Discursos 2001 239


A LOS MIEMBROS DE LA CONGREGACIÓN


MEQUITARISTA ARMENIA


EN EL III CENTENARIO DE SU FUNDACIÓN


Sábado 7 de julio de 2001



Queridos religiosos de la Congregación Mequitarista Armenia:

1. Me alegra particularmente acogeros hoy, con ocasión del tercer centenario de la fundación de vuestro instituto. Mi pensamiento va a la insigne figura del abad Mequitar, que destaca de modo totalmente original y, podría decir, profético en el marco del Oriente cristiano y de sus relaciones con la Iglesia de Roma. Lo sentimos espiritualmente presente en este encuentro. Ciertamente, habrá gozado en el cielo por la reciente unificación de las dos ramas de vuestra congregación, fruto del deseo de buscar juntos las raíces del carisma de vuestra vida monástica para servir, con espíritu renovado y concorde, al pueblo armenio en sus nuevas necesidades.

Con la vida de Mequitar de Sebaste la historia de la espiritualidad monástica armenia alcanza su cima. En un período de gran decadencia, debido también a precisas circunstancias sociopolíticas, Mequitar comprendió que en la santidad se hallaba el medio más alto y eficaz para devolver dignidad, vigor y compromiso moral y civil a su pueblo. Fue, ante todo, un buscador de Dios, como todo monje está llamado a ser. Quiso serlo en el marco preciso de la vida monástica armenia, reconociendo en ella un inagotable manantial de santidad y a la vez un ámbito singular de profundización cultural de los valores de la tradición, gracias a las célebres academias y a la institución del vardapet, el monje-doctor, encargado de difundir, con la predicación y el ejemplo, la doctrina cristiana.

2. Mequitar, en su juventud, emprendió una peregrinación que lo llevó a numerosos monasterios de Armenia. Sabía lo que buscaba, y cuando sus expectativas quedaban defraudadas, porque la propuesta cristiana, la modalidad de la vida común o la calidad del compromiso intelectual no le parecían a la altura de lo que consideraba las necesidades espirituales de su pueblo, se dirigía a otro lugar en busca de ulteriores enriquecimientos.

Durante esa peregrinación se encontró también con religiosos latinos; el conocimiento de su espiritualidad le proporcionó nuevos datos para su reflexión, pero sin disminuir su plena fidelidad a la auténtica tradición armenia. Ese contacto entre Oriente y Occidente no sólo constituyó un aspecto de su experiencia personal; también marcó a fondo la situación cultural e incluso la identidad profunda del pueblo armenio. Contribuyeron en gran medida a ello las circunstancias históricas, que llevaron a Mequitar a establecerse, juntamente con los monjes de la congregación que había fundado, en Venecia, puente natural de un Occidente que miraba a Oriente. Desde entonces, la isla de San Lázaro se convirtió en la "pequeña Armenia", aún hoy meta de peregrinaciones y lugar donde se desarrolla y se consolida la identidad nacional, produciendo abundantes frutos espirituales y culturales.

3. El elemento característico de la espiritualidad mequitarista es la búsqueda de la santidad a través de una intensa vida de oración y de un compromiso de profundización cultural no menos exigente, centrado sobre todo en las grandes fuentes patrísticas armenias. Mequitar quería evitar que el monje-doctor armenio llevara una vida errante, perdiendo el sentido profundo de su identidad.
Para ello estableció que los monjes vivieran la vida común en el monasterio, sujetándose a la obediencia. Los monasterios se convirtieron así en centros de formación espiritual y de profundización cultural, y ejercieron una extraordinaria influencia sobre aquella aristocracia intelectual que protagonizó, en gran parte, el renacimiento cultural, político y social del pueblo armenio en los períodos sucesivos.

A Mequitar y a sus monjes hay que reconocerles, en particular, el mérito de haber promovido y promover el pleno restablecimiento de la unidad entre la Iglesia de Occidente y las Iglesias de Oriente. La comunión con la Sede de Roma era para Mequitar un elemento imprescindible de la fe, entre otras razones porque en esta comunión veía la realización de una aspiración siempre presente en muchos armenios, algunos de ellos eclesiásticos de elevada dignidad. Estaba convencido de que la fe de la Iglesia armenia, por encima de las diversas terminologías teológicas y de las incomprensiones históricas, era plenamente ortodoxa, de modo que la comunión con Roma debía ser su lógico coronamiento. Por eso se atuvo siempre con fidelidad escrupulosa y ejemplar a la teología, a la liturgia y a la espiritualidad de los Padres armenios, preocupándose por transmitir íntegro su rico patrimonio a las generaciones sucesivas.

