Discursos 2001 54


A LOS MIEMBROS DE LA CONFERENCIA


ESPICOPAL DE TURQUÍA


EN VISITA "AD LIMINA"


Lunes 19 de febrero de 2001



Queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio:

55 1. Me alegra acogeros hoy con ocasión de vuestra visita ad limina Apostolorum. Agradezco a monseñor Louis Pelâtre, vicario apostólico latino de Estambul y presidente de vuestra Conferencia episcopal, sus cordiales palabras, que presentan la situación de la Iglesia en vuestro país, manifestando vuestras preocupaciones de pastores, así como las dificultades y las esperanzas de vuestras comunidades.

Me es imposible hablar de vuestra Iglesia sin volver a las fuentes de nuestra fe, a los primeros tiempos de la evangelización realizada en Asia menor por los Apóstoles del Señor. En efecto, en vuestra tierra germinaron los primeros brotes del Evangelio: allí creció la Iglesia, constituida y organizada en torno a obispos ilustres como san Policarpo de Esmirna y san Ignacio de Antioquía; allí se consolidó después la fe de la Iglesia durante los siete primeros concilios ecuménicos, en Nicea, Éfeso, Calcedonia y Constantinopla. ¡Cómo no recordar el trabajo de inteligencia de la fe realizado por los Padres capadocios, Basilio, Gregorio Nacianceno, Gregorio de Nisa y Juan Crisóstomo! Existen una riqueza y una herencia común a todas vuestras diócesis, independientemente de su rito, que son una invitación, incluso en las realidades modestas de hoy, a seguir los pasos de esa gran tradición de acogida y meditación de la palabra de Dios y de santificación de las personas, para la gloria de Dios y el anuncio de la salvación en Jesucristo.

2. Con mucho gusto me asocié en la oración a vuestra alegría de pastores y a la de todo el pueblo cristiano durante las recientes fiestas celebradas en Estambul en honor del beato Juan XXIII. Aprecio el gesto de las autoridades turcas que quisieron honrar así la memoria del "Papa amigo de los turcos", dando su nombre a la calle donde se encuentra la residencia histórica de la antigua Delegación apostólica en Turquía y organizando un amplio programa de manifestaciones culturales centradas en ese acontecimiento.

Esas fiestas se caracterizaron también por importantes celebraciones religiosas; a este propósito, deseo agradecer la participación fraterna de Su Santidad Bartolomé I, patriarca ecuménico de Constantinopla, de Su Beatitud Mesrob II, patriarca armenio de Estambul, y del metropolita Çeltin, vicario patriarcal de los siro-ortodoxos, de representantes de otras Iglesias y comunidades eclesiales, así como la presencia de representantes de la comunidad judía y de las autoridades musulmanas; esa participación de los diversos componentes de la sociedad turca pone de relieve el gran influjo de la personalidad del beato y el entendimiento cordial entre todos los habitantes del país, respetando las diferentes creencias y prácticas religiosas.

La comunidad católica de Turquía se alegró también por la notable participación en esas celebraciones de obispos que representaban a las Conferencias episcopales de los países de Europa, recordando así los estrechos vínculos de Turquía con Europa y el papel positivo que pueden desempeñar los católicos en el continente. Quiera Dios que el ejemplo y la oración del beato y buen Papa Juan iluminen y estimulen hoy vuestro ministerio pastoral.

3. Para cumplir su misión, la Iglesia que está en Turquía necesita fortalecer sus vínculos de comunión con la Iglesia universal: este es el sentido profundo del itinerario que realizáis hoy con esta visita ad limina, que es también una experiencia de comunión fraterna entre vosotros, con vistas a proseguir el trabajo de colaboración en el seno de vuestra Conferencia episcopal.

