Discursos 2000 195


AUDIENCIA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

A LA PEREGRINACIÓN JUBILAR

DE LOS DEVOTOS DE SANTA RITA DE CASIA


Y A LA DE LA FEDERACIÓN ITALIANA


DE LOS CABALLEROS DEL TRABAJO




sábado 20 de mayo



Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Me alegra daros una cordial bienvenida y manifestaros mi alegría por el singular acontecimiento que nos ha congregado aquí. Habéis venido en gran número para realizar vuestra peregrinación a Roma y cruzar la Puerta santa del gran jubileo. Saludo al cardenal Sodano, secretario de Estado.
Saludo al querido monseñor Riccardo Fontana, arzobispo de Spoleto-Nursia, y le agradezco las palabras y la felicitación que me ha expresado en vuestro nombre. Saludo al cardenal Opilio Rossi, al patriarca armenio y a todos los obispos presentes. Saludo a los padres generales, a los religiosos y a las monjas de la orden de san Agustín, así como a las autoridades presentes, de todo orden y grado. Vuestra presencia me trae a la memoria el viaje que realicé hace veinte años al municipio de Casia, para visitar a las poblaciones damnificadas por el terremoto de 1979.

Entre nosotros se encuentra hoy una peregrina ilustre que, desde el cielo, se une a nuestra oración. Es santa Rita de Casia, cuyos restos mortales, transportados a Roma por la policía italiana, acompañan a la muchedumbre de devotos que la invocan con afectuosa familiaridad y le manifiestan con confianza los problemas y las angustias que afligen su corazón.

Es como si el santuario de Casia se hubiera trasladado hoy a la plaza de San Pedro. Y vosotros, queridos peregrinos, habéis venido de todo el mundo para venerarla. Junto con ella queréis renovar al Papa, como hizo ella cuando vivía, vuestros sentimientos más profundos de fidelidad y comunión.

Los restos mortales de santa Rita, que hoy veneramos aquí, constituyen un testimonio significativo de la obra que el Señor realiza en la historia, cuando encuentra corazones humildes y disponibles a su amor. Vemos el cuerpo frágil de un mujer pequeña de estatura, pero grande por su santidad, que vivió con humildad y ahora es conocida en todo el mundo por su heroica existencia cristiana de esposa, madre, viuda y monja. Enraizada profundamente en el amor de Cristo, Rita encontró en su fe inquebrantable la fuerza para ser mujer de paz en todas las circunstancias.

196 En su ejemplo de abandono total a Dios, en su sencillez transparente y en su granítica adhesión al Evangelio también nosotros podemos encontrar las indicaciones oportunas para ser cristianos auténticos en estos albores del tercer milenio.

2. Pero ¿cuál es el mensaje que nos transmite esta santa? Es un mensaje que brota de su vida: la humildad y la obediencia fueron el camino que Rita recorrió hacia una asimilación cada vez más perfecta con Cristo crucificado. El estigma que brilla en su frente es la autenticación de su madurez cristiana. En la cruz con Jesús culminó el amor que ya había conocido y expresado de modo heroico en su hogar y mediante la participación en las vicisitudes de su ciudad.

Siguiendo la espiritualidad de san Agustín, se hizo discípula del Crucificado y "experta en sufrimiento", aprendió a comprender las penas del corazón humano. De este modo, Rita se convirtió en abogada de los pobres y los desesperados, obteniendo innumerables gracias de consuelo y fortaleza a quien la ha invocado en las más diversas situaciones.

Rita de Casia fue la primera mujer canonizada durante el gran jubileo de comienzos del siglo XX, el 24 de mayo de 1900. Al decretar su santidad, mi predecesor León XIII observó que había agradado tanto a Cristo, que él quiso recompensarla con el signo de su caridad y de su pasión. Le fue otorgado este privilegio por su humildad singular, por su desapego interior de los deseos terrenos y por su admirable espíritu penitencial, que acompañaron cada momento de su vida (cf. bula Umbria gloriosa sanctorum parens, Acta Leonis XIII, XX, pp. 152-153).

