Discursos 2000 398


A LOS MIEMBROS DEL CLUB "SERRA INTERNACIONAL"


399

Jueves 7 de diciembre de 2000



Queridos socios del club "Serra internacional":

1. Me alegra vivir con vosotros este intenso momento espiritual, con ocasión de vuestra peregrinación jubilar a las tumbas de los apóstoles san Pedro y san Pablo.
Saludo a monseñor Justin Francis Rigali, arzobispo de San Luis, y le agradezco las cordiales palabras que me ha dirigido en vuestro nombre. Extiendo mi saludo a todos vosotros, que habéis venido aquí desde varias naciones.

Traéis a esta celebración el signo espiritual que os distingue: me refiero a la percepción particularmente viva de la existencia cristiana como "vocación". "No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros" (Jn 15,16): estas palabras que Cristo dirigió a los Apóstoles se extienden a todos los bautizados. Debemos tomar conciencia de ellas con alegría y gratitud. Al venir a implorar la gracia jubilar, habéis venido precisamente a abriros con nueva disponibilidad a la llamada fundamental recibida en el bautismo, renovando la opción radical de coherencia cristiana y de santidad.

2. Vuestra vocación bautismal os impulsa hacia los demás: es esencialmente una vocación misionera, como habéis aprendido del ejemplo del beato Junípero Serra, el gran evangelizador de California. Siguiendo sus pasos, compartís la sincera preocupación de Cristo mismo: "La mies es mucha y los obreros pocos" (Mt 9,37 Lc 10,2). No podemos por menos de percibir la oportunidad y la urgencia de estas palabras. En efecto, el horizonte de la "mies" del Señor es ilimitado si no consideramos sólo las necesidades pastorales de la Iglesia misma, sino también el inmenso número de personas que aún esperan la proclamación del Evangelio. En medio de la complejidad del tiempo actual, ahora, en el alba de un nuevo milenio, debemos reconocer que la búsqueda de significado -una búsqueda real, pero a menudo silenciosa- se está extendiendo en la sociedad. En los jóvenes, en el mundo de la cultura y en los grandes desafíos éticos y sociales de nuestro tiempo, existe un sentido implícito de la necesidad de Cristo. Para responder a esta necesidad, toda la Iglesia debe llegar a ser totalmente ministerial, una comunidad de heraldos y testigos, llena de obreros de la mies.

3. Es realmente Dios mismo, el "Dueño de la mies", quien elige a sus obreros; su llamada es siempre inmerecida e inesperada. Y, sin embargo, en el misterio de la alianza de Dios con nosotros, estamos llamados a cooperar con su providencia, y a emplear el poderoso instrumento que ha puesto en nuestras manos: la oración. Jesús mismo nos pidió que lo hagamos: "Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies" (Mt 9,38).

Queridos socios del club "Serra internacional", os habéis comprometido de un modo especial a promover las vocaciones. No olvidéis que vuestro compromiso debe ser, ante todo, un compromiso de oración, una oración constante, inquebrantable y llena de confianza. La oración mueve el corazón de Dios. Es la clave poderosa para resolver la cuestión de las vocaciones. Pero, al mismo tiempo, la oración por las vocaciones es también una escuela de vida, como subrayé recientemente: "Al orar por las vocaciones se aprende a mirar con sabiduría evangélica al mundo y a las necesidades de vida y de salvación de todo ser humano; además, se vive la caridad y la compasión de Cristo para con la humanidad" (Mensaje para la XXXVIII Jornada mundial de oración por las vocaciones, n. 6, 14 de septiembre de 2000: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 1 de diciembre de 2000, p. 3).

4. Además de la oración, la obra de promoción de las vocaciones requiere también un esfuerzo constante, mediante el testimonio personal, para atraer la atención de la gente hacia esta necesidad, de modo que la llamada de Dios sea realmente escuchada y encuentre una respuesta generosa por parte de aquellos a quienes se dirige. Este es el objetivo de vuestros esfuerzos encaminados a difundir una auténtica cultura de vocaciones.

La comunidad cristiana necesita urgentemente comprender que la promoción de las vocaciones es algo más que una mera cuestión de "programas". Afecta al misterio mismo de la Iglesia. De hecho, las vocaciones están relacionadas con el auténtico significado de la Iglesia como cuerpo de Cristo, formado y animado por el Espíritu Santo con toda la riqueza de sus dones. Nos lo recordó el concilio Vaticano II: "En la construcción del cuerpo de Cristo existe una diversidad de miembros y de funciones. Es el mismo Espíritu el que, según su riqueza y las necesidades de los ministerios, distribuye sus diversos dones para el bien de la Iglesia" (Lumen gentium LG 7). A cada miembro del pueblo de Dios le corresponde una misión específica. Dado que las necesidades de la "mies" son tan grandes, todos los miembros del pueblo de Dios deben ser cada vez más conscientes de "haber sido llamados". Son significativos los dones y las tareas relacionados con la participación de los cristianos en el orden temporal. Estas tareas son, sobre todo, responsabilidad de los laicos. Pero tienen una importancia particular los ministerios destinados a la guía y al crecimiento de la comunidad eclesial en la santidad, es decir, el sacerdocio y la vida consagrada. Como miembros del club Serra lo comprendéis muy bien, y, como seglares, os comprometéis a fomentar estas vocaciones.

