Discursos 2001 139


PEREGRINACIÓN JUBILAR TRAS LAS HUELLAS DE SAN PABLO


DURANTE EL ENCUENTRO CON LOS SACERDOTES


Y LOS RELIGIOSOS DE SIRIA


Domingo 6 de mayo de 2001

Santidad;
Beatitudes;
eminencias y excelencias;
hermanos y hermanas en Cristo:

1. Mientras se acerca la tarde del día del Señor, estamos reunidos en este lugar sagrado -la catedral siro-ortodoxa de San Jorge- para celebrar la luz inextinguible de la santísima Trinidad. La plenitud de la luz del "Señor Dios, aquel que es, que era y que va a venir" (Ap 1,8), brilla en el rostro de Jesucristo (cf. 2Co 4,6). Por medio de él, en el Espíritu Santo, glorificamos a Dios, por nuestra sublime herencia de fe y por la llamada al ministerio de verdad y amor que nos convierte en servidores del Evangelio.

140 Mi corazón está lleno de gratitud a Dios porque he podido venir a Damasco como peregrino tras las huellas de san Pablo. Precisamente en el camino de Damasco el Apóstol de los gentiles fue llamado por Jesucristo; y aquí recibió la luz del Espíritu Santo y fue bautizado. Aquí el Espíritu Santo nos ha reunido ahora para esta oración común, con el fin de escuchar la palabra de Dios, implorar su perdón por nuestros pecados y divisiones, y alabar su infinita misericordia. En la paz de Cristo resucitado, oremos con un solo corazón y una sola mente, deseosos de acoger la invitación del gran teólogo y místico sirio Abû al-Faraj, que exhorta a los creyentes a "destruir en lo más íntimo de su corazón las raíces de la enemistad entre los cristianos" (Libro de la Paloma, IV).

2. Con afecto fraterno saludo a Su Santidad Moran Mar Ignace Zlkka I Iwas, que nos acoge en esta magnífica catedral. Me complace especialmente poder corresponder a las visitas que Su Santidad y su predecesor, Moran Mar Ignace Jacob III, me hicieron a Roma. Estos contactos mutuos ayudan a sostener y profundizar nuestro amor fraterno; sellan el acuerdo de nuestras Iglesias sobre la profesión común de fe en el misterio del Verbo encarnado, verdadero Dios y verdadero hombre; y nos animan a proseguir la cooperación pastoral que empezamos hace diecisiete años con nuestra Declaración común. Santidad, la gran apertura ecuménica de su Iglesia es fuente de profunda alegría para muchos y aliciente para avanzar continuamente por el camino hacia la comunión plena (cf. Ut unum sint ). Es signo de la vitalidad espiritual y pastoral de su Iglesia, que confirman también las numerosas vocaciones al sacerdocio y a la vida monástica.

Con el mismo vínculo fraterno saludo a Su Beatitud el patriarca Ignace IV y a Su Beatitud el patriarca Grégoire III, así como a los metropolitas y a los obispos que los acompañan. Saludo igualmente a los patriarcas y obispos que han venido de los países vecinos, y les agradezco que nos honren con su presencia. Saludo con amor fraterno a Su Beatitud el patriarca emérito Ignace Moussa I Daoud. Cuando lo nombré prefecto de la Congregación para las Iglesias orientales y lo creé cardenal, no sólo deseé valerme de su experiencia y sabiduría, sino también rendir homenaje a las Iglesias de Oriente y, en particular, a la Iglesia que está en Siria.

Saludo cordialmente a los sacerdotes, a los monjes y monjas, a los religiosos y religiosas, y a todos los fieles aquí presentes: me alegra de verdad estar entre vosotros.

3. La alegría de la Pascua floreció en el árbol de la cruz. Aquí, en Damasco, durante una visión, el Señor ordenó al discípulo Ananías que buscara a Saulo, el perseguidor de la Iglesia. A pesar de sus dudas y temores, Ananías obedeció y se dirigió sin vacilar al enemigo de los cristianos como a un "hermano" (
Ac 9,17). Aquí vemos dos características esenciales de la misión de la Iglesia: obediencia valiente a la palabra de Dios y deseo de perdonar y reconciliarse. Cuando Dios actúa, lo imposible resulta posible. Tenemos el deber de decir "sí" a la voluntad salvífica de Dios y aceptar este plan misterioso con todo nuestro ser.

