Discursos 2000 249


A DIVERSOS GRUPOS DE PEREGRINOS


Sábado 8 de julio

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. El deseo de hacer más rico el Año santo, que ya estáis viviendo en vuestros respectivos lugares de proveniencia, os ha traído a Roma para realizar vuestra peregrinación jubilar y reafirmar vuestra comunión con el Sucesor de Pedro. ¡Bienvenidos! Os acojo a todos con alegría y saludo a cada uno con sentimientos de afecto.

Dirijo un saludo particular a los Clérigos Regulares de San Pablo (barnabitas) y a los padres de la orden basiliana, aquí presentes con ocasión de sus respectivos capítulos generales. Saludo también a los fieles de la parroquia de San Mateo en Agerola (Nápoles); a los frailes capuchinos del convento de Cágliari; a los religiosos agustinos, delegados de la comisión "Justicia y paz" de su orden. Extiendo mi saludo a todos los que se han unido a nosotros en este encuentro.

Queridos hermanos, sabéis bien que la Iglesia está viviendo un tiempo santo, una ocasión propicia para renovarse a la luz de Cristo, el Verbo de Dios que se hizo carne hace dos mil años. En este período providencial, los creyentes están invitados a aprovechar con mayor abundancia los tesoros de misericordia que el Señor da a su Esposa. Durante el jubileo, tiempo de gracia y de misericordia, cada uno está llamado a responder a la voz de Dios mediante un serio examen de conciencia, un esfuerzo de purificación y penitencia, y una oración más intensa.

En efecto, el Año santo nos acerca aún más a la que siempre ha sido la fuente fresca en la que la Iglesia sacia su sed con confianza: la palabra de Dios, interpretada en los hechos y en las palabras por la liturgia, por los concilios, por los Santos Padres y por los santos. De este fundamento aprende que el manantial principal de la unidad de los creyentes en Cristo es la santísima Trinidad (cf. Lumen gentium LG 1-8). Que el año 2000 siga siendo un himno de gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

2. Al Dios uno y trino la Iglesia se acerca solamente mediante Cristo, único camino y verdadera Puerta santa que la introduce en el misterio de la vida divina. Cada uno está invitado a atravesar ese umbral, puesto que "esta es la puerta del Señor, los vencedores entrarán por ella" (Ps 118,20).

Cristo se hizo cargo de nuestras fragilidades y de nuestra caducidad para elevarnos a la dignidad de hijos del Padre celestial. Mediante su sangre derramada en la cruz nos abrió nuevamente el cielo, que había quedado cerrado por el pecado y la mentira. Dios escogió este signo elocuente para confirmarnos que está plenamente comprometido en la historia humana. En este mes de julio, la liturgia nos recuerda de modo particular que Cristo "rescató para Dios con su sangre a hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación" (Ap 5,9). A cuantos laven sus vestidos blanqueándolos con la sangre del Cordero (cf. Ap Ap 7,14), se les dará la vida en abundancia.

Queridos consagrados, siguiendo las huellas de Cristo, Siervo obediente, estad siempre dispuestos a acoger con alegría el designio de Dios sobre vosotros, testimoniando que el Amor es capaz de colmar el corazón de la persona humana. Vuestra consagración expresa la naturaleza íntima de la vocación cristiana y la aspiración de toda la Iglesia Esposa hacia la unión con su único Esposo.
Queridos fieles laicos, que en todas vuestras actividades y en todos vuestros compromisos concretos se refleje vuestra dignidad de hijos de Dios. Que en vuestros quehaceres, en el trabajo, en la dedicación a la familia, en la educación de los hijos, en el servicio social y político, en el ámbito de la cultura y de la información, resplandezca vuestro continuo ejercicio de la fe, la esperanza y la caridad.