240 4. Queridos hijos de Mequitar, a vosotros corresponde recoger esta herencia y hacerla revivir. Venís de períodos difíciles, que sometieron a dura prueba a vuestra comunidad. Ahora es preciso secundar con clarividencia las señales de renacimiento que se vislumbran en los diferentes ámbitos de la comunidad eclesial.

El primer compromiso consiste en ahondar en el conocimiento de vuestro pueblo, para saber responder de modo adecuado a sus expectativas. No tengáis miedo de abriros a nuevos horizontes, examinando y actualizando antiguas presencias, si las urgencias de los tiempos lo exigen. A este propósito, al realizar algunas de vuestras actividades, podrá resultar oportuno recurrir a la colaboración de los fieles laicos, que verían así más valorada su aportación específica.

El centro de vuestra existencia diaria debe seguir siendo siempre la vida monástica: la búsqueda personal de Dios, el contacto amoroso con la sagrada Escritura, la referencia constante a los escritos de los Padres armenios y la celebración fiel, plena, amplia y completa de la oración de la Iglesia armenia han de ser las fuentes a las que tenéis que acudir a diario para fortaleceros. En este camino de redescubrimiento monástico común, será muy útil la colaboración con vuestros hermanos de la Iglesia armenia apostólica. Esto constituirá un ulterior ejemplo del "ecumenismo de frontera" que el monaquismo puede realizar si no se encierra en el aislamiento o en el integrismo, y sabe acoger, en nombre de la búsqueda común del rostro del Padre, al hermano que encuentra en el mismo camino.

5. Por vuestra historia y las intuiciones de vuestro fundador os encontráis en una situación privilegiada con vistas al diálogo ecuménico. Sois amados y estimados por todos vuestros hermanos armenios, que os miran con confianza y veneración. Estad a la altura de esta extraordinaria vocación. Poned a disposición de la Iglesia armenia católica los instrumentos de vuestro conocimiento y sed con ella levadura de apertura pastoral, con plena fidelidad al espíritu de vuestros padres. Con vuestra contribución se consolidará el diálogo entre los armenios apostólicos y los armenios católicos, también a la luz de nuevos y más audaces logros espirituales.

Redescubrid plenamente el compromiso de profundización del patrimonio teológico y, más ampliamente, de la riqueza cultural de vuestra nación, como fue voluntad explícita de vuestro fundador. Buscad instrumentos actualizados y competencias nuevas, para conservar y renovar el amor al estudio, que san Nersés de Lambrón consideraba signo del amor divino y que Mequitar quiso que fuera el carácter distintivo de su institución monástica. Estoy seguro de que esto es lo que vuestra patria, Armenia, y la Iglesia armenia apostólica esperan de vosotros con espíritu de colaboración y apertura ecuménica.

6. Recordad que la pobreza es característica imprescindible de la vida monástica. Vuestra riqueza ha de ser el Señor, a quien lleváis en el corazón. Considerad los tesoros artísticos e históricos que vuestro pueblo os ha confiado como verdaderas reliquias, en particular los manuscritos, que registran la historia viva de hombres y acontecimientos, conservando su recuerdo para las generaciones futuras. Que los hechos del pasado os enseñen a no confundir la prosperidad material con la profundidad de la vida espiritual: la prosperidad suscita a menudo anhelos idolátricos, que minan en su base la misma experiencia religiosa. Es una lección que no hay que olvidar. Educad a vuestros jóvenes en la sobriedad, la única que aligera el corazón y lo dispone a elevarse al cielo, para buscar a Dios. Tened clara conciencia de que sois custodios fieles y desinteresados de cuanto pertenece a la Iglesia y a la historia de vuestro pueblo.

Privilegiad, en particular, la formación de los jóvenes monjes, con una selección atenta, prudente y gradual, llevada a cabo, si es posible, al menos en sus primeras fases, en los mismos territorios de proveniencia de los jóvenes, para evitar la dispersión y las falsas ilusiones. Educadlos a fondo en la libertad, para crear personas responsables. Preparad a vuestros jóvenes para que desempeñen gradualmente tareas acordes con la formación recibida, de modo que lleguen a ser guías autorizados del pueblo de Dios.