5. En este marco eclesial se sitúa, queridos socios del club Serra, vuestro compromiso en favor de la pastoral vocacional. Al dedicaros a ella, hacéis que el problema de las vocaciones no sea una preocupación exclusiva de los pastores, sino que encuentre respuesta en la sensibilidad de todos, implicando en particular a las familias y a los educadores. Y esto es de vital importancia.

400 Para lograr este objetivo, seguid dando vuestra contribución, en plena sintonía con vuestros obispos. Sed personas de comunión, acompañando con empeño y afecto a vuestros sacerdotes. Afrontad, con la caridad que os distingue, las exigencias de las vocaciones pobres. El bien que de ello redunda para la Iglesia será prenda de abundantes dones celestiales, que invoco de buen grado sobre cada uno de vosotros y sobre vuestro movimiento por la intercesión materna de María, Virgen Inmaculada.

Con estos sentimientos, os bendigo a todos de corazón.





ORACIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


PARA LA SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN


DE LA VIRGEN MARÍA


Plaza de España, viernes 8 de diciembre de 2000

Se renueva hoy, 8 de diciembre,
la devota peregrinación de los romanos
a esta histórica plaza de España,
en la que el beato Pío IX quiso erigir, en 1856,
este monumento mariano en recuerdo
de la promulgación del dogma
de la Inmaculada Concepción.

Rendimos homenaje a María santísima,
401 preservada, desde el primer instante,
del contagio de la culpa original
y de toda otra sombra de pecado,
en virtud de los méritos de su Hijo Jesucristo,
nuestro único Redentor.

Como todos los años, de buen grado me uno
a esta tradicional ofrenda floral,
símbolo elocuente de una consagración común
al Corazón Inmaculado de la Madre del Señor.
n el marco del gran jubileo,
resuena con singular fuerza la verdad de fe
402 que hoy la Iglesia profesa y proclama:
"Pondré enemistad entre ti y la mujer,
y entre tu linaje y su linaje:
él te aplastará la cabeza" (
Gn 3,15).
¡Palabras proféticas de esperanza,
que resonaron en los albores de la historia!
Anuncian la victoria que Jesús,
"nacido de mujer" (Ga 4,4),
lograría sobre Satanás, príncipe de este mundo.
"Te aplastará la cabeza": la victoria del Hijo
es victoria de la Madre, la Esclava Inmaculada del Señor,
403 que intercede por nosotros como abogada misericordiosa.
Este es el misterio que celebramos hoy;
este es el anuncio que renovamos con fe
al pie de esta columna mariana.

Roma, cuna de historia y de civilización,
elegida por Dios como sede de Pedro y de sus sucesores,
tierra santificada por numerosos mártires
y testigos de la fe,
extiende hoy sus brazos al mundo entero.

Roma, centro de la fe católica,
en representación del pueblo cristiano
404 esparcido por los cinco continentes,
proclama con fe gozosa:
en ti, María, ha triunfado el Amor.

"Pondré enemistad entre ti y la mujer...".
¿No se condensa en estas misteriosas palabras
del libro del Génesis
la verdad dramática de toda la historia del hombre?

Hace treinta y cinco años, al concluir sus trabajos,
el concilio ecuménico Vaticano II
recordó que la historia es, en su realidad profunda,
escenario de "una dura batalla
405 contra los poderes de las tinieblas,
que, iniciada ya desde el origen del mundo,
durará hasta el último día,
según dice el Señor" (Gaudium et spes
GS 37).

En este enfrentamiento sin tregua
se encuentra implicado el hombre, todo hombre,
que "debe combatir continuamente
para adherirse al bien, y no sin grandes trabajos,
con la ayuda de la gracia de Dios,
es capaz de lograr la unidad en sí mismo" (ib.).

Virgen Inmaculada, Madre del Salvador,
406 los siglos hablan de tu presencia materna
en apoyo del pueblo
que peregrina por las sendas de la historia.
A ti elevamos nuestra mirada
y te pedimos que nos sostengas
en la lucha contra el mal
y en nuestro compromiso por el bien.
Consérvanos bajo tu tutela materna,
Virgen toda hermosa y toda santa.
Ayúdanos a avanzar en el nuevo milenio
revestidos de la humildad que te convirtió
407 en predilecta a los ojos del Altísimo.

