Discursos 2000 95

95 Además, la globalización de la economía está llevando a una globalización de la sociedad y de la cultura. En este marco, las organizaciones no gubernamentales, que representan una gama muy amplia de intereses particulares, están cobrando cada vez más importancia en la vida internacional. Y tal vez uno de los mejores resultados de su acción hasta ahora es la conciencia que están despertando de la necesidad de pasar de una actitud de defensa y de promoción de intereses particulares y contrastantes a una visión integral del desarrollo. Un ejemplo claro es el éxito creciente al crear en los países industrializados una mayor conciencia de su responsabilidad común ante los problemas que afrontan los países menos desarrollados. La campaña para reducir o cancelar la deuda externa de las naciones más pobres es otro ejemplo, aunque no el único, de un mayor sentido de solidaridad internacional.

3. El hecho de que aumente esta nueva conciencia en la sociedad brinda al sistema de las Naciones Unidas una oportunidad única para contribuir a la globalización de la solidaridad, sirviendo de lugar de encuentro para los Estados y para la sociedad civil, y de punto de convergencia de los diversos intereses y necesidades, regionales y particulares, de todo el mundo.

La cooperación entre los organismos internacionales y las organizaciones no gubernamentales contribuirá a garantizar que los intereses de los Estados, por más legítimos que sean, y de los diversos grupos que existen dentro de ellos, no sean invocados o defendidos en perjuicio de los intereses o de los derechos de otros pueblos, especialmente de los menos prósperos.

La actividad política y económica realizada con espíritu de solidaridad internacional puede y debe llevar a la limitación voluntaria de ventajas unilaterales, de forma que otros países y pueblos puedan compartir esos beneficios. De este modo se contribuye al bienestar económico y social de todos.

En el alba del siglo XXI el desafío consiste en edificar un mundo en el que las personas y los pueblos acepten de forma plena e inequívoca su responsabilidad con respecto a los demás seres humanos, a todos los habitantes de la tierra. Con vuestra labor podéis hacer mucho para fortalecer el sistema multilateral encaminado a crear esta solidaridad internacional. La premisa de todos estos esfuerzos es el reconocimiento de la dignidad y de la centralidad de todo ser humano como miembro de la familia humana y, para los creyentes, como hijo de Dios. La tarea consiste, por tanto, en asegurar que, en todos los niveles de la sociedad, se acepten las consecuencias lógicas de nuestra común dignidad humana, y en garantizar el respeto de esa dignidad en toda situación.

4. A este respecto, debo expresar mi profunda preocupación al observar que algunos grupos tratan de imponer a la comunidad internacional concepciones ideológicas o modelos de vida compartidos sólo por segmentos pequeños y particulares de la sociedad. Tal vez eso resulta más evidente en los campos de la defensa de la vida y en la salvaguardia de la familia. Los líderes de las Naciones Unidas deben estar atentos a no alterar lo que la comunidad y el derecho internacional han desarrollado laboriosamente para preservar la dignidad de la persona humana y la cohesión de la sociedad. Se trata de un patrimonio común que nadie tiene derecho a dilapidar.

Invocando la guía divina sobre todos los esfuerzos y las iniciativas de vuestro Comité en su misión de coordinar las actividades del sistema de las Naciones Unidas, pido al Señor que vuestra labor esté plenamente impregnada de un espíritu generoso y ambicioso de solidaridad global. Dios lo bendiga a usted, señor secretario general, y a cuantos están reunidos con usted en este encuentro.







AUDIENCIA DEL PAPA JUAN PABLO II


A VARIOS GRUPOS DE PEREGRINOS ITALIANOS


8 de abril de 2000



1. Amadísimos peregrinos, ¡sed bienvenidos! Con gran afecto os acojo. Os saludo ante todo a vosotros, queridos fieles de la diócesis de Aversa y, de modo especial, a mons. Mario Milano, vuestro pastor, a quien agradezco las amables palabras que me ha dirigido. Saludo a mons. Crescenzio Sepe, vuestro paisano y mi colaborador íntimo por lo que respecta al gran jubileo.
Saludo, asimismo, a los sacerdotes, a los consagrados, a las consagradas y a todos los fieles laicos aquí reunidos.

