Audiencias 2001 25


Miércoles 18 de abril de 2001

Contemplar el rostro del Resucitado

1. La tradicional audiencia general del miércoles hoy se ve inundada por la alegría luminosa de la Pascua. En estos días la Iglesia celebra con júbilo el gran misterio de la Resurrección. Es una alegría profunda e inextinguible, fundada en el don, que nos hace Cristo resucitado, de la Alianza nueva y eterna, una alianza que permanece porque él ya no muere más. Una alegría que no sólo se prolonga durante la octava de Pascua, considerada por la liturgia como un solo día, sino que se extiende a lo largo de cincuenta días, hasta Pentecostés. Más aún, llega a abarcar todos los tiempos y lugares.

Durante este período, la comunidad cristiana es invitada a hacer una experiencia nueva y más profunda de Cristo resucitado, que vive y actúa en la Iglesia y en el mundo.

2. En este espléndido marco de luz y alegría propias del tiempo pascual, queremos detenernos ahora a contemplar juntos el rostro del Resucitado, recordando y actualizando lo que no dudé en señalar como "núcleo esencial" de la gran herencia que nos ha dejado el jubileo del año 2000. En efecto, como subrayé en la carta apostólica Novo millennio ineunte, "si quisiéramos descubrir el núcleo esencial de la gran herencia que nos deja la experiencia jubilar, no dudaría en concretarlo en la contemplación del rostro de Cristo (...), acogido en su múltiple presencia en la Iglesia y en el mundo, y confesado como sentido de la historia y luz de nuestro camino" (NM 15).

Como en el Viernes y en el Sábado santo contemplamos el rostro doloroso de Cristo, ahora dirigimos nuestra mirada llena de fe, de amor y de gratitud al rostro del Resucitado. La Iglesia, en estos días, fija su mirada en ese rostro, siguiendo el ejemplo de san Pedro, que confiesa a Cristo su amor (cf. Jn 21,15-17), y de san Pablo, deslumbrado por Jesús resucitado en el camino de Damasco (cf. Ac 9,3-5).

26 La liturgia pascual nos presenta varios encuentros de Cristo resucitado, que constituyen una invitación a profundizar en su mensaje y nos estimulan a imitar el camino de fe de quienes lo reconocieron en aquellas primeras horas después de la resurrección. Así, las piadosas mujeres y María Magdalena nos impulsan a llevar solícitamente el anuncio del Resucitado a los discípulos (cf. Lc 24, 8-10, Jn 20,18). El Apóstol predilecto testimonia de modo singular que precisamente el amor logra ver la realidad significada por los signos de la resurrección: la tumba vacía, la ausencia del cadáver, los lienzos funerarios doblados. El amor ve y cree, y estimula a caminar hacia Aquel que entraña el pleno sentido de todas las cosas: Jesús, que vive por todos los siglos.

3. En la liturgia de hoy la Iglesia contempla el rostro del Resucitado compartiendo el camino de los dos discípulos de Emaús. Al inicio de esta audiencia, hemos escuchado un pasaje de esta conocida página del evangelista san Lucas.

Aunque sea con dificultad, el camino de Emaús lleva del sentido de desolación y extravío a la plenitud de la fe pascual. Al recorrer este itinerario, también a nosotros se nos une el misterioso Compañero de viaje. Durante el trayecto, Jesús se nos acerca, se une a nosotros en el punto donde nos encontramos y nos plantea las preguntas esenciales que devuelven al corazón la esperanza. Tiene muchas cosas que explicar a propósito de su destino y del nuestro. Sobre todo revela que toda existencia humana debe pasar por su cruz para entrar en la gloria. Pero Cristo hace algo más: parte para nosotros el pan de la comunión, ofreciendo la Mesa eucarística en la que las Escrituras cobran su pleno sentido y revelan los rasgos únicos y esplendorosos del rostro del Redentor.

4. Después de reconocer y contemplar el rostro de Cristo resucitado, también nosotros, como los dos discípulos, somos invitados a correr hasta el lugar donde se encuentran nuestros hermanos, para llevar a todos el gran anuncio: "Hemos visto al Señor" (Jn 20,25).