3. Me complace hoy, cien años después de su canonización, volver a proponerla como signo de esperanza, especialmente a las familias. Queridas familias cristianas, imitando su ejemplo, encontrad también vosotras en la adhesión a Cristo la fuerza para cumplir vuestra misión al servicio de la civilización del amor.

Si preguntáramos a santa Rita cuál fue el secreto de esta extraordinaria obra de renovación social y espiritual, nos respondería: la fidelidad al Amor crucificado. Rita, con Cristo y como Cristo, llegó a la cruz siempre y sólo por amor. Por eso, como ella, dirijamos nuestra mirada y nuestro corazón a Jesús, muerto en la cruz y resucitado por nuestra salvación. Él, nuestro Redentor, es quien hace posible, como hizo con esta querida santa, la misión de unidad y fidelidad propia de la familia, incluso en los momentos de crisis y dificultad. También es él quien hace concreto el compromiso de los cristianos en favor de la construcción de la paz, ayudándoles a superar los conflictos y las tensiones, por desgracia tan frecuentes en la vida diaria.

4. La santa de Casia es una de las numerosas mujeres cristianas que "han incidido significativamente tanto en la vida de la Iglesia como en la sociedad" (Mulieris dignitatem
MD 27). Rita interpretó bien el "genio femenino": lo vivió intensamente, tanto en la maternidad física como en la espiritual.

En el sexto centenario de su nacimiento, recordé que su lección "se concentra en estos elementos típicos de espiritualidad: el ofrecimiento del perdón y la aceptación del sufrimiento, no en una forma de resignación pasiva (...) sino por la fuerza de aquel amor hacia Cristo que precisamente en el episodio de la coronación (...) soportó, junto a otras humillaciones, una parodia atroz de su realeza" (Carta al arzobispo de Espoleto, 10 de febrero de 1982: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 20 de junio de 1982, p. 18).

Amadísimos hermanos y hermanas, la devoción a santa Rita en el mundo está simbolizada por la rosa. Es de esperar que también la vida de todos sus devotos sea como la rosa recogida en el jardín de Roccaporena durante el invierno anterior a la muerte de la santa. En otras palabras, que sea una vida animada por el amor apasionado al Señor Jesús; una existencia capaz de responder al sufrimiento y a las espinas con el perdón y la entrega total de sí, para difundir por doquier el buen olor de Cristo (cf. 2Co 2,15), mediante el anuncio coherente y vivido del Evangelio. A cada uno de vosotros, queridos devotos y peregrinos, santa Rita os entrega su rosa: al recibirla espiritualmente, comprometeos a vivir como testigos de una esperanza que no defrauda, y como misioneros de la vida que vence a la muerte.

5. Dirijo ahora mi saludo cordial a los socios de la Federación nacional italiana de los Caballeros del trabajo, que han acudido a Roma para celebrar su jubileo. Os doy a todos mi bienvenida.
Queridos hermanos, vuestra actividad está al servicio de la elevación económica y social de los trabajadores. Os deseo que, gracias a vuestro esfuerzo, contribuyáis constantemente al bien común, a la formación de los jóvenes que se insertan en el mundo de la producción, a la progresiva eliminación de las diferencias injustas, y a la solución del preocupante problema del desempleo.

197 Ante los rápidos cambios que afectan a la sociedad moderna, estad dispuestos a afrontar los desafíos actuales de la economía y la globalización, sin perder jamás de vista los valores fundamentales de la dignidad del hombre, de la solidaridad para con los más débiles, de la humanización del esfuerzo y de la índole social del trabajo.

6. Amadísimos hermanos y hermanas, invoco sobre vosotros la protección de María, en este mes dedicado particularmente a ella. Que por su intercesión, y por la de santa Rita y san Benito, se os concedan todas las gracias necesarias a vosotros y a vuestros seres queridos. Con este fin, os aseguro mi oración, al mismo tiempo que os bendigo de corazón a todos.

