Discursos 2001 216


ENCUENTRO CON EL CONSEJO PANUCRANIANO DE LAS IGLESIAS

Y ORGANIZACIONES RELIGIOSAS


Domingo 24 de junio de 2001

Ilustres representantes del Consejo panucraniano de las Iglesias
y las organizaciones religiosas:

1. Estoy profundamente agradecido a quienes han hecho posible este encuentro, en el que se me brinda la oportunidad de conocer más de cerca, durante mi visita, a cada uno de vosotros, representantes de las diversas Iglesias y organizaciones religiosas presentes en Ucrania. Os dirijo a todos mi cordial y deferente saludo. Os expreso de corazón mi aprecio por el servicio que vuestro Consejo panucraniano presta a la salvaguardia y a la promoción de los valores espirituales y religiosos, indispensables para la construcción de una sociedad auténticamente libre y democrática. Vuestro benemérito organismo contribuye en gran medida a crear las condiciones para un entendimiento cada vez mayor entre los miembros de las diversas Iglesias y organizaciones religiosas, en el respeto recíproco y en la búsqueda constante de un diálogo sincero y fecundo. No puedo menos de mencionar vuestro laudable esfuerzo en favor de la paz entre los hombres y entre los pueblos.

2. Vuestra existencia y vuestro trabajo diario testimonian de manera concreta que el factor religioso es parte esencial de la identidad personal de cada hombre, cualquiera que sea la raza, el pueblo o la cultura a que pertenezca. La religión, cuando se practica con corazón humilde y sincero, da una aportación específica e insustituible a la promoción de una sociedad justa y fraterna.

217 Un Estado que quiera ser realmente democrático no puede prescindir del respeto pleno a la libertad religiosa de sus ciudadanos. No existe democracia verdadera donde se pisotea una de las libertades fundamentales de la persona. También Ucrania experimentó, en el largo y doloroso período de las dictaduras, los efectos devastadores de la opresión atea que mortifica al hombre y lo somete a un régimen de esclavitud. Afrontáis ahora el urgente desafío de la reconstrucción social y moral de la nación. Con vuestra actividad estáis llamados a dar una contribución esencial a esta obra de renovación social, demostrando que sólo en un clima de respeto de la libertad religiosa es posible construir una sociedad plenamente humana.

3. Os saludo en primer lugar a vosotros, queridos hermanos unidos por la fe común en Cristo muerto y resucitado. La violenta persecución comunista no logró extirpar del alma del pueblo ucraniano el anhelo por Cristo y su Evangelio, porque esta fe formaba parte de su historia y de su misma vida. En efecto, cuando se habla de libertad religiosa en vuestra tierra, el pensamiento va espontáneamente a los gloriosos comienzos del cristianismo, que desde hace más de mil años marca su identidad cultural y social. Con el bautismo del príncipe Vladimiro y del pueblo de la Rus', en el año 988, empezó en las orillas del Dniéper la presencia de la fe y de la vida cristiana.
Desde aquí el Evangelio se difundió entre los diversos pueblos situados en la parte oriental del continente europeo. Quise recordarlo en la carta apostólica Euntes in mundum, con ocasión del milenio del bautismo de la Rus' de Kiev, subrayando cómo con aquel acontecimiento comenzó una vasta irradiación misionera: "hacia Occidente hasta los montes Cárpatos, desde las orillas meridionales del Dniéper hasta Novgorod, y desde las riberas septentrionales del Volga (...) hasta las orillas del océano Pacífico y aún más allá" (n. 4: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 27 de marzo de 1988, p. 20; cf. también el mensaje Magnum baptismi donum, 1).
En una época en la que aún reinaba la comunión plena entre Roma y Constantinopla, san Vladimiro, precedido por el ejemplo de la princesa Olga, se prodigó por la salvaguardia de la identidad espiritual del pueblo, favoreciendo al mismo tiempo la introducción de la Rus' en el conjunto de las demás Iglesias. El proceso de inculturación de la fe, que ha marcado la historia de esos pueblos hasta hoy, se ha desarrollado gracias a la infatigable labor de los misioneros provenientes de Constantinopla.