"En su resurrección hemos resucitado todos" (Prefacio pascual II): he aquí la buena nueva que los discípulos de Cristo no se cansan de llevar al mundo, ante todo mediante el testimonio de su propia vida. Este es el don más hermoso que esperan de nosotros nuestros hermanos en este tiempo pascual.

Por eso, dejémonos conquistar por el atractivo de la resurrección de Cristo. Que la Virgen María nos ayude a gustar plenamente la alegría pascual: una alegría que, según la promesa del Resucitado, nadie podrá arrebatarnos y no tendrá fin (cf. Jn 16,23).

Saludos

Doy una cordial bienvenida a los fieles de lengua española. De modo particular a los seminaristas mayores de Barcelona y a los alumnos del colegio seminario de Barbastro. Dejad que Cristo os hable, que grabe su rostro en vuestro corazón y vuestra mente, para hacerlo presente al hombre de hoy. Invito a todos a vivir intensamente la alegría pascual para contagiar con ella a cuantos os rodean.

(A los fieles procedentes de varias ciudades de Croacia)
El gran don que Dios ha hecho a la humanidad en el misterio pascual de Cristo suscite siempre en vosotros la auténtica alegría y la esperanza que no defrauda jamás.

(A un grupo de sacerdotes italianos que celebraban el 40° aniversario de su ordenación)
27 Para todos vosotros, amadísimos hermanos, que os preparasteis juntos para el sacerdocio y que hoy habéis querido reuniros aquí, rodeados de familiares y amigos, invoco la especial protección de los apóstoles san Pedro y san Pablo.

(A un grupo de peregrinos de la diócesis francesa de Nanterre)
Queridos amigos, os animo a aprovechar esa etapa de reflexión, comunión y oración, para vivir más intensamente vuestra vida cristiana personal y eclesial, y para abrir caminos de esperanza a los hombres de hoy, ayudándoles a descubrir a Cristo. Estáis llamados a participar activamente en el anuncio del Evangelio, con la palabra y con el ejemplo. Encontraréis fuerza en la meditación de la palabra de Dios, en una vida sacramental cada vez más intensa y en la caridad vivida diariamente. Os invito a prestar atención particular a las familias, para que cumplan con generosidad su misión de servicio a la vida y de educación de la juventud. Dad cada vez mayor espacio a los jóvenes. Esperan que las personas mayores les transmitan la palabra de Dios y los valores cristianos, y que les ayuden a descubrir la alegría que se experimenta al seguir a Cristo, el cual da sentido a la vida; haced que sean cada vez más responsables en la sociedad y en la Iglesia. Que el Señor os acompañe en vuestro camino diocesano.

(En italiano)
Mi saludo va ahora a los enfermos, a los recién casados y a los jóvenes presentes, especialmente a los numerosos muchachos, procedentes de diversas diócesis y parroquias de Italia, que acaban de recibir el sacramento de la confirmación. Queridos muchachos y jóvenes, a vosotros, al igual que a los primeros discípulos, Cristo resucitado os repite también: "Como el Padre me envió, también yo os envío. (...) Recibid el Espíritu Santo" (
Jn 20,21-22). Responded con alegría y amor a este inmenso don. Que para vosotros, queridos enfermos, la resurrección de Cristo sea fuente inagotable de consuelo y esperanza. Y vosotros, queridos recién casados, sed testigos del Resucitado con vuestro amor conyugal. A todos os bendigo de corazón.
* * * * *


LLAMAMIENTO DEL SANTO PADRE



Mientras la luz de Cristo resucitado ilumina el universo entero, no podemos por menos de sentirnos solidarios con todos nuestros hermanos que, en Oriente Próximo, sufren una espiral de violencia armada y represalias.

El ruido de las armas debe dejar paso a la voz de la razón y de la conciencia: la atención sincera a las legítimas aspiraciones de todos los pueblos y la observancia escrupulosa del derecho internacional son los únicos medios capaces de hacer que los interlocutores vuelvan a la mesa de negociaciones y de trazar un camino de fraternidad para esas poblaciones. Que Dios hable al corazón de los que matan y tenga piedad de los que sucumben ante tanta violencia. Tu nobis, victor Rex, miserere!