Procuráis entablar y desarrollar buenas relaciones con todos los habitantes del país, prestando atención a todas las personas que encontráis. Del mismo modo, proseguís, con paciencia y determinación, el diálogo con los poderes públicos; así la Iglesia, como institución y conjunto de comunidades de fieles, encontrará cada vez más su lugar en la vida de la nación. En efecto, la libertad de religión y de culto, que es inseparable de la libertad de conciencia, es un elemento esencial para una buena convivencia a nivel local. Cada Estado, con la ayuda de todos sus habitantes, está llamado a vigilar en este campo, para consolidar las relaciones dentro del país y afianzar su lugar en el concierto de las naciones y en las relaciones multilaterales. Sabéis que la Santa Sede, por su parte, trabaja con este espíritu en favor del acercamiento entre los pueblos.

4. Desde hace dos años, vuestra Conferencia episcopal promueve un proyecto de reunión eclesial, que debería concretarse próximamente a través de encuentros tanto a nivel diocesano como nacional. Me alegro por este fruto de la concertación pastoral entre los obispos, y os animo a proseguir en esta dirección: es una manifestación viva del affectus collegialis, revalorizado por el concilio Vaticano II, que permite compartir la misión mediante un apoyo recíproco. Ese proyecto, después del año de gracia y misericordia del gran jubileo, dará un nuevo impulso y un ardor renovado a vuestras comunidades cristianas, frecuentemente frágiles y dispersas, para que la Iglesia que está en Turquía avance en el nuevo milenio con confianza y valentía, suscitando cristianos "siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que les pida razón de su esperanza" (cf.
1P 3,15). Os animo encarecidamente a hacer realidad este gran proyecto, velando para que se sientan comprometidos todos los miembros de la comunidad eclesial: los sacerdotes, los religiosos y las religiosas, y sobre todo los laicos, que deben participar de manera cada vez más activa y responsable en la vida y en la misión de la Iglesia.

5. Es importante que la Iglesia de Cristo esté verdaderamente insertada en la vida de la sociedad turca. Esto supone un trabajo de adaptación ya emprendido ampliamente en la liturgia, en la traducción de la palabra de Dios y en los instrumentos catequísticos; e implica también un esfuerzo importante, que ya estáis realizando, para que los sacerdotes, los religiosos y las religiosas que llegan a Turquía aprendan la lengua del país, su historia, sus costumbres y su cultura.

¿No convendría ir más lejos aún y trabajar, con paciencia y sin desaliento, para hacer que surjan entre los jóvenes católicos de Turquía vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada? En la sociedad actual, tan ávida de satisfacciones inmediatas, no es fácil lograr que se escuche la llamada de Cristo a dejarlo todo para seguirlo, con una entrega total, en el celibato y la castidad ofrecidos por amor a Dios y a los hermanos.

Los jóvenes, como habéis podido constatar, son generosos y aspiran a un ideal; pueden acoger esta llamada, si encuentran en su entorno testigos disponibles y atentos. Por eso, os exhorto a redoblar vuestros esfuerzos a fin de sostener la pastoral de las vocaciones, encontrando juntos los medios más adecuados para formar a los futuros sacerdotes de vuestras Iglesias, tanto en vuestro país como recurriendo a la ayuda de otras diócesis, sobre todo en Europa, a la que vuestro país está unido. Las instituciones locales para el discernimiento de las vocaciones y para una primera etapa de la formación sacerdotal podrán seguramente dar un nuevo impulso a la pastoral de las vocaciones. En todo caso, es esencial que los jóvenes que piensan en el sacerdocio puedan reunirse de manera significativa, para poner en común su búsqueda, sus aspiraciones y su descubrimiento de Cristo, con la ayuda de formadores disponibles.

56 Por otra parte, la vida de comunidad, en el seminario, es esencial para enseñarles a formarse humanamente y en la fe, para unificar su persona y su vida en la intimidad con Cristo, y para aprender a convertirse en pastores de la Iglesia, conscientes de que son miembros de un único presbiterio.

