Discursos 2000 348


A DIVERSOS GRUPOS DE PEREGRINOS JUBILARES


Sábado 21 de octubre de 2000

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Me alegra daros mi cordial bienvenida en esta audiencia jubilar, en la víspera de la Jornada mundial de las misiones. Se propone de nuevo a nuestra reflexión, también en esta circunstancia, el gran misterio de la encarnación del Verbo divino, que se realizó hace dos mil años en el seno de María. Por tanto, esta cita constituye una ocasión muy favorable para tomar mayor conciencia de la urgencia de llevar al tercer milenio el gran anuncio de la salvación, ofrecida por Dios a la humanidad.

En este clima de fiesta y de compromiso misionero, os saludo a todos los que habéis venido a Roma en peregrinación jubilar, comenzando por el grupo de peregrinos del vicariato diocesano de Bolonia norte, guiado por el obispo auxiliar, monseñor Ernesto Vecchi, a quien agradezco las palabras que me ha dirigido en nombre de todos. Queridos hermanos, recuerdo siempre con agrado mi visita a vuestra ciudad, hace tres años, con ocasión de la solemne clausura del Congreso eucarístico nacional. Fui precisamente al territorio de vuestro vicariato. Recuerdo la gran vigilia de oración y la sucesiva solemne celebración eucarística conclusiva.

Conservad siempre vivo en vuestra alma el recuerdo de aquel acontecimiento eclesial, que fue un momento importante del camino de preparación para el gran jubileo. En efecto, en el "corazón" del jubileo está Jesús eucarístico, fuente y cumbre de toda la evangelización. En él podréis encontrar constantemente energía y valentía para la misión a la que Dios os llama.

Sé que recientemente las reliquias de vuestro patrono, el santo obispo Petronio, fueron trasladadas a la basílica dedicada a él. Me congratulo con vosotros, y espero que esa significativa celebración os ayude también a mantener viva la conciencia de vuestra identidad "petroniana". Que la Virgen de San Lucas, tan querida para los boloñeses, y san Petronio, vuestro protector especial, os sostengan en vuestro renovado camino de vida y de testimonio cristiano.

2. Mi afectuoso saludo se dirige ahora a los fieles provenientes de la diócesis de Palestrina, presentes en esta audiencia junto con su pastor, monseñor Eduardo Davino, que ha interpretado con vigor vuestros sentimientos comunes. Queridos hermanos, la peregrinación a las tumbas de los Apóstoles representa una fuerte invitación a experimentar el perdón, la reconciliación y la renovación de vida. Es una llamada a volver a comenzar cada día el camino de fe y de participación en la vida de la comunidad cristiana. Es obvio que este esfuerzo por comenzar de nuevo no ha de entenderse, por decirlo así, en orden cronológico, sino más bien en sentido espiritual. Os animo a perseverar.

Espero que la celebración del Año santo, y en particular la visita a la Sede de Pedro y el paso por la Puerta santa, acrecienten en todos vosotros el deseo de auténtica conversión, para iniciar un camino más intenso y generoso de apertura a la gracia divina y de testimonio de los valores evangélicos.

3. Me dirijo ahora a vosotros, amadísimos fieles provenientes de la diócesis de Crema, acompañados por vuestro obispo, monseñor Angelo Paravisi, a quien agradezco los sentimientos expresados en nombre de todos. Este encuentro me trae a la memoria la cordial acogida que vuestra comunidad me dispensó con ocasión de la visita pastoral que realicé a Crema en junio de 1992. Sé que os habéis preparado para este encuentro con el Sínodo diocesano y con las diversas etapas que han jalonado progresivamente el camino pastoral de vuestra diócesis en estos últimos años.

Os exhorto a proseguir con renovado entusiasmo vuestro esfuerzo de fidelidad al Evangelio. Obtened luz y fuerza del sugestivo episodio evangélico de los discípulos de Emaús, en el que se inspira vuestro itinerario pastoral. Que el fascinante descubrimiento de la presencia viva del Señor resucitado a través de la escucha de su palabra y la "fracción del pan" os impulse a profundizar la comunión y la colaboración pastoral dentro de vuestras comunidades y renueve vuestro anhelo de ser heraldos del Evangelio de la salvación.

349 4. Dirijo también un afectuoso saludo al numeroso grupo de peregrinos de las parroquias San Tammaro, San Vito, Santa Catalina y Nuestra Señora del Buen Consejo en Grumo Nevano, de la diócesis de Aversa, de la que proviene el querido monseñor Crescenzio Sepe, secretario del Comité para el gran jubileo, el cual ha interpretado oportunamente los sentimientos de sus paisanos. Amadísimos hermanos y hermanas, ojalá que esta celebración ante la Cátedra de san Pedro os fortalezca en vuestro camino personal y eclesial hacia una fe cada vez más firme y madura, que siga traduciéndose en iniciativas de caridad al servicio de vuestros hermanos.

