Discursos 2001 174

174 Ante ese panorama es ineludible llevar a cabo una purificación de la memoria y hacer una valoración de la identidad mestiza, a partir de dos culturas que se fundieron, y que tiene una enorme potencialidad de futuro si está reconciliada consigo misma. De esta forma se podrá alcanzar una identidad saneada que asuma con gozo y con esperanza las dos raíces de su peculiaridad actual.

Para ello hay que ir madurando, sin ningún tipo de demora, en el aprecio de la dignidad de lo indígena. En el conjunto de la pluralidad y de la plurietnicidad de México se encuentra esta raíz que influye en la religiosidad y en la identidad nacional. Si se logra conocerse mejor se reforzará más la conciencia de ser hermanos dentro de la gran familia mexicana. En este sentido, sé que los Obispos, en su actitud de asidua colaboración, invitan a no levantar muros de división y hostilidad que separen a los mexicanos, sino a "construir juntos un país justo, reconciliado, solidario y fraterno". A este respecto, en mi último viaje a México hablaba de "un diálogo en el que nadie quede excluido y acomune aún más a todos sus habitantes, a los creyentes fieles a su fe en Cristo y a los que están alejados de Él. Sólo el diálogo fraterno entre todos dará vigor a los proyectos de futuras reformas, auspiciadas por los ciudadanos de buena voluntad, pertenecientes a todos los credos religiosos y a los diversos sectores políticos y culturales" (Discurso de despedida, Aeropuerto Internacional, 26-I-1999, 2).

6. En el momento en que Usted inicia la alta función para la que ha sido designado, deseo formularle mis votos por el feliz y fructuoso desempeño de su misión ante esta Sede Apostólica. Al pedirle que tenga a bien transmitir estos sentimientos al Señor Presidente de la República, a su Gobierno, a las Autoridades y al querido pueblo mexicano, le aseguro mi plegaria al Todopoderoso para que asista siempre con sus dones a Usted y su distinguida familia, a sus colaboradores, a los gobernantes y ciudadanos de su noble País, a los que recuerdo siempre con particular afecto.









CONSISTORIO EXTRAORDINARIO


Lunes 21 de mayo de 2001




Venerados hermanos cardenales:

1. "A vosotros gracia y paz, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo" (Rm 1,7). Con estas palabras del apóstol san Pablo os saludo a cada uno y doy a todos mi más cordial bienvenida.

Agradezco con afecto al señor cardenal Bernardin Gantin, decano del sacro Colegio, que se ha hecho intérprete de vuestros sentimientos comunes. Me ha dirigido amables y deferentes palabras, no sólo en nombre de los presentes, sino también de cuantos, no pudiendo estar físicamente con nosotros, nos acompañan con su oración en los trabajos de estos días, que manifiestan muy bien la comunión existente entre el Sucesor de Pedro y los padres cardenales, sus primeros y más íntimos colaboradores. La composición de esta venerable asamblea, que reúne a purpurados procedentes de todas las partes de la tierra y pertenecientes a culturas diversas, representa muy bien la unidad, la universalidad y la misionariedad de la Iglesia, proyectada hacia nuevas metas apostólicas.

2. El encuentro, que comienza esta mañana, es muy importante y guarda relación idealmente con el gran jubileo, cuyo eco resuena aún en todos nosotros. Mientras pienso con emoción en las diferentes fases y en las múltiples citas que vivimos juntos durante el Año santo, oro para que el Espíritu del Señor, que nos permitió vivir experiencias eclesiales extraordinarias, siga guiándonos y nos ayude ahora a identificar los desafíos que es preciso afrontar en la actual transición histórica. En la carta apostólica Novo millennio ineunte, que quise firmar precisamente durante el solemne rito conclusivo del itinerario jubilar, subrayé la exigencia de poner de relieve las "indicaciones programáticas concretas" (n. 29) de la acción evangelizadora de la Iglesia en el alba de un nuevo milenio. Se trata de definir los objetivos misioneros prioritarios y los métodos de trabajo más idóneos, y buscar los medios necesarios para alcanzarlos. Es preciso dedicarse a una adecuada formación y valoración de todos los agentes pastorales, porque es vasto y complejo el campo de acción apostólica que se abre ante nosotros.