Que no se pierdan los frutos de este Año jubilar.
En tus manos ponemos el futuro que nos espera,
invocando sobre el mundo entero tu constante protección.
Por eso, como el apóstol san Juan,
queremos acogerte en nuestra casa (cf. Jn
Jn 19,27).

¡Quédate con nosotros, María,
quédate con nosotros siempre!

Ora pro nobis, intercede pro nobis,
ad Dominum Iesum Christum!
Amen.






A NUMEROSOS GRUPOS DE PEREGRINOS


408

Sábado 9 de diciembre

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Con gran alegría os acojo hoy, al día siguiente de la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, y os agradezco vuestra amable visita. Habéis venido para cruzar la Puerta santa y celebrar vuestro jubileo. Os dirijo a cada uno mi cordial saludo, feliz de compartir con vosotros la alegría del encuentro con el Señor.

Saludo, ante todo, a los numerosos peregrinos provenientes de varias parroquias de Italia. En particular, saludo a los fieles de Grumo Nevano. Queridos hermanos, en la sociedad actual, caracterizada por rápidas y profundas transformaciones sociales y culturales, procurad actualizar constantemente vuestra formación religiosa, ahondando en los contenidos de la fe. Acrecentad asimismo vuestro conocimiento y vuestra comunión con el Señor, manteniendo con él una intensa relación personal, con la escucha de su palabra y una oración auténtica. Así, podréis estar preparados para responder sin vacilaciones a quien os pida razón de vuestra adhesión a Cristo, Redentor de todo hombre y de todo el hombre.

2. Os saludo ahora con afecto a vosotros, queridos miembros de la cooperativa Radio Taxi 35-70 de Roma, y a quienes se han unido a vosotros desde diversas naciones de Europa para celebrar un especial jubileo de los taxistas y de los transportistas. Habéis venido junto con vuestras familias. Gracias por vuestra presencia; gracias por los significativos dones que traéis. Prestáis un importante servicio a la colectividad y pasáis muchas horas de vuestra jornada en los vehículos que conducís. Vuestra actividad laboral os pone constantemente en contacto con la gente; así, podéis conocer los varios rostros de la sociedad, oyendo a menudo las confidencias de los pasajeros. Estad siempre dispuestos a escuchar con cortesía y paciencia, esforzándoos por transmitir serenidad a cuantos encontráis. Podréis prestar un valioso servicio de evangelización si sabéis comunicar a vuestros interlocutores la alegría de vuestra fe y de vuestro compromiso cristiano. Para que esto suceda, procurad vosotros mismos profundizar cada vez más vuestro conocimiento de Cristo y de su Evangelio. En toda persona con quien tengáis contacto esforzaos por reconocer a un hermano al que debéis amar y servir.

3. Dirijo ahora mi palabra a la Federación de organismos cristianos de servicio internacional de voluntariado. Queridos hermanos, al término de vuestra asamblea general anual, habéis querido dirigirme vuestro deferente saludo. Os agradezco vuestra presencia y vuestro gesto cordial.

Vuestra benemérita actividad en favor de los países en vías de desarrollo nace de vuestro profundo deseo de poner en práctica el evangelio de la caridad. En este ámbito, vuestra obra se presenta como una peculiar vocación laical no sólo al servicio del anuncio cristiano, sino también de la dignidad de toda persona y del desarrollo de los pueblos del mundo. A la vez que os expreso la gratitud eclesial por vuestra generosa disponibilidad, animo a los socios de los 52 organismos que componen vuestra federación a proseguir con entusiasmo las iniciativas de sensibilización con respecto a los objetivos que os habéis prefijado y a perseverar con espíritu evangélico en vuestra actividad en favor de tantos hermanos y hermanas necesitados. Acompaño mi deseo con la seguridad de un recuerdo particular en la oración.

4. Saludo asimismo a los miembros de la Unión cristiana de empresarios dirigentes, que han venido a Roma para la celebración de su jubileo. Queridos hermanos, vuestra benemérita asociación se propone conocer, aplicar y difundir la doctrina social de la Iglesia, contribuyendo a la construcción de una sociedad más justa y fraterna mediante la formación cristiana y profesional de sus socios y la colaboración entre los trabajadores de la empresa. Acogiendo la llamada jubilar a la conversión, a la justicia y a la caridad, habéis querido ofrecer a la diócesis de Roma el nuevo complejo parroquial de Santa María de la Presentación, en el barrio romano de Boccea. Gracias por este noble gesto de colaboración efectiva en la misión evangelizadora del Obispo de Roma, que confirma el largo y meritorio compromiso de vuestra asociación en el mundo empresarial y en la sociedad italiana.