4. Ucrania, tierra bendecida por Dios, el cristianismo constituye parte imprescindible de tu identidad civil, cultural y religiosa. Has cumplido y sigues cumpliendo una importante misión dentro de la gran familia de los pueblos eslavos y del Oriente europeo. Extrae de las raíces cristianas comunes la savia vital, de modo que siga vivificando en el tercer milenio los sarmientos de tus comunidades eclesiales.

Cristianos de Ucrania, Dios os ayude a mirar juntos los nobles orígenes de vuestra nación y a redescubrir juntos las firmes razones de un respetuoso y audaz camino ecuménico, camino de acercamiento y comprensión recíproca, gracias a la buena voluntad de cada uno. Ojalá que llegue pronto el día en que se recupere la comunión de todos los discípulos de Cristo, la comunión que el Señor invocó ardientemente antes de su vuelta al Padre (cf. Jn
Jn 17,20-21).

5. Os dirijo ahora mi saludo a vosotros, representantes de las otras religiones y organizaciones religiosas, que trabajáis en Ucrania en estrecha colaboración con los cristianos. Este es un rasgo típico de vuestra tierra que, por su particular ubicación y conformación, constituye un puente natural no sólo entre Oriente y Occidente, sino también entre los pueblos que se encuentran aquí desde hace muchos siglos. Son pueblos diversos por origen histórico, tradición cultural y credo religioso. Quisiera recordar la consistente presencia de los judíos, que forman una comunidad firmemente arraigada en la sociedad y en la cultura ucraniana. También ellos han sufrido injusticias y persecuciones por permanecer fieles a la religión de sus padres. ¿Quién podrá olvidar el enorme tributo de sangre que pagaron al fanatismo de una ideología que propugnaba la superioridad de una raza respecto de las otras? Precisamente aquí, en Kiev, en la localidad de Babyn Jar, durante la ocupación nazi fueron asesinadas en pocos días muchísimas personas, entre ellas cien mil judíos. Fue uno de los crímenes más atroces entre los muchos que, por desgracia, debió registrar la historia del siglo pasado.

Ojalá que el recuerdo de ese episodio de furia homicida sea una saludable advertencia para todos. ¡De qué atrocidades es capaz el hombre cuando se engaña creyendo que puede prescindir de Dios! La voluntad de contraponerse a él y de combatir toda expresión religiosa se manifestó prepotentemente también en el totalitarismo ateo y comunista. Lo atestiguan en esta ciudad los monumentos que conmemoran a las víctimas del Holodomor, a las personas asesinadas en Bykivnia y a los muertos en la guerra de Afganistán, por citar sólo algunos. Quiera Dios que el recuerdo de esas experiencias tan dolorosas ayude a la humanidad actual, de modo especial a las generaciones jóvenes, a rechazar cualquier forma de violencia y a respetar cada vez más la dignidad humana, salvaguardando los derechos fundamentales inherentes a ella, particularmente el derecho a la libertad religiosa.

6. Juntamente con el recuerdo del genocidio de los judíos, quisiera aludir a los crímenes perpetrados por el poder político contra la comunidad musulmana presente en Ucrania. Pienso, en particular, en los tártaros deportados de Crimea a las Repúblicas asiáticas de la Unión Soviética, que ahora desean volver a su tierra de origen. A este propósito, quiero expresar mi deseo de que, mediante el diálogo abierto, paciente y leal, se encuentren soluciones adecuadas, salvaguardando siempre el clima de sincera tolerancia y de colaboración concreta con vistas al bien común.

En esta paciente obra de tutela del hombre y del verdadero bien social, los creyentes deben desempeñar un papel peculiar. Juntos pueden dar un claro testimonio de la prioridad del espíritu con respecto a las necesidades materiales, por lo demás legítimas. Juntos pueden testimoniar que una visión del mundo fundada en Dios garantiza también el valor inalienable del hombre. Si se quita a Dios del mundo, ya no queda en él nada de verdaderamente humano. Sin mirar al cielo, la criatura pierde el horizonte de su camino en la tierra. En la base de todo auténtico humanismo se encuentra siempre el reconocimiento humilde y confiado del primado de Dios.

