Audiencias 2001 33


Miércoles 23 de mayo de 2001

: Fiesta de los amigos de Dios

34 1. "Que los fieles festejen su gloria, y canten jubilosos en filas". Esta invitación del salmo 149, que se acaba de proclamar, remite a un alba que está a punto de despuntar y encuentra a los fieles dispuestos a entonar su alabanza matutina. El salmo, con una expresión significativa, define esa alabanza "un cántico nuevo" (v. 1), es decir, un himno solemne y perfecto, adecuado para los últimos días, en los que el Señor reunirá a los justos en un mundo renovado. Todo el salmo está impregnado de un clima de fiesta, inaugurado ya con el Aleluya inicial y acompasado luego con cantos, alabanzas, alegría, danzas y el son de tímpanos y cítaras. La oración que este salmo inspira es la acción de gracias de un corazón lleno de júbilo religioso.

2. En el original hebreo del himno, a los protagonistas del salmo se les llama con dos términos característicos de la espiritualidad del Antiguo Testamento. Tres veces se les define ante todo como hasidim (vv. 1, 5 y 9), es decir, "los piadosos, los fieles", los que responden con fidelidad y amor (hesed) al amor paternal del Señor.

La segunda parte del salmo resulta sorprendente, porque abunda en expresiones bélicas. Resulta extraño que, en un mismo versículo, el salmo ponga juntamente "vítores a Dios en la boca" y "espadas de dos filos en las manos" (v. 6). Reflexionando, podemos comprender el porqué: el salmo fue compuesto para "fieles" que militaban en una guerra de liberación; combatían para librar a su pueblo oprimido y devolverle la posibilidad de servir a Dios. Durante la época de los Macabeos, en el siglo II a.C., los que combatían por la libertad y por la fe, sometidos a dura represión por parte del poder helenístico, se llamaban precisamente hasidim, "los fieles" a la palabra de Dios y a las tradiciones de los padres.

3. Desde la perspectiva actual de nuestra oración, esta simbología bélica resulta una imagen de nuestro compromiso de creyentes que, después de cantar a Dios la alabanza matutina, andamos por los caminos del mundo, en medio del mal y de la injusticia. Por desgracia, las fuerzas que se oponen al reino de Dios son formidables: el salmista habla de "pueblos, naciones, reyes y nobles".
A pesar de todo, mantiene la confianza, porque sabe que a su lado está el Señor, que es el auténtico Rey de la historia (v. 2). Por consiguiente, su victoria sobre el mal es segura y será el triunfo del amor. En esta lucha participan todos los hasidim, todos los fieles y los justos, que, con la fuerza del Espíritu, llevan a término la obra admirable llamada reino de Dios.

4. San Agustín, tomando como punto de partida el hecho de que el salmo habla de "coro" y de "tímpanos y cítaras", comenta: "¿Qué es lo que constituye un coro? (...) El coro es un conjunto de personas que cantan juntas. Si cantamos en coro debemos cantar con armonía. Cuando se canta en coro, incluso una sola voz desentonada molesta al que oye y crea confusión en el coro mismo" (Enarr. in
Ps 149, CCL 40, 7, 1-4).

Luego, refiriéndose a los instrumentos utilizados por el salmista, se pregunta: "¿Por qué el salmista usa el tímpano y el salterio?". Responde: "Para que no sólo la voz alabe al Señor, sino también las obras. Cuando se utilizan el tímpano y el salterio, las manos se armonizan con la voz. Eso es lo que debes hacer tú. Cuando cantes el aleluya, debes dar pan al hambriento, vestir al desnudo y acoger al peregrino. Si lo haces, no sólo canta la voz, sino que también las manos se armonizan con la voz, pues las palabras concuerdan con las obras" (ib., 8, 1-4).

5. Hay un segundo vocablo con el que se definen los orantes de este salmo: son los anawim, es decir, "los pobres, los humildes" (v. 4). Esta expresión es muy frecuente en el Salterio y no sólo indica a los oprimidos, a los pobres y a los perseguidos por la justicia, sino también a los que, siendo fieles a los compromisos morales de la alianza con Dios, son marginados por los que escogen la violencia, la riqueza y la prepotencia. Desde esta perspectiva se comprende que los "pobres" no sólo constituyen una clase social, sino también una opción espiritual. Este es el sentido de la célebre primera bienaventuranza: "Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos" (Mt 5,3). Ya el profeta Sofonías se dirigía así a los anawim: "Buscad al Señor, vosotros todos, humildes de la tierra, que cumplís sus normas; buscad la justicia, buscad la humildad; quizá encontréis cobijo el día de la cólera del Señor" (So 2,3).