Miércoles 25 de abril de 2001


El alma sedienta de Dios

1. El salmo 62, sobre el que reflexionaremos hoy, es el salmo del amor místico, que celebra la adhesión total a Dios, partiendo de un anhelo casi físico y llegando a su plenitud en un abrazo íntimo y perenne. La oración se hace deseo, sed y hambre, porque implica el alma y el cuerpo.

28 Como escribe santa Teresa de Ávila, "sed me parece a mí quiere decir deseo de una cosa que nos hace tan gran falta que, si nos falta, nos mata" (Camino de perfección, c. 19). La liturgia nos propone las primeras dos estrofas del salmo, centradas precisamente en los símbolos de la sed y del hambre, mientras la tercera estrofa nos presenta un horizonte oscuro, el del juicio divino sobre el mal, en contraste con la luminosidad y la dulzura del resto del salmo.

2. Así pues, comenzamos nuestra meditación con el primer canto, el de la sed de Dios (cf. versículos 2-4). Es el alba, el sol está surgiendo en el cielo terso de la Tierra Santa y el orante comienza su jornada dirigiéndose al templo para buscar la luz de Dios. Tiene necesidad de ese encuentro con el Señor de modo casi instintivo, se podría decir "físico". De la misma manera que la tierra árida está muerta, hasta que la riega la lluvia, y a causa de sus grietas parece una boca sedienta y seca, así el fiel anhela a Dios para ser saciado por él y para poder estar en comunión con él.

Ya el profeta Jeremías había proclamado: el Señor es "manantial de aguas vivas", y había reprendido al pueblo por haber construido "cisternas agrietadas, que no retienen el agua" (
Jr 2,13). Jesús mismo exclamará en voz alta: "Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba, el que crea en mí" (Jn 7,37-38). En pleno mediodía de una jornada soleada y silenciosa, promete a la samaritana: "El que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna" (Jn 4,14).

3. Con respecto a este tema, la oración del salmo 62 se entrelaza con el canto de otro estupendo salmo, el 41: "Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío; tiene sed de Dios, del Dios vivo" (vv. 2-3). Ahora bien, en hebreo, la lengua del Antiguo Testamento, "el alma" se expresa con el término nefesh, que en algunos textos designa la "garganta" y en muchos otros se extiende para indicar todo el ser de la persona. El vocablo, entendido en estas dimensiones, ayuda a comprender cuán esencial y profunda es la necesidad de Dios: sin él falta la respiración e incluso la vida. Por eso, el salmista llega a poner en segundo plano la misma existencia física, cuando no hay unión con Dios: "Tu gracia vale más que la vida" (Ps 62,4). También en el salmo 72 el salmista repite al Señor: "Estando contigo no hallo gusto ya en la tierra. Mi carne y mi corazón se consumen: ¡Roca de mi corazón, mi porción, Dios por siempre! (...) Para mí, mi bien es estar junto a Dios" (vv. 25-28).

4. Después del canto de la sed, las palabras del salmista modulan el canto del hambre (cf. Ps 62,6-9). Probablemente, con las imágenes del "gran banquete" y de la saciedad, el orante remite a uno de los sacrificios que se celebraban en el templo de Sion: el llamado "de comunión", o sea, un banquete sagrado en el que los fieles comían la carne de las víctimas inmoladas. Otra necesidad fundamental de la vida se usa aquí como símbolo de la comunión con Dios: el hambre se sacia cuando se escucha la palabra divina y se encuentra al Señor. En efecto, "no sólo de pan vive el hombre, sino que el hombre vive de todo lo que sale de la boca del Señor" (Dt 8,3 cf. Mt 4,4). Aquí el cristiano piensa en el banquete que Cristo preparó la última noche de su vida terrena y cuyo valor profundo ya había explicado en el discurso de Cafarnaúm: "Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él" (Jn 6,55-56).