Sed conscientes de vuestro papel dentro de una comunidad cristiana que vive intensamente su espíritu de servicio en el mundo, al que siente el deber de presentar de modo creíble el Evangelio.

5. Mi cordial saludo va asimismo a los numerosos miembros de la Federación italiana de Asociaciones de donantes de sangre, acompañados por el obispo auxiliar de Roma monseñor Armando Brambilla, que ha expresado los sentimientos de cada uno. Queridos hermanos, la donación de sangre es un gran gesto de solidaridad, que llega a implicar los aspectos más profundos de la personalidad humana, comprometiéndola a vivir la espiritualidad del don. A la vez que os expreso mi vivo aprecio por el significativo testimonio de sensibilidad dado por vuestras beneméritas asociaciones, os exhorto a enriquecer sus diversas actividades sociales y sanitarias con una sólida formación espiritual, para que presten siempre su servicio a la vida de la mejor manera posible.

6. Saludo cordialmente a los jóvenes húngaros, estudiantes de la escuela secundaria de los cistercienses de Pécs. Ojalá que este encuentro sea para vosotros fuente de gracia divina. Alabado sea Jesucristo.

7. Por último, doy una afectuosa bienvenida a los demás grupos de peregrinos. En particular, a los miembros de la Asociación nacional de bomberos jubilados, de la Asociación de campistas itinerantes, de la Asociación de conmemoraciones históricas de Las Marcas, y del Club de Leones de Caserta, así como a los participantes en el Congreso organizado por el Instituto de la Caridad y a los frailes capuchinos de la provincia religiosa de Umbría. A todos os dirijo mi afectuoso saludo, deseándoos una intensa y fructuosa celebración jubilar.

Invocando la protección materna de María, Estrella de la evangelización y Reina de las misiones, os bendigo de corazón a cada uno de vosotros, a vuestras familias, a vuestras comunidades y a vuestras asociaciones.





MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A LOS JÓVENES DE SICILIA


QUE PEREGRINARON AL SANTUARIO


DE LA VIRGEN DE LAS LÁGRIMAS


Amadísimos jóvenes de Sicilia:

1. Me alegra dirigirme a vosotros, mientras estáis reunidos para realizar una peregrinación jubilar especial al santuario de la Virgen de las lágrimas de Siracusa, que consagré hace seis años. He sabido con gran satisfacción que vuestro jubileo se celebra con la participación de los obispos de Sicilia, al término de sus ejercicios espirituales. Este hecho expresa el carácter fuertemente eclesial de la iniciativa y, más en general, el amor y la atención de la Iglesia que está en Sicilia a las nuevas generaciones. A todos vosotros, jóvenes sicilianos, y a vosotros, amadísimos hermanos obispos y sacerdotes, os dirijo mi saludo más afectuoso.

Vuestro jubileo regional, queridos jóvenes, está relacionado con la reciente Jornada mundial de la juventud que se celebró en Roma y, en particular, con la memorable vigilia del pasado 19 de agosto, en la que participasteis muchos de vosotros. Con este mensaje, quisiera reanudar el diálogo que entablé con los jóvenes en Tor Vergata. Entonces os dije: "Queridos amigos, veo en vosotros a los "centinelas de la mañana" (cf. Is Is 21,11-12) en esta alba del tercer milenio".

"Centinelas de la mañana". Estas palabras del profeta Isaías os impresionaron, y las habéis elegido como tema de vuestra vigilia-peregrinación, para que estimulen y orienten vuestro compromiso. Me ha complacido la generosa adhesión con que habéis acogido mi propuesta. El corazón del Papa se alegra y da gracias a Dios, porque los jóvenes no sólo escuchan, sino que también acogen, reflexionan y, sobre todo, se esfuerzan por poner en práctica la palabra recibida, que no es palabra de hombres, sino palabra de Dios, operante en vosotros que creéis (cf. 1Th 2,13).

2. Porque vosotros, queridos jóvenes, queréis creer en Cristo. Como recordaréis, la fe fue el contenido fundamental de la gran vigilia de Tor Vergata. En Roma, ciudad de san Pedro y san Pablo, "encomendé" a la juventud de todo el mundo el compromiso de la profesión valiente de la fe en Cristo, una profesión por la que los Apóstoles y los mártires dieron la vida. Jóvenes de Sicilia, ¿estáis dispuestos también vosotros a dar la vida por esta fe?

