Discursos 2001 167


A LOS MIEMBROS DE LA FUNDACIÓN "ÉTICA Y ECONOMÍA"


Jueves 17 de mayo de 2001



168 Ilustres señores; gentiles señoras:

1. Me alegra dirigiros a cada uno mi saludo cordial. Este encuentro se sitúa en el marco de una iniciativa que habéis promovido para profundizar, desde diferentes puntos de vista, el arduo proyecto de una reflexión articulada sobre la globalización, la solidaridad y la libre iniciativa económica, sobre la base de sólidos valores éticos y espirituales.

Agradezco al doctor Tullio Chiminazzo las amables palabras que me ha dirigido, haciéndose intérprete de vuestros sentimientos comunes.

He visto con agrado el programa que guía la naciente fundación "Ética y economía", y os aliento a proseguir esta obra para insertar en el campo de la economía las perspectivas y las indicaciones del magisterio y de la doctrina social de la Iglesia.

Los miembros de vuestra institución proceden de diversas partes del mundo. Aunque tenéis sensibilidades culturales diferentes, compartís la decisión común de conjugar libertad, desarrollo y justicia según los principios evangélicos de la solidaridad. Esto es aún más necesario en nuestra época, marcada por profundos cambios sociales.

2. En efecto, los procesos económicos actuales se están orientando cada vez más hacia un sistema que la mayor parte de los observadores define con el término "globalización". No cabe duda de que se trata de un fenómeno que permite grandes posibilidades de crecimiento y de producción de riqueza. Pero muchos admiten también que no asegura de suyo la justa distribución de los bienes entre los ciudadanos de los diversos países. En realidad, la riqueza producida queda a menudo concentrada en pocas manos, y eso tiene como consecuencia una ulterior pérdida de soberanía de los Estados nacionales, ya bastante debilitados en las zonas en vías de desarrollo, y la confluencia en un sistema mundial gobernado por unos cuantos centros en manos de privados. Ciertamente, el mercado libre es una característica inequívoca de nuestra época. Sin embargo, existen necesidades humanas imprescindibles, que no pueden depender de esta perspectiva, pues podrían quedar descuidadas.

La doctrina de la Iglesia enseña que el crecimiento económico debe integrarse con otros valores, de modo que sea un crecimiento cualitativo y, por consiguiente, justo, estable, respetuoso de las individualidades culturales y sociales, así como sostenible ecológicamente. No puede separarse tampoco de una inversión hecha en favor de las personas, de las capacidades creativas e innovadoras del individuo, que es el recurso fundamental de cualquier sociedad.

3. El término "global", entendido de modo coherente, debe incluir a todos. Por tanto, es necesario esforzarse por eliminar las persistentes bolsas de marginación social, económica y política. Esto vale también para la exigencia, subrayada a menudo, de asegurar la "calidad". Este concepto no sólo debe tener en cuenta el producto, sino, en primer lugar, al que lo produce. Me refiero a la necesidad de la "calidad total", o sea, la condición global del hombre en el proceso productivo.

Sólo si el hombre es protagonista y no esclavo de los mecanismos de producción, la empresa se convierte en una verdadera comunidad de personas. Este es uno de los desafíos que afrontan no sólo las nuevas tecnologías, que ya han aliviado parte del esfuerzo humano, sino también el empresario directo y, sobre todo, el indirecto, es decir, todas las fuerzas de las que dependen las orientaciones de las finanzas y de la economía.

A ellas están vinculadas tanto la liberación del hombre frente al trabajo como la búsqueda de una solución eficaz para el problema del desempleo, plaga mundial que podría resolverse si los movimientos de capital jamás perdieran de vista el bien del hombre como objetivo final.

4. Si se mira bien, la globalización es un fenómeno intrínsecamente ambivalente, a mitad de camino entre un bien potencial para la humanidad y un daño social con graves consecuencias. Para orientar en sentido positivo su desarrollo, será necesario esforzarse a fondo con vistas a una "globalización de la solidaridad", que hay que construir con una nueva cultura, con nuevas reglas y con nuevas instituciones, tanto nacionales como internacionales. En particular, será preciso intensificar la colaboración entre política y economía, para elaborar proyectos específicos que tutelen a los que podrían ser víctimas de procesos de globalización a escala mundial. Pienso, por ejemplo, en instrumentos que alivien la pesada carga de la deuda externa de los países en vías de desarrollo, o en legislaciones que protejan a la infancia de la explotación que se produce cuando los niños comienzan a trabajar prematuramente.

