Discursos 2001 32

32 Es notable también el compromiso social y educativo que ha llevado a la construcción de clínicas, poliambulatorios y escuelas para niños y jóvenes. Se ha prestado asistencia a los pobres, mediante la construcción de casas para los que carecen de hogar y la distribución de alimentos y ropa.

En este período de tiempo vuestra Iglesia ha recuperado su lugar en la vida de la nación. Durante los desórdenes y los enfrentamientos fratricidas de 1997 desempeñó un papel de pacificación; mediante la Cáritas nacional y otras organizaciones católicas no gubernamentales ha trabajado en favor de los refugiados de Kosovo; además, ha realizado significativas iniciativas, como "La campaña de la paz", promovida por los niños de la zona de Zadrina de Lezhë, y la "Aldea de la paz", construida en Shkodër por los religiosos de la Obra de Don Orione. No puedo olvidar tampoco el diálogo mantenido constantemente con las comunidades ortodoxas y musulmanas.

Además de esos motivos de satisfacción por el trabajo que ha realizado vuestra comunidad, me han complacido las iniciativas culturales que habéis organizado, como la conferencia internacional sobre el tema: "Cristianismo entre los albaneses", celebrada del 16 al 19 de noviembre de 1999, así como la participación de numerosas representaciones de vuestras Iglesias en las celebraciones jubilares en Roma.

4. ""He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (
Mt 28,20). Esta certeza (...) ha acompañado a la Iglesia durante dos milenios y se ha avivado ahora en nuestros corazones por la celebración del jubileo. De ella debemos sacar un renovado impulso en la vida cristiana, haciendo que sea, además, la fuerza inspiradora de nuestro camino. Conscientes de esta presencia del Resucitado entre nosotros, nos planteamos hoy la pregunta que dirigieron a san Pedro en Jerusalén, inmediatamente después de su discurso de Pentecostés: "¿Qué hemos de hacer?" (Ac 2,37)" (Novo millennio ineunte NM 29).

Estas palabras, que expresan la motivación profunda de todo proyecto pastoral después de la experiencia de gracia del jubileo, resultan muy actuales para vosotros, amadísimos pastores de la Iglesia que está en Albania. ¿No es la certeza de la presencia del Resucitado la que ha sostenido a vuestros mártires, ha alimentado la esperanza de los cristianos y ha dado a vuestras comunidades la fuerza para resurgir después de la tremenda experiencia del comunismo ateo? ¿No debe fundar esta certeza todos vuestros proyectos en la actualidad y en el futuro?

En esta nueva época destacan algunas prioridades, de las que depende la calidad del futuro de vuestras comunidades. En la misma carta apostólica Novo millennio ineunte escribí: "Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo" (n. 43).

Este compromiso debe encontrar en vuestra Conferencia episcopal una referencia autorizada y segura. Estoy convencido de que un estilo acogedor y respetuoso de todos los carismas os llevará a valorar la contribución de los misioneros y de las religiosas que, proviniendo de otras naciones, han elegido servir a Cristo y a los hermanos en vuestra tierra. Su presencia y su compromiso pastoral constituyen un don para vuestras comunidades. Trabajar juntos, con respeto recíproco, porque todos nos sentimos parte de una única Iglesia y al servicio de la única causa del Evangelio, es la actitud correcta para desarrollar eficazmente el programa de una inculturación cada vez más profunda del mensaje cristiano en Albania.

5. Se trata de una tarea que exige la aportación de cada uno; por eso es necesario que las parroquias se transformen en lugares privilegiados de escucha de la palabra de Dios, de formación y de experiencia cristiana.

También es de fundamental importancia la preparación del clero y el cuidado de la pastoral vocacional, porque el futuro de una Iglesia depende en gran parte de su capacidad de proporcionar a cuantos están llamados al sacerdocio ministerial y a la vida consagrada un bagaje espiritual, doctrinal y pastoral sólido y atento a los signos de los tiempos.