6. El futuro de la Iglesia y de la sociedad entera depende, en cierta manera, de los jóvenes de hoy. Conozco la atención que prestáis, junto con los adultos, a las realidades que viven. En el proyecto de reunión eclesial que preparáis, los jóvenes han de expresar sus esperanzas y sus expectativas.
Ya contribuís a la educación de la juventud turca, en la que participan las escuelas católicas, gracias a la competencia y a la dedicación de las congregaciones religiosas que las animan. Transmitid a todos el saludo y el aliento del Papa. La formación de los jóvenes cristianos también es objeto de vuestra solicitud, y me alegran los frutos de la colaboración entre comunidades de ritos diferentes, exhortando a las familias a comprometerse cada vez más, junto con sus pastores, a fin de que los jóvenes reciban la enseñanza necesaria para una vida cristiana sólida. Ojalá que todas las familias tomen mayor conciencia de la importancia de la transmisión de la fe a las generaciones más jóvenes, para lo cual es necesario que los padres, a su vez, adquieran una buena formación cristiana y eventualmente participen activamente en la catequesis.

7. El esfuerzo de profundización y renovación que queréis emprender con toda la Iglesia pasa por una verdadera formación de los laicos, puesto que frecuentemente es para ellos ocasión de un despertar profundo de su vida espiritual y del sentido de su responsabilidad eclesial.
Esta formación reviste una importancia muy grande para vuestras comunidades minoritarias: a fin de que puedan vivir el diálogo de la vida con todos los componentes de la nación, sin complejos y sin la tentación de replegarse en sí mismas, es importante que los fieles estén bien formados, no sólo para conocer la doctrina cristiana, sino también para testimoniar, con su vida de oración, con sus compromisos y con su participación en la reflexión sobre los problemas de la sociedad, una espiritualidad y una fe vivas.

8. Vuestros informes quinquenales señalan frecuentemente dificultades relativas al matrimonio, en una sociedad donde no se percibe bien el ideal cristiano de la fidelidad y la indisolubilidad. Corresponde a los pastores sostener a las familias cristianas en su vida diaria, dado que, "adhiriéndose con toda su vida al Evangelio y ofreciendo un ejemplo de matrimonio cristiano, dan al mundo un testimonio valiosísimo de Cristo" (Apostolicam actuositatem
AA 11). Los encuentros entre parejas, como se ha podido hacer en el pasado, son ocasiones valiosas de apoyo mutuo para su vida conyugal y familiar. Así, las familias podrán ser lugares de educación humana, moral y espiritual para los jóvenes.

9. Me habéis informado sobre las buenas relaciones que existen entre los hermanos cristianos de diferentes confesiones, y esto me alegra. No tengáis miedo de comprometeros decididamente en la tarea ecuménica: profundizando cada vez más el conocimiento mutuo y aprendiendo a trabajar juntos, cuando sea posible, progresa la unidad, cuyo camino es necesariamente largo. Todos los signos ya realizados durante el Año jubilar son un aliciente para seguir avanzando por el camino común hacia la verdadera unidad.

Durante el año 2001 podremos celebrar en la misma fecha la fiesta de la resurrección del Señor. Que sea un llamamiento para que, como escribí recientemente, "se recupere plenamente el intercambio de dones que enriqueció a la Iglesia del primer milenio. El recuerdo del tiempo en que la Iglesia respiraba con "dos pulmones" ha de impulsar a los cristianos de Oriente y Occidente a caminar juntos, en la unidad de la fe y en el respeto de las legítimas diferencias, acogiéndose y apoyándose mutuamente como miembros del único Cuerpo de Cristo" (Novo millennio ineunte NM 48).

10. Vivís diariamente en contacto con el islam, a través de la cultura del país y mediante los encuentros con personas. A partir de esta situación específica, habéis adquirido una tradición y una experiencia del diálogo interreligioso, y conocéis sus exigencias. Proseguid vuestros esfuerzos por crear y favorecer ocasiones de diálogo, ante todo en la vida diaria, en los diferentes ámbitos de encuentro entre los hombres que ofrece: la escuela, la cual reúne a niños y jóvenes de todas las creencias; los compromisos de la vida profesional y social; y el servicio de la solidaridad y la ayuda mutua.