Vuestra peregrinación constituye, de alguna manera, la devolución de la visita que tuve la alegría de realizar a vuestra tierra hace diez años. Conservo aún un vivo recuerdo de aquel viaje. Entonces, dirigiéndome a los diversos componentes eclesiales, pedí a los sacerdotes que cumplieran con convicción y entusiasmo la misión encomendada. A las personas consagradas les recordé que el pueblo de Dios necesita reconocer en ellos la adhesión convencida a la radical vocación evangélica. Invité a los laicos a asumir con valentía sus responsabilidades particulares dentro de la Iglesia. Reafirmo de buen grado hoy esas exhortaciones, prolongando en cierto modo un diálogo que no se ha interrumpido en estos años.

96 2. Amadísimos hermanos y hermanas, proseguid por el camino de la fidelidad evangélica, con la certeza de que Cristo, el Viviente, está con vosotros ayer, hoy y siempre (cf. Hb He 13,8). Él es la roca sólida sobre la que debe apoyarse la fe inquebrantable de todos sus discípulos. Él es la Puerta de la salvación, que cruzáis durante esta peregrinación. Así volveréis a vuestras casas fortificados en la fe e impulsados por el deseo de servir aún con mayor generosidad a la causa del Evangelio, caminando con valentía tras las huellas de vuestros antepasados y enriqueciendo con vuestra aportación el valioso patrimonio espiritual que habéis recibido de ellos.

Que, en este itinerario, os sirva de ejemplo san Pablo, titular de vuestra catedral, apóstol y misionero incansable. Queridos hermanos, seguid su ejemplo, y tened sus mismos sentimientos y su mismo celo apostólico. Permaneced siempre unidos entre vosotros y con vuestro pastor.

3. Conozco vuestra intensa actividad pastoral en todos los ámbitos de la evangelización, así como vuestros loables esfuerzos por estar cerca de los miembros más débiles y más olvidados de la sociedad, especialmente en lo que atañe al desempleo juvenil y a la situación de las familias más pobres. Sed testigos de solidaridad. La misión profética, propia de la comunidad cristiana, no puede por menos de impulsaros a ser auténticos heraldos en vuestro ambiente; asimismo, la misión real os compromete a poner en marcha, en la medida de vuestra competencia y de vuestras posibilidades, iniciativas que puedan aliviar los sufrimientos causados por fenómenos como la marginación, la falta de equidad salarial y el malestar social.

Especialmente, prestad atención a los jóvenes. Que vuestro compromiso comunitario sea: "Una Iglesia para los jóvenes y con los jóvenes". Se trata de una acertada estrategia pastoral, orientada hacia el porvenir. Esto os ayudará también a intensificar la pastoral vocacional, que se realiza desde hace tiempo en la diócesis. A este propósito, quisiera recordar que incluso en períodos de crisis nunca han faltado en vuestra diócesis sacerdotes y religiosos, y que no pocos de ellos están actualmente al servicio de la Santa Sede. Gracias por vuestra generosidad.

Con razón, también la familia ocupa un lugar destacado en vuestro programa pastoral, dado que en su ámbito es donde se realiza la primera transmisión de la fe; en ella se perpetúan los valores y las nobles tradiciones de vuestra tierra, comenzando por la defensa de la vida, don preciosísimo de Dios, el amor y el respeto a los ancianos, así como la serena colaboración entre las antiguas y las nuevas generaciones.

4. Queridos fieles de Aversa, a todos os encomiendo a la Madre de Cristo, a la que amáis profundamente, como lo atestiguan la "Casita de Loreto" contenida en vuestra catedral; el santuario de Casapesenna, cuya primera piedra bendije hace quince años; el icono de la Virgen de Casaluce, copatrona de la diócesis, ante la que han orado príncipes, reyes y emperadores; el santuario de la Asunción de María santísima, que han visitado personajes ilustres, como el rey Ludovico de Hungría y la reina de Polonia María Casimira; y la iglesia de María santísima de Briano. Que ella guíe vuestros pasos en la fidelidad a Cristo y a su Evangelio.

5. Dirijo, ahora, mi saludo cordial a los peregrinos de las diócesis de Gorizia, Cesena e Ischia, aquí presentes con sus pastores. Amadísimos hermanos y hermanas, vuestras comunidades diocesanas están llamadas a ofrecer la imagen de una sola realidad bien compaginada y concorde. La Iglesia, con sus diversos componentes, es un solo cuerpo, reunido en el Espíritu Santo para dar testimonio del amor del Padre, manifestado en Cristo, nuestro Señor.