169 Amadísimos hermanos y hermanas, os expreso mi satisfacción por la contribución que queréis brindar para la solución de problemáticas tan vastas y actuales. Espero de corazón que vuestra aportación esté siempre iluminada por la enseñanza secular de la Iglesia, para que la libertad económica no se separe jamás del deber de una equitativa distribución de la riqueza. Os aseguro mi oración y os imparto a todos de buen grado mi bendición.








A LA ASAMBLEA PLENARIA


DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ITALIANA


Jueves 17 de mayo de 2001



Amadísimos hermanos en el episcopado:

1. "Gracia a vosotros y paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo" (1Co 1,3). Me complace saludaros con estas palabras del apóstol san Pablo. Saludo al cardenal Camillo Ruini, vuestro presidente, y le agradezco las palabras que me ha dirigido y, en particular, las felicitaciones por mi cumpleaños. Saludo también a los demás cardenales italianos, a los vicepresidentes y al nuevo secretario general.

En esta circunstancia propicia de vuestra asamblea general, deseo manifestaros a vosotros, y por medio de vosotros a todas las comunidades eclesiales italianas, mi profunda gratitud por la excepcional contribución que disteis al éxito del gran jubileo del año 2000, que constituyó para toda la Iglesia un extraordinario tiempo de gracia. En particular, quiero agradeceros el gran esfuerzo que realizasteis con ocasión de la XV Jornada mundial de la juventud: más de dos millones de jóvenes, de los cuales una parte notable eran italianos, acudieron a Roma en aquellos días inolvidables, testimoniando cuán viva es la fe cristiana y cuán ferviente la pertenencia eclesial en las nuevas generaciones. Los jóvenes procedentes de otras naciones, que también vinieron en gran número, pudieron experimentar la capacidad de acogida, alimentada por el amor, de las diócesis italianas.

2. El tema central de vuestra asamblea son las orientaciones pastorales que queréis ofrecer a la Iglesia en Italia para el decenio que acaba de comenzar.Muy oportunamente habéis unido de manera íntima y orgánica estas orientaciones a la carta apostólica Novo millennio ineunte, que firmé al concluir el Año santo. En ella indiqué los puntos fundamentales e irrenunciables de referencia para la vida y la pastoral de la Iglesia, comprometiendo a los fieles a mantener fija la mirada en el rostro de Cristo. Esta contemplación puede dar un nuevo impulso al seguimiento del Maestro y una energía que estimule la amplia obra de evangelización y de inculturación de la fe, necesaria y urgente en un mundo que afronta desafíos radicales y profundos cambios.

Amadísimos hermanos en el episcopado, con vosotros doy gracias a Dios por el dinamismo espiritual y pastoral que caracteriza a la Iglesia en Italia, por el testimonio de fidelidad y celo apostólico que dan los sacerdotes, tan cercanos a las personas y a las familias encomendadas a su cuidado pastoral, y por la generosidad con que tantos religiosos y religiosas viven su vocación específica en la contemplación, la evangelización, la formación escolar y el servicio a los enfermos y a los marginados. Y no podemos olvidar a los cristianos laicos, a menudo reunidos en asociaciones y movimientos, que toman cada vez mayor conciencia de su vocación bautismal, asumiendo su parte de responsabilidad en la edificación de la Iglesia. Con un compromiso coherente se esfuerzan por formar auténticas familias cristianas y dar un testimonio convincente en el trabajo y en el estudio, así como en las actividades sociales, económicas y políticas.

Sin embargo, también en Italia se ha difundido la tendencia a vivir "como si Dios no existiera"; a menudo, los medios de comunicación social las destacan y las propagan, con graves riesgos para la formación moral de las personas y de la colectividad. La misión del pastor no sólo consiste en enseñar con claridad la recta doctrina en materia de fe y de moral, sino también en sostener y fomentar todas las iniciativas que puedan constituir una alternativa válida a esas tendencias. Queridos hermanos en el episcopado, ya sabéis que el Papa os acompaña cuando testimoniáis la verdad y el amor de Cristo. Os acompaña cuando os esforzáis por promover y difundir, también a través de los medios de comunicación, una cultura y estilos de vida inspirados cristianamente.