Quiera Dios que el acontecimiento jubilar constituya una renovada experiencia de fe y de gracia, y brinde a cada uno de los socios de vuestra Unión renovadas motivaciones para hacer que las empresas sean comunidades cada vez más capaces de promover un bienestar justo, fruto de la búsqueda común de objetivos económicos, de valores morales y de atención solidaria a las exigencias de los jóvenes y de los pobres.

5. Dirijo un saludo cordial a los notarios que han peregrinado desde diecisiete diferentes países de Europa a la ciudad eterna. Me alegro de que queráis encontraros con el Sucesor de Pedro durante vuestra peregrinación, y agradezco al presidente del Colegio austriaco de notarios esta iniciativa espiritual en el Año santo.

Vuestra actividad está al servicio de los ciudadanos, para regular justamente sus relaciones recíprocas. Que esta peregrinación os sirva para cumplir esa elevada función en bien de los hombres.

409 Con este fin, os imparto de buen grado la bendición apostólica.

A todos vosotros, notarios de diferentes países europeos en peregrinación a la ciudad eterna, os dirijo mi saludo cordial. Saludo igualmente a los peregrinos de la región apostólica Provenza-Mediterráneo, que habéis venido de Francia para realizar un itinerario jubilar. Que el tiempo de Adviento sea para vosotros y para todos los discípulos de Cristo una ocasión de vivir más intensamente la celebración de la encarnación del Señor, teniendo la mirada fija en el misterio de la salvación. A todos imparto de corazón la bendición apostólica.

6. Saludo con alegría a la comunidad del seminario mayor de Tarnów: a los educadores, a los profesores y a los estudiantes. Habéis venido a la ciudad eterna junto con vuestro pastor, monseñor Wiktor Skworc, como peregrinos del Año jubilar, para renovaros espiritualmente y obtener las gracias de este jubileo.

Roma está marcada de modo particular por la presencia de san Pedro. ¡Aquí está Pedro! Estas palabras se pronuncian en esta ciudad desde el día del martirio del Apóstol que, por voluntad de Cristo, se ha convertido en la piedra. En las cercanías de Cesarea de Filipo, Simón, hijo de Jonás, a quien el Señor llamó Pedro, hizo aquella profesión de fe sobre la cual, como sobre una piedra, se ha edificado la Iglesia: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo" (
Mt 16,16). Precisamente sobre esta fe de Pedro, fuerte como una roca, se basa la fe de la Iglesia y, por tanto, también nuestra fe. Él fue el primero, junto con su hermano Andrés, en ser llamado al servicio de pescador de hombres (cf. Mc Mc 1,16-18). Fue él quien confesó tres veces, de modo tan sencillo y al mismo tiempo tan conmovedor, su amor a Jesús resucitado, antes de que se le confiara el poder sobre toda la Iglesia: "Apacienta mis corderos" (cf. Jn Jn 21,15-19).

7. Queridos alumnos, Cristo, presente en la Iglesia, único Redentor del hombre, sigue llamando también en nuestros días a seguirlo, como entonces llamó a san Pedro y a los demás Apóstoles. En cierto sentido, la escena de la vocación de Andrés y de su hermano Simón Pedro se repite incesantemente en la historia del hombre. Cada uno de vosotros ha escuchado también en lo más íntimo de su corazón las palabras de Cristo: "Ven, y sígueme" (Mt 19,21), y lleva en su alma esta llamada, vive de ella y con ella se fortalece cada día.

Toda vocación cristiana viene de Dios, es don de Dios. Pero la vocación sacerdotal constituye un don particular de la gracia, el don del amor inefable de Dios al hombre. San Juan expresó muy profundamente esa verdad con estas palabras: "No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros" (Jn 15,16). Como respuesta a este don deberíamos dar siempre gracias a Dios y estar dispuestos a entregarnos sin reservas a la causa del anuncio del Evangelio. Que la certeza de esta especial elección os lleve a buscar vuestra santificación. El sacerdocio al que os estáis preparando debería ser para vosotros un camino particular hacia la santidad, hacia la vida de íntima unión interior con Jesucristo, puesto que sólo "el que permanece en él da mucho fruto" (Jn 15,5). Como escribí en la exhortación apostólica Pastores dabo vobis: "La santidad es intimidad con Dios, es imitación de Cristo, pobre, casto y humilde; es amor sin reservas a las almas y entrega a su verdadero bien; es amor a la Iglesia, que es santa y nos quiere santos, porque esta es la misión que Cristo le ha confiado. Cada uno de vosotros debe ser santo también para ayudar a los hermanos a seguir su vocación a la santidad" (n. 33).