Con todo, sabemos que, aunque nuestro esfuerzo sea indispensable, todo depende de la acción divina. Por esta razón, el compromiso principal de todo creyente y de la comunidad eclesial debe ser el de tender a la santidad, mediante la búsqueda apasionada de Dios y la contemplación amorosa de su rostro.

3. Venerados y queridos hermanos, durante estos días tendremos la posibilidad de escuchar reflexiones y testimonios; debatiremos fraternalmente sobre problemas y desafíos pastorales; y buscaremos juntos las líneas más apropiadas para ser, también hoy, signos creíbles del amor de Dios a todo hombre. Sobre todo, permaneceremos en oración, dóciles al Espíritu Santo y a sus inspiraciones, conscientes de que, como sucedió al comienzo del cristianismo, está unido a nosotros todo el pueblo de Dios, a cuyo servicio el Padre celestial nos envía constantemente.
María, Madre de la Iglesia y Estrella de la evangelización, nos acompañe como acompañó a los Apóstoles en el Cenáculo. En sus manos maternas quisiera poner hoy, de modo particular, los trabajos de este consistorio extraordinario y los anhelados frutos espirituales y pastorales que producirá para el bien de la Iglesia y del mundo entero.








A LOS CARDENALES AL FINAL DEL CONSISTORIO


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Jueves 24 de mayo de 2001

Queridos señores cardenales:

Ha llegado el momento de despedirnos. Agradezcamos al Señor por los días de gracia y de profunda comunión eclesial que hemos vivido juntos. Este consistorio extraordinario nos ha permitido fortalecer los vínculos de fraternidad, de estima recíproca y de provechoso entendimiento que nos unen al servicio de la Iglesia. También esta comida entre hermanos, que estamos a punto de concluir, es feliz expresión del clima sereno y fraterno que hemos vivido durante nuestros trabajos.

Deseo daros a cada uno las gracias por vuestra presencia y por la significativa aportación que habéis dado generosamente durante estas jornadas de escucha y reflexión común.

Ahora volveréis a vuestras sedes. Os pido que llevéis mi cordial saludo a cuantos el Señor confía a vuestra solicitud pastoral, mientras permanecemos unidos en la invocación al Espíritu Santo, cuyos dones esperamos en el próximo Pentecostés para el fecundo ejercicio de nuestro trabajo apostólico diario.

Agradezco de modo particular al querido cardenal decano Bernardin Gantin las palabras que también aquí ha querido dirigirme en nombre de todos vosotros. En ellas he percibido el afecto con que el Colegio cardenalicio acompaña al Sucesor de Pedro y el deseo ardiente de cada uno de sus miembros de ayudarle en el ministerio petrino al servicio de la Iglesia universal.

Expreso asimismo mi profunda gratitud a todos los que, de diferentes modos, han colaborado en la realización y en el buen desarrollo del consistorio. Gracias de corazón también a las amadísimas Hijas de la Caridad y a todo el personal de la Domus Sanctae Marthae. Una vez más nos hemos beneficiado del carisma de santa Marta, en esta casa que lleva su nombre.

Como era justo en la fiesta litúrgica de hoy, esta acogedora sala nos ha ayudado a permanecer en el clima del Cenáculo. Con este espíritu nos despedimos ahora, confiando siempre en nuestro recuerdo recíproco ante el Señor. Con algunos de vosotros me reuniré de nuevo el próximo mes de octubre, con ocasión del Sínodo de losobispos, y así podremos experimentar una vez más esta forma, muy valiosa, de ejercicio de la colegialidad episcopal.

María, a la que hoy veneramos con la hermosa advocación de "Auxilio de los cristianos", os acompañe y proteja siempre. Estoy cerca de vosotros con mi oración, y os bendigo de corazón.









ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A UNA DELEGACIÓN DE MACEDONIA


Viernes 25 de mayo de 2001



Señoras y señores:

176 Una vez más, este año, la visita de vuestra delegación con ocasión de la fiesta de san Cirilo y san Metodio me brinda la oportunidad de aseguraros mis oraciones por la paz y la seguridad de vuestro pueblo. La misión de los dos santos hermanos, los Apóstoles de los eslavos, dejó huellas indelebles en la vida religiosa y cultural de vuestra nación. Y vuestra peregrinación anual manifiesta que tenéis cada vez mayor conciencia de la necesidad de su herencia para la vida de vuestro país y de toda Europa.

Con la fuerza de la gracia de Dios, los dos hermanos de Salónica dieron una contribución decisiva y siempre válida a la construcción de Europa. No sólo unieron a pueblos diferentes con el vínculo de la comunión cristiana, sino que también dieron unidad cultural y civil a los territorios donde trabajaron. En tiempos recientes, los pueblos de los Balcanes han experimentado muchos sufrimientos y temores, y por eso me siento obligado a recordar la importancia inmediata y práctica de las enseñanzas que dejaron como herencia san Cirilo y san Metodio. "Ser cristiano en nuestro tiempo significa ser artífice de comunión en la Iglesia y en la sociedad. A tal fin ayudan un espíritu abierto hacia los hermanos, la mutua comprensión y la prontitud en la cooperación mediante un generoso intercambio de los bienes culturales y espirituales" (Slavorum apostoli, 27). Teniendo en cuenta las tensiones y los conflictos en vuestra región, y la amenaza que representan para las personas y la sociedad, el camino trazado por san Cirilo y san Metodio conserva plenamente su valor.

Las autoridades y los responsables del destino de vuestra región pueden inspirarse en los valores evangélicos proclamados por los santos hermanos para la búsqueda de una paz justa y global. Dios misericordioso os bendiga a vosotros y a vuestro pueblo con su amor y su protección.







ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A UNA DELEGACIÓN DE BULGARIA


Viernes 25 d emayo de 2001



Señoras y señores:

1. Me alegra acoger a vuestra delegación que viene, como todos los años, a realizar una peregrinación a la tumba de san Cirilo, en la antigua basílica de San Clemente, para significar la devoción del pueblo búlgaro a la memoria de los dos santos hermanos apóstoles del mundo eslavo, y que viene también a visitar al Obispo de Roma. A través de vosotros, saludo cordialmente al querido pueblo búlgaro, a las autoridades civiles del país, a la Iglesia católica y a la Iglesia ortodoxa de Bulgaria.

2. Como ya afirmé durante mi reciente peregrinación jubilar tras las huellas de san Pablo, la vida de los santos hermanos Cirilo y Metodio sigue siendo un ejemplo particularmente elocuente de la evangelización a la que toda la Iglesia está llamada. Los dos hermanos de Salónica, habiendo ido al encuentro de los pueblos eslavos, se dedicaron ante todo a la traducción de la Biblia, aprendiendo la lengua, pero también las costumbres y las tradiciones de los pueblos que los acogían. Con la creación de un nuevo alfabeto, adaptado a la lengua eslava, dieron una contribución esencial a la cultura y a la literatura de todas las naciones eslavas. "No sólo desarrollaron su misión respetando plenamente la cultura existente entre los pueblos eslavos, sino que, junto con la religión, la promovieron y acrecentaron de forma eminente e incesante" (Slavorum apostoli, 26). En una Europa que busca su identidad y su unidad, presentan un camino ejemplar y estimulante para que el Evangelio, arraigado en la cultura de los pueblos, la fecunde y alimente. Se trata de una contribución específica al desarrollo del continente que vuestro gesto subraya con fuerza.

3. Al término de nuestro encuentro, os agradezco vivamente vuestra amable visita, y os expreso mis mejores deseos para todo el pueblo búlgaro. Ojalá que siga su camino hacia la realización de sus legítimas aspiraciones a la paz y a la concordia. Encomiendo estos deseos a Dios y, por intercesión de san Cirilo y san Metodio, invoco sobre vosotros, y sobre todos los que representáis, la abundancia de las bendiciones divinas.