6. Ahora bien, el "día de la cólera del Señor" es precisamente el que se describe en la segunda parte del salmo, cuando los "pobres" se ponen de parte de Dios para luchar contra el mal. Por sí mismos, no tienen la fuerza suficiente, ni los medios, ni las estrategias necesarias para oponerse a la irrupción del mal. Sin embargo, la frase del salmista es categórica: "El Señor ama a su pueblo, y adorna con la victoria a los humildes (anawim)" (v. 4). Se cumple idealmente lo que el apóstol san Pablo declara a los Corintios: "Lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para reducir a la nada lo que es" (1Co 1,28).

Con esta confianza "los hijos de Sión" (v. 2), hasidim y anawim, es decir, los fieles y los pobres, se disponen a vivir su testimonio en el mundo y en la historia. El canto de María recogido en el evangelio de san Lucas -el Magnificat- es el eco de los mejores sentimientos de los "hijos de Sión": alabanza jubilosa a Dios Salvador, acción de gracias por las obras grandes que ha hecho por ella el Todopoderoso, lucha contra las fuerzas del mal, solidaridad con los pobres y fidelidad al Dios de la alianza (cf. Lc 1,46-55).

Saludos


35 Saludo con afecto a los peregrinos venidos de España, de México y de Colombia, y a todos los provenientes de países de lengua española. Que el rezo de los salmos sea para vosotros una experiencia de profunda oración que os impulse a ser testigos vivos y creíbles del amor de Dios en el mundo.


(A los peregrinos de la República Checa)
Nos estamos preparando para celebrar la Ascensión del Señor. Cristo vuelve a la gloria que le corresponde, pero vuelve con la naturaleza humana que recibió de María. En este sentido, la Ascensión es para nosotros un mensaje de esperanza.

(A los peregrinos eslovacos)
Cristo nos ha preparado un lugar a todos y nos espera. Nuestros pensamientos y obras deben orientarse hacia la patria celestial. En el camino hacia esta meta os acompañe mi bendición apostólica, que de buen grado os imparto a vosotros y a vuestras familias.

(En lengua croata)
La esperanza cristiana debe animar toda la vida de los discípulos de Cristo y su compromiso en la Iglesia, en la familia y en la sociedad civil, pues los cristianos están llamados a ser hombres de esperanza viva y constructiva, alimentada de fe.

(En italiano)
Por último, deseo saludar a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Mañana celebraremos la fiesta de la Ascensión del Señor. Queridos jóvenes, os invito a aprender de esta solemne fiesta a vivir orientados hacia el cielo, poniendo siempre en primer lugar "las cosas de arriba". A vosotros, queridos enfermos, os exhorto a seguir confiadamente a Cristo crucificado, con la seguridad de que, si le somos fieles en la tierra, participaremos de su gloria en el cielo. Y a vosotros, queridos recién casados, os deseo que crezcáis cada vez más en el conocimiento de Cristo y en la escucha de su palabra, para que vuestro amor permanezca fiel y abierto a la vida.






Miércoles 30 de mayo de 2001

: La oración de la mañana
36 para obtener la ayuda del Señor

1. "Por la mañana escucharás mi voz; por la mañana te expongo mi causa y me quedo aguardando". Con estas palabras, el salmo 5 se presenta como una oración de la mañana y, por tanto, se sitúa muy bien en la liturgia de las Laudes, el canto de los fieles al inicio de la jornada. Sin embargo, el tono de fondo de esta súplica está marcado por la tensión y el ansia ante los peligros y las amarguras inminentes. Pero no pierde la confianza en Dios, que siempre está dispuesto a sostener a sus fieles para que no tropiecen en el camino de la vida.

"Nadie, salvo la Iglesia, posee esa confianza" (san Jerónimo, Tractatus LIX in psalmos, 5, 27: PL 26, 829). Y san Agustín, refiriéndose al título que se halla al inicio del salmo, un título que en su versión latina reza: "Para aquella que recibe la herencia", explica: "Se trata, por consiguiente, de la Iglesia, que recibe en herencia la vida eterna por medio de nuestro Señor Jesucristo, de modo que posee a Dios mismo, se adhiere a él, y encuentra en él su felicidad, de acuerdo con lo que está escrito: "Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra" (
Mt 5,4)" (Enarrationes in Psalmos, 5: CCL 38, 1, 2-3).

2. Como acontece a menudo en los salmos de súplica dirigidos al Señor para que libre a los fieles del mal, son tres los personajes que entran en escena en este salmo. El primero es Dios (vv. 2-7), el por excelencia del salmo, al que el orante se dirige con confianza. Frente a las pesadillas de una jornada dura y tal vez peligrosa, destaca una certeza. El Señor es un Dios coherente, riguroso en lo que respecta a la injusticia y ajeno a cualquier componenda con el mal: "Tú no eres un Dios que ame la maldad" (v. 5).

Una larga lista de personas malas -el malvado, el arrogante, el malhechor, el mentiroso, el sanguinario y el traicionero- desfila ante la mirada del Señor. Él es el Dios santo y justo, y está siempre de parte de quienes siguen los caminos de la verdad y del amor, mientras que se opone a quienes escogen "los senderos que llevan al reino de las sombras" (cf. Pr Pr 2,18). Por eso el fiel no se siente solo y abandonado al afrontar la ciudad, penetrando en la sociedad y en el torbellino de las vicisitudes diarias.