Venerados hermanos en el episcopado, prestad especial atención no sólo a la formación del clero, de los religiosos y de los agentes pastorales, sino también a los otros dos objetivos irrenunciables de la Iglesia del tercer milenio: la pastoral juvenil y la pastoral familiar. En efecto, es urgente preparar a las generaciones jóvenes para que construyan un futuro mejor en el país, venciendo la tentación de la emigración y el espejismo de conseguir un fácil éxito en el extranjero. Del mismo modo, es indispensable sostener moral y materialmente a las familias y combatir los graves males que, por desgracia, afligen también a vuestro país, como el aborto, la prostitución, la droga, el espíritu de venganza, la explotación de mujeres y la violencia. No os canséis de alzar con firmeza vuestra voz en defensa de la vida desde su concepción, y no os apartéis de vuestro compromiso de tutelar con valiente determinación la dignidad de toda persona humana.

6. Amadísimos hermanos en el episcopado, es vasto el campo de evangelización y promoción humana que se abre ante vuestros ojos. No os desalentéis ante los problemas, aunque sean grandes. ¿Cómo realizar una tarea tan ardua? ¿Cómo construir comunidades adultas, protagonistas de la nueva evangelización? Ante todo, manteniendo el corazón firme en Cristo: en él podéis hallar fuerza y luz. Su gracia os hará fuertes y pacientes, dispuestos a acoger los numerosos dones que él mismo derrama con abundancia en su Iglesia. También a vosotros, como a los profetas enviados a anunciar la Palabra en ambientes difíciles y hostiles, el Resucitado sigue repitiéndoos: "Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo. Permanezco con vosotros. ¡No tengáis miedo!". Con la fuerza de la cruz, vuestras Iglesias, pequeñas semillas en el inmenso campo de Dios, podrán llegar a ser árboles frondosos y ricos en frutos.

33 Os acompañe con su protección materna la Madre del Señor, que con su presencia y su oración estuvo junto a los Apóstoles en el cenáculo. Que ella dé fecundidad a todos vuestros proyectos apostólicos y prepare para el pueblo de Dios que se os ha confiado efusiones siempre nuevas del Espíritu.

Que en el compromiso diario de vuestro ministerio os conforte también la bendición apostólica, que os imparto de corazón a vosotros y a los fieles de la amada Albania, especialmente a los enfermos, a los jóvenes, a las familias y a cuantos sufren en el cuerpo y en el alma.






A LOS OBISPOS DE RUSIA EN VISITA "AD LIMINA"


Viernes 9 de febrero

. Venerados hermanos en el episcopado:

1. Con gran alegría os doy a cada uno un afectuoso saludo y mi más cordial bienvenida. Con esta visita se renuevan los estrechos vínculos de unidad y comunión que os unen a vosotros y a las comunidades que se os han confiado con el Sucesor de Pedro.

Agradezco a monseñor Tadeusz Kondrusiewicz las palabras que me ha dirigido en vuestro nombre. A través de vosotros quiero enviar mi afectuoso saludo a vuestras respectivas comunidades, asegurándoles mi constante benevolencia y mi recuerdo diario en la oración.

Este encuentro tiene lugar pocas semanas después de la clausura de la Puerta santa, mientras aún sigue vivo el recuerdo del gran jubileo, tiempo en el que ha descendido con abundancia la misericordia divina sobre la Iglesia y el mundo. Los frutos de ese extraordinario acontecimiento son perceptibles y constituyen un gran estímulo para intensificar los esfuerzos por el reino de Dios.

Vivificados por el espíritu del gran jubileo, también vosotros, amadísimos hermanos en el episcopado, reanudáis vuestro camino en medio de las pruebas del mundo y los consuelos de Dios, manteniendo firme el compromiso de una evangelización capilar y de una edificación constante del sensus Ecclesiae.Ojalá que en esta vasta acción pastoral podáis contar con la colaboración de los sacerdotes, las personas consagradas y los fieles laicos, así como con el prometedor grupo de jóvenes que se preparan para el ministerio presbiteral.

2. Son aún muy profundas las huellas que han dejado setenta años de ateísmo militante, pero no deben desanimaros en el ejercicio de vuestro ministerio. Que la certeza de que Cristo os ha llamado a anunciar el Evangelio en un tiempo difícil os impulse a una labor más intrépida de catequización de cuantos la Providencia os ha confiado. Conozco los esfuerzos que estáis realizando para hacer accesibles, traduciéndolos a vuestra lengua, los libros litúrgicos, las enseñanzas del Magisterio, el material catequístico y los manuales de oración. Deseo alentaros a proseguir por este camino, puesto que sobre la base de un conocimiento convencido y orante de los misterios de Dios se consolida una adhesión más profunda y generosa a la vida de gracia.