350 Algunos piensan que adherirse a Cristo significa perjudicar su humanidad, disminuyendo su valor. No hay nada más falso. Más aún, como afirmé en Tor Vergata, "diciendo "sí" a Cristo, decís "sí" a todos vuestros ideales más nobles" (n. 6). Ciertamente, elegir a Jesús implica renunciar al pecado, pero el pecado no es realización de la naturaleza humana; al contrario, es su empobrecimiento. Dios no nos ha creado para el mal, sino para el bien, la verdad y la belleza, es decir, para él, nuestro Creador y Padre. Como escribe san Agustín: "Nos has creado para ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti" (Confesiones, I, 1, 1).

Por eso, queridos amigos, no tengáis miedo de dar a Jesús un sí total, como Pedro, Pablo, Francisco y Clara de Asís, como Águeda de Catania y Lucía de Siracusa, como santo Domingo Savio y Pier Giorgio Frassati, y como tantos otros testigos del Evangelio que han florecido a lo largo de los siglos también en vuestra Sicilia. En este siglo XX no han faltado en vuestra tierra luminosas figuras de creyentes, y su ejemplo sigue siendo para vosotros un punto de referencia al que debéis mirar para orientar vuestras opciones concretas. Muchachos y muchachas sicilianos, sostenidos por el testimonio elocuente de estos paisanos vuestros, recorred con valentía el camino de la santidad personal, alimentándoos asiduamente de la palabra de Dios y de la Eucaristía. Cuanto más santos seáis, tanto más contribuiréis a edificar la Iglesia y la sociedad.

3. En vuestras comunidades parroquiales sed "piedras vivas" (
1P 2,5), colaborando generosamente con los sacerdotes y entre vosotros. Aprended a asumir vuestras responsabilidades, y preparaos para ello en los grupos, en las asociaciones y en los movimientos laicales, entre los cuales recomiendo, en particular, la Acción católica, escuela de compromiso eclesial y civil. De este modo, daréis vuestra importante contribución al camino de la Iglesia en Sicilia, también con vistas al próximo Congreso eclesial regional, que se ocupará precisamente de los laicos.

Sed misioneros. La fe es un don que, compartido con los demás creyentes, crece y madura. Llevad el Evangelio a todos, especialmente a vuestros coetáneos y, en particular, a quienes son menos apreciados y atraviesan más dificultades. Que vuestras palabras vayan apoyadas siempre por las obras; que vuestra fuerza sea la de la verdad.

Resistid a las lógicas negativas que, por desgracia, dominan a veces en vuestro entorno. Recordad que Jesús dijo a sus Apóstoles: "Os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como las serpientes, y sencillos como las palomas" (Mt 10,16). No os contentéis con ser pan fresco y fragante: debéis ser levadura evangélica en la escuela y en la universidad, en el mundo del trabajo y en el del deporte, en vuestra familia y entre vuestros amigos. Con este propósito, comprometeos a participar en la vida pública y en las instituciones, manteniéndoos desprendidos de todo interés personal y trabajando siempre y exclusivamente por el bien común.

4. El patrimonio natural y cultural de vuestra Sicilia es grande: está confiado, de modo particular, a vosotros, jóvenes del tercer milenio. Conocedlo, reconocedlo, valoradlo. Tenéis la suerte de vivir en una región de las más ricas de historia: recurrid a esas raíces para acrecentar vuestra humanidad, asimilar y desarrollar los valores religiosos, artísticos, culturales y morales que habéis heredado. En esos valores también podéis hallar un terreno de encuentro con personas de otras nacionalidades y culturas, y renovar así la vocación de Sicilia a ser encrucijada de pueblos en el corazón del Mediterráneo.

La herencia más valiosa de ese patrimonio es, sin duda alguna, la fe en Cristo y el amor a su santísima Madre. El santuario al que os encamináis como peregrinos recuerda el misterio de las lágrimas de María y de Jesús mismo: contemplad con el corazón este misterio, para constatar el amor inmenso de Dios, que envió a su Hijo como víctima de expiación por nuestros pecados. Que esas lágrimas os purifiquen interiormente y os infundan la paz y la alegría que son don de Cristo y que nada ni nadie podrá quitaros.

Os pido que en vuestra oración también tengáis presentes mis intenciones; yo os aseguro mi cercanía espiritual. Como signo de mi gran afecto, os envío de corazón a cada uno de vosotros y a vuestros obispos la bendición apostólica, extendiéndola de buen grado a los sacerdotes, a vuestros familiares y a cuantos os acompañan por el camino de la vida diaria.

