Discursos 2000 384


A LOS DIRIGENTES, PERIODISTAS,


TÉCNICOS Y EMPLEADOS


DE LA RADIO-TELEVISIÓN ITALIANA (RAI)


Lunes 27 de noviembre de 2000



Ilustres señores y gentiles señoras:

1. En el programa de vuestra peregrinación jubilar, además de la etapa en la basílica de San Pedro para atravesar la Puerta santa y celebrar los sacramentos de la gracia divina, habéis querido incluir el encuentro con el Sucesor de Pedro. Os agradezco cordialmente esta visita y doy a cada uno mi afectuosa bienvenida.

Deseo saludar ante todo al doctor Roberto Zaccaria, presidente de la RAI. Le agradezco las amables palabras que me ha dirigido en vuestro nombre. Saludo con igual consideración al director general, a los miembros del consejo de administración, a los dirigentes, a los periodistas, a los colaboradores, a los artistas, a los técnicos, a los empleados y a los pensionistas de vuestra gran empresa. Extiendo mi saludo a vuestras familias, a cuantos se han unido a vosotros en este itinerario de fe, y a quienes, aun deseándolo, no han podido estar presentes.

Hoy tengo la grata oportunidad de renovar mi aprecio por el servicio que la RAI, gracias a vuestra competencia y dedicación, ha prestado y sigue prestando a la Iglesia y a la Santa Sede. Se trata de un servicio cualificado a la información religiosa, que es más exigente aún durante el Año santo. Habéis querido responder a las exigencias, cada vez mayores, con una estructura específica, denominada RAI-Jubileo, para acompañar este tiempo de gracia y transmitir sus acontecimientos más notables. De todo corazón os doy, una vez más, las gracias. El Señor, sobre todo, os recompense abundantemente.

2. Vivimos en la época de la "civilización de la imagen", en la que el medio radiotelevisivo, con sus enormes potencialidades, llega a los acontecimientos donde se producen y a las personas donde se encuentran. Por esta razón, contribuye en gran medida a plasmar la vida diaria y las costumbres de la sociedad, cada vez más "globalizada", como se suele repetir hoy. Los formidables instrumentos que la técnica pone a vuestra disposición, os permiten transmitir mensajes que llegan a millones de personas, influyendo en el ritmo de su existencia y contribuyendo a forjar opiniones y estilos de vida.

385 ¡Cómo no reconocer los numerosos aspectos positivos del servicio que prestáis a la sociedad, a las familias y a las personas! A través de vuestra obra, los pueblos pueden encontrarse más fácilmente, las culturas pueden dialogar, los dramas de la humanidad llegan al conocimiento de todos, con vistas a intervenciones oportunas, y se comparten los acontecimientos felices. No se puede negar tampoco el impacto educativo que tiene de hecho una programación esmerada, atenta a los valores y que responda a las expectativas de la gente. Realmente constituís un taller de palabras y de imágenes. Sois agentes de la comunicación, agentes de primer orden en la tarea común de construir una sociedad a la medida del hombre. En este importante compromiso profesional buscad siempre el bien común, sin ceder jamás a intereses meramente económicos.
3. Por otra parte, los creyentes que trabajan en este sector tienen, además, una responsabilidad añadida, puesto que, con su testimonio, pueden influir en los complejos mecanismos de la formación de la conciencia civil y social. Se trata de una misión difícil, que exige valentía y a menudo heroísmo. A veces es preciso ir contra corriente y se puede sentir soledad, incomprensión e incluso marginación.

Ante una cultura de lo efímero, con frecuencia más atenta a las sensaciones que a los valores, los cristianos están llamados a ser ministros de la inagotable novedad de la palabra de Dios, transmitiendo, con su aportación, una sólida cultura de la vida, de la solidaridad, de la familia y de los derechos humanos. Es un recorrido indispensable, si se quiere contribuir a edificar la civilización del amor.

La Iglesia, por su parte, consciente de su deber de evangelizar a la sociedad, conoce la importancia de entablar una relación correcta y cordial con el mundo de la comunicación, dado que los grandes medios de que dispone pueden favorecer en gran medida la difusión de la buena nueva en todos los ambientes.