AUDIENCIA DE JUAN PABLO II

A UNA DELEGACIÓN DE LA EX REPÚBLICA

YUGOSLAVA DE MACEDONIA


CON MOTIVO DE LAS CELEBRACIONES


EN HONOR DE LOS SANTOS CIRILO Y METODIO


Lunes 22 de mayo

Señor presidente; señoras y señores:

Me agrada daros la bienvenida hoy en el Vaticano. Una vez más, este año, siguiendo una tradición ya consolidada, una delegación de dignatarios de la ex República yugoslava de Macedonia ha venido a hacer una respetuosa visita a la tumba de san Cirilo. Le agradezco, señor presidente, sus amables palabras en nombre de todos los presentes.


La solemne ceremonia con la que vuestra representación desea conmemorar a san Cirilo y a san Metodio, copatronos de Europa, tiene lugar en la antigua basílica situada cerca del Coliseo, que conserva las venerables reliquias de san Clemente de Roma, el tercer Sucesor de san Pedro, y de san Cirilo, el más joven de los santos hermanos de Tesalónica, apóstoles de los eslavos. ¡Qué nobles recuerdos evocan los nombres de estos grandes testigos de la fe!


Hoy, en particular, nuestro pensamiento se dirige al rico patrimonio cultural de la Europa oriental, construido sobre los fundamentos puestos por san Cirilo y san Metodio. De hecho, estos dos ilustres hermanos dieron "una contribución eminente para la formación de las comunes raíces cristianas de Europa; raíces que, por su solidez y vitalidad, constituyen uno de los más firmes puntos de referencia, del que no puede prescindir todo intento serio por recomponer de modo nuevo y actual la unidad del continente" (Slavorum apostoli, 25). El desafío que afrontan hoy Oriente y Occidente consiste en lograr, mediante un intercambio mutuo de dones, que la "casa común" de Europa sea cada vez más un lugar de civilización, de fraternidad, de solidaridad y de respeto.


Estos vínculos de solidaridad entre los pueblos de Europa tienen un significado particular en este Año jubilar, en el que la Iglesia celebra el bimilenario de la encarnación del Hijo de Dios. El gran jubileo es un tiempo de gracia y de renacimiento espiritual, en el que todos los creyentes en Cristo están llamados a participar, compartiendo su alegría con todos los hombres y mujeres de buena voluntad.


Quiera Dios que el pueblo de la ex República yugoslava de Macedonia, inspirándose en la riqueza y en el vigor de la herencia recibida de san Cirilo y san Metodio, encuentre nueva fuerza interior para continuar la gran obra de construir su país con paz y armonía. Os aseguro con afecto un recuerdo especial en mis oraciones, e invoco sobre toda vuestra nación las abundantes bendiciones de Dios todopoderoso.

AUDIENCIA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

A UNA DELEGACIÓN DE BULGARIA

CON MOTIVO DE LAS CELEBRACIONES


EN HONOR DE LOS SANTOS CIRILO Y METODIO



Lunes 22 de mayo de 2000

Excelencia; queridos amigos:

198 1. La fiesta anual de san Cirilo y san Metodio, copatronos de Europa, me brinda la feliz ocasión de saludaros cordialmente a vosotros, que representáis al querido pueblo búlgaro. Inscrito en el marco territorial y cultural del viejo continente, tiene mucho que aportar a los demás pueblos en materia de tradiciones, energías humanas y espirituales, y tesoros de civilización.

A través de vosotros, miembros de la delegación que ha venido a visitar al Obispo de Roma, quiero expresar a vuestros compatriotas mis sentimientos más afectuosos y asegurarles mi recuerdo constante y mi oración ferviente para que Dios les conceda todo el bien que desean.

2. Al evocar las grandes figuras de los dos hermanos de Tesalónica, "hijos de Oriente, bizantinos por su patria, griegos por su origen, romanos por su misión, eslavos por su apostolado", mi predecesor Pío XI subrayaba que habían gastado todas sus energías, entregándose sin reservas, a fin de conquistar a los pueblos para Cristo (cf. carta apostólica Quod S. Cyrillum, 13 de febrero de 1927: AAS 19 [1927] 95).