7. Amadísimos monjes, estos trescientos años de historia de vuestra congregación son una riqueza para la Iglesia universal, que os ama, os estima y no dejará de prodigarse por vuestro crecimiento espiritual y moral, reconociendo en vosotros a los hijos del venerado abad Mequitar, al que admira y por quien siente gratitud.

Os encomiendo a la intercesión materna de la Virgen santísima, que estuvo tan cerca de vuestro fundador. Que ella os asista y proteja, obteniéndoos del Señor toda gracia y consolación celestial.
Con estos deseos, os bendigo a todos de corazón.





MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A LOS PARTICIPANTES EN LA CUMBRE DEL G-8



En el momento en que, como responsables de las ocho naciones más desarrolladas del mundo, se disponen a reflexionar sobre los problemas más importantes de la vida internacional, deseo expresarles mi cercanía humana y espiritual. Al mismo tiempo, formulo el deseo de que durante estos intensos días de trabajo ninguna persona y ninguna nación queden excluidas de sus preocupaciones. Estoy seguro de que, sin dejarse abrumar por el peso de los diversos asuntos, se comprometerán a promover una cultura de la solidaridad que permita soluciones concretas a los problemas que más preocupan a nuestros hermanos en la vida y en las relaciones con los demás: la paz, la pobreza, la salud y el ambiente. Deseándoles de corazón que su encuentro tenga pleno éxito, invoco sobre ustedes la bendición de Dios todopoderoso

241 El Vaticano, 19 de julio de 2001.


IOANNES PAULUS PP. II




AUDIENCIA DEL PAPA JUAN PABLO II


AL PRESIDENTE DE ESTADOS UNIDOS, GEORGE W. BUSH



Castelgandolfo, lunes 23 de julio de 2001



Señor presidente:

1. Me alegra darle la bienvenida durante su primera visita desde que asumió el cargo de presidente de Estados Unidos. Saludo afectuosamente a su distinguida esposa y a los miembros de su séquito. Expreso de corazón mis mejores deseos de que su presidencia fortalezca a su país en su compromiso en favor de los principios que desde el inicio han inspirado la democracia americana y han sostenido a la nación en su notable crecimiento. Esos principios son más válidos que nunca al afrontar los desafíos del nuevo siglo que se abre ante nosotros.

A los fundadores de su nación, conscientes de los inmensos recursos naturales y humanos con que el Creador ha bendecido su tierra, los guió un profundo sentido de responsabilidad por el bien común, que debe buscarse respetando la dignidad dada por Dios y los derechos inalienables de todos. Estados Unidos, al construir una sociedad libre, equitativa y justa de acuerdo con la ley, sigue midiéndose según la nobleza de los ideales de su fundación. En el siglo que acaba de terminar, esos mismos ideales impulsaron al pueblo americano a resistir a dos sistemas totalitarios basados en una visión atea del hombre y de la sociedad.

2. Al inicio de este nuevo siglo, que también marca el comienzo del tercer milenio cristiano, el mundo sigue mirando a Estados Unidos con esperanza. Sin embargo, lo hace con una profunda conciencia de la crisis de valores que se vive en la sociedad occidental, cada vez más insegura ante las decisiones éticas indispensables para el camino futuro de la humanidad.

En los últimos días la atención del mundo se ha centrado en el proceso de globalización, que se aceleró notablemente durante el decenio pasado, y sobre el que usted y los demás jefes de los países industrializados han discutido en Génova. Aun apreciando las oportunidades que ese proceso ofrece para el crecimiento económico y la prosperidad material, la Iglesia no puede menos de expresar su profunda preocupación por el hecho de que nuestro mundo sigue dividido, ya no por los bloques políticos y militares del pasado, sino por una dramática brecha entre los que pueden beneficiarse de esas oportunidades y los que al parecer están excluidos de ellas. La revolución de libertad de la que hablé en las Naciones Unidas en 1995 se ha de completar ahora con una revolución de oportunidades, en la que todos los pueblos del mundo contribuyan activamente a la prosperidad económica y compartan sus frutos. Esto requiere un liderazgo por parte de aquellas naciones cuyas tradiciones religiosas y culturales deberían hacer que estén más atentas a la dimensión moral de las cuestiones implicadas.