Por eso, no se cansa de recordar la dimensión moral de la actividad de los medios de comunicación. Estimula, invita y anima a los agentes de la comunicación social a entrar en una relación correcta y respetuosa con las personas, defendiendo y difundiendo los valores humanos, morales y espirituales imprescindibles que forman también el patrimonio del pueblo italiano. Y dado que el sentido religioso es uno de los elementos constitutivos del hombre, la programación televisiva, con equilibrio y apertura serena, debe saber afrontar también los problemas de fondo de la existencia, dejando abierta la puerta a soluciones iluminadas por la sana razón y por la fe.

4. Queridos amigos, en vuestra preparación para esta celebración jubilar, habéis realizado un gesto de solidaridad concreta, recogiendo una suma destinada al rescate de niños-soldados en Sierra Leona. Con esta iniciativa habéis querido vivir plenamente el espíritu del jubileo, que es año de conversión, de reconciliación y de atención a los más necesitados. Vuestro compromiso contribuye, además, a sensibilizar la opinión pública sobre uno de los problemas sociales más graves de nuestro tiempo, que afecta a la infancia, amenazando su futuro. Espero de corazón que no se pierda ocasión de manifestar este aspecto social del Año jubilar, esforzándose con decisión por defender, respetar y amar a todo ser humano, especialmente a los débiles e indefensos.

María, Estrella de la evangelización, os ayude a ser fieles a vuestra misión, e interceda por vosotros santa Clara de Asís, vuestra protectora. Os acompañe también mi bendición, que de corazón os imparto a vosotros, a cuantos forman parte de la gran comunidad laboral de la RAI y a todos los que siguen diariamente vuestros programas en Italia y en muchos otros países del mundo.





MENSAJE DEL PAPA JUAN PABLO II


A LA CONFERENCIA MUNDIAL


SOBRE LA RELIGIÓN Y LA PAZ


A mi venerado hermano
Cardenal Peter SEIICHI SHIRAYANAGI
Arzobispo emérito de Tokio

He sabido con alegría que la Conferencia mundial sobre la religión y la paz celebrará su trigésimo aniversario con un acto conmemorativo en Kioto los días 27 y 28 de noviembre de este año. Le ruego tenga la amabilidad de transmitir a todos los presentes mis mejores deseos y la seguridad de mi apoyo. Dios, origen y destino de todo, nos ha creado para convivir en armonía. Por eso, es conveniente celebrar el hecho de que personas pertenecientes a diferentes tradiciones religiosas se reúnan y colaboren con espíritu de amistad y solidaridad en la construcción de un mundo de paz. Pido a Dios que vuestros esfuerzos sigan siendo bendecidos abundantemente con el éxito.

386 La Iglesia católica sigue con gran interés la obra de reconciliación realizada por la Conferencia mundial sobre la religión y la paz en muchas partes del mundo. Promover el diálogo significa crear vínculos de amistad entre los pueblos. Significa establecer nuevas relaciones entre los grupos, y enseñar la comprensión y el respeto entre los seguidores de las diversas tradiciones religiosas.
Durante los últimos años, la Conferencia mundial sobre la religión y la paz ha promovido particularmente la reconciliación de las comunidades que están desunidas por conflictos y guerras.
Vuestros esfuerzos por ayudar a las personas afectadas por el odio y la violencia manifiestan una verdad que yo también he tratado de afirmar en muchas ocasiones, es decir, que la religión no es y no debe convertirse en un pretexto para la hostilidad, especialmente cuando coinciden las identidades religiosas, culturales y étnicas.

Frente a los urgentes problemas de la actual sociedad global, todas las religiones deben sentirse llamadas a renovar sus esfuerzos de cooperación para promover la vida humana y su dignidad, defender la familia, aliviar la pobreza, fomentar la justicia, y ayudar a preservar el ecosistema de nuestra tierra. Conviene tener muy presentes las palabras del Mensaje de los participantes en la asamblea interreligiosa que se celebró en el Vaticano en octubre de 1999: "La colaboración entre las diversas religiones debe fundarse en el rechazo del fanatismo, del extremismo y de los antagonismos recíprocos, que llevan a la violencia. Todos somos conscientes de la importancia de la instrucción como medio para promover la comprensión mutua, la cooperación y el respeto" (L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 5 de noviembre de 1999, p. 7).