7. ¡Queridos amigos! Permitidme que os salude así al término de este encuentro familiar. A todos vosotros, a vuestras Iglesias y organizaciones religiosas de Ucrania renuevo mi estima y mi afecto. Es grande vuestra misión en este histórico comienzo de milenio. Seguid buscando juntos sin cesar una creciente participación en los valores de la religiosidad en la libertad y de la tolerancia en la justicia. Esta es la aportación más significativa que podéis dar al progreso integral de la sociedad ucraniana.

218 El Obispo de Roma, que durante estos días se hace peregrino de esperanza en Kiev y en Lvov, abraza a los creyentes de cada ciudad y de cada aldea de la amada tierra ucraniana. Os asegura a vosotros y a todos su recuerdo en la oración, para que el Altísimo derrame sobre vosotros su gracia. Dios, Padre bondadoso y misericordioso, os bendiga a vosotros, aquí presentes, así como a vuestras Iglesias y organizaciones religiosas. Que bendiga y proteja al amado pueblo ucraniano, hoy y siempre.







MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


CON MOTIVO DE LA XXVI SESIÓN ESPECIAL


DE LA ASAMBLEA GENERAL DE LAS NACIONES


UNIDAS SOBRE VIH-SIDA




A su excelencia
Señor Kofi Annan
Secretario general de la Organización de las Naciones Unidas

La celebración en Nueva York, del 25 al 27 de junio, de una sesión especial de la Asamblea general de las Naciones Unidas para analizar en sus diversos aspectos el problema del VIH-sida es una iniciativa muy oportuna, y deseo expresarle a usted, así como a todas las delegaciones presentes, mis mejores votos, augurando que esos trabajos constituyan una etapa decisiva en la lucha contra la enfermedad.

La epidemia del VIH-sida representa sin duda una de las mayores catástrofes de nuestra época, particularmente para África. No se trata sólo de un problema de salud, ya que la infección tiene consecuencias dramáticas en la vida social, económica y política de los pueblos.

Aplaudo los esfuerzos que se están realizando a nivel nacional, regional e internacional para afrontar este desafío, gracias a la puesta en marcha de un programa de acción destinado a la prevención y al tratamiento de la enfermedad. El anuncio que habéis hecho de la próxima creación del Fondo mundial "sida y salud" es un motivo de esperanza para todos. Deseo de todo corazón que las primeras conclusiones positivas se concreten rápidamente en un apoyo efectivo.
La terrible difusión del sida tiene lugar en un universo social caracterizado por una seria crisis de valores. En este campo, como en los otros, la comunidad internacional no puede eludir su responsabilidad moral; al contrario, en la lucha contra la epidemia debe inspirarse en una visión constructiva de la dignidad del hombre y trabajar en favor de la juventud, ayudándola a crecer hacia una madurez afectiva responsable.

La Iglesia católica sigue afirmando, a través de su magisterio y su compromiso en favor de los enfermos de sida, el valor sagrado de la vida. Los esfuerzos que realiza, tanto en la prevención como en la asistencia a las personas afectadas, a menudo en colaboración con las instituciones de las Naciones Unidas, se sitúan en el marco del amor y del servicio a la vida de todos, desde la concepción hasta el fin natural.

Dos problemas me preocupan particularmente, y estoy seguro de que serán tratados con especial atención en los debates de la sesión especial.

La transmisión del VIH-sida de la madre al hijo es una cuestión sumamente dolorosa. Mientras que en los países desarrollados, gracias a terapias adecuadas, se ha logrado reducir notablemente el número de niños que nacen con el virus, en los países en vías de desarrollo, particularmente en África, son muy numerosos los que nacen infectados, y esto constituye un gran sufrimiento para las familias y la comunidad. Añadiendo a este cuadro sombrío el desamparo de los huérfanos de padres muertos a causa del sida, nos encontramos ante una situación que no puede dejar impasible a la comunidad internacional.