250 3. Doy cordialmente la bienvenida a los peregrinos venidos de Santiago de Compostela, acompañados por su arzobispo, mons. Julián Barrio Barrio, al que saludo con afecto fraterno.
Vosotros, que habéis celebrado recientemente el Año santo compostelano, conocéis bien la riqueza que Dios derrama en las celebraciones jubilares. Os deseo que la recibáis con gozo al pasar la Puerta santa en este gran jubileo, para que vuestros corazones y comunidades se abran a la vida nueva que es Cristo, y con él, que es fuente de vida y esperanza, la Iglesia de Santiago refuerce su fe, su fidelidad y su vigor apostólico ante los desafíos del tercer milenio.
Llevad con vosotros la gracia y la misericordia divina, haciéndola llegar a vuestros pueblos y familias. Llevadles también el saludo afectuoso del Papa y la bendición que ahora os imparto de todo corazón.

4. Amadísimos hermanos y hermanas, os deseo que esta peregrinación deje en vuestro corazón signos eficaces de justicia y caridad en el Señor. En este itinerario podréis acercaros al sacramento de la penitencia y de la reconciliación; alimentaros en la mesa de la Eucaristía; y visitar las tumbas de los Apóstoles. Ojalá que sean momentos intensos de comunión con Dios. Al volver a vuestra casa, sentíos impulsados en la caridad y en las obras buenas, participando en la vida de la comunidad, exhortándoos mutuamente a la esperanza (cf. Hb
He 10,23-24), cada uno en su respectivo estado de vida.

Con estos sentimientos, invoco sobre vosotros la materna protección de María, Madre del Señor, y de gran corazón os bendigo a todos.





MENSAJE DEL PAPA EN EL CENTENARIO


DE LA CORONACIÓN


DE LA VIRGEN MORENA DE NÁPOLES




Al venerado hermano
Señor cardenal

MICHELE GIORDANO

Arzobispo de Nápoles

He sabido con alegría que, durante el Año jubilar, esa archidiócesis quiere recordar una importante efeméride, relacionada con un hecho histórico y una realidad viva y querida para el pueblo napolitano. Se trata de la celebración del V centenario de la piadosa peregrinación de un grupo numeroso de devotos que, desde Nápoles, se dirigió a Roma llevando el icono de la Virgen morena. Ese acontecimiento es el origen de la difundida práctica de los miércoles del Carmen, manifestación de devoción mariana en la que, como en otras expresiones análogas de fe popular, se puede vislumbrar un reflejo de la bondad materna de María santísima.

Esta significativa circunstancia me trae a la mente y al corazón el recuerdo del homenaje que tuve la alegría de rendir a ese icono con ocasión de la visita que realicé a la ciudad y a la archidiócesis de Nápoles hace casi diez años. Con viva emoción me dirijo a usted, venerado hermano, y a la amada comunidad diocesana partenopea, expresándoos mis mejores deseos de un generoso y fructífero camino eclesial, constantemente bajo la protección solícita y materna de la santísima Virgen María.

Mi venerado predecesor el siervo de Dios Pablo VI, con ocasión del primer centenario de la solemne coronación de la imagen de la Virgen morena, escribió: "El pueblo de Dios ama con inmenso amor a la Madre de su Señor, estrella de su firmamento, puerto de su peregrinación" (Carta al cardenal Corrado Ursi, 4 de julio de 1975: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 3 de agosto de 1975, p. 3). En nuestra peregrinación terrena María es la columna bíblica de fuego que nos ilumina, es la estrella que nos orienta hacia la patria celestial y el puerto seguro en el que encontramos consuelo y refugio. Guiados por ella, los creyentes avanzan con confianza, conscientes de su dulce presencia, que los guía constantemente hacia Cristo. En efecto, a través de la Madre encontramos a su Hijo Jesús y, fortalecidos con su apoyo, no nos asustan las dificultades, sino que nos sentimos siempre dispuestos a responder generosamente a la acción del Espíritu Santo.