A LAS HIJAS DE JESÚS


Sábado 26 de mayo de 2001

Queridas Hermanas:

1. Es muy grato para mí tener este encuentro con vosotras, que estáis celebrando la XVª Congregación General, en la que deseáis discernir la voluntad de Dios para vuestro Instituto en este momento de la historia, en los comienzos de un nuevo milenio.

177 Saludo con afecto a la Hermana María Pilar Martínez García, reelegida como Superiora General, a sus Consejeras y demás directas colaboradoras, así como a las participantes en esta Congregación. Haced llegar este saludo también a las Hermanas que representáis, y que desempeñan su misión en diversos países de África, América, Asia y Europa. Ellas enriquecen las Iglesias particulares donde viven con su quehacer pastoral y educativo y, sobre todo, siendo portadoras del propio carisma, que es siempre un don otorgado por el Espíritu a la Iglesia.

2. Hace pocos días se ha cumplido el V aniversario de la Beatificación de Cándida María de Jesús, vuestra Fundadora. Tuve el gozo de elevarla al honor de los altares junto con una de las primeras Hermanas, la Beata María Antonia Bandrés Elósegui. La Madre Cándida supo recorrer con fidelidad y constancia el camino de la santidad, pero, al mismo tiempo, ahora hace casi 130 años, inició en Salamanca un proyecto de vida religiosa para que otras personas, entregándose del todo a Dios y sirviendo mejor a la Iglesia, siguieran los mismos pasos. Así ocurrió con la Beata María Antonia, cuya santidad de vida es como la confirmación de aquel proyecto original, pues "todo árbol bueno da frutos buenos" (
Mt 7,17). A vosotras os corresponde dar los frutos de hoy, con una entrega cada vez más radical a vuestra vocación y la continua aspiración a ser, con el testimonio de vida, signo de la presencia de Cristo y cauce de la llamada de Dios.

La coincidencia, pues, entre esta entrañable conmemoración y los trabajos de vuestra Congregación General es una elocuente invitación a reproducir con valor la audacia, la creatividad y la santidad de la Fundadora, como respuesta a los signos de los tiempos que surgen en el mundo de hoy (cf. Vita consecrata VC 37). La entrega total e incondicional a Dios sigue siendo una referencia firme para toda programación, pues no se debe olvidar que "Dios nos pide una colaboración real a su gracia y, por tanto, nos invita a utilizar todos los recursos de nuestra inteligencia y capacidad operativa en nuestro servicio a la causa del Reino. Pero no se ha de olvidar que, sin Cristo, ‘no podemos hacer nada’" (Novo millennio ineunte NM 38).

3. Estas consideraciones adquieren un significado particular en la pastoral educativa, una de las facetas que más distinguen vuestro carisma y vuestra tradición, y que es un elemento esencial de la misión de la Iglesia (cf. Vita consecrata VC 96). En efecto, quien ha percibido interiormente la sublime belleza de Dios y se siente enraizado en Cristo, Camino, Verdad y Vida, no se contentará con impartir a los niños y jóvenes un mero bagaje de conocimientos, sino que suscitará en ellos el deseo de crecer en todos los aspectos de la existencia humana y, sobre todo, fomentará la pasión por "una verdad ulterior que pueda explicar el sentido de la vida; por eso es una búsqueda que no puede encontrar solución si no es en el absoluto" (Fides et ratio FR 33). Ante este sublime cometido, el educador no puede permanecer ajeno a lo que enseña. Jesús mismo habla de "lo que el Padre me ha enseñado" (Jn 8,28) y el Apóstol anuncia "lo que hemos visto y oído" (1Jn 1,3 cf. Hch Ac 4,20).

Transmitir con competencia el saber y la cultura, despertar la responsabilidad social, impregnar la conciencia moral de los más altos valores éticos e iluminar la excelsa vocación transcendente de todo ser humano, son ciertamente tareas urgentes, especialmente en un mundo frecuentemente tentado por la banalidad o el provecho material inmediato. Pero, además de esto, para las religiosas ha de ser también un signo profético. Por eso, en vuestra misión, se ha de manifestar ante todo un especial seguimiento de Cristo, haciendo ver con nitidez que continuáis cultivando en la historia "aquellas semillas del Reino de Dios que Jesús mismo dejó en su vida terrena atendiendo a cuantos recurrían a él para toda clase de necesidades espirituales y materiales" (Novo millennio ineunte NM 49).