219 El segundo problema es el del acceso de los enfermos de sida a los cuidados médicos y, dentro de lo posible, a las terapias antirretrovirales. Sabemos que los precios de estos medicamentos son excesivos, a veces incluso exorbitantes, comparados con las posibilidades de los ciudadanos de los países más pobres. La cuestión abarca diversos aspectos económicos y jurídicos, entre los cuales algunas interpretaciones del derecho a la propiedad intelectual.

A este propósito, me parece oportuno recordar lo que subrayó el concilio Vaticano II y que mencioné en la encíclica Centesimus annus sobre el tema del destino universal de los bienes de la tierra: "La propiedad privada, por su misma naturaleza, tiene también una índole social, cuyo fundamento reside en el destino común de los bienes" (Gaudium et spes
GS 71 Centesimus annus CA 30). En virtud de esta hipoteca social, traducida en el derecho internacional, entre otras, por la afirmación del derecho de toda persona a la salud, pido a los países ricos que respondan con todos los medios disponibles a las necesidades de los enfermos de sida de los países pobres, a fin de que estos hombres y mujeres probados en el cuerpo y en el alma tengan acceso a los medicamentos que necesitan para curarse.

No puedo concluir este mensaje sin agradecer a los expertos e investigadores del mundo entero sus esfuerzos por encontrar terapias contra este terrible mal. También expreso mi gratitud a los profesionales de la salud y a los voluntarios por el amor y la competencia que demuestran en la asistencia humana, religiosa y médica a sus hermanos y hermanas.

Para todos los que están comprometidos en la lucha contra el VIH-sida, en primer lugar los enfermos y sus familias, así como para los participantes en la sesión especial, invoco las bendiciones de Dios todopoderoso.

Vaticano, 21 de junio de 2001







ENCUENTRO CON LOS JÓVENES


Lvov (explanada de Sykhiv)

Martes 26 de junio de 2001


1. "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna" (Jn 6,68).

Amadísimos jóvenes de Ucrania, el apóstol san Pedro pronunció estas palabras dirigiéndose a Jesús, que se había presentado a las multitudes como el pan bajado del cielo para dar la vida a los hombres (cf. Jn 6,58). Hoy tengo la alegría de repetirlas en medio de vosotros, más aún, de repetirlas en vuestro nombre y juntamente con vosotros.

Hoy Cristo os plantea a vosotros la pregunta que hizo entonces a los Apóstoles: "¿También vosotros queréis marcharos?". Y vosotros, jóvenes de Ucrania, ¿qué respondéis? Estoy seguro de que, junto conmigo, también vosotros hacéis vuestras las palabras de san Pedro: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna".

Al veros tan numerosos y entusiastas, mi pensamiento vuelve a la Jornada mundial de la juventud, que tuvo lugar en Roma en agosto del año pasado y en la que muchos de vosotros participasteis. Allí invité a los jóvenes de todo el mundo a abrir un gran "laboratorio de la fe", para buscar y profundizar los motivos para seguir a Cristo Salvador. Hoy vivimos un momento significativo del "laboratorio de la fe" aquí, en vuestra tierra, donde hace más de mil años llegó el anuncio del Evangelio.

220 Una vez más, al comienzo del tercer milenio, Cristo os repite a vosotros: "¿Quién decís que soy yo?" (Mt 16,15). Queridos jóvenes, el Papa ha venido a vosotros para animaros a responder: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dio vivo" (Mt 16,16); "Tú tienes palabras de vida eterna" (Jn 6,68).

2. Sí, amadísimos jóvenes, Cristo tiene "palabras de vida eterna". Sus palabras duran para siempre y, sobre todo, nos abren las puertas de la vida eterna. Cuando Dios habla, sus palabras dan la vida, llaman a la existencia, orientan el camino y confortan los corazones defraudados y extraviados, infundiéndoles nueva esperanza.