8. Venís en peregrinación a la ciudad eterna para encomendar a Cristo, ante la tumba del apóstol san Pedro, todo vuestro futuro, que, en cierto sentido, se funda sobre la roca de su fe y de su amor. Fortalecidos interiormente y colmados de gracia, podréis responder con mayor fervor y generosidad al don de la vocación sacerdotal. Los hombres, tanto en nuestra patria como fuera de sus confines, esperan vuestro ministerio de la palabra y de los sacramentos, esperan vuestra guía en el camino hacia la casa del Padre. La diócesis de Tarnów goza de un gran número de presbíteros y de vocaciones sacerdotales. El seminario de Tarnów es un seminario excepcional desde el punto de vista del número de los candidatos que allí se preparan para el sacerdocio. Esta es una gran gracia que deberíamos agradecer profundamente al Dueño de la mies, pero es también una tarea para vuestra diócesis, que realiza muy bien. Desde hace veinticinco años los sacerdotes de la diócesis de Tarnów anuncian la buena nueva en el continente africano. El celo misionero los ha llevado a los países de América del sur, a Bielorrusia, a Ucrania y a Kazajstán. Que su ejemplo sea para vosotros un estímulo a emprender esta gran misión de anunciar a Cristo a todos los pueblos.

9. Queridos alumnos, os deseo que seáis fieles a vuestra vocación hasta el fin de la vida. Que vuestro corazón rebose siempre de alegría y de entusiasmo juvenil. Emplead bien vuestro tiempo, progresando, según el ejemplo de Cristo, "en sabiduría y en gracia ante Dios y ante los hombres" (Lc 2,52). Construid con perseverancia la comunidad del seminario sobre el fundamento de la fraternidad, la oración, la meditación de la palabra de Dios y la Eucaristía. El mundo tiene necesidad de vosotros. Necesita vuestra santidad y vuestro auténtico testimonio cristiano. Llevad el Evangelio a los hombres de nuestro tiempo, que escuchan con mayor interés a los testigos que a los maestros, y son más sensibles a un ejemplo vivo que a las palabras. Encomiendo a Dios en la oración a todos y a cada uno de vosotros aquí presentes, y también a vuestros padres, educadores y profesores. Os confío a la protección de la Madre santísima. Que ella os acompañe en el camino de preparación para el sacerdocio y os sostenga en la realización de la vocación sacerdotal.

Bendigo de corazón a toda la comunidad del seminario mayor de Tarnów.

10. Por último, doy mi cordial bienvenida a los numerosos grupos de peregrinos que participan en este encuentro. Saludo especialmente a la Asociación de familias y enfermos de espina bífida e hidrocefalia, a los directivos y socios de la Asociación nacional de agentes de seguros, a los miembros de la Academia europea para las relaciones económicas y culturales, a los técnicos y jugadores de la Sociedad de baloncesto Roma, a los representantes de la Asociación de curtidores, a los Alpinos de Martinengo y al Coro de Alpinos de Lauzacco, al Grupo de operadores de radio para emergencias de Bari y a los peregrinos del Centro Don Orione de Bérgamo. Saludo asimismo a los fieles provenientes de Messina, Brindis, Santa Teresa Riva y a todos los demás grupos presentes.

Amadísimos hermanos y hermanas, al renovaros mi profunda gratitud por vuestra visita, os invito a dirigir la mirada a María, tan presente en este tiempo de Adviento. La Virgen Inmaculada, que con su "sí" al ángel Gabriel aceptó totalmente la voluntad de Dios, os sostenga en vuestro propósito de hacer fructificar la gracia del jubileo. Os acompañe también mi bendición, que extiendo de buen grado a vuestras familias, a vuestras comunidades de proveniencia y a vuestros seres queridos.






AL EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA DOMINICANA


ANTE LA SANTA SEDE


CON MOTIVO DE LA PRESENTACIÓN


DE LAS CARTAS CREDENCIALES


410

Lunes 11 de diciembre de 2000





Señor Embajador:

1. Me es grato recibir las Cartas Credenciales que lo acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República Dominicana ante la Santa Sede, expresándole al mismo tiempo mi más cordial bienvenida y los mejores deseos para la misión que su Gobierno le ha encomendado. Agradezco sus  amables palabras y, en particular, el deferente saludo del Señor Presidente de la República, Ingeniero Hipólito Mejía, del que se hace portador. Le ruego que le haga llegar mi aprecio por ello, junto con los mejores deseos para el querido pueblo dominicano.