3. El Papa comparte con vosotros una afectuosa solicitud por el bien común de esta amada nación, que, después de un decenio de fuertes contrastes y cambios, necesita estabilidad y concordia para poder expresar del mejor modo posible sus grandes potencialidades.

Un factor decisivo para el presente y el futuro de Italia es, sin duda alguna, la familia. Por eso, con razón se centra en ella vuestra atención, como lo demuestra, entre otras, la iniciativa del gran Encuentro nacional de las familias, que habéis programado para los días 20 y 21 del próximo mes de octubre. Si Dios quiere, tendré la dicha de participar en él. Es preciso incrementar la pastoral de las familias, sin limitarla al tiempo de preparación para el matrimonio o a la promoción de algún grupo específico. Es indispensable que las familias mismas tengan mayor protagonismo, tanto en la evangelización como en la vida social, para que se tutele su auténtica fisonomía y se reconozca adecuadamente su función. Así pues, renuevo mi petición de que se salvaguarden los derechos de la familia fundada en el matrimonio, sin confundirla con otras formas de convivencia. Espero de corazón que se realice una política orgánica en favor de la familia, para sostenerla en sus tareas esenciales, comenzado por la procreación y la educación de los hijos.

El compromiso en favor de la familia es inseparable del compromiso en favor de la vida humana, desde la concepción hasta su término natural. Además, hoy, con el desarrollo de las biotecnologías, se ensanchan las fronteras en las que se requiere nuestra presencia vigilante y la propuesta valiente de la verdad sobre el hombre. Queridos hermanos en el episcopado, las acusaciones que actualmente nos dirigen de defender posiciones ya superadas están destinadas, antes o después, a dar paso al reconocimiento de que la Iglesia ha tenido clarividencia, discerniendo, a la luz del evangelio de Cristo, lo que es indispensable para el auténtico progreso humano.

170 4. La educación de las nuevas generaciones representa, a su vez, una de nuestras preocupaciones pastorales fundamentales. A este respecto, nuestras parroquias, oratorios y asociaciones prestan un valioso servicio, que es preciso sostener e incrementar. Es muy importante, además, la misión de la escuela. Por eso la Iglesia brinda su colaboración más convencida, también mediante los beneméritos profesores de religión, para mejorar todo el sistema escolar italiano.
Renueva un apremiante llamamiento para que se realice por fin una efectiva paridad escolar, superando antiguas concepciones estatalistas, a fin de actuar a la luz del principio de subsidiariedad y de la valorización, también en el ámbito escolar, de los múltiples recursos de la sociedad civil.

Por otra parte, el bien común no puede construirse fuera de una perspectiva de solidaridad concreta, que se expresa ante todo desarrollando nuevas posibilidades de trabajo especialmente en las áreas geográficas, situadas en su mayor parte en el sur, que siguen muy afectadas por la plaga del desempleo. Al agravarse las situaciones de pobreza, que implican a numerosas familias que antes podían vivir una existencia normal, nuestras comunidades eclesiales están llamadas a comprometerse directamente, solicitando al mismo tiempo una atención más esmerada y concreta de parte de las instituciones públicas. Todo esto vale, en particular, para la difícil pero necesaria obra de acogida de los inmigrantes, en la que los organismos del voluntariado cristiano dan muchos testimonios ejemplares.

5. Amadísimos hermanos en el episcopado, mientras prosigue, a pesar de las dificultades, la construcción de la "casa común" de los pueblos europeos, os pido a vosotros y a vuestras Iglesias que participéis en esta empresa de alcance histórico, con las riquezas de fe y cultura propias del pueblo italiano. Debéis hacerlo para que, como dice la Declaración que publiqué juntamente con el arzobispo ortodoxo de Atenas y de toda Grecia, "se conserven invioladas las raíces cristianas de Europa y su alma cristiana", sin ceder a la tendencia a "transformar algunos países europeos en Estados secularizados, sin referencia alguna a la religión". En efecto, esto constituye "una involución y una negación de su herencia espiritual" (Declaración común del Papa Juan Pablo II y del Patriarca ortodoxo Cristódulos, 4 de mayo de 2001, n. 6: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 11 de mayo de 2001, p. 10).