Al leer la Biblia, descubrimos ya desde su primera página que Dios nos habla. Nos habla dando vida a la creación: el cielo, la tierra, la luz, las aguas, los seres vivos, el hombre y la mujer, todo existe por su palabra. Su palabra da sentido a todas las cosas, sacándolas del caos. Por eso, la naturaleza es un inmenso libro, en el que podemos buscar, con asombro siempre nuevo, las huellas de la belleza divina.

Más aún que en la creación, Dios habla en la historia de la humanidad. Revela su presencia en los acontecimientos del mundo, entablando muchas veces un diálogo con los hombres creados a su imagen, a fin de establecer con cada uno una comunión de vida y de amor. La historia se transforma así en un camino de conocimiento recíproco entre el Creador y el ser humano, un diálogo que tiene como objetivo último llevarnos de la esclavitud del pecado a la libertad del amor.

3. Queridos jóvenes, la historia, vivida de este modo, se convierte en un camino que lleva a la libertad. ¿Queréis recorrer este camino? ¿Queréis participar también vosotros en esta aventura? El futuro de Ucrania y de la Iglesia en este país depende también de vuestra respuesta. No estáis solos en este camino. Formáis parte del gran pueblo de los creyentes que se remonta a un antiguo patriarca, Abraham.Él escuchó la llamada del Señor y se puso en camino; se convirtió en nuestro "padre en la fe", porque creyó y se fio del Señor que le prometía una tierra y una descendencia.

De su fe desciende el pueblo elegido que, bajo la guía de Moisés, afronta el éxodo de la esclavitud de Egipto hacia la libertad de la tierra prometida. En el centro del éxodo se sitúa la alianza del Sinaí, basada en las diez palabras de Dios: el "decálogo", los "diez mandamientos". Son "palabras de vida eterna", porque valen siempre y porque dan la vida a quien las cumple.

4. Queridos amigos, un día, un joven muy rico preguntó a Jesús: "Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir la vida eterna?" (Mt 19,16). Y Jesús le respondió: "Si quieres entrar en la vida, cumple los mandamientos" (Mt 19,17). Cristo no vino a abolir la primera alianza, sino a perfeccionarla. Los diez mandamientos tienen valor perenne, porque son la ley fundamental de la humanidad, escrita en la conciencia de toda persona. Son el primer paso hacia la libertad y la vida eterna, porque el hombre, cumpliéndolos, mantiene una correcta relación con Dios y con el prójimo. Los diez mandamientos "explicitan (...) la respuesta de amor que el hombre está llamado a dar a su Dios" (Catecismo de la Iglesia católica CEC 2083). Esta ley está escrita naturalmente en el corazón de todo ser humano, y debe ser acogida y cumplida fielmente. Debe llegar a ser la regla de nuestra existencia diaria.

En el mundo actual se producen profundos y rápidos cambios sociales, y muchos puntos de referencia moral vacilan, confundiendo a los hombres y, a veces, llevándolos a la desesperación. El Decálogo es como una brújula, que en un mar agitado evita perder el rumbo y permite llegar al puerto. Por eso, queridos jóvenes de Ucrania, hoy quisiera entregaros una vez más simbólicamente los mandamientos del Decálogo, para que sean vuestra "brújula", el sólido punto de apoyo para construir vuestro presente y vuestro futuro.

5. "Amarás al Señor tu Dios". Hay que dar a Dios el primer lugar en nuestra vida. Por eso los tres primeros mandamientos se refieren a nuestra relación con él. Él merece justamente ser amado con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas (cf. Dt Dt 6,5). Dios es único, y no hay que confundirlo con falsas divinidades. También a vosotros, queridos jóvenes, os dice: "Yo soy el Señor tu Dios, que quiere guiarte a la plenitud de la vida: no me sustituyas con otras cosas".

Hoy es fuerte el impulso a sustituir al verdadero Dios con falsos dioses e ideales falaces. Son ídolos los bienes materiales. Si los buscamos y utilizamos como medios e instrumentos para el bien, nos ayudan. Pero jamás deben ocupar el primer lugar en el corazón del hombre, mucho menos del joven, llamado a volar alto, hacia los ideales más hermosos y nobles.