Un solo depósito de verdad, una esperanza indefectible y una caridad sincera: he aquí las características que deben distinguir la presencia de la Iglesia en el mundo. Esforzaos constantemente por testimoniar vuestro amor a Cristo y anunciar su Evangelio con vuestra palabra y vuestro ejemplo. De ese modo, estaréis siempre dispuestos a dar razón de la esperanza que hay en vosotros (cf. 1P 3,15).

6. Saludo, asimismo, a los superiores y a los seminaristas del Pontificio Seminario regional de Molfetta, a los fieles de las parroquias del decanato de Val d'Elsa y de la archidiócesis de Siena, así como a los miembros de la archicofradía de la Santísima Trinidad de Nápoles.

Amadísimos hermanos, dejaos modelar por Cristo, para que vuestra vida, enriquecida por su gracia, sea testimonio ferviente de su amor a toda la humanidad. Al cruzar la Puerta santa del jubileo, encontrad en Cristo la fuerza necesaria para ser sus discípulos fieles. Vosotros, queridos seminaristas, y vosotros, queridos fieles, sed siempre conscientes de la llamada a la santidad, que Dios dirige a cada uno. Corresponded a su gracia, para dar pleno sentido a vuestra vida.

7. Por último, os saludo a vosotros, queridos socios del Camper Club Capitolino, y a vosotros, socios del Banco de Crédito cooperativo de Cascia di Regello, en la provincia de Florencia. Tened siempre en vosotros sentimientos inspirados en la caridad, que es la plenitud de la ley cristiana. Impulsados por la solidaridad, sabréis poner en marcha iniciativas útiles para aliviar las múltiples formas de pobreza de la sociedad actual.

97 Que Dios os ayude a cada uno y haga fecundos todos vuestros esfuerzos al servicio del bien.

De corazón os bendigo a todos.







AUDIENCIA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A LOS PEREGRINOS QUE VINIERON


PARA LA BEATIFICACIÓN DE CINCO SIERVOS DE DIOS



Lunes 10 de abril de 2000



Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Me alegra encontrarme de nuevo con vosotros, que habéis venido de diversas partes del mundo para la beatificación de Mariano de Jesús Euse Hoyos, Francisco Javier Seelos, Ana Rosa Gattorno, María Isabel Hesselblad y María Teresa Chiramel Mankidiyan. Saludo a todos con afecto: a los obispos, a los sacerdotes, a las religiosas, a los religiosos y a los numerosos fieles laicos.

Mientras prolongamos la alegría de la celebración de ayer, tenemos la oportunidad de dirigir nuestra mirada, con mayor veneración, a los nuevos beatos, para profundizar algunos aspectos de su testimonio.

2. Deseo saludar muy cordialmente a todos los peregrinos venidos para participar en la beatificación del sacerdote colombiano Mariano de Jesús Euse Hoyos. Saludo a los señores cardenales, a los obispos, sacerdotes y fieles colombianos, que dan gracias a Dios por las maravillas que ha obrado por medio del padre Marianito.

Sacerdote profundamente dedicado a su misión, fue siempre guiado por una fe sólida, arraigada en la vida y comprometida en favor de los demás. Fue misericordioso y muy cercano con todos, especialmente con los pobres y necesitados. Su fama perdura entre vosotros y es un ejemplo a imitar especialmente en este momento crucial de la historia de vuestra querida patria.

Quisiera que la figura radiante del beato Mariano Euse apareciera a los ojos de toda la sociedad colombiana como "un don de paz" en el marco de este Año jubilar. Colombia alcanzará la paz si respeta siempre y en todas partes el sagrado e inviolable derecho a la vida. La paz, don de Dios, es también tarea del hombre. Por eso, todos los colombianos, sin excepción alguna, han de colaborar en construirla, rechazando toda forma de violencia, luchando contra la pobreza, el hambre, el desempleo, los conflictos armados, los secuestros de personas, el narcotráfico y la degradación de la naturaleza. Que el ejemplo del padre Marianito os ayude a ser cada vez más conscientes de que la paz y el desarrollo integral y solidario deben marchar permanentemente unidos.