3. En los versículos 8 y 9 de nuestra oración matutina, el segundo personaje, el orante, se presenta a sí mismo con un Yo, revelando que toda su persona está dedicada a Dios y a su "gran misericordia". Está seguro de que las puertas del templo, es decir, el lugar de la comunión y de la intimidad divina, cerradas para los impíos, están abiertas de par en par ante él. Él entra en el templo para gozar de la seguridad de la protección divina, mientras afuera el mal domina y celebra sus aparentes y efímeros triunfos.

La oración matutina en el templo proporciona al fiel una fortaleza interior que le permite afrontar un mundo a menudo hostil. El Señor mismo lo tomará de la mano y lo guiará por las sendas de la ciudad, más aún, le "allanará el camino", como dice el salmista con una imagen sencilla pero sugestiva. En el original hebreo, esta serena confianza se funda en dos términos (hésed y sedaqáh): "misericordia o fidelidad", por una parte, y "justicia o salvación", por otra. Son las palabras típicas para celebrar la alianza que une al Señor con su pueblo y con cada uno de sus fieles.

4. Por último, se perfila en el horizonte la oscura figura del tercer actor de este drama diario: son los enemigos, los malvados, que ya se habían insinuado en los versículos anteriores. Después del "Tú" de Dios y del "Yo" del orante, viene ahora un "Ellos" que alude a una masa hostil, símbolo del mal del mundo (vv. 10 y 11). Su fisonomía se presenta sobre la base de un elemento fundamental en la comunicación social: la palabra. Cuatro elementos -boca, corazón, garganta y lengua- expresan la radicalidad de la malicia que encierran sus opciones. En su boca no hay sinceridad, su corazón es siempre perverso, su garganta es un sepulcro abierto, que sólo quiere la muerte, y su lengua es seductora, pero "está llena de veneno mortífero" (Jc 3,8).

5. Después de este retrato crudo y realista del perverso que atenta contra el justo, el salmista invoca la condena divina en un versículo (v. 11), que la liturgia cristiana omite, queriendo así conformarse a la revelación neotestamentaria del amor misericordioso, el cual ofrece incluso al malvado la posibilidad de conversión.

La oración del salmista culmina en un final lleno de luz y de paz (vv. 12-13), después del oscuro perfil del pecador que acaba de dibujar. Una gran serenidad y alegría embarga a quien es fiel al Señor. La jornada que se abre ahora ante el creyente, aun en medio de fatigas y ansias, resplandecerá siempre con el sol de la bendición divina. Al salmista, que conoce a fondo el corazón y el estilo de Dios, no le cabe la menor duda: "Tú, Señor, bendices al justo y como un escudo lo cubre tu favor" (v. 13).

Saludos

37 Deseo saludar ahora a los fieles de lengua española, en particular a la coral "Ángel Mingote" de Daroca y al grupo de Panamá, así como a los demás peregrinos españoles y latinoamericanos. Que el Señor, que bendice al justo, conceda a cada uno de vosotros serenidad y alegría para afrontar los trabajos y dificultades de cada día. Muchas gracias.

(A los peregrinos croatas)

La esperanza es don del Espíritu Santo a los discípulos de Cristo. Es inseparable de la fe y de la caridad. La fidelidad a ese don en medio de las angustias del mundo hay que sostenerla con la adhesión firme al Evangelio y la unidad constante con el obispo local y los sacerdotes, sus colaboradores en la guía del pueblo de Dios.

(A los sacerdotes y religiosas que están participando en un curso de animación misionera y a las religiosas que frecuentan el curso anual de formadores)

Tanto a vosotros, sacerdotes, como a vosotras, religiosas, os digo: anunciad con valentía el mensaje del Evangelio y testimoniad por doquier que la fe cristiana responde plenamente a las esperanzas y expectativas más profundas del hombre y de la sociedad.


Dirijo, por último, un afectuoso saludo a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Amadísimos hermanos, la Iglesia recordará mañana la Visitación de la santísima Virgen. María va a casa de su anciana pariente para ayudarle. Se convierte así para nosotros en ejemplo y modelo de solicitud hacia los necesitados.

Queridos jóvenes, mirad a María para que aprendáis de ella a crecer en la fiel adhesión a Cristo y en el amor a los hermanos. La Virgen santísima os ayude a vosotros, queridos enfermos, a hacer de vuestro sufrimiento un ofrecimiento al Padre celestial, en unión con Cristo crucificado.
Sostenidos por su materna intercesión, vosotros, queridos recién casados, inspiraos siempre en el Evangelio para fortalecer vuestra unión conyugal y abriros a las exigencias del prójimo necesitado.