La vasta misión evangelizadora que estáis organizando exige en primer lugar que procuréis formar sacerdotes santos y celosos en su apostolado. A este propósito, ya estáis tratando de preparar formadores y profesores que, nacidos en Rusia, sepan comprender a fondo la mentalidad y la herencia del gran pueblo al que pertenecen y, al mismo tiempo, sean capaces de encontrar en el conocimiento de las Escrituras y de los antiguos Padres la valoración más plena y auténtica del genio de su cultura propia.

Es necesario, además, comprometer a los jóvenes en la tarea de la nueva evangelización, identificando las diversas vocaciones que Dios confía a cuantos han sido marcados con el carácter del bautismo. El fundamento imprescindible de todo es, obviamente, la oración confiada al Dueño de la mies, para que él envíe a su mies obreros según su corazón, santos y generosos.

34 3. La vocación nace de Dios, pero crece en una familia y se sostiene en una comunidad cristiana fervorosa y fiel. ¿Quién no conoce la desolación espiritual y moral que ha dejado como herencia el siglo que acaba de terminar? ¿Quién no está al corriente de las dificultades que las familias, especialmente las jóvenes, tienen que afrontar aún hoy? Sed para ellas un apoyo válido y alentador. Caminad a su lado, como sus guías seguros; ayudadles con la oración, abridles los tesoros de la misericordia divina y partid para ellas el pan de la verdad de Cristo. Vosotros, pastores diocesanos, estáis llamados a realizar esta vasta acción apostólica con la ayuda de los que Dios ha puesto a vuestro lado: sacerdotes, personas consagradas y colaboradores laicos. Cultivad entre vosotros un espíritu de entendimiento cordial y de apoyo recíproco, respetando el carisma de cada uno y armonizando los diferentes métodos de evangelización.

Aunque las dificultades de la vida diaria sean inevitables, podréis superarlas siempre con la ayuda del Señor, manteniendo el camino real del diálogo de la caridad. De este modo, ponéis vuestros dones individuales al servicio del bien de todo el Cuerpo de Cristo.

4. El diálogo respetuoso se convierte también en metodología paciente, gracias a la cual es posible relacionarse con los demás bautizados que viven en Rusia. Buscad lo que favorece la comprensión recíproca y, cuando sea posible, la colaboración: esta es una regla concreta del diálogo ecuménico que promovía el beato Juan XXIII, el cual solía repetir que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa. Por eso, no hay que desalentarse frente a las dificultades, y ni siquiera frente a los fracasos del camino ecuménico; más bien, sostenidos por la oración, hay que seguir avanzando con empeño en la construcción de la unidad plena entre los discípulos de Cristo. Con la confianza puesta en Dios, con caridad y constancia se puede contribuir a apresurar la realización del apremiante deseo del divino Maestro: "Que sean uno, (...) para que el mundo crea" (
Jn 17,21).

Venerados hermanos en el episcopado, el Obispo de Roma está cerca de vosotros y con gran afecto os anima a proseguir esta importante obra espiritual que Dios os ha confiado. Que vuestro signo distintivo sea la caridad, que es vínculo de perfección. Animados por esta virtud fundamental, sabréis encontrar, como ya estáis haciendo, formas de ayuda para los pobres y los necesitados que llaman a la puerta de vuestro corazón. Imitando al buen samaritano del evangelio, serviréis a Cristo mismo que se presenta ante vosotros en los vestidos desgarrados, en los rostros suplicantes y en el cuerpo llagado de los pobres y los abandonados. Esta es una obra inmediata y comprensible de evangelización.

Al mismo tiempo que os encomiendo a la protección de María, Madre de Dios, venerada con tierno afecto en todo el territorio en el que desempeñáis vuestra tarea apostólica, invoco sobre vosotros la abundancia de las gracias celestiales y os bendigo de todo corazón.