3. El respeto a la dignidad humana y la convicción de que todos los miembros de la familia humana poseen igual dignidad exigen políticas encaminadas a permitir que todos los pueblos tengan acceso a los medios indispensables para mejorar su vida, incluidos los medios tecnológicos y la capacitación necesarios para su desarrollo. Los jefes de las naciones desarrolladas no pueden descuidar estas prioridades: el respeto de la naturaleza por parte de todos, una política de apertura a los inmigrantes, la cancelación o una reducción significativa de la deuda de los países más pobres, la promoción de la paz mediante el diálogo y la negociación, y el primado del derecho. Un mundo global es esencialmente un mundo de solidaridad. Desde este punto de vista, Estados Unidos, teniendo en cuenta sus numerosos recursos, sus tradiciones culturales y sus valores religiosos, tiene una responsabilidad especial.

Una de las expresiones más elevadas del respeto a la dignidad humana es la libertad religiosa. Este es el primer derecho que enuncia la Declaración de derechos de vuestra nación, y es significativo que la promoción de la libertad religiosa siga siendo un objetivo importante de la política norteamericana en la comunidad internacional. Me complace expresar el aprecio de toda la Iglesia católica por el compromiso de Estados Unidos a este respecto.

4. Otra área en donde las opciones políticas y morales tienen consecuencias muy graves para el futuro de la civilización concierne al más fundamental de los derechos humanos: el derecho a la vida. La experiencia ya está mostrando que un trágico embotamiento de las conciencias acompaña el ataque a la vida humana inocente en el seno materno, llevando a la acomodación y a la aquiescencia frente a otros males relacionados con ella como la eutanasia, el infanticidio y, más recientemente, las propuestas de crear, con vistas a la investigación, embriones humanos destinados a la destrucción durante ese proceso. Una sociedad libre y virtuosa, como aspira a ser Estados Unidos, debe rechazar las prácticas que desvalorizan y violan la vida humana en cada una de sus etapas, desde la concepción hasta la muerte natural. Al defender el derecho a la vida, con la ley y con una vibrante cultura de la vida, Estados Unidos puede mostrar al mundo el camino hacia un futuro verdaderamente humano, en el que el hombre sea el dueño, y no el producto, de su tecnología.

Señor presidente, le aseguro un recuerdo en mis oraciones al desempeñar las tareas del alto cargo que le ha confiado el pueblo norteamericano. Confío en que, bajo su guía, su nación siga utilizando su herencia y sus recursos para ayudar a construir un mundo en el que cada miembro de la familia humana pueda prosperar y vivir de un modo acorde a su dignidad innata. Con estos sentimientos, invoco cordialmente sobre usted y sobre el amado pueblo norteamericano las bendiciones de Dios de sabiduría, fortaleza y paz.

PALABRAS DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II

AL FINAL DE UN CONCIERTO OFRECIDO

POR LA "ACADEMIA MUSICAE PRO MUNDO UNO"


242
Castelgandolfo, domingo 29 de julio de 2001


Al escuchar esta hermosa ejecución han brotado en mi corazón sentimientos de agradecimiento al Señor y a cuantos han querido ofrecerme este grato don. Saludo, en particular, al maestro Giuseppe Juhar, presidente de la Academia musicae pro mundo uno, a quien agradezco las amables palabras que me ha dirigido y la fiel solicitud con que, desde hace varios años, propone estas veladas musicales, ocasión de gozo espiritual siempre nuevo. También doy las gracias a su gentil esposa y a cuantos han colaborado en la organización de esta manifestación artístico-musical.
Con profunda gratitud me congratulo asimismo con el maestro Justus Frantz, con los jóvenes músicos de la orquesta Filarmónica de las naciones y, en particular, con el pianista Christopher Tainton.

Las melodías de Tchaikovski, interpretadas con gran pericia, nos hablan de una Europa "sinfónica", donde las diferentes tradiciones pueden encontrarse y armonizarse significativamente. También el arte puede ser un medio muy valioso para impulsar el conocimiento, el entendimiento y la cooperación solidaria entre los pueblos. Sé que este es precisamente el espíritu que anima a vuestra orquesta, formada por talentos de diversas partes del mundo. Con los conciertos y otras iniciativas queréis contribuir a la causa de la paz y de la unidad entre los hombres y entre las naciones. Espero que permanezcáis fieles a vuestro ideal, sobre todo cuando vuestras responsabilidades sean más exigentes y vuestro compromiso sea puesto a prueba.