5. A través del alimento místico de la comunión con Dios "el alma se une a él", como dice el salmista. Una vez más, la palabra "alma" evoca a todo el ser humano. No por nada se habla de un abrazo, de una unión casi física: Dios y el hombre están ya en plena comunión, y en los labios de la criatura no puede menos de brotar la alabanza gozosa y agradecida. Incluso cuando atravesamos una noche oscura, nos sentimos protegidos por las alas de Dios, como el arca de la alianza estaba cubierta por las alas de los querubines. Y entonces florece la expresión estática de la alegría: "A la sombra de tus alas canto con júbilo" (Ps 62,8). El miedo desaparece, el abrazo no encuentra el vacío sino a Dios mismo; nuestra mano se estrecha con la fuerza de su diestra (cf. Ps 62,9).

6. En una lectura de ese salmo a la luz del misterio pascual, la sed y el hambre que nos impulsan hacia Dios, se sacian en Cristo crucificado y resucitado, del que nos viene, por el don del Espíritu y de los sacramentos, la vida nueva y el alimento que la sostiene.

Nos lo recuerda san Juan Crisóstomo, que, comentando las palabras de san Juan: de su costado "salió sangre y agua" (cf. Jn 19,34), afirma: "Esa sangre y esa agua son símbolos del bautismo y de los misterios", es decir, de la Eucaristía. Y concluye: "¿Veis cómo Cristo se unió a su esposa? ¿Veis con qué nos alimenta a todos? Con ese mismo alimento hemos sido formados y crecemos. En efecto, como la mujer alimenta al hijo que ha engendrado con su propia sangre y leche, así también Cristo alimenta continuamente con su sangre a aquel que él mismo ha engendrado" (Homilía III dirigida a los neófitos, 16-19, passim: SC 50 bis, 160-162).

Saludos

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, en especial al grupo de sacerdotes que participan en un curso de actualización en el Pontificio Colegio de San José, y a "Els Amics del Corpus", de Valencia, venidos para la bendición de una "Roca" dedicada al Santo Cáliz, así como a los demás fieles procedentes de España, México y Argentina. Os deseo a todos que vuestra peregrinación a Roma en este tiempo pascual os llene de alegría y os haga valientes testigos de la resurrección del Señor.


(En lengua checa)
29 Hoy celebramos la fiesta de san Marcos, evangelista. Que su respuesta a la vocación de Cristo siga iluminando vuestra vida cristiana.

(En lengua croata)
:Amadísimos hermanos, a la luz del misterio pascual de Cristo, haced que la esperanza venza incluso cuando la situación parece un callejón sin salida.

(En italiano)
Deseo dirigir ahora un afectuoso saludo a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Hoy celebramos la fiesta de san Marcos, evangelista, colaborador del apóstol san Pedro y mártir, que en el evangelio presenta la vida del cristiano como seguimiento de Jesús hasta la cruz. Os saludo a vosotros, queridos jóvenes, entre los que se encuentran muchos estudiantes y miembros de grupos juveniles. A todos os exhorto a frecuentar generosamente la escuela de Cristo para aprender a seguir con fidelidad sus huellas. A vosotros, queridos enfermos, os invito a aceptar con fe vuestras pruebas y a transformarlas en manifestaciones misteriosas pero elocuentes del amor de Cristo. A vosotros, queridos recién casados, os deseo que viváis el don del matrimonio como camino de fe para que seáis servidores generosos del evangelio de la vida.



Mayo de 2001


Miércoles 2 de mayo de 2001


Toda criatura alabe al Señor

1. "Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor" (Da 3,57). Este cántico, tomado del libro de Daniel, que la Liturgia de las Horas nos propone para las Laudes del domingo en las semanas primera y tercera, tiene una dimensión cósmica. Y esta estupenda plegaria en forma de letanía corresponde muy bien al dies Domini, al día del Señor, que en Cristo resucitado nos hace contemplar el culmen del designio de Dios sobre el cosmos y sobre la historia. En efecto, en él, alfa y omega, principio y fin de la historia (cf. Ap 22,13), encuentra su pleno sentido la creación misma, puesto que, como recuerda san Juan en el prólogo de su evangelio, "todo fue hecho por él" (Jn 1,3). En la resurrección de Cristo culmina la historia de la salvación, abriendo las vicisitudes humanas al don del Espíritu y de la adopción filial, en espera de la vuelta del Esposo divino, que entregará el mundo a Dios Padre (cf. 1Co 15,24).