3. Doy una cordial bienvenida a los obispos de Estados Unidos y de Alemania, así como a los miembros de la congregación del Santísimo Redentor y a todos los peregrinos presentes que han venido para la beatificación del padre Francisco Javier Seelos. En su ministerio sacerdotal y en su apostolado misionero, el padre Francisco Javier se esforzó por discernir las necesidades espirituales de las comunidades a las que servía, y su entrega a la predicación y a la celebración de los sacramentos hizo que muchas personas volvieran a Cristo.

Que, en este año del gran jubileo, el ejemplo del beato Francisco Javier impulse a más jóvenes a responder con generosidad a la invitación de Cristo a comprometerse en la tarea de la evangelización en el sacerdocio y en la vida religiosa.

98 4. En una sociedad como la actual, que a menudo se afana por los bienes materiales y se ve tentada de olvidar a Dios, sumo Bien, la beata Ana Rosa Gattorno lanza el desafío de una vida totalmente entregada a él y a los hermanos más pequeños y pobres. Los dolores y los sacrificios que marcaron su matrimonio y su maternidad la impulsaron inmediatamente a abrazar, con singular intensidad de fe y amor, a Jesucristo crucificado, para seguirlo con toda su alma. El instituto de las "Hijas de Santa Ana, Madre de María Inmaculada" fundado por ella, es fruto de su ejemplar síntesis entre el abandono a la Providencia y el compromiso incesante en favor del prójimo. A su muerte, acaecida en el año 1900, la madre Rosa dejó tres mil quinientas religiosas, en varios países del mundo.

Su fuerza fue siempre la comunión eucarística diaria y la unión apasionada con Cristo crucificado y glorioso. La nueva beata nos dirige a todos una apremiante invitación a amar, defender y promover la vida, señalándonos la profundidad y la ternura del amor divino hacia toda criatura.

5. Me alegra mucho dar la bienvenida a las religiosas de la orden del Santísimo Salvador y a los peregrinos procedentes de Suecia y de otros países que han venido con ocasión de la beatificación de la madre María Isabel Hesselblad. En particular saludo cordialmente a los fieles luteranos que han venido para este acontecimiento. La beata Isabel nos enseña a dirigir nuestra mirada hacia la cruz salvadora de Cristo, fuente de fuerza en tiempos de prueba. Su compromiso ecuménico, su caridad concreta y su profunda espiritualidad son un modelo para todos los seguidores de Cristo, en particular para los que viven la vida consagrada. Que, mediante la intercesión de la beata Isabel, la causa de la unidad cristiana siga progresando, y que su obra y su carisma recuerden a los cristianos de Europa las raíces evangélicas únicas de su cultura y civilización.

6. Extiendo mi cordial saludo a los obispos de la India, a los miembros de la congregación de la Sagrada Familia, así como a los sacerdotes, a los religiosos y a los laicos que se alegran por la beatificación de la madre María Teresa Chiramel Mankidiyan. La beata María Teresa se dedicó con generosidad a la práctica de los consejos evangélicos y a una intensa vida de oración, que no le ahorró sufrimientos, la sostuvo en sus numerosas obras de caridad y en su determinación de buscar a los que se hallaban perdidos. Que, mediante su intercesión, la Iglesia que está en la India sea bendecida con un aumento de vocaciones a la vida religiosa, impregnada de su espíritu de oración y caridad.

7. Amadísimos hermanos y hermanas, la caridad divina ha añadido otros cinco nombres al largo catálogo de santos y beatos que se enriquece desde hace dos milenios de generación en generación. Mientras los admiramos y veneramos, imitemos su fe, para que la gracia de Cristo Redentor realice en cada uno su obra de santificación. Al volver a vuestros países y a vuestras comunidades, sed testigos de las maravillas que habéis visto y oído.

Con afecto os imparto mi bendición, que de buen grado extiendo a vuestros familiares y a todos vuestros seres queridos.












A LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL SAGRADO CORAZÓN


13 de abril de 2000




Hermanos y hermanas de la Universidad católica del Sagrado Corazón:

1. Os doy a todos mi más cordial bienvenida. Saludo, ante todo, al rector magnífico, profesor Sergio Zaninelli, cuyo noble discurso he escuchado con atención, apreciando la claridad con que ha recordado los valores fundamentales que inspiraron, hace ochenta años, la fundación de la universidad católica y que deben seguir orientando la vida de cuantos también hoy forman parte de ella.