                                                                                      Junio de 2001


Miércoles 6 de junio de 2001

: Sólo a Dios corresponde
38 el honor y la gloria

1. "Bendito eres, Señor, Dios de nuestro padre Israel" (
1Ch 29,10). Este intenso cántico de alabanza, que el primer libro de las Crónicas pone en labios de David, nos hace revivir el gran júbilo con que la comunidad de la antigua alianza acogió los grandes preparativos realizados con vistas a la construcción del templo, fruto del esfuerzo común del rey y de tantos que colaboraron con él. Fue una especie de competición de generosidad, porque lo exigía una morada que no era "para un hombre, sino para el Señor Dios" (1Ch 29,1).

El Cronista, releyendo después de siglos aquel acontecimiento, intuye los sentimientos de David y de todo el pueblo, su alegría y admiración hacia los que habían dado su contribución: "El pueblo se alegró por estas ofrendas voluntarias; porque de todo corazón las habían ofrecido espontáneamente al Señor. También el rey David tuvo un gran gozo" (1Ch 29,9).

2. En ese contexto brota el cántico. Sin embargo, sólo alude brevemente a la satisfacción humana, para centrar en seguida la atención en la gloria de Dios: "Tuyos son, Señor, la grandeza (...) y el reino". La gran tentación que acecha siempre, cuando se realizan obras para el Señor, consiste en ponerse a sí mismos en el centro, casi sintiéndose acreedores de Dios. David, por el contrario, lo atribuye todo al Señor. No es el hombre, con su inteligencia y su fuerza, el primer artífice de lo que se ha llevado a cabo, sino Dios mismo.

David expresa así la profunda verdad según la cual todo es gracia. En cierto sentido, cuanto se entrega para el templo no es más que una restitución, por lo demás sumamente escasa, de lo que Israel ha recibido en el inestimable don de la alianza sellada por Dios con los padres. En esa misma línea David atribuye al Señor el mérito de todo lo que ha constituido su éxito, tanto en el campo militar como en el político y económico. Todo viene de él.

3. De aquí brota el espíritu contemplativo de estos versículos. Parece que al autor del cántico no le bastan las palabras para proclamar la grandeza y el poder de Dios. Ante todo lo contempla en la especial paternidad que ha mostrado a Israel, "nuestro padre". Este es el primer título que exige alabanza "por los siglos de los siglos".

Los cristianos, al recitar estas palabras, no podemos menos de recordar que esa paternidad se reveló de modo pleno en la encarnación del Hijo de Dios. Él, y sólo él, puede hablar a Dios llamándolo, en sentido propio y afectuosamente, "Abbá" (Mc 14,36). Al mismo tiempo, por el don del Espíritu, se nos participa su filiación, que nos hace "hijos en el Hijo". La bendición del antiguo Israel por Dios Padre cobra para nosotros la intensidad que Jesús nos manifestó al enseñarnos a llamar a Dios "Padre nuestro".

4. Partiendo de la historia de la salvación, la mirada del autor bíblico se ensancha luego hasta el universo entero, para contemplar la grandeza de Dios creador: "Tuyo es cuanto hay en cielo y tierra". Y también: "Tú eres (...) soberano de todo". Como en el salmo 8, el orante de nuestro cántico alza la cabeza hacia la ilimitada amplitud de los cielos; luego, asombrado, extiende su mirada hacia la inmensidad de la tierra, y lo ve todo sometido al dominio del Creador. ¿Cómo expresar la gloria de Dios? Las palabras se atropellan, en una especie de clímax místico: grandeza, poder, gloria, esplendor, majestad, y luego también poder y fuerza.

Cuanto de hermoso y grande experimenta el hombre debe referirse a Aquel que es el origen de todo y que lo gobierna todo. El hombre sabe que cuanto posee es don de Dios, como lo subraya David al proseguir en el cántico: "Pues, ¿quién soy yo y quién es mi pueblo para que podamos ofrecerte estos donativos? Porque todo viene de ti, y de tu mano te lo damos" (1Ch 29,14).

5. Esta convicción de que la realidad es don de Dios nos ayuda a unir los sentimientos de alabanza y de gratitud del cántico con la espiritualidad "oblativa" que la liturgia cristiana nos hace vivir sobre todo en la celebración eucarística. Es lo que se desprende de la doble oración con que el sacerdote ofrece el pan y el vino destinados a convertirse en el Cuerpo y la Sangre de Cristo: "Bendito seas Señor, Dios del universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos: él será para nosotros pan de vida". Esa oración se repite para el vino. Análogos sentimientos nos sugieren tanto la Divina Liturgia bizantina como el antiguo Canon romano cuando, en la anámnesis eucarística, expresan la conciencia de ofrecer como don a Dios lo que hemos recibido de él.

6. El cántico, contemplando la experiencia humana de la riqueza y del poder, nos brinda una última aplicación de esta visión de Dios. Esas dos dimensiones se manifestaron mientras David preparaba todo lo necesario para la construcción del templo. Se le presentaba como tentación lo que constituye una tentación universal: actuar como si fuéramos árbitros absolutos de lo que poseemos, enorgullecernos por ello y avasallar a los demás. La oración de este cántico impulsa al hombre a tomar conciencia de su dimensión de "pobre" que lo recibe todo.