Vaticano, 18 de octubre de 2000






A LA SOCIEDAD DEPORTIVA ITALIANA LACIO


Viernes 27 de octubre de 2000


1. ¡Bienvenidos, amigos blanco-celestes del Lacio, al cumplirse cien años del nacimiento de vuestra Sociedad! No es la primera vez que tengo la ocasión de acoger en el Vaticano a atletas y socios de varios equipos. Pero no sucede con frecuencia que me encuentre con un grupo tan nutrido de miembros de una misma familia deportiva. Gracias por vuestra amable visita, que me hace revivir la atmósfera y el clima típicos de los grandes acontecimientos deportivos, impregnados de serena distensión y de alegre fraternidad.

351 Os saludo a todos cordialmente. Saludo a los representantes de las diversas secciones y a los asistentes espirituales. De modo especial, agradezco al ingeniero Renzo Nostini, presidente general de la Sociedad deportiva Lacio, las amables palabras que me ha dirigido en nombre de los directivos, los atletas, los deportistas, los simpatizantes y vuestras familias. En sus palabras he percibido el sentido de vuestra visita y el entusiasmo de vuestra Sociedad, la cual ha escrito en estos cien años una página muy interesante en el libro del deporte italiano.

2. En el Año santo 1900, el 9 de enero, nació una prometedora sociedad con un significativo patrimonio moral y deportivo, expresado simbólicamente con el lema latino "concordia parva crescunt", es decir, gracias a la concordia se desarrollan las realidades pequeñas. Los acontecimientos han confirmado ese antiguo axioma: a lo largo de los años, la Lacio se ha convertido en una sociedad polideportiva, en la que hay veintiocho secciones, unidas por el mismo espíritu olímpico y por el deseo de solidaridad recíproca. Estoy seguro de que este centenario, al impulsaros a redescubrir los ideales de aquel tiempo, constituirá una ocasión propicia para dar relieve también a la dimensión ético-religiosa, indispensable para una plena maduración de la persona humana. Precisamente por esto, habéis querido incluir entre las diversas manifestaciones celebrativas un encuentro espiritual en el marco del jubileo.

Me alegra citar aquí una conocida expresión del apóstol san Pablo, que se aplica muy bien a vuestra múltiple actividad, en los ámbitos aficionado y profesional: "Los atletas se privan de todo" (
1Co 9,25). En efecto, sin equilibrio, autodisciplina, sobriedad y capacidad de relacionarse honradamente con los demás, el deportista no puede comprender plenamente el sentido de una actividad física destinada no sólo a robustecer el cuerpo, sino también la mente y el corazón.

3. Por desgracia, algunas veces en el ámbito deportivo suceden episodios que humillan el verdadero significado de la competición y no sólo afectan a los atletas, sino también a la comunidad. En particular, el apoyo apasionado al propio equipo no puede llegar nunca a ofender a las personas o a dañar los bienes de la colectividad. Toda competición deportiva debe conservar siempre el carácter de una diversión sana y relajante. De estos valores hablan los colores olímpicos -el blanco y el celeste- que distinguen vuestra bandera y que debéis contemplar siempre con una mirada aguda y penetrante como la del águila, que campea en vuestro escudo.

Queridos amigos, durante sus cien años de vida, la Sociedad deportiva Lacio ha ofrecido a innumerables jóvenes y adultos la posibilidad de forjar su personalidad con los exigentes desafíos del deporte. Lo atestiguan los muchos premios, italianos e internacionales, que han recibido atletas formados en vuestras instalaciones. Pero es justo recordar también el empeño concreto que vuestra asociación ha puesto en los vastos campos de la solidaridad y del voluntariado. A este respecto, merece una mención especial la labor realizada por vuestros socios con ocasión de la reciente e inolvidable Jornada mundial de la juventud, y la ayuda concreta prestada al jubileo de las familias.

A la vez que os expreso mi aprecio por el bien realizado, os exhorto a proseguir por este camino al servicio de la juventud, de la familia y de la sociedad entera.

Con estos deseos, invoco sobre vosotros la maternal protección de María y a todos os bendigo con afecto.





JUBILEO DE LOS DEPORTISTAS



A LOS PARTICIPANTES EN EL CONGRESO


INTERNACIONAL SOBRE EL DEPORTE


Roma, sábado 28 de octubre 2000

Amables señoras y señores:

1. Con mucho gusto intervengo en vuestro Congreso internacional sobre el significativo tema: "En el tiempo del jubileo: el rostro y el alma del deporte". En espera de encontrarme mañana, en el estadio Olímpico, con todo el mundo del deporte que celebra su jubileo, hoy tengo la grata ocasión de saludaros a vosotros que, por diversos motivos, sois representantes cualificados del deporte.