2. En este pasaje, en forma de letanía, se pasa revista a todas las cosas. La mirada se dirige al sol, a la luna, a los astros; se posa sobre la inmensa extensión de las aguas; se eleva hacia los montes; recorre las más diversas situaciones atmosféricas; pasa del calor al frío, de la luz a las tinieblas, considera el mundo mineral y el vegetal; se detiene en las diversas especies de animales. Luego el llamamiento se hace universal: convoca a los ángeles de Dios, y llega a todos los "hijos de los hombres", pero implica de modo particular al pueblo de Dios, Israel, a sus sacerdotes, a los justos. Es un inmenso coro, una sinfonía en la que las diversas voces elevan su canto a Dios, Creador del universo y Señor de la historia. Recitado a la luz de la revelación cristiana, se dirige al Dios trinitario, como la liturgia nos invita a hacer al añadir al cántico una fórmula trinitaria: "Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo".

3. En cierto sentido, en este cántico se refleja el alma religiosa universal, que percibe en el mundo la huella de Dios, y se eleva a la contemplación del Creador. Pero en el contexto del libro de Daniel, el himno se presenta como acción de gracias elevada por los tres jóvenes israelitas -Ananías, Azarías y Misael- condenados a morir en un horno de fuego ardiente, por haberse negado a adorar la estatua de oro de Nabucodonosor, pero milagrosamente preservados de las llamas. En el fondo de este evento se halla aquella especial historia de salvación en la que Dios elige a Israel para ser su pueblo y establece con él una alianza. Precisamente a esa alianza quieren permanecer fieles los tres jóvenes israelitas, a costa de sufrir el martirio en el horno de fuego ardiente. Su fidelidad se encuentra con la fidelidad de Dios, que envía un ángel a alejar de ellos las llamas (cf. Dn Da 3,49).

30 De ese modo, el cántico se sitúa en la línea de los cantos de alabanza de quienes han sido librados de un peligro, presentes en el Antiguo Testamento. Entre ellos es famoso el canto de victoria recogido en el capítulo 15 del Éxodo, donde los antiguos hebreos expresan su acción de gracias al Señor por aquella noche en la que hubieran sido inevitablemente derrotados por el ejército del faraón si el Señor no les hubiera abierto un camino entre las aguas, "arrojando en el mar caballo y carro" (Ex 15,1).

4. No por casualidad, en la solemne Vigilia pascual, la liturgia nos hace repetir cada año el himno que cantaron los israelitas en el Éxodo. Ese camino abierto para ellos anunciaba proféticamente la nueva senda que Cristo resucitado inauguró para la humanidad en la noche santa de su resurrección de entre los muertos. Nuestro paso simbólico por las aguas del bautismo nos permite revivir una experiencia análoga de paso de la muerte a la vida, gracias a la victoria sobre la muerte que Jesús obtuvo en beneficio de todos nosotros.

Los discípulos de Cristo, al repetir en la liturgia dominical de las Laudes el cántico de los tres jóvenes israelitas, queremos ponernos en sintonía con ellos expresando nuestra gratitud por las maravillas que ha realizado Dios tanto en la creación como, sobre todo, en el misterio pascual.
En efecto, el cristiano descubre una relación entre la liberación de los tres jóvenes, de los que se habla en el cántico, y la resurrección de Jesús. En esta última, los Hechos de los Apóstoles ven escuchada la oración del creyente que, como el salmista, canta confiado: "No abandonarás mi alma en el Hades ni permitirás que tu santo experimente la corrupción" (Ac 2, 27, Ps 15,10).

Referir este cántico a la Resurrección es muy tradicional. Existen testimonios muy antiguos de la presencia de este himno en la oración del día del Señor, Pascua semanal de los cristianos. Las catacumbas romanas conservan vestigios iconográficos en los que se ven los tres jóvenes que oran indemnes entre las llamas, testimoniando así la eficacia de la oración y la certeza de la intervención del Señor.

5. "Bendito el Señor en la bóveda del cielo, alabado y glorioso y ensalzado por los siglos" (Da 3,56). Al cantar este himno el domingo por la mañana, el cristiano no sólo se siente agradecido por el don de la creación, sino también por ser destinatario de la solicitud paterna de Dios, que en Cristo lo ha elevado a la dignidad de hijo.