Cuando Ananías fue a verlo, Pablo estaba en oración (cf. Hch Ac 9,11). En cierto sentido, se estaba preparando para recibir la misión que lo uniría definitivamente a la cruz: "Yo le mostraré todo lo que tendrá que padecer por mi nombre" (Ac 9,16). Existen otras dos características de nuestra llamada al seguimiento de Cristo: oración y fortaleza ante las dificultades. Quizá hoy más que nunca las características de nuestra fidelidad a Dios serán: rezar, llevar la cruz, cumplir la voluntad de Dios y honrar a todos como hermanos y hermanas.Al seguir este camino, iremos tras las huellas de "una gran nube de testigos" (He 12,1), incluyendo innumerables monjes y monjas que llegaron antes que vosotros a estas tierras. Por la providencia de Dios, todo el Oriente Próximo está profundamente marcado por la cultura del monaquismo sirio y por su ardiente testimonio.

4. Aquí, en Damasco, deseo rendir homenaje a toda la tradición siria, con su rica unidad en la diversidad. Los santos Pablo, Ignacio de Antioquía, Efrén, Juan Crisóstomo, Simeón el Estilita, Juan Damasceno y muchos otros, son maestros luminosos para todos nosotros. En ellos vemos que la obediencia de la fe y el sufrimiento de la cruz jamás dejan de dar frutos de salvación.

La maravillosa creatividad de vuestra tradición se manifiesta en la figura de san Efrén de Nisibi, el "arpa del Espíritu Santo", cuyas obras se tradujeron rápidamente a todas las lenguas de la antigüedad cristiana. Ojalá que este intercambio de dones no cese jamás. Espero ardientemente que en todas partes los cristianos abran una vez más su corazón a los tesoros espirituales y doctrinales de las Iglesias de tradición siria.

Entre los numerosos seguidores del Cordero figura el incomparable santo de vuestro país, Simeón el Estilita, que fue en su tiempo un icono vivo de santidad y ahora es venerado por la Iglesia en todo el mundo. Su oración era incesante y su caridad universal, pues acogía a quienes acudían a él de lugares cercanos y lejanos, tanto a las personas más importantes como a las más humildes. Además, llevaba en su cuerpo las llagas del Señor crucificado (cf. Teodoreto de Ciro, Historia religiosa, 26). En su biografía, escrita por sus discípulos quince años después de su muerte, se describe la extraordinaria vocación de san Simeón con estas palabras: "Por el sufrimiento de su siervo, Dios quiso despertar al mundo de su profundo sueño". El mundo actual necesita despertarse al amor de Dios y a su plan salvífico. La lectura del evangelio nos ha exhortado: "Alzad vuestros ojos y ved los campos, que blanquean ya para la siega" (Jn 4,35). Ya es hora de recoger la cosecha, porque el corazón humano tiene siempre hambre de aquel que es "el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6). Un testimonio común de los cristianos es esencial para que crea el mundo del tercer milenio (cf. Jn Jn 17,21). Que el Espíritu Santo apresure el día de nuestra unión plena.

5. Al concluir nuestro breve encuentro, hago mías las palabras que pronuncia el obispo o el sacerdote al final de la liturgia divina según el rito sirio occidental: "Id en paz, queridos hermanos, porque os encomendamos a la gracia y a la misericordia de la santa y gloriosa Trinidad. (...)
Salvados por la cruz victoriosa del Señor y sellados con el santo bautismo, que la santísima Trinidad borre vuestros pecados, perdone vuestras ofensas y conceda paz a las almas de vuestros difuntos". Que todas estas bendiciones se derramen sobre vosotros por la poderosa intercesión de los santos, de los mártires y de la santísima Madre de Dios, la Theotókos Yoldat Aloho. Amén.





ENCUENTRO CON LA COMUNIDAD MUSULMANA

EN LA MEZQUITA DE LOS OMEYAS


DURANTE LA VISITA AL MEMORIAL


DE SAN JUAN BAUTISTA


141

Domingo 6 de mayo de 2001

Queridos amigos musulmanes, ¡la paz esté con vosotros!