A LOS PASTORES DE LAS IGLESIAS DEL CÁUCASO


CON MOTIVO DE SU VISITA "AD LIMINA"


Viernes 9 de febrero de 2001



Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio:

1. Es para mí motivo de gran alegría daros mi cordial bienvenida durante vuestra visita ad limina, con la que queréis reafirmar los sentimientos de comunión que os unen al Sucesor de Pedro.
Agradezco a monseñor Nerses Der Nersessian las amables palabras que me ha dirigido, interpretando vuestros sentimientos comunes. Al saludaros, amados pastores, deseo expresar mi afecto sincero a los fieles de vuestras Iglesias. Los tengo a todos presentes en mi oración diaria.

Nuestro encuentro se realiza al comienzo de un nuevo milenio. La herencia dejada por el difícil siglo recién terminado obliga a la Iglesia en muchas regiones a afrontar problemas urgentes y complejos. En el campo de la evangelización y del cuidado pastoral del pueblo cristiano la primera tarea que os espera es seguramente la reconstrucción de vuestras respectivas comunidades, pequeña grey largamente maltratada y dispersa.

2. La experiencia que estáis realizando durante estos años os ha persuadido de que, con el anuncio del Evangelio, no sólo se puede renovar el entusiasmo de las comunidades eclesiales, sino también contribuir eficazmente a la construcción de una nueva sociedad basada en sólidos valores éticos y morales. En todas vuestras intervenciones mantened firme la confianza en Dios. En efecto, es él quien edifica la Iglesia y guía el camino de los pueblos según sus inescrutables designios de salvación.

35 Sed portadores convencidos de una cultura nueva que, predicando el respeto de todos a todos, se funde en los valores perennes del espíritu y reconozca el primado de Dios en la existencia. Con la fuerza de esta convicción, esmeraos por difundir la esperanza, estimulando con todos los medios posibles la cooperación de todos en el anuncio del Evangelio.

Es preciso, ante todo, que vuestra grey desarrolle una mentalidad renovada, inspirada en la civilización del amor, que afirme el respeto a todo ser humano. No tengáis miedo de alzar vuestra voz en defensa de toda causa justa, y ofreced explícitamente el don que habéis recibido, es decir, la fe en Cristo, que os ha elegido. Dad testimonio de su mensaje salvífico destinado a todas las naciones.

3. Para cumplir esta misión profética, vuestras comunidades deben tomar cada vez mayor conciencia de su vocación. En la carta apostólica Novo millennio ineunte, pensando en la barca de la Iglesia que debe adentrarse en el vasto océano que Dios le presenta al comienzo del nuevo milenio, invité a los pastores y a los fieles a "recomenzar desde Cristo", sostenidos por la esperanza y afrontando las nuevas tareas con gran confianza en el apoyo indefectible de la Providencia. Para esta vasta acción apostólica hay que aprovechar plenamente las energías de los sacerdotes, los consagrados y los laicos. Preocupaos, sobre todo, por su formación, para que, tomando del tesoro de la oración y del estudio, puedan compartir los problemas del hombre de hoy, ofreciendo a todos el alimento sustancioso de la palabra de Dios.

Prestad atención particular a los jóvenes, que son el futuro de la Iglesia y de la humanidad. Si Cristo los llama para que lo sigan por el camino del sacerdocio o de la vida consagrada, estad a su lado y comprometed en la necesaria obra vocacional a toda la comunidad cristiana.

4. Las tareas prioritarias, a las que debéis dedicar siempre vuestro tiempo, siguen siendo "la oración y el ministerio de la Palabra" (
Ac 6,4). El Señor os ha elegido para que, después de haber rezado largamente, anunciéis su Evangelio y llevéis la esperanza y el consuelo de su amor a todos. El contacto prolongado con él os dará el entusiasmo necesario para seguir proclamando con intrepidez la buena nueva del Reino y comunicando el mensaje del amor misericordioso de Dios, que se abre para acoger toda miseria humana.

A pesar de que disponéis de pocos medios, no os olvidéis de los pobres y de quienes se encuentran en dificultades. La dura herencia del pasado os sitúa ante familias frágiles, amenazadas por las plagas sociales del divorcio y del aborto. ¡Y cuántos, también en vuestras regiones, se sienten tentados por el espejismo del materialismo práctico y del hedonismo consumista!
Permaneced al lado de vuestra gente, dándole un apoyo concreto, vivificado por el consuelo de la fe. Acordaos, sobre todo, de los jóvenes que buscan motivaciones sólidas para afrontar un futuro que a menudo no ven claro.