No puedo olvidar que, siguiendo la ruta de los primeros evangelizadores, ésa fue la primera tierra americana que me recibió al comienzo de mi Pontificado. Era como la puerta de entrada a una parte del mundo, llena de riqueza humana y hospitalidad, en la cual arraigó con fuerza la Cruz de Cristo y ha florecido la Iglesia, a la que he querido llevar “nueva esperanza en su esperanza” (Discurso de llegada a Santo Domingo, 25-I-1979).

A este primer encuentro siguió otro, particularmente significativo para la Iglesia y para América, cuando, de nuevo en la República Dominicana como umbral del Continente, celebré el V Centenario de la primera evangelización. En aquella ocasión invité a los Obispos, reunidos para la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, a recibir la herencia del inconmensurable esfuerzo de los primeros misioneros con otro no menos comprometido e importante para el nuevo milenio, como es el de la nueva evangelización.

2. En esta perspectiva de la evangelización, que es la misión propia de la Iglesia, adquieren un particular significado las relaciones diplomáticas con la Santa Sede, que su Gobierno le ha encomendado. A este respecto, el mensaje de Cristo propone la salvación para la persona humana en su integridad y, por tanto, predicar el Evangelio significa ofrecer luz, infundir esperanza y dar nuevo impulso al ser humano en sus posibilidades como individuo y como sujeto esencialmente social. En efecto, “la fe ilumina todo con una luz nueva y manifiesta el plan divino sobre la vocación integral del hombre, y por ello dirige la mente hacia soluciones plenamente humanas” (Gaudium et spes GS 11).

La Iglesia, pues, en el estricto respeto de las competencias propias de las autoridades civiles, busca el bien de las personas, de las familias, de las instituciones sociales y de la comunidad nacional. Por eso, una estrecha colaboración con quienes tienen la responsabilidad de administrar el bien común de un pueblo redundará sin duda alguna en beneficio del progreso humano, social y espiritual de todos.

3. Los puntos de encuentro y de colaboración entre la Iglesia y los Estados son bien conocidos y, más que a intereses concretos y particulares, atañen a aquellos campos en los que se decide la plena dignidad humana y se cultivan los valores sobre los que se ha de ir construyendo un mundo cada vez más justo, solidario y pacífico. En un momento histórico como el actual, en el que muchos factores impulsan a pensar únicamente en resultados inmediatos, produciendo desconcierto en las personas e inestabilidad en la sociedad, es sumamente importante velar para que no se pierda lo más genuino y arraigado en la naturaleza humana.

Por eso la Iglesia pide un esfuerzo a todos para que la sociedad, que ha de proteger y llevar a plenitud la existencia de todo ser humano, no se convierta, a través de fórmulas engañosas, precisamente en una amenaza para su vida. La inviolabilidad de la vida humana, en las diversas fases de su desarrollo o en cualquier situación en que se encuentre, es una premisa de los demás derechos humanos, límite para toda potestad humana y fundamento para una consciente e incansable búsqueda de la paz.

4. La Iglesia en la República Dominicana no ha dejado de preocuparse por el bien de sus gentes y el progreso humano del País. Lo hace con sus instituciones educativas, culturales y asistenciales, pero sobre todo, infundiendo un espíritu de esperanza cristiana y de compromiso social, para que todos se sientan responsables en construir un futuro mejor. No pretende con ello sino cumplir con su misión de evangelizar, firmemente convencida de que ésta es la forma más noble y eficaz de orientar la profunda vocación de cada dominicano a la excelsa dignidad que Dios le ha dado.

5. Señor Embajador, le expreso mis mejores deseos para el desempeño de su importante Misión diplomática, así como para que Usted y su distinguida familia tengan una estancia en Roma llena de dicha y de provecho. Llega Usted en un momento particular, cuando el Jubileo del año 2000 de la Encarnación de Cristo está llegando a su conclusión. La Iglesia de Roma ha estado abierta al mundo, a cada sector de la sociedad, a los fieles de toda edad y condición social. Han venido en busca de una paz interior que sólo la reconciliación con Dios y con los hermanos puede dar. Pero, al mismo tiempo, han llenado con sus experiencias profundas y enriquecido con su diversidad todos los rincones de esta antiquísima Sede de Pedro.

411 Al pedirle que tenga a bien transmitir mis saludos al Señor Presidente de la República, le aseguro mi plegaria al Todopoderoso, por la materna intercesión de Nuestra Señora de Altagracia, para que asista siempre con sus dones a Usted a sus colaboradores, a los gobernantes y ciudadanos de su noble País, a los que recuerdo siempre con particular afecto.