1. Alabo de corazón a Dios todopoderoso por la gracia de este encuentro. Os agradezco mucho vuestra cordial acogida, según la tradicional hospitalidad del pueblo de esta región. Agradezco especialmente los amables saludos del ministro del Waqf y del gran muftí, que, con sus palabras, han expresado el gran deseo de paz que llena el corazón de todas las personas de buena voluntad.
Mi peregrinación jubilar se ha caracterizado por numerosos e importantes encuentros con líderes musulmanes en El Cairo y Jerusalén, y ahora me siento profundamente conmovido por ser vuestro huésped aquí, en la gran mezquita de los Omeyas, tan rica en historia religiosa. Vuestra tierra es muy querida para los cristianos: aquí nuestra religión conoció momentos fundamentales de su crecimiento y de su desarrollo doctrinal, y aquí se fundaron comunidades cristianas que vivieron en paz y armonía con sus vecinos musulmanes durante muchos siglos.

2. Nos hallamos cerca de la que cristianos y musulmanes consideran como la tumba de san Juan Bautista, conocido como Yahya en la tradición musulmana. El hijo de Zacarías es una figura de gran importancia en la historia del cristianismo, porque fue el Precursor que preparó el camino a Cristo. La vida de san Juan, entregada totalmente a Dios, se coronó con el martirio. Ojalá que su testimonio ilumine a todos los que veneran aquí su memoria, para que tanto ellos como nosotros comprendamos que la gran tarea de la vida consiste en buscar la verdad y la justicia de Dios.

El hecho de que nuestro encuentro se celebre en este famoso lugar de oración nos recuerda que el hombre es un ser espiritual, llamado a reconocer y respetar la primacía absoluta de Dios en todas las cosas. Los cristianos y los musulmanes concuerdan en que el encuentro con Dios en la oración es el alimento necesario para nuestra alma, sin el cual nuestro corazón se vuelve árido y nuestra voluntad ya no busca el bien, sino que cede al mal.

3. Los musulmanes, al igual que los cristianos, consideran sus lugares de oración como oasis donde encuentran al Dios misericordioso a lo largo de su camino hacia la vida eterna, y a sus hermanos y hermanas mediante el vínculo de la religión. Cuando, con ocasión de matrimonios, funerales u otras celebraciones, los cristianos y los musulmanes guardan silencio por respeto a la oración del otro, dan testimonio de lo que los une, sin ocultar o negar lo que los separa.

En las mezquitas y en las iglesias las comunidades musulmanas y cristianas forjan su identidad religiosa, y los jóvenes reciben en ellas una parte significativa de su educación religiosa. ¿Qué sentido de identidad se inculca en los jóvenes cristianos y en los jóvenes musulmanes que frecuentan nuestras iglesias y mezquitas? Espero ardientemente que los líderes religiosos y los maestros musulmanes y cristianos presenten nuestras dos grandes comunidades religiosas como comunidades en diálogo respetuoso, y nunca más como comunidades en conflicto.Es fundamental enseñar a los jóvenes los caminos del respeto y la comprensión, a fin de que no abusen de la religión para promover o justificar el odio y la violencia. La violencia destruye la imagen del Creador en sus criaturas, y nunca debería considerarse como fruto de convicciones religiosas.

4. Espero de verdad que este encuentro en la mezquita de los Omeyas sea un signo de nuestra decisión de proseguir el diálogo interreligioso entre la Iglesia católica y el islam. Este diálogo ha cobrado mayor impulso en las últimas décadas; y hoy podemos estar satisfechos por el camino recorrido hasta ahora. En el nivel más elevado, el Consejo pontificio para el diálogo interreligioso representa a la Iglesia católica en esta tarea. Durante más de treinta años el Consejo ha enviado un mensaje a los musulmanes con ocasión de la Îd al-Fitr, al final del Ramadán, y me alegra que este gesto haya sido acogido por muchos musulmanes como un signo de creciente amistad entre nosotros. En los últimos años el Consejo ha creado un comité para las relaciones con las organizaciones islámicas internacionales, así como con el al-Azhar, en Egipto, que tuve el placer de visitar el año pasado.