Saludo a los promotores de este encuentro, en especial al presidente del Comité olímpico internacional, señor Juan Antonio Samaranch, y al presidente del Comité olímpico italiano, señor Giovanni Petrucci, y extiendo mi saludo a los diferentes relatores y representantes de múltiples entidades deportivas del mundo. Doy las gracias, en particular, a monseñor Crescenzio Sepe, que se ha hecho intérprete de vuestros sentimientos comunes, ilustrando el significado de este encuentro.

352 El tema que habéis elegido para vuestra reflexión centra la atención en la naturaleza y en los fines de la práctica deportiva en nuestro tiempo, que se caracteriza por múltiples e importantes cambios sociales. El deporte es seguramente uno de los fenómenos importantes que, con un lenguaje comprensible a todos, puede comunicar valores muy profundos. Puede ser vehículo de elevados ideales humanos y espirituales cuando se practica con pleno respeto de las reglas; pero no alcanza su auténtico objetivo cuando da cabida a otros intereses que ignoran la centralidad de la persona humana.

2. El tema habla de "rostro" y de "alma" del deporte. En efecto, la actividad deportiva, además de destacar las ricas posibilidades físicas del hombre, también pone de relieve sus capacidades intelectuales y espirituales. No es mera potencia física y eficiencia muscular; también tiene un alma y debe mostrar su rostro integral. Por eso el verdadero atleta no debe dejarse arrastrar por la obsesión de la perfección física, ni ha de dejarse subyugar por las duras leyes de la producción y del consumo, o por consideraciones puramente utilitaristas y hedonistas.

Las potencialidades del fenómeno deportivo lo convierten en instrumento significativo para el desarrollo global de la persona y en factor utilísimo para la construcción de una sociedad más a la medida del hombre. El sentido de fraternidad, la magnanimidad, la honradez y el respeto del cuerpo -virtudes indudablemente indispensables para todo buen atleta-, contribuyen a la construcción de una sociedad civil donde el antagonismo cede su lugar al agonismo, el enfrentamiento al encuentro, y la contraposición rencorosa a la confrontación leal. Entendido de este modo, el deporte no es un fin, sino un medio; puede transformarse en vehículo de civilización y de genuina diversión, estimulando a la persona a dar lo mejor de sí y a evitar lo que puede ser peligroso o gravemente perjudicial para sí misma o para los demás.

3. Por desgracia, son muchos, y cada vez se van haciendo más evidentes, los signos de malestar que a veces ponen en tela de juicio los mismos valores éticos en los que se funda la práctica deportiva. En efecto, junto a un deporte que ayuda a la persona, hay otro que la perjudica; junto a un deporte que exalta el cuerpo, hay otro que lo mortifica y lo traiciona; junto a un deporte que persigue ideales nobles, hay otro que busca sólo el lucro; junto a un deporte que une, hay otro que separa.

Queridos responsables, directivos, aficionados al deporte y atletas, ojalá que este jubileo del deporte os infunda un nuevo impulso de creatividad y de superación, mediante una práctica deportiva que sepa conciliar, con espíritu constructivo, las complejas exigencias planteadas por los actuales cambios culturales y sociales con las exigencias inmutables del ser humano.

4. Permitidme una reflexión más. El deporte, a la vez que favorece el vigor físico y templa el carácter, no debe apartar jamás de los deberes espirituales a cuantos lo practican y aprecian. Según palabras de san Pablo, sería como si uno corriera sólo "por una corona que se marchita", olvidando que los cristianos nunca pueden perder de vista "la que no se marchita" (cf.
1Co 9,25). La dimensión espiritual debe cultivarse y armonizarse con las diversas actividades de distracción, entre las cuales se incluye también el deporte.

A causa del ritmo de la sociedad moderna y de algunas actividades deportivas, el cristiano podría olvidar a veces la necesidad de participar en la asamblea litúrgica del día del Señor. Pero las exigencias de un descanso justo y merecido no pueden hacer que el fiel incumpla su obligación de santificar las fiestas. Por el contrario, en el día del Señor la actividad deportiva ha de insertarse en un ambiente de serena distensión, que favorezca el encuentro y el crecimiento en la comunión, especialmente familiar.

Expreso de corazón mis mejores deseos de éxito para vuestro encuentro y, al mismo tiempo que invoco sobre vosotros la protección de María, os aseguro mi recuerdo en la oración a todos, y de buen grado os bendigo.