A todos transmitid la seguridad de mi cercanía espiritual. Sentidme, ante todo, solidario con vuestra solicitud pastoral diaria. Ojalá que el amor a la grey de Cristo os impulse a cada uno a trabajar con actitud de sintonía activa, para que se afiance en la Iglesia "el amor, que es el vínculo de la perfección" (Col 3,14).

La Madre celestial de Dios os proteja y acompañe.

Con estos sentimientos, y como prenda de mi afecto, os imparto una bendición apostólica especial, que extiendo de buen grado a toda la grey que la misericordia de Dios os ha confiado.






A LOS PASTORES DE LAS IGLESIAS


DEL ASIA CENTRAL EN VISITA "AD LIMINA"



Viernes 9 de febrero de 2001



36 Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio:

1. Me alegra daros mi cordial bienvenida a todos vosotros, que habéis venido para la visita ad limina. He deseado ardientemente este encuentro fraterno, que expresa la comunión plena de vuestras Iglesias con el Sucesor de Pedro. En un momento tan intenso de unidad espiritual, el Señor nos hace experimentar su presencia, animándonos a confirmar nuestra disponibilidad personal para guiar el pueblo que su amor providente ha confiado a nuestro cuidado pastoral.

Hace un mes concluyó el gran jubileo del año 2000, y aún resuena en nosotros el eco de ese tiempo de gracia extraordinaria, durante el cual hemos vuelto a las fuentes de nuestra salvación. Ahora hemos reanudado el camino, manteniendo la mirada fija en Cristo, "el mismo ayer, hoy y siempre" (
He 13,8).

Agradezco a monseñor Jan Pawel Lenga las amables palabras que me ha dirigido en vuestro nombre. Os saludo a cada uno con gran afecto. El testimonio que dais del Evangelio, así como la gran solicitud con la que cuidáis de la grey de Cristo, en las difíciles circunstancias en las que debéis trabajar, os honran y son motivo de gran consuelo también para mí. Después del largo período de la persecución y la dispersión, que causó múltiples sufrimientos y privaciones, y a veces incluso el martirio, ha llegado ahora el tiempo de la esperanza para vuestras pequeñas pero prometedoras comunidades. Conozco muy bien vuestro empeño y os aliento a perseverar en el esfuerzo emprendido: mirad siempre a Cristo, nuestra esperanza segura, y servidlo con corazón ardiente.

A la vez que os manifiesto estos sentimientos a vosotros, venerados hermanos, quisiera expresar a los fieles que os han sido encomendados mi deseo más vivo de una fidelidad al Evangelio cada vez más generosa. Pienso en el clero, en las personas consagradas, en los laicos, en los jóvenes, en las familias y especialmente en los que sufren en el cuerpo o en el espíritu.

2. Dios os ha puesto como pastores para que guiéis a vuestros pueblos con prudencia y mansedumbre, siendo para ellos modelos a los que puedan mirar con confianza (cf. 1P 5,2-3). Mediante vuestro ministerio, en comunión con el Papa, perpetuáis la obra misma de Cristo, el buen Pastor, que apacienta sus ovejas y cuida de ellas con incansable solicitud. Él santifica con su gracia a cuantos lo acogen y alimenta a la Iglesia con el don de los sacramentos.

Amadísimos hermanos, cumplid con esmero vuestra misión. Emulaos en la caridad recíproca; entablad entre vosotros un diálogo sincero y cordial; y ayudaos mutuamente, respetando las responsabilidades de cada uno. Que el amor que reina entre vosotros sea ejemplo para los sacerdotes que colaboran con vosotros y para los fieles, que os miran como faros luminosos que indican el camino por recorrer.

Que vuestro corazón se mantenga abierto a toda persona de buena voluntad. Con vuestras palabras y vuestras obras estimulad a cada uno a una provechosa colaboración para construir la Iglesia en un clima de concordia, laboriosidad y paz. No os desaniméis ante la inmensidad y complejidad de la mies, y el número exiguo de obreros. Tened confianza en Cristo, que sabe llevar todo a buen fin. Guiad a vuestras comunidades en su nombre, sin temor a dificultades u obstáculos.