Es importante que los musulmanes y los cristianos sigan examinando juntos cuestiones filosóficas y teológicas, para llegar a un conocimiento más objetivo y completo de las creencias religiosas del otro. Ciertamente, una mejor comprensión recíproca llevará, en la práctica, a un nuevo modo de presentar nuestras dos religiones, no en oposición, como ha sucedido muchas veces en el pasado, sino en colaboración con vistas al bien de la familia humana.

El diálogo interreligioso es más eficaz cuando brota de la experiencia de la "convivencia" diaria en la misma comunidad y cultura. En Siria los cristianos y los musulmanes han convivido durante siglos, y han desarrollado incesantemente un rico diálogo de vida. Cada persona y cada familia experimenta momentos de armonía, y otros en que se rompe el diálogo. Las experiencias positivas deben fortalecer la esperanza de paz de nuestras comunidades, y las negativas no deberían debilitarla. Por todas las veces que los musulmanes y los cristianos se han ofendido recíprocamente, debemos buscar el perdón del Todopoderoso y ofrecérnoslo unos a otros. Jesús nos enseña que debemos perdonar las ofensas de los demás si queremos que Dios perdone nuestros pecados (cf. Mt Mt 6,14).

142 Como miembros de la familia humana y como creyentes, tenemos obligaciones con respecto al bien común, la justicia y la solidaridad. El diálogo interreligioso llevará a muchas formas de cooperación, especialmente para cumplir el deber de asistir a los pobres y a los débiles. Estos son los signos que muestran la autenticidad de nuestro culto a Dios.

5. Los cristianos, mientras avanzamos por el camino de la vida hacia nuestro destino celestial, sentimos la compañía de María, la Madre de Jesús; y el islam también honra a María y la saluda como "elegida entre todas las mujeres del mundo" (Corán , III,
III 42,0). La Virgen de Nazaret, la Señora de Saydnâya, nos ha enseñado que Dios protege a los humildes y "dispersa a los soberbios de corazón" (Lc 1,51). Ojalá que los cristianos y los musulmanes se traten con sentimientos de fraternidad y amistad, para que el Todopoderoso nos bendiga con la paz que sólo el cielo puede dar. ¡Al Dios único y misericordioso, alabanza y gloria por siempre! Amén.







VISITA AL MEMORIAL DE SAN PABLO EN DAMASCO


Lunes 7 de mayo de 2001



Queridos hermanos y hermanas:

Saludo a los religiosos franciscanos de la Custodia de Tierra Santa, que se encargan de la gestión de esta casa, así como a las religiosas y a los laicos presentes. Me alegra recordar con vosotros al apóstol san Pablo en esta casa querida por mi predecesor el Papa Pablo VI para recoger el tesoro de fe, de espiritualidad y de celo misionero del Apóstol de los gentiles, el cual, en el camino de Damasco, aceptó acoger la luz de Cristo. Tras descubrir la verdad completa, el apóstol san Pablo, al principio vivió tres días en medio del silencio y de la oscuridad de la fe, antes de ser bautizado, de conocer a la comunidad cristiana local y de partir para anunciar el Evangelio. El centro tiene como finalidad proponer la espiritualidad paulina a los hombres y mujeres que quieren hacer una pausa en el camino de su vida cristiana para vivir de forma más plena su vida bautismal y su vocación en la Iglesia. El apóstol san Pablo nos recuerda que la misión se funda en la acogida de la luz de Cristo, de la que procede toda la revelación, en la contemplación silenciosa y amorosa de los misterios divinos y en la aceptación humilde y confiada de la misión encomendada por la Iglesia.

Ojalá que las personas que se beneficien del espacio espiritual que les brinda esta casa caminen cada día tras las huellas del Apóstol de los gentiles. Con mi bendición apostólica.







ORACIÓN POR LA PAZ EN TIERRA SANTA

LEÍDA POR EL PAPA EN LA IGLESIA

GRECO-ORTODOXA DE QUNEITRA


Lunes 7 de mayo de 2001



"Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios" (Mt 5,9).

Desde este lugar, tan desfigurado por la guerra, deseo elevar mi corazón y mi voz con una oración por la paz en Tierra Santa y en el mundo entero. La paz auténtica es un don de Dios. Nuestra apertura a este don exige una conversión del corazón y una conciencia obediente a su Ley. Pensando en las tristes noticias de los conflictos y de las muertes que incluso hoy llegan de Gaza, mi oración se hace más intensa.