A DIVERSOS GRUPOS DE PEREGRINOS JUBILARES


Sábado 28 de octubre



Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Os doy mi cordial bienvenida a todos vosotros, que habéis venido de varias partes de Italia con ocasión del jubileo. Ojalá que este itinerario de gracia os proporcione fuerza e intrepidez para adheriros fielmente al Evangelio, convirtiéndoos en auténticos servidores de Cristo, camino, verdad y vida. Agradezco de corazón al señor cardenal Camillo Ruini las palabras que ha pronunciado en nombre de los numerosos obispos presentes esta mañana, interpretando sus sentimientos, así como los de sus fieles, aquí reunidos, y de los miles de alumnos que participan en la manifestación organizada por la Federación de institutos dependientes de las autoridades eclesiásticas (FIDAE).

353 Saludo con afecto, en primer lugar, a los peregrinos diocesanos provenientes de Basilicata y acompañados por sus respectivos obispos, monseñor Ennio Appignanesi, monseñor Antonio Ciliberti, monseñor Michele Scandiffio, monseñor Rocco Talucci, monseñor Vincenzo Cozzi y monseñor Salvatore Ligorio. A cada uno de ellos le expreso mi afecto fraterno. Amadísimos fieles, habéis querido participar todos en la celebración jubilar en Roma, implicando también a las instituciones provinciales, municipales y, de modo particular, a vuestra región. Sé que esta ha contribuido generosamente a la acogida de los peregrinos y ha apoyado importantes iniciativas religioso-culturales y misioneras relacionadas con los acontecimientos jubilares. Ojalá que vuestra peregrinación jubilar sea para todos ocasión de un encuentro personal con Cristo. Abríos confiadamente a él, único Salvador del mundo, y recibiréis la alegría verdadera. Escuchadlo y seguidlo: os llama a ser miembros vivos de su Iglesia, templos luminosos de su Espíritu de amor.

2. Saludo, asimismo, a los peregrinos de la archidiócesis de Siena-Colle di Val d'Elsa-Montalcino, acompañados por el arzobispo, monseñor Gaetano Bonicelli. Queridos hermanos, hoy vuestra peregrinación jubilar a la tumba de los Apóstoles está guiada, en cierto sentido, por la figura y el ejemplo de santa Catalina, copatrona de Italia y de Europa, cuya imagen, esculpida en mármol, resplandece a partir de ahora en un nicho externo de la basílica vaticana, significando su intensa devoción a Pedro y a sus Sucesores. Seguid el itinerario espiritual de vuestra gran paisana, cuya vida fue un crecimiento progresivo en el conocimiento de Cristo y en la entrega a él. Que su testimonio os ayude a descubrir cada vez más, día a día, vuestra vocación cristiana y a responder a ella con esfuerzo generoso.

3. Me alegra también dirigir un cordial saludo a los fieles de la archidiócesis de Fermo, encabezados por su arzobispo, monseñor Gennaro Franceschetti. En esta última parte del jubileo, tiempo fuerte del amor misericordioso del Padre, deseo de corazón que cada uno de vosotros esté cada vez más animado por el celo apostólico y difunda, con su ejemplo, el mensaje evangélico. Os animo a encontrar en la oración, de modo particular en la celebración eucarística, la fuerza para participar activamente en la vida de vuestras comunidades cristianas. Todo discípulo del Señor está llamado a desempeñar su papel en la construcción de la Iglesia.

4. Mi saludo se dirige ahora a los fieles de la archidiócesis de Amalfi-Cava dei Tirreni, que han acudido aquí guiados por su pastor, monseñor Orazio Soricelli. Durante el camino de este Año jubilar os habéis comprometido en un significativo itinerario pastoral, rico en iniciativas apostólicas. Queridos hermanos, no desaprovechéis los copiosos frutos espirituales recogidos; por el contrario, esforzaos por participar de manera activa y responsable en la misión evangelizadora de la Iglesia. Acoged el mensaje exigente y liberador del Evangelio, y haced resonar siempre la buena nueva con vuestras palabras, pero, sobre todo, con vuestro testimonio de vida.

5. Saludo también a los peregrinos de la diócesis de Rímini, acompañados por su obispo, monseñor Mariano De Nicolò. Recordando con agrado mi visita pastoral de 1982, que culminó en la santa misa que celebré en la gran explanada del puerto, os renuevo mi invitación a meditar en las responsabilidades que derivan de la vocación turística del territorio de vuestra diócesis. Comprometeos a infundir un alma al turismo, y proponed continuamente a todos el mensaje cristiano, defendiendo los grandes valores de la vida, de la familia y del carácter sagrado del día del Señor.