3. Al encontrarme personalmente con vosotros, he podido comprender mejor las metas hacia las que tendéis y las problemáticas que os preocupan. Estoy fraternalmente cercano a vosotros, y os sostengo ante todo con mi oración. Tenéis un largo camino por recorrer, pero estoy seguro de que no os faltará el entusiasmo para avanzar rápidamente, superando los obstáculos con la contribución de todos.

Pienso, por ejemplo, en una correcta relación con las autoridades administrativas, de modo que vuestro ministerio se realice en un marco jurídico respetuoso de la ley del Estado y de vuestra legítima libertad. Pienso, también, en el entendimiento necesario con el clero diocesano y religioso, que debe ser cada vez más profundo. Sostened con vuestra oración y vuestra paternidad condescendiente a los sacerdotes y a los religiosos, impulsándolos a aprovechar, en la oración y la celebración fervorosa de la Eucaristía, las energías que brotan del encuentro diario con Cristo, sumo y eterno Sacerdote consagrado a la gloria del Padre. Que vuestra solicitud de pastores sepa valorar lo mejor de cada uno, de modo que los dones individuales contribuyan al bien común. La divina Providencia, que jamás abandona a quien confía en ella, os ayudará también con ulteriores recursos y con nuevos colaboradores en el ministerio sacerdotal, a fin de que compartan vuestra misión y se unan a vosotros en la solicitud por todo el pueblo de Dios.

Os encomiendo a la intercesión de María, Estrella de la evangelización y Reina de los apóstoles. Que ella os conforte y sostenga en vuestro esfuerzo apostólico diario. Os animen y apoyen, asimismo, el ejemplo y la intercesión de los santos protectores y de los testigos fieles de la fe, algunos de los cuales, también en vuestras tierras, han sellado con la sangre su adhesión a Cristo y al Evangelio.

37 Con estos sentimientos, y como prenda de mi afecto, os imparto a vosotros una especial bendición apostólica, que de buen grado extiendo a toda la grey confiada a vuestros cuidados.






A LOS PADRES CAPITULARES


DE LOS MISIONEROS DE SAN CARLOS


(ESCALABRINIANOS)


Viernes 9 de febrero de 2001

Amadísimos padres capitulares escalabrinianos:

1. Me alegra este encuentro que me permite saludaros personalmente, con ocasión de vuestro capítulo general. Habéis solicitado esta audiencia para confirmar vuestra devoción al Sucesor de Pedro, según la línea de fidelidad propia de vuestro fundador. Os doy a todos mi cordial bienvenida.

Hace algo más de dos años desde que nos encontramos en Castelgandolfo, en septiembre de 1998. La muerte prematura de vuestro superior general, padre Luigi Favero, que guió con pasión vuestra congregación, os ha traído a Roma para elegir al nuevo superior general. Vuestros votos se han orientado hacia el padre Isaia Birollo, al que felicito y expreso mis mejores deseos para la ardua tarea que se le ha confiado. Al mismo tiempo, espero que vuestra reunión en Roma os haya permitido profundizar vuestro proyecto misionero.

2. Habéis celebrado vuestro capítulo general mientras sigue vivo el recuerdo del gran jubileo, que nos ha introducido en el tercer milenio de la era cristiana. Hemos vivido este momento de reconciliación y de gracia "no sólo como memoria del pasado, sino también como profecía del futuro" (Novo millennio ineunte NM 3). En la peregrinación de la Iglesia los emigrantes son imagen elocuente del camino de todo el pueblo de Dios hacia el Padre, que quiere revelar su rostro a quien lo busca. Su situación adquiere un valor simbólico sobre el que conviene reflexionar.

Las migraciones modernas ponen de relieve las consecuencias de fenómenos sociales vastos y complejos, que afectan en mayor o menor medida a todas las sociedades. Los desequilibrios creados por procesos económicos y sociales, que repercuten sobre todo en los más débiles, obligan a millones de mujeres y hombres a buscar posibilidades de supervivencia en otros lugares.
Los conflictos étnicos, los desastres naturales y la opresión política obligan a poblaciones enteras a solicitar asilo y protección en otras naciones. Por el contrario, el miedo al extranjero lleva a la sociedad del bienestar a restringir el ingreso de los emigrantes, dificultando su acogida y su integración. Sin embargo, las barreras no pueden frenar la esperanza de quien tiene derecho a un futuro mejor.