Dios de infinita misericordia y bondad,
con corazón agradecido te invocamos hoy
143 en esta tierra que en otros tiempos recorrió san Pablo.
Proclamó a las naciones la verdad de que en Cristo
Dios reconcilió al mundo consigo (cf.
2Co 5,19).

Que tu voz resuene en el corazón
de todos los hombres y mujeres,
cuando los llames a seguir
el camino de reconciliación y paz,
y a ser misericordiosos como tú.

Señor, tú diriges palabras de paz a tu pueblo
y a todos los que se convierten a ti
de corazón (cf. Sal Ps 85,9).
144 Te pedimos por los pueblos de Oriente Próximo.
Ayúdales a derribar las barreras
de la hostilidad y de la división
y a construir juntos un mundo de justicia y solidaridad.

Señor, tú creas cielos nuevos
y una tierra nueva (cf. Is
Is 65,17).
Te encomendamos a los jóvenes de estas tierras.
En su corazón aspiran a un futuro más luminoso;
fortalece su decisión de ser hombres y mujeres de paz
y heraldos de una nueva esperanza para sus pueblos.

Padre, tú haces germinar
145 la justicia en la tierra (cf. Is Is 45,8).
Te pedimos por las autoridades civiles de esta región,
para que se esfuercen por satisfacer
las justas aspiraciones de sus pueblos
y eduquen a los jóvenes en la justicia y en la paz.
Impúlsalos a trabajar generosamente por el bien común
y a respetar la dignidad inalienable de toda persona
y los derechos fundamentales que derivan
de la imagen y semejanza del Creador
impresa en todo ser humano.

Te pedimos de modo especial
146 por las autoridades de esta noble tierra de Siria.
Concédeles sabiduría, clarividencia y perseverancia;
no permitas que se desanimen en su ardua tarea
de construir la paz duradera,
que anhelan todos los pueblos.

Padre celestial,
en este lugar donde se produjo
la conversión del apóstol san Pablo,
te pedimos por todos los que creen
en el evangelio de Jesucristo.
Guía sus pasos en la verdad y en el amor.
Haz que sean uno,
147 como tú eres uno con el Hijo y el Espíritu Santo.
Que testimonien la paz
que supera todo conocimiento (cf. Flp
Ph 4,7)
y la luz que triunfa sobre las tinieblas de la hostilidad,
del pecado y de la muerte.

Señor del cielo y de la tierra,
Creador de la única familia humana,
te pedimos por los seguidores de todas las religiones.
Que busquen tu voluntad
en la oración y en la pureza del corazón,
y te adoren y glorifiquen tu santo nombre.
148 Ayúdales a encontrar en ti
la fuerza para superar el miedo y la desconfianza,
para que crezca la amistad y vivan juntos en armonía.

Padre misericordioso,
que todos los creyentes
encuentren la valentía de perdonarse unos a otros,
a fin de que se curen las heridas del pasado
y no sean un pretexto
para nuevos sufrimientos en el presente.

Concédenos que esto se realice
sobre todo en Tierra Santa,
149 esta tierra que bendijiste
con tantos signos de tu Providencia
y donde te revelaste como Dios de amor.

A la Madre de Jesús,
la bienaventurada siempre Virgen María,
le encomendamos
a los hombres y a las mujeres
que viven en la tierra donde vivió Jesús.
Que, al seguir su ejemplo, escuchen la palabra de Dios
y tengan respeto y compasión por los demás,
especialmente por los que son diversos de ellos.
150 Que, con un solo corazón y una sola mente,
trabajen para que el mundo sea
una verdadera casa para todos sus pueblos.
¡Paz! ¡Paz! ¡Paz!
Amén.

Al terminar, deseo expresar mi aprecio a la Fuerza internacional destacada aquí. Vuestra presencia es un signo de la decisión de la comunidad internacional de contribuir a que llegue pronto el día en que reine la armonía entre los pueblos, las culturas y las religiones de esta área. Dios todopoderoso os proteja y sostenga vuestros esfuerzos.