251 Así la Iglesia avanza entre las pruebas del mundo y las consolaciones de Dios hacia la plenitud del Reino en su fase escatológica. Este camino se recorre mediante una comunión cada vez más íntima con Dios y con los hermanos; por eso, "de modo especial en nuestra época, está marcado por el signo del ecumenismo" (Redemptoris Mater RMA 29). María, Madre de la Iglesia, Madre de la unidad, de la esperanza y del amor, camina con nosotros. Nos impulsa a una comunión cada vez más íntima con la santísima Trinidad; nos anima, acogiendo la palabra de Dios, a ser constructores de unidad y de paz con todos nuestros hermanos, a comulgar con cuantos profesamos la misma fe en Cristo. "Haced lo que él os diga" (Jn 2,5), dijo María a los sirvientes en las bodas de Caná. Esa misma consigna nos la repite hoy a nosotros, invitándonos a seguir el ejemplo de su Hijo que, como testamento, ha dejado a sus discípulos el mandamiento del amor y de la unidad.

Exhorto de corazón a la amada comunidad eclesial de Nápoles a avanzar sin cesar, confortada por la intercesión materna de la Virgen, en este esfuerzo de renovación espiritual y de búsqueda incesante de unidad y comunión.

Expreso este deseo, en una conmemoración tan importante, volviendo con la memoria a mi visita pastoral de hace casi diez años. Me postro espiritualmente, como entonces, ante la Virgen morena, en la plaza del Plebiscito, y le repito: "Protege, oh Madre, la ciudad de Nápoles. Guía a tus hijos por el camino de la justicia y de la fraternidad. Refuérzales la fe. Hazlos testigos valientes del Evangelio y denodados constructores de la paz" (Ángelus del 11 de noviembre de 1990: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 16 de noviembre de 1990, p. 1).

María santísima, dirige tu benigna mirada de Madre hacia el pueblo napolitano y haz que experimente siempre la fuerza de tu intercesión. Sé Madre dulce y misericordiosa. Vela por todos y cada uno en particular.

Con estos sentimientos, al tiempo que le aseguro mi participación espiritual mediante la oración en las celebraciones del V centenario, le imparto con afecto a usted, venerado hermano, al clero, a los religiosos, a las religiosas y a toda la comunidad cristiana partenopea, una especial bendición apostólica.

Vaticano, 29 de junio de 2000






A LOS PARTICIPANTES EN LA III ULTREYA MUNDIAL


DE LOS CURSILLOS DE CRISTIANIDAD


Sábado 29 de julio de 2000



Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Me alegra dirigiros mi afectuoso saludo a todos vosotros, que habéis venido aquí desde los cinco continentes para la tercera Ultreya mundial de los Cursillos de Cristiandad, la Ultreya del gran jubileo. Gracias por vuestra visita y sed todos bienvenidos.

Saludo a los cursillistas de lengua española, venidos desde América y desde España, recordando que fue en Palma de Mallorca donde nació esta experiencia apostólica iniciada por monseñor Juan Hervás, celoso pastor de aquella comunidad eclesial.

Os doy la bienvenida a cada uno, y os aliento a hacer de esta Ultreya del gran jubileo un tiempo de renovado compromiso de santidad de vida y de apostolado.

252 Dirijo un cordial saludo de bienvenida a todos los participantes de lengua francesa.

Saludo, en particular, a todos los que han venido de países de lengua alemana. Quiera Dios que esta celebración fortalezca vuestra fe.

Saludo a la presidenta del organismo mundial de los Cursillos de Cristiandad y le agradezco las cordiales palabras que me ha dirigido en vuestro nombre, presentando el compromiso apostólico de vuestro movimiento y el bien que el Señor realiza a través de vosotros. Saludo a los fundadores y a los animadores espirituales, así como a los diversos responsables del movimiento. Vuestra presencia, tan variada y alegre, testimonia que la pequeña semilla sembrada en España hace más de cincuenta años se ha convertido en un gran árbol lleno de frutos del Espíritu. Más aún, sigue constituyendo una feliz respuesta a la pregunta formulada por mi venerado predecesor, el Papa Pablo VI, en la primera Ultreya mundial de Roma: "El Evangelio ¿puede aún conquistar al hombre maduro, (...) tanto en la civilización urbana como en la agrícola?" (AAS 58, 1966, 503).

Por tanto, me uno con alegría a vuestra acción de gracias al Señor por cuanto ha realizado y sigue realizando en la Iglesia mediante los Cursillos de Cristiandad.