De hecho, la presencia de los emigrantes ha transformado muchos países en sociedades multiétnicas y multiculturales. Esta diversidad se percibe a menudo como amenaza a la identidad cultural y religiosa de los países de acogida. Esto suscita impulsos xenófobos de aislamiento, que entrañan el peligro de tensiones e incomprensiones, perjudiciales para la paz social. Ante el riesgo de enfrentamientos étnicos, todos están invitados a una convivencia social con diálogo y participación.

En efecto, la verdadera integración exige construir una sociedad capaz de reconocer las diferencias sin radicalizarlas, y promover una generación de ciudadanos formados en la cultura del diálogo. "En la situación de un marcado pluralismo cultural y religioso, tal como se va presentando en la sociedad del nuevo milenio, este diálogo es también importante para proponer una firme base de paz" (Novo millennio ineunte ).

3. Queridos padres escalabrinianos, ante estas temáticas, vuestra misión se presenta muy actual. Estáis llamados a profundizar vuestro carisma, para difundirlo como don de la Iglesia al mundo de la movilidad humana. Los horizontes cada vez más amplios de las migraciones os exigen la valentía de abriros a nuevas fronteras, a las que os llama la misión. El Dueño de la mies no permitirá que sus hijos más débiles y dispersos se queden sin personas que les compartan su pan y los congreguen en la unidad.

38 Al reflexionar en vuestro proyecto misionero, habéis tomado mayor conciencia de que la vida fraterna en comunidad caracteriza vuestra existencia y vuestra misión específica. También mediante este testimonio podéis ser signo, profecía y testimonio de la Resurrección allí donde son más fuertes los signos de la división y la injusticia. Al reunir a los emigrantes de diferentes naciones, haréis que en las Iglesias particulares resuenen en diversas lenguas, como ya sucedió en Pentecostés, las alabanzas a Dios por las maravillas que realiza en la historia.

Ante el rostro sufriente de los emigrantes, sentíos comprometidos a defender y promover sus derechos, con la participación cordial que el Espíritu suscita en quienes ha llamado al servicio del Reino. El número creciente de emigrantes no cristianos no puede dejar indiferentes a las comunidades eclesiales llamadas a anunciar y testimoniar el amor salvífico del Padre. "Anunciar y testimoniar el evangelio de la caridad constituye la trama de la misión dirigida a los emigrantes" (Mensaje para la Jornada mundial del emigrante del año 2001).

4. Vuestro carisma específico os impulsa a testimoniar y anunciar la buena nueva del Reino a los emigrantes que viven más agudamente su drama. En la búsqueda de un futuro mejor sufren a menudo la exclusión, la marginación y el fracaso. A vosotros corresponde sostener su esperanza, haciendo que, gracias a vuestra solidaridad y a la de muchos otros cristianos, experimenten la acción próvida de Dios, que guía la historia hacia un futuro más humano. Así, la fe vivida en medio de las dificultades diarias llega a ser anuncio de la misión de Cristo, que vino para reunir a los hijos de Dios que estaban dispersos (cf. Jn
Jn 11,52).

El emigrante os interpela y os desafía a vivir los valores de apertura, acogida y comunión en la diversidad, según el ejemplo de vuestro fundador, el beato Juan Bautista Scalabrini, que supo leer la realidad de la migración desde una perspectiva providencial y profética. Como él, mirad las migraciones con los ojos de Dios y escuchad su palabra con el corazón del emigrante.

Pido a la Virgen María, Madre de los emigrantes, que vele por vuestros propósitos en la realización de vuestro proyecto misionero, para que seáis, junto con los demás discípulos de Cristo igualmente sensibles y prudentes, "centinelas de la mañana en esta aurora del nuevo milenio" (Novo millennio ineunte NM 9).

Con este deseo, os imparto a todos mi afectuosa bendición.






A LA LIGA INTERNACIONAL DE HUMANISTAS


Viernes 9 de febrero de 2001



Amables señores:

1. Me alegra encontrarme con vosotros, y os dirijo a cada uno mi cordial saludo. Con vuestra presencia en Roma queréis dar testimonio de los sufrimientos, las alegrías y las esperanzas de la población de Bosnia-Herzegovina, particularmente del drama de los prófugos y los exiliados, que hasta ahora no ha alcanzado una solución satisfactoria a luz de los Acuerdos de Washington y Dayton. Vuestra visita me brinda la ocasión de renovar a esas queridas poblaciones la seguridad de mi cercanía espiritual.