PEREGRINACIÓN JUBILAR TRAS LAS HUELLAS DE SAN PABLO




DURANTE EL ENCUENTRO CON LOS JÓVENES


EN LA CATEDRAL



Lunes 7 de mayo de 2001


Queridos amigos, cuando los cardenales me eligieron para ocupar la Cátedra de San Pedro, hablé a los jóvenes y les dije: vosotros sois mi esperanza, sois la esperanza de la Iglesia.

Veintitrés años después os repito con una convicción aún mayor: vosotros sois la esperanza de la Iglesia. Y hoy quiero añadir; sois la esperanza de Siria.

Esperanza de la paz, de la unidad y de la civilización del amor. Vosotros sois la esperanza.

Queridos jóvenes:

1. "La paz esté con vosotros". Esta tarde os dirijo el saludo pascual del Señor resucitado a sus discípulos. Me alegra encontrarme con vosotros al final de mi peregrinación tras las huellas del apóstol san Pablo en Siria. Doy las gracias a los jóvenes que me han saludado en vuestro nombre. Pertenecéis a confesiones cristianas diversas, pero, todos juntos, queréis poneros a la escucha del único Señor y caminar hacia él: que vuestra presencia aquí sea signo de vuestro compromiso común de participar, con la gracia de Cristo, en la promoción de la plena unidad visible entre todos los cristianos.

151 Saludo cordialmente a Su Beatitud el patriarca Grégoire III, y le agradezco las palabras de bienvenida que ha querido dirigirme en nombre de los obispos del patriarcado de Antioquía de los greco-melquitas. En esta catedral mi pensamiento fraterno va también al venerado patriarca Máximos Hakim, que, desde su residencia de Beirut, se une a nosotros con la oración.

2. El pasaje de la carta a Timoteo que acabamos de escuchar es un aliciente para vosotros: "Si hemos muerto con él, también viviremos con él; si nos mantenemos firmes, también reinaremos con él; si le negamos, también él nos negará; si somos infieles, él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo" (
2Tm 2,11-13).

Queridos jóvenes, vivís en una época que plantea numerosos interrogantes e incertidumbres, pero Cristo os llama y suscita en vosotros el deseo de hacer de vuestra vida algo grande y hermoso, la voluntad de perseguir un ideal, el rechazo de la mediocridad y la valentía de comprometeros, con paciencia perseverante.

3. Para responder a esta llamada, buscad siempre la intimidad con el Señor de la vida, manteniéndoos fielmente en su presencia mediante la oración, el conocimiento de las Escrituras, el encuentro eucarístico y el sacramento de la reconciliación. Así edificaréis y fortaleceréis "vuestra vida interior", como dice el apóstol san Pablo. La relación de corazón a corazón con el Señor constituye también el secreto de una existencia que da fruto, ya que se organiza en torno a lo que es central para todo ser humano, el diálogo con nuestro Creador y nuestro Salvador. De este modo, vuestra vida no será superficial, sino que estará profundamente arraigada en los valores espirituales, morales y humanos, que constituyen la columna vertebral de todo ser y de toda vida.
Recordad que no es posible ser cristianos rechazando la Iglesia fundada en Jesucristo; que no es posible proclamarse creyentes sin realizar las obras de la fe; que no es posible llamarse hombres y mujeres espirituales sin dejarse modelar por Dios en la escucha humilde y gozosa de su Espíritu, y sin estar dispuestos a aceptar su voluntad.

Podréis entonces hacer vuestras opciones y comprometeros con todas vuestras fuerzas. Quizá os planteéis hoy preguntas como estas: ¿qué camino tomar? ¿Qué hacer con mi vida? ¿A quién seguir? No tengáis miedo de tomaros tiempo para reflexionar junto con los adultos, a fin de examinar seriamente las opciones que tenéis que hacer y que suponen escuchar a Cristo, el cual os invita a seguirlo por los caminos exigentes de un testimonio valiente al servicio de los valores por los que vale la pena vivir y dar la vida: la verdad, la fe, la dignidad del hombre, la unidad, la paz y el amor. Con el apoyo de Cristo y de su Iglesia llegaréis a ser hombres y mujeres cada vez más libres y responsables de su vida, que quieren participar activamente en la vida de su Iglesia, en las relaciones entre las comunidades religiosas y humanas, y en la construcción de una sociedad cada vez más justa y fraterna.