El tema de esta Ultreya mundial -"Evangelizar los ambientes en el tercer milenio cristiano: un "desafío" para los Cursillos de Cristiandad"- atestigua el esfuerzo de volver a proponer con medios y entusiasmo renovados la experiencia de Cristo a los hombres y a las mujeres del siglo XXI. Esto es más urgente aún dado que "enteros países y naciones, en los que en un tiempo la religión y la vida cristiana fueron florecientes y capaces de dar origen a comunidades de fe viva y operante, están ahora sometidos a dura prueba por la continua difusión del indiferentismo, del secularismo y del ateísmo" (Christifideles laici
CL 34).

2. Ante esa situación, que desafía a los creyentes a "rehacer el entramado cristiano de la sociedad humana" (ib.), el método del cursillo quiere contribuir a cambiar en sentido cristiano los ambientes donde las personas viven y actúan, mediante la inserción de "hombres nuevos", que han llegado a serlo gracias a su encuentro con Cristo. A este objetivo tienden los tres días del "cursillo" de cristiandad, durante los cuales un equipo de sacerdotes y laicos, sostenidos por la oración y el ofrecimiento de sacrificios por parte de los demás miembros del movimiento, comunica las verdades fundamentales de la fe cristiana, especialmente de modo "vivencial". El anuncio de Cristo, propuesto de este modo, abre casi siempre a los participantes en el cursillo al don de la conversión y a una conciencia más viva del bautismo recibido y de la propia misión en la Iglesia. Se sienten llamados a ser "levadura" profética, que se mezcla con la harina para fermentar todo (cf. Mt Mt 13,33), "sal de la tierra" y "luz del mundo" (Mt 5,13-14) para anunciar a cuantos encuentran que únicamente en Jesucristo está la salvación (cf. Hch Ac 4,12) y que "el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado" (Gaudium et spes GS 22).

3. Queridos hermanos y hermanas, sed testigos intrépidos del "servicio a la verdad" y trabajad sin descanso con la "fuerza de la comunión". Apoyándoos en vuestras ricas experiencias espirituales, que son un tesoro, aceptad el "desafío" que nuestro tiempo plantea a la nueva evangelización, y dadle sin miedo vuestra respuesta.

Frente a una cultura que, con mucha frecuencia, niega la existencia misma de una verdad objetiva de valor universal y que a menudo se pierde en las "arenas movedizas" del nihilismo (cf. Fides et ratio FR 5), los fieles deben saber indicar claramente que Cristo es el camino, la verdad y la vida (cf. Jn Jn 14,6).

A vosotros, que le habéis abierto generosamente vuestro corazón, Jesús os pide que anunciéis incansablemente su nombre a quienes aún no lo conocen. Os llama a su servicio, al servicio de su verdad, la verdad que nos hace libres.

Cuanto más transparente sea esta "diaconía de la verdad" en vuestra vida diaria, tanto más convincente será. Como os recuerda una oración que se reza mucho en el movimiento de los Cursillos, "Cristo no tiene manos; sólo tiene nuestras manos para cambiar el mundo actual. Cristo no tiene pies; sólo tiene nuestros pies para llevar al mundo hacia él. Cristo no tiene labios; sólo tiene nuestros labios para hablar a los hombres".

4. Este es vuestro apostolado. Llevadlo a cabo en constante sintonía eclesial, para que así se manifieste la "fuerza de la comunión" que es a la vez el estilo y el contenido mismo de la misión del pueblo de Dios. Frente a las diversas formas de individualismo, que fragmenta y dispersa la capacidad y los recursos evangelizadores, aunad vuestros esfuerzos misioneros a los de las múltiples agrupaciones eclesiales suscitadas por el Espíritu en la Iglesia de nuestro tiempo.

253 Esforzaos para que resalte de nuevo la belleza de las primeras comunidades cristianas, que hacían decir con admiración a los paganos: "¡Mirad cómo se aman!". Y sed siempre dóciles a las indicaciones del Magisterio. En efecto, ningún carisma dispensa de la referencia y de la sumisión a los pastores de la Iglesia, cuyo discernimiento es garantía de fidelidad al carisma mismo. Que la actual celebración jubilar suscite en todos vosotros una renovada fidelidad a vuestra inspiración original y una más firme comunión eclesial.