De esa forma los creyentes podrán conocerse mejor y estimarse más, con un trabajo común en favor de la justicia y de la paz, para que nazcan los gérmenes de una sociedad verdaderamente fraterna y respetuosa de las opciones personales. Pero esto también va acompañado por diálogos más institucionales, que ya existen. Compruebo con interés que ya se han entablado relaciones fructuosas entre la Universidad estatal de Ankara y la Pontificia Universidad Gregoriana, o que se han producido formas de colaboración en la preparación de las fiestas en honor del Papa Juan XXIII.

Ahora que Turquía se prepara para establecer nuevos vínculos con Europa, la vocación de la comunidad católica del país aparece con mayor claridad. El testimonio de la buena nueva de Jesús Salvador permite el encuentro de los hombres y las culturas, y muestra que pueden construirse nuevos puentes, por encima de las hostilidades del pasado y de las desavenencias o malentendidos que puedan surgir. Esta voluntad de acogida y reconciliación se llama diálogo (cf. Gaudium et spes GS 92). Hoy adopta, más que nunca, la forma del diálogo entre las culturas, que es una exigencia para todas las naciones. Las diferentes religiones pueden y deben dar una contribución decisiva en este sentido. La apertura recíproca de quienes pertenecen a diversas religiones puede producir grandes beneficios para servir a la causa de la paz y del bien común de la humanidad (cf. Mensaje para la Jornada mundial de la paz, 8 de diciembre de 2000, n. 16).

57 11. Vuestra misión requeriría muchos medios apostólicos, en personas y en bienes materiales; conozco la pobreza de vuestras diócesis y la escasez de sacerdotes que os afecta a todos. En esta situación, quisiera invitaros ante todo a encontrar fuerza espiritual y aliento en la meditación de las cartas de san Pablo, que conoció dificultades muy parecidas a las vuestras y recorrió muchas veces vuestros caminos para sostener a las comunidades que visitaba. Ojalá que también a vosotros os proporcione un nuevo impulso la llamada que dirigí a toda la Iglesia al final del gran jubileo del año 2000 y que constituye un programa para los años futuros. Antes que nada debemos trabajar con mayor confianza en una pastoral que ponga la oración, personal y comunitaria, en el puesto que merece. Esto "significa respetar un principio esencial de la visión cristiana de la vida: la primacía de la gracia. Hay una tentación que se cierne siempre sobre todo camino espiritual y sobre la acción pastoral misma: pensar que los resultados dependen de nuestra capacidad de hacer y programar. (...) Hagamos, pues, la experiencia de los discípulos en el episodio evangélico de la pesca milagrosa: "Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada" (Lc 5,5). Este es el momento de la fe, de la oración, del diálogo con Dios, para abrir el corazón a la acción de la gracia y permitir a la palabra de Cristo que pase por nosotros con toda su fuerza: Duc in altum! En aquella ocasión, fue Pedro quien habló con fe: "En tu palabra, echaré las redes" (Lc 5,5)" (Novo millennio ineunte NM 38).

Queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio, permitidme expresaros una vez más toda mi confianza con las palabras del Señor: Duc in altum! Rema mar adentro, sigue avanzando, para construir una Iglesia viva, abierta y confiada en su futuro, aguardando con esperanza la abundante mies que el Señor nos dará.

Transmitid mi gratitud y mi saludo afectuoso a los sacerdotes, a los religiosos y a las religiosas, tan entregados al trabajo apostólico, y a los laicos de vuestras comunidades, principalmente a los jóvenes. El futuro de la Iglesia en Turquía depende en gran medida de la fidelidad de su testimonio diario: que sepan cuánto los anima y cuenta con ellos la Iglesia. Los encomiendo a todos ellos, así como a vosotros y vuestro trabajo común, a la protección de la Virgen María, la bienaventurada Madre de Dios y nuestra Madre.

Os imparto de todo corazón la bendición apostólica.






A LOS NUEVOS CARDENALES


CON SUS FAMILIARES Y AMIGOS


Viernes 23 de febrero de 2001



Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Sigue vivo en la memoria de todos el eco de las grandes celebraciones de ayer y anteayer, en las que hemos sido protagonistas de una nueva página de la historia de la Iglesia. Con el corazón rebosante de agradecimiento al Señor os acojo también hoy, en este encuentro más sencillo y familiar.