Sed siempre artífices de amistad y fraternidad. Sed siempre pro mundo uno.

Al invocar sobre vosotros la constante protección de la Virgen santísima, os imparto a todos de corazón la bendición apostólica.
: Agosto de 2001

PALABRAS DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

AL INICIO DE LA MISA EN LA FIESTA

DE LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR


Lunes 6 de agosto de 2001



Amadísimos hermanos y hermanas:

La solemnidad de la Transfiguración, que celebramos hoy, cobra para nosotros, en Castelgandolfo, un carácter íntimo y familiar desde que, hace veintitrés años, mi inolvidable predecesor el siervo de Dios Pablo VI concluyó precisamente aquí, en este palacio apostólico, su existencia terrena. Mientras la liturgia invitaba a contemplar a Cristo transfigurado, él terminaba su camino en la tierra y entraba en la eternidad, donde el rostro santo de Dios brilla en todo su esplendor. Por tanto, este día está vinculado a su memoria, envuelta por el singular misterio de luz que irradia esta solemnidad.

Ese venerado Pontífice solía subrayar también el aspecto "eclesial" del misterio de la Transfiguración. Aprovechaba cualquier ocasión para poner de relieve que la Iglesia, cuerpo de Cristo, participa por gracia en el mismo misterio de su Cabeza. "Yo quisiera -exhortaba a los fieles- que fueseis capaces de entrever en la Iglesia la luz que lleva dentro, de descubrir a la Iglesia transfigurada, de comprender todo lo que el Concilio ha expuesto tan claramente en sus documentos". "La Iglesia -añadía- encierra una realidad misteriosa, un misterio profundo, inmenso, divino. (...) La Iglesia es el sacramento, el signo sensible de una realidad escondida, que es la presencia de Dios entre nosotros" (Homilía durante la misa celebrada en la parroquia de San Pedro Damián, 27 de febrero de 1972: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 5 de marzo de 1972, p. 4).

243 Estas palabras muestran su extraordinario amor a la Iglesia. Esa fue la gran pasión de toda su vida. Que Dios nos conceda a todos y cada uno servir fielmente, como él, a la Iglesia, llamada hoy a una nueva y audaz evangelización.

Eso es lo que pediremos al Señor durante esta santa eucaristía por intercesión de María, Madre de la Iglesia y Estrella de la nueva evangelización.

MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

AL RECTOR GENERAL DE LA ORDEN DE LA MADRE DE DIOS



Al reverendísimo padre

VINCENZO MOLINARO

Rector general de la Orden de la Madre de Dios

1. La feliz conmemoración del IV centenario de la encomienda de la iglesia de Santa María in Pórtico, así como del venerado icono de la santísima Virgen María Romanae Portus Securitatis, Puerto de la Seguridad Romana, al fundador san Juan Leonardi, por obra de mi predecesor Clemente VIII, con el breve Apud sanctum Marcum del 14 de agosto de 1601, constituye para su Orden un motivo de especial memoria y júbilo. En esta circunstancia me alegra dirigirle a usted, reverendísimo padre, así como a la entera familia religiosa de los Clérigos Regulares de la Madre de Dios, mi saludo y mis mejores deseos, uniéndome espiritualmente a la común acción de gracias al Señor por los innumerables dones celestiales recibidos a partir de aquel memorable acontecimiento.

Durante mucho tiempo había esperado ese evento vuestra familia naciente, cuyos miembros "hicieron voto a la santísima Virgen de ayunar en las vísperas de sus fiestas de precepto, durante un año, tal como hicieron" (C. Franciotti, Crónicas de la Congregación de los Clérigos Regulares de la Madre de Dios fundada en Luca en el año 1574, en: Archivo de los Clérigos Regulares de la Madre de Dios, Roma, Ms. Armario A, parte 3, marzo 33, p. 474). Aquel momento fue importante, porque insertó la nueva Orden en el corazón de la catolicidad y la abrió a perspectivas universales.