5. "De colores, de colores se visten los campos en la primavera. De colores, de colores son los pajaritos que vienen de fuera. De colores, de colores es el arco iris que vemos lucir...".

Durante los días del cursillo, las palabras de esta canción popular española ayudan a los participantes a reflexionar sobre la belleza multiforme de la creación. Encontrándoos con Cristo, habéis aprendido a mirar con ojos nuevos a las personas y a la naturaleza, a los acontecimientos cotidianos y a la vida en general. Habéis experimentado que la verdadera felicidad se logra en el seguimiento del Señor. Esta experiencia personal y comunitaria debe ser transmitida a los otros.

Muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo, que por desgracia se alejan de Dios, esperan de vosotros la luz de la fe que les ayude a redescubrir los colores de la existencia y de la alegría de sentirse amados de Dios.

"¡Ánimo! ¡Ultreya! ¡Adelante!", os repite hoy el Sucesor de Pedro. Contemplad a María, ejemplo de fidelidad indefectible a Dios, y, como ella, en todas las circunstancias poned vuestra confianza en Dios, Padre de misericordia, que mantiene vuestros pasos por el camino de la verdad y del amor.

Mi saludo se extiende, con la misma cordialidad, a todos los demás peregrinos que se han dado cita aquí. En particular, a los de la diócesis de Leiría-Fátima, encabezados por su obispo, el querido monseñor Serafim.

Queridos hermanos y hermanas, han pasado dos meses desde que tuve la alegría de encontrarme entre vosotros, gozando de vuestra cordial hospitalidad y testimoniando vuestra radiante alegría por la confirmación de la santidad de dos paisanos vuestros: los beatos Francisco y Jacinta Marto. Hoy vosotros, representación elegida de esa Iglesia particular, me devolvéis la visita. Habéis venido a la tumba del Príncipe de los Apóstoles, con espíritu de oración y penitencia, para implorar perdón e indulgencia y renovar vuestra entrega a la obra de divinización de la humanidad que comenzó hace dos mil años con el nacimiento de Dios encarnado.

Saludo de corazón a toda la diócesis de Leiría-Fátima, deseando que este gran jubileo de la Encarnación sea para todos vosotros el "año de gracia del Señor" que se hizo realidad con Jesús y en Jesús (cf. Lc
Lc 4,19-21), a fin de que esperéis confiadamente en la fuerza de su mensaje y de su obra de salvación, améis a todos con amor de donación y también de reparación por la ingratitud de tantas personas con respecto a Dios, y testimoniéis la fe con valentía y coherencia en la sociedad actual.

Que la Virgen santísima, presente místicamente en vuestros santuarios marianos, entre los que sobresale, por elección de ella, el de Fátima, os acompañe maternalmente en vuestro camino de penitencia y conversión, y os sostenga en la realización de vuestros propósitos para bien de vuestra diócesis y para la salvación del mundo.

Os saludo cordialmente a vosotros, peregrinos de Polonia, que habéis venido a este encuentro. Os agradezco vuestro compromiso por la nueva evangelización y la construcción de la civilización del amor y la solidaridad en el mundo. La Iglesia os necesita. Necesita vuestra actitud cristiana y vuestra santidad, para que se realice en el mundo la gran obra de la salvación.

Con afecto, os aseguro un constante recuerdo en la oración y os imparto a todos la bendición apostólica, propiciadora de abundantes gracias divinas.





254                                                                                   Agosto de 2000




A DIVERSOS GRUPOS DE PEREGRINOS


Sábado 5 de agosto de 2000



Amadísimos hermanos y hermanas:

A todos vosotros, aquí presentes, os dirijo un cordial saludo, y me alegra acogeros, hoy, primer sábado del mes de agosto. La liturgia romana celebra la Dedicación de la basílica de Santa María la Mayor, primer templo del Occidente cristiano consagrado a la Madre de Dios. Mi pensamiento va a María, Salvación del pueblo romano, a quien encomiendo todas vuestras intenciones. Además, a ella quisiera encomendarle de modo especial la solemne vigilia de oración que tendrá lugar esta tarde en la basílica de San Juan de Letrán. Se trata de un importante encuentro de oración, que se celebra por iniciativa y en comunión con el patriarcado ecuménico de Constantinopla y la Iglesia ortodoxa, en la víspera de la fiesta de la Transfiguración del Señor.