Conservo un grato recuerdo de la bienvenida que brindé, en la sala del Sínodo del Vaticano, a los presentes en la ceremonia inaugural de la VI Asamblea de la Conferencia mundial sobre la religión y la paz. Me agradaría repetir lo que dije en aquella ocasión: "Salvar el mundo mediante el compromiso de las religiones en favor de la paz significa que con fe y esperanza dirigís vuestra mirada al único Dios, en el que "vivimos, nos movemos y existimos" (
Ac 17,28), para llegar a ser mejores instrumentos suyos en la realización del verdadero destino del hombre aquí y en el más allá" (Discurso del 3 de noviembre de 1994, n. 5: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 11 de noviembre de 1994, p. 4).

Oro para que las celebraciones del trigésimo aniversario en Kioto os brinden la ocasión de renovar vuestro compromiso en favor de los nobles objetivos de la Conferencia mundial sobre la religión y la paz. Dios bendiga vuestros esfuerzos.

Vaticano, 1 de noviembre de 2000






A LA ASOCIACIÓN DEPORTIVA DE FÚTBOL ROMA


Jueves 30 de noviembre



1. Me alegra acogeros, queridos amigos romanistas -directivos, atletas y aficionados-, que formáis la Asociación deportiva de fútbol Roma. Os saludo con afecto y os felicito por vuestra decisión de celebrar el jubileo juntos, como una gran familia.

Dirijo un saludo especial al doctor Francesco Sensi, presidente de vuestra asociación, que se ha hecho promotor de esta iniciativa espiritual, y le agradezco las amables palabras con las que ha interpretado vuestros sentimientos comunes.

Vuestra asociación ha querido tomar el nombre de "Roma" para identificarse, de algún modo, con la historia de nuestra ciudad, rica en acontecimientos gloriosos. Sabéis que es historia, en particular, de santidad: al martirio de san Pedro y san Pablo siguió el de muchísimos otros testigos; además, a lo largo de los siglos, numerosos santos y santas han nacido o vivido en Roma. Asimismo, Roma, como sede del Sucesor de Pedro, "preside la comunión de la caridad" (san Ignacio de Antioquía, Carta a los Rm 1,1).

387 El hecho de que vuestra asociación lleve el nombre de Roma es para vosotros, queridos amigos romanistas, un singular compromiso de vivir coherentemente la fe cristiana; una invitación a testimoniar diariamente, en vuestro ambiente, el amor evangélico. Podríamos decir que el Señor os repite a vosotros, como a todo creyente que vive en Roma, lo que dijo a san Pablo: "Es preciso que des testimonio de mí en Roma" (Ac 23,11).

2. A vosotros se os pide que deis este testimonio fiel especialmente en el deporte, que se ha convertido en uno de los fenómenos típicos de nuestro tiempo. El deporte interesa e implica a grandes multitudes, entre otras causas, gracias a los medios de comunicación social, y se ha transformado en un acontecimiento planetario en el que naciones y culturas diversas viven la misma experiencia de fiesta. Precisamente por eso el deporte puede favorecer la construcción de un mundo más fraterno y solidario, contribuyendo a la superación de situaciones de incomprensión recíproca entre personas y pueblos.

El deporte, si se vive de modo adecuado, se convierte en una especie de ascesis, el ambiente ideal para el ejercicio de muchas virtudes. Algunas de estas virtudes fueron subrayadas muy bien por mi venerado predecesor el Papa Pío XII: "La lealtad, que impide recurrir a subterfugios, la docilidad y la obediencia a las sabias órdenes de quien dirige un ejercicio de equipo, el espíritu de renuncia cuando es preciso sacrificarse en bien de los propios "colores", la fidelidad a los compromisos, la modestia en los triunfos, la generosidad con los vencidos, la serenidad cuando la suerte es adversa, la paciencia con el público no siempre moderado, la justicia, si el deporte de competición está vinculado a intereses financieros acordados libremente y, en general, la castidad y la templanza ya recomendada por los antiguos" (Discurso al Centro deportivo italiano, 5 de octubre de 1955).