DISCURSO DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II


A LOS MIEMBROS DE LA FEDERACIÓN INTERNACIONAL


DE FÚTBOL ASOCIACIÓN (FIFA)


Lunes 11 de diciembre de 2000



Señor presidente; señoras y señores:

Con gran placer os doy la bienvenida esta mañana con ocasión de la reunión del comité ejecutivo de la FIFA. Saludo al presidente, señor Joseph Sepp Blater, y a sus vicepresidentes, al secretario general señor Michel Zen-Ruffinen, a los presidentes de las Confederaciones internacionales y a todos vosotros, que tenéis la responsabilidad del mundo del fútbol, una tarea verdaderamente universal.

En efecto, el fútbol es un deporte de alcance mundial, y esto es mucho más evidente aún en la actualidad debido al gran interés popular y a la cobertura de los medios de comunicación social con que se sigue el deporte. Vuestra responsabilidad tiene una dimensión mundial, ya que más de doscientos países y ciento veinte millones de jugadores forman parte de vuestra asociación. Tenéis un inmenso poder y debéis usarlo para el bien de toda la familia humana.

Ciertamente, sois administradores; pero también sois educadores, dado que el deporte puede transmitir efectivamente muchos valores elevados, como la lealtad, la amistad y el espíritu de equipo. Es muy importante tener presente esto en un tiempo en que el fútbol se ha convertido, por decirlo así, en una industria mundial. Es verdad que el éxito financiero del fútbol puede ayudar a sostener nuevas y valiosas iniciativas, como el "Proyecto caridad" de la FIFA. Pero también puede contribuir a una cultura del egoísmo y de la avidez. Por este motivo hay que poner de relieve los valores más nobles del deporte y darlos a conocer mediante los organismos representados en vuestra federación.

Como deporte practicado por personas de diferentes ámbitos étnicos, raciales, económicos y sociales, el fútbol es un excelente medio para promover la solidaridad, tan necesaria en un mundo profundamente afectado por tensiones étnicas y raciales. La "Campaña de juego limpio" de la FIFA es un signo positivo de que queréis hacer lo que está de vuestra parte para que con el deporte se pueda crear un clima de respeto y comprensión entre los pueblos.

El deporte es educativo, porque transforma los impulsos humanos, incluso los potencialmente negativos, en buenos propósitos. Los jóvenes aprenden a desarrollar un sano espíritu de lucha, sin conflictos. Aprenden a competir en un campo, donde su adversario no es su enemigo. Por esta razón, expreso mi más viva esperanza de que la FIFA siga afrontando en todos los niveles el problema de la violencia, que tanto perjudica al deporte.

De hecho, el fútbol, tan importante para enseñar a afrontar los grandes desafíos de la vida, sigue siendo un deporte. Es una forma de juego, simple y complejo a la vez, en el que la gente siente alegría por las extraordinarias posibilidades físicas, sociales y espirituales de la vida humana. Sería muy triste si un día se perdiera el espíritu del juego y el sentido de la alegría de la competición noble. Vosotros sois los guardianes del espíritu auténtico del juego. Habéis elegido como vuestro lema las palabras: "Por el bien del juego". Sin duda, el bien del juego también puede ser una parte importante del bien del mundo. Como prenda de que el Todopoderoso os acompaña en esta tarea, invoco sobre vosotros y sobre quienes representáis los dones divinos de paz y alegría. Dios os bendiga a todos.





MENSAJE DEL PAPA JUAN PABLO II


CON MOTIVO DEL 75 ANIVERSARIO DE FUNDACIÓN


DEL INSTITUTO PONTIFICIO DE ARQUEOLOGÍA CRISTIANA


Al venerado hermano

ZENON GROCHOLEWSKI

Gran canciller del Instituto pontificio
412 de arqueología cristiana

1. La feliz celebración del 75° aniversario de la fundación del Instituto pontificio de arqueología cristiana me brinda la grata ocasión de enviarle un saludo cordial a usted, al cuerpo de profesores, a los colaboradores y a los estudiantes. Deseo, además, manifestar mi profundo aprecio por la valiosa actividad cultural realizada por el instituto durante los decenios pasados, que sigue siendo fecunda en estudios, encuentros, debates y publicaciones.

Hoy conmemoráis con solemnidad el motu proprio "I primitivi cemeteri", con el que el Papa Pío XI, de venerada memoria, instituyó ese centro de investigación y formación. Deseo transmitiros a todos vosotros la seguridad de mi cercanía espiritual y mi más ferviente estímulo a proseguir en el servicio que prestáis en favor de cuantos se interesan por el conocimiento y el estudio de las ricas memorias históricas de la comunidad cristiana.