6. Me dirijo ahora a vosotros, queridos fieles de la diócesis de Tívoli, que habéis venido junto con vuestro obispo, monseñor Pietro Garlato. Sé que os estáis preparando para vivir una especial misión diocesana. Esta iniciativa, puesta casi al término de las celebraciones del gran jubileo, constituye una significativa ocasión para hacer fructificar los dones de gracia suscitados por los acontecimientos jubilares que se han sucedido durante este año. Que cada creyente sea un intrépido evangelizador en el ambiente en que vive.

7. Mi saludo va ahora a los fieles provenientes de la diócesis de Latina-Terracina-Sezze-Priverno, y a su pastor, monseñor Giuseppe Petrocchi. Queridos hermanos, recuerdo con agrado mi visita a vuestra tierra, en el año 1991, con ocasión del centenario del nacimiento de santa María Goretti, patrona de todo el Agro Pontino. El ejemplo de su adhesión a Cristo mediante el ejercicio continuo de las virtudes cristianas es siempre válido y actual, también en el tercer milenio. Imitad su coherencia y su valentía en las opciones diarias, dando una respuesta sincera a la llamada común a la santidad.

8. Saludo, asimismo, a los alumnos de institutos de diversas partes de Italia, en particular a los numerosos participantes en el tradicional encuentro de las escuelas católicas de Roma y del Lacio. Amadísimos alumnos, profesores y padres, sed bienvenidos. Ha transcurrido un año desde la gran manifestación del 30 de octubre de 1999, cuando, en esta plaza, se reunió una gran multitud de representantes de las escuelas católicas italianas. Al respecto, no puedo olvidar al principal organizador de aquella manifestación, el hermano Giuseppe Lazzaro, que ha fallecido prematuramente. Al recordar su generosa y ferviente actividad en el mundo de la escuela, como presidente de la FIDAE del Lacio, y su esfuerzo por sostener la paridad escolar católica, elevo al Señor una especial oración de sufragio por su alma bendita.

La escuela, especialmente la escuela católica, que es encrucijada de las problemáticas de la vida social y cultural del país, debe interesarse por las preguntas y las incertidumbres, pero también por las energías positivas y las aspiraciones que animan a los jóvenes. Queridos responsables de la escuela en general y de la escuela católica en especial, vuestra tarea consiste en ofrecerles válidos y auténticos puntos de referencia culturales y formativos, ayudándoles a ser siempre discípulos de la verdad. Al mismo tiempo que espero que se reconozca plenamente a la escuela católica el lugar que le corresponde en la vida social y civil de la nación, os deseo a todos vosotros que sigáis trabajando en el campo educativo y formativo con confianza perseverante, con competencia y con renovada esperanza.

9. Saludo cordialmente a los miembros de la Asociación mundial de gastronomía "La cadena de los asadores". Que vuestro encuentro en Roma sea ocasión para estrechar los vínculos de amistad y solidaridad, y para vivir con todos los peregrinos una etapa jubilar. Os imparto mi bendición apostólica.

Quiero expresar mi cordial saludo también a los peregrinos de lengua española venidos para participar en esta celebración jubilar. Os aliento a seguir creciendo en vuestra fe y a ser siempre testigos del amor misericordioso de Dios, manifestado en Cristo muerto y resucitado. Que Dios os conceda las gracias jubilares.

354 10. Un afectuoso saludo va, por último, a las diversas comunidades parroquiales, a las asociaciones y a los demás grupos de peregrinos, en particular, a los representantes de Ina-Assitalia y al Colegio de peritos industriales. Os deseo a cada uno que esta experiencia jubilar sea estímulo eficaz de caridad, justicia y paz, para contribuir a la renovación en Cristo de las comunidades cristianas y de todos los ambientes de vida.

Invocando la intercesión materna de María, Madre de la Iglesia, imparto de corazón a todos los presentes la bendición apostólica.





                                                                                  Noviembre de 2000




A LA CONFERENCIA MINISTERIAL


DEL CONSEJO DE EUROPA CON MOTIVO


DEL 50 ANIVERSARIO DE LA CONVENCIÓN EUROPEA


DE DERECHOS HUMANOS


Viernes 3 de noviembre de 2000



Señoras y señores:

1. Me complace daros la bienvenida hoy con ocasión de la Conferencia ministerial que se celebra bajo la presidencia de Italia para conmemorar el quincuagésimo aniversario de la firma, el 4 de noviembre de 1950, en Roma, de la Convención europea de derechos humanos. Saludo al ministro de Asuntos exteriores y presidente de la Conferencia ministerial, señor Lamberto Dini; al secretario general del Consejo de Europa, señor Walter Schwimmer; al presidente de la Asamblea parlamentaria, lord Johnston; y al secretario general, señor Bruno Haller.