Sin embargo, el deporte se convierte en fenómeno alienante cuando las demostraciones de habilidad y de fuerza física desembocan en la idolatría del cuerpo; cuando la competitividad exasperada lleva a considerar al adversario como un enemigo al que hay que humillar; cuando la afición impide una valoración objetiva de la persona y de los acontecimientos y, sobre todo, cuando degenera en violencia. Además, cuando prevalece el interés comercial, se puede transformar la práctica deportiva en mera búsqueda de lucro.

Otro aspecto que no hay que descuidar es que, a causa de la actual organización de las competiciones deportivas, resulta a veces menos fácil para los creyentes la debida santificación del día festivo, mientras que para las familias resulta más difícil vivir juntos momentos de útil distensión.
3. En cuanto al fútbol, se trata de una actividad que pueden practicar todos, desde los niños hasta los adultos, y que, por su capacidad de asociación, crea un espectáculo apreciado en el marco de un clima generalizado de fiesta. Por su índole popular, el fútbol responde a múltiples expectativas y ofrece un entretenimiento sereno tanto a aficionados como a familias enteras.

Sin embargo, a veces se convierte en ocasión de enfrentamientos, con preocupantes episodios de intolerancia y agresividad, y desemboca en graves manifestaciones de violencia. ¡Qué importante es entonces recordar el necesario respeto de la ética deportiva! ¡Cuán urgente es la responsabilidad de los directivos, de los atletas, de los cronistas y de los aficionados! Pienso, sobre todo, en los atletas que tienen ante sí un público, especialmente formado por jóvenes, que los ve como modelos para imitar. Con su ejemplo pueden transmitir mensajes de alto valor humano y espiritual. Al contrario, los comportamientos incorrectos causan efectos nocivos que, por desgracia, se amplifican con una resonancia negativa imprevisible. Siempre hay que ser conscientes de esto.

4. Amigos de la Asociación deportiva de fútbol Roma, que vuestro jubileo os ayude a comprender, a través de la metáfora del deporte, las exigencias de la vida del espíritu. San Pablo recuerda que la existencia es como una carrera en el estadio, en la que todos participan. Pero, mientras que en las carreras sólo uno triunfa, en la competición de la vida todos pueden y deben conquistar la victoria. Y, para poder hacerlo, es preciso ser moderados en todo, tener la mirada fija en la meta, valorar el sacrificio y entrenarse continuamente para evitar el mal y hacer el bien. Así, con la ayuda de Dios, se conquista la meta celestial.

María, a quien en la capilla de vuestro centro deportivo invocáis como Salus populi romani, os ayude en este partido que dura toda la vida; os proteja a vosotros, a vuestras familias y a todo el pueblo de los romanistas. Por mi parte, os bendigo a cada uno de vosotros y a cuantos se han unido a vosotros para esta celebración jubilar.





MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A SU SANTIDAD BARTOLOMÉ I,


PATRIARCA ECUMÉNICO DE CONSTANTINOPLA,


CON MOTIVO DE LA FIESTA DE SAN ANDRÉS


. A Su Santidad

BARTOLOMÉ I

Arzobispo de Constantinopla
388 Patriarca ecuménico

"Que en vosotros abunden la gracia y la paz por el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesucristo" (
2P 1,2).

Con estas palabras, en las que se expresa la esperanza de la salvación, san Pedro se dirige a los cristianos del Ponto, de Galacia, de Capadocia y de Asia menor, "a los que por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo han recibido una fe tan preciosa como la nuestra" (2P 1,1).
Con este mismo saludo me dirijo a usted, Santidad, y a los miembros del Santo Sínodo y del Patriarcado ecuménico, en esta feliz circunstancia de la fiesta de san Andrés, el primer llamado, el hermano de san Pedro, el protocorifeo, como canta la liturgia. La delegación guiada por mi estimado hermano el cardenal Edward Idris Cassidy, presidente del Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos, a quien he encargado representarme ante usted con ocasión de esta celebración, le expresará los sentimientos fraternos del Obispo de Roma y de la Iglesia católica.