De este modo se proclama también la propia esperanza en un futuro de la humanidad según Dios, sin dar cabida al desaliento ni a los sombríos presagios. Por el contrario, la religiosa educadora da cuenta de su fe "en los prodigios de la gracia que el Señor realiza en los que ama" (Vita consecrata VC 20) y, con su tenaz confianza en las posibilidades de toda persona humana, es capaz de sorprender al mundo y hacer brotar en él continuamente nuevas esperanzas. Esta es una manera cotidiana de indicar "a todos los creyentes los bienes del cielo, ya presentes en este mundo" (Lumen gentium LG 44).

4. Al final de este encuentro, os invito a que en éste, como en los otros campos en vuestra actividad apostólica, prestéis atención a las necesidades emergentes en nuestro tiempo, dándoles una respuesta nacida del corazón de Cristo y de la misión original de la Iglesia. En efecto, "cuanto más se vive de Cristo, tanto mejor se le puede servir en los demás, llegando hasta las avanzadillas de la misión y aceptando los mayores riesgos" (Vita consecrata VC 76).

Expreso a la Superiora General y sus colaboradoras los mejores deseos para el desempeño de la responsabilidad que les ha sido confiada. La importancia que, de acuerdo con vuestra herencia ignaciana, concedéis al discernimiento ponderado de la voluntad de Dios y a la firme determinación en seguirla, es una base sólida para afrontar sin temor las decisiones, a veces difíciles, que son propias de vuestro servicio de gobierno.

Para terminar, deseo poner en las manos de la Virgen María los frutos de esta XV Congregación General y el porvenir del Instituto. En Ella encontraréis el gozo y la esperanza que debe embargar vuestra vida personal y comunitaria, vuestras obras y vuestra misión. Con estos deseos, os imparto de corazón la Bendición Apostólica, que muy gustoso extiendo a todas las Hijas de Jesús.








A LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE GUATEMALA


EN VISITA "AD LIMINA"


Martes 29 de mayo de 2001

: Queridos Hermanos en el Episcopado:

178 Con gusto os recibo, Pastores de la Iglesia de Dios en Guatemala, venidos a Roma para la visita Ad limina, durante la cual os encontráis con el Sucesor de Pedro, mantenéis oportunos contactos con los diversos Dicasterios de la Curia Romana, rezáis ante las tumbas de los Bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo, columnas de la Iglesia, para proseguir así, fortalecidos, vuestra misión de cabezas y guías del Pueblo de Dios que peregrina en "el País de la eterna primavera".

Agradezco las amables palabras que me ha dirigido Mons. Víctor Hugo Martínez Contreras, Arzobispo de Los Altos-Quetzaltenango-Totonicapán y Presidente de la Conferencia Episcopal, manifestando vuestra comunión con el Obispo de Roma y los sentimientos que os animan en vuestra acción pastoral en favor del querido pueblo guatemalteco. De sus ricos valores fui testigo con ocasión de mis dos viajes apostólicos a vuestro País que tuvieron lugar en circunstancias bien diversas. En el primero, la Nación vivía bajo una cruel guerra interior, mientras que en el segundo se vislumbraban ya los horizontes de la paz, que quise alentar. Siempre tuve la satisfacción de encontrarme con una Iglesia viva, dinámica, cercana a todos y comprometida seriamente en el anuncio de Jesucristo y de su Buena Nueva.

2. Como Obispos tenéis la misión primordial de edificar vuestras comunidades sobre la roca que es Cristo (cf.
1Co 10,4), mediante la predicación de la Palabra de Dios, la celebración de los Sacramentos y el fomento de la caridad. Alentados por las promesas del Señor y la fuerza que nos proporciona su Espíritu, estáis llamados a ser los primeros en llevar a cabo la misión que Él ha confiado a su Iglesia, aunque para ello haya que afrontar y aceptar la cruz, que en la sociedad contemporánea puede manifestarse de múltiples formas.