2. Después de la segunda guerra mundial, el Consejo de Europa adoptó una nueva visión política y creó un nuevo orden jurídico, incorporando el principio de que el respeto de los derechos humanos trasciende la soberanía nacional y no puede quedar subordinado a fines políticos o puesto en peligro por intereses nacionales. Al hacerlo, el Consejo contribuyó a poner los cimientos para la necesaria reconstrucción moral después de los daños de la guerra, y la Convención europea de derechos humanos ha sido un elemento vital de ese proceso.

La Convención fue un documento verdaderamente histórico, y sigue siendo un instrumento legal único, que quiere declarar y salvaguardar los derechos fundamentales de todos los ciudadanos de los Estados firmantes. Fue una respuesta concreta y creativa a la Declaración universal de derechos humanos, proclamada en 1948 después de la trágica experiencia de la guerra y arraigada profundamente en la doble convicción del carácter central de la persona humana y de la unidad de la familia humana. Así, la Convención representó un importante momento en la maduración del sentido de la dignidad innata de la persona humana y de la conciencia de los derechos y los deberes que derivan de ella.

También es significativo que las nuevas democracias de Europa del este, tras haberse liberado de una ideología extraña y de formas totalitarias de gobierno, se hayan dirigido al Consejo de Europa como centro de la unidad de todos los pueblos del continente, una unidad que no puede concebirse sin los valores religiosos y morales que constituyen la herencia común de todas las naciones europeas. Su deseo de participar en la Convención europea de derechos humanos refleja su voluntad de salvaguardar las libertades fundamentales, que durante tanto tiempo se les negaron. A este respecto, estoy convencido de que los pueblos de Europa, tanto del este como del oeste, profundamente unidos por su historia y su cultura, comparten un destino común. En el centro de nuestra herencia europea común -religiosa, cultural y jurídica- se encuentra la noción de la dignidad inviolable de la persona humana, que implica derechos inalienables no conferidos por gobiernos o instituciones, sino únicamente por el Creador, a cuya imagen han sido creados los seres humanos (cf. Gn Gn 1,26).

3. A lo largo de los años, la Santa Sede ha ido participando cada vez más en el Consejo de Europa, esforzándose, a su modo propio, por acompañar y contribuir a la obra cada vez más amplia del Consejo en el campo de los derechos humanos. Consciente del papel único que desempeña el Tribunal europeo de derechos humanos en las cuestiones de Europa, la Santa Sede se ha interesado especialmente en la jurisprudencia del Tribunal. Los jueces son los guardianes de la Convención y de su visión de los derechos humanos, y me alegra tener la ocasión de recibir hoy al presidente del Tribunal, Lucius Wildhaber, junto con los demás honorables jueces, y expresarles mis mejores deseos para su noble y ardua tarea.

El quincuagésimo aniversario de la Convención es un tiempo para dar gracias por lo que se ha logrado, y para renovar nuestro compromiso de hacer que los derechos humanos se respeten de forma más plena y extensa en Europa. Por tanto, es preciso reconocer claramente los problemas que se han de afrontar, si queremos que eso se haga realidad. Entre estos, es fundamental la tendencia a separar los derechos humanos de sus bases antropológicas, es decir, de la visión de la persona humana peculiar de la cultura europea. También existe una tendencia a interpretar los derechos exclusivamente desde una perspectiva individualista, sin tener en cuenta el papel de la familia como "unidad fundamental de la sociedad" (Declaración universal de derechos humanos, art. 16). Y se da la paradoja de que, por una parte, se afirma con decisión la necesidad de respetar los derechos humanos, mientras que, por otra, se niega el más básico de ellos: el derecho a la vida. El Consejo de Europa ha logrado eliminar la pena de muerte de la legislación de la mayor parte de sus Estados miembros. A la vez que me congratulo por esa noble conquista y espero con ilusión que se difunda en el resto del mundo, deseo fervientemente que llegue pronto el momento en que se comprenda igualmente que se comete una enorme injusticia cuando no se salvaguarda la vida inocente en el seno materno. Esta contradicción radical sólo es posible cuando la libertad se separa de la verdad inherente a la realidad de las cosas, y cuando la democracia se aparta de los valores trascendentes.


Discursos 2000 348