Quiera Dios que esta iniciativa providencial favorezca el diálogo ecuménico y haga que avance el camino común hacia la unidad plena de todos los cristianos.

Saludo especialmente a los enfermos de Malta, que, junto con sus asistentes y compañeros, vienen de una peregrinación a Lourdes. Queridos amigos, el mensaje espiritual que resuena en la gruta de Massabielle os ayudará ciertamente a obtener muchos frutos del Año jubilar, que es un tiempo privilegiado de penitencia y "curación" para hombres y mujeres, en todas las dimensiones de su vida. Espero sinceramente que las dificultades y pruebas no debiliten vuestro testimonio cristiano, sino que, por el contrario, lo fortalezcan aún más. Que el Señor sostenga a vuestros seres queridos, a los médicos, a las enfermeras y a los voluntarios que os acompañan.

Saludo, además, a los jóvenes de la parroquia San Antonio de Padua, de Blerick, en la diócesis holandesa de Roermond. Queridos jóvenes, os deseo que leáis y meditéis a diario el Evangelio, como hacía san Antonio de Padua, para que lleguéis a ser cada vez más mensajeros de su amor.

Saludo, asimismo, a las religiosas de la congregación de las Hijas de Nuestra Señora del Monte Calvario, aquí presentes, y también a las demás personas y familias presentes. Que María santísima conceda a cada uno paz y serenidad, a la vez que de buen grado os imparto a todos una especial bendición apostólica.





ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


EN LA FIESTA DE LA TRANSFIGURACIÓN


Domingo 6 de agosto de 2000

Nos disponemos a celebrar la santa misa en la fiesta de la Transfiguración del Señor, llevando en el corazón el recuerdo siempre vivo del siervo de Dios Pablo VI, veintidós años después de su "éxodo" hacia la eternidad.

La liturgia de hoy nos invita a contemplar el rostro del Hijo de Dios que, en la montaña, como testimonian concordemente los evangelios sinópticos, se transfigura delante de Pedro, Santiago y Juan, mientras la voz del Padre proclama desde la nube: "Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo" (Mc 9,7). San Pedro, recordando con emoción ese acontecimiento, afirmará: "Hemos sido testigos oculares de su grandeza" (2P 1,16).

255 En la época actual, dominada por la así llamada "civilización de la imagen", es más fuerte el deseo de contemplar con los propios ojos la figura del Maestro divino, pero conviene recordar sus palabras: "Dichosos los que crean sin haber visto" (Jn 20,29). El venerado e inolvidable Pablo VI vivió precisamente mirando con los ojos de la fe el rostro adorable de Cristo, verdadero hombre y verdadero Dios. Contemplándolo con amor ardiente y apasionado, dijo: "Cristo es belleza, belleza humana y divina; belleza de la realidad, de la verdad, de la vida" (Catequesis durante la audiencia general del 13 de enero de 1971: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 17 de enero de 1971, p. 3). Y añadió: "La figura de Cristo presenta, sí, sin alterar el encanto de su dulzura misericordiosa, un aspecto serio y fuerte, formidable, si queréis, contra la vileza, las hipocresías, las injusticias, las crueldades, pero nunca desligado de una soberana irradiación de amor" (Catequesis durante la audiencia general del 27 de enero de 1971: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 31 de enero de 1971, p. 3).

A la vez que, con sentimientos de gratitud, nos acercamos al altar orando por el alma bendita de este gran Pontífice, deseamos contemplar, como él y como los discípulos, el rostro radiante del Hijo de Dios para ser iluminados por él. Pidamos a Dios, por intercesión de María, Maestra de fe y de contemplación, la gracia de acoger en nosotros la luz que resplandece en el rostro de Cristo, de modo que reflejemos su imagen sobre cuantos se acerquen a nosotros.