Saludo al cardenal Angelo Sodano, que ha celebrado la santa misa para vosotros; saludo al presidente y a los demás miembros del instituto Toniolo, a los vicerrectores, a los directores y a los profesores. Extiendo, asimismo, mi saludo a vosotros, queridos estudiantes, al personal administrativo y auxiliar, en servicio o jubilados, a los amigos de la universidad y a todos los que, en los diferentes niveles, componen vuestra gran familia.

2. Habéis venido juntos de las sedes de Milán, Roma, Brescia y Piacenza, para realizar vuestra peregrinación jubilar, que tiene lugar al término del 40° aniversario del fallecimiento del padre Agostino Gemelli y en vísperas de las celebraciones del 80° aniversario de la fundación de vuestro ateneo, que tuvo lugar en diciembre de 1920. Otros lo habían deseado y preparado desde hacía mucho tiempo. Pienso, en particular, en el profesor Giuseppe Toniolo, cuyo nombre está unido significativamente a vuestra institución fundadora. Pero fue mérito del padre Gemelli realizar esta obra de la que todos los católicos italianos se sienten orgullosos.

99 La coincidencia con ese inminente aniversario confiere a vuestra peregrinación una connotación particular: os impulsa a redescubrir vuestras raíces. Y ¡cómo no recordar, en el marco del Año santo, que en los orígenes de vuestra institución hubo una gracia de "conversión"! El descubrimiento de Cristo, en la intensidad propia de la tradición franciscana, proporcionó a Agostino Gemelli la clarividente sabiduría y la indómita valentía con las que dio vida al espléndido complejo de personas y obras, de estudio y acción, que es vuestra universidad.

Al venir a celebrar vuestro jubileo, seguís las huellas de vuestro fundador y de numerosos maestros espirituales que han honrado, a lo largo de los años, vuestra institución. Recuerdo, en especial, al profesor Giuseppe Lazzati, rector de la universidad no hace muchos años, quien, durante el Concilio, dio una contribución iluminadora a la discusión de algunos temas. Ojalá que emuléis su sabiduría y su coherencia de vida.

3. Como bien sabéis, hace algunos años dirigí a las universidades católicas la constitución apostólica Ex corde Ecclesiae que hoy, a la luz del jubileo, cobra renovada actualidad. Me complace recordaros, sobre todo, un pasaje de dicha constitución, precisamente el relativo a la unidad profunda que debe existir en una universidad católica entre las actividades académicas y las iniciativas pastorales. En relación con estas últimas, escribí: "La pastoral universitaria es aquella actividad de la universidad que ofrece a los miembros de la comunidad la ocasión de coordinar el estudio académico y las actividades para-académicas con los principios religiosos y morales, integrando de esta manera la vida con la fe. Dicha pastoral concretiza la misión de la Iglesia en la universidad y forma parte integrante de su actividad y de su estructura. Una comunidad universitaria preocupada por promover el carácter católico de la institución, debe ser consciente de esta dimensión pastoral y sensible al modo en que ella puede influir sobre todas sus actividades" (n. 38).

Os recomiendo, queridos alumnos y profesores, que persigáis con todas vuestras energías el ideal para el cual la pastoral no es algo que hay que hacer junto con otras cosas, sino una dimensión que abarca todo lo que se hace, coordinándolo con el proyecto educativo propio de una universidad católica. De este modo, la universidad se transforma en una gran comunidad educativa en la que los alumnos, los profesores y el personal técnico-administrativo colaboran para alcanzar el mismo objetivo, es decir, asegurar a los jóvenes estudiantes una formación integral digna de este nombre.

4. Cuando hablo de "formación", mi pensamiento va espontáneamente al ejemplo que Jesús, Maestro, nos dio y que nos conservaron los evangelios. Jesús es el "maestro bueno" (cf. Mc
Mc 10,17), el maestro manso y humilde de corazón (cf. Mt Mt 11,29), el maestro por excelencia. Todos debemos inspirarnos en su pedagogía si queremos estar a la altura de la tarea que se nos ha confiado. La pedagogía de Jesús está impregnada de sabiduría, prudencia y paciencia; es una pedagogía atenta a los demás, capaz de interpretar las exigencias y las expectativas, siempre dispuesta a dejarse interpelar por las diferentes situaciones humanas.