La gran solicitud con que mi venerado predecesor Pío XI, siguiendo el ejemplo de muchos otros Papas, quiso promover la custodia y la profundización de la vastísima herencia arqueológica de la Iglesia de Roma, se inserta muy bien en la tarea de los sagrados pastores de recoger con el máximo esmero los testimonios de fe y las riquezas de arte, de liturgia y de teología que fluyen del gran río de la Revelación como innumerables arroyos a lo largo de la historia del cristianismo. Esta tarea reviste particular importancia al comienzo de este nuevo milenio. La celebración del gran jubileo de la encarnación del Hijo de Dios ha proporcionado nuevo vigor a la comunidad de los creyentes, decidida a proseguir con renovada confianza su obra de evangelización en favor de toda la humanidad.

2. "Sanguis martyrum, semen christianorum", afirmaba Tertuliano (Apol. 50, 13), para indicar que la fecundidad de la adhesión incondicional a Cristo ha contribuido a la construcción del magnífico edificio vivo que es precisamente la Iglesia. Este testimonio, que se ha expresado también a través de la multiforme variedad de monumentos literarios, arquitectónicos y pictóricos realizados en tantos siglos, es herencia elocuente de innumerables "soldados desconocidos" de la gran causa de Dios. La comunidad de los fieles no puede permitir que se pierda este rico patrimonio espiritual.

A este propósito, me complace recordar lo que mi santo predecesor Dámaso, cuya memoria litúrgica se celebra hoy, recomendaba a los fieles. Los exhortaba a venerar los lugares que custodiaban las reliquias de quienes "Christum per astra secuti... aetherios petiere sinus et regna piorum" (Carm. IX: PL 13, 382-383). Conocer la herencia de las generaciones cristianas pasadas permite a las generaciones sucesivas mantenerse fieles al depósito recibido, de modo que en todo tiempo y en todo lugar resuene el único Evangelio que salva y da vida.

La vasta actividad literaria, cultural y académica, así como la intensa obra de preservación y conocimiento de los monumentos de la Roma cristiana, que vuestro benemérito instituto realiza desde hace 75 años, han dado una valiosa contribución a la Iglesia, tanto en los campos litúrgico, patrístico, hagiográfico, canónico y teológico, como en el sector de la construcción sagrada.

3. Aunque el objetivo principal del Instituto de arqueología cristiana es el estudio de los vestigios de la vida eclesial a lo largo de los siglos, no se puede olvidar la influencia benéfica que ha ejercido en la investigación de las huellas dejadas por las demás culturas antiguas, que han contribuido al nacimiento y al desarrollo de las formas expresivas del cristianismo de los primeros tiempos. Así, la actividad académica de esa institución ha entablado un intenso diálogo científico con cuantos estudian las civilizaciones del primer milenio cristiano, aportando ulteriores conocimientos y recibiendo valiosas enseñanzas, en una relación de ósmosis cordial y fecunda. Espero que prosiga el clima de confrontación serena de los decenios pasados y que contribuya al crecimiento de una actitud de sincera búsqueda de la verdad. En efecto, es posible alcanzar notables objetivos científicos y humanos, superando actitudes de enfoque superficial de acontecimientos y obras que no pueden menos de mostrar en su estructura íntima las huellas de las pasiones, de los ideales, de los errores y de las concepciones de sus artífices. Y gracias a la libertad, la honradez, la perseverancia y la humildad del estudioso actual se puede llevar a cabo una investigación capaz de llegar a conocimientos cada vez más profundos de cuanto nos ha legado la antigüedad.

4. Además de los resultados científicos, por lo demás importantes, vuestro instituto puede dar también una provechosa contribución al conocimiento y a la profundización de la fe. Efectivamente, el estudio de los "vestigios del pueblo de Dios" facilita la reflexión sobre los contenidos de su fe y sobre el intenso proceso de su inculturación en el arco de muchos siglos. Este aspecto demuestra que la Iglesia es en verdad un estandarte elevado entre las naciones, constituida por quienes "son raza bendita del Señor" (
Is 61,9).

Ojalá que la oportuna celebración del aniversario del Instituto de arqueología cristiana, valioso instrumento académico que colabora con la Comisión pontificia de arqueología sacra, sea para las generaciones jóvenes motivo de renovado interés por el estudio de la noble tradición que nos han dejado tantos cristianos como testamento de su adhesión a Cristo.

A la vez que deseo el mayor éxito a los promotores, a los relatores y a los participantes en ese significativo acontecimiento, os encomiendo a cada uno a María, Madre de la Iglesia, y de corazón le imparto a usted, venerado hermano, a los prelados, a los estudiosos y a cuantos asistan a la manifestación conmemorativa, una especial bendición apostólica, prenda de mi constante benevolencia.

413 Vaticano, 11 de diciembre de 2000, memoria de san Dámaso, Papa






Discursos 2000 398