Con estos sentimientos, comencemos la santa misa, invocando ante todo la misericordia del Señor.






EN EL JUBILEO DE LOS VOLUNTARIOS


DE LA XV JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD


Castelgandolfo, sábado 12 de agosto



Amadísimos muchachos; queridísimos jóvenes:

1. En el itinerario jubilar que os ha traído a Roma, a las basílicas y a los lugares santos por las memorias de los Apóstoles, habéis querido incluir una visita al Sucesor de Pedro, y habéis venido a encontraros conmigo aquí, en Castelgandolfo.

Gracias por vuestra presencia. ¡Sed bienvenidos! Gracias por vuestro testimonio de afecto. Os deseo de corazón que esta peregrinación sea para vosotros ocasión propicia para renovar una fuerte y convencida adhesión al Señor. Cristo necesita almas que testimonien ante el mundo la novedad radical de su Evangelio. Y yo os invito a abrirle, con generoso impulso, vuestro corazón, a fin de que, después de esta estancia romana, volváis a vuestros hogares más rebosantes aún de espíritu apostólico, para ser misioneros valientes de la nueva evangelización. Ojalá que las personas con quienes os encontréis, al contemplar vuestra existencia, orientada hacia la meta de la santidad, experimenten la alegría de ser discípulos de Cristo.

Durante estos días, la liturgia nos presenta significativas figuras de santos, que nos estimulan a seguir al Señor con plena fidelidad. Pienso en santa Teresa Benedicta de la Cruz, copatrona de Europa, monja y mártir del siglo pasado; pienso en san Maximiliano Kolbe, cuya fiesta celebraremos el próximo lunes; pienso en san Lorenzo, que hizo de la diaconía el sentido de su existencia, y en santa Clara de Asís, que vivió del misterio eucarístico. Que su intercesión, unida a la de san Pedro y san Pablo, os sostenga y os ayude a caminar en la fe y en la caridad, trabajando por el reino de Dios donde la Providencia os ha colocado.

2. Quisiera saludar con especial cordialidad a los "voluntarios del jubileo", que ya están trabajando desde hace algunos días para preparar la celebración ordenada de la Jornada mundial de la juventud. Se trata de un acontecimiento muy esperado, y en el que todos los creyentes tienen puesta su mirada, porque a las generaciones jóvenes les corresponde recoger la antorcha de la fe y llevarla a sus coetáneos y a la humanidad del tercer milenio.

Una representación de ellos está aquí, mientras que los demás se encuentran en la plaza de San Pedro, pero nos escuchan porque están en conexión con nosotros mediante la radio. Han participado en la santa misa presidida por el cardenal vicario, y concluirán la celebración de su jubileo cruzando por la Puerta santa. Quiero recordar, asimismo, a los agentes del Centro del voluntariado del jubileo, que coordina a los diversos grupos de voluntarios que están a disposición de los peregrinos del Año santo.

Queridos hermanos, os saludo con afecto y os agradezco la generosidad con que habéis asegurado vuestra colaboración. Dios os recompense la diligencia y la disponibilidad que manifestáis en el servicio que estáis llamados a prestar. Se os pide que ayudéis a vuestros coetáneos y a los peregrinos procedentes de todo el mundo a participar de modo ordenado y provechoso en los diferentes momentos de la Jornada mundial de la juventud. Ayudadles, también gracias a una organización eficiente, a encontrarse con Cristo y a hacer que este encuentro internacional sea una experiencia inolvidable, experiencia de los jóvenes, de la Iglesia joven. Ayudadles, además, a experimentar la belleza de estar juntos animados por sentimientos positivos, para poner las bases de una nueva humanidad, inspirada en los valores de la fraternidad y de la paz. Esta experiencia se expresa también a través de la variedad de los colores. A través de los colores y también a través de las inscripciones que lleváis. Cada uno posee un carné de identidad.