La obra evangelizadora de san Cirilo y san Metodio ha reforzado igualmente en el pueblo búlgaro los fundamentos del proceso de identidad nacional y de apertura al encuentro con otros pueblos del continente, hasta el punto de convertir a la nación búlgara en instrumento insustituible del diálogo entre Oriente y Occidente.

La dimensión universal de la predicación de san Cirilo y san Metodio y el apostolado intenso que realizaron para que todos pudieran llegar al conocimiento de la verdad y participar mediante la unidad en el amor salvífico de Dios, nos ayudan a comprender que "cada hombre, cada nación, cada cultura y civilización tienen una función propia que desarrollar y un puesto propio en el misterioso plan de Dios y en la historia universal de la salvación" (Slavorum apostoli, 19).

Su recuerdo nos trae a la memoria acontecimientos antiguos pero no olvidados. Sus figuras imponentes irradian aún hoy una luz de santidad y gracia que honra mucho a la Iglesia de Cristo. Su intrépido testimonio nos impulsa a buscar constantemente caminos de diálogo y a elaborar proyectos de unidad.

Sé que el querido pueblo búlgaro está decidido a afrontar con valentía y confianza las inevitables dificultades, y deseo que construya un presente cada vez más sereno y más pacífico, del que pueda surgir un futuro rico en buenos frutos.

3. Vuestra peregrinación a la tumba de san Cirilo se inscribe en el marco más amplio del gran jubileo, acontecimiento que recuerda el bimilenario del nacimiento de Cristo. Ojalá que este tiempo sea testigo de una renovada voluntad de paz, de diálogo y de colaboración con todos, para que aumenten cada vez más la comprensión entre los pueblos y el intercambio de los dones que Dios les ha concedido.

Os agradezco vuestra visita y os expreso mis más fervientes deseos de que vuestros compatriotas perseveren en el camino de la reconstrucción espiritual y material que ya está en marcha. Encomiendo estos deseos a Dios y, por intercesión de san Cirilo y san Metodio, invoco sobre vosotros y sobre todos los que representáis, la abundancia de las bendiciones divinas.

AUDIENCIA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

A LOS PEREGRINOS QUE VINIERON

PARA LA CANONIZACIÓN DE 27 NUEVOS SANTOS


Lunes 22 de mayo de 2000

Queridos hermanos y hermanas:

199 1. Me complace tener este encuentro con todos vosotros, queridos peregrinos mexicanos que, en el día de ayer, habéis participado en la solemne canonización de Cristóbal Magallanes y compañeros mártires, de José María de Yermo y Parres, fundador de las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Pobres, y de María de Jesús Sacramentado Venegas, fundadora de las Hijas del Sagrado Corazón.

Con vosotros se alegra toda la Iglesia que ve así proclamada la gloria de estos hijos suyos y también de vuestra noble Patria, y que cuenta con el ejemplo de su entrega al Señor y de su poderosa intercesión en sus necesidades. Ellos anuncian con elocuente testimonio la fuerza transformadora del amor a Dios y al prójimo, esencia de la vida cristiana, y nos animan a vivir con renovada fidelidad nuestra condición de hijos suyos llamados a dar testimonio de la fe, a mantener viva la esperanza y a practicar la caridad en todos los momentos de la vida.

Saludo con afecto a los Señores Cardenales, a los Arzobispos y Obispos, a los sacerdotes y fieles, y muy especialmente a las religiosas que han visto canonizar a sus Fundadores. A todos os doy mi más cordial bienvenida a este encuentro, caracterizado por el gozo y que tiene lugar en el Gran Jubileo de la Encarnación.

2. Vuestra presencia aquí me hace recordar las entrañables jornadas que he vivido en México con ocasión de los cuatro viajes apostólicos que la Providencia me ha permitido realizar allí, culminando con el llevado a cabo el año pasado para presentar la Exhortación apostólica postsinodal "Ecclesia in America", a los pies de la Virgen de Guadalupe. Bajo su amparo puse la vida de todas las Comunidades eclesiales en el Continente de la esperanza para que los bendiga con nuevos y abundantes frutos de santidad.