La veneración común a los santos Apóstoles y la oración que elevamos a Cristo por su intercesión nos recuerdan la gracia que se nos ha concedido de estar arraigados en la única sucesión apostólica y en la única misión de transmitir a las generaciones futuras y al mundo la salvación realizada por el único Mediador, Cristo Jesús. Como el apóstol san Andrés, cuando encontró a Jesús por primera vez, queremos proclamar juntos: "Hemos encontrado al Mesías" (Jn 1,41).

Esta misión común nos exige abrazar la causa del restablecimiento de la plena unidad de fe y de vida. En efecto, como señalé en la encíclica Ut unum sint, "es evidente que la división de los cristianos está en contradicción con la verdad que tienen la misión de difundir y, por tanto, perjudica gravemente su testimonio" (n. 98). Ya el Papa Pablo VI señalaba hace exactamente veinticinco años que "la división de los cristianos constituye una situación de hecho grave, que viene a cercenar la obra misma de Cristo" (Evangelii nuntiandi EN 77).

Este Año jubilar, durante el cual celebramos el bimilenario de la encarnación del Verbo de Dios, nos ha permitido dar un testimonio común de nuestra fe. Doy las gracias a Su Santidad por haber enviado a Roma a sus delegados, que se han unido a nosotros y a los delegados de las demás Iglesias y comunidades eclesiales para proclamar que Cristo es nuestro único Señor y Salvador.

En este año 2000, después de una larga suspensión de sus trabajos, la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas, pudo reunirse en Baltimore para celebrar su octava sesión plenaria. Un encuentro de esa naturaleza es en sí mismo un acontecimiento importante, y fue una ocasión para subrayar la complejidad de las cuestiones estudiadas; sin embargo, debemos constatar, con gran pena, que no nos ha permitido realizar un progreso real en nuestro diálogo. Por eso, la comisión puso oportunamente de relieve la necesidad de proseguir el diálogo y buscar los caminos más adecuados para precisar y profundizar cada vez más las cuestiones debatidas.

Por lo que concierne a la Iglesia católica, puedo asegurar a Su Santidad que estoy decidido a continuar el diálogo de la verdad y de la caridad. Por este motivo hago un llamamiento a los fieles católicos y ortodoxos, para que, en los lugares donde viven, intensifiquen y consoliden sin cesar sus relaciones fraternas, animados por el respeto y la confianza mutuos. Este es el único camino que permite, con la gracia de Dios, sanar las almas de eventuales reticencias y ensanchar los corazones, para corresponder plenamente a la voluntad divina de unidad, eliminando las dificultades reales que aún subsisten o las que puedan surgir en el ámbito de las Iglesias locales. Este deseo y esta orientación han sido comunicadas a las Iglesias católicas particulares para que se comprometan firmemente en este sentido. Debemos promover una colaboración estrecha y desinteresada entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas, evitando acciones o gestos que puedan constituir formas de presión o que puedan simplemente dar esa impresión, y siendo, según la exhortación del apóstol san Pablo a los Corintios, "ministros de Dios (...), con paciencia, bondad, en el Espíritu Santo y en caridad sincera" (2 Co 6, 4. 6), tratando de ser constructores de paz y reconciliación.

Así pues, con corazón puro y libre, para obedecer a la voluntad del único Señor, debemos continuar nuestra búsqueda sincera, fraterna y afectuosa de la comunión plena. Desde esta perspectiva, me alegra haber podido poner a disposición del Patriarcado ecuménico la antigua y hermosa iglesia de San Teodoro en la colina del Palatino, en Roma, para que sea destinada al culto y a las actividades pastorales de la comunidad greco-ortodoxa de la ciudad, que así tendrá la asistencia espiritual necesaria para su crecimiento y para el diálogo con todos los cristianos que viven en Roma.

Al término de este mensaje, deseo asegurarle, querido y venerado hermano, que yo mismo, personalmente, y toda la Iglesia, pedimos fielmente al Señor que nos otorgue su luz y su fuerza para comprender a fondo su oración: "Que todos sean uno para que el mundo crea" (Jn 17,21), a fin de dar nuestra contribución a su realización plena.