Tanto individual como colegialmente, por medio de la Conferencia Episcopal o de otras instancias eclesiales, participáis en el análisis de los logros y expectativas de la sociedad guatemalteca, tratando de interpretarlos a la luz del Evangelio para orientar a la misma sociedad, ayudándola a progresar en el campo de los valores morales y, muy particularmente, favoreciendo la reconciliación nacional, tan necesaria después de los cruentos años de la guerra civil.

Escuchando lo que "el Espíritu dice a las Iglesias" (Ap 2,7), sentís también el deber de hacer un sereno discernimiento, abierto y comprensivo, de las diversas circunstancias y acontecimientos, iniciativas y proyectos, sin descuidar los graves problemas y las aspiraciones más profundas de la sociedad. Por eso, os animo a proseguir incansablemente y sin desaliento en el oficio de enseñar y anunciar a los hombres el Evangelio de Cristo (cf. Christus Dominus CD 11), elaborando y llevando a la práctica los proyectos pastorales oportunos (cf. Ecclesia in America ). Aunque vuestras responsabilidades sean muy grandes, el Espíritu del Señor os iluminará y dará siempre las fuerzas necesarias.

3. Para colaborar en vuestra misión contáis, en primer lugar, con la ayuda de los sacerdotes. La sociedad actual, tan diversificada, exige que el sacerdote sea signo de unidad, ejerciendo su ministerio de forma humilde y con caridad pastoral, para conducir a los fieles al encuentro con Jesucristo (cf. Ecclesia in America ). Conociendo cómo llevan a cabo su ministerio, doy gracias a Dios por el espíritu de fraternidad y sacrificio, por el testimonio de austeridad y pobreza, y por la entrega generosa al servicio de los hermanos. Sé que en algunas zonas el trabajo pastoral reviste especial dificultad y esto requiere una disponibilidad muy exigente. Como decía en mi Carta del Jueves Santo de este año, se trata de "un trabajo a menudo escondido que, si bien no aparece en las primeras páginas, hace avanzar el Reino de Dios en las conciencias", por lo que les renuevo "mi admiración por este ministerio discreto, tenaz, creativo, aunque marcado a veces por las lágrimas del alma que sólo Dios ve" (n. 3).

Para que el servicio de los sacerdotes sea cada vez más eficaz ante los retos que el mundo contemporáneo plantea a la nueva evangelización, es menester que tengan una espiritualidad sólida, imiten a Cristo, Buen Pastor, y sigan una formación permanente que les haga cada día más idóneos para transmitir el mensaje evangélico. A este respecto, me complazco por la creación, dentro del Plan Global de la CEG, de la Comisión del Clero y Pastoral sacerdotal, que ha publicado el Plan Nacional de Pastoral sacerdotal 2001-2006. Dentro de esa programación, velad por la situación particular de cada uno y ofrecedles toda la ayuda que necesiten, alentándoles a proseguir con ilusión y esperanza por el camino de la santidad sacerdotal. ¡Que a ninguno de vuestros sacerdotes le falten los medios necesarios para vivir su sublime vocación y su ministerio!

4. En las Relaciones quinquenales subrayáis el aprecio y la gratitud por el don de la vida consagrada en vuestras Iglesias particulares. En efecto, en Guatemala hay una presencia importante de religiosas y religiosos que contribuyen a la evangelización, bien a través de una pastoral directa en las parroquias o misiones, bien mediante diversas obras de apostolado educativo o asistencial.