39 Así pues, los reyes de esta tierra son sólo una imagen de la realeza divina: "Tuyo es el reino, Señor". Los ricos no pueden olvidar el origen de sus bienes. "De ti vienen la riqueza y la gloria". Los poderosos deben saber reconocer en Dios la fuente del "poder y la fuerza". El cristiano está llamado a leer estas expresiones contemplando con júbilo a Cristo resucitado, glorificado por Dios "por encima de todo principado, potestad, virtud y dominación" (Ep 1,21). Cristo es el verdadero Rey del universo.

Saludos

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española. Os invito a vivir vuestra estancia en Roma como don recibido de Dios, que os lleve a darle gracias y alabarle en la oración. Esto será el mejor tesoro que podéis llevar a vuestras familias y comunidades. A todos os bendigo de corazón. Gracias por vuestra atención.

(En lengua lituana)
El cristiano, que lo ha recibido todo gratuitamente del Señor, reconoce por la fe que sólo a Dios corresponde el honor y la gloria. Que la gratitud de corazón os ayude en el servicio del amor, para que devolváis a Dios los dones que de él habéis recibido. Os sostenga en ello mi bendición, que os imparto con alegría.

(En lengua croata)
Queridos hermanos y hermanas, la alabanza y la acción de gracias que el hombre está llamado a dar a Dios en todo momento de su vida son el fulcro de la oración cristiana, suscitada por el Espíritu Santo y dirigida al Padre, por el Hijo y con él.

(En italiano)
En el clima de Pentecostés, que celebramos el domingo pasado, os exhorto, queridos jóvenes, a invocar constantemente al Espíritu Santo, para ser testigos intrépidos de Cristo. Que el Espíritu Santo os ayude a vosotros, queridos enfermos, a acoger con fe el misterio del dolor y a ofrecerlo por la salvación de todos los hombres. A vosotros, queridos recién casados, os conceda la gracia de anunciar con alegría y convicción el evangelio de la vida, construyendo vuestra familia sobre los sólidos ideales del Evangelio. Que la Virgen María, presente con los Apóstoles en el Cenáculo, acompañe los pasos de todos vosotros y os obtenga de Dios la gracia de permanecer siempre fieles a su plan de salvación.










Miércoles 13 de junio de 2001

El Señor proclama solemnemente su palabra

40 1. Algunos estudiosos consideran el salmo 28, que acabamos de proclamar, como uno de los textos más antiguos del Salterio. Es fuerte la imagen que lo sostiene en su desarrollo poético y orante: en efecto, se trata de la descripción progresiva de una tempestad. Se indica en el original hebraico con un vocablo, qol, que significa simultáneamente "voz" y "trueno". Por eso algunos comentaristas titulan este texto: "el salmo de los siete truenos", a causa del número de veces que resuena en él ese vocablo. En efecto, se puede decir que el salmista concibe el trueno como un símbolo de la voz divina que, con su misterio trascendente e inalcanzable, irrumpe en la realidad creada hasta estremecerla y asustarla, pero que en su significado más íntimo es palabra de paz y armonía. El pensamiento va aquí al capítulo 12 del cuarto evangelio, donde la muchedumbre escucha como un trueno la voz que responde a Jesús desde el cielo (cf. Jn 12,28-29).

La Liturgia de las Horas, al proponer el salmo 28 para la plegaria de Laudes, nos invita a tomar una actitud de profunda y confiada adoración de la divina Majestad.

2. Son dos los momentos y los lugares a los que el cantor bíblico nos lleva. Ocupa el centro (vv. 3-9) la representación de la tempestad que se desencadena a partir de "las aguas torrenciales" del Mediterráneo. Las aguas marinas, a los ojos del hombre de la Biblia, encarnan el caos que atenta contra la belleza y el esplendor de la creación, hasta corroerla, destruirla y abatirla. Así, al observar la tempestad que arrecia, se descubre el inmenso poder de Dios. El orante ve que el huracán se desplaza hacia el norte y azota la tierra firme. Los altísimos cedros del monte Líbano y del monte Siryón, llamado a veces Hermón, son descuajados por los rayos y parecen saltar bajo los truenos como animales asustados. Los truenos se van acercando, atraviesan toda la Tierra Santa y bajan hacia el sur, hasta las estepas desérticas de Cadés.

3. Después de este cuadro de fuerte movimiento y tensión se nos invita a contemplar, por contraste, otra escena que se representa al inicio y al final del salmo (vv. 1-2 y 9b-11). Al temor y al miedo se contrapone ahora la glorificación adorante de Dios en el templo de Sión.