Una solicitud paterna que nos hace mirar con ojos nuevos la creación misma y nos hace gustar su belleza, en la que se vislumbra, como en filigrana, el amor de Dios. Con estos sentimientos san Francisco de Asís contemplaba la creación y elevaba su alabanza a Dios, manantial último de toda belleza. Viene espontáneo imaginar que las elevaciones de este texto bíblico resonaran en su alma cuando, en San Damián, después de haber alcanzado la cima del sufrimiento en su cuerpo y en su espíritu, compuso el "Cántico del hermano sol" (cf. Fuentes Franciscanas, 263).

Saludos

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española. De modo especial a la peregrinación de la diócesis de Valle de Pascua, Venezuela, presidida por su obispo mons. Joaquín Morón Hidalgo. Asimismo al coro de la catedral de Tarragona. Os invito a ser siempre fieles al Señor, como los tres jóvenes del Cántico que hemos proclamado.

(En italiano)
Deseo dirigirme también, como de costumbre, a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados.

31 Queridos jóvenes, ha comenzado ayer el mes de mayo, que el pueblo de Dios dedica a María santísima. Os exhorto a acudir cada día a su escuela para aprender de ella a cumplir la voluntad de Dios.

Contemplando a la Madre de Cristo crucificado, vosotros, queridos enfermos, aprovechad el valor salvífico de la cruz, incluso de las más pesadas. A vosotros, queridos recién casados, os encomiendo a la protección materna de la santísima Virgen, para que viváis en vuestra familia el clima de oración y amor de la casa de Nazaret.

* * * * *



Como es sabido, dentro de dos días emprenderé la última etapa de mi peregrinación jubilar a los lugares de la historia de la salvación. Se cumple así el deseo que manifesté en la perspectiva del gran jubileo del año 2000 de ir personalmente a orar en los lugares donde se manifestó concretamente la iniciativa de Dios para la salvación del hombre. Después de estar en el Sinaí, donde Dios se reveló a Moisés, y en Tierra Santa, me dispongo ahora a dirigirme a algunas ciudades vinculadas de modo especial a la historia de san Pablo. Mi peregrinación tras las huellas del gran Apóstol será una vuelta a las raíces de la Iglesia, porque a ellas es necesario referirse siempre para permanecer plenamente fieles al designio de Dios. Este viaje me llevará a Atenas, en cuyo Areópago pronunció un discurso muy iluminador sobre el encuentro del mensaje evangélico con una cultura importante como la griega. Proseguiré, luego, hacia Damasco, lugar que evoca la conversión de Saulo; y finalmente iré a Malta, donde el Apóstol de los gentiles naufragó cuando lo traían prisionero a Roma.

Queridísimos hermanos y hermanas, os invito a acompañar con la oración este viaje tan significativo para mí. Ojalá que constituya una feliz ocasión para incrementar el entendimiento con los hermanos ortodoxos, propiciando un nuevo avance en el camino hacia la unidad plena de los cristianos. Espero también que mi visita a Siria y, en particular, a la gran mezquita de Damasco contribuya a fortalecer el diálogo interreligioso con los seguidores del islam, promoviendo el compromiso de una convivencia activa y pacífica.




Miércoles 16 de mayo de 2001

Peregrinación jubilar tras las huellas de san Pablo

1. Hace una semana concluyó mi peregrinación tras las huellas de san Pablo, que me llevó a Grecia, Siria y Malta. Me alegra hoy reflexionar juntamente con vosotros sobre este acontecimiento, que constituye la última parte del itinerario jubilar a través de los principales lugares de la historia de la salvación. Doy las gracias a todos los que me han acompañado con su oración en esta inolvidable "vuelta a las fuentes", para beber en ellas la lozanía de la experiencia cristiana primitiva.

Renuevo los sentimientos de cordial agradecimiento al presidente de la República de Grecia, señor Kostas Stephanopoulos, por haberme invitado a visitar el país. Expreso mi gratitud al presidente de la República Árabe Siria, señor Bashàr Al-Assad, y al presidente de la República de Malta, señor Guido Di Marco, que me acogieron tan amablemente en Damasco y La Valletta.