256 3. Mi viva estima se extiende a los dirigentes y a los colaboradores de la empresa "Sodexho". Es una institución importante porque se encarga de la distribución de la comida en los comedores organizados para la Jornada mundial de la juventud. Su labor es más meritoria aún por el gesto de renunciar a algunos días de vacaciones para estar a disposición de los participantes en esta extraordinaria manifestación jubilar y por el don del dinero correspondiente a una hora de su trabajo, que se destinará a la caridad del Papa. Así el Papa ha salido ganando. Por eso, os doy cordialmente las gracias por vuestra solicitud y por vuestra generosidad. ¡Que Dios os lo pague!

4. Queridas hermanas de la Asociación de mujeres de Schönstatt, en pleno Año santo, con ocasión del 50° aniversario de vuestra fundación, habéis peregrinado a Roma para fortaleceros ante las tumbas de los apóstoles san Pedro y san Pablo con vistas a vuestra misión. Os doy cordialmente la bienvenida en Castelgandolfo y, al mismo tiempo, os deseo que vuestra peregrinación os confirme en la fe, en la esperanza y en la caridad.

En este encuentro me vienen a la memoria el testimonio y las obras de las mujeres cristianas, que han forjado la vida de la Iglesia y de la sociedad. La fuerza espiritual de la mujer reside precisamente en que Dios le ha confiado la vida de modo particular. Ojalá que esta conciencia de vuestra vocación os recuerde la dignidad que, como mujeres, habéis recibido de Dios. El servicio a la vida os hace "mujeres fuertes y completas" (cf. Pr
Pr 31,10), apoyo firme para todos los que os rodean. Demos gracias a Dios por tantas "mujeres fuertes". Por intercesión de la Virgen María, que estuvo al servicio de la vida divina, os deseo una provechosa estancia en la ciudad eterna. Os imparto de buen grado a vosotras, y a todos los miembros de la Asociación de mujeres de Schönstatt, mi bendición apostólica.

5. Quisiera saludar, por último, a los demás peregrinos, que han venido, individualmente o en grupo, a visitarme. A todos os aseguro un recuerdo en mi oración y, a la vez que invoco sobre cada uno la dulce protección de María, elevada al cielo, ya casi en la vigilia de su fiesta, os bendigo de todo corazón.





XV JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD


FIESTA DE ACOGIDA DE LOS JÓVENES EN SAN JUAN DE LETRÁN



Martes 15 de agosto de 2000

1. "O Roma felix!" "¡Oh, Roma feliz!".

Con esta exclamación, a lo largo de los siglos, innumerables multitudes de peregrinos, antes de vosotros, amadísimos jóvenes y muchachas que habéis venido para la XV Jornada mundial de la juventud, se encaminaban hacia la ciudad de Roma para arrodillarse ante las tumbas de los apóstoles san Pedro y san Pablo.

"¡Oh, Roma feliz!". Feliz, porque fue consagrada por el testimonio y la sangre de los apóstoles san Pedro y san Pablo, quienes aún hoy, como dos "olivos lozanos" y dos "lámparas encendidas", nos indican, junto con todos los demás santos y mártires, a Cristo, al que hemos venido aquí a celebrar: el Verbo que "se hizo carne, y habitó entre nosotros" (Jn 1,14), Jesucristo, el Hijo de Dios, testimonio vivo del amor eterno del Padre a nosotros.

"¡Oh, Roma feliz!". Feliz, porque también hoy este testimonio, que conservas, sigue vivo y se ofrece al mundo; en particular, se ofrece al mundo de las jóvenes generaciones.

2. Os saludo a todos con afecto, jóvenes y muchachas, pertenecientes a la diócesis de Roma y a las Iglesias que están en Italia. Saludo al cardenal Camillo Ruini, vicario de Roma y presidente de la Conferencia de los obispos italianos, y le agradezco las palabras que me ha dirigido. También doy las gracias a los dos jóvenes romanos que me han saludado en nombre de todos vosotros.

Me alegra ver que habéis venido en tan gran número, y me congratulo con cuantos de vosotros han colaborado para que en este excepcional encuentro puedan participar muchachos y muchachas también de otros países.


Discursos 2000 249