La Iglesia aprecia en los religiosos y religiosas la disponibilidad y capacidad de responder con prontitud a los retos de la difusión de la Buena Nueva, teniendo presente al mismo tiempo que su misma vida consagrada es un medio privilegiado de evangelización. Por eso les recuerdo la necesidad de mantener siempre una "fidelidad creativa" al propio carisma (cf. Vita consecrata VC 37). También deseo subrayar la responsabilidad que tienen los Obispos en conservar y defender el rico patrimonio espiritual de cada Instituto (cf. CIC CIC 586,2), correspondiendo "al don de la vida consagrada que el Espíritu suscita en la Iglesia particular, acogiéndolo con generosidad y con sentimientos de gratitud al Señor" (Vita consecrata VC 48). Además, ante la difusa exigencia de espiritualidad, que se puede considerar como un "signo de los tiempos" en este comienzo de milenio (cf. Novo millennio ineunte NM 33), cabe esperar de las personas consagradas, de acuerdo con su carisma originario, un testimonio de vida auténticamente evangélica, lo cual enriquecerá ciertamente a cada Iglesia particular, ayudando a mantener vivo el sentido de la presencia de Dios y favoreciendo en todos los fieles "un verdadero anhelo de santidad, un fuerte deseo de conversión y de renovación personal en un clima de oración cada vez más intensa" (Tertio millennio adveniente TMA 42 Vita consecrata, 39).

5. Aunque "la misión salvífica de la Iglesia en el mundo es llevada a cabo no sólo por los ministros en virtud del sacramento del Orden, sino también por todos los fieles laicos" (Christifideles laici CL 23), es indudable que los ministros ordenados tienen un papel fundamental en dicha misión. Por eso deseo compartir la preocupación por la promoción de las vocaciones al sacerdocio y por su formación como futuros pastores del Pueblo de Dios.

La importancia de este tema exige una reflexión continua y un nuevo y decidido empeño por parte de todas las comunidades cristianas bajo la guía de aquéllos a quienes "el Espíritu Santo os ha encargado guardar, como pastores de la Iglesia de Dios" (Ac 20,28). La pastoral vocacional debe ser enfocada desde el llamado que el Señor efectúa de modo personal al seguimiento y al ministerio a través de la fecundidad de la Iglesia y de la profundidad de su vida, alimentada por la pureza de la fe, por la gracia de los Sacramentos, por el espíritu de conversión y por la oración ardiente de los miembros del Cuerpo Místico de Cristo. Todos, por tanto, han de participar de algún modo en la pastoral vocacional, confiando que Dios responderá proporcionando a su pueblo, si lo pide con perseverancia, los ministros necesarios.

179 Es también importante tener presente que la pastoral vocacional encuentra un ámbito privilegiado en la pastoral juvenil, orientada a la formación doctrinal, espiritual y apostólica de los jóvenes, tanto en las parroquias y colegios, como en las asociaciones apostólicas y movimientos. Es fundamental en este campo una formación integral y coherente, basada en la intimidad con Cristo, que disponga, a los que sean elegidos, a recibir con gozo la gracia del don.

El testimonio de fidelidad de los sacerdotes, a cuyo ministerio se integrarán los nuevos ordenados, es también un factor importante para la formación de los seminaristas. Respondiendo con generosidad y con un amor indiviso a su "vocación en el sacerdocio", los presbíteros serán modelo de caridad pastoral, de oración y de sacrificada entrega para los jóvenes candidatos a las órdenes sagradas.

6. Veo con satisfacción cómo acompañáis a vuestro pueblo en la búsqueda de una convivencia armónica y pacífica, basada en los valores de la reconciliación, la justicia, la solidaridad y la libertad. Por eso, cuando sea necesario, no rehuyáis la denuncia de la injusticia y proponed los principios de carácter moral que han de orientar también la actuación en la vida civil.

La Iglesia en Guatemala ha sido testigo del derramamiento de la sangre de muchos de sus hijos. Además del esfuerzo legítimo por desvelar la verdad sobre esos crímenes execrables -entre los cuales está el de Mons. Juan Gerardi Conedera, Obispo auxiliar de Guatemala, asesinado hace ahora tres años- es urgente que se recupere su memoria como "ejemplos de entrega sin límites a la causa del Evangelio" (Ecclesia in America ). A este respecto, deseo recordar cuanto ya dije en vuestra tierra, el 6 de febrero de 1996 en el Campo Marte: "Quiero rendir ahora un caluroso y merecido homenaje a los centenares de catequistas que, junto con algunos sacerdotes, arriesgaron su vida e incluso la ofrecieron por el Evangelio. Con su sangre fecundaron para siempre la tierra bendita de Guatemala. Esa fecundidad debe fructificar en familias unidas y profundamente cristianas, en parroquias y comunidades evangelizadoras, en numerosas vocaciones sacerdotales, religiosas y misioneras. Ellos, imitando la valentía y entereza de María, 'vencieron por medio de la sangre del Cordero y por el testimonio que dieron, sin que el amor a su vida les hiciera temer la muerte' (
Ap 12,11)" (n. 4)