Vivimos en una época en la que se advierten cada vez con más evidencia las consecuencias del fenómeno de la globalización. No son únicamente consecuencias negativas. En efecto, el fenómeno supone una mayor cercanía y un mejor conocimiento entre los hombres de todas las partes del mundo, y esto abre el camino a posibles acuerdos para una distribución más solidaria de los recursos. Sin embargo, muy a menudo esto no sucede. Así, surgen problemas que interpelan la conciencia de todos y cada uno, invitándolos a una toma de posición. Para responder a este tipo de problemas "humanos" habéis querido crear vuestra "Liga internacional". Os proponéis trabajar para promover la construcción de un mundo más justo y más humano.

2. La Iglesia, hoy como ayer, está cerca de cuantos se ponen al servicio de la causa del hombre. A este propósito, el concilio Vaticano II recuerda que "no hay nada verdaderamente humano que no tenga resonancia en el corazón" de los discípulos de Cristo (Gaudium et spes GS 1).

39 La atención de la Iglesia al hombre es parte integrante de su misión. El hombre es el camino de la Iglesia, precisamente porque la salvación realizada por Jesucristo, Hijo de Dios que quiso ser también Hijo del hombre, alcanza a cada persona en su totalidad. La acción social de la comunidad eclesial se desarrolla de muchos modos y abarca múltiples iniciativas. La Iglesia ha constituido diversas instituciones para aliviar las necesidades de la humanidad. Es amplia igualmente su colaboración con todos los hombres de buena voluntad que se preocupan por el bien común. Se trata de una colaboración que atañe a vastos campos de acción y concierne al respeto del hombre, de su dignidad y de sus derechos inalienables, a su promoción material, moral y espiritual, y al fomento de la calidad de su vida.

3. Con este espíritu la Iglesia actúa en las diferentes partes del mundo, así como en Bosnia-Herzegovina, tierra que amo particularmente. Conozco muy bien los problemas sociales, políticos y económicos que las poblaciones locales afrontan en este período. Durante los años del reciente conflicto armado, la Santa Sede estuvo continuamente presente para promover la paz. También ahora sigue comprometiéndose en diversas iniciativas en favor de la justicia y de la paz.

El período más difícil para Bosnia-Herzegovina ha pasado, pero el sufrimiento de la gente continúa, especialmente en el drama de los prófugos y los exiliados. Decenas de miles de personas de la región de Banja Luka, de Bosanska Posavina y de otras partes del país aún esperan volver a sus hogares. No podemos olvidar este drama. Al contrario, debemos promover una solidaridad efectiva, tanto en el ámbito nacional como en el internacional. Es preciso, ante todo, corregir las injusticias existentes, escuchando las legítimas expectativas de quienes las padecen directamente y reclaman el respeto de sus derechos inalienables. Esta es la base para construir un futuro de esperanza en la sociedad multiétnica, multicultural y multirreligiosa, que caracteriza a Bosnia-Herzegovina.

4. Ruego a Dios que, gracias al compromiso de todos, terminen cuanto antes en Bosnia-Herzegovina los sufrimientos causados por el reciente conflicto armado y se ofrezca a cada uno iguales oportunidades, garantizando al mismo tiempo la libertad de religión plena e incondicional. Hace falta apoyo y comprensión: apoyo, para superar los actuales problemas sociales, políticos y económicos; comprensión, para encontrar las soluciones que respondan mejor a las legítimas expectativas de los tres pueblos que constituyen el país.

Amables señores, estoy seguro de que esta importante obra de construcción de un futuro de paz contará con vuestra colaboración activa. Os exhorto a un generoso esfuerzo por promover, junto con las autoridades civiles y religiosas, el bien de las poblaciones de Bosnia-Herzegovina.

Encomiendo vuestros propósitos a la intercesión de la santísima Virgen María, que conoce los sufrimientos, las alegrías y las esperanzas de esas poblaciones, y os imparto con afecto a vosotros y a vuestros seres queridos la bendición apostólica.






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