABLO II


AL SECRETARIO GENERAL DE NACIONES UNIDAS


Y A LOS MIEMBROS DEL COMITÉ ADMINISTRATIVO


DE COORDINACIÓN DE LA ONU




Viernes 7 de abril




Señor secretario general;
ilustres huéspedes:

1. Me alegra mucho daros la bienvenida a todos vosotros con ocasión del encuentro que realiza en Roma el Comité administrativo de coordinación del sistema de las Naciones Unidas. A la vez que reconozco la labor llevada a cabo por vuestro Comité para el bien de los pueblos del mundo, pido a Dios que os conceda a vosotros y a cuantos participan en vuestro encuentro el don de un acertado discernimiento en vuestras deliberaciones. Muchas gracias, señor secretario general, por sus cordiales palabras de presentación. Estoy seguro de que su reciente "Relación sobre el milenio" será una ayuda excelente para la labor del Comité en estos días.

Como explica la Relación, el milenio que acaba de concluir ha dejado planteados desafíos desacostumbrados. Son desacostumbrados, no porque sean nuevos, pues siempre han existido guerras, persecuciones, pobreza, desastres y epidemias, sino porque la creciente interdependencia del mundo les ha conferido una dimensión global, que exige modos nuevos de razonar, y nuevas formas de cooperación internacional para afrontarlos con eficacia. En el umbral del nuevo milenio, la humanidad posee medios para hacerlo. En efecto, las Naciones Unidas y la gran familia de las organizaciones especializadas que representáis son el foro natural para desarrollar esa mentalidad y esa estrategia de solidaridad internacional.

En la tarea de formular esta nueva perspectiva, el Comité administrativo de coordinación desempeña un papel fundamental. Reúne a los miembros más cualificados de las diversas organizaciones especializadas, bajo la dirección del secretario general, con la finalidad precisa de coordinar las diversas políticas y programas. Por este motivo, vuestro Comité ha concentrado sus reflexiones y esfuerzos en las implicaciones de la globalización para el desarrollo, en las causas socioeconómicas de las crisis humanitarias y de los conflictos constantes en África y en otras partes del mundo, y en la capacidad institucional del sistema de las Naciones Unidas para responder a los nuevos desafíos internacionales.

2. La expansión ilimitada del comercio mundial y el extraordinario progreso en los campos de la tecnología, de las comunicaciones y del intercambio de información forman parte de un proceso dinámico que tiende a eliminar las distancias que separan a los pueblos y a los continentes. Sin embargo, la capacidad de influir en esta nueva situación mundial no es igual para todas las naciones; está más o menos vinculada a su capacidad económica y tecnológica. La nueva situación conlleva que, en muchos casos, decisiones que tienen consecuencias a escala mundial las toman solamente grupos pequeños, reducidos, de naciones. Las demás naciones intentan, a menudo con gran esfuerzo, hacer que esas decisiones vayan en la línea de los intereses de sus ciudadanos o, como acontece en los países más débiles, tratan simplemente de adaptarse lo mejor posible a esas decisiones, a veces con consecuencias negativas para la población. La mayoría de las naciones del mundo, por tanto, experimentan una debilitación del Estado en su capacidad de servir al bien común y promover la justicia social y la armonía.


Discursos 2000 87