Os saludo en primer lugar a vosotros, venerados cardenales italianos. A través de vosotros, la Iglesia que está en Italia enriquece al Colegio cardenalicio con más sabiduría pastoral y entusiasmo apostólico. Extiendo de buen grado mi cordial saludo a cuantos comparten con vosotros la alegría de este momento y aprecian vuestro amor a Cristo, así como vuestra generosa entrega a la Iglesia.
A todos vosotros, amadísimos familiares, amigos y diocesanos de los nuevos purpurados, os pido que les aseguréis el apoyo de vuestra oración, para que perseveren fielmente en sus tareas respectivas y sigan realizando su valioso trabajo en beneficio de todo el pueblo cristiano.

2. Saludo a las personas de lengua francesa que han venido para acompañar a los nuevos cardenales de sus países: Francia, Egipto, Siria, Costa de Marfil y Vietnam. Las celebraciones que acabamos de vivir nos invitan a tomar cada vez mayor conciencia de nuestro papel personal en la Iglesia. Cada bautizado, en virtud de su bautismo, está llamado a ser testigo del Evangelio y a participar activamente en la edificación del Cuerpo de Cristo, con los pastores, que tienen la misión de guiar al pueblo de Dios.

Ojalá que, al volver a vuestras diócesis, os sintáis fortalecidos en vuestra fe y en vuestro amor a Cristo y a su Iglesia, con un deseo renovado de seguir al Señor y conformar vuestra vida a la suya. Por eso, cada cristiano está llamado a desarrollar su vida espiritual contemplando al Salvador. Os imparto a todos una afectuosa bendición apostólica.

58 3. Con afecto en el Señor saludo a los nuevos cardenales de los países de lengua inglesa y a todos los que los han acompañado a Roma en esta feliz ocasión. A lo largo de los años he visto directamente las inmensas riquezas de las culturas de las que provenís -India, Sudáfrica, Irlanda, Inglaterra y Estados Unidos-. Ahora los nuevos cardenales ponen esas riquezas con más generosidad al servicio de la Iglesia universal, dado que están unidos más estrechamente al Sucesor del apóstol san Pedro en la tarea de proclamar el Evangelio a todas las naciones.

Queridos amigos, vivimos en una época en que las personas tienen hambre de las cosas más profundas del Espíritu. ¡Ahora es el tiempo de echar las redes! El comienzo del nuevo milenio es el momento para renovar nuestro compromiso en favor de la misión que Cristo nos ha confiado, una misión arraigada en las profundidades de la contemplación. Esta contemplación, como dije en la carta apostólica Novo millennio ineunte, es la contemplación del rostro de Jesucristo, la Palabra de vida: "Lo que existía desde el principio (...) os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros. Y nosotros estemos en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo" (
1Jn 1,1 1Jn 1,3).

Quiera Dios que las comunidades de fe a las que pertenecéis lleguen a ser cada vez más verdaderas escuelas de oración, contemplación y misión. Sobre vosotros, sobre vuestras familias y sobre vuestros países invoco de buen grado la protección amorosa de María, Madre de la Iglesia.

4. Dirijo un cordial saludo a los nuevos cardenales de Alemania. Saludo, asimismo, a vuestros familiares y amigos, a vuestros colaboradores y colaboradoras en las diócesis, a las autoridades y a los fieles que os han acompañado a Roma.

Sabéis que considero vuestra elevación al rango de cardenales también como un signo de la estima que siento por la Iglesia que vive y trabaja en vuestro país. Así, estoy seguro de que este homenaje representa para vosotros un nuevo impulso a comprometeros generosamente en el testimonio de Cristo y de su Evangelio. A la vez que deseo que la Iglesia en Alemania crezca, florezca y dé muchos frutos espirituales, os imparto de corazón a vosotros, a vuestros seres queridos, que os han acompañado a la ciudad eterna, y a todos los que han sido confiados a vuestro cuidado pastoral, la bendición apostólica.