El pueblo mexicano se ha distinguido siempre por su gran amor a Dios, a la Virgen, a la Iglesia y al Papa, con un fuerte arraigo de la fe católica, la cual, a pesar de los avatares de la historia, forma parte integrante y fundamental del alma de vuestra Nación. Por eso, deseo repetiros lo que ya os dije en la Santa Misa en el Autódromo de la Capital Federal: "¡No dejen apagar la luz de la fe! México sigue necesitándola para poder construir una sociedad más justa y fraterna, solidaria [...] ¡Hagan que la palabra de Cristo llegue a los que aún la ignoran! ¡Tengan la valentía de testimoniar el Evangelio en las calles y plazas, en los valles y montañas de esta Nación!" (Homilía, 25 de enero 1999).

3. Estamos viviendo el año del Gran Jubileo, que ofrece la posibilidad de acercarnos al infinito tesoro de gracia y misericordia que Dios ha confiado a la Iglesia. Para ello es necesario - desde la particular vocación de cada uno - seguir con radicalidad a Cristo. Él es el camino que dio fuerza a San Cristóbal Magallanes y compañeros para vencer en el martirio, a San José María de Yermo y Parres para convertirse en "Gigante de la caridad", a Santa María de Jesús Sacramentado Venegas para someterse con humildad y generosidad a la voluntad de Dios. Ojalá que sus ejemplos y enseñanzas os infundan continuamente el entusiasmo y la valentía para seguir con renovada fidelidad a Cristo. Así estaréis preparados para afrontar con confianza y esperanza las dificultades de nuestro tiempo y los desafíos de la nueva evangelización.

4. Los Estados de Jalisco, Zacatecas, Durango, Chiuhahua, Guanajuato, Morelos, Guerrero y Colima son las tierras de origen del grupo de los nuevos Santos mártires. El recuerdo de sus personas y de su generosa y heroica entrega sigue vivo y su gloria ante Dios será imperecedera. Estos sacerdotes, que ofrecieron su vida por fidelidad a su ministerio sacerdotal son un claro ejemplo para los sacerdotes de hoy, así de cómo hay que atender a los propios fieles, incluso con riesgo de la propia vida. Junto a ellos, los tres laicos son un precioso testimonio del compromiso eclesial y de la vocación a la santidad, propia de todos los bautizados, que nos debe llevar a vivir en comunión de fe y amor, particularmente al lado de quien nos necesita y con la confianza siempre puesta en Dios.

5. San José María de Yermo y Parres, proveniente del clero angelopolitano, llevó una existencia llena de oración y sacrificio, de ardiente confianza en la divina Providencia y de heroísmo en la caridad: Su vida es una invitación a los cristianos a seguir a Cristo mediante el amor al prójimo en el olvido de sí y, cuando sea necesario, aceptando la cruz. Al mundo actual, tan necesitado de fraternidad y solidaridad, el nuevo Santo enseña a establecer nuevas relaciones en las que el servicio generoso, creativo, concreto y dinámico sean capaces de favorecer un clima nuevo de hermandad de todos en Cristo.

Para proseguir en su obra, su espíritu eminentemente sacerdotal promovió la fundación de las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Pobres, a las que ha dejado el testimonio de una entrega sin par a la causa de Cristo y de los pobres. Vosotras, queridas religiosas, hijas de San José María de Yermo, mantened siempre vivos sus rasgos evangélicos de humildad y sencillez en el servicio del amor misericordioso al hermano necesitado, atendiéndole con los mismos sentimientos del divino Corazón. Esto os ayudará a mantener vivo el sentido eclesial y misionero de vuestro carisma y la recta orientación en el apostolado social y espiritual en favor de los pobres.