Hay casi un canal de comunicación que une el santuario de Jerusalén y el santuario celestial: en estos dos ámbitos sagrados hay paz y se eleva la alabanza a la gloria divina. Al ruido ensordecedor de los truenos sigue la armonía del canto litúrgico; el terror da paso a la certeza de la protección divina. Ahora Dios "se sienta por encima del aguacero (...) como rey eterno" (v. 10), es decir, como el Señor y el Soberano supremo de toda la creación.

4. Ante estos dos cuadros antitéticos, el orante es invitado a hacer una doble experiencia. En primer lugar, debe descubrir que el hombre no puede comprender y dominar el misterio de Dios, expresado con el símbolo de la tempestad. Como canta el profeta Isaías, el Señor, a semejanza del rayo o la tempestad, irrumpe en la historia sembrando el pánico en los malvados y en los opresores. Bajo la intervención de su juicio, los adversarios soberbios son descuajados como árboles azotados por un huracán o como cedros destrozados por los rayos divinos (cf. Is 14,7-8).
Desde esta perspectiva resulta evidente lo que un pensador moderno, Rudolph Otto, definió lo tremendum de Dios, es decir, su trascendencia inefable y su presencia de juez justo en la historia de la humanidad. Esta cree vanamente que puede oponerse a su poder soberano. También María exaltará en el Magníficat este aspecto de la acción de Dios: "Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos" (Lc 1,51-52).

5. Con todo, el salmo nos presenta otro aspecto del rostro de Dios: el que se descubre en la intimidad de la oración y en la celebración de la liturgia. Según el pensador citado, es lo fascinosum de Dios, es decir, la fascinación que emana de su gracia, el misterio del amor que se derrama sobre el fiel, la seguridad serena de la bendición reservada al justo. Incluso ante el caos del mal, ante las tempestades de la historia y ante la misma cólera de la justicia divina, el orante se siente en paz, envuelto en el manto de protección que la Providencia ofrece a quien alaba a Dios y sigue sus caminos. En la oración se conoce que el Señor desea verdaderamente dar la paz.

En el templo se calma nuestra inquietud y desaparece nuestro terror; participamos en la liturgia celestial con todos "los hijos de Dios", ángeles y santos. Y por encima de la tempestad, semejante al diluvio destructor de la maldad humana, se alza el arco iris de la bendición divina, que recuerda "la alianza perpetua entre Dios y toda alma viviente, toda carne que existe sobre la tierra" (Gn 9,16).

Este es el principal mensaje que brota de la relectura "cristiana" del salmo. Si los siete "truenos" de nuestro salmo representan la voz de Dios en el cosmos, la expresión más alta de esta voz es aquella con la cual el Padre, en la teofanía del bautismo de Jesús, reveló su identidad más profunda de "Hijo amado" (Mc 1,11 y paralelos). San Basilio escribe: "Tal vez, más místicamente, "la voz del Señor sobre las aguas" resonó cuando vino una voz de las alturas en el bautismo de Jesús y dijo: "Este es mi Hijo amado". En efecto, entonces el Señor aleteaba sobre muchas aguas, santificándolas con el bautismo. El Dios de la gloria tronó desde las alturas con la voz alta de su testimonio (...). Y también se puede entender por "trueno" el cambio que, después del bautismo, se realiza a través de la gran "voz" del Evangelio" (Homilías sobre los , PG 30, 359).

Saludos

41 Saludo con afecto a los peregrinos venidos de España, de Ecuador y de Chile, y a todos los provenientes de países de lengua española. Que el mensaje que emerge de la lectura de este Salmo os recuerde siempre la alianza eterna de amor entre Dios y los hombres.

(A los peregrinos de Lituania y a los presbíteros de Telsiai recién ordenados)
Que a vosotros, ministros del infinito amor de Dios, no os falte nunca la valentía y la dedicación al Señor, a fin de que continuéis fructuosamente la pesca milagrosa de los Apóstoles, según la palabra de Cristo
. (A los peregrinos de la Asociación de minusválidos de Praga y a los fieles de Plzen)
La piedad de los católicos dedica el mes de junio a la devoción especial al Sagrado Corazón de Jesús. Encomendémonos a él: ¡Jesús manso y humilde de corazón, transforma nuestros corazones y enséñanos a amar a Dios y al prójimo con generosidad! Que la bendición de Dios descienda sobre vosotros y vuestros seres queridos.

(En italiano)
Dirijo también un cordial saludo a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Queridísimos hermanos, la inminente solemnidad del Corpus Christi nos invita a profundizar la fe y el amor a la Eucaristía.

Queridos jóvenes, que el sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo sea vuestro alimento espiritual de cada día, para que avancéis cada vez más por el camino de la santidad. Que la Eucaristía sea para vosotros, queridos enfermos, el apoyo, la luz y el consuelo en la prueba y en el sufrimiento. Y vosotros, recién casados, transmitid en vuestra unión matrimonial el gran amor que Cristo nos manifestó al entregarnos su Cuerpo y su Sangre.