El nombre de Dios es Padre, amor, fidelidad, misericordia. ¡Cómo no desear que todos lo conozcan y lo amen! Su día -el sábado, que para nosotros cristianos se ha convertido en el domingo, el día de la resurrección del Señor- es anticipación de la tierra prometida. ¡Cómo no santificarlo con la participación en la Eucaristía, encuentro festivo de la comunidad cristiana!

221 6. "Amarás a tu prójimo". Los otros siete mandamientos se refieren a las relaciones con el próximo. Nos indican el camino para establecer con los demás seres humanos relaciones basadas en el respeto y el amor, fundadas en la verdad y en la justicia.

Quien pone en práctica esta ley divina, muy a menudo va contra corriente. Jóvenes de Ucrania, Cristo os pide ir contra corriente. Os pide que seáis defensores de su ley y que la traduzcáis en comportamientos coherentes en la vida diaria. Esta ley antigua y siempre actual encuentra su cumplimiento perfecto en el Evangelio. El amor es lo que vivifica la existencia, y la observancia fiel de los diez mandamientos lleva a un amor verdadero, libre y profundo. Con esta ley divina bien arraigada en el corazón, no tengáis miedo: os realizaréis plenamente y contribuiréis a la construcción de un mundo más solidario y justo.

7. Queridos jóvenes, vuestro pueblo está viviendo una transición difícil y compleja del régimen totalitario, que lo oprimió durante tantos años, a una sociedad finalmente libre y democrática. Pero la libertad exige conciencias fuertes, responsables y maduras. La libertad es exigente y, en cierto sentido, cuesta más que la esclavitud.

Por eso, abrazándoos como un padre, os digo: elegid el camino estrecho, que el Señor os indica a través de sus mandamientos. Son palabras de verdad y vida. El camino que con frecuencia parece ancho y cómodo se muestra al final engañoso y falaz. No paséis de la esclavitud del régimen comunista a la del consumismo, otra forma de materialismo que, sin rechazar a Dios con palabras, lo niega en los hechos, excluyéndolo de la vida.

Sin Dios no podréis hacer nada bueno. En cambio, con su ayuda podréis afrontar todos los desafíos del momento actual. También lograréis hacer opciones arduas, contra corriente, como por ejemplo la de permanecer con confianza en vuestra patria, sin ceder a los espejismos de fortunas fáciles en el extranjero. Aquí os necesitan a vosotros, jóvenes dispuestos a dar vuestra contribución para mejorar las condiciones sociales, culturales, económicas y políticas del país. Aquí hacen falta vuestros valiosos talentos para el futuro de vuestra tierra, que tiene un pasado tan glorioso.

El futuro de Ucrania depende en gran parte de vosotros y de las responsabilidades que sepáis asumir. Dios bendecirá vuestros esfuerzos, si consagráis vuestra vida al servicio generoso de la familia y la sociedad, anteponiendo el bien común a los intereses privados. Ucrania necesita hombres y mujeres que se dediquen al servicio de la sociedad, teniendo como objetivo la promoción de los derechos y el bienestar de todos, comenzando por los más débiles y desheredados. Esta es la lógica del Evangelio, pero también es la lógica que hace crecer a la comunidad civil. En efecto, la verdadera civilización no se mide sólo por el progreso económico, sino, sobre todo, por el desarrollo humano, moral y espiritual de un pueblo.

8. Amadísimos jóvenes, doy gracias a Dios porque me ha concedido la alegría de encontrarme con vosotros. Antes de dejaros, quisiera añadir estas palabras: ¡amad a la Iglesia! Es vuestra familia y el edificio espiritual, del que estáis llamados a ser piedras vivas. Presenta aquí un rostro particularmente fascinante, por las diversas tradiciones que lo enriquecen. Con espíritu de fraternidad, caminad y creced unidos como hoy, para que las diferentes tradiciones no sean motivo de división, sino, por el contrario, estímulo al conocimiento y a la estima recíprocos.