7. Por otra parte, difundir la doctrina social de la Iglesia adquiere la dimensión de "una verdadera prioridad pastoral" (Ecclesia in America ), tanto para afrontar adecuadamente las diversas situaciones con una conciencia recta, iluminada por la fe, como para fomentar y orientar el compromiso de los laicos en la vida pública. En efecto, de poco servirían las denuncias, la proclamación teórica de los principios, si éstos no son firmemente interiorizados mediante una formación integral y sistemática. De este modo se abre un cauce de incidencia real y concreta de los valores inspirados por el Evangelio en el mundo de la cultura, de la tecnología, de la economía o de la política.

A esta formación, que debe acompañar el crecimiento en la fe de todo fiel cristiano, ha de añadirse un esfuerzo por evangelizar también a cuantos tienen responsabilidades en las diversas áreas de la administración pública. Puesto que el Evangelio tiene algo que decirles también a ellos, es necesario ayudarles a descubrir que el mensaje de Jesús es valioso y pertinente también para la función que desempeñan (cf. Ecclesia in America ).

8. Es sabido que el Guatemala la difusión de la Palabra de Vida en gran parte la llevan a cabo numerosos catequistas. He visto cómo en las Relaciones quinquenales alabáis la labor abnegada y sacrificada que realizan. A ellos agradezco de corazón este servicio, que forma parte de su misión dentro de la Iglesia.

Un medio particularmente apto para que los fieles laicos colmen la grandes esperanzas que la Iglesia tiene puestas en ellos, en las tareas que les son propias, es el de una conveniente organización, que facilite la formación, la progresiva incorporación de las nuevas generaciones, la ayuda mutua y la acción apostólica coordinada. El surgir de diversos movimientos laicales puede ser, a este respecto, un fenómeno esperanzador que merece una especial atención por parte de los Obispos, llamados, como dice el apóstol San Pablo, a que "no extingan al Espíritu ni desprecien las profecías; sino que lo examinen todo y se queden con lo mejor" (1Th 5,19-21). De esta manera, con la ayuda de sus Pastores y en perfecta comunión con ellos, se irá forjando un laicado vigoroso, firmemente comprometido en el camino de la santidad personal, en la edificación de la Iglesia y en la construcción de una sociedad más justa.

Esto, además, será un modo eficaz para superar la ignorancia religiosa y afianzar la fe, vivida a veces de manera rutinaria, haciendo así menos vulnerables a los bautizados ante los avances proselitistas de las sectas y otras ofertas supuestamente espirituales (cf. Ecclesia in America ).

9. Al concluir este encuentro deseo animaros a proseguir, con el dinamismo y el entusiasmo que os caracterizan, así como con renovada esperanza, en el ejercicio de la misión que el Señor os ha confiado. Os ruego que os hagáis intérpretes de mi afecto y cercanía espiritual a vuestros sacerdotes, a los religiosos y religiosas, y a todos los fieles guatemaltecos que caminan gozosos al encuentro del Señor. A este respecto recuerdo que "los caminos por los que cada uno de nosotros y cada una de nuestras Iglesias camina son muchos, pero no hay distancias entre quienes están unidos por la única comunión, la comunión que cada día se nutre de la mesa del Pan eucarístico y de la Palabra de vida" (Novo millennio ineunte NM 58).

Que la Virgen Santísima, Madre de la Iglesia, os acompañe en vuestro camino y os consuele siempre con su ternura materna. Que os sea de apoyo también la Bendición Apostólica que complacido os imparto y extiendo a vuestras Iglesias particulares.








Discursos 2001 174