Por doquier he testimoniado a las Iglesias ortodoxas el afecto y la estima de la Iglesia católica, con el deseo de que la memoria de las culpas pasadas contra la comunión sea plenamente purificada y dé paso a la reconciliación y a la fraternidad. Además, he reafirmado la sincera apertura con la que la Iglesia se dirige a los creyentes del islam, a los que nos une la adoración del único Dios.

32 Considero una gracia particular el haber podido encontrarme, sobre todo en sus campos de misión, con los obispos católicos de Grecia, Siria y Malta, así como con los sacerdotes, los religiosos, las religiosas y numerosos fieles laicos. Tras las huellas de san Pablo, el Sucesor de Pedro ha podido confortar y alentar a esas comunidades, exhortándolas a la fidelidad y, al mismo tiempo, a la apertura y a la caridad fraterna.

2. En el Areópago de Atenas han resonado nuevamente las palabras del célebre discurso de san Pablo que recogen los Hechos de los Apóstoles. Se leyeron en griego y en inglés, y esto fue de por sí muy sugestivo, pues en la cuenca del Mediterráneo, al inicio del primer milenio, la lengua que más se hablaba era la griega, como hoy podría considerarse globalmente la lengua inglesa. La "buena nueva" de Cristo, Revelador de Dios y Salvador del mundo ayer, hoy y siempre, está destinada a todos los hombres y mujeres de la tierra, según su mandato explícito.

En este inicio del tercer milenio, el Areópago de Atenas, en cierto sentido, se ha convertido en "el areópago del mundo", desde el que el mensaje cristiano de la salvación se vuelve a proponer a todos los que buscan a Dios y están dispuestos a acoger su inagotable misterio de verdad y amor. En particular, mediante la lectura de la Declaración común que, al final de un encuentro fraterno, firmé juntamente con Su Beatitud Cristódulos, arzobispo de Atenas y de toda Grecia, dirigimos a todos los pueblos del continente europeo un llamamiento a no olvidar sus raíces cristianas.

El discurso de san Pablo en el Areópago constituye un modelo de inculturación y, como tal, conserva intacta su actualidad. Por eso, lo volví a proponer en la celebración eucarística con la comunidad católica en Grecia, recordando el admirable ejemplo de los santos hermanos Cirilo y Metodio, originarios de Salónica, los cuales, inspirándose con fidelidad y creatividad en ese modelo, difundieron con empeño el Evangelio entre los pueblos eslavos.

3. Después de Grecia, me dirigí a Siria, donde, en el camino de Damasco, Cristo resucitado se apareció a Saulo de Tarso, transformándolo de feroz perseguidor en apóstol incansable del Evangelio. Fue una vuelta a los orígenes, como sucedió con respecto a Abraham, una vuelta a la llamada, a la vocación. Esto es lo que yo pensaba al visitar el Memorial de San Pablo. La historia de Dios con los hombres parte siempre de una llamada, que invita a dejarse a sí mismos y las propias seguridades, para encaminarse hacia una nueva tierra, fiándose de Aquel que llama. Así les sucedió a Abraham, Moisés, María, Pedro, y a los demás Apóstoles. Y lo mismo aconteció a Pablo.

Siria es hoy un país cuyos habitantes son en su mayoría musulmanes, que creen en un solo Dios y tratan de someterse a él, a ejemplo de Abraham, al que de buen grado se refieren (cf. Nostra aetate
NAE 3). El diálogo interreligioso con el islam resulta cada vez más importante y necesario, al inicio del tercer milenio. En este sentido fue realmente estimulante la cordial acogida que me dispensaron las autoridades civiles y el gran muftí, el cual me acompañó en la histórica visita a la gran mezquita de los Omeyas, donde se encuentra el Memorial de san Juan Bautista, muy venerado también por los musulmanes.