2. El documento que sancionaba la presencia de los Clérigos Regulares de la Madre de Dios en Roma llegó en un momento particularmente positivo para ellos. Del 30 de noviembre de 1597 al 9 de abril del año sucesivo se realizó la visita apostólica a la Orden dispuesta por Clemente VIII. Los documentos de aquel tiempo aluden "al fruto que (...) ha obtenido nuestra Congregación" (G. B. Cioni, Carta del 18 de abril de 1598, copia n. 36, en: Archivo de los Clérigos Regulares de la Madre de Dios, Roma) de dicha visita, la cual, colmando los deseos del Papa Clemente VIII, dio unidad y claridad a la orientación carismática de la pequeña comunidad, confirmó aún más la confianza en el fundador y proporcionó a la Congregación un impulso apostólico más clarividente.
Con respecto a esos resultados, no fue secundario el deseo de salir de Luca hacia campos de apostolado más vastos y adecuados a las exigencias de aquellos tiempos.

En ese marco sus hijos espirituales pedían al fundador cada vez con más insistencia que, en la primera ocasión, asumiera algún otro compromiso en una iglesia romana. Se hicieron algunas tentativas que, aunque no tuvieron éxito, lograron que importantes personajes de la Curia notaran el deseo y, sobre todo, los méritos del padre Juan Leonardi. Entre ellos se interesó particularmente de la petición el cardenal Benedetto Giustiniani, que apreciaba al santo y habló del caso a algunos altos prelados, obteniendo la inmediata disponibilidad del cardenal Bartolomeo Cesi, sobrino del Papa Inocencio IX y titular de la iglesia de Santa María in Pórtico y de la de los Cuatro Santos Coronados.

La toma de posesión de la iglesia parroquial de Santa María in Pórtico tuvo lugar el 19 de agosto de 1601, pero la noticia de la encomienda del templo había llegado en la víspera de la fiesta de la Asunción, mientras la Orden se disponía a celebrar a su patrona celestial. El fundador la acogió con fe y entusiasmo, sobre todo porque vio en ella un signo de especial predilección de la Virgen, que lo conducía a él y a sus hijos desde la iglesita de Santa María de la Rosa, en Luca, donde había nacido la obra en 1574, hasta un santuario igualmente dedicado a ella a orillas del Tíber. Como escribió el fundador a sus religiosos, así los comprometía a "corresponder a un favor tan grande haciendo a la Esposa Virgen un don espiritual, prometiéndole corregir una de las mayores imperfecciones que tenéis y, también temporalmente, ayudándole en este principio de cosas comunes" (Juan Leonardi, Carta del 24 de agosto de 1601, en: V. Pascucci, Cartas de un fundador, p. 89).

3. Con la llegada de los Clérigos Regulares de la Orden de la Madre de Dios, comenzó para Santa María in Pórtico un tiempo de renacimiento material y espiritual, de tal manera que se puede considerar a san Juan Leonardi el tercer fundador del santuario, después de mis venerados predecesores Juan I y Gregorio VII.

244 En particular, la presencia del santo, que quiso elaborar ya en el año 1605 un breve compendio de la historia y de las tradiciones surgidas en torno al santuario, llegó a ser un punto significativo de referencia e incrementó la devoción mariana, poniendo los cimientos de lo que más tarde se convertiría en un centro de piedad, de estudios y de investigación mariológica.

No faltaron las dificultades. En efecto, las condiciones estructurales del templo y de los locales anexos eran precarias y se encontraban en tal estado de abandono, que parecían "chozas o cabañas de pastores". Las inundaciones del Tíber producían una humedad malsana e infecciones peligrosas, que en 1609 causaron la muerte de muchos religiosos, incluso la del fundador. Eso impulsó a la Orden, con ocasión de la Dieta reunida para elegir al sucesor de san Juan Leonardi, aun reafirmando la voluntad de permanecer en "aquella iglesia de tanta devoción", a exponer la difícil situación al Papa Pablo V, pidiéndole "otro local para albergar a los enfermos y poder alojarse alternativamente en tiempos de peligro" (A. Bernardini, Crónicas, parte III, p. 6).

Algunos años después, el Pontífice Alejandro VII, reconociendo que el sitio donde se hallaba ubicada la iglesia de Santa María in Pórtico estaba "demasiado alejado del comercio, se hallaba muy sórdido y en malas condiciones, y, en suma, era poco adecuado", quiso construir en uno de los lugares más hermosos y característicos de Roma el templo de Santa María in Campitelli, donde desde hace más de tres siglos su familia religiosa ha establecido la curia general.