5. Saludo con afecto a los peregrinos provenientes de Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, España, Honduras, Perú y Venezuela, que han acompañado con gozo a los nuevos cardenales. A ellos se les pide ahora un mayor compromiso en el servicio a la Iglesia, hasta dar la vida por el Evangelio, como el santo que conmemoramos hoy, san Policarpo de Esmirna. Esto implica también una mayor responsabilidad para sus comunidades eclesiales y, sobre todo, para quienes, como vosotros, estáis más cerca de ellos. Por eso os invito a que les ayudéis en esta nueva misión que se les ha confiado, con la oración, la colaboración fiel y la cercanía espiritual.

Tras estos intensos días vividos en Roma, llevad a vuestras familias y paisanos, el saludo afectuoso del Papa, que se siente muy cercano a la situación de cada uno de vuestros países, que reza por sus gentes y que ahora os bendice de corazón.

6. Con particular afecto dirijo mi saludo más sincero a los señores cardenales de Brasil y Portugal. Dado que representan una parte significativa de toda la catolicidad en naciones que, por su tradición histórica y su compromiso misionero, constituyen la esperanza para la Iglesia del futuro, ruego a Dios todopoderoso que bendiga a esos pueblos y tierras, y los favorezca en el camino de la nueva evangelización con abundantes frutos de santidad en todos los sectores de la sociedad.

También dirijo un saludo especial a los familiares y amigos de los señores cardenales, a quienes han querido unirse algunos miembros del Episcopado local, principalmente de las Conferencias episcopales, y de diversas comunidades diocesanas. Esta participación tan significativa indica el aprecio del pueblo brasileño y portugués por sus pastores, y por la obra que han realizado durante estos años con generosidad y abnegación. Que la Virgen santísima proteja sus países, tan queridos para mí, y haga que los nuevos purpurados sean ejemplos vivos de pastores entregados, dispuestos a servir a la Iglesia y al Romano Pontífice con fidelidad y amor.

7. Saludo cordialmente a todos los que, durante estos días solemnes, acompañan a los cardenales Marian y Zenon.

Doy gracias a la Providencia porque la Iglesia latina en Ucrania da testimonio de su fe viva, que ha sobrevivido durante los años de la opresión y la prueba, se desarrolla reavivada por el Espíritu divino, y hoy puede alegrarse por el nuevo cardenal. Que el color púrpura de sus vestiduras sea signo de la gratitud de la Iglesia universal por todos los sacerdotes y fieles de Ucrania, que con sus sufrimientos, y a menudo con el sacrificio de su vida, han pagado su amor a Cristo y su deseo de permanecer unidos a Pedro. Ojalá que sea también un signo de esperanza: que esta semilla de sangre dé frutos benditos en el nuevo milenio.

59 Me alegra que la Iglesia en Polonia participe de modo particular en el ministerio petrino mediante la persona del cardenal prefecto de la Congregación para la educación católica (para los seminarios y los institutos de estudios). Saludo a todos los que han venido a acompañarlo durante estos días con su oración.

Pido a Dios que la participación en el Consistorio os haga experimentar en la fe el misterio de la universalidad y de la unidad de la Iglesia, del que el Colegio cardenalicio es un signo particular. A Cristo y a su Madre encomiendo a los nuevos cardenales y a todos los presentes. Dios os bendiga.

8. Os dirijo ahora un cordial saludo a vosotros, queridos peregrinos ucranios, en este día solemne en que dos hijos de vuestra patria han sido creados cardenales: uno de rito latino y otro de rito oriental. Orad para que este signo de unidad se convierta en prenda de comunión plena entre los cristianos de Occidente y Oriente. En espera de encontrarme con vosotros durante la visita que realizaré, Dios mediante, el próximo mes de junio, envío a todos vuestros compatriotas un cordial saludo.

Asimismo, os dirijo un afectuoso saludo a vosotros, queridos fieles de Lituania, que habéis acompañado a vuestro digno representante elevado a la dignidad cardenalicia. Se trata de una dignidad que honra a toda la Iglesia que está en Lituania por su fidelidad a Cristo, que le costó un elevado precio durante los años de la dominación comunista. Perseverad en el amor al Evangelio y estad siempre unidos a vuestros pastores: Dios os asegura su protección, que invoco con un recuerdo constante en mi oración.