Al dirigirme sobre todo a vosotros, queridos profesores de la Universidad católica del Sagrado Corazón, deseo daros una consigna: sed verdaderos y auténticos educadores; esforzaos por mostrar claramente en qué proyecto educativo os inspiráis, dando razón, como verdaderos discípulos de Cristo, de vuestra esperanza (cf. 1P 3,15). Vuestro compromiso y vuestro honor deben consistir en ofrecer a la Iglesia y al país jóvenes bien preparados profesionalmente, ciudadanos políticamente sensibles y, en especial, cristianos iluminados e intrépidos.

5. En vuestra peregrinación habéis cruzado la Puerta santa, símbolo de Cristo, que abre al hombre el ingreso en la vida de comunión con Dios. Entrar por esta puerta significa convertir profundamente a Cristo los propios pensamientos y la propia vida. El mismo compromiso cultural está íntimamente animado por esta elección.

El estudioso cristiano, profesor y alumno, se distingue por su capacidad de conjugar el rigor de la investigación científica con la certeza de la fe en que Jesucristo, como Verbo eterno de Dios, es la verdad en su sentido más pleno. De ahí su vocación a investigar, analizar y explicar cada una de las verdades a la luz de Cristo, verdad absoluta, acompañando el estudio con la oración y la coherencia de vida. Sed conscientes de esta vocación. No os canséis de convertir vuestro corazón al único Salvador, a cuyo Corazón está consagrada vuestra institución.

Sé que en este período os estáis dedicando a reflexionar sobre las medidas que será necesario tomar con la inminente reforma del sistema universitario; es una reforma exigente y compleja, que también presenta aspectos de innovación radical. Precisamente por eso interpela los valores de fondo de vuestro ser y obrar. Estoy seguro de que también en esta ocasión interpretaréis las exigencias de transformación de modo sabio, siendo coherentes con la inspiración cristiana que caracteriza a vuestro ateneo y estando en sintonía con las indicaciones del Magisterio. La tradición de autonomía, de la que habéis gozado siempre, os permitirá afrontar los próximos cambios de manera que se garantice la libertad que desde siempre es condición esencial para el desarrollo de la ciencia.

Además, sigue siendo de vital interés para vuestra universidad la promoción de un íntimo nexo -que, por otra parte, ya existe en gran medida- entre vuestras estructuras y la Iglesia que está en Italia, a partir de un fecundo vínculo con la Conferencia episcopal italiana y con el proyecto cultural impulsado por ella, para una presencia más decisiva en el país, en los diversos ámbitos culturales y especialmente en el campo de la revisión del sistema formativo.

6. Es obvio que esta atención específica a vuestra identidad y a la pastoral de la Iglesia no se debe interpretar ni como aislamiento cultural ni como intolerancia y renuncia al diálogo. Por lo demás, ya en la experiencia comunitaria cristiana propia de la universidad católica es preciso ejercitarse en el espíritu de escucha recíproca, recordando que la diversidad de dones, que el mismo Espíritu distribuye como quiere (cf. 1Co 12,11), constituye la riqueza de la comunidad cristiana. Por lo que respecta a la sociedad civil, la Universidad católica del Sagrado Corazón afronta hoy un desafío formidable, dado que debe prestar su servicio en el areópago de culturas diversas que también van entrelazándose en Italia, al igual que en muchos otros países del mundo. El hecho de que vuestra universidad sea "católica" la obliga a conjugar las exigencias imprescindibles de su pertenencia eclesial con una apertura cordial a toda propuesta cultural seria, con una actitud de reflexión crítica sobre el presente y el futuro de una sociedad que se está transformando en pluriétnica y plurirreligiosa.

100 7. Mientras cada uno de vosotros deposita bajo la mirada del Señor los propósitos de su propio corazón, os repito, como en otras circunstancias: sed conscientes de lo que os exige el título de católica que lleva vuestra universidad. Ello no mortifica, sino que exalta vuestro compromiso en favor de los valores humanos auténticos.

Sentíos orgullosos de pertenecer a la "Católica", y esforzaos por estar a la altura de las responsabilidades que esto implica. Lo exige el recuerdo de vuestra tradición, lo pide la naturaleza misma de vuestra institución y lo impone la admirable misión educativa que se os ha confiado.
"Es hora de grandes tareas -escribía el padre Gemelli en el lejano 1940-. Dondequiera que os encontréis, tomad conciencia de vuestra misión. Sed llamas que arden, iluminan, guían y consuelan" (Foglio agli studenti, octubre de 1940).