En el año 1662 la imagen de la Virgen Romanae Portus Securitatis fue trasladada a la nueva iglesia, que, por esta razón, tomó el nombre de Santa María in Pórtico in Campitelli.

4. Doy gracias al Señor por el bien realizado a lo largo de estos cuatro siglos por los miembros de la Orden al servicio de ese santuario mariano y de la ciudad de Roma. Espero que las celebraciones del IV centenario de la encomienda de la iglesia de Santa María in Pórtico susciten en todos un renovado impulso de santidad y de servicio apostólico, con plena fidelidad al carisma del instituto y con un discernimiento constante y amoroso de los signos de los tiempos.

De buen grado me uno a los Clérigos Regulares de la Madre de Dios, que, dando gracias por la protección de María, "Puerto de la Seguridad Romana", desean vivir este acontecimiento como ocasión para recomenzar desde Cristo, poniendo toda programación en el horizonte de la búsqueda continua de la santidad, alto grado de la vida cristiana. En particular, los animo para que, guiados y protegidos por la Madre de Jesús, se esmeren por hacer de cada comunidad una escuela de comunión, de fraternidad y de servicio. Ojalá que sean un auténtico "puerto" para cuantos buscan la verdad, la paz interior y el amor divino.

Recordando la visita pastoral que realicé el 29 de abril de 1984, y siguiendo el ejemplo de muchos de mis venerados predecesores, encomiendo de nuevo a la protección celestial de María a toda la Orden de la Madre de Dios y a los devotos que frecuentan diariamente ese templo dedicado a ella.
Con estos sentimientos, espiritualmente presente en las celebraciones jubilares, imparto de corazón a todos la implorada bendición apostólica, prenda de fervor, de paz y de todo bien anhelado.

Castelgandolfo, 25 de julio de 2001

MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

A LOS JÓVENES REUNIDOS EN CZESTOCHOWA (POLONIA)

CON OCASIÓN DEL 10 ANIVERSARIO


DE LA VI JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD




Queridos jóvenes amigos:

Durante estos días os acompaño espiritualmente en vuestra peregrinación a Czestochowa, a Jasna Góra. Con devoción me arrodillo ante el icono de la Virgen Negra, junto a todos y cada uno de vosotros, y os encomiendo a su corazón materno.

245 Lo hago como hace diez años, cuando miles de jóvenes, procedentes de todo el mundo, del Oeste y, por primera vez, del Este, acudieron al santuario de Jasna Góra, durante la inolvidable VI Jornada mundial de la juventud, para confesar con una sola voz, desde lo más profundo de su corazón: María, Regina Mundi! Maria, Mater Ecclesiae! Tibi adsumus! ¡María, Reina del mundo! ¡María, Madre de la Iglesia! ¡Estamos cerca de ti, nos acordamos de ti, velamos! Esta triple profesión, que encierra, por decirlo así, el misterio del cristianismo y determina toda la realidad de la vida de fe, nos ha acompañado de modo especial durante estos días. Hoy debemos volver a ella.

"Yo soy" es el nombre de Dios. Desde los tiempos de Abraham Dios no deja de revelar este nombre, que constituye el fundamento de la Alianza antigua y de la nueva. Este nombre no sólo significa la existencia eterna de Dios, sino también su presencia llena de amor, presencia al lado del hombre, en medio de sus situaciones diarias. "Yo soy" se manifestó de manera definitiva en la cruz de Cristo. "El "Yo soy" divino de la Alianza, del Misterio pascual y de la Eucaristía". Por este motivo, hace diez años los jóvenes reunidos a los pies de la Virgen de Jasna Góra alzaron la cruz en el centro de la asamblea. Querían acordarse de este "Yo soy", que encierra en sí el "yo soy" de todo hombre. Es así, porque «el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios para poder existir y decir a su Creador "yo soy". En este "yo soy" humano se contiene toda la verdad de la existencia y de la conciencia. "Yo soy" ante ti, que "Eres"».