4. El Señor pide a sus discípulos que sean signos en el mundo; que, en los lugares donde viven y trabajan, sean instrumentos visibles y creíbles de su presencia salvífica. No sólo con palabras, sino sobre todo con un estilo de vida particular, con corazón libre y espíritu creativo, ayudaréis a los jóvenes de vuestra generación a descubrir que Cristo es vuestra alegría y vuestra felicidad. Por eso conviene evitar el equívoco, frecuente hoy, de suponer que la fe no influye en la vida y que en la vida se puede prescindir de la fe. El ser y la existencia del cristiano deben estar unificados en torno a su núcleo central, la adhesión a Jesucristo; así, podrá repetir sin cesar con el Apóstol: "Yo sé bien en quién tengo puesta mi fe" (2Tm 1,12).

5. Como los paganos que suplicaban a Felipe, diciéndole: "Queremos ver a Jesús" (Jn 12,21), o la persona que vislumbró san Pablo en su visión: "Ayúdanos" (Ac 16,9), los hombres de hoy, en su búsqueda a tientas, quieren conocer, a menudo sin saberlo, a Cristo, el único Salvador. Queridos jóvenes, os invito hoy a hablar de Jesucristo con valentía y fidelidad, sobre todo a los jóvenes de vuestra generación. Y no sólo hablar de Jesucristo, sino también y sobre todo a testimoniarlo. Que al ver vuestra vida, vuestros compatriotas puedan preguntarse qué os guía y qué constituye vuestra alegría. Entonces podréis responderles: "Venid y lo veréis". La Iglesia cuenta mucho con vosotros, para que Cristo sea más conocido y más amado. Vuestra misión, que es la misión de todos los bautizados, nace, como la de los Apóstoles y las mujeres en la mañana de Pascua, del encuentro con el Señor resucitado (cf. Jn Jn 20,11-21 Jn Jn 20,25); el amor nos impulsa a transmitir esta buena nueva que transforma nuestra vida y el destino del mundo.

6. Queridos jóvenes, el futuro del cristianismo en vuestro país depende de la cercanía y de la colaboración entre las Iglesias y las comunidades eclesiales que viven en él. Ya estáis convencidos de ello, y trabajáis para lograr este objetivo. Apreciáis la convivencia que mantenéis diariamente en los barrios, en las escuelas o institutos de formación, en los grupos o en las actividades juveniles.
Esa convivencia os prepara desde ahora para afrontar juntos vuestro futuro de cristianos en Siria. Profundizad cada vez más lo que os une. Meditad juntos el Evangelio, invocad al Espíritu Santo, escuchad el testimonio de los Apóstoles, orad con alegría y en acción de gracias. Amad a vuestras comunidades eclesiales. Os transmiten la fe y el testimonio por los que vuestros antepasados pagaron con frecuencia un precio muy alto. Cuentan con vuestra valentía y vuestra santidad, fundamento de toda auténtica reconciliación. Que la oración de Cristo: "Que todos sean uno", resuene en vuestro corazón como una invitación y una promesa. Vuestro país se caracteriza también por la convivencia entre todos los componentes de la población. Aprecio esta convivencia solidaria y pacífica. Ojalá que todos se sientan parte activa de la comunidad, en la que puedan dar libremente su contribución al bien común.

Queridos jóvenes, debéis dar al mundo el Dios que habéis descubierto. La lógica cristiana es realmente "original": nadie puede conservar este don si, a su vez, no lo ofrece. Es la misma lógica que ha vivido con vosotros el Maestro divino, que se despojó y humilló hasta el sacrificio supremo. Por eso fue exaltado y se le otorgó el nombre que está sobre todo nombre (cf. Flp Ph 2,5-11). La auténtica fecundidad de toda existencia se basa en esta experiencia radical del misterio de la pasión y la resurrección.