Por último, os acojo con gran alegría a vosotros, queridos fieles que habéis venido de Letonia para acompañar a un hijo de vuestra tierra llamado a formar parte del Colegio cardenalicio. Apoyadlo con vuestro afecto y vuestra oración, para que Dios le ayude en su misión al servicio de la Iglesia.
Al volver a vuestros hogares, os pido que llevéis mi saludo y mi bendición a vuestros compatriotas.

9. Queridos y venerados hermanos que habéis entrado a formar parte del Colegio cardenalicio, al despedirme de vosotros, permitidme que os renueve mi felicitación más cordial. Vuestro ministerio, diferente para cada uno, está siempre al servicio del único Cristo y de su Cuerpo místico. Con estima fraterna os animo a proseguir vuestra misión espiritual y apostólica, que hoy ha conocido una etapa muy importante. Mantened fija la mirada en Cristo, tomando de su Corazón abundantes gracias y consuelos, a ejemplo de los intrépidos servidores de la Iglesia que a lo largo de los siglos han glorificado a Dios con el ejercicio heroico de las virtudes y la inquebrantable fidelidad al Evangelio.

Con este fin, invoco a la Virgen María, Madre de la Iglesia, y os imparto de corazón a cada uno de vosotros, así como a cuantos os rodean con afecto y devoción, una especial bendición apostólica.






AL SEMINARIO ROMANO MAYOR


Sábado 24 de febrero de 2001

Amadísimos hermanos:

1. Me encuentro nuevamente entre vosotros, para esta cita que ya forma parte de la tradición del Seminario romano, que es el seminario del Papa. Por eso, se trata de una ocasión propicia para reafirmar, con mi presencia, lo que escribí recientemente en el Mensaje a la diócesis de Roma, es decir, que "al seminario diocesano aseguro mi constante atención y mi recuerdo especial en la oración" (n. 6).

60 Expreso, ante todo, mi estima y afecto al cardenal vicario, que acaba de festejar sus setenta años. Le renuevo mi gratitud por el bien que realiza al servicio de la Iglesia de Roma y, como presidente de la Conferencia episcopal, al servicio de toda la Iglesia que está en Italia. Saludo a los obispos presentes, a los párrocos y a los sacerdotes que han intervenido en esta significativa manifestación, así como al rector y a los formadores del seminario. Os saludo a cada uno de vosotros, queridos seminaristas, que realizáis aquí vuestro camino de formación, preparándoos para la entrega total a la causa del Reino. Extiendo mi saludo a vuestros familiares, a vuestros amigos y a los jóvenes que hoy se han unido a la comunidad del seminario para honrar a la "Virgen de la Confianza" y participar en este encuentro de fiesta.

2. Hemos escuchado con emoción el oratorio musical compuesto por el querido monseñor Marco Frisina. Se inspira en la breve pero intensa vida terrena del siervo de Dios Bruno Marchesini, ex alumno del seminario, que falleció a los 23 años y soñaba ser sacerdote. Vosotros, con razón, lo llamáis "el amigo del cielo". Su vida fue un constante y valiente camino hacia la santidad.

Por las páginas de su diario sabemos que en 1936, a fines del mes de mayo, durante el segundo año del bienio filosófico en el Seminario mayor, se consagró al Corazón Inmaculado de María.
Repitiendo con solemnidad el ofrecimiento de su castidad, escribió: "Por medio de ti, oh María, hoy he osado presentar a Jesús, realmente presente en mi corazón bajo las especies eucarísticas, el lirio de mi pureza nuevamente florecido. Tú me lo has inspirado y tú me ayudarás a mantenerlo con todo el fervor de este día". Y, para aclarar mejor su pensamiento, añadió que esa consagración expresaba su intención de una "entrega total de amor a Cristo Jesús".