6. En el Estado de Jalisco nació Santa María de Jesús Sacramentado Venegas. Después de una infancia vivida en un ambiente familiar en el que, aun con problemas, se favorecía un intenso clima espiritual, fue conducida por Dios al Hospital de Sagrado Corazón en Guadalajara, uniéndose a otras mujeres piadosas que se dedicaban al cuidado de los enfermos. Allí, como competente y abnegada enfermera, se prodigó en el servicio sanitario y desde el año 1921, en que fue elegida Superiora se dedicó a afianzar el naciente Instituto, infundiendo en las Hermanas el amor a la Iglesia y a las almas, a las privaciones y sacrificios. No se echó atrás ante la persecución religiosa, al contrario, promovió nuevas fundaciones en diferentes Estados de la República. Su vida espiritual se alimentaba con la oración asidua, la recepción de los Sacramentos y la devoción filial a la Virgen María, todo ello dentro de la más estricta obediencia a las Reglas de su Instituto.

Su mensaje conserva plena actualidad. En efecto, la firmeza de su fe, la confianza ilimitada en Dios, el amor incansable, hasta el olvido de sí hicieron de ella una mujer consagrada digna de ser imitada. Ella supo afianzar la Congregación de las Hijas del Sagrado Corazón de Jesús, donde se prolonga su entrega, a ejemplo del buen samaritano, a quienes, como decía ella"en sus cuerpos y en sus almas tienen más semejanza con Cristo doliente". Con una existencia como la suya, preocupada por hacer la voluntad de Dios por encima de todas las cosas, se vive en paz y serenidad, aspiraciones humanas tan necesarias para la vida de hoy. Afortunadamente hoy se vive en México se vive una primavera de vocaciones a la vida religiosa, de la que son pioneras personas de la talla de la Madre María de Jesús Sacramentado.

200 7. Queridos peregrinos mexicanos: ayer habéis participado en acontecimiento excepcional: la canonización de 27 compatriotas vuestros el Gran Jubileo. Volved a México con el compromiso de renovar vuestra fidelidad a Dios y a la Iglesia, de dar siempre y en todas partes un testimonio valiente de vida cristiana, de colaborar en la nueva evangelización para que Cristo sea conocido y amado por todos los mexicanos. Defended también la causa de la vida, de la familia, de los pobres y necesitados.

Que os ayude en esta misión la intercesión de los nuevos Santos, que os acompañe la materna protección de la Virgen de Guadalupe, Reina de México y Emperatriz de América. Que sea prenda de celestiales favores la Bendición Apostólica que con afecto os imparto y que complacido extiendo a vuestros familiares, amigos y seres queridos.

SALUDO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

A LOS SUPERIORES Y ALUMNOS

DEL COLEGIO MEXICANO DE ROMA


Lunes 22 de mayo de 2000

Agradezco a Mons. Luis Morales Reyes, Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano las palabras que me ha dirigido. Saludo con afecto a los Señores Cardenales Juan Sandoval y Norberto Rivera, a los Arzobispos y Obispos presentes y, muy particularmente, al Rector y alumnos de este Colegio, que nos acoge hoy en este encuentro festivo, al día siguiente de la canonización de veintisiete santos de vuestra Patria, la amada tierra mexicana.


Me siento muy a gusto en ésta vuestra casa, donde he venido otras dos veces. La primera fue en diciembre de 1979 y la segunda en noviembre de 1992, con ocasión del XXV aniversario. Estar con vosotros me hace sentir cerca de vuestras diócesis y lugares de origen y, al mismo tiempo, me hace revivir los inolvidables viajes pastorales efectuados a vuestro querido País.

Quiero agradecer a los padres Superiores su labor de orientación y guía espiritual de los presbíteros estudiantes, así como a las religiosas Hermanas de los Pobres, Siervas del Sagrado Corazón de Jesús, las cuales, calladamente, junto con el personal seglar, hacen posible que esta comunidad sacerdotal viva como en familia y su convivencia esté presidida por un sano y alegre clima de fraternidad.

Mi deseo es que el Colegio siga favoreciendo un ambiente adecuado, que os permita profundizar y ampliar la formación académica y espiritual, tan necesaria para el ministerio sacerdotal, que es el objetivo principal de vuestra estancia aquí.