152 7. Os repito esta tarde, en unión con vuestros patriarcas y vuestros obispos, con los sacerdotes y con toda la Iglesia: sed testigos fieles del Verbo de la vida en vuestros ambientes. Los compromisos que tenéis que asumir como consecuencia de vuestra pertenencia a Cristo y de vuestra decisión de servir al hombre son: vuestra presencia asidua y vuestra colaboración en las parroquias y en los movimientos eclesiales, vuestra atención fraterna y solidaria a los que sufren en el cuerpo y en el alma, y vuestro empeño responsable en la construcción de una sociedad respetuosa de los derechos de todos y promotora del bien común y de la paz. Queridos jóvenes cristianos: testimoniad el "evangelio de la caridad"; queridos jóvenes de Siria: construid la "civilización del amor". Os dejo estas consignas con gran esperanza y gran confianza.

8. Os repito afectuosamente la invitación que dirigí a los jóvenes del mundo entero con ocasión del gran jubileo: "No tengáis miedo de ser los santos del nuevo milenio. (...) Con Cristo la santidad -proyecto divino para cada bautizado- es posible. (...) Jesús camina con vosotros, os renueva el corazón y os infunde valor con la fuerza de su Espíritu" (Mensaje para la XV Jornada mundial de la juventud, 29 de junio de 1999, n. 3: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 9 de julio de 1999, p. 2).

Os bendigo de corazón a todos vosotros, así como a vuestras familias.









CEREMONIA DE DESPEDIDA EN EL AEROPUERTO DE DAMASCO


Martes 8 de mayo de 2001

Señor presidente;
distinguidos amigos sirios;
señoras y señores:

1. Al despedirme de la antigua tierra de Siria, me embarga un sentimiento de gratitud. Doy gracias en primer lugar a Dios todopoderoso, porque me ha permitido proseguir mi peregrinación jubilar de fe con ocasión del bimilenario del nacimiento de Jesucristo. Siento gratitud hacia san Pablo, que ha sido mi compañero de viaje en cada paso de este camino.

Le expreso mi agradecimiento en especial a usted, señor presidente, y a los miembros del Gobierno, porque me han acogido con gran corazón y me han tendido la mano de la amistad. El pueblo sirio es famoso por su hospitalidad, y durante estos días ha hecho que un peregrino se sintiera como en su propia casa. No olvidaré jamás esta amabilidad.

Doy las gracias a la comunidad cristiana y, en particular, a Sus Beatitudes los patriarcas y los obispos, por el modo como me han acompañado durante mi peregrinación.

Conservaré el recuerdo de mi visita a la mezquita de los Omeyas y de la amable bienvenida que me brindaron su excelencia el ministro del Wafq, su eminencia el gran muftí y la comunidad musulmana.
153 Pido a Dios que se conserve y fortalezca cada vez más la larga tradición siria de relaciones armoniosas entre cristianos y musulmanes, de modo que testimonie al mundo que la religión, como adoración de Dios todopoderoso, siembra la semilla de la paz en el corazón de las personas.
Al colmar los anhelos más profundos del espíritu humano, enriquece y une a la familia humana en su camino a lo largo de la historia.

2. Siria es una tierra antigua con un pasado glorioso. Aunque en algunos aspectos vuestra nación es aún joven, en un tiempo relativamente breve y en circunstancias difíciles ha obtenido grandes logros. Como peregrino pido a Dios que Siria se encamine con confianza y serenidad hacia un futuro nuevo y prometedor, y que en vuestro país florezca una época de bienestar y tranquilidad para todo su pueblo.

Siria desempeña un papel fundamental en la vida de toda esta región, cuyos pueblos han sufrido largamente la tragedia de guerras y conflictos. Pero para abrir la puerta de la paz, hay que resolver las cuestiones fundamentales de la verdad y la justicia, de los derechos y las responsabilidades. El mundo mira a Oriente Próximo con esperanza y preocupación, anhelando signos de diálogo constructivo. Persisten aún muchos y serios obstáculos, pero el primer paso hacia la paz debe ser la firme convicción de que una solución es posible según los parámetros del derecho internacional y las resoluciones de las Naciones Unidas. Exhorto una vez más a todos los pueblos implicados, y a sus líderes políticos, a reconocer que el enfrentamiento ha fracasado y fracasará siempre. Sólo una paz justa puede crear las condiciones necesarias para el desarrollo económico, cultural y social al que tienen derecho los pueblos de esta región.
Gracias, señor presidente. Muchas gracias a todos vosotros.

Que las bendiciones de Dios todopoderoso colmen vuestro futuro. Que su paz esté siempre con vosotros.







Discursos 2001 139