Os agradezco, asimismo, la generosidad que mostráis siempre con los países más pobres y con las naciones donde la Iglesia ha sufrido persecuciones obstinadas. En particular, he apreciado mucho la iniciativa que habéis tomado para la reducción de la deuda externa de algunas naciones, favoreciendo así decisiones iluminadas por parte del Estado italiano.

Amadísimos hermanos, os aseguro mi oración diaria por vosotros y por las comunidades encomendadas a vuestro servicio pastoral. Que por intercesión de la Virgen María, Estrella de la evangelización, se fortalezcan en su fe y crezcan en la comunión y en la valentía con vistas a la misión. Como signo de mi afecto, para que el Señor os conceda estos dones, os imparto de corazón la bendición apostólica a vosotros y a todo el pueblo italiano.










EN LA PRESENTACIÓN DE LAS CARTAS CREDENCIALES


DE NUEVE EMBAJADORES


Viernes 18 de mayo de 2001



Excelencias:

1. Os recibo con agrado en el Vaticano, mientras presentáis las cartas que os acreditan como embajadores extraordinarios y plenipotenciarios de vuestros países: Nepal, Túnez, Estonia, Zambia, Guinea, Sri Lanka, Mongolia, Sudáfrica y Gambia. Vuestra presencia me brinda la ocasión de saludar a vuestros responsables políticos y a todos los que tienen la tarea de servir al bien común en las funciones que se les han confiado. Quisiera saludar cordialmente a todos vuestros compatriotas, asegurándoles que los recuerdo en mis oraciones. Os agradezco sinceramente los cordiales mensajes que me habéis entregado de parte de vuestros respectivos jefes de Estado; os agradeceré que al volver les transmitáis mis saludos deferentes y mis mejores deseos para sus personas y para la alta misión que están llamados a cumplir.

2. Durante mi peregrinación jubilar tras las huellas de san Pablo en Grecia, Siria y Malta, seguí con atención los hechos dramáticos que tenían lugar en la región de Oriente Próximo. Quisiera aprovechar una vez más la presencia de un número tan notable de diplomáticos para renovar con mayor fuerza mi llamamiento en favor de la paz en todos los continentes, invitando a los responsables de la vida social a tomar decisiones valientes que lleven a los pueblos de manera decidida por el camino de la paz y la reconciliación. La paz y la seguridad de las personas y de las comunidades son bienes esenciales. Ningún país puede construir su futuro prescindiendo de los pueblos que lo rodean o de las diversidades culturales y étnicas que lo componen. Es conveniente que todos los organismos locales, nacionales e internacionales se comprometan a solucionar por fin esos conflictos, que ya han causado demasiadas víctimas inocentes. En este campo, el papel de la diplomacia es particularmente importante. Por eso, pido ardientemente que todos los servicios diplomáticos se comprometan en favor de una solución negociada de los diversos conflictos y de los focos de tensión existentes en los diferentes continentes. Este compromiso contribuirá a devolver la confianza y la esperanza a las poblaciones sometidas desde hace demasiado tiempo a situaciones de inestabilidad.

3. Mientras comenzáis vuestra misión ante la Sede apostólica, os expreso mis deseos más cordiales. Pido al Altísimo que derrame la abundancia de sus bendiciones sobre vosotros, así como sobre vuestras familias, sobre vuestros colaboradores y sobre los habitantes de las naciones que representáis.








A LOS OBISPOS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL


DE PAKISTÁN EN VISITA "AD LIMINA"


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Sábado 19 de mayo de 2001



Queridos hermanos en el episcopado:

1. Con gran alegría os doy la bienvenida, obispos de Pakistán, con ocasión de vuestra visita ad limina Apostolorum. Después de la experiencia de mi reciente peregrinación tras las huellas de san Pablo, las palabras del Apóstol siguen resonando en mi corazón, y os saludo con su exhortación: "Hermanos míos amadísimos y añorados, mi gozo y mi corona, manteneos firmes en el Señor" (Ph 4,1). Para el Sucesor de Pedro, la visita ad limina es siempre un momento significativo y enriquecedor, pues le permite reunirse con sus hermanos en el episcopado de diversas partes del mundo, pasar un tiempo con ellos en oración y en reflexión fraterna sobre sus alegrías y esperanzas, sus dolores y tristezas.