Hago mía esa recomendación y os la dejo como consigna, invocando sobre vuestros propósitos e iniciativas la asistencia materna de la Virgen, Sedes sapientiae. Con estos sentimientos, os imparto de corazón a vosotros, aquí presentes, y a todos los que trabajan en el ámbito de vuestra universidad, una especial bendición apostólica.








A LOS JÓVENES PEREGRINOS


DE LA DIÓCESIS FRANCESA DE ROUEN


14 de abril de 2000



Querido hermano en el episcopado;
queridos jóvenes de la diócesis de Rouen:

Os acojo con alegría, con ocasión de vuestra peregrinación jubilar a Roma, que es a la vez un tiempo de retiro, reflexión y oración. Saludo cordialmente a todas las personas que os acompañan en vuestro camino y os sostienen en vuestro crecimiento humano y espiritual, ayudándoos a responder a los interrogantes que os planteáis.

Vuestra estancia en la ciudad de san Pedro y san Pablo os permite descubrir que la Iglesia tiene una historia y una tradición, y que es un pueblo vivo, animado por el Espíritu Santo. Al acoger el testimonio de fe de las primeras comunidades cristianas, se os invita a ser testigos y a ocupar plenamente el lugar que os corresponde en el seno del pueblo de Dios. La Iglesia cuenta con vosotros; necesita vuestra juventud, vuestra generosidad y vuestro dinamismo, para ser cada vez más el pueblo que Dios ama y para ofrecer una nueva esperanza al mundo.

Mediante la oración personal y comunitaria, los sacramentos, los intercambios que podéis realizar y las visitas a los lugares significativos de la historia de la Iglesia y a las riquezas artísticas de Roma, conoceréis cada vez más a Cristo y a su Iglesia, y encontraréis los medios para testimoniar la buena nueva entre vuestros compañeros. ¡Ojalá que seáis los testigos que tanto precisa el nuevo siglo! Ciertamente necesitaréis valentía y audacia para ir a veces contra corriente con respecto a las propuestas atractivas del mundo actual y para comportaros de acuerdo con las exigencias evangélicas del amor verdadero. Pero descubriréis que la vida con Cristo, la búsqueda de la verdad, la práctica de los valores humanos y morales fundamentales, y el respeto a sí mismo y a los demás, son los caminos de la libertad auténtica y de la verdadera felicidad. Para realizar el ideal que os anima, pedid a los adultos que os muestren el camino y os ayuden a avanzar.

El jubileo es una ocasión particularmente importante para experimentar el amor misericordioso de Dios que, al darnos su perdón, nos abre un futuro nuevo y nos comunica la plenitud de la vida divina, convirtiéndose en nuestro alimento en la Eucaristía. No tengáis miedo de volver sin cesar a Cristo, fuente de la vida. Él quiere sosteneros en vuestro camino de conversión, colmaros de gracia y daros su alegría. En este período de vuestra existencia, os preguntáis legítimamente sobre vuestro futuro. Al manifestaros su confianza, Jesús os dirige su mirada y os exhorta a transformar vuestra existencia en algo hermoso, haciendo fructificar los talentos que os ha confiado para el servicio a la Iglesia y a vuestros hermanos, así como para la construcción de una sociedad más solidaria, justa y pacífica.

101 Cristo os invita a poner vuestra esperanza en él y a seguirlo por el camino del matrimonio, del sacerdocio o de la vida consagrada. En el silencio de vuestro corazón, no tengáis miedo de escuchar al Señor, que os habla. Mediante los sacerdotes, los religiosos, las religiosas y los laicos, la Iglesia está a vuestro lado para ayudaros a discernir lo que corresponde a vuestra vocación auténtica. Jesús os dará la gracia necesaria para responder a su llamada. Os concederá la alegría profunda de los verdaderos discípulos.

A todos os deseo un buen itinerario hacia la Pascua. Que vuestra peregrinación jubilar reavive en vosotros el deseo de vivir intensamente el gran misterio de Cristo muerto y resucitado. Os imparto de buen grado a vosotros y a todos vuestros seres queridos la bendición apostólica.