Mañana, con ocasión de la solemnidad del Corpus Christi, juntamente con el cardenal vicario, los obispos auxiliares y los neo-sacerdotes de Roma, celebraré la santa misa en la plaza de San Juan de Letrán, a las siete de la tarde. Al final, seguirá la procesión solemne que, recorriendo la vía Merulana, concluirá en Santa María la Mayor.

Invito a la comunidad cristiana a unirse en este acto de profunda fe en la Eucaristía, que constituye nuestro tesoro más valioso. Os bendigo de corazón.






Miércoles 20 de junio de 2001



42 El Señor entra en su templo

1. El antiguo canto del pueblo de Dios, que acabamos de escuchar, resonaba ante el templo de Jerusalén. Para poder descubrir con claridad el hilo conductor que atraviesa este himno es necesario tener muy presentes tres presupuestos fundamentales. El primero atañe a la verdad de la creación: Dios creó el mundo y es su Señor. El segundo se refiere al juicio al que somete a sus criaturas: debemos comparecer ante su presencia y ser interrogados sobre nuestras obras. El tercero es el misterio de la venida de Dios: viene en el cosmos y en la historia, y desea tener libre acceso, para entablar con los hombres una relación de profunda comunión. Un comentarista moderno ha escrito: "Se trata de tres formas elementales de la experiencia de Dios y de la relación con Dios; vivimos por obra de Dios, en presencia de Dios y podemos vivir con Dios" (G. Ebeling, Sobre los Salmos, Brescia 1973, p. 97).

2. A estos tres presupuestos corresponden las tres partes del salmo 23, que ahora trataremos de profundizar, considerándolas como tres paneles de un tríptico poético y orante. La primera es una breve aclamación al Creador, al cual pertenece la tierra, incluidos sus habitantes (vv. 1-2). Es una especie de profesión de fe en el Señor del cosmos y de la historia. En la antigua visión del mundo, la creación se concebía como una obra arquitectónica: Dios funda la tierra sobre los mares, símbolo de las aguas caóticas y destructoras, signo del límite de las criaturas, condicionadas por la nada y por el mal. La realidad creada está suspendida sobre este abismo, y es la obra creadora y providente de Dios la que la conserva en el ser y en la vida.

3. Desde el horizonte cósmico la perspectiva del salmista se restringe al microcosmos de Sión, "el monte del Señor". Nos encontramos ahora en el segundo cuadro del salmo (vv. 3-6). Estamos ante el templo de Jerusalén. La procesión de los fieles dirige a los custodios de la puerta santa una pregunta de ingreso: "¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?". Los sacerdotes -como acontece también en algunos otros textos bíblicos llamados por los estudiosos "liturgias de ingreso" (cf.
Ps 14 Is 33,14-16 Mi 6,6-8)- responden enumerando las condiciones para poder acceder a la comunión con el Señor en el culto. No se trata de normas meramente rituales y exteriores, que es preciso observar, sino de compromisos morales y existenciales, que es necesario practicar. Es casi un examen de conciencia o un acto penitencial que precede la celebración litúrgica.

4. Son tres las exigencias planteadas por los sacerdotes. Ante todo, es preciso tener "manos inocentes y corazón puro". "Manos" y "corazón" evocan la acción y la intención, es decir, todo el ser del hombre, que se ha de orientar radicalmente hacia Dios y su ley. La segunda exigencia es "no mentir", que en el lenguaje bíblico no sólo remite a la sinceridad, sino sobre todo a la lucha contra la idolatría, pues los ídolos son falsos dioses, es decir, "mentira". Así se reafirma el primer mandamiento del Decálogo, la pureza de la religión y del culto. Por último, se presenta la tercera condición, que atañe a las relaciones con el prójimo: "No jurar contra el prójimo en falso". Como es sabido, en una civilización oral como la del antiguo Israel, la palabra no podía ser instrumento de engaño; por el contrario, era el símbolo de relaciones sociales inspiradas en la justicia y la rectitud.

5. Así llegamos al tercer cuadro, que describe indirectamente el ingreso festivo de los fieles en el templo para encontrarse con el Señor (vv. 7-10). En un sugestivo juego de llamamientos, preguntas y respuestas, se presenta la revelación progresiva de Dios, marcada por tres títulos solemnes: "Rey de la gloria; Señor valeroso, héroe de la guerra; y Señor de los ejércitos". A las puertas del templo de Sión, personificadas, se las invita a alzar los dinteles para acoger al Señor que va a tomar posesión de su casa.

El escenario triunfal, descrito por el salmo en este tercer cuadro poético, ha sido utilizado por la liturgia cristiana de Oriente y Occidente para recordar tanto el victorioso descenso de Cristo a los infiernos, del que habla la primera carta de san Pedro (cf. 1P 3,19), como la gloriosa ascensión del Señor resucitado al cielo (cf. Ac 1,9-10). El mismo salmo se sigue cantando, en coros que se alternan, en la liturgia bizantina la noche de Pascua, tal como lo utilizaba la liturgia romana al final de la procesión de Ramos, el segundo domingo de Pasión. La solemne liturgia de la apertura de la Puerta santa durante la inauguración del Año jubilar nos permitió revivir con intensa emoción interior los mismos sentimientos que experimentó el salmista al cruzar el umbral del antiguo templo de Sión.