La comunidad cristiana de Pakistán es una pequeña grey que vive en medio de una gran mayoría musulmana. Aunque muchos de sus miembros son pobres y viven en una situación difícil, son ricos en fe y en fidelidad al evangelio de Jesucristo. Sé que durante vuestra peregrinación a las tumbas de san Pedro y san Pablo lleváis entrañablemente en vuestro corazón a las comunidades de vuestro país, confiando sus necesidades y preocupaciones, así como vuestro ministerio episcopal, a la protección celestial de los Apóstoles. Me uno a vuestra acción de gracias a Dios por las bendiciones que ha derramado sobre todos vosotros.

El gran jubileo del año 2000 fue un tiempo de gracia en la vida de toda la Iglesia. Durante ese año la Iglesia en Pakistán también recibió muchos beneficios espirituales, puesto que los fieles participaron en las actividades jubilares, incluyendo varias peregrinaciones a Roma, de las que muchos volvieron a sus familias y comunidades con una fe renovada y un compromiso fortalecido.
El jubileo no debería ser sólo un momento excepcional en la vida de la Iglesia, después del cual, por decirlo así, todo vuelve a la normalidad. Como subrayé en mi carta apostólica Novo millennio ineunte, ha llegado el momento de aprovechar los frutos del gran jubileo para planificar el futuro, con nuestra mirada fija en Cristo, el único Mediador y Salvador de todos. Esta tarea corresponde especialmente a cada una de las Iglesias particulares, que debe aprovechar la ocasión para consolidar su fervor y renovar su entusiasmo con vistas a sus responsabilidades espirituales y pastorales (cf. n. 3).

2. Al celebrar el bimilenario de su nacimiento, reflexionamos sobre Cristo "considerado en sus coordenadas históricas y en su misterio, acogido en su múltiple presencia en la Iglesia y en el mundo, y confesado como sentido de la historia y luz de nuestro camino" (ib., 15). Esta contemplación de Cristo ha de ocupar el centro de vuestro ministerio episcopal. Ojalá que os infunda nueva energía, impulsándoos a traducir en iniciativas concretas el fervor que habéis experimentado en vuestro pueblo. Asimismo, os lleva a reflexionar en la calidad de vuestra vida interior y de vuestra relación con el Señor. Mediante una intensa vida de oración lograréis la serenidad interior que lleva a ser "contemplativos en la acción", testigos creíbles, capaces de transmitir a los demás lo que nosotros mismos hemos recibido: la Palabra de vida (cf. 1Jn 1,1).
Santidad radiante, fidelidad al Evangelio e intrepidez al afrontar los desafíos del apostolado son condiciones esenciales para un ministerio episcopal fecundo al servicio de la nueva evangelización, a la que Dios llama a la Iglesia al comienzo del nuevo milenio.

Además del gobierno pastoral de sus diócesis, los obispos, en virtud de su pertenencia al Colegio episcopal, han de mostrar una gran solicitud por la Iglesia, tanto a nivel nacional como universal. Para afrontar con más eficacia los numerosos problemas pastorales y sociales de vuestro país, es importante reforzar la cooperación en el ámbito de vuestra Conferencia episcopal, a fin de mantener la unidad y ofrecer una guía decisiva a los católicos de Pakistán. A este respecto, os invito a esforzaros por mejorar y consolidar las instituciones y las actividades de la Conferencia. En particular, quizá podrían ser útiles un secretariado permanente y una distribución más estable de las reuniones de la Conferencia.

3. Aliento a vuestros sacerdotes y les aseguro mi oración. Conozco las circunstancias a menudo difíciles en que desempeñan su ministerio. Tenéis una responsabilidad particular con respecto a ellos, y os incumbe también la tarea de promover su bienestar y su santidad. Los sacerdotes deben mantener siempre encendida en su corazón la pasión por el inmenso don que recibieron cuando el Señor los llamó a su servicio. Esto significa que han de ser hombres de oración, que se interesen por las cosas de Dios. Su posición no es un privilegio, sino un ministerio de servicio, para ayudar al pueblo de Dios a responder a su vocación más profunda: entrar en comunión con la santísima Trinidad.