Que la Guadalupana, Reina de vuestra amada Nación y Madre de todos los mexicanos, interceda por vosotros ante su divino Hijo y que os acompañe siempre con su solícita presencia y ternura materna.

MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

A LA ASAMBLEA GENERAL

DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ITALIANA




Amadísimos obispos italianos:

1. "La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros" (2 Co 13, 13).

Mi saludo fraterno y afectuoso os llegue a cada uno de vosotros con estas palabras del apóstol san Pablo. Mi saludo se dirige, en particular, al cardenal presidente Camillo Ruini, a los tres vicepresidentes y al secretario general, monseñor Ennio Antonelli: les agradezco de corazón toda la obra que realizan, con gran empeño y acierto, al servicio de vuestra Conferencia. Doy las gracias de modo especial a los dos vicepresidentes, al cardenal Dionigi Tettamanzi y a monseñor Alberto Ablondi, que concluyen su mandato con esta asamblea.

201 Os acompaño con mi oración y estoy cerca de vosotros espiritualmente durante las jornadas que os disponéis a pasar juntos en Collevalenza, viviendo la fraternidad episcopal y la solicitud común por la Iglesia de Dios que está en Italia. Deseo, asimismo, agradeceros las felicitaciones y los sentimientos de comunión que me habéis expresado con ocasión de mi 80° cumpleaños.

2. Quiero manifestaros, sobre todo, mi más cordial aprobación y mi gratitud personal por el espíritu y la entrega con que guiáis y animáis la celebración del gran jubileo, tanto en vuestras Iglesias particulares como mediante las peregrinaciones a Roma.

En este itinerario de fe y conversión, que el Señor está bendiciendo abundantemente, ya son inminentes dos citas particularmente significativas. La primera es el Congreso eucarístico internacional, que se celebrará del 18 al 25 de junio, y representa, en cierto sentido, el momento culminante de este Año santo "intensamente eucarístico" (Tertio millennio adveniente
TMA 55). El segundo es la Jornada mundial de la juventud, programada para agosto, con la que queremos encomendar a los jóvenes católicos del mundo entero, para el siglo y el milenio que se abren ante nosotros, la misma misión de ser testigos de Jesucristo que durante el siglo XX cumplieron numerosos cristianos hasta el derramamiento de su sangre.

Queridos hermanos en el episcopado, os renuevo a cada uno de vosotros, y a los fieles que os han sido confiados, mi invitación a compartir conmigo y con la Iglesia de Roma la alegría y la gracia de esos acontecimientos. Expreso, además, mi profundo aprecio y gratitud a vuestra Conferencia por toda la colaboración eficaz y generosa que está prestando a su organización.

3. El objetivo principal de vuestra asamblea es proponer a la Iglesia que está en Italia orientaciones pastorales para el próximo decenio: podréis establecer así los caminos más oportunos y eficaces para continuar y potenciar la obra de nueva evangelización que es, ciertamente, la prioridad pastoral tanto de Italia como de muchas otras naciones de antigua y gran tradición cristiana, que sufren el influjo de las corrientes de secularización y descristianización.

La "misión ciudadana", que se llevó a cabo en Roma como preparación para el jubileo, y otras iniciativas análogas ya realizadas o en vías de actuarse en muchas otras diócesis italianas, muestran que se pueden recorrer concretamente los caminos de la evangelización. Además, ofrecen modelos significativos para una acción misionera que aproveche todos los recursos humanos y espirituales presentes en el pueblo de Dios.

La Iglesia en Italia está comprometida desde hace tiempo en el proyecto cultural orientado en sentido cristiano, que proporciona las coordenadas y las líneas para una evangelización que llegue a las personas, a las familias y a las comunidades en el marco social y cultural en el que maduran sus propias convicciones y opciones de vida, con especial atención a guiar los cambios actuales y a no dejarse sorprender o marginar por ellos. Vuestra Conferencia cuenta con un instrumento muy importante: los medios de comunicación social. Ojalá que se fortalezcan ulteriormente, porque dan a los católicos italianos la posibilidad de estar presentes diariamente en la confrontación de opiniones y en la propuesta de modelos de comportamiento, algo indispensable hoy en la sociedad de la "comunicación global".