Permitidme que recuerde las palabras que dirigí a los jóvenes durante aquel encuentro, y que hoy parecen ser más actuales aún: "El mundo que os rodea, la civilización moderna, ha influido mucho para quitar ese "Yo soy" divino de la conciencia del hombre. Tiende a vivir como si Dios no existiera. Este es su programa. Pero, si Dios no existe, tú, hombre, ¿podrás existir de verdad?
Habéis venido aquí, queridos amigos, para recuperar y confirmar profundamente esa identidad humana: "yo soy", delante del "Yo soy" de Dios. Mirad la cruz en la que el "Yo soy" significa "Amor". ¡Mirad la cruz y no os olvidéis! Que el "estoy junto a ti" siga siendo la palabra clave de toda vuestra vida" (Discurso pronunciado en la vigilia de oración en Czestochowa, 14 de agosto de 1991, A, n. 4: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 16 de agosto de 1991, p. 2).

"Me acuerdo de ti. El hombre está delante de Dios, permanece en su presencia mediante la acción de recordar. De tal modo, conserva las palabras y las maravillas de Dios, meditándolas en su corazón como María de Nazaret" (ib., B, n. 2). Para mantenerse viva, esta memoria debe volver continuamente a las fuentes, a las palabras y a los acontecimientos, por medio de los cuales Dios reveló y realizó su designio de salvación. ¡No hay que olvidar la verdad sobre el amor de Dios al hombre escrita en las páginas de la Biblia! Lo sabían los jóvenes hace diez años y, por eso, volvieron de Jasna Góra con el libro de la sagrada Escritura. Tomad también vosotros, jóvenes del tercer milenio, este libro sagrado; estad siempre en contacto íntimo con el Evangelio, con la palabra del Dios vivo. Conoced cada vez más a Cristo, para conoceros mejor también a vosotros mismos y comprender cuál es vuestra vocación y vuestra dignidad.

"Velo". "Velad, y orad para que no caigáis en tentación" (
Mc 14,38). ¡Cuántas veces Cristo repitió esta exhortación! "¿Qué quiere decir "velo"? Quiere decir: me esfuerzo para ser un hombre de conciencia. No apago esta conciencia y no la deformo; llamo por su nombre al bien y al mal, no los confundo; hago crecer en mí el bien y trato de corregirme del mal, superándolo en mí mismo" (ib., C, n. 5). "Velo" quiere decir, además, veo a los demás; mis ojos y mi corazón son sensibles a sus necesidades materiales y espirituales, y con amor salgo a su encuentro.

Hace diez años, cuando los jóvenes procedentes de diversos países, ambientes y culturas, meditaron en lo que significaba la palabra "velo" en la realidad de un creyente y buscaron un modelo común de referencia, su intuición los llevó justamente hacia la Madre. En efecto, "velo" es la actitud de la madre. "Su vida y vocación se expresan en la acción de velar. Vela sobre el hombre desde los primeros instantes de su existencia" (ib., C, n. 2). Por esta razón, junto a la cruz y a la Biblia, los jóvenes pusieron otro símbolo elocuente: el icono de la Madre de Dios. Desearon que el icono de María representara, durante la Jornada mundial de la juventud, esa particular vela materna que acompañó la llegada al mundo del Hijo de Dios y su agonía en el Gólgota, así como el nacimiento de la Iglesia el día de Pentecostés. Desearon que la imagen de la Madre que vela se grabara profundamente en su memoria y en su corazón, y modelara su vida. También hoy, ante el icono de Jasna Góra, contemplad los ojos de María, leed en su profundidad la perfecta pureza del corazón y una paz de la conciencia no turbada, gracias a un amor siempre fiel. Ojalá que esa mirada permanezca en vuestra alma. Que os enseñe siempre lo que quiere decir "velo".

Con el recuerdo de la fiesta de los jóvenes en Czestochowa, que vivimos hace diez años con alegría y profunda oración, os transmito, queridos amigos, mi saludo cordial, invitándoos a los futuros encuentros de la gran comunidad internacional de los jóvenes testigos de Cristo. Creo que esos encuentros modelarán la vida personal de todos y cada uno de vosotros, y contribuirán también a que el mundo en el nuevo milenio sea más humano, sereno y pacífico.

Una vez más os encomiendo a la protección de la Virgen de Jasna Góra a vosotros, a vuestros padres, a vuestros pastores y a toda la juventud polaca. Os bendigo de corazón.

Castelgandolfo, 13 de agosto de 2001

Discursos 2001 239