Que os acompañe en este camino la Virgen María, tan venerada aquí, en tierra de Ucrania. Amadla y escuchadla. Ella os enseñará a entregaros con sinceridad y generosidad a Dios y a vuestros hermanos. Os impulsará a buscar en Cristo la plenitud de la vida y de la alegría. Así, seréis en la Iglesia la nueva generación de santos de vuestra tierra, fieles a Dios y al hombre, apóstoles del Evangelio, ante todo entre vuestros coetáneos.

Que vuestro alimento espiritual sea el Pan eucarístico, Cristo. Alimentándoos de él en la Eucaristía, permaneceréis siempre en su amor y daréis mucho fruto. Y si alguna vez el camino se os hace cuesta arriba, si el camino de la fidelidad al Evangelio os parece demasiado arduo, porque os exige sacrificios y opciones valientes, acordaos de nuestro encuentro. Así podréis revivir el entusiasmo de la profesión de fe que hoy hemos hecho juntos: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna". Repetidla y no temáis. Cristo será vuestra fuerza y vuestra alegría.

Gracias, queridos amigos. El Papa os ama y os considera los centinelas de una nueva aurora de esperanza. Alaba a Dios por vuestra generosidad, a la vez que ora con afecto por vosotros y de todo corazón os bendice.







MENSAJE DEL PAPA JUAN PABLO II


AL CARDENAL JAMES FRANCIS STAFFORD


CON OCASIÓN DE UN CONGRESO TEOLÓGICO-PASTORAL


SOBRE EL TEMA "LOS MOVIMIENTOS ECLESIALES


PARA LA NUEVA EVANGELIZACIÓN"




Al venerado hermano
Señor cardenal

JAMES FRANCIS STAFFORD

222 Presidente del Consejo pontificio para los laicos


1. He sabido con agrado que, por iniciativa del movimiento de los Focolares, se celebrará en Castelgandolfo, del 26 al 29 de junio, un congreso teológico-pastoral sobre el tema: Los movimientos eclesiales para la nueva evangelización. A usted, que competentemente acompaña y orienta el camino de los movimientos eclesiales en la comunión y en la misión de la Iglesia, le pido que transmita mi saludo cordial a la señorita Chiara Lubich, a sus colaboradoras y colaboradores, así como a los relatores del congreso y a todos los sacerdotes, diáconos permanentes y seminaristas estudiantes de teología que participen en él.

En la carta apostólica Novo millennio ineunte tracé las líneas del camino que la Iglesia, impulsada por la abundante efusión de gracia que se produjo durante el reciente gran jubileo, está llamada a recorrer en el alba del tercer milenio. La Iglesia debe "recomenzar desde Cristo", con la mirada fija en él y, sumergiéndose en su misterio, comprometerse a ser para todos escuela de comunión y de caridad efectiva. Así, sostenida por la fuerza del Espíritu Santo, a pesar de las debilidades humanas, la Iglesia podrá testimoniar el amor de Dios en todos los ambientes donde está en juego la vida del hombre y la construcción de la sociedad.

Esta misión implica a toda la comunidad cristiana; y los movimientos eclesiales constituyen un "don providencial" para este camino, como yo mismo recordé en el memorable encuentro del 30 de mayo de 1998 en la plaza de San Pedro. Precisamente por esto, en la citada carta apostólica subrayé el "deber de promover las diversas realidades de asociación, que tanto en sus modalidades más tradicionales como en las más nuevas de los movimientos eclesiales, siguen dando a la Iglesia una vitalidad que es don de Dios y constituyen una auténtica "primavera del Espíritu"" (n. 46).