389 En este momento en que la Iglesia de Constantinopla celebra a su santo patrono, ruego al apóstol san Andrés que nos ayude a avanzar por el camino de la unidad y a proseguir nuestras relaciones impregnadas de delicadeza y perdón, para que proclamemos juntos que Cristo es nuestro Salvador y el Salvador del género humano. Con estos sentimientos, le aseguro a usted, Santidad, a los obispos y a los fieles de su Patriarcado, mi profunda caridad fraterna.

Vaticano, 25 de noviembre de 2000





                                                                                  Diciembre de 2000




AL EPISCOPADO DE LA IGLESIA CATÓLICA


DE RITO BIZANTINO-UCRANIO


Viernes 1 de diciembre de 2000



Queridos hermanos en el episcopado de la Iglesia católica de rito bizantino-ucranio:

1. Me alegra mucho acogeros y daros la bienvenida. Saludo en particular al señor cardenal Myroslav Ivan Lubachivsky, arzobispo mayor de Lvov de los ucranios.

Por medio de vosotros saludo también a los fieles de todas las Iglesias cristianas que se encuentran en vuestro país. Mi saludo se extiende asimismo a los ucranios residentes en el extranjero, que conservan fielmente las tradiciones religiosas de su patria.

2. Habéis venido de Ucrania y de los países de la diáspora a Roma para celebrar el gran jubileo del año 2000.

Recuerdo con emoción aquel día, hace diez años, en que, después de casi medio siglo, se encontraron vuestros obispos de Ucrania, confesores de la fe, con los prelados ucranios de la diáspora. Fue un símbolo más fuerte que cualquier palabra.

En aquella ocasión dimos gracias al Señor porque el milenio del bautismo de vuestro pueblo, celebrado en 1988, fue el comienzo de una nueva era, implicando para vosotros importantes cambios de naturaleza social y moral orientados a reconocer el derecho a la libertad religiosa de los católicos de rito oriental y de su Iglesia, que está unida a la Sede de Pedro desde hace cuatrocientos años.

De ese modo la comunidad del pueblo de Dios, que había sido declarada ilegal en 1946, pudo salir de las catacumbas. Vuestra Iglesia, siguiendo con fidelidad a su Esposo Cristo, conoció el sufrimiento y la cruz, cuando el cruel régimen ateo decretó su supresión.

390 3. Pero ahora hay que mirar hacia adelante: la gracia de Dios nos impulsa a emplear bien nuestro tiempo, porque es tiempo de salvación. El compromiso de edificar la Iglesia urge y apasiona. La primera tarea os incumbe a vosotros, obispos del Sínodo de la Iglesia greco-católica ucrania. Se trata de una estructura de gran valor y responsabilidad: como los Apóstoles, estáis llamados a tener solicitud por toda la Iglesia; la experiencia de cada una de vuestras eparquías debe confluir en un plan común, en un proyecto global. Estoy seguro de que estos años son para vosotros una escuela importante, que os enseña a trabajar juntos, a compartir las cargas y a participar todos solidariamente en la guía de vuestras comunidades. La sed de Dios crece; el pueblo tiene urgencia de ser guiado por el camino de Cristo. Estoy convencido de que sentís con gran fuerza este compromiso de vivir, planificar y trabajar juntos. El compromiso común es también responsabilidad común: la Iglesia os ha sido encomendada a vosotros, y espera mucho de vosotros.

4. Venimos de la experiencia dolorosa de las catacumbas. Es natural que los primeros esfuerzos de recuperación se hayan realizado bajo el impulso de las exigencias del momento y, por tanto, pueden mostrar cierta falta de coordinación. Sin embargo, hoy debemos superar esa primera fase de reorganización y trabajar en la creación de un plan pastoral para vuestra Iglesia, que incluya las finalidades prioritarias, los medios y los tiempos de realización.

5. Ese plan debe tener en cuenta la exigencia primaria de la catequesis y de la formación teológica en la línea de vuestra tradición eclesial oriental. Sé que algunas instituciones educativas de alta calidad ya están trabajando con este objetivo. El anuncio del Evangelio debe ser el fundamento de todo plan eclesial: "¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!" (
1Co 9,16), nos recuerda el Apóstol.
6. En ese plan no hay que olvidar el papel activo de los laicos, que deben formarse bien espiritual y culturalmente y compartir la responsabilidad de la Iglesia.