En Damasco mi peregrinación asumió sobre todo un fuerte carácter ecuménico, especialmente gracias a la visita que tuve la alegría de realizar, en las respectivas catedrales, a Su Beatitud Ignace IV, patriarca greco-ortodoxo, y a Su Santidad Mar Ignace Zakka I, patriarca siro-ortodoxo. Seguidamente, en la histórica catedral greco-ortodoxa de la Dormición de la Virgen María, celebramos un solemne encuentro de oración. Con íntima emoción vi cumplirse así uno de los objetivos principales de la peregrinación jubilar, es decir, "reunirnos en los lugares de nuestro origen común, para testimoniar a Cristo que es uno (cf. Ut unum sint UUS 23) y confirmar el compromiso mutuo hacia el restablecimiento de la plena comunión" (Carta sobre la peregrinación a los lugares vinculados a la historia de la salvación, 11).

4. En Siria no pude por menos de dirigir a Dios una súplica especial por la paz en Oriente Próximo, impulsado, entre otras razones, lamentablemente, por la dramática situación actual, que está resultando cada vez más preocupante. Me dirigí a las Alturas del Golán, en la iglesia de Quneitra, semidestruida por la guerra, y allí elevé mi súplica. En cierto sentido, mi espíritu se quedó allí, y mi oración continúa y no cesará hasta que la venganza dé paso a la reconciliación y al reconocimiento de los derechos recíprocos.

Esta esperanza se funda en la fe. Es la esperanza que confié a los jóvenes de Siria, con quienes tuve la alegría de encontrarme precisamente la tarde anterior a mi partida de Damasco. Llevo en el corazón el calor de su saludo, y pido al Dios de la paz que los jóvenes cristianos, musulmanes y judíos, crezcan juntos como hijos del único Dios.

5. La última etapa de mi peregrinación tras las huellas de san Pablo fue la isla de Malta, donde el Apóstol pasó tres meses, después del naufragio de la nave que lo llevaba preso a Roma (cf. Ac 27, 39 28, 10). Por segunda vez, también yo experimenté la cordial acogida de los malteses, y tuve la dicha de proclamar beatos a dos hijos de su pueblo -don Jorge Preca, fundador de la Sociedad de la Doctrina Cristiana, e Ignacio Falzon, laico catequista- juntamente con sor María Adeodata Pisani, religiosa benedictina.

Una vez más he querido señalar el camino de la santidad como camino real para los creyentes del tercer milenio. En el vasto océano de la historia, la Iglesia no teme los desafíos y las asechanzas que encuentra en su travesía, si mantiene con firmeza el timón en la ruta de la santidad, hacia la que la ha dirigido el gran jubileo del año 2000 (cf. Novo millennio ineunte NM 30).

33 Que así sea para todos, también gracias a la intercesión de María, a la que recurrimos constantemente durante este mes de mayo, consagrado a ella. Que la Virgen ayude a todo cristiano, a toda familia y comunidad, a proseguir con renovado impulso su compromiso de fidelidad diaria al Evangelio.

Saludos

Doy una cordial bienvenida a los fieles de lengua española. Os invito a fortalecer vuestra fe durante la estancia en Roma, para volver a vuestras casas con el gozo de haber tenido un encuentro especial con Cristo y llevando a vuestros hogares y comunidades el saludo del Papa.

(A los peregrinos eslovacos)
En el mes de mayo os invito a ir a la escuela de la Virgen de Nazaret para aprender a amar a Dios y al prójimo, y a estar siempre disponibles para realizar la voluntad de Dios. Con el deseo de que consigáis esta devoción mariana, de buen grado os bendigo.

(A los peregrinos croatas)
Los cristianos están llamados a conformar su estilo de vida al misterio pascual que celebran y a ser siempre y en todas partes, con valentía evangélica, mensajeros y promotores de esperanza, sobre todo en los momentos de dificultades especiales.

(En italiano)
Saludo, también, a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Estamos a mediados de mayo, mes dedicado a la Virgen. María, que en el Cenáculo esperó con los Apóstoles la venida del Espíritu, os ayude, queridos jóvenes, a acoger con prontitud la misión que Dios os confía. Que la santísima Virgen os sostenga, queridos enfermos, para que aceptéis vuestros sufrimientos unidos a Cristo. Que la Madre de Jesús interceda por vosotros, queridos recién casados, a fin de que vuestra familia sea una auténtica iglesia doméstica, animada por la luz y el amor del Espíritu Santo.






Audiencias 2001 25