2. En gran número de movimientos eclesiales, además de los fieles laicos, participan muchos sacerdotes, atraídos por el ímpetu carismático, pedagógico, comunitario y misionero que acompaña a las nuevas realidades eclesiales. Esta experiencia puede resultar muy útil, porque es "capaz de enriquecer la vida sacerdotal de cada uno y de animar el presbiterio con ricos dones espirituales" (Pastores dabo vobis
PDV 31). En la doctrina de la Iglesia católica es muy claro que los sacerdotes están llamados, ante todo, a vivir con plenitud la gracia del sacramento, que los configura a Cristo, Cabeza y Pastor, al servicio de toda la comunidad cristiana, en relación cordial y filial con el obispo y unidos fraternalmente al presbiterio diocesano. Pertenecen a la Iglesia particular y colaboran en su misión. Pero es verdad que "los carismas del Espíritu siempre crean afinidades, destinadas a dar a cada uno apoyo para su tarea objetiva en la Iglesia" (Discurso a los participantes en los ejercicios espirituales organizados por el movimiento Comunión y Liberación, n. 3: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 29 de septiembre de 1985, p. 11). Precisamente por esto los movimientos pueden ser útiles también a los sacerdotes.

Su eficacia positiva se manifiesta cuando los sacerdotes encuentran en los movimientos "la luz y el calor" que les ayudan a madurar en una vida cristiana fervorosa y, particularmente, en un auténtico sensus Ecclesiae, que los estimula a una fidelidad mayor a los legítimos pastores, haciéndolos atentos a la disciplina eclesiástica para cumplir con celo misionero las obligaciones propias de su ministerio. Los movimientos eclesiales son, asimismo, "fuente de ayuda y apoyo en el camino de formación hacia el sacerdocio", en particular para los que provienen de asociaciones específicas, teniendo en cuenta el respeto debido a la disciplina establecida en la Iglesia para los seminarios.

Por eso, es importante evitar que la participación del sacerdote, del diácono y del seminarista en los movimientos o asociaciones eclesiales lleve a una cerrazón, no sólo presuntuosa sino también restringida. Por el contrario, debe abrir su espíritu a la acogida, al respeto y a la valoración de otras modalidades de participación de los fieles en las realidades eclesiales, impulsándolos a ser cada vez más hombres de comunión, "pastores de todos" (cf. Pastores dabo vobis PDV 62).

3. Con estas premisas, la inserción en los movimientos eclesiales ofrecerá a los sacerdotes una posibilidad de enriquecimiento espiritual y pastoral. En efecto, al participar en ellos, los presbíteros pueden aprender a vivir mejor la Iglesia en la coesencialidad de los dones sacramentales, jerárquicos y carismáticos que son propios de ella, según la multiplicidad de los ministerios, estados de vida y funciones que la edifican. "Cautivados" y "atraídos" por el mismo carisma, partícipes en una misma historia e insertados en una misma asociación, sacerdotes y laicos comparten una interesante experiencia de fraternidad entre christifideles que se edifican recíprocamente, sin confundirse jamás.

Sin embargo, sería una gran pérdida si se tendiera a una "clericalización" de los movimientos. Igualmente, sería un daño si el testimonio y el ministerio de los sacerdotes se vieran de alguna forma ofuscados y asimilados progresivamente a un estado laical. Dentro de un movimiento, el sacerdote debe situarse, por encima de las funciones y de los cargos que en él está llamado a desempeñar, como una presencia singular de Cristo, Cabeza y Pastor, ministro de la palabra de Dios y de los sacramentos, educador en la fe y punto de enlace con el ministerio jerárquico. Más aún, precisamente de su aportación puede depender en gran medida el crecimiento de los movimientos en la "madurez eclesial" a la que aludí en el citado encuentro de Pentecostés de 1998.
Por tanto, animo a este dicasterio a seguir con atención el camino de los movimientos eclesiales, favoreciendo un intenso diálogo con ellos y acompañándolos con sabiduría pastoral, sin permitir que les falte, cuando sea preciso, el discernimiento, así como las aclaraciones y orientaciones oportunas.

Encomiendo a María, la Virgen fiel, el encuentro, y, a la vez que de buen grado aseguro un recuerdo en la oración por los que intervengan en él, envío a todos una especial bendición apostólica.

223 Vaticano, 21 de junio de 2001







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