Por consiguiente, prestad atención particular a la formación de los sacerdotes y los seminaristas, para que respondan a la gracia del Espíritu Santo que los llama incesantemente a la conversión, a la santidad y a la caridad pastoral. Me alegra que el número de vocaciones siga aumentando en Pakistán, y os invito a dar a esos jóvenes la mejor formación posible, para que se conviertan en el tipo de sacerdote que el pueblo de Dios quiere y al que tiene "derecho" (cf. Pastores dabo vobis PDV 79). Vuestros seminarios menores, además de proporcionar una formación de gran calidad, deben ayudar a los jóvenes a discernir la llamada de Dios y a responder con un compromiso generoso.
172 Trabajando juntos, tenéis que asegurar que el Instituto católico nacional de teología, fundado en 1997, logre mejorar la formación intelectual de los seminaristas, los religiosos y los laicos que asisten a sus cursos, ofreciéndoles un alto nivel académico y permaneciendo fiel a la doctrina de la Iglesia y a las auténticas tradiciones de la espiritualidad cristiana.

4. También debéis animar a los laicos a desempeñar un papel más pleno y más visible en la misión de la Iglesia. Para hacerlo de modo eficaz, las comunidades católicas locales han de estar bien arraigadas en los fundamentos de la fe. A este propósito, deseo expresar mi gratitud a los religiosos y a los catequistas laicos, cuya dedicación a la catequesis y a la instrucción es tan importante para el crecimiento de la Iglesia en Pakistán. Los aliento a usar cada vez más el Catecismo de la Iglesia católica, que no sólo es una síntesis sistemática de los contenidos esenciales de la doctrina católica, sino también un instrumento vital y eficaz para la obra de evangelización.

No deberíamos olvidar que la fe se transmite en primer lugar en el hogar. Por esta razón, la familia ha de ser una de las prioridades de vuestra programación pastoral. Hoy las familias cristianas sufren presiones por parte de diversas fuerzas externas. Debéis esforzaros por asegurar que la familia sea en verdad una "iglesia doméstica", caracterizada por un clima de oración, respeto mutuo y servicio a los demás. Viviendo con humildad y amor su vocación cristiana, la familia cristiana llega a ser un auténtico "foco de evangelización, donde cada miembro experimente el amor de Dios y lo comunique a los demás" (Ecclesia in Asia ).

Asimismo, la Iglesia siempre ha promovido con gran solicitud la pastoral juvenil. Hoy, en las circunstancias de la sociedad, que cambian rápidamente, los pastores deben alentar y apoyar a los jóvenes a cada paso, a fin de garantizar que sean suficientemente maduros, desde el punto de vista humano y espiritual, para desempeñar un papel activo en la Iglesia y en la sociedad. La Iglesia les presenta la verdad de Jesucristo, "un misterio gozoso y liberador que es preciso conocer, amar y compartir con los demás con convicción y valentía" (ib., 47).

Las escuelas católicas son muy apreciadas en Pakistán por la calidad de su enseñanza y por los valores humanos que inculcan. Dado que frecuentan esas escuelas estudiantes de todas las tradiciones religiosas, no debe subestimarse el papel que pueden desempeñar en la promoción de un clima de diálogo y de tolerancia, y que representa un serio desafío para la comunidad católica. Independientemente de los ambientes religiosos y culturales de donde provienen, los estudiantes deberían aprender del ejemplo y de la enseñanza de sus educadores a apreciar y buscar siempre "todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable" (
Ph 4,8).

5. En vuestro país el diálogo interreligioso constituye una característica esencial de vuestra misión pastoral.Durante mi reciente visita a Siria exhorté de nuevo a una mayor comprensión y cooperación entre cristianos y musulmanes. Para garantizar que esas iniciativas den fruto, es importante disponer de personal formado convenientemente, que haya estudiado a fondo las creencias, los valores y las tradiciones religiosas del islam. El diálogo no implica el abandono de los propios principios, ni debe llevar a un falso irenismo (cf. Redemptoris missio RMi 56). Más bien, permaneciendo fieles a nuestras tradiciones y convicciones religiosas, debemos estar dispuestos a comprender, con espíritu de humildad y sinceridad, las de los seguidores de las otras religiones.

Ya he mencionado la importancia de las escuelas católicas para la promoción de la tolerancia mutua y el diálogo. También otras instituciones católicas, como los hospitales, los hogares y los centros de asistencia social, testimonian de manera práctica los valores del Evangelio; permiten entablar un "diálogo de vida" entre los seguidores de las diferentes religiones, y contribuyen así a construir una sociedad más justa y fraterna (cf. ib., 57).