7. Una tarea de particular importancia corresponderá a los religiosos: ante todo, al monaquismo, que da a la Iglesia el gusto siempre vivo y la fuerza de sus raíces, y encuentra en la oración la certeza de "lo único necesario". Ojalá que crezca y se estructure según las tradiciones gloriosas del Oriente cristiano. También las comunidades religiosas que se dedican al apostolado están llamadas a desempeñar un papel fundamental en ese plan pastoral, comprometiéndose a anunciar la palabra de Dios y asegurar una presencia de caridad que sea un medio para evangelizar a quienes el ateísmo ha marcado en el corazón y en el alma: al encontrar los gestos transparentes y amorosos y las palabras fuertes y suaves de hermanos y hermanas que viven radicalmente el compromiso bautismal, serán tocados por la gracia, mientras los ojos de su corazón aprenderán a ver lo que es invisible y, sin embargo, muy real: el misterio del amor de Dios que actúa en la historia. Es necesario que en la sociedad poscomunista este amor de Dios impregne el enfoque teológico y catequístico así como el compromiso pastoral de los fieles. Vosotros, obispos, seréis sus primeros testigos. Estoy seguro de que también los institutos religiosos latinos colaborarán en la obra de evangelización y en la actividad de caridad. Sólo así se dará un testimonio unívoco y creíble de esa feliz complementariedad que el Señor ha suscitado en la Iglesia.

8. En vuestro plan pastoral para la Iglesia greco-católica en Ucrania deberéis privilegiar el espíritu de paz y fraternidad cristiana que ha de distinguir a todo creyente en Jesucristo. Como ha sido la herencia común de diez siglos y la inspiración de vuestros obispos que quisieron la unión con Roma, estáis llamados a vivir un impulso de crecimiento y generosidad, que esté también al servicio de vuestros hermanos y hermanas ortodoxos, con vistas al restablecimiento de la comunión plena, como desea Jesucristo. Junto con vuestros pastores, debéis buscar nuevos caminos de testimonio común, evitando enfrentamientos estériles, conscientes de que el Padre nos llama a todos a la caridad, para que el mundo crea. Este espíritu os sugerirá pasos y senderos nuevos e inéditos, por los que el fermento de la caridad y de la disponibilidad mutua lleve al crecimiento de vuestro pueblo.

Deseo vivamente que el Señor me conceda estar pronto entre vosotros, en Ucrania, para anunciar con todos los cristianos el deseo común de encontrar en Cristo la respuesta a las inquietudes del hombre y la única luz verdadera que no tiene ocaso. Anhelo ese día como un verdadero don espiritual.

En espera de poder hacerlo personalmente, os ruego que llevéis a vuestros fieles la bendición cordial y afectuosa del Papa






AL PONTIFICIO COLEGIO ESPAÑOL


DE SAN JOSÉ EN ROMA


Viernes 1 de diciembre de 2000



Señor Rector y Superiores,
queridos alumnos
391 del Pontificio Colegio Español de San José en Roma:

1. Me es grato saludaros cordialmente en este encuentro, con el cual habéis querido reafirmar vuestro afecto y adhesión al Sucesor de Pedro. Dais así también un especial realce a la celebración del V Centenario del nacimiento de san Juan de Avila, patrón del clero secular español, a la vez que os unís a las iniciativas del Episcopado en vuestro País para promover, en este Año del Gran Jubileo, una significativa renovación de los sacerdotes. Agradezco las amables palabras que me ha dirigido el Rector, Don Lope Rubio Parrado, interpretando vuestros sentimientos y esperanzas de servir fielmente a la Iglesia ante los retos de la Nueva Evangelización.

Vuestra presencia me recuerda mis dos visitas a sede actual del Colegio Español de Roma y, sobre todo, me hace sentir la cercanía de vuestras diócesis y lugares de origen, así como el fervor y la acogida de sus gentes, que he tenido oportunidad de visitar en los inolvidables viajes pastorales a España. Cuando tengáis ocasión, llevadles a todos mi saludo y mi afecto.