3. Bruno Marchesini intuyó que la Virgen es el camino más seguro para llegar a Jesús y pertenecerle totalmente y para siempre. Esta es también mi experiencia personal. Amadísimos seminaristas, acoged en vuestra vida a la Virgen santísima como Madre vuestra. Que cada uno tenga conciencia amorosa de este papel de María, sobre todo durante los valiosos años de la formación mientras se prepara para ser sacerdote, es decir, alter Christus.

En la capilla del seminario veneráis a la Virgen santísima con el título de "Virgen de la Confianza". Os exhorto a ir a menudo a visitarla y abrirle vuestro corazón: María es "aurora luminosa y guía segura de nuestro camino" (Novo millennio ineunte
NM 58). La esclava fiel del Señor os ayudará también a vosotros, como el "amigo del cielo" que hoy recordamos, a consagrar vuestra vida al servicio del Evangelio, en un camino generoso de santidad.

4. Ser santos es el programa de todo cristiano, porque "los caminos de la santidad son múltiples y adecuados a la vocación de cada uno" (ib., 31). Queridos jóvenes amigos, espero que este programa oriente también vuestra existencia. Vivisteis con empeño la Jornada mundial de la juventud; visteis a cientos de miles de coetáneos vuestros que, desde todas las partes del mundo, acudieron a la tumba del apóstol san Pedro. Vinieron para confirmar su fe y expresar su firme decisión de ser, en el nuevo milenio, los hombres y las mujeres de las bienaventuranzas.

Roma necesita santos. Se abre ante nosotros una época fecunda de nueva evangelización, la cual, para tener éxito, exige la valentía de la santidad. Queridos seminaristas, cultivad este deseo en vuestra oración diaria. Hacedlo vuestro, imitando al amigo Bruno Marchesini, que en la Navidad de 1937 hizo esta oración a Jesús: "Hazme sacerdote santo, o llámame antes a ti. Hazme comprender la miseria de esta vida, si no se gasta totalmente para amarte a ti".

5. En el oratorio musical hemos escuchado la invitación de Jesús: "Venid y lo veréis", con el comentario de san Juan: "Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él" (Jn 1,39). Queridos hermanos, las palabras con las que el evangelista habla de su vocación nos han permitido releer a fondo la existencia de Bruno Marchesini y descubrir su sincera devoción a la Virgen santísima, la mujer que fue total y plenamente del Señor.

Contemplémosla de nuevo a ella, la Madre de Cristo, y pidámosle que nos enseñe también a nosotros a "quedarnos" con el Señor. Pidámosle que la comunidad del Seminario romano sea cada vez más conscientemente "auténtica escuela de oración, donde el encuentro con Cristo no se exprese solamente en petición de ayuda, sino también en acción de gracias, alabanza, adoración, contemplación, escucha e intensidad de afecto, hasta el arrebato del corazón" (Novo millennio ineunte NM 33). Que todo esto se convierta en vuestra experiencia diaria.

Que aquella a quien aprendéis a invocar como "Virgen de la Confianza", título que tanto amaba el beato Juan XXIII, el cual también estudió en vuestro seminario, sea vuestra esperanza y vuestro consuelo.

61 Con estos sentimientos, al mismo tiempo que os agradezco una vez más este encuentro, os imparto de corazón a todos una especial bendición apostólica.

Al final del encuentro con la comunidad del Seminario romano mayor:
Me alegra haber pasado con vosotros esta velada tradicional, haber escuchado el nuevo oratorio compuesto por monseñor Marco Frisina y haberme encontrado personalmente con cada uno de vosotros.

Al final de esta cena, quiero dar las gracias también a las religiosas.

Debo concluir este saludo porque el cardenal vicario me mira recordándome que mañana por la mañana debemos visitar la parroquia. Sí, también os espera, dentro de poco, la parroquia. Os deseo que entréis en una parroquia romana. Siempre es algo estupendo. La parroquia es una realidad viva.

Os deseo también que viváis una santa Cuaresma, una santa Pascua. Os deseo todo bien para el futuro: la ordenación diaconal y luego la sacerdotal.

¡Muchas gracias! El Señor os bendiga y la Virgen de la Confianza os proteja siempre a cada uno.






Discursos 2001 54