Puesto que las culturas se desarrollan como modos de afrontar las cuestiones más profundas de la existencia humana, en última instancia deben plantearse el interrogante sobre Dios: "El punto central de toda cultura lo ocupa la actitud que el hombre asume ante el misterio más grande: el misterio de Dios" (Centesimus annus CA 24). La cultura pakistaní reconoce y defiende el lugar de Dios en la vida pública. Esto debería permitir a los seguidores de las diversas religiones colaborar para defender la dignidad inestimable de todo hombre y de toda mujer desde la concepción hasta la muerte natural, y construir una sociedad en la que se respeten y protejan los derechos inalienables de todos, especialmente el derecho a la vida, el derecho a la libertad -que incluye la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión- y el derecho a participar plenamente en la sociedad. De estos brotan los derechos civiles, económicos, sociales y culturales, que son esenciales para el bienestar de las personas y de las sociedades. Una base común para la cooperación entre cristianos y musulmanes, y para la promoción de un auténtico desarrollo social y político, se encuentra en las normas morales universales e inmutables que derivan del orden de la creación y están inscritas en el corazón del hombre (cf. Veritatis splendor VS 96).

A pesar de las posibilidades de comprensión y ayuda mutua, por desgracia muchos de vuestro pueblo sufren pruebas a causa de su fidelidad a Cristo. A veces se les mira con sospecha, y no se les trata como verdaderos ciudadanos de su país, especialmente por algunas leyes que no respetan suficientemente la libertad religiosa de las minorías. Pienso en todos los cristianos de vuestro país que, en cierto modo, sufren por su fe. En medio de sus pruebas y aflicciones, deseo asegurarles mi solidaridad y el apoyo de mi oración. Nuestro Señor Jesucristo, al que los invito a dirigirse con confianza, está con ellos de un modo particularmente íntimo, para consolarlos y fortalecerlos.
Como pastores de la Iglesia que está en Pakistán habéis tenido la valentía de defender la libertad religiosa, que es el verdadero corazón de los derechos humanos (cf. Mensaje para la Jornada mundial de la paz de 1999, n. 5). Os aliento en vuestros esfuerzos por garantizar que reine un clima de tolerancia y respeto mutuo, y os invito a seguir proporcionando la guía necesaria para asegurar que todos los cristianos compartan un enfoque común, caracterizado por un espíritu de diálogo respetuoso y sincero, sin acciones excesivas e imprudentes, y destinado a mejorar la situación actual.

6. Queridos hermanos en el episcopado, el Padre de las misericordias y Dios de toda consolación (cf. 2Co 1,3), que os ama en Jesucristo y derrama los dones del Espíritu Santo sobre todos los creyentes, es la fuente de vuestra confianza y audacia. Espero que sigáis proclamando con valentía la buena nueva de Jesucristo a vuestro pueblo, al que amo de un modo particular.
173 Encomendándoos a vosotros, a los sacerdotes, a los religiosos y a los laicos de Pakistán a la protección materna de María, aurora luminosa y guía segura de nuestro camino, os imparto cordialmente mi bendición apostólica.










AL NUEVO EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA DE MÉXICO


ANTE LA SANTA SEDE


Sábado 19 de mayo de 2001

: Señor Embajador:

1. Me es muy grato darle la bienvenida y recibir en este solemne acto las Cartas Credenciales que lo acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República de México ante la Santa Sede. Le estoy muy reconocido por las amables palabras que me ha dirigido, así como por el deferente saludo transmitido de parte del Señor Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, Lic. Vicente Fox Quesada, al que correspondo con los mejores deseos de bienestar y por el progreso integral de todos los ciudadanos de esa amada Nación.