2. El Colegio Español os acoge a cada uno de vosotros, enviado por el propio Obispo para enriquecer la propia Iglesia local con una formación académica más amplia y una experiencia más universal de la Iglesia. Ambos son aspectos sumamente importantes para el sacerdote de hoy, llamado a proclamar el Evangelio en ambientes cada vez más pluriformes, cambiantes y, a la vez, íntimamente relacionados entres sí. La comprensión intelectual profunda del mensaje cristiano permite su correcta acomodación a las diversas situaciones, así como una intensa experiencia del misterio de la Iglesia hace posible una acción evangelizadora que nace y tiene como objetivo la plena comunión en el Evangelio de Cristo, transmitido fielmente por los Apóstoles en plena comunión con Pedro, quien recibió el encargo de confirmar a sus hermanos en la fe (cf. Lc
Lc 22,32).

En este sentido, la estancia en Roma durante algún tiempo os ofrece la ocasión de conocer la riqueza de otras realidades eclesiales, de fraternizar con sacerdotes provenientes de diversas diócesis, promoviendo así un espíritu abierto a horizontes más amplios y universales. Por eso, el Colegio Español contribuye a “mantener la unidad de esfuerzos en un clima de colaboración apostólica, impulsar la vida multiforme del Pueblo de Dios, actuando como principio de unidad y de concordia en medio de la variedad de opiniones y situaciones” (Pablo VI, Discurso en el Colegio Español, 13 de noviembre de 1965).

Tenéis también cerca el principio de unidad, al vivir en esta Iglesia de Roma donde, como decía San Ireneo, “los que se encuentran en todas partes han conservado la Tradición apostólica” (Adv. Haer. , III, III 3,2). Además, la proximidad a la memoria de los santos Apóstoles Pedro y Pablo, y de los primeros mártires es, sin duda alguna, fuente de vigor evangelizador y de vitalidad eclesial, pues hace ver mejor la estrecha vinculación de cualquier proyecto o acción pastoral, por remoto que sea su lugar de realización, con los orígenes mismos de la misión de la Iglesia.

3. El Espíritu Santo continúa suscitando en España numerosas iniciativas para fortalecer la fe de vuestros pueblos y dar esplendor a sus manifestaciones, aún cuando no falten dificultades para un mayor florecimiento del Evangelio en vuestra tierra. Con vuestra preparación académica y la experiencia de estos años pasados en Roma podréis dar nuevo impulso a los esfuerzos de tantos paisanos y compatriotas vuestros para que, en la sociedad española, el espíritu del mundo no prevalezca sobre la Palabra de Dios.

En esta tarea os será de ayuda el ejemplo, siempre actual, de san Juan de Ávila. Él resumía su programa en un simple consejo: “ore, medite, estudie” (Carta, 2, 285 a Fray Alfonso de Vergara). En efecto, la meditación y una intensa vida espiritual hacen posible transmitir con convicción el misterio de Cristo, que llena la existencia del sacerdote y del que tanto necesita una generación frecuentemente aquejada de vacío vital y de sinsentido. El estudio, a su vez, favorece una recta comprensión de la doctrina y, por tanto, la capacidad de enseñarla correctamente en cada situación concreta.

Éste es el programa seguido fielmente por él mismo, al dar testimonio de una vida santa y dejar abundantes escritos con una doctrina sólida y una predicación elocuente. Ambas siguen siendo actuales y es motivo de satisfacción que se hayan hecho más accesibles a todos con una reciente reedición. Os invito a imitar el ejemplo de vuestro Santo Patrono, su constante afán de llevar Cristo a los hombres, su preocupación por el bien de sus hermanos sacerdotes, su especial sensibilidad ante las nuevas situaciones y su inquebrantable fidelidad a la Iglesia.

4. La Virgen Santísima, venerada en vuestro Colegio como Madre de la Clemencia, que ha acompañado a todos los Colegiales desde hace más de cien años, os sostenga en vuestros buenos propósitos. Que Ella y el Beato Fundador Manuel Domingo y Sol alcancen para vosotros las gracias necesarias para imitar a Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote. Como confirmación de estos vivos deseos, me complace impartiros la Bendición Apostólica, que gustosamente extiendo a la Comunidad de Siervas de San José, así como al personal y demás colaboradores del Colegio.






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