6. El último título: "Señor de los ejércitos", no tiene, como podría parecer a primera vista, un carácter marcial, aunque no excluye una referencia a los ejércitos de Israel. Por el contrario, entraña un valor cósmico: el Señor, que está a punto de encontrarse con la humanidad dentro del espacio restringido del santuario de Sión, es el Creador, que tiene como ejército todas las estrellas del cielo, es decir, todas las criaturas del universo que le obedecen. En el libro del profeta Baruc se lee: "Brillan las estrellas en su puesto de guardia, llenas de alegría; las llama él y dicen: "Aquí estamos". Y brillan alegres para su Hacedor" (Ba 3,34-35). El Dios infinito, todopoderoso y eterno, se adapta a la criatura humana, se le acerca para encontrarse con ella, escucharla y entrar en comunión con ella. Y la liturgia es la expresión de este encuentro en la fe, en el diálogo y en el amor.

Saludos

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, en especial al grupo de sacerdotes de Guadalajara y a los grupos venidos de España, México y otros países latinoamericanos. Os animo a hacer de los salmos un instrumento para la oración, personal y comunitaria, pues en ellos hallamos inspiración para encontrar al Señor en la fe, en el diálogo y en el amor.

(A los peregrinos de la República Checa)
43 En el mes de junio, en las iglesias de Bohemia y Moravia muchas veces se canta: "Sí, al Corazón de Jesús prometemos fidelidad". Permaneced fieles a su amor y vuestra alegría será plena.

(A los peregrinos de Nitra y Bratislava, Eslovaquia)
En este mes tienen lugar en Eslovaquia las ordenaciones sacerdotales. Doy gracias al Señor de la mies por este don de los ciento diez nuevos sacerdotes y oremos para que sean sacerdotes según el Corazón de Jesús.

(A los peregrinos de Croacia)
Os exhorto a permanecer constantes en la doctrina apostólica y en la comunión, a fin de que, reunidos en torno a vuestros obispos, seáis siempre un solo corazón y una sola alma para poder promover con empeño en todos los niveles de la sociedad los valores evangélicos y construir juntos un futuro mejor.

(A un grupo de refugiados)
En esta jornada, declarada por las Naciones Unidas Jornada mundial del refugiado, vuestra presencia nos recuerda los cincuenta millones de refugiados y prófugos concentrados en algunas de las regiones más pobres del mundo. Deseo vivamente que los responsables de las naciones busquen solícitamente soluciones eficaces para los problemas que se hallan en la base de tan grandes sufrimientos, garantizando la ayuda necesaria para que las personas exiliadas tengan condiciones de vida dignas de seres humanos.

(En italiano)
Mi saludo va también, como de costumbre, a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados.
Sigue todavía vivo el eco de la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, que hemos celebrado recientemente. Queridos jóvenes, hallad siempre en la Eucaristía el alimento de vuestra vida espiritual y dejaos modelar por Cristo, para ser sus heraldos de esperanza en el mundo.

Vosotros, queridos enfermos, ofreced vuestro sufrimiento al Señor, para que siga extendiendo su amor en el corazón de los hombres gracias a vuestra misteriosa cooperación en sus sufrimientos salvíficos.

44 Y vosotros, queridos recién casados, en el camino que habéis emprendido acercaos a la Eucaristía con una fe cada vez más viva y renovada, a fin de que alimentados de Cristo seáis familias animadas por intensa vida espiritual y concreto testimonio cristiano.

  El sábado próximo, si Dios quiere, iré a Ucrania, a Kiev y a Lvov, cumpliendo un deseo que desde hace tiempo llevo en el corazón. Agradezco al Señor la oportunidad que me brinda de recorrer las huellas de los misioneros que, al final del primer milenio de la era cristiana, enviados por las Iglesias de Oriente y de Occidente, anunciaron el Evangelio en aquella parte de Europa.
Desde entonces la historia de aquellos pueblos resulta incompleta sin la referencia al cristianismo.
Me dispongo a ir a Ucrania con gran esperanza. Mi finalidad es confirmar en la fe a nuestros hermanos de la comunidad católica, y también promover el compromiso ecuménico, para cumplir el anhelo de Cristo: "Que todos sean uno" (
Jn 17,21).

Os invito a acompañarme con la oración en esta visita pastoral, que encomiendo a la Virgen Santísima, tan venerada en Ucrania. Que ella guíe mis pasos y obtenga para el pueblo ucranio una nueva primavera de fe y progreso civil.





                                                                                     Julio de 2001


Audiencias 2001 33