2. México se ha distinguido siempre por sus acendrados y ricos valores espirituales, culturales y humanos, como he tenido ocasión de comprobar en mis cuatro viajes apostólicos. Actualmente, como Usted bien ha indicado, está viviendo un proceso de maduración política a través de un cambio profundo en muchos aspectos de la vida social, que anhela la superación de las causas estructurales de la pobreza y de la exclusión mediante un modelo de desarrollo integral fundado en la justicia social. Para ello, se ha de promover una cultura que fortalezca las instituciones democráticas y participativas, fundadas en el reconocimiento de los derechos humanos y en los valores culturales y trascendentes del pueblo mexicano. A este respecto quiero recordar que "una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia" (Centesimus annus CA 46). Sólo así se podrán afrontar mejor los retos que la nueva etapa sociopolítica lleva consigo, tanto en su desarrollo interior como en sus relaciones con la comunidad internacional.

3. Deseo animar a los protagonistas de la vida política y social de su País para que la situación económica global sea acometida de manera responsable. En diversas ocasiones me he referido a situaciones similares que, a escala mundial, presentan muchos problemas e impiden a tantos países salir del subdesarrollo y alcanzar deseables cotas de bienestar. Desde el punto de vista del desarrollo integral, hasta ahora la economía globalizada ha beneficiado sobre todo a algunas personas y grupos muy particulares. En cambio, han surgido nuevas formas de empobrecimiento, de marginación y hasta de exclusión de grandes grupos sociales, especialmente de campesinos e indígenas. Por esto se ha de procurar que las instituciones políticas y culturales se pongan de verdad al servicio del hombre, sin distinción de razas ni clases sociales. A este respecto, la Iglesia se siente "llamada no sólo a promover una mayor integración entre las naciones, contribuyendo de este modo a crear una verdadera cultura globalizada de la solidaridad, sino también a colaborar con los medios legítimos en la reducción de los efectos negativos de la globalización" (Ecclesia in America ).

Es importante que la sociedad mexicana tome conciencia de ello y, con una actitud verdaderamente solidaria, esté dispuesta a afrontar los necesarios sacrificios que, en ningún caso, deben agravar las condiciones de pobreza de las clases más humildes. Para ello es indispensable mejorar progresivamente las condiciones de vida de los más pobres, tratando de garantizar medidas justas para todos, incluso a nivel fiscal.

4. Por lo que atañe a las relaciones Iglesia-Estado en México, éstas se distinguen por un progresivo mutuo respeto y cordialidad. Respeto para no interferir en lo que es propio de cada institución, pero que lleva a apoyarse recíprocamente y colaborar por lograr un mayor bienestar para la comunidad nacional. Por esto, a través del diálogo constructivo, es posible la promoción de valores fundamentales para el ordenamiento y desarrollo de la sociedad. A este respecto, es hora de que la verdad histórica integral de México, a partir de sus orígenes, brille con mucha mayor claridad, superando prejuicios y descalificaciones, dualismos y reduccionismos.

En este sentido, la Iglesia, cuya misión es de orden espiritual y no político, fomenta cordiales relaciones con el Estado, contribuyendo así a la armonía y al progreso de todos sin distinción alguna. Por esto es de desear que la Iglesia mexicana pueda gozar de una mayor libertad en los diversos campos donde desarrolla su misión pastoral y social.

A este respecto, la comunidad política y las instituciones públicas del Estado han de articularse de modo que se respete el principio de subsidiariedad y se garantice la libertad religiosa de las personas y grupos. Ello exige evitar formas de intolerancia y entender de modo positivo la aportación religiosa al bien común, así como que los órganos del Estado y de los partidos no suplanten directa o indirectamente el lugar de las instancias religiosas. Por eso el Concilio Vaticano II determina dicho ámbito en estos términos: "La Iglesia debe poder, siempre y en todo lugar, predicar la fe con verdadera libertad, enseñar su doctrina social, ejercer sin impedimentos su tarea entre los hombres y emitir un juicio moral también sobre las cosas que afectan al orden político cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas, aplicando todos y sólo aquellos medios que sean conformes al Evangelio y al bien de todos según la diversidad de tiempos y condiciones" (Gaudium et spes GS 76).

5. Una preocupación que sienten la Iglesia de México y los mexicanos es por el desarrollo legal y jurídico, que establezca un orden cada vez más justo para los pueblos indígenas. En este sentido, a veces se han dado actitudes contrastadas que, considerando el encuentro de culturas como una desgracia, han preferido una en detrimento de la otra. Algunos, con objeto de proteger el indigenismo, han insistido en ideologías basadas en una lectura desenfocada de la historia. Otros, por el contrario, han ensalzado los valores aportados desde fuera como lo único válido y genuino.


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