4. Comparto plenamente, queridos hermanos en el episcopado, vuestra solicitud por la amada nación italiana, que está afrontando una difícil etapa de su historia. En estas circunstancias, es más necesario que nunca que no pierda la herencia de fe y cultura, que es su primera riqueza.
Por tanto, contáis con mi firme apoyo en vuestro compromiso en favor de la familia fundada en el matrimonio, auténtico pilar de la vida social en Italia. Frente a la grave y persistente disminución de la natalidad, que amenaza el futuro de esta nación, es particularmente importante que la obra formativa de la comunidad eclesial y las opciones políticas y legislativas converjan en la promoción de la acogida de la vida humana y el respeto de su dignidad inalienable.

Queridos hermanos, conservo también un grato recuerdo de la gran asamblea nacional de la escuela católica, que se celebró en la plaza de San Pedro el 30 de octubre del año pasado, en la que, junto con multitud de jóvenes, padres y profesores, pedimos la plena igualdad escolar y la apertura de una perspectiva nueva, "en la que no sólo la escuela católica, sino también las diversas iniciativas escolares que puedan nacer de la sociedad, se consideren un recurso valioso para la formación de las nuevas generaciones, con tal de que tengan los requisitos indispensables de seriedad y finalidad educativa" (Discurso del Papa a la asamblea nacional italiana sobre la escuela católica, 30 de octubre de 1999, n. 3: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 26 de noviembre de 1999, p. 15).

Además de la familia y la educación, el trabajo está justamente en el centro de vuestras preocupaciones y de las mías. A este propósito, los fuertes desequilibrios que perduran en Italia, y que perjudican a algunas regiones, así como a los jóvenes y a las mujeres, han de afrontarse valorando la gran capacidad de iniciativa presente en este país, a la luz de los principios de solidaridad y subsidiariedad.

202 Amadísimos obispos italianos, que el Señor ilumine y sostenga siempre vuestro servicio pastoral y os conceda la alegría de ver crecer comunidades cristianas firmes en la fe, activas en la caridad y capaces de dar un valiente testimonio misionero. Como prenda de todo esto, os imparto de corazón a vosotros y a vuestras Iglesias la bendición apostólica.

Vaticano, 22 de mayo de 2000

MENSAJE DEL PAPA JUAN PABLO II

AL PRESIDENTE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL

DE ETIOPÍA Y ERITREA






A mi venerable hermano
Berhane-Yesus Demerew Souraphiel, c.m.
Arzobispo de Addis Abeba
Presidente de la Conferencia episcopal de Etiopía y Eritrea

En este tiempo de sufrimiento, estoy particularmente cercano a todos los obispos de la Conferencia episcopal de Etiopía y Eritrea y a quienes están encomendados a su solicitud pastoral.

Al agravarse el conflicto, muchos inocentes, hambrientos y desamparados, se ven forzados a abandonar sus hogares y su tierra; no puedo menos de pedir a quienes ejercen el poder que les eviten ulteriores sufrimientos y respeten la integridad territorial de sus países. Ruego diariamente al Señor para que los hombres de buena voluntad reanuden el diálogo mediante el respeto de los principios del derecho internacional y para que les guíe el espíritu de la sabiduría divina, a fin de que se conviertan en instrumentos de paz.

Deseo asegurarle que la Santa Sede seguirá solicitando a la comunidad internacional que contribuya a buscar condiciones que permitan una tregua y la circulación de la ayuda humanitaria.
África tiene derecho a la paz y a la solidaridad, y en especial estos dos países, herederos de una rica tradición de cultura cristiana, que durante mucho tiempo han vivido juntos, con mutuo respeto y armonía.

Lo saludo afectuosamente en el Señor y le imparto mi bendición apostólica como prenda de paz en nuestro Salvador resucitado.


Discursos 2000 195