AL EMBAJADOR DE ARGENTINA ANTE LA SANTA SEDE


CON MOTIVO DE LA PRESENTACIÓN


DE LAS CARTAS CREDENCIALES


Viernes 14 de abril de 2000



Señor Embajador:

1. Con gusto recibo las Cartas Credenciales que le acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República Argentina ante la Santa Sede. Le agradezco sinceramente las palabras que ha tenido a bien dirigirme, que son una muestra de las buenas relaciones existentes entre esta Sede Apostólica y esa noble Nación del Cono Sur americano, cuyos habitantes, como Usted ha señalado, a la vez que conservan en sus tradiciones profundos valores humanos, se sienten muy arraigados en la fe católica, de la que surge un sentido de la vida y una guía moral con repercusiones beneficiosas para la vida social argentina.

Agradezco asimismo el amable saludo de parte del Señor Presidente de la Nación, el Doctor Fernando de la Rúa, en el cual manifiesta sus sentimientos personales y el deseo de acrecentar la tradicional cooperación entre la Iglesia y el Estado para la consecución del bien común. Le ruego, Señor Embajador, que se haga intérprete de mi reconocimiento por ello ante el primer Mandatario del País, a quien hago mis mejores votos por su alta y delicada responsabilidad.

2. En los últimos años, Usted ha representado a su Nación en Israel, que yo he tenido la dicha de visitar recientemente dentro de la gran peregrinación a los lugares relacionados con la historia de la salvación. Ahora, después de haber desarrollado su misión diplomática en la tierra donde vivió el Hijo de Dios hecho hombre, viene Usted a continuar su labor ante esta Sede Apostólica, en la misma representación diplomática en la que ya hace unos años prestó sus servicios.

En estas circunstancias, le resultará familiar la naturaleza de esta nueva e importante responsabilidad que su Gobierno le ha encomendado. Es, en cierto modo, una misión del todo singular, teniendo en cuenta el papel que desempeña la Santa Sede en el concierto de las naciones para conseguir una mejora de las relaciones entre los pueblos, una convivencia más pacífica y una colaboración más estrecha entre todos. Su actividad, de carácter eminentemente espiritual, se inspira en la convicción de que "la fe todo lo ilumina con nueva luz y manifiesta el plan divino sobre la entera vocación del hombre; por ello orienta el espíritu hacia soluciones plenamente humanas" (Gaudium et spes GS 11). Por eso, la Santa Sede, además de prestar atención a las Iglesias particulares de cada nación, se preocupa también por el bien de todos los ciudadanos y trata de hacer valer en los foros internacionales aquellos derechos de las personas y los pueblos que hacen honor a su dignidad y a la excelsa vocación que Dios ha otorgado a cada ser humano.

3. Deseo asegurarle, Señor Embajador, que en mi solicitud por todas la Iglesias, me siento muy cerca de Argentina, me alegro con sus logros y comparto sus preocupaciones.

En este sentido, es motivo de satisfacción el que la Nación haya podido vivir en los últimos años en un clima de serenidad política, sin grandes sobresaltos, aun cuando haya debido enfrentarse a una herencia de serias dificultades en la convivencia y delicadas situaciones en el campo económico. Ha demostrado así que el País puede afrontar su propio destino mediante una normal actividad democrática, que asegure la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y la alternancia ordenada de los gobernantes, en el reconocimiento de la aportación que cada uno ha dado a la vida de la Nación. Deseo ardientemente que esta madurez cívica se afiance cada vez más en una recta concepción de la persona humana. Una conciencia profunda de estos valores favorecerá el que, no obstante las legítimas diferencias, se produzca una confluencia entre las diferentes fuerzas políticas para resolver aquellas cuestiones más acuciantes, que afectan a los intereses generales de la Nación y, sobre todo, a las exigencias de la justicia y de la paz.

En esta tarea, su Gobierno es consciente de la importancia que ha de darse, no sólo a las medidas propias de la técnica administrativa o financiera, sino también a la concienciación de los ciudadanos para que participen con esperanza y espíritu de colaboración en el bien común, sin que las legítimas divergencias se transformen en antagonismos irreductibles. Para ello hacen falta ideales verdaderamente profundos y duraderos, anclados en la verdad objetiva sobre el ser humano, de los que los más altos responsables de la sociedad han de dar testimonio con su afán de servicio, trasparencia y lealtad, contagiando, por decirlo así, a todo el pueblo su propio compromiso de construir un futuro